quinta-feira, 15 de fevereiro de 2024

ALMA VITALIS | Radiografía del dolor

 


…La ruptura con la humanidad inicia con el dolor y el sufrimiento,

que nos iguala a la mayoría de los seres vivos que habitamos el planeta tierra…

…Somos dolor y por eso trascendemos.

BRENDA NAVARRO

 

Tu cara está asomada en un agujero, desde ahí miras un par de tablas de madera de pino paralelas al piso blanco donde buscas figuras imaginarias. Miras, mientras tu cuerpo yace laxo en una cama de un metro por dos de la misma madera, acojinada con descargas eléctricas en tu espalda. Pinchazos enérgicos que van cediendo con los minutos, alguien regresa y sube la intensidad dos o tres veces más en distintos ritmos. Puedes ver tus sandalias al pie del camastro, no es la primera vez que estás en ese lugar, hace una semana recibiste indicaciones para volver. Una vez revisadas las placas, el diagnóstico dice que el asunto es peor de lo que esperabas, y por eso estás de nuevo aquí.

No sabes cuándo se originó la caída de naipes, lo que es indudable, es que posterior a los meses con tendinitis en la parte interior de tu pie izquierdo, todo fue una sucesión de eventos desafortunados. Pese a todo continuaste tu rutina de trabajo en línea desde marzo de 2020 y tantas cosas más de tu vida cotidiana. Curiosamente tu realidad coincidía con tus lecturas, eras un reflejo de ellas; por ejemplo: en uno de los cuentos de Amparo Dávila, su protagonista se anida en una escalera para practicar los niveles del dolor con la idea de perfeccionar su arte. Tu caso no es muy distinto, adquiriste un amplio umbral hacia el dolor, lo que condujo, sin percatarte, al deterioro paulatino de tu osamenta. Algo dentro de ti comenzó a derrumbarse, pero sostenías, categóricamente, la teoría de que el tiempo lo erosiona todo. Tu vida ya no era la misma. Algo en ti se estaba perdiendo. Algo que hace muchos años comenzaste a experimentar. Ese cuerpo sano –que esperaba con ilusión cada amanecer, sin nada que lo detuviera, aunque a veces el mundo se viniera encima– ahora no deseaba abandonar el reposo en su silla favorita, en la cama para encontrar una posición que le permitiera descansar la pila de huesos, el mismo esqueleto que cada mañana sentías como si toda la maldita noche lo hubieran apaleado. Era muy extraño, no había una posición perfecta ya para ti, había que levantarse con la pesadez en cada paso, la dolorosa rigidez de la espalda que impedía girar la cabeza, el cuello, el torso, agacharse un poco para cepillarte los dientes y seguir porque la vida no espera.

Hay tantas formas de lidiar con el dolor, analizabas. María Luisa Puga en su libro testimonial Diario del dolor, lo narra para narrarse a sí misma, lo nombra y habla con él, lo humaniza. Ella y su artritis reumatoide se volvieron una. Tu primera reacción fue ignorarlo, lo que no se nombra no existe, le restas cualquier poder que pudiera tener sobre ti. El cuerpo había sido solo un medio de transporte, aunque lo cuidabas nunca te preparaste para su enfermedad porque incluso no tolerabas la palabra. Pensabas que el cuerpo no se enferma a no ser que lo provoques con ideas y pensamientos. Te molestaba la gente quejumbrosa que despilfarra en doctores y medicamentos si podían evitarlo de alguna manera, viajando, por ejemplo.

Nunca pensaste en ello, lo evadías, salvo cuando era indispensable abordarlo. Esa primera mañana en la clínica fue el inicio de un proceso.

 

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Tomas tu lugar en la cama de terapia a la espera de que PB conecte los electrodos desde el sacro hasta tu media espalda, y comiencen las descargas de energía que relajarán tus músculos, tendones y huesos de a poco. En esos momentos te olvidas del dolor que te encapsula en esa espesa bruma. Cierras los ojos y te sumerges en los recuerdos cuando eras pequeña, haciendo piruetas en el patio de la escuela, alardeando la flexibilidad de tus articulaciones y huesos, algo que te hacía sentir especial. Pensabas que tal vez de grande sería tu profesión. Estarías en las alturas, haciendo piruetas en un columpio o colgada del cabello, girando y ejecutando movimientos de bailarina en los aires, o caminando en una cuerda, como una equilibrista.

Jamás te verían vencida, habías nacido con una columna de hierro y esas molestias solo eran producto del encierro durante la peste, pero todo cambiaría cuando volviera la normalidad, caminatas, natación y una dieta sana serían tu tabla de salvación. Mas no fue así.


El dolor termina permeando tanto en los cuerpos como en la literatura, dilucidas: Rafael Argullol narra en Davalú o el dolor, de forma descarnada su particular relación con una lesión cervical que le mantuvo alejado del mundo y reflexiona sobre este tema, lo mismo que en La enfermedad y sus metáforas, Susan Sontag, da cuenta de cómo hablar del sufrimiento que envolvía al enfermo era, simplemente, soslayado. María Luisa Puga en su diario, describe la necesidad de que el dolor sea tratado también espiritual y psicológicamente, dando un trato a las personas que impida su cosificación. Con el dolor se pierde además de la salud, la fortaleza y la autonomía, ahora lo sabes, pero sigues pensando que el miedo y lo desconocido son el origen de la depresión y sus derivaciones.

 

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Extrañas los días en que recorrías la casa como un colibrí, las salidas a trabajar, los encuentros con amigos y colegas. Sin darte cuenta comenzaste a buscar pretextos para no salir de solo pensar en el arreglo personal y el trayecto, mantener una postura erguida con zapatos de tacón, caminar y hasta sentarte. ¡Cómo se disimula que estás partida en dos, que no puedes mantenerte en una posición por más de una hora! Odias quejarte y que te sepan vulnerable, odias también sentirte frágil y depender de los demás.

Las ondas de sonido que penetran en tus músculos y las oscilaciones pélvicas están dando resultado, al llegar a casa descubres por primera vez, que al ponerte de pie no tuviste que hacerlo de esa manera tan extraña como lo venías haciendo. Por primera vez lo hiciste, despacio como precaución, pero esta vez el dolor, no apareció.

La voluntad es una palabra vital, se parece a la fe o a la esperanza, pero no, son distintas, éstas últimas son palabras huecas que conforme las practicas te devoran; suenan a sermón, sacerdote o iglesia, van creando dentro del ser la codependencia y la conformidad, minando la autonomía. La palabra voluntad es otra cosa, sale de ti, de la pasión que te provoca lo que haces y eso es todo. El jardín del parque luce bello porque existe alguien con voluntad para mantenerlo, tu coche funciona por la misma razón y porque es necesario. La cosa tanto como el ser resultan necesarios, hasta que termina su ciclo. A veces me pregunto qué te mueve, qué te impulsa a seguir, de dónde sale esa voluntad férrea de avanzar y es entonces cuando le das la razón al mundo de Camus, que te parecía absurdo, y a veces también al desasosiego de Pessoa, que te parecía cursi.

 

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PB dijo que no, el peso no era el motivo, tu condición tenía otro origen, que por el momento te concentraras en la terapia. De nuevo estabas con tu cara en el agujero, mirando hasta donde tus ojos alcanzaban y tus pensamientos en el infinito. Cuando estabas con el pediatra, recuerdas, con el último de tus bebés, tenías 30 años. El doctor señaló tu perfil, esa curvatura tan obvia en tu basa, te dijo, no era normal, que fueras al especialista; pero te sentías bien, no pasaba nada.

Muchos años después, poco antes de la pandemia, durante un día duro en que visitaste la universidad, para charlar sobre tus libros con los chicos de psicología y criminalística donde caminaste una cuadra desde el coche con zapatillas altas, cargabas una caja con libros, subiste y bajaste escaleras… al regresar a casa lanzaste todo de camino a la habitación, no soportabas estar un minuto más de pie, te tiraste en la cama decúbito prono con un cojín en el vientre, hasta que cediera el dolor, dijiste. Jamás tomabas analgésicos salvo que fuera insoportablemente necesario. Esa misma tarde después del descanso intentaste sentarte a la orilla de la cama para ir al baño y no pudiste, había un pinchazo inmenso que te lo impedía. Estabas sola en casa. Habías dejado el bolso con el teléfono lejos de tu alcance. Por primera vez te pusiste a llorar. A pesar del pinchazo en el centro de tu ser insististe en levantarte una vez más, sin éxito. Optaste por guardar la calma y pensar de qué manera lo harías de nuevo. Te deslizaste hasta la orilla, te asiste al escritorio que estaba al lado, te sostuviste con mucha fuerza en los brazos, pero tu cuerpo no respondía, lo sentías frágil, a punto del derrumbe. Con el esqueleto tambaleante avanzaste llorando, con pasos pequeños y torpes y un dolor infinito. Lograste sentarte en el inodoro asida del lavamanos y la puerta corrediza que separa la regadera. El regreso fue igual de tortuoso, pero conseguiste llegar y quedarte, hasta la mañana siguiente.

 Desde que nacemos comenzamos a morir, es un hecho, cavilas. Tarde o temprano toda la maquinaria sucumbe, ocuparnos es la única salida; para sobrevivir es necesario ser egoístas, amigar la muerte, y aunque somos gregarios no nos corresponde responsabilizarnos del dolor de los demás.

 

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Escoliosis. Las radiografías no mienten. Dos placas, una frontal y otra de perfil y un diagnóstico escrito que señalan que tu columna se está derrumbando. Y ahora qué sigue. Estás de nuevo en el agujero. PB intenta cada día reacomodar las vértebras, tiene manos calientitas, le ha dicho su madre y confías en ello. Él escucha música y canta tranquilo a Ha*Ash. Regresas a casa un poco rígida, sin embargo, comienza una rutina que por primera vez en mucho tiempo te permite estar de pie sin la prisa de ir a la cama, acomodar el cojincillo bajo tu vientre o buscar la posición fetal que acostumbras para contener el dolor. Ese dolor que ahora tiene nombre: escoliosis.

 

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El dolor anuncia que algo no está bien. Todo comenzó entre las cinco vértebras lumbares y el sacro. Comienzan las pérdidas: sin darte cuenta la estatura comienza a reducirse; fuiste perdiendo estabilidad; el tiempo que dedicabas a actividades en movimiento comienza a ser doloroso, ímprobo. El cuerpo exige un poco de reposo para seguir, comienza a faltarte el aire cuando la contracción de vertebras provoca una opresión en la caja torácica y en consecuencia los pulmones no pueden recibir el oxígeno necesario, entonces aparece la migraña. El equilibrio se vuelve una tortura como resultado de la pérdida de la fuerza muscular que envuelve la zona colapsada.

Una parte de ti huyó de su lugar provocando el desplome, en la radiografía frontal se observa una ligera c entre las vértebras lumbares, las primeras cinco vértebras que cimientan tu estructura. Sin atención, el resto de tu columna terminaría completando una s. En tanto la placa de perfil revela que el sacro es otro caso, de a poco tomó un rumbo ambicioso, tan sexi como doloroso.

 

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La mayoría de las Cariátides, tanto las auténticas como las réplicas, son unas figuras esculpidas con forma de mujer, las auténticas llevan casi 2.500 años sosteniendo la estructura de un templo, simbolizan la traición y la derrota. La Cariátide tradicional está coronada por un capitel en la parte superior sobre su cabeza; su cuerpo es la columna o pilastra. Las orgullosas cariátides del Erecteion. Auguste Rodin esculpió una Cariátide caída sosteniendo una piedra para La puerta del infierno, una colosal escultura que captura un pasaje de La divina comedia. No puedes evitar ver la metáfora de las mujeres que sostienen el peso del mundo. Mujeres excluidas, fueron y siguen siendo campo de batalla.

Ahora estarás girando en tu propio eje de por vida para que cada vertebra y cada músculo se mantenga activo, fuerte y en su lugar. Ejercicios de estiramiento donde cada movimiento te produce un cierto dolor, placentero, dices. ¿Desde cuándo el dolor es placentero?

Susan Sontag sospechaba que la enfermedad era algo más profundo que lo físico, cuando habla de la tuberculosis, el cáncer y el sida, habla también de la contención de las emociones. Se le ocurre que pensar en el amor sería una alternativa como lo es también la ocupación, pensar en otro, ocupar el tiempo en resolver antes que enfocarnos en sí mismos.

¡Has sido una cariátide!, has cargado el peso del mundo en tu cabeza y tu nueva condición te restriega en la cara que eres una simple mortal.

El cuerpo femenino es cíclico: la menstruación, el parto, la lactancia y la menopausia, todo está relacionado con el dolor aunado a esta sociedad patriarcal donde son las mujeres madres e hijas cuidadoras, esposas y putas. “El cuerpo es lo que nos duele por la presión biológica y la presión social”, denuncia Martha Sanz, con una perorata hilarante en su novela, Clavícula.

 

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Por qué no reconoces lo que realmente te duele, el recuerdo de tus ausencias, el padre que nunca estuvo, la madre –quien un día dejó de serlo para convertirse en tu hermana y luego en tu hija– entonces tampoco estuvo, la abuela que fue tu único refugio y murió de leucemia cuando todavía eras una adolescente, tus sueldos y servicios médicos indignos, las políticas corruptas. Te duelen las violencias de la realidad, y es tu cuerpo quien paga las consecuencias.

 

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A veces quisieras despertar y descubrir que todo ha sido una pesadilla, levantarte como resorte, bajar corriendo las escaleras, tomar el café de la mañana, darte un baño y salir a trotar por la arena mojada, hacer senderismo con tus hijos o las largas y pesadas rutinas desde las 6 de la mañana. Por primera vez piensas en la palabra vejez, no te gusta cómo suena ni cómo se escribe ni su significado. Era para ti algo intangible, tan lejano que no permitirías siquiera te mirase porque la has considerado una actitud, por lo tanto, dependía solo de ti. Nunca imaginaste tenerla de frente.

Hoy terminas tu primera serie, te has sentido muy bien; sin embargo, sabes que esto es apenas el inicio de algo, o qué pensabas, que en unos meses corregirías un mal crónico que vienes cargando desde la infancia; un mal que tal vez necesite el mismo tiempo que tardaste en tratarlo; un mal con el que tendrás que aprender a vivir porque no tiene cura. A veces me pregunto si es verdad que la menopausia, esa palabra prohibida de la que habla Marta Sanz, te ha hecho los mandados con todos los altibajos hormonales o en tu infinita soberbia los has pasado por alto. Soy la vértebra que derramó tu vaso de agua, la que armó tu revolución, la que de alguna manera tenía que intervenir para que reaccionaras y dejaras de hacerte la fuerte, aunque afirmes que esta historia no es un gemido.




ALMA VITALIS (México, 1965). Feminista, escritora, docente, artista visual y promotora cultural radicada en Mazatlán, Sinaloa, México. Autora de la novela Reposo absoluto, editada por Tinta marina (2008); Cuentos: Instrucciones para matar al enemigo, por el Instituto Sinaloense de Cultura (2012); Coautora en Caminos que se bifurcan, por el Instituto Sinaloense de Cultura (2013); Ráfaga de nombres, por el Colegio de Sinaloa (2013); Antología Patasalada, por Tinta marina. Doce cuentos desesperados y una carta de amor, por Ediciones Horson (2017); Cuento infantil Violeta, selección Nacional para la antología Gatos, monstruos y otros cuentos, por Ediciones Momo (2023); Coordinadora y coautora en Narradoras indóciles reunión de cuentos por Editorial & Librería, Diwan Madrid, España (2023). Colabora desde 2011 para los programas de literatura “Sinaloa Lee” y “Red de Lectores, Sinaloa” por el ISIC a través de talleres de escritura y círculos de lectura en voz alta en los niños y niñas de las escuelas urbanas y rurales, orfanatos, albergues femeniles y bibliotecas. Creadora de los círculos de lectura infantiles y juveniles: “Café literario La colmena”, “Mentes brillantes”, “Prof. Jorge Domínguez Lerma” y “Floreser”. Edita material de lectura para la revista retamacultural.wordpress.com. para la sección anexa feminista Las hijas de Enheduanna, videolecturas en el canal infantil de Youtube La Biblioteca de Babel.




MIREYA BAGLIETTO (Argentina, 1936). Artista, ceramista, pintora, escultora e investigadora, creadora del Arte Núbico. De formación casi autodidacta, es considerada una artista atípica dentro del escenario de las artes visuales de su país. Ha realizado numerosas exposiciones, muchas de ellas a nivel internacional y ha sido reconocida con diversos premios por su trayectoria, incluyendo el premio Konex como una de las cinco figuras más importantes de la historia del arte cerámico argentino y el Gran premio de Honor del Salón Nacional de Artes Visuales. Durante su etapa de ceramista (1958-1978) creó el Taller para Estudios Cerámicos que lleva su nombre, donde se formaron numerosos ceramistas argentinos. A partir de 1985, cuando el Arte Núbico quedó establecido como una tendencia, desarrolló una vasta tarea de docencia tanto en su propio estudio como en diversos centros y universidades argentinas, trabajando sobre el despertar de la sensibilidad creativa en relación con la materia y el espacio atemporal. 

 

 


Agulha Revista de Cultura

Número 248 | fevereiro de 2024

Artista convidado: Mireya Baglietto (Argentina, 1936)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2024


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