que nos iguala a la mayoría
de los seres vivos que habitamos el planeta tierra…
…Somos dolor y por eso trascendemos.
BRENDA
NAVARRO
Tu cara está asomada en un agujero, desde ahí miras
un par de tablas de madera de pino paralelas al piso blanco donde buscas figuras
imaginarias. Miras, mientras tu cuerpo yace laxo en una cama de un metro por dos
–de la misma madera, acojinada– con descargas eléctricas en tu espalda. Pinchazos
enérgicos que van cediendo con los minutos, alguien regresa y sube la intensidad
dos o tres veces más en distintos ritmos. Puedes ver tus sandalias al pie del camastro,
no es la primera vez que estás en ese lugar, hace una semana recibiste indicaciones
para volver. Una vez revisadas las placas, el diagnóstico dice que el asunto es
peor de lo que esperabas, y por eso estás de nuevo aquí.
No sabes cuándo
se originó la caída de naipes, lo que es indudable, es que posterior a los meses
con tendinitis en la parte interior de tu pie izquierdo, todo fue una sucesión de
eventos desafortunados. Pese a todo continuaste tu rutina de trabajo en línea desde
marzo de 2020 y tantas cosas más de tu vida cotidiana. Curiosamente tu realidad
coincidía con tus lecturas, eras un reflejo de ellas; por ejemplo: en uno de los
cuentos de Amparo Dávila, su protagonista se anida en una escalera para practicar
los niveles del dolor con la idea de perfeccionar su arte. Tu caso no es muy distinto, adquiriste un amplio umbral hacia
el dolor, lo que condujo, sin percatarte, al deterioro paulatino de tu osamenta.
Algo dentro de ti comenzó a derrumbarse, pero sostenías, categóricamente, la teoría
de que el tiempo lo erosiona todo. Tu vida ya no era la misma. Algo en ti se estaba
perdiendo. Algo que hace muchos años comenzaste a experimentar. Ese cuerpo sano
–que esperaba con ilusión cada amanecer, sin nada que lo detuviera, aunque a veces
el mundo se viniera encima– ahora no deseaba abandonar el reposo en su silla favorita,
en la cama para encontrar una posición que le permitiera descansar la pila de huesos,
el mismo esqueleto que cada mañana sentías como si toda la maldita noche lo hubieran
apaleado. Era muy extraño, no había una posición perfecta ya para ti, había que
levantarse con la pesadez en cada paso, la dolorosa rigidez de la espalda que impedía
girar la cabeza, el cuello, el torso, agacharse un poco para cepillarte los dientes
y seguir porque la vida no espera.
Hay tantas
formas de lidiar con el dolor, analizabas. María Luisa Puga en su libro testimonial
Diario del dolor, lo narra para narrarse
a sí misma, lo nombra y habla con él, lo humaniza. Ella y su artritis reumatoide
se volvieron una. Tu primera reacción fue ignorarlo, lo que no se nombra no existe, le restas cualquier poder que pudiera tener
sobre ti. El cuerpo había sido solo un medio de transporte, aunque lo cuidabas
nunca te preparaste para su enfermedad
porque incluso no tolerabas la palabra. Pensabas
que el cuerpo no se enferma a no ser que lo provoques con ideas y pensamientos.
Te molestaba la gente quejumbrosa que despilfarra en doctores y medicamentos si
podían evitarlo de alguna manera, viajando, por ejemplo.
Nunca pensaste
en ello, lo evadías, salvo cuando era indispensable abordarlo. Esa primera mañana
en la clínica fue el inicio de un proceso.
***
Tomas tu lugar en la cama de terapia a la espera de
que PB conecte los electrodos desde el sacro hasta tu media espalda, y comiencen
las descargas de energía que relajarán tus músculos, tendones y huesos de a poco.
En esos momentos te olvidas del dolor que te encapsula en esa espesa bruma. Cierras
los ojos y te sumerges en los recuerdos cuando eras pequeña, haciendo piruetas en
el patio de la escuela, alardeando la flexibilidad de tus articulaciones y huesos,
algo que te hacía sentir especial. Pensabas que tal vez de grande sería tu profesión.
Estarías en las alturas, haciendo piruetas en un columpio o colgada del cabello,
girando y ejecutando movimientos de bailarina en los aires, o caminando en una cuerda,
como una equilibrista.
Jamás te verían
vencida, habías nacido con una columna de hierro y esas molestias solo eran producto
del encierro durante la peste, pero todo cambiaría cuando volviera la normalidad, caminatas, natación y una dieta
sana serían tu tabla de salvación. Mas no fue así.
***
Extrañas los días en que recorrías la casa como un colibrí,
las salidas a trabajar, los encuentros con amigos y colegas. Sin darte cuenta comenzaste
a buscar pretextos para no salir de solo pensar en el arreglo personal y el trayecto,
mantener una postura erguida con zapatos de tacón, caminar y hasta sentarte. ¡Cómo
se disimula que estás partida en dos, que no puedes mantenerte en una posición por
más de una hora! Odias quejarte y que te sepan vulnerable, odias también sentirte
frágil y depender de los demás.
Las ondas
de sonido que penetran en tus músculos y las oscilaciones pélvicas están dando resultado,
al llegar a casa descubres por primera vez, que al ponerte de pie no tuviste que
hacerlo de esa manera tan extraña como lo venías haciendo. Por primera vez lo hiciste,
despacio como precaución, pero esta vez el dolor, no apareció.
La voluntad
es una palabra vital, se parece a la fe o a la esperanza, pero no, son distintas,
éstas últimas son palabras huecas que conforme las practicas te devoran; suenan
a sermón, sacerdote o iglesia, van creando dentro del ser la codependencia y la
conformidad, minando la autonomía. La palabra voluntad es otra cosa, sale de ti,
de la pasión que te provoca lo que haces y eso es todo. El jardín del parque luce
bello porque existe alguien con voluntad para mantenerlo, tu coche funciona por
la misma razón y porque es necesario. La cosa tanto como el ser resultan necesarios,
hasta que termina su ciclo. A veces me pregunto qué te mueve, qué te impulsa a seguir,
de dónde sale esa voluntad férrea de avanzar y es entonces cuando le das la razón
al mundo de Camus, que te parecía absurdo, y a veces también al desasosiego de Pessoa,
que te parecía cursi.
***
PB dijo que no, el peso no era el motivo, tu condición
tenía otro origen, que por el momento te concentraras en la terapia. De nuevo estabas
con tu cara en el agujero, mirando hasta donde tus ojos alcanzaban y tus pensamientos
en el infinito. Cuando estabas con el pediatra, recuerdas, con el último de tus
bebés, tenías 30 años. El doctor señaló tu perfil, esa curvatura tan obvia en tu
basa, te dijo, no era normal, que fueras
al especialista; pero te sentías bien, no pasaba nada.
Muchos años
después, poco antes de la pandemia, –durante
un día duro en que visitaste la universidad, para charlar sobre tus libros con los
chicos de psicología y criminalística– donde
caminaste una cuadra desde el coche con zapatillas altas, cargabas una caja con
libros, subiste y bajaste escaleras… al regresar a casa lanzaste todo de camino
a la habitación, no soportabas estar un minuto más de pie, te tiraste en la cama
decúbito prono con un cojín en el vientre, hasta que cediera el dolor, dijiste.
Jamás tomabas analgésicos salvo que fuera insoportablemente necesario. Esa misma
tarde después del descanso intentaste sentarte a la orilla de la cama para ir al
baño y no pudiste, había un pinchazo inmenso que te lo impedía. Estabas sola en
casa. Habías dejado el bolso con el teléfono lejos de tu alcance. Por primera vez
te pusiste a llorar. A pesar del pinchazo en el centro de tu ser insististe en levantarte
una vez más, sin éxito. Optaste por guardar la calma y pensar de qué manera lo harías
de nuevo. Te deslizaste hasta la orilla, te asiste al escritorio que estaba al lado,
te sostuviste con mucha fuerza en los brazos, pero tu cuerpo no respondía, lo sentías
frágil, a punto del derrumbe. Con el esqueleto tambaleante avanzaste llorando, con
pasos pequeños y torpes y un dolor infinito. Lograste sentarte en el inodoro asida
del lavamanos y la puerta corrediza que separa la regadera. El regreso fue igual
de tortuoso, pero conseguiste llegar y quedarte, hasta la mañana siguiente.
Desde que nacemos comenzamos a morir, es un hecho,
cavilas. Tarde o temprano toda la maquinaria sucumbe, ocuparnos es la única salida;
para sobrevivir es necesario ser egoístas, amigar la muerte, y aunque somos gregarios
no nos corresponde responsabilizarnos del dolor de los demás.
***
***
El dolor anuncia que algo no está bien. Todo comenzó
entre las cinco vértebras lumbares y el sacro. Comienzan las pérdidas: sin darte
cuenta la estatura comienza a reducirse; fuiste perdiendo estabilidad; el tiempo
que dedicabas a actividades en movimiento comienza a ser doloroso, ímprobo. El cuerpo
exige un poco de reposo para seguir, comienza a faltarte el aire cuando la contracción
de vertebras provoca una opresión en la caja torácica y en consecuencia los pulmones
no pueden recibir el oxígeno necesario, entonces aparece la migraña. El equilibrio
se vuelve una tortura como resultado de la pérdida de la fuerza muscular que envuelve
la zona colapsada.
Una parte
de ti huyó de su lugar provocando el desplome, en la radiografía frontal se observa
una ligera c entre las vértebras lumbares, las primeras cinco vértebras que cimientan
tu estructura. Sin atención, el resto de tu columna terminaría completando una s.
En tanto la placa de perfil revela que el sacro es otro caso, de a poco tomó un
rumbo ambicioso, tan sexi como doloroso.
***
La mayoría de las Cariátides, tanto las auténticas como
las réplicas, son unas figuras esculpidas con forma de mujer, las auténticas llevan
casi 2.500 años sosteniendo la estructura de un templo, simbolizan la traición y la derrota. La Cariátide tradicional está coronada por un capitel –en la parte superior–
sobre su cabeza; su cuerpo es la columna o pilastra. Las orgullosas cariátides del
Erecteion. Auguste Rodin esculpió una Cariátide caída sosteniendo una piedra para
La puerta del infierno, una colosal escultura que captura un pasaje de La divina
comedia. No puedes evitar ver la metáfora de las mujeres que sostienen el peso
del mundo. Mujeres excluidas, fueron y siguen siendo campo de batalla.
Ahora estarás
girando en tu propio eje de por vida para que cada vertebra y cada músculo se mantenga
activo, fuerte y en su lugar. Ejercicios de estiramiento donde cada movimiento te
produce un cierto dolor, placentero, dices. ¿Desde cuándo el dolor es placentero?
Susan Sontag
sospechaba que la enfermedad era algo más profundo que lo físico, cuando habla de
la tuberculosis, el cáncer y el sida, habla también de la contención de las emociones.
Se le ocurre que pensar en el amor sería una alternativa como lo es también la ocupación,
pensar en otro, ocupar el tiempo en resolver antes que enfocarnos en sí mismos.
¡Has sido
una cariátide!, has cargado el peso del mundo en tu cabeza y tu nueva condición
te restriega en la cara que eres una simple mortal.
El cuerpo
femenino es cíclico: la menstruación, el parto, la lactancia y la menopausia, todo
está relacionado con el dolor aunado a esta sociedad patriarcal donde son las mujeres
madres e hijas cuidadoras, esposas y putas. “El cuerpo es lo que nos duele por la
presión biológica y la presión social”, denuncia Martha Sanz, con una perorata hilarante
en su novela, Clavícula.
***
***
A veces quisieras despertar y descubrir que todo ha
sido una pesadilla, levantarte como resorte, bajar corriendo las escaleras, tomar
el café de la mañana, darte un baño y salir a trotar por la arena mojada, hacer
senderismo con tus hijos o las largas y pesadas rutinas desde las 6 de la mañana.
Por primera vez piensas en la palabra vejez, no te gusta cómo suena ni cómo se escribe
ni su significado. Era para ti algo intangible, tan lejano que no permitirías siquiera
te mirase porque la has considerado una actitud, por lo tanto, dependía solo de
ti. Nunca imaginaste tenerla de frente.
Hoy terminas
tu primera serie, te has sentido muy bien; sin embargo, sabes que esto es apenas
el inicio de algo, o qué pensabas, que en unos meses corregirías un mal crónico
que vienes cargando desde la infancia; un mal que tal vez necesite el mismo tiempo
que tardaste en tratarlo; un mal con el que tendrás que aprender a vivir porque
no tiene cura. A veces me pregunto si es verdad que la menopausia, esa palabra prohibida
de la que habla Marta Sanz, te ha hecho los mandados con todos los altibajos hormonales
o en tu infinita soberbia los has pasado por alto. Soy la vértebra que derramó tu
vaso de agua, la que armó tu revolución, la que de
alguna manera tenía que intervenir para que reaccionaras y dejaras de hacerte la
fuerte, aunque afirmes que esta historia no es un gemido.
ALMA VITALIS (México, 1965). Feminista, escritora, docente, artista visual y promotora cultural radicada en Mazatlán, Sinaloa, México. Autora de la novela Reposo absoluto, editada por Tinta marina (2008); Cuentos: Instrucciones para matar al enemigo, por el Instituto Sinaloense de Cultura (2012); Coautora en Caminos que se bifurcan, por el Instituto Sinaloense de Cultura (2013); Ráfaga de nombres, por el Colegio de Sinaloa (2013); Antología Patasalada, por Tinta marina. Doce cuentos desesperados y una carta de amor, por Ediciones Horson (2017); Cuento infantil Violeta, selección Nacional para la antología Gatos, monstruos y otros cuentos, por Ediciones Momo (2023); Coordinadora y coautora en Narradoras indóciles reunión de cuentos por Editorial & Librería, Diwan Madrid, España (2023). Colabora desde 2011 para los programas de literatura “Sinaloa Lee” y “Red de Lectores, Sinaloa” por el ISIC a través de talleres de escritura y círculos de lectura en voz alta en los niños y niñas de las escuelas urbanas y rurales, orfanatos, albergues femeniles y bibliotecas. Creadora de los círculos de lectura infantiles y juveniles: “Café literario La colmena”, “Mentes brillantes”, “Prof. Jorge Domínguez Lerma” y “Floreser”. Edita material de lectura para la revista retamacultural.wordpress.com. para la sección anexa feminista Las hijas de Enheduanna, videolecturas en el canal infantil de Youtube La Biblioteca de Babel.
MIREYA BAGLIETTO (Argentina, 1936). Artista, ceramista, pintora, escultora e investigadora, creadora del Arte Núbico. De formación casi autodidacta, es considerada una artista atípica dentro del escenario de las artes visuales de su país. Ha realizado numerosas exposiciones, muchas de ellas a nivel internacional y ha sido reconocida con diversos premios por su trayectoria, incluyendo el premio Konex como una de las cinco figuras más importantes de la historia del arte cerámico argentino y el Gran premio de Honor del Salón Nacional de Artes Visuales. Durante su etapa de ceramista (1958-1978) creó el Taller para Estudios Cerámicos que lleva su nombre, donde se formaron numerosos ceramistas argentinos. A partir de 1985, cuando el Arte Núbico quedó establecido como una tendencia, desarrolló una vasta tarea de docencia tanto en su propio estudio como en diversos centros y universidades argentinas, trabajando sobre el despertar de la sensibilidad creativa en relación con la materia y el espacio atemporal.
Agulha Revista de Cultura
Número 248 | fevereiro de 2024
Artista convidado: Mireya Baglietto (Argentina, 1936)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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