En 1918,
una pequeña editorial parisina que dirigía el escritor Jean Cocteau, puso en circulación
500 ejemplares de una extravagante obra poética que no podía sino llamar la atención.
Era un librito impreso en octavo, con un doblez vertical por el medio, de modo que
su formato pudiera plegarse y semejar una guía de viaje. La cubierta, brillantísima,
repetía verticalmente el mismo motivo marinero en rojo, azul y blanco, y decía lo
siguiente:
Esta singular publicación –que fue recibida al momento con el entusiasmo
anticipado– era la obra de un trotamundos cultísimo, nacido en Suiza, políglota,
viajero precoz y lector absoluto; un escritor cosmopolita, iconoclasta, con cara
de boxeador enternecido, a quien un obús había arrancado el brazo derecho en la
reciente gran guerra. Un poeta vertiginoso, atrevido, innovador (tanto o más, incluso,
que el mismísimo Apollinaire), y tan lleno de ingenio creativo y manifestaciones
insólitas, que era fama que había conseguido encarnar –literalmente– en su propia
alegoría: la de ser la “brasa que arde desde la ceniza; pues no escapaba
a nadie que aquel seudónimo que Frédéric-Louis Sauser se había dado a sí mismo:
“Blaise Cendrars”, no era más que una suerte de eufónico anagrama de las palabras
francesas “braise” (brasa),“cendre” (ceniza) y “ardre” (arder).
¿Pero qué se traía con Panamá? ¿Quiénes eran esos siete tíos y de qué iba
la aventura?
Le Panama ou les aventures de mes
sept oncles (Panamá
o la aventura de mis siete tíos), es un larguísimo poema de quinientos diez
y nueve versos, de aliento épico y trasfondo autobiográfico, donde Panamá (pero
no el país –hay que advertirlo– sino el escándalo de la quiebra del canal francés:
le crach du Panama), sirve de hilo conductor a una cautivante historia lírica,
llena de evocaciones y aventuras, en la que se mezclan nostalgia, exotismo, fábula
y leyenda. Una exuberante película literaria, pródiga en originalidad, intriga,
sátira y humorismo, transmitida en un estilo que evidencia las novísimas incursiones
estilísticas de las que Cendrars es portaestandarte, con sus juegos de acrobacias
lingüísticas, su peculiar poética “elástica”, y sus figuraciones simultaneístas
y cubistas.
El poema articula un relato tan insólito como fascinante a través de una
sarta de peripecias que se originan en la debacle financiera francesa de la Compañía
del Canal de Panamá en 1889, y que lleva como protagonistas a siete hermanos de
la madre del narrador poético (de ahí los siete tíos), obligados a echarse al mundo
luego de le crach du Panama. Estos siete tíos, que por alguna curiosa razón
responden todos al mismo nombre colectivo: “Alfred”, se comportan como una unidad,
no obstante el hecho de que individualmente parecen ir encontrando destinos disparejos,
según se deduce de todas esas cartas “tachonadas de sellos exóticos” que suelen
recibirse en casa de la hermana, procedentes de la Patagonia, de Colorado, de Texas…
La ficción de esa parentela desterrada, le permite a Cendrars sumar y dividir
los contrastes de su propia trashumancia, utilizando a Panamá (un Panamá metafórico)
como prisma reflector. En el poema, este artilugio funciona elegantemente
como un doble punto de ruptura: el de quiebre emocional y el de la quiebra
económica. Esto le da una sorprendente interacción de planos que el poeta maneja
con gracia y desenvoltura, haciendo gala estilística del simultaneísmo. Es
decir, entrometiendo miradas alternas y documentos laterales al texto en un afán
por lograr, estéticamente, ese valor múltiple que los pintores cubistas obtienen
al descomponer sus imágenes o al añadir objetos circunstanciales y efímeros. En
Le Panamá se incluyen alrededor de cincuenta esquemas gráficos de rutas de
trenes y hasta una noticia comercial.
La aventura
de Panamá encuentra un nuevo tío
En 1923
la aventura de los siete tíos aparece publicada nuevamente junto a otros
dos poemas largos: Les Pâques à New York, de 1912, y el abolutamente fantástico
La Prose du Transsiberien et de la petite Jehanne de France, que en 1913
ya había circulado impreso en una sola hoja plegable de dos metros de altura, ilustrado
con los “colores simultáneos” de Sonia Delaunay.
Tocaba entonces saltar la barrera del idioma, y la primera propuesta de traducción
al inglés llegó en 1930, de parte de uno de los mayores escritores del siglo XX:
el estadounidense John Dos Passos, autor de la importante novela Manhattan Transfer
y de la trilogía que incluye The Big Money, The 42nd Parallel y Nineteen
Nineteen. Dos Passos, amigo cercano de Hemingway, era parte de aquella famosa
“generación perdida”, que entre ambas guerras vivió repartida en en Europa, teniendo
mayormente por epicentro a París.
De ascendencia portuguesa, John Roderigo Dos Passos dominaba con fluidez
varias lenguas latinas (principalmente español, pues había estudiado arquitectura
musulmana en España). Tenía además una excelente habilidad artística para el dibujo
y la pintura, por lo que no solo se empeñó en traducir el poema, sino que le añadió
una colección de estampas a cuatro tintas coloreadas al agua, que elaboró a partir
de fotografías del Canal de Panamá.
Dos Passos, quien llamaba al ilustre manco el “Homero del Transiberiano”,
comentó que su interés como ilustrador había sido añadirle “un poco de color
marginal a las poderosas metáforas de Cendrars”; pero lo cierto es que se le
fue la tinta, y acabó inventando cosmogonías pictóricas que el poema sinceramente
no imagina. Sus briosos y elegantes dibujos no se relacionan con los momentos expresivos
del texto cendrarsiano –que gira, recordémoslo, alrededor de la quiebra de la compañia
francesa del canal de Panamá–, sino que crean una constelación de figuraciones inéditas
y de símbolos de un Canal de Panamá “norteamericano”, con sus grandes buques, sus
esclusas mecánicas y sus compuertas acuáticas, que nada tienen que ver con las andanzas
de los tíos y sus remotas aventuras ocasionadas por aquel crac du Panama
de finales del siglo XIX. Pero allí quedan, para delicia de los bibliófilos.
Como
una brasa en las cenizas
Viajero infatigable, dicen que conocía todos los trenes de Europa por su
chasquido sobre los rieles, y que el ser manco no le impidía saltar sobre un vagón
en marcha, ni conducir un automóvil deportivo, ni conseguir trabajo como peón en
la construcción del canal de Panamá… Tuvo que adiestrar su mano izquierda para escribir
mientras pasaba de la California a Lisboa (por la vía del istmo), o de Nueva York
a Vancouver (otra vez por Panamá), o iba de la Amazonia a Buenos Aires, o de Moscú
hasta la Conchinchina a bordo del transiberiano, o exploraba a pie Brasil (su querido
“Blaisil”) a donde iría varias veces invitado por los modernistas de São Paulo.
Henry Miller, quien lo admiraba hasta la reverencia, lo describió como el
Marco Polo de las letras; alguien que se aventuró a dar la vuelta al mundo, varias
veces, para encontrar su propia voz en la literatura. Una literatura tersa, como
forjada al fuego, que el mismo Blaise Cendrars se atrevió a comparar con un incendio
“que misteriosamente hace arder asociaciones de imágenes antes de reducirlas
a brasas crepitantes y a cenizas”.
GIOVANNA BENEDETTI (Panamá, 1949). Poeta, narradora y ensayista. Es doctora en derecho, con especializaciones en Derecho de Autor y Derecho de la Cultura y miembro correspondiente de la Academia Panameña de la Lengua. Ha obtenido, en seis ocasiones, el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró (máximo galardón literario de Panamá), por su obra narrativa, poética y ensayística. Es, además, Premio Internacional de Periodismo José Marti, 1992 (La Habana, Cuba). Ha publicado, entre otras obras: La lluvia sobre el fuego (cuentos, 1982); El sótano dos de la cultura (ensayos, 1985); Entonces, ahora y luego (poemario, 1992); Entrada abierta a la mansión cerrada (poemario, 2006); Música para las fieras (poemario, 2016); Vértigo de malabares (cuentos, 2017); Después de los objetos (poesía reunida, 2018-19). Reside desde hace más de una década en San Lorenzo de El Escorial, Madrid, España.
MANOEL D’ALMEIDA E SOUSA (Portugal, 1947). Poeta e artista visual. Sua obra possui um acento valioso na esfera do humor. Fazedor de coisas (simples) e criador de canídeos. Passou por vários sítios incluindo a Escola Superior de Teatro e Cinema. É fundador do projeto associativo Mandrágora onde encenou e atuou como figurante. Já pintou, desenhou e fez revistas – entre elas a Bicicleta. A seu respeito escreveu Nicolau Saião: Almeida e Sousa acentua mais ou menos conscientemente o contraste entre a reposição parcial da antiga legibilidade e o exterior atmosférico a que usa chamar-se passado. É, obviamente, um exilado da tal pintura de tradição. Os seus quadros assemelham-se a violentas sacudidelas na sua vida de pessoa que intervém mediante os materiais, os traços, a cor ou a ausência de cor, na sequência do quotidiano. É o acaso que o motiva ou, pelo contrário, é uma deliberada atenção a tudo o que o rodeia? Que possui bons olhos de pintor e independência de espírito – e de razão conceptual – não sofre dúvida. Ele subverte – e nas suas colagens isso é muito perceptível – muito do tempo presente. Mas isso é evidentemente uma busca lúcida do futuro. Manoel d’Almeida e Sousa é o artista convidado da presente edição de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
CODINOME ABRAXAS # 01 – REVISTA ALTAZOR (CHILE)
Artista convidado: Manoel d’Almeida e Sousa (Portugal, 1947)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2025
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