Como el filósofo griego, que hace 24 siglos buscaba en Atenas con su lámpara
encendida, a la luz del día, a un solo hombre honesto y verdadero, así el poeta
busca afanoso en las calles de las ciudades de nuestro tiempo, a hombres y mujeres
perceptivos en los que pueda encontrar asidero su palabra: lengua de la poesía para
transmutar la roca en luz, para iluminar y transformar la existencia, acercándonos
más a un mundo alto en la vecindad del sol hecho a la medida de nuestras aspiraciones
e ideales de justicia, dignidad y belleza.
Pero el filósofo y el poeta no buscan ya con un farol a una sola alma, buscan
de forma paralela a los individuos y a los pueblos, a través del lenguaje que es
su espejo totalizante, para hacer aflorar la profunda humanidad. Ambos dieron voz
a los mitos, a los diálogos de las religiones, al espíritu de los árboles, de las
plantas, de las leyes.
La experiencia poética y su influjo sobre la realidad han sufrido hondas metamorfosis.
La poesía ya no es un arte que practican los poetas para los reyes, no está hecha
la poesía para los elegidos del poder ni del espíritu. La poesía está hecha para
todos. Un indígena es un poeta que, como un árbol antiguo, canta sus raíces y sus
hojas. Un hombre primitivo, en medio de la modernidad, canta la vida de su pueblo
milenario. Un campesino es un poeta que canta la siembra y la recolección de los
frutos. Un obrero es un poeta que canta las luchas de su tiempo, en su ya larga
caminata hacia un país bello y libre. La poesía de los pueblos alumbra su trabajo
y su destino.
¿Ha olvidado el poeta sus orígenes? Cuarenta siglos de poesía escrita, a partir
de la Epopeya de Gilgamesh, impresa sobre tabletas de arcilla en Sumeria, 160 generaciones
de poetas, desde el origen de las civilizaciones hasta nuestro tiempo, han impactado
a un número significativo de seres humanos, permitiendo en las ciudades el acceso
gradual a la poesía, y asimilando su recorrido mediante la edición de libros, publicaciones
impresas y digitales, celebración de festivales, escuelas y talleres y una vasta
multiplicación interactiva en redes sociales.
La escritura cuneiforme significó algo más que la apropiación de los mitos por
vía del alfabeto y de la poesía, o el umbral del monopolio del poder sobre el conocimiento.
Ella prueba que el fantasma del terror recorre el mundo desde la raíz de las civilizaciones.
En los anónimos cantos de Gilgamesh, se lee: “Todo lo que era claro se volvió oscuro.
El hermano no ve al hermano. Los habitantes del cielo no se reconocen”. La poesía
es la historia del espíritu humano.
Paralela a la construcción de los cimientos de la cultura, la poesía fue una
poderosa linterna encendida contra el día, como el farol de Diógenes contra las
tinieblas de Grecia; a la manera de héroes culturales, como Gilgamesh, Orfeo, Odiseo
o Cuchulain, que atravesaron el infierno reencontrando, para todos, a través de
su aventura espiritual, el sentido de vivir en el mundo.
En contravía del pensamiento solipsista acerca de que la experiencia poética
solo puede vivirse en el místico recogimiento solitario, la misión del poeta es
desatar el genio poético sujeto por la esclavitud del siglo. La poesía es el compás
y el rítmico fluir de los vivientes que constituyen un único organismo, su obstinado
latido y su compartido oxígeno.
El faro de la poesía enfoca su luz sobre la trayectoria humana. Los arrecifes
están a la vista de la gran barca. La tormenta con todos sus rayos se abate sobre
las ciudades. Como en los primeros tiempos, mortíferos peligros se ciernen sobre
la vida humana, sobre las especies.
La poesía refleja la exuberancia de la naturaleza en sus orígenes. Es la mezquindad
del pensamiento que rige al mundo la que ha producido la ruina de la tierra y de
las naciones.
La poesía nos enseña a habitar y a optimizar el mundo. Es la suma de las tradiciones
legendarias del hombre. La poesía recobra, para todos, nuestra identidad esencial.
Somos también los otros. Así nos reconocemos en la infinita riqueza de la pluralidad
del mundo, en las tradiciones poéticas de los siglos, en la multiplicidad de las
manifestaciones de la existencia.
La poesía conduce a la visión de la diversidad actuante, mediante su percepción
de las formas sutiles, hacia el más sublime diálogo sobre nuestra ventura en la
tierra, globalizando la lucha de la imaginación por la libertad humana.
Lejos de ser individual el combate de la poesía por rescatarnos, debe reunir
enérgicamente a los humanos en torno al espíritu poético, para detener el avance
letal de la desesperanza, que busca aniquilar siglos de luchas por una honda evolución
material y cultural de la sociedad.
Los enemigos del sueño antiguo no han podido materializar, como quisieran, la
extinción de la poesía. La nada de los déspotas, que han cambiado el deseo del infinito
por apenas oro ensangrentado, es su razón secreta para oponerse a esta dialéctica
del sueño.
La extrema aspiración de la historia, la política, las religiones y la filosofía,
que sepultaron la memoria, los mitos y ritos prehistóricos en los que palpitaba
el corazón de la especie, son apenas resonancias de la poderosa manifestación de
la poesía en los orígenes.
Deseo, fascinación, relámpago, territorio de la utopía, vuelo, evocación de
la sabiduría, decisión y alumbramiento; rito de vida y muerte y renacer instantáneo,
el poema en ebullición se sumerge en la sangre de la especie para refrescarla y
renovarla. Hoy más que antes es imprescindible que el espíritu de la poesía se refleje
en las relaciones entre los estados, los individuos y los pueblos.
La poesía protegió a través de las épocas y ciclos la integridad del espíritu
humano, otorgando sentido a las tareas y luchas destinadas a la supervivencia y
al desarrollo material, cultural y espiritual, mediante el llamado a la solidaridad,
y con el correr de los tiempos, fue un faro contra la niebla profunda del olvido
de los tiempos primordiales, de la iniciación del legendario camino humano.
A la vez, debemos siempre recordar los principios prehistóricos de la creación.
En la comunidad primitiva la poesía y el arte eran ya el fuego encendido en la noche
subterránea, éxtasis vivido y experimentado por todos, al que debemos retornar armados
del fuego de la tecnología, de la justicia y de la transformación de la materia.
En la caverna donde los hombres y mujeres primigenios se apretaban para vencer
el hielo de la incertidumbre por los días venideros, el fuego que cocía al bisonte
era ya poesía del anhelo, entre un mar de chispas y cocuyos. En las sombras chinescas
de las paredes de arcilla, en las formas azules y amarillas del fuego primero, en
los crujidos y murmullos de la madera ardiendo, en las figuras del humo azul sobre
las cabezas de los ancestros, se vislumbraba el sueño anticipatorio.
El hombre es el eslabón perdido de los mitos, y su metamorfosis se ha debilitado.
En lugar de nuevos seres alados han aparecido más monstruos sobre la tierra. Quede
la sangre luminosa de los mitos para retrotraer los comienzos en perpetua presencia
y reunión, en resistencia compartida, para asegurar el nuevo nacimiento.
Por la fuerza de la palabra ardiente y de sus actos el hombre puede transformarse
y transformar el mundo. Por la fuerza de la poesía, lo que el hombre nombra, adquiere
cuerpo.
Debemos reaprender el lenguaje perdido; celebrar la existencia en masiva compañía;
unirnos en torno a las fuerzas desencadenantes de la imaginación creadora; encender
y resguardar el fuego del alma colectiva, para detener la masacre e iluminar el
cielo de la libertad humana, encadenada aún al peñasco de la necesidad; propiciar
una revolución poética global para hacer, del sueño y del mundo, una patria para
la vida. El triunfo de la justicia plena para todos, para que la ruina no nos devore,
para alumbrar el nuevo nacimiento de la especie humana.
FERNANDO RENDÓN (Colombia, 1951). Poeta, ensayista, editor y periodista. Fundador y director de la revista de poesía Prometeo desde 1982. Fundador y director del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Coordinador General del Movimiento Poético Mundial desde 2011. Ha recibido premios por su trabajo en Suráfrica, China, Rumania, Egipto, Cuba, Bangladesh, Rusia y Vietnam. Ha publicado 24 libros entre obra poética y antologías de poemas. Sus poemas han sido publicados en cerca de 25 idiomas y antologados en numerosas selecciones de poesía en el exterior. Libros de poemas suyos han sido publicados en Francia, República Popular de China, Vietnam, Rumania. Venezuela, Egipto, Italia, Costa Rica y Estados Unidos. En junio de 2008 recibió la máxima condecoración del Congreso de la República en la categoría Comendador, en nombre del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Ha asesorado la creación de varios festivales internacionales de poesía en Colombia, Europa y Asia.
LUCAS FIER (Brasil, 1989). Surrealista contemporáneo, su obra está impregnada de temas como el erotismo, lo sagrado y la herejía, desafiando los límites entre lo sagrado y lo profano, la realidad y el sueño, la objetividad y la subjetividad. Explorando elementos simbólicos con gran detalle y una técnica orientada al realismo, fusiona estados oníricos, psicodélicos y fantásticos para exaltar la materialidad de los cuerpos, la opulencia de la vida y la fascinación por el misterio. Es doctor en Historia por la UFPR, máster en Artes por la Facultad de Artes de Paraná (Unespar) (2021) y licenciado en Dibujo por la Escuela de Música y Bellas Artes de Paraná (Unespar) (2012). En sus obras utiliza óleo, grafito, bolígrafo, tinta china, acuarela y acrílico. Artista invitado de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
CODINOME ABRAXAS # 08 – FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESIA DE MEDELLÍN (COLOMBIA)
Artista convidado: Lucas Fier (Brasil, 1989)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2025
∞ contatos
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FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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