Bandeira fue un artista iluminado por cuatro
soles y que nos dejó una obra en la frontera de varios ríos sumergidos que,
hoy, emergen en las principales cuestiones actuales del arte y de la cultura.
Visionario, de intensa actividad, su obra está en
el umbral, pertenece a su época, pero pocos, como él, construyeron una
iconografía tan proyectada en el venir a ser. El es el profeta de las ciudades
de luz.
Bandeira fertilizó el arte brasilero, a partir de
Ceará, creando nuevas vertientes para el arte moderno. El Ceará tiene una
tradición cultural rica. De su grupo, a partir del final de la Segunda Guerra
Mundial, se destacaron nacionalmente Aldemir Martins, Inimá de Paula y
Bandeira. En Europa, junto con Wols, Bandeira fue importante también en la
renovación de ideas, a partir de una abstracción lírica, con fuerte pasado
figurativo. No apenas la gestualidad de la abstracción, sino la concepción de
nuevas formas de marcado pasado figurativo. Lirismo con título, el gesto y la
poética verbal.
Nadie, como él, proyectó la idea de ciudades
contemporáneas hechas de luz. Es una visión anticipadora, pues las ciudades
tienden a esto y serán, cada vez más, menos febriles y más conceptuales. La
vida humana no como productora, sino como ejercicio del sueño. Antonio Bandeira
fue un extraordinario pintor de vida corta, pues murió en una mesa de
operación, en París, de una banal intervención en la garganta.
Es un artista de la luz, justamente cuando el
hombre salía de las tinieblas homicidas. El pintor de la ciudad lírica
generadora de ideas, conceptos y de construcción de un nuevo hombre impregnado
de intuición estelar. Es significativo esto, una vez que él es oriundo de una
región iluminada por el sol, dotada de gran claridad. Y que su vida transcurrió
en dos otras ciudades solares, Río de Janeiro y París, la propia ciudad luz. El
cuarto sol de su vida era su propia alma, manifestada en una labor sin fin y en
la concretización de imágenes únicas que marcan la utopía del siglo veinte.
Su arte siempre fue impregnado de un alto lirismo.
Pintor poeta. Antonio Bandeira creyó que la tradición pictórica era suficiente
para expresar el futuro. No deseó otro vehículo, otro soporte, otro lenguaje
que no fuese la pintura y el arte.
El artista de la luz. El hombre en la frontera,
entre el pasado y el futuro, el abstraccionismo y la figuración. Es una
abstracción que nombra! Es, en este sentido, un artista de acentuada tendencia
espiritual.
La luz en Bandeira es interna, hecha de visiones, y
no sabemos, seguidamente, si es día o noche en su pintura. Es un visionario en
la mejor tradición del siglo veinte, la de quien percibe la luz como
manifestación compleja de la materia y de la metafísica. En él lo espiritual no
está personificado en el contorno de la figura humana, sino en la visión.
Con la llegada de los años 50, Bandeira, en
definitivo, deja atrás figuras y paisajes más expresionistas. Como un
alquimista, mezcla paisaje, figura y abstracción en una misma paleta y de allí
comienza a expandir una poética firmada esencialmente en el mestizaje. El mismo
dirá:
Quiero hacer un mundo nuevo, mezclar el cielo con
la tierra, decir a los hombres que ellos son todos hermanos en la batalla de
las razas, apuntar el paisaje visionario de las grandes masas urbanas;
sacar una pintura de la naturaleza que ya fue, que ya se está elaborando, y que
todavía va a proseguir. Quiero preparar el terreno para mi humanidad que vendrá
después, la humanidad fea que hoy sufre, presentándola con un paisaje digno, un
paisaje nuevo, un árbol verde, un ser en germinación. En fin, quiero crear
seres que no existen, mezclar, hablar al hombre en un nuevo lenguaje, o no
hablar ninguna lengua; enviar un mensaje a los contemplativos.
Hasta su muerte, en 1967, son 17 años de cosechas
ininterrumpidas, estaciones perennes, desentrañando ciudades de las manchas y
sombras del abstraccionismo. Mezcla igualmente sus clasificaciones internas
(lírico, binario, geométrico, etc.). Bandeira tiene un sentido extraordinario
de lo humano en sí. A tal punto que tamaña generosidad lo conduce a un exceso
de donación. Tenía la más plena conciencia de que no se produce gran arte de
otra manera. Fue al desgaste de todo. Llevó una vida de lúcida deriva.
Antes que la muerte lo sorprendiese garabateó un
diario dibujado de lo que vendría a ser un filme autobiográfico. En uno de los
cuadros habla de París en un sentido que se aplica a cualquier espanto lúcido
vivido con una ciudad:
La inmensa ciudad del día y de la noche, entre
atormentada y tranquila, próxima y distante –para sufrimiento y alegría
nuestra– esa misma ciudad que a veces de tan grande que es vira una pequeña
provincia.
Fortaleza, Río de
Janeiro, París. Las ciudades referenciales de Bandeira, confundidas al punto que
constituyan una sola urbe visionaria. Evidencia de una luminosidad que no se
detenía ante nada. Todos nos sentimos habitantes de esta humanidad otra que
Bandeira evoca con la maestría de sus trazos y colores, sí, pero
esencialmente con la convicción de su utopía. Este pintor-poeta nos dio a todos
una pequeña quimera que todavía no sabemos crear.
El hombre está presente en todos los paisajes de
Bandeira, habitante primordial de su utopía: villas, barrios, muelles:
ciudades.
Sus árboles están plantados en un contexto urbano:
la gran ciudad con sus campos quemados. La luz actuando sobre los colores y
formas como una crónica de vislumbres. Incluso la selva, el agreste, la marina:
poética poblada por su humanidad contemplativa. Bandeira puebla el
abstraccionismo, da a él una condición humana antes desconocida. A pesar de la
muerte prematura, la intensa obra dejada afirma que no se envolvería con
algunas de las tendencias futuras de las artes: no disecaba el color y sí el
hombre en su conflictuante condición social; no acumulaba formas o apilaba
temas; era esencialmente un cronista de la luz, del vislumbre, de su acción
sobre el tiempo, un solitario agrimensor del alma humana.
Del que sería un origen
visto en Brasil con preconcepto, de un arte narrativo del nordeste, él
transformó la historia en un lenguaje situado entre la intuición y la
referencia iconográfica. Su rostro fuerte, marcado, la cabeza grande, los ojos
negros, es un contraste maravilloso con la delicadeza del tratamiento
plástico. Visionarismo. Transposición poética. Esta era la
maestría de Bandeira.
***
Floriano Martins (Brasil, 1957) é um dos editores
da Agulha Revista de Cultura.
Contato: floriano.agulha@gmail.com. Jacob Klintowitz
(Brasil, 1941). Jornalista, crítico de arte, escritor, editor de arte, designer
editorial. É autor de 90 livros sobre teoria de arte, arte brasileira, ficção e
livros de artista. Contato: jklinto@uol.com.br. Ensaio traduzido
por Gladys Mendia. Contato: mendia.gladys@gmail.com. Agulha
Revista de Cultura # 67. Janeiro de 2009.
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