1. La poesía es un territorio plural,
esencia genuina de toda creación, encuentro en la unidad y lo diverso. Cierto
que no hay mayor compromiso que el que ha de asumir el poeta con su obra, pero
cierto es también que no puede desentenderse del anhelo de justicia que le
habita como hombre. La poesía no se debe a doctrinas o credos; su misión es
otra: decir la verdad y la belleza por igual, sublimar la profunda tragedia del
ser humano escindido en una sociedad que la desestima a ella y a sus hacedores.
Sólo ella se aproxima en libertad al misterio manifiesto de la vida.
La poesía
viene del silencio y al silencio vuelve, no sin antes conmover, primero al
poeta, por súbito o aprehensión y luego a su posible lector, que en verdad es
quien rehace y hace suyo el poema. La poesía lee, expresa la vida de manera
distinta, que no es otra manera que ser
fiel a su misterio. Sí, al silencio vuelve, no sin antes insuflar espíritu a la
materia, hacer más soportable la realidad a través de la imaginación, despertar
ecos y hacerlos confluir en un tono, en una voz, convocar el milagro expresivo
de lo extraordinario, escrutar la perplejidad, lo no sabido y lo común, el pan
de la cotidianidad.
Álvaro Mutis
dejó dicho que “la poesía es una fértil miseria”; digamos aquí que es la
riqueza de lo invisible. Siempre recuerdo lo que Gerardo Diego postulaba como
su visión de poesía: “Creer lo que jamás veremos, eso es la Poesía”. La
equipara el poeta español a uno de los asuntos trascendentales del hombre: la
Fe, que como expresan las escrituras es tener la convicción de lo que no vemos.
Más terrenal, Juan Sánchez Peláez lo puso en un verso: “en la mayoría de los
casos uno no sabe nada”.
Todo poema es
incompleto y toda poesía insuficiente al asombro de la creación, pero el poeta
insiste y lo hace porque puede más el ansia de verdad, confluencia de esa nada
y ese todo que lo abisma. Ese no sé qué. Ese algo. Si el poeta está consciente
de esto puede alejarse de la elocuencia del ruido y acercarse a la instantaneidad
instantánea que ella le sirve, es decir, a la revelación.
2. Lo sagrado
es más que un tema de la poesía. Uno más entre muchos podríamos decir con
irreverencia, pero su condición inconmensurable nos desmentiría. Lo sagrado, no
lo religioso; lo espiritual, no lo espiritista. Y lo sagrado, es ese siempre no
saber en que nos alcanza su súbito, el ilimitado espació que encuentra lugar en
el poema, el tiempo ya no en sucesión lineal sino en la conjunción de pasado y
futuro en un presente perfecto: el que el poema escrito prolonga en el lector.
Por ello, digo, que su decir se preserva en lo inacabado, en lo que de alguna
manera queda sin decir, pero que a su vez incita a decirlo nuevamente de otra
manera. Un poeta, ha sugerido Harold Bloom, es siempre la continuación de otro poeta que le ha precedido y el
precursor de otro que vendrá. Como digo por ahí en un poema, la poesía no se
queda sola en ninguna parte.
3. A disgusto
de lo que muchos creen o afirman, la poesía no es un género literario más. Ella
es renuente a dejarse leer sólo como literatura. Repito, no , que solamente
género literario, pero sólo ella los asume, los trastoca o subvierte a todos. A
veces se mimetiza en ellos como piel otra que los desnuda de toda rigidez que
les transfunde una substancia verbal menos previsible, que les da una
expresividad múltiple, diversa como en sí es la vida. Esto ya está dicho: el
poema en prosa no es un cuento y la prosa poética no es un poema. Sólo que
cuando leemos a Ramos Sucre, la poesía lo hace posible, mueve personajes y
escenarios a voluntad y por instantes se nos da la impresión de que el poeta
fuera a su vez un dramaturgo, como si su prosodia, como si la poesía que
pareciera escapársele en función de hacer más nítido el relato, albergara un
ensayo de la realidad que es lo más cercano a un sueño que ocurre delante de
nuestros ojos. Esto es poesía, siempre algo más de lo definible.
La poesía
encuentra siempre sus propios cauces y estos son casi siempre impredecibles,
incluso en la más sencilla. Conceptualizarla es imposible, nos impide
acercarnos a su esencia. No nos pide por esto que cerremos la puerta de la
comprensión o la del entendimiento, no, lo que pide es atención al silencio
donde se origina. La poesía es libertaria y liberadora, ya dije. El poeta es
arrojado a puerto inseguro por sus tormentas interiores, en las aguas del poema
encuentra o no una respuesta, algo que puede servir o no a alguien más
adelante. En poesía el punto final nunca lo ha sido, como en música ninguna
nota es conclusiva.
4. El poeta
permanece atento a sus sonidos interiores. Escucha la voz de su instinto obrar
en lo abierto. Esos latidos en el fluir de su circulación sanguínea no son otra
cosa que el dictado del silencio expresándose en él. Acalla ruidos, ensordece
la mirada para dejarlo solo con su ver, para dejar entonces que se abra la flor
de su decir. Cada cosa en los ojos del poeta se transforma, nace de nuevo, se
libra de toda cosificación, vuelve en su inmediato o posterior decir a lo que
habría sido o a lo que tal vez siempre fue si el uso no la fuera reducido a
objeto. Igualmente el paisaje, sea urbano o campestre, está allí, en su
aparente ausencia entre el ensordecedor ruido de las bocinas y la mirada
desasida de los empujados por la urgencia, o bien iluminando con su pletora de
azules y verdes alcanzados por el sol, esperando en su decir mudo, la
balbuceante o intempestiva voz del poeta.
Sugerido
está, lo asiste una fidelidad interior, pero aun ésta nada es ante el proteico
rostro de la poesía. Se ve en sí confrontado por la diversidad con la que la
vida habla.
¿Cuántos
rostros mientras el poeta camina o está sentado en la plaza? Distinguibles unos
entre los otros, indistinguibles unos entre los muchos; así el poeta toma lo
que apenas aprehende, así la vida, lo que mejor la dice emerge más de lo
invisible que de lo evidente; instante para él o bien, lo que a sorbos la vida
le da para que no se confunda, para que no se enseñoree de una magicidad que en
toda instancia corresponde a la poesía, a su misterio como venimos diciendo. Es
de esto que cada poeta encuentra un tono particular, no original, pero si
auténtico. Al menos en esto debe insistir dando el rigor debido al oficio que
no pidió al nacer pero que no sabe por qué le fue confiado. Un decir, una
musicalidad distinta, de él, que aunque los temas sean siempre los mismos y
tengan la edad del hombre en la tierra, no niegue esa diversidad irreductible
de la vida, aún en la brevedad, en lo conciso.
El poeta como
hombre o mujer que es, como participante de los ritos cívicos, siempre a la
sombra de la alienación, a ese descalabro que es la abyección, librado de
muchas cosas y atado de otras, debe revelarse a toda imposición, se lo dice su
condición de transgresor, de subvertidor del lenguaje, de inconforme, de ojo
avisor de la mentira y entendido en la verdad. Como animal de la pólis, que lo
es, como caído, puede llegar a ser un reaccionario, en esto puede haber
matices, pero seguirá siendo un reaccionario y es su voz la que se entorpece o
sólo habla desde una pretendida seguridad;
o bien, abraza su rebeldía permanente en favor de lo que cree sin temor
al equívoco, pues su objetivo no es complacer. ¿Díganme a cuál casa la poesía
se niega a entrar?
5. Hay poetas
que confían todo a la razón, escriben una poesía en los linderos de la ciencia
y no obstante no se les fuga el alma (Valery). La lección viene de los
simbolistas franceses, la poesía emerge incluso desde el vacío (Mallarmé). Pese
a su aparente logicidad o hermetismo, no desmerece esta poesía la materia
inherente de la poesía: el asombro. Al contrario de lo que algunos nuevos
puristas de la poesía, o de quienes profesan retaliaciones vanguardistas creen,
esta poesía entraña una permanente revelación, vigente hasta hoy, tan radical
como conmovedora.
Hay los que
encuentran filiación en el nuevo barroco. Éstos aparecen en cada siglo y en
todo lugar. Unos porque de verdad creen y han alimentado la máxima lezamiana de
que “sólo lo difícil es estimulante” y otros porque irresponsablemente creen
que eso los hace más interesantes. Esto va sólo de alerta y no es un reproche,
en poesía hay lugar para todo. Lo cierto es que, casi ilegibles, encuentran
siempre su lector. Digo casi porque ninguna poesía es ilegible siempre y cuando
convoque a un sentir que termine imponiéndose a lo deliberado, a lo puramente
estético o sintáctico: Los primeros, los que creen que lo difícil es
estimulante, pese a la dificultad que ello significa para el lector, abren
siempre nuevos, imprevisibles espacios al decir poético. Los otros se quedan en
eso, en interesantes.
Hay quienes
encarnan la mentira sin sujetarse la máscara, sin tener consciencia de lo que
ello implica. Ya lo dijo Pessoa: “El poeta es un fingidor”. Esto que no es tan
fácil tenerlo claro, pienso que debe entenderse en cómo se ubica el poeta, como
se ubica su decir frente a la realidad aparencial que es la verdadera mentira.
Una vez escuche a un viejo poeta popular de esos que te salen al pie de los
pueblos con su sencillez y su afán demorado por cantar, decir: “Si le mientes a
la poesía te abandona”. La poesía no pide ni da explicaciones.
6. Hay poetas
que lo son en virtud de lo que viven, leen y reflejan en su escritura. Asombra
no en ellos el horizonte cultural que despliegan ante el lector en cada verso,
asombra ese no sé qué de la poesía que se les da. ¡Cuánto conocimiento puesto
en imágenes! ¡Cuánta historia rescatada del olvido en la sola secuencia de un
párrafo! ¡Que confluencia de estilos y escuelas! Todo ello válido desde luego,
la poesía no se niega a nada y es inútil quitarle lo que ella reclama suyo. La
grandeza de Eliot, de Walcott, de Cardenal quién la niega. ¿Pero acaso están
enterados sus epígonos de que han enterrado su palabra en un museo más
escritural que poético? Algunos que en este instante detienen el sigilo de sus
ojos en la línea anterior, me dirán: Qué carajo Lautreámont casi ordena que “la
poesía puede ser escrita por todos”. ¿Y Pound no dejó dicho que había que hacer
entrar todo en ella? Sí, respondo, en cuanto a Maldoror abrió una fuente para
bien, él un maldito, vea usted como se dan las cosas en la poesía; pero el
viejo, “el americano universal”, como le llama desde un poema nuestro Juan Sánchez
Peláez, siempre se puso a resguardo del misterio, por eso, aunque sobradamente
conocido, por sus errores y locura, no es apreciado del todo a donde llevó las
posibilidades del decir poético, tal como el mismo Sánchez Peláez lo refrenda
en su poema: “...y abrirá sacos que contienen avena, pasto,/ mucha avena,
mucho pasto y mañana sin fin para/ mantenernos alimentados y despiertos a todos
nosotros”. La gloria, si la hay, va a ser siempre de la poesía, digamos que
el poeta da su pasito, transgrede pese a sí mismo.
Los hay
proféticos, o bien, en cuyas escrituras la profecía se anuncia; esto sin que
para nada hagamos comparación con los escribas bíblicos. Los que alcanzan a
decir va no sustentado en alguna religiosidad particular, menos a filiación
eclesiástica, sino por una disposición a manifestar verdades profundas que
subyacen en la consciencia de los pueblos, en el consciente colectivo,
manifestar lo perdido, adelantarse de alguna manera a la historia. Los ejemplos
son muchos dentro y fuera de nuestro continente. Me detengo brevemente en el
caso de Neruda, ese gigante que sepultó tanto imitador, tato versista de
contienda, tan amado él. Harold Bloom deja entrever que sólo Borges le hace
sombra. Vallejo no le hace sombra, ni llueve sobré él. Lo deja en la esquina
anterior antes de seguir con su pan de hambre bajo el brazo. Neruda consideraba
que manifestar lo desconocido, lo latente ahí, no era sólo una premisa, sino un
deber. Esto se da no porque el poeta se lo proponga sino porque la poesía lo
elige. Proféticos son también Los Nadaístas y El techo de la ballena, más
radicales aún.
Existen
aquellos que dicen más con lo que callan que con lo que dicen, como lo afirma
Rafael Cadenas. Mi experiencia lectora me ha revelado que esto que dice el
poeta de Gestiones es algo más que un dicho. Hay una recuperación del
silencio en quien se aparta de la verbosidad, por ello su contundencia apela a
la contención y halla en lo que pareciera indecible lo decible. Pero también, y
de distinta manera, podemos entender o precisar a aquellos que callan en lo que
dicen. Son estos los más extraños, los que no pululan en la república de las
letras, una minoría que casi siempre termina por apartarse, no porque se les
seca la fuente, sino porque no tienen más que decir. Atrapan en una sola
palabra la mudez diciente y lo evocado o lo invocado es sólo gesto, asomo,
sesgo, y ello como se figura ante tus ojos y busca lugar en su decir
entrecortado, así desparece, inaudible, lector: En esta misma línea, pero más
diciente, nos viene a encontrar Celan, pero ya aquí tú debes reconstruir esa
fragmentación dolorosa, para hallar antes que al poeta, al ser humano, al que
posiblemente le había sido arrebatado su decir y la poesía se lo ha devuelto.
7. Los hay quienes a voluntad o a
conciencia se mezclan con la masa y siguen su avance. En cambio otros se
apresuran a apartarse de ella, les basta con su torre. Los primeros dicen que
la multitud habla en ellos y no al contrario; a veces suena a falsa modestia,
otras es verdadero, está en sus versos y en su ética. Los otros dicen que ésta
los ensordece o no tiene nada que decirles más de lo que evidencia, porque lo que se mueve en su interior es
verdaderamente poesía y no al contrario, suena a pretensión. Hay poetas más que
libertarios, anarquistas y no se sujetan, sospechosos son siempre para el poder
sea cual sea éste, que los considera inútiles, igualmente éstos, se hacen
despreciables para quienes ofician la poesía como si fuera ésta cofradía de
iluminados en que priva la obediencia a un manifiesto. Ambos, tengan o no
consciencia de ello, están solos, tanto como los muchos que no se le parecen en
nada y frotan el espejo con las palabras para pasar al otro lado y el ego se
los impide. Hay un temor en unos y en otros, una valentía en unos y en otros. A
unos no le interesa o lo que a otros seduce. Otros no ven a los unos pasar
siquiera en sus versos. Eso los hace encontrarse en una esquina y no reconocer
que andan en lo mismo aunque vengan de distinto callejón y sigan camino cada
quien por la acera que han elegido. La poesía sigue allí, luna mediante. No
sólo en los cafés o en los bares, puede en unos ojos en que cielo y tierra se
juntaron como una sola nube.
Una
advertencia: Los poetas que medran alrededor del poder, indiferente de que sus
obras tengan la calidad, la factura, el rigor y el aliento como para ser
reconocidas, es triste y a veces ni te enteras que bufón usado bufón apartado
cuando ya no les sirves. Entre nosotros son varios los casos de poetas que han
ido a pagar tras las rejas su rebelión y otros empujados al exilio. Muchos los
perseguidos y muertos a una edad temprana y lo que dejaron escrito prometía. La
época en que ocurrió, aquí, no está muy lejos de este hoy. En la historia de la
poesía universal son tantos los casos, patéticos y humillantes, inhumanos
siempre para quienes lo sufrieron. El caso de Osip Mandelstam por ejemplo que
sobrevivió en obra y vida a Stalin, el de Celan que de vuelta de los campos de
concentración nazi ya no fue el mismo y que arrebatándole sus últimos días de
vida al silencio se hundió en las pútridas aguas del Sena sin más nada que
decir; o Pound, por hacer emisiones radiales contra el imperio que se levantaba
fue reducido a una jaula primero con un potente faro de luz sobre sus ojos,
encandilándolo noche y día, por algo el castigo comenzó por su mirada y
continuo con el premeditado hecho de apartarlo porque ya su voz era influyente;
poeta que para muchos “se hizo el loco” para no perderse en el aislamiento de
esa celda y los inducidos barbitúricos que usaron para lograrlo y que tiempo
después la poesía devolvió en la admiración de escritores como Hemingway y
salta planetas como los beats. Un ejemplo de obra consistente sin dejar de ser
rebelde, contestataria son las de Caupolican Ovalles y Víctor Valera Mora. Este
es el perro de la poesía que desde los cenáculos académicos se apresuran a
apedrear sin que nada de lo que les zumben los derribe.
Este registro
es incompleto, lo va a ser siempre. Me he guiado más por intuiciones que por
precisiones. Se me convocó para hablar de este tema y creo no haber defraudado
a quienes lo hicieron de manera gentil y afectiva. Para una provisional
conclusión digo que, así como no existe una persona igual a otra, por supuesto
ningún poeta lo es a otro, pero sí son muchos los puntos de encuentro aún en la
diferencia. Es indudable que sus ecos se encuentren por gracia y existencia de
la poesía, e igualmente que ésta separe en las aguas en el devenir lo que fue
momentáneo o estuvo más sujeto a acontecimientos inmediatos que a una creatividad
libre, abierta. En verdad, no debe preocuparse el poeta si tiene o no lector,
éste aparece o no como la misma poesía y dona el poema. Tal vez sea este el que
en algún lugar de la tierra alguien se apresta a escribir.
CÉSAR SECO (Venezuela, 1959). Poeta, ensayista, narrador y artista
visual. Sus libros de poesía fueron reunidos en Lámpara y silencio (2007). Ha publicado además: Transpoética (2006), y Los colores del cielo (2014). Por El viaje de los Argonautas (2005)
recibió el Premio de poesía Ramón Palomares. Página ilustrada con obras de
Armando Reverón (Venezuela), artista invitado de esta edición de ARC.
...la poesía es como cualquiera otra profesión. hay que dedicarle la vida para que florezca. Comparto con mucha devoxión y cariño las reflexiones acerca de tan espinoso asunto de nuestro querido César Seco. A él y a la revista gracias.
ResponderExcluirTodo acto de primero irse ciñendo al lenguaje, normas, lo ya estudiado y difundido por otros, y luego de haberlo hecho meterse dentro de si mismo y desde allí crear, es en esencia poesía o espíritu poético, que se expresa de diferentes formas, lenguajes y símbolos con estilo propio. Un astrónomo, un físico, un historiador, un escritor de relatos o novelas, un político de los buenos, un diesñador de teorías económicas o sociales, todos tenemos ese gen universal en unnos mas vivo que en otros. Pero la expresión escrita de la poesía, tiene , diría, que un alcance más universal decirse si mismo como el poeta siente y de penetrar y conjugar ese sentimiento y percepción mediante el lenguaje simbólico con los múltiples modos de sentir y percibir de lectores diversos .. Estas breves reflexiones preliminares me han surgido luego de leer sus excelente escrito, ¨Poeta Lo felicito
ResponderExcluirBelíssimo texto de César Seco, querido poeta venezuelano. Agulha nos transverte em plena poesia.
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