quinta-feira, 11 de março de 2021

MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ | Zaratustra y la guerra de España: Vicente Huidobro a fines de los 30

 


Mientras vivamos juguemos

el simple sport de los vocablos

VICENTE HUIDOBRO, Altazor

 

‘El más hermoso juego’ es uno de los textos huidobrianos en prosa de mayor interés, que, sin embargo, ha pasado casi desapercibido para la crítica. Huidobro lo publicó en 1940 en la revista Multitud, [1] que dirige desde 1939 Pablo de Rokha, con quien había tenido una amarga polémica en 1935 [2] a propósito de la Antología de poesía chilena nueva de Anguita y Teitelboim (1935), pero con quien firma, junto a Mariano Latorre, Juvencio Valle y Volodia Teitelboim, un ‘Manifiesto de escritores e intelectuales. Juzgan el momento que vive la República’ que se publicó en La Opinión de Santiago en 1936. El cuento habría de esperar casi cincuenta años para ser reeditado, cuando Luis Navarrete Orta lo publicó en Papeles para el Diálogo bajo el título ‘El hermoso juego’, [3] con una errata ya advertida por Cedomil Goic en su completa ‘Bibliografía huidobriana’ de 2003. [4] Navarrete lo daría a conocer también en la Obra selecta que coordinó para la editorial Ayacucho en 1989, [5] con una interesantísima nota preliminar que detalla el recorrido seguido por el cuento, que había estado en poder precisamente de Juan Luis Martínez, uno de los grandes neovanguardistas chilenos, quien en La poesía chilena (Santiago: Archivo, 1978) había firmado el acta de defunción de la vanguardia de su país. A partir de ahí, el texto ha sido editado en varias ocasiones [6] pero su potencial de significado permanece intacto.

En el contexto de la lucha dialéctica entre capitalismo y comunismo que había ido tensando la larga década de los treinta, Huidobro propone un narrador en primera persona hastiado del trabajo en una oficina salitrera que inventa un ‘hermoso juego’: el que surge de las asociaciones arbitrarias y permite la entrada de la ‘libertad más absoluta’, según sus propias palabras. [7]

Varias cuestiones merecen ser resaltadas de inmediato: la primera a la que quiero referirme es la presencia temprana del hombre alienado, fuera de sí, que puede ser engullido por la feroz máquina de producción capitalista (aunque sea un capitalismo periférico) y se rebela creando un lenguaje disparatado.

Es precisamente el lenguaje el que articula la rebeldía y su intensidad atraviesa todas las esferas posibles: el empleo de la ironía, de modo que el capataz francés necesariamente ha de llamarse Monsieur Dupont, los juegos de palabras que permiten procesos de ambiguación y desambiguación (como cuando Dupont establece relaciones sinonímicas entre ‘capitalista’ y ‘persona decente’ o cuando afirma el narrador: ‘El peso de la decencia se medía por el peso de los pesos. La altura de la decencia se medía por la altura de los cheques y su anchura por la anchura de los billetes’), el uso de la sinécdoque y de la hipérbole (‘mis bostezos tenían la dimensión de la oficina, único caso comprobado en que el contenido ha igualado al continente. ¡Qué bostezos aquellos con ocho sillas, tres mesas, libros, tinteros y mapas adentro!’), el empleo de la paronomasia, enfatizada por la ausencia de puntuación (‘adiós naipes sucios adiós solitarios y soliloquios’), la presencia de enumeraciones dislocadas y en especial, la desautomatización del lenguaje, lexicalizado en el conocido dicho ‘Grattez le russe et vous trouverez le tartare’, ‘raspad al ruso y encontraréis al tártaro’, que el narrador transforma en dos larguísimas series a las que volveré más adelante.

El proverbio ‘Grattez le russe et vous trouverez le tartare’, atribuido al político francés Joseph de Maistre (1753-1821) y a su coetáneo Napoleón Bonaparte, [8] puede encontrarse reformulado en diferentes términos: ‘Grattez le russe, vous trouverez le cosaque; grattez le cosaque, vous trouverez l’ours’ [9] y también ‘Grattez le russe et vous trouverez le barbare’. [10] En el ámbito hispánico, Lucio Victorio Mansilla lo empleaba en 1889, en Entre-nos:

 

Vivir es transformarse; pero la transformación, en el hombre, no es nunca tan intrínseca que no sea aplicable a todas las razas o pueblos el conocido dicho de: grattez le russe, vous trouverez le cosaque, o como si dijéramos, con el permiso de ustedes, raspad al argentino, y encontraréis al gaucho, con camisa más o menos almidonada, como decía Rivadavia. [11]

 

También lo empleará Rodó en el mismo sentido [12] y su presencia ha sido rastreada en numerosos títulos más a lo largo del siglo XX, [13] aunque resulta particularmente relevante en aquellos contextos en los que la ideología comunista o anticomunista cobraba fuerza. [14] Así precisamente es como lo emplea Huidobro, pero dotándolo de la libertad sin límites y el ludismo desacralizador con el que cimienta su interés:

 

Monsieur Dupont entró a la oficina más taciturno que nunca. Se diría que adivinaba la alegría que iba a nacer aquella tarde. Prorrumpió entre dientes y de mala gana: ‘Raspad al ruso y encontraréis al tártaro’. Yo sentí un estremecimiento como un golpe eléctrico, una luz súbita me llenó el cráneo y sin saber cómo ni por qué cogí un lápiz y escribí automáticamente:

 

Raspad al ruso y encontraréis al tártaro.

Raspad al tártaro y encontraréis la salsa.

Raspad la salsa y encontraréis al buque.

 

A medida que iba escribiendo reía nerviosamente, me mordía los labios al fondo de una selva encantada.

 

Raspad al ruso y encontraréis al tártaro.

Raspad al tártaro y encontraréis la salsa.

Raspad la salsa y encontraréis al buque.

Raspad al buque y encontraréis al inglés.

Raspad al inglés y encontraréis la langosta.

Raspad la langosta y encontraréis al americano.

Raspad al americano y encontraréis al ternero.

Raspad al ternero y encontraréis al alemán.

Raspad al alemán y encontraréis la flauta.

Raspad la flauta y encontraréis al mono.

Raspad al mono y encontraréis al fraile.

Raspad al fraile y encontraréis al banquero.

Raspad al banquero y encontraréis al perro.

Raspad al perro y encontraréis al amo.

Raspad al amo y encontraréis al lobo.

Raspad al lobo y encontraréis al general.

Raspad al general y encontraréis al conejo.

Raspad al conejo y encontraréis la luna.

Raspad la luna y encontraréis la tumba.

Raspad la tumba y encontraréis al mar. [15]

Raspad al mar y encontraréis al hombre.

Raspad al hombre y encontraréis la puerta.

 


La larga serie, articulada sobre numerosas formas de repetición que la convierten en una letanía lúdica y por momentos, hacia su final, absurda (cuando se debilita o pierde el vínculo semántico que podía establecerse entre los complementos de cada frase y a su vez entre los sustantivos encadenados), da lugar a las isomorfías sintácticas que conforman el ‘juego del Tártaro’. Éste se extiende entre todos como una ‘epidemia’, un ‘vicio invencible’ que alcanza a todas las clases sociales y concluye en el paroxismo final, el grito de guerra lanzado por el texto:

 

Raspad al ruso y encontraréis al tártaro.

Raspad al tártaro y encontraréis al tiempo.

Raspad al tiempo y encontraréis la barba.

Raspad la barba y encontraréis al francés.

Raspad al francés y encontraréis al queso.

Raspad al queso y encontraréis al chino.

Raspad al chino y encontraréis al río.

Raspad al río y encontraréis al artista.

Raspad al artista y encontraréis al peluquero.

Raspad al peluquero y encontraréis al drama.

Raspad al drama y encontraréis la estrella.

Raspad la estrella y encontraréis la piedra.

Raspad la piedra y encontraréis al español.

Raspad al español y encontraréis la parada.

Raspad la parada y encontraréis al alemán.

Raspad al alemán y encontraréis la máscara.

Raspad la máscara y encontraréis al japonés.

Raspad al japonés y encontraréis al loro.

Raspad al loro y encontraréis la flor.

Raspad la flor y encontraréis el dúo.

Raspad al dúo y encontraréis al italiano.

Raspad al italiano y encontraréis el color.

Raspad el color y encontraréis al clima.

Raspad al clima y encontraréis la mariposa.

Raspad la mariposa y encontraréis la muerte.

Raspad la muerte y encontraréis la sonrisa.

Raspad la sonrisa y encontraréis al árbol.

Raspad al árbol y encontraréis el paraguas.

Raspad el paraguas y encontraréis la jirafa.

Raspad la jirafa y encontraréis al ogro.

Raspad al ogro y encontraréis las pirámides.

Raspad las pirámides y encontraréis al cielo.

Raspad el cielo y encontraréis al poeta.

Raspad al poeta y encontraréis la tierra.

 

Mucho más extensa que la anterior, esta segunda serie acentúa la vocación absurdista y surrealizante de la primera y propone imágenes imantadas estrictamente por su sonoridad (la rima asonante en paraguas/jirafa, poeta/tierra, etc.) que debilitan o incluso anulan los lazos semánticos que la primera serie había establecido, con lo que se aproxima mucho más al espíritu altazoriano, en especial a su ‘Canto VI’, aunque también establece intensos lazos con las comparaciones disparatadas del ‘Canto III’, con la cuasi infinita serie del ‘molino de viento’ del ‘Canto V’ de Altazor y, como ha señalado Belén Castro Morales, [16] con ‘Ronda’, ‘Más allá y más acá’, ‘En’, ‘Canción del huevo y del infinito’, ‘Fin de cuentas’ y algún otro poema de Ver y palpar, pues, en palabras de Cedomil Goic, el juego del tártaro es una ‘letanía en forma de escritura salvaje que tiene antecedentes y consecuentes ulteriores en su obra poética’ [17] y arranca, en palabras de Benjamín Rojas Piña, como ‘juego de juegos en cadena’. [18]

Al tiempo, el texto nombra este grito como ‘halalí’ [19] de guerra, [20] como el mejor ataque contra el sistema capitalista. Huidobro había publicado su particular Hallali en 1918, en el fragor mismo de la primera contienda mundial. Si en ese libro ‘Todas las estrellas son agujeros de obuses’ ante las que el poeta enciende su cigarro ‘para los astros en peligro’ mientras ‘en el límite del mundo/ alguien entona un himno de triunfo’, veinte años después, en la tensa experiencia de la década del treinta, propone un nuevo hallali de corte expresamente social en el que se entona el grito de triunfo porque la guerra la harán las palabras en lugar de las bombas:

 

Una tarde, al caer el sol, Monsieur Dupont se presentó en nuestra oficina. Yo no lanzaba al aire su consabida frase, ya sabía que ella era la diversión de toda la pampa, ya se la habían robado, ya se la habían asesinado en sus mismos labios, ¡los inmundos bolcheviques!

[…] Apenas Dupont había llegado al medio de la oficina, le hice señas de acercarse a mi mesa, preparé mis cañones, abrí mis trincheras, emplazé (sic) mis ametralladoras, le clavé los ojos en sus ojos y rugió en los aires el gran Halalí de guerra:

 

Raspad al ruso y encontraréis al tártaro.

Raspad al tártaro y encontraréis al tiempo.

 

Si la cercanía con los cortocircuitos de las frases que había propuesto Altazor es tan evidente, más agudo resulta sin embargo el paralelo con las ‘Tres novelas ejemplares’ escritas en colaboración con el artista dadaísta Hans Arp. Quiero detenerme en esta cuestión, porque en ‘El jardinero del castillo de medianoche’ Charles Dupont, es decir, Monsieur Dupont, es el arrendatario del departamento en el que se produce el asesinato que da pie a la hilarante parodia de novela policial escrita a dos manos, y especialmente porque en ‘La cigüeña encadenada’ asistimos a la desarticulación total del lenguaje precisamente por la construcción de un conjunto de homologías que barren cualquier posibilidad de sentido. Los dos narradores, aquí renombrados como ‘Vicente Arp y Hans Huidobro’ o más adelante, como ‘Huidobro Arp y Hans Vicente’, parodian las novelas de corte histórico –no en vano el subtítulo de la suya es ‘Novela patriótica y alsaciana– y proponen un lenguaje cero que obliga a constantes procesos de desambiguación.

No desatendamos el hecho de que las Tres inmensas novelas (en las que se incluyen las ya citadas novelas ejemplares y los ‘Dos ejemplares de novela’) se publican al comienzo de este lustro intensísimo para la prosa huidobriana. En el 39, al cierre del periodo y de la guerra española, se publican sus ‘Cuentos diminutos’, un apasionante conjunto de tres microrrelatos con los que Huidobro abre la ficción de mínima extensión para su país y en el 40 ‘El más hermoso juego’, cuya potencia todavía nos deslumbra.

En ese mismo lustro Huidobro ha redactado numerosos artículos sobre la guerra de España: ‘Conducta ejemplar del pueblo español’; [21] ‘El momento español’; [22] ‘España de la esperanza’; [23] ‘Jaime Miravilles’; [24] ‘Con España, con su gobierno y con su libertad están los intelectuales chilenos’; [25] ‘Es necesario crear una gran movilización del pensamiento democrático en favor de España’; [26] ‘Por los leales y contra los desleales’; [27] ‘Un planeta de dinamita’; [28] ‘Carta a César Vallejo’ [29] –que me interesa porque supone la respuesta al artículo de Vallejo ‘Los intelectuales españoles ante la insurrección fascista’ [30] y en ella Huidobro sale en defensa de Miguel de Unamuno por considerar que su temperamento contradictorio explica su adhesión a la causa del alzamiento militar, aunque lo define como ‘el primer muerto de la revolución española’–; [31] ‘La fuga italiana’; [32] ‘La tragedia de Marañón’; [33] ‘Vicente Huidobro habla desde Madrid’; [34] ‘Triunfo de la República es seguro y próximo’; [35] ‘El pueblo vencerá en España’; [36] ‘Optimismo’; [37] ‘Estoy con toda mi alma con el pueblo español’; [38] ‘Vicente Huidobro y los niños españoles’; [39] ‘Indalecio Prieto’ [40] o ‘Carta a Roosevelt’. [41]

Ha publicado también los poemas ‘España’ [42] y ‘Pasionaria’ [43] en El mono azul y Hora de España respectivamente. Su implicación en la contienda lo lleva a Valencia en 1937 para sumarse a la causa republicana: participó en el segundo congreso de intelectuales para la defensa de la cultura y se trasladó a varios frentes: el de Madrid, el de Aragón con las tropas de Líster, en un recorrido que sus biobibliógrafos han seguido atentamente. El periodo, estudiado de manera expresa por Andrés Morales, [44] no está exento de interés para nosotros en este momento porque en mi opinión, Huidobro articula una prosa rupturista con el canon realista-naturalista que ha dominado la década anterior de modo que las declaraciones de corte revolucionario que ha estado expresando incendiariamente en la prensa de la época movilizan el lenguaje narrativo y lo atraviesan dando lugar a una propuesta estética revolucionaria que hace estallar los corsés del lenguaje.


Recordemos aquí brevemente la vinculación de Huidobro con España: la publicación en 1918, en Madrid, de El espejo de agua y de Tour Eiffel, Hallali, Ecuatorial y Poemas árticos, el surgimiento del ultraísmo y la polémica de la precedencia que va a desatar, el hecho de que Cansinos‑Asséns lo presentara en el Ateneo de Madrid en 1918 como ‘una especie de Mesías de una nueva era literaria’, [44] pues contribuyó a dinamizar el ambiente literario madrileño, quizá permitan releer el retrato que de él escribió González Ruano: ‘Vicente Huidobro es un nombre relevante e imprescindible. Entre nosotros sirvió de auténtico Cristóbal Colón de unas Indias poéticas francesas, que nadie aún había descubierto’. [46]

Este ‘agente viajero de la poesía’, como lo ha llamado de modo sugerente David Bary, [47] que de algún modo aspira a ocupar simbólicamente el lugar dejado por Darío tras su muerte en el 16 –año de su primer viaje a Europa–, establece además relaciones importantísimas con la cultura española. Uno de sus momentos álgidos es Mío Cid Campeador, la novela-film que publica en Madrid en 1929 y cuyos elementos humorísticos son muy notables.

Éstos se acrecientan y cargan de sentido en ese texto lúdico y arrasador para con el propio lenguaje, ‘El más hermoso juego’, en el que Huidobro nos invita a repensar su relación tanto con el contexto europeo del momento –en particular con la contienda española, en la que se está peleando por la libertad más absoluta– como, de modo especialmente complejo, con las propuestas dadaísta y surrealista. En ‘Manifiesto tal vez’, del año 24, Huidobro había afirmado con rotundidad: ‘Nada de poemas tirados a la suerte; sobre la mesa del poeta no hay un tapete verde. Y si el mejor poema puede hacerse en la garganta, es porque la garganta es el justo medio entre el corazón y el cerebro’.

Y en ‘Manifiesto de manifiestos’, del año 25, había defendido el dadaísmo por hacer ‘un papel absolutamente necesario y bienhechor en un momento determinado en que era preciso demoler y luego despejar el terreno’ para después atacar con dureza el surrealismo por considerar que ‘El automatismo psíquico puro -es decir, la espontaneidad completa- no existe. (…) Sois víctimas de una apariencia de espontaneidad’. [48]

Sin embargo, en la década del 30 se produce la apertura de Huidobro hacia dadá y los temas y formas surrealizantes: [49] cuando en ‘El más hermoso juego’ leemos que el narrador ‘sin saber cómo ni por qué’ cogió un lápiz y escribió ‘automáticamente’, o más adelante, cuando el oficinista rebelde nos cuenta cómo se va transformando el juego, la puerta que cede paso al azar y la arbitrariedad (cadáveres exquisitos incluidos) se ha abierto por completo:

 

Primero jugábamos al Tártaro individualmente, cada uno por su cuenta y luego nos leíamos lo que habíamos escrito. Más tarde lo jugamos los tres en compañía, dictando una frase cada cual. Por último, lo jugamos escribiendo cada uno su frase y doblando el trozo de papel con frase escrita, para que el otro no supiera el contenido de la frase anterior. Así entraba la libertad más absoluta, metía su mano el azar en medio de nuestro juego, y el resultado, que luego leíamos en alta voz, era cada vez más maravilloso.

Antes me refería a la redacción a dos manos de las ‘Tres novelas ejemplares’ junto con el dadaísta Hans Arp. No quiero dejar de mencionar ahora que lo que singulariza ‘El más hermoso juego’ es la articulación de una encrucijada finita para una cuestión que es infinita: si en Huidobro toda la década del 30 articula en prosa la construcción de sujetos totales (cerrábamos la década anterior con Mío Cid Campeador y recorremos la del 30 con títulos como Cagliostro, La próxima, Papá o el diario de Alicia Mir y Sátiro o el poder de las palabras), lo que perfila un rostro propio para el protagonista de ‘El más hermoso juego’ es que la lucha entre contrarios (total/parcial, vida/muerte, creación/mimesis) se constriñe a las grandes ideologías de la modernidad (capitalismo/marxismo, o en el texto capitalista/bolchevique, capataz/oficinista, etc.) para hacerlas estallar a través del lenguaje. Y creo necesario leer ese estallido precisamente tras la guerra de España y en el inicio dramático de la segunda guerra mundial, en la que Huidobro participará como corresponsal de los aliados.

Para ahondar en esa tensión, propongo que nos permitamos una pirueta tan arriesgada como el juego del tártaro huidobriano, que consiste en recordar otro ‘hermoso juego’, el que detalla Borges en ‘La doctrina de los ciclos’, [50] uno de sus ensayos sobre el Eterno Retorno de Nietzsche, de Historia de la eternidad (1936), en el que remite al científico Georg Cantor y su ‘heroica teoría de los conjuntos’ para concluir que ‘el roce del hermoso juego de Cantor con el hermoso juego de Zarathustra es mortal para Zarathustra’. [51] El mismo calificativo elegido por Huidobro para el juego del tártaro lo había propuesto Borges para el juego de Cantor. En este último, el juego implica la fundación de la matemática moderna al formalizar la noción de infinito: serán las investigaciones de Cantor sobre los conjuntos infinitos las que permitan proponer los números transfinitos, y las que, en el ensayo de Borges, permiten cuestionar otro ‘hermoso juego’, el de Zarathustra. Como dice el texto del argentino, ‘Si el universo consta de un número infinito de términos, es rigurosamente capaz de un número infinito de combinaciones –y la necesidad de un Regreso queda vencida’. A Cantor le debemos precisamente el descubrimiento de que el infinito tiene varios tamaños, o mejor dicho, que existen varias clases de infinitos y unos son mayores que otros. Como ha comentado Stanley Burris, profesor emérito de matemáticas en la Universidad de Waterloo, ‘la idea de que algo pudiera ser ‘más grande que el infinito’ supuso realmente un logro’: ‘Teníamos el principio aritmético, pero a nadie se le había ocurrido hacer una clasificación interna del infinito; antes de eso simplemente pensábamos en él como un único objeto’. [52]

Si bien no son infinitas las combinaciones que podría proponer Huidobro en su juego del tártaro, porque no son infinitos los términos que entran en juego (sustantivos que designan personas, pero también animales, objetos, etc.), parecen querer agotar todas las posibilidades de significado al anular cualquier posibilidad de significado. Apenas quedan hilachas de sentido y el salto de un término a otro es un salto en el vacío, sin asidero alguno, como si el que emitiera ese discurso fuese el ángel salvaje que cayó una mañana en nuestras plantaciones de preceptos. [53]

Por otro lado, el texto de Borges, publicado en Buenos Aires por Viau y Zona el año 36, pone además el énfasis en otro ‘hermoso juego’, el de Zarathustra, de quien es hijo legítimo el altazor huidobriano: ‘Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor’. La filiación nietzscheana del poema de Huidobro ha sido trabajada en profundidad por la crítica y dio lugar al genial discurso de (anti)homenaje con el que Nicanor Parra quiso recordar el centenario de su compatriota: ‘Also sprach Altazor’, [54] un ‘Así habló Altazor’ que venía a reescribir el Also sprach Zaratustra, Así habló Zaratustra de Nietzsche y a considerar los vínculos estrechísimos entre estos dos protagonistas.

A mi parecer, será el segundo lustro de los treinta el que sitúe esa vocación de infinito en una encrucijada que me permito llamar finita: la de la Guerra de España. En el 36, en La Opinión de Santiago, había escrito Huidobro: ‘En estos momentos de vértigo todo gira en torno al remolino de España que amenaza con tragarse al mundo entero. El problema está planteado para toda la humanidad. Los campos están ya bien claramente delimitados: democracia y fascismo’. [55]

Y un año más tarde escribía, también en La Opinión de Santiago:

 

No logré el honor de ser un soldado español. Cada vez que pedí y rogué ser enrolado como comisario en algún regimiento se me respondió más o menos lo mismo. Enrique Lister, el jefe de la II División, cuando le pedí me enrolara como comisario en uno de sus regimientos me respondió: ‘En el mundo hay pocos poetas y muchos soldados. Tu deber es escribir sobre España’. Cuando me ofrecí a Gustavo Durán, el gran músico, amigo desde años y que es hoy coronel y jefe de una división, me respondió: ‘Como soldado, no. Te ofrezco en cambio la dirección del periódico de mi división’. Y cuando, por último, acudí a rogar a Álvarez del Vayo me dijo: ‘Se lo agradezco conmovido, pero ya han muerto muchos intelectuales por nuestra causa, y nosotros defendemos la cultura. Ud puede sernos más útil haciendo lo que ya ha hecho, hablando por radio a América, a Francia, hablando en el frente a nuestros soldados, escribiendo la verdad sobre nuestra guerra, diciendo por donde pase lo que ha visto y cómo el pueblo español lucha y se defiende contra el fascismo y la brutalidad sanguinaria que Ud. ha podido ver y palpar. [56]

 

Me pregunto, precisamente, si ‘El más hermoso juego’ no sería una respuesta literaria a esa contienda dramática y, por tanto, la apuesta huidobriana por el estallido de lo finito para alcanzar, al menos en el territorio de la ficción, el infinito perseguido.

 

NOTAS

1. II, 3ª época, No. 33, (enero-marzo de 1940), pp. 102-105. 


2. Véanse: ‘La Antología de poesía chilena nueva (Vicente Huidobro responde a Pablo de Rokha)’, La Opinión [Santiago de Chile] (19 de junio de 1935), p. 3. Este artículo es una respuesta a los artículos de Pablo de Rokha ‘Marginal a la Antología’ y II, III y IV, La Opinión [Santiago de Chile] (10, 11, 12 y 13 de junio de 1935 respectivamente).

‘Respuesta a la carta de Pablo de Rokha’, La Opinión [Santiago de Chile] (1 de julio de 1935), p. 3, que contesta la carta de Pablo de Rokha: ‘Carta al poeta Vicente Huidobro’, La Opinión [Santiago de Chile], 23 de junio de 1935, p. 3.

‘A Pablo de Rokha para siempre y hasta nunca’, La Opinión [Santiago de Chile] (6 de julio de 1935), p. 3, que contesta a ‘El término de una polémica literaria. Punto y aparte a Huidobro’ de Pablo de Rokha, La Opinión [Santiago de Chile] (3 de julio de 1935), p. 3.

3. Papeles para el Diálogo, No. 1, (marzo de 1988), pp. 114-115.

4. Anales de Literatura Chilena, No. 4, (2003), pp. 217-319.

5. En esa ocasión, Navarrete lo incluye dentro de la sección ‘Artículos, entrevistas y manifiestos’ (pp. 350-355), lo que impide atender a la naturaleza narrativa del texto.

6. De ellas quiero destacar su inclusión en el volumen que recopiló José Alberto de la Fuente con el título Vicente Huidobro. Textos inéditos y dispersos (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1993).

7. Cito por la Obra selecta arriba reseñada.

8. Citado en The Travellers' dictionary of quotation: who said what, about where? de Peter Yapp (London: Routledge, 1983, p. 712).

9. The Oxford Dictionary of Proverbs, Oxford Reference Online, edición de Jennifer Speake, en la dirección electrónica www.encyclopedia.com/The+Oxford+Dictionary+of+Proverbs/publications.aspx?pageNumber=7 (‘Scratch a Russian and you find a Tartar’) (fecha de consulta: 5 de septiembre de 2010).

10. Véase de Pierre Legrand, Le Bourgeois de Lille: esquisses locales (Lille: Beghin, 1851, p. 82).

11. Entre-nos. Causeries del jueves, Libro III (Buenos Aires: Casa Editora de Juan A. Alsina, 1889). Cito por Buenos Aires: Editorial Universitaria, 1963, p. 301.

12. “La guerra a la ligera VI. La voz de la estadística” de “Escritos sobre la guerra de 1914”, Obras completas, edición de Emir Rodríguez Monegal (Madrid: Aguilar, 1957, p. 1166).

13. En fechas próximas al texto huidobriano, en Prehistoria e historia de la civilización indígena de América y su destrucción por los bárbaros del este de Florencio de Basaldúa (Buenos Aires: La Baskonia, 1925).

14. Así lo citará Alberto Falcionelli en El licenciado, el seminarista y el plomero: glosario del comunismo en acción (Buenos Aires: La Mandrágora, 1961).

15. Recordemos que en la lápida de Huidobro, en Cartagena, puede leerse frente al Pacífico: ‘Abrid la tumba; al fondo de esta tumba se ve el mar.’

16. “Ver y palpar: en el hipertexto de la escritura creacionista”, en Obra poética de Vicente Huidobro, edición de Cedomil Goic (Madrid et al.: ALLCA XX, 2003, p. 1521).

17. Anales de Literatura Chilena, No. 4, (2003), p. 247.

18. En el libro Vanguardias y novelas en Vicente Huidobro (Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2000, p. 292 y ss.).

19. Su primera acepción es como interjección: ‘Cri qui marque la victoire imminente du chasseur sur l'animal poursuivi. La meute et le chamois traversent la prairie: Hallali, compagnons, la victoire est à nous! (Musset, Coupe, 1832, II, 2, p. 284). Fontainebleau, avec les merveilles de sa grande chasse à courre où deux cerfs, biche et meutes de chiens, dressés, satisfont tout le rêve cynégétique de l'enfance, et certes le mien! Tayaut, hallali: c'est-à-dire bravo! (Mallarmé, Dern. mode, 1874, p. 843).

 P. métaph. Toute la meute hurle de joie. Hallali! Curée chaude! Picquart aux chiens! Les honneurs du pied à M. le Ministre de la Guerre (Clemenceau, Vers réparation, 1899, p. 477).

En el ‘Centre National de Ressources Textuelles et Lexicales’, www.cnrtl.fr/definition/hallali (fecha de consulta: 10 de octubre de 2009).

20. Hallali es el título de una revista digital de estudios culturales sobre la Gran Guerra y el mundo hispánico. En www.revistahallali.com/ (fecha de consulta: 13 de noviembre de 2009).

21. La Opinión [Santiago de Chile] (21 de julio de 1936), p. 3; en el cartel mural Sobre la marcha, Santiago de Chile, agosto de 1936.

22. Bandera Roja [Santiago de Chile] (cuarta semana de julio de 1936), p. 3.

23. Frente Popular [Santiago de Chile] (12 de octubre de 1936), p. 2. Leemos: ‘el pueblo español se alzó como un volcán rugiente para defender sus derechos y la  libertad recién conquistada. Ese pueblo ha gritado por la más encendida de sus gargantas: España prefiere morir de pie antes que vivir de rodillas’ (el subrayado es mío).

24. Frente Popular [Santiago de Chile] (30 de octubre de 1936), p. 2.

25. Artículo firmado por Huidobro y otros autores, Escritores y artistas chilenos a la España Popular [Santiago de Chile] (noviembre de 1936), pp. 1-2.

26. Frente Popular [Santiago de Chile] (13 de noviembre de 1936), p. 7.

27. Frente Popular [Santiago de Chile] (4 de diciembre de 1936), p. 2.

28. La Opinión [Santiago de Chile] (15 de diciembre de 1936), p. 3.

29. La Opinión [Santiago de Chile] (27 de diciembre de 1936), p. 3.

30. La Opinión [Santiago de Chile] (26 de diciembre de 1936), p. 3.

31. ‘Castillos de palabras construidos sobre el aire (Acerca de las relaciones entre Unamuno y Huidobro)’, Revista Chilena de Literatura, No. 50, (abril de 1997), pp. 141-146. René de Costa señaló, en el número de la revista Poesía dedicado a Huidobro en 1989, el primer contacto entre ambos, que tuvo lugar en París en 1924. Además, De Costa publicó en ese monográfico el borrador de una carta escrita por Huidobro a Juan Larrea el 24 de septiembre de 1947, en la que reflexionaba acerca de la figura de don Miguel. Por mi parte, completé esa información en el artículo ‘Castillos de palabras…’.

32. Frente Popular [Santiago de Chile] (29 de marzo de 1937), pp. 3-4.

33. La Opinión [Santiago de Chile] (25 de marzo de 1937), p. 3.

34. Frente Popular [Santiago de Chile] (10 de julio de 1937), p. 6.

35. Frente Popular [Santiago de Chile] (28 de julio de 1937), p. 6.

36. Crítica [Buenos Aires] (10 de septiembre de 1937); Frente Popular [Santiago de Chile] (15 de septiembre de 1937), p. 1.

37. La Opinión [Santiago de Chile] (17 de octubre de 1937), p. 3.

38. Expresión [Santiago de Chile] 1 (noviembre de 1937).

39. La Opinión [Santiago de Chile] (12 de diciembre de 1938), p. 1.

40. La Opinión [Santiago de Chile] (21 de diciembre de 1938), p. 3.

41. La Opinión [Santiago de Chile] (30 de diciembre de 1938), p. 3.

42. El Mono Azul [Madrid] 20 (17 de junio de 1937), p. 3.

43. Hora de España [Valencia] 7 (julio de 1937), pp. 47-48.

44. ‘Huidobro en España’, Obra poética de Vicente Huidobro, edición de Cedomil Goic (Madrid et al.: ALLCA XX, 2003, pp. 1409-1422).

Con el mismo título había publicado Gloria Videla un artículo en el monográfico que dedicó a Huidobro la Revista Iberoamericana en 1979, pero en su caso, se centró en el periodo comprendido entre 1916 y 1921.

45. Citado por César González Ruano, ‘Vicente Huidobro’, en Vicente Huidobro y el creacionismo, edición de René de Costa (Madrid: Taurus, 1975, p. 69). Fue publicado en Veintidós retratos de escritores hispanoamericanos (Madrid: Cultura Hispánica, 1952, pp. 71‑73).

46. César González Ruano, ‘Vicente Huidobro’, op. cit., p. 69.

47. David Bary, ‘Vicente Huidobro, agente viajero de la poesía’, La cultura y la literatura iberoamericana, edición de Luis Monguió (México: De Andrea, 1957, pp. 147-153). Recogido en Vicente Huidobro y el creacionismo, op. cit., pp. 355‑362.

48. En todos los casos cito por las Obras completas, prólogo, edición y recopilación ampliada de Hugo Montes (Santiago de Chile: Andrés Bello, 1976, p. 752 y 722-723 respectivamente).

49. Cfr. Emilio Barón, ‘André Breton y Vicente Huidobro: Las poéticas surrealista y creacionista’, Anales de literatura hispanoamericana, No. 10, (1981), pp. 67-83.

Ya en 1924 contaba, para el tercer número de la revista Création, con algunos destacados colaboradores surrealistas, a lo que hay que añadir varios poemas publicados entre 1925 y 1926, Tres inmensas novelas, el cuento que estamos estudiando o la fascinación por ciertos personajes sombríos, como Cagliostro o Gilles de Raiz –obra de teatro publicada precisamente a instancias de Breton que he estudiado en ‘Dramaturgia y modernidad en Gilles de Raiz, de Vicente Huidobro’, Anales de Literatura Chilena, No. 2, (diciembre de 2001), pp. 163-175–.

50. Se publicó en Sur, No. 20, (mayo de 1936), pp. 20-29. Recogido en Historia de la eternidad (Buenos Aires: Viau y Zona, 1936, donde se da como fecha de ‘La doctrina…’ el año 1934).

51. Cito por Obras completas, prólogo de Pere Gimferrer (Barcelona: Círculo de Lectores, 1992, vol. I, p. 421).

52. En www.maikelnai.es/2007/07/24/extrano-pero-cierto-el-infinito-tiene-varios-tamanos/ (fecha de consulta: 7 de noviembre de 2009).

53. Tal como Altazor.

54. Ha sido estudiado por Iván Carrasco en Nicanor Parra: documentos y ensayos antipoéticos (Santiago de Chile: Editorial Universidad, 2007).

55. ‘Un planeta de dinamita’, op. cit.

56. ‘Optimismo’, op. cit.



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Número 167 | março de 2021

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