quarta-feira, 18 de junho de 2025

JOSÉ ÁNGEL LEYVA | Carlos Pellicer y su poética bolivariana

 


Cuando Begoña Pulido y yo realizamos la antología Poetas Mexicanos de la colección 20 del XX de La Otra ediciones, fue harto difícil decidir bajo qué criterios habíamos de seleccionar a 20 poetas mexicanos y dejar fuera a cuando menos otra veintena, si no es que más, de la nómina de autores mexicanos indispensables. Simplemente con la presencia de los miembros del grupo de los contemporáneos hubiésemos ocupado casi la mitad del recuento. Optamos por un criterio fundamental, su lealtad a la poesía, su dedicación a la escritura y la búsqueda en los terrenos de la poesía. Consideramos que, tal como lo expresó Octavio Paz, José Juan Tablada y Ramón López Velarde fueron precursores de la modernidad en la lírica nacional, que de algún modo pertenecen en buena medida al siglo XIX. Aunque Pellicer nació el 16 de enero de 1897, es un poeta del siglo XX que mantuvo activa su pluma en la poesía y por la poesía; un autor atraído más por la tradición que por las vanguardias, que evidentemente están presentes en su obra. No es el caso de un autor como Manuel Maples Arce, que nace en 1900 y salta a la literatura abanderando el movimiento Estridentista y es, sin duda, el más poeta de sus colegas de grupo. Representantes de dos cauces de la poesía mexicana de la posrevolución, son piedras inaugurales de esa antología y de un siglo polarizado por las ideologías y las grandes guerras. Paz considera que si López Velarde y Tablada inician la modernidad, Pellicer es el primer poeta completamente moderno en México. Y aunque no menciona a Maples Arce, no puede negársele al estridentista su papel en las vanguardias de América Latina.

Quizá las obras de Villaurrutia y Gorostiza son más celebradas, pero la de Carlos Pellicer es la más visible de los Contemporáneos. Salvador Novo termina por abandonar la escritura de poemas y declara, en algún momento, que él es la puta de la poesía, porque ha dedicado su tiempo a otros menesteres más cercanos al mundo de la comunicación y de la farándula. Pellicer, con quien estableció desde muy temprano un vínculo fuerte de amistad, cultivó la poesía junto a otras actividades que lo hicieron notable en la vida pública, como fue la de museógrafo y museólogo, que fue uno de los encargos que le hicieran, quizá como pretexto para que viajara a Europa, a estudiar el funcionamiento de los museos en el Viejo Continente: Su curiosidad natural lo condujo a estudiar con dedicación e interés. Pero ese aprendizaje lo llevó él a su propia propuesta al Fundar el Parque Museo de La Venta en su natal Villahermosa, en 1950. Pellicer fue, como la mayoría de los intelectuales mexicanos reconocidos, un autor muy ligado a la política oficial y a los beneficios del poder en turno, no obstante que haya tenido en diversos momentos una posición crítica hacia la realidad del país y hacia América Latina. Nacionalista y cosmopolita a la vez, conservador y liberal, admirador del pasado indígena y enamorado de la cultura grecolatina, mexicano e hispanista declarado, moderno y tradicionalista en su poesía.

En su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, el 16 de octubre de 1953, Carlos Pellicer destacó dos temas relevantes en su mirada del país, la historia y la poesía. Ya ostentaba el cargo de director de Museos de Tabasco, mismo que conservó hasta su muerte: “Muy poco sabemos, con la sola excepción del grupo mexica. No olvidemos que sobre estos cayó el rayo de la Conquista y que los primeros misioneros, particularmente los franciscanos, estuvieron estudiando primero el idioma para obtener una información a fondo, nos legaron la obra gigantesca de Fray Bernardino de Sahagún (…) Casi faltos de grafías de hombres notables, sólo la historia del arte a través de todas sus manifestaciones, responde a nuestra ansiosa curiosidad colmada de admiración (…) Así y todo, para nosotros los mexicanos la vida antigua de México, expresada solamente (sic) a través del arte, tiene un valor enorme: Como satisfacción de belleza y motivo orgulloso de estímulo. Es la raíz más honda de la nacionalidad y estamos obligados a conservarla en todo momento.”


La conservación de que habla Pellicer es en términos museográficos y estéticos, es el pasado remoto lo que gana su admiración, la belleza de su legado artístico. Pellicer es un esteta y un enamorado del pasado monumental.

También recuerda en ese discurso de ingreso a la Academia: “También estoy hecho de cosas mediterráneas. Lo griego, lo italiano, lo español. Siento muy hondamente en mi sangre el arte antiguo de México. Acabé por hacer un museo en tabasco. Pero he sido infinitamente feliz viajando por Grecia o viviendo en Italia. Lo español es tan entrañable que lo estoy diciendo con toda la lengua.”

 

Contexto Pellicereano

Es interesante establecer el contexto y las coordenadas intelectuales que definen la carta de navegación del poeta, del político, del gestor cultural. En primer lugar la relación intrínseca con sus padres y su hermano Juan, con su fe católica, y enseguida con personajes con quienes mantiene una estrecha amistad, como es el caso del músico mexicano Carlos Chávez y José Gorostiza, quienes dialogan con él por ser sus coetáneos, luego una serie de figuras mayores que él, cronológicamente hablando, como es el caso de Antonio Caso, quien era para entonces rector de la Universidad, Amado Nervo y José Juan Tablada a quienes conoce en Nueva York, la impronta que deja en él el poeta veracruzano Salvador Díaz Mirón, por entonces exiliado en Cuba por su apoyo incondicional a Victoriano Huerta. En su juventud, Carlos Pellicer tuvo contacto temprano con quienes formarían parte de los Contemporáneos como Salvador Novo, Ortiz de Montellano, Jorge Cuesta, Jaime Torres Bodet a quienes encontraría en las tertulias organizadas por Enrique González Martínez.

Su paso por la Escuela Nacional Preparatoria como un chico brillante, como un consumado orador y poeta, como un líder nato, lo conducen de manera casi inercial a que sea uno de los agraciados con la promoción que hizo el gobierno de Venustiano Carrranza para que se estrecharan los lazos de amistad estudiantil entre los pueblos “indoamericanos”. Y por esa razón Pellicer viajó a Nueva York en octubre de 1918 con el propósito de embarcarse hacia Colombia via Cuba.

El viaje temprano a Colombia y que va de diciembre de 1918 a febrero de 1920 es determinante en su visión latinoamericanista. Pellicer tenía 21 años y representaba a la Federación de Estudiantes de México. La descripción que hace de esa Colombia incomunicada y verde, acuosa, parecería responder a lo que alguna ocasión me expresó el colombiano Alvaro Mutis, quien pasó la mayor parte de su vida en México, cuando le pregunté si no echaba de menos su país natal. Me respondió que no, porque cuando tenía nostalgia viajaba a Veracruz, donde él sentía que comenzaba Colombia. Así, el paisaje colombiano, seguramente se identificaba con la sensibilidad fluvial y selvática de Pellicer cuando asciendes desde Santa Marta hasta la elevada Bogotá, a la que describe como una ciudad española un tanto dejada por la mano de dios y donde los colombianos son tan gramáticos que parecen el ama de llaves de la lengua española.

La relación de Pellicer con Germán Arciniegas y con Germán Pardo, principalmente, es determinante en sus vínculos afectivos con este país. Lo mismo que con León de Greiff.

Pellicer manifiesta en las cartas a su madre y a su padre, Correo familiar, 1918-1920 (la serpiente emplumada-Factoría ediciones, México, 1998) una gran admiración por el poderío económico de Estados Unidos, por su desarrollo tecnológico y la concentración de bienes culturales en grandes museos y galerías, como es el caso del Museo Metropolitano, al que visita en reiteradas ocasiones, pero su crítica a la incultura de la clase media norteamericana es, al mismo tiempo, feroz. Y eso en gran medida se explica por el hecho de que Pellicer, aun cuando sufre carencias económicas debidas en primer lugar a la situación de guerra fratricida que se vive en México, a la ausencia del padre en la campaña militar y revolucionaria, forma parte de una elite criolla en su país. Como lo son los miembros del Ateneo de la Juventud, con quienes él empata y es beneficiado. Pellicer tiene en común con Alfonso Reyes ser hijos de militares. Por cierto, en su Breve biografía literaria sobre C. Pellicer, Samuel Gordon narra que éste presenció desde el balcón de su casa en la calle------- la Decena Trágica y el momento en que el general Bernardo Reyes es increpado por uno de sus viejos colegas, quien le pide la rendición, y ante el silencio del tercer exhorto, ordena la descarga de fusilería sobre el cuerpo del general, quien se había sublevado al mandato de Madero. El asesinato de Carranza sorprende a Pellicer cuando se encuentra en Venezuela.


En el 2002 publicamos en la Secretaría de Cultura de la Cd de México una antología de poemas de Pellicer relacionados con el Valle de México, poemas escogidos, cuyo nota biográfica la redactó su sobrino Carlos Pellicer López. Y allí anota un dato curioso, que la abuela materna, Juana Ramos, era “de raza indígena” y por la parte paterna de ascendencia catalana. Y anota dos datos que son muy preciados en su biografía intelectual, cuando el 28 de julio de 1922 viaja a Brasil en compañía de Roberto Montenegro y Vasconcelos, para luego extender su periplo hacia Argentina y Chile. En Argentina trabaría amistad con E. González Martínez quien lo presentaría con Leopoldo Lugones y después en Chile con Pablo Neruda. De hecho ese panamericanismo poético de Pellicer dialoga con la visión continental de Neruda de Canto General. Destaca la labor magisterial de su tío como profesor de historia de América, como fundador de museos: los dos de Villahermosa, el de Frida Kahlo, el Anahuacalli, el de arqueología de Hermosillo, , el de Palenque, el de Tepoztlán. Como antifranquista declarado y como detractor del imperialismo yanqui, como cabeza del Comité de soidaridad con el Pueblo de Nicaragua y presidente de la Sociedad Bolivariana en México. A sus ochenta años, cuando lo sorprendió la muerte repentinamente, Pellicer gozaba de salud y de un físico recio que era producto de su pasión de caminante y de viajero, el más viajero de su generación.

Gabriel Zaid comenta en su prólogo a la antología del FCE de 1969, que el joven Pellicer se había careado con las dos grandes deidades de la poesía mexicana del momento: Amado Nervo y Enrique González Martínez, y que Henríquez Ureña y Luis G. Urbina, en un intento de caracterizar a la poesía mexicana diferenciándola de otra la califican como una poesía de carácter melancólico, pero ni Ramón López Velarde (1888-1921), el de Son del corazón, Alfonso Reyes 1889-1959) y mucho menos Carlos Pellicer con su paleta tropical responderían a esa intención taxativa. Pero ve en Pellicer una poesía que se aleja del modernismo y se perfila por la modernidad lírica y busca su patria dentro y fuera de México. Lo identifica en tres etapas, la del Pellicer de los 20 y 30 años: Colores en el mar (1921), Piedra de sacrificios (1924) Hora y 20 (1927); la segunda etapa a los cuarenta años: Hora de junio (1937), Exágonos (1941) y Recinto (1941); la de los 50 de edad, Subordinaciones (1949), Práctica de vuelo (1956), y Material poético (1962). Zaid lo ve como portador de una longevidad poética alegre y joven y como el más americano de los poetas mexicanos.

Todo parece comenzar cuando su padre le obsequia un libro Vida del libertador Simón Bolívar. La visión de Pellicer es la de un héroe, porque su padre también lo es cuando se enlista como coronel del ejército comandado por Ávaro Obregón a favor de los ideales de la revolución. Pero luego es expulsado del Ejército por evidenciar que un general está coludido en el trasiego de drogas. Para Carlos Pellicer su padre es un hombre de una rectitud por encima de la moral dominante, es un modelo de hombre y de ciudadano que no tiene parangón, y por otro lado, su madre, Deifilia (Hija de Dios), es la representación de las virtudes cristianas, el modelo de la mujer casi imposible de encontrar y que encuentra, al menos platónicamente, en Esperanza Nieto, con quien fantasea casarse, pero nunca lo hace (Wherther y la visión romántica del amor, el amor cortés y el amor platónico). En ese contexto familiar en el que se viven estrecheces económicas y se adolece a veces de lo básico, el joven Carlos se ve obligado a trabajar siendo un adolescente. En Pellicer domina freudeanamente el deber ser, el super yo a rajatabla. Su padre es un idealista en un contexto en el que la corrupción está cincelada por la famosa frase de Alvaro Obregón de: "Nadie aguanta un cañonazo de 50 mil pesos", una ética política que va a sobrevivir hasta nuestro días (un político pobre es un pobre político, según el maestro Hank González). Así que el ideal bolivariano y la personalidad, el mito del libertador quedará impreso en su pensamiento para siempre.


José Alvarado: Es la de Pellicer una voz americana y en ella recoge todos los ecos del Universo, todos los ruidos y todos los silencios, a veces para indicar un paisaje, y a veces para exaltar a un héroe, en ocasiones para rezar y en otros para bajar a los más secretos rincones de la memoria. (…) La crítica ha señalado ya: en la Obra de Pellicer hay equivalente modernos y supremos de la Rusticattio mexicana de Landívar y la Oda de la Zona tórrida de Andrés Bello. También muy superados, acentos de Chocano y, con diferente dejo, tonos de Díaz Mirón.

Si Ramón López Velarde le canta a la Patria y a la provincia zacatecana, Pellicer alza la vista y el vuelo para colocar sus versos en la Iberoamérica y despliega un colorido gorjeo por su tierra tabasqueña. En ese sentido también dialoga con El canto general de Pablo Neruda. Porque Pellicer también defiende y exalta a la revolución cubana. Allí está su poema: Líneas por el Che Guevara que no dejarán mentir.

Es también un momento de tránsito de la Revolución armada a la construcción de una sociedad participativa y donde los militares se convierten en políticos. Así lo muestra la gran novela de Martín Luis Guzmán, otro miembro destacado del Ateneo de la Juventud, en La sombra del Caudillo, donde nace una nueva conciencia cívica.

Pellicer ve la figura del libertador Bolívar equivalente en la poesía a la del conquistador Darío, quien devuelve las carabelas a España con su poesía (poema A Bolívar, 7 de agosto de 1919).

Octavio Paz se refiere a Pellicer como un poeta moderno que abomina de la estética urbana, pero exalta la de ciudades antiguas como Florencia, Constantinopla, Palenque, Aviñón, Jerusalén y los pueblos de México. Pellicer, insiste no es un poeta reflexivo sino visual y espiritual, humilde. “Pellicer no razona ni predica: Canta”, y esto se aplica también para su poesía épica, heroica, pues canta en realidad las hazañas y la grandeza de sus personajes.

 Gabriela Mistral expresa en “Un poeta muerto de América: Carlos Pellicer Cámara”, que se trata de un poeta al que su americanismo bañó y limpió su conciencia de nacionalismo, pues llamó a Bolívar padre a la edad de 20 años. “y tanto le pidió confortación que un día le ha aparecido en su propio suelo padre vivo que lo acompañe y lo reconforte Vasconcelos.” Esa entrega vasconcelista que en 1930 es causa de su detención y tortura, con la amenaza de enviarlo a las islas Marías junto con Juan de la Cabada y el adolescente José Revueltas, pero que el General Calles conmuta la pena y lo excarcelan por considerar que su envío a las Islas Marías sería causa de un gran revuelo social. La Mistral pone también en la mira a Humboldt. Lo ve como un poeta limpio y puro, vigoroso: “Una juventud sin alcohol sin tabacos, casi vivida en la palestra. Limpio pulmón para el canto, boca firme para el canto y la curtidura del buen azteca en la cara.”




JOSÉ ÁNGEL LEYVA (México, 1958). Poeta, narrador, ensayista, editor y promotor cultural. Realizó estudios de maestría en Literatura Iberoamericana en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue codirector de la revista Alforja, es coordinador general de Publicaciones de la Universidad Intercontinental y director general de la revista La Otra. Fue subdirector de Literatura, Artes Plásticas y Artes Escénicas, Director de Vinculación Cultural y Coordinador de Vinculación Cultural de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de México, de 2001 a diciembre de 2005. Ha sido jurado de numerosos concursos nacionales e internacionales de literatura, y de las becas que otorga el Fondo Nacional Para la Cultura y las Artes y la Fundación para las Letras Mexicanas, en diversas ediciones (2004, 2006).




FRANKLIN CASCAES (Brasil, 1908-1983). Folclorista, ceramista, antropólogo, gravurista e escritor. Dedicou sua vida ao estudo da cultura açoriana na Ilha de Santa Catarina e região, incluindo aspectos folclóricos, culturais, suas lendas e superstições. Usou uma linguagem fonética para retratar a fala do povo no cotidiano. Seu trabalho somente passou a ser divulgado em 1974, quando tinha 66 anos. A Universidade Federal de Santa Catarina mantém um arquivo com a obra de Cascaes, aproximadamente 4.000 peças em cerâmica, madeira, cestaria, gesso, gravuras em nanquim e desenhos a lápis, além de um razoável conjunto de escritos que envolvem lendas, contos, crônicas e cartas, todos resultados do trabalho de 30 anos do escritor junto a população ilhoa coletando depoimentos, histórias e estórias místicas em torno das bruxas, herança cultural açoriana. Por sugestão de Elys Regina Zils, Franklin Cascaes é o artista convidado da presente edição de Agulha Revista de Cultura.

 


Agulha Revista de Cultura

Número 261 | junho de 2025

Artista convidado: Franklin Cascaes (Brasil, 1908-1983)

Editores:

Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com

Elys Regina Zils | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2025


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