sábado, 22 de junho de 2019

STEFAN BACIU | Entrevistando a Benjamín Péret


En junio de 1955 volvió a pasar algunos meses en el Brasil el poeta Benjamin Péret. Ya había estado aquí durante algún tiempo, poco después de la primera guerra, época en que se casó con la cantante Elsie Houston, con quien tuvo un hijo brasileño. Su primera estadía resulta bastante agitada, tanto por razones personales como por motivos políticos, al ser considerado el poeta como un “peligroso agitador” por parte de las autoridades.
Este hecho causó, dos décadas más tarde, un incidente pintoresco. Pocos días antes de que Péret se embarcase para Francia, luego de permanecer varios meses en el Brasil, obedeciendo a uno de aquellos misterios que solo la burocracia podía explicar, alguien descubrió que aquel hombre canoso no era más que el “peligroso agitador” de otrora…
Acometidas de verdadero pánico, las autoridades dieron en seguida los primeros pasos para expulsar del país al poeta, lo que causó, además de la conmoción general, un movimiento de protesta encabezado por varios escritores de renombre, quienes levantando su voz contra la medida policial, exigieron también prestar atención al lado ridículo del incidente, el cual amenazó con transformarse en un verdadero affaire.
Fue de tal modo como Péret abandonó nuevamente Brasil, después de que, como era de esperar, fue anulada la medida: entre desanimado e irónico, con una sonrisa en los labios, la misma que muchas veces lo abandonaba para dar lugar a una mueca, sobre todo cuando se refería a la estupidez y a la traición de los hombres camuflados casi siempre por los llamados “ideales políticos”.
Transcurridos muchos años desde aquellos días y muerto ya Benjamin Péret, humildemente, en París, a finales del ‘59, quiero relatar en qué condiciones se realizó la conversación de la cual extractamos esta entrevista casi inédita, ya que inédito puede denominarse cualquier material de este género, publicado en un suplemento literario hace casi tres lustros.
Veinticuatro horas después de desembarcado el poeta, quien pasó inadvertido, el jefe de reporteros del periódico Tribuna da Imprensa, Hilcar Leite, quien conociera a Péret en las filas del movimiento trotskista, llamó mi atención sobre su presencia en Rio de Janeiro y me encargó entrevistarlo, como poeta militante que era, acerca de la actualidad política francesa.
Francia vivía por entonces los días llenos de sorpresas de Pierre Mendés-France y, sin duda, las impresiones de un poeta militante no podían resultar más significativas.
Localizamos a Péret, quien residía en una casa rodeada de jardines sobre una calle tranquila no lejos del Corcovado, y después de concertar telefónicamente un encuentro, subimos la ladera, de noche, mientras sosteníamos un diálogo de los más interesantes e intensos, durante el cual el poeta mostróse, una vez más, como un profundo conocedor de todas las circunstancias y fórmulas políticas que jamás dejó de encarar como auténtico revolucionario, sin hacer concesiones a nadie.
Como es natural, hablamos también de poesía y acerca de sus repercusiones inmediatas sobre la vida.
Fue de tal manera como, en el transcurso de una entrevista política, surgieron las primeras preguntas sobre la actualidad del movimiento surrealista.
Así fue pues, que subí de nuevo la ladera de la calle Faro, llevando esta vez un cuestionario en el bolsillo, cuidadosamente elaborado, para no dejar escapar ninguno de los problemas que consideraba importantes.
Péret me recibió en el mismo cuarto en que habíamos conversado con anterioridad: una gran biblioteca y, al lado de una lámpara, comenzamos un diálogo que se prolonga por más de dos horas.
Tomé notas en todo el transcurso de este tiempo, intentando transcribir con la mayor precisión en francés, las palabras del poeta, para no ir a dar lugar a mal-entendidos. Asimismo, el poeta pidió que le enviase el texto, lo cual hice dos o tres días después.
Como es obvio, quedé asombrado cuando, al día siguiente, en un gran sobre blanco, recibí de vuelta mis papeles junto con un nuevo texto, revisado y ampliado por él que, de tal manera, prestaba a aquella entrevista un valor fuera de lo común. Y como forma de testimoniar su aprecio o su agradecimiento, Péret me avisó – siempre por teléfono – que no llevara ningún libro para poder ofrecerme un ejemplar, y acompañó además el texto de la entrevista con el autógrafo de uno de sus poemas preferidos: “Une botte de carottes”, con letras finas, minúsculas, el cual estampé en un cliché de la Tribuna das Letras del 18 de junio de 1955, donde en una página titulada “Benjamin Péret hace un balance del surrealismo”, presentaba varios fragmentos del diálogo. Este fue comentado con pasión por aquella época, tanto en los suplementos literarios como en las revistas políticas, ya que los comunistas no perdonaron las palabras con que Péret desenmascaró a los sacerdotes del estalinismo.
Los más recientes trabajos dedicados al estudio del surrealismo, mucho más actual por estos días que muchos de los llamados movimientos de vanguardia, muestran cuál es en realidad la importancia del lugar ocupado por Péret en la más destacada corriente de la vanguardia literaria, la cual nunca traicionó al hombre ni a sus auténticos valores espirituales.
Por eso reproducimos también el diálogo en su integridad, tal como fue puesto en nuestras manos por Péret, con su pensamiento, sin disfraces, sin máscara.
Aprovechamos el manuscrito corregido por el poeta, mas consultamos al mismo tiempo las notas que tomamos en aquella ocasión y que se conservan junto con las páginas dactilografiadas por él.
Luego de publicada la entrevista, Péret telefoneó con igual cordialidad para expresar su gratitud mientras tengamos de nuestra parte que agradecerle por la confianza mostrada.
Tratamos de concertar un nuevo encuentro, pero, como tantas veces ocurre, la rutina de la vida nos separó. Le vi por última vez, bajo una noche lluviosa, haciendo fila frente a un cine en la avenida Nuestra Señora de Copacabana. Tenía levantada la caperuza del abrigo y llevaba puesto un gran chaleco, además de su característica boina azul. Nos saludamos con la mano como si fuésemos a encontramos al día siguiente, pero el nuevo encuentro jamás tuvo lugar.
De tal modo, la sombra de Benjamin está incorporada a estas palabras fielmente suyas, las cuales constituyen un documento cuya transmisión es, para nosotros, tanto un honroso deber como un acto de conciencia.
Creo inútil, finalmente, llamar la atención sobre la actualidad de este diálogo en todos los dominios – diálogo al cual no vacilamos en calificar de actualísimo, sobre todo por estos días cuando varios de sus personajes gustarían de aparecer como desestalinizados. Con la precisión de un visionario, Péret anticipó muchas de las cosas que hoy acontecen y sus vaticinios tornan más apasionante la lectura de estas palabras que – aún en este caso – se erigen desde la vida.

SB | Durante los últimos años surgieron en Francia varios escritores de tendencia surrealista. ¿Cómo podría ser definida su actividad, cuáles son sus vínculos con las características del movimiento en su fase inicial, típicamente revolucionaria?

BP | Las acciones del movimiento surrealista no conservan, como es obvio, el aspecto espectacular que tuvieron durante los años 1923-1930 y que se perpetuó hasta después de la guerra. Esto se debe, antes que nada, al hecho de que el Surrealismo se infiltró en la vida y se manifiesta hoy bajo todas las formas. El movimiento más hostil al Surrealismo, el Existencialismo, no pudo nacer sino en oposición a este para mostrar de tal modo su existencia. Lo que otrora constituyó una reivindicación imperiosa, sufre en la peor de las hipótesis un comienzo de conformismo. En todo caso, la poesía brotada en todos los sitios del pasado no existe más. Pero nada es tan tenaz como la poesía: ella resurge por todas partes y amenaza, sin cesar, con descender a la existencia, con apoderarse de ella. Se impone, pues, una constante vigilancia. Es esta la única manera de consolidar las posiciones conquistadas en tanto esperamos que un nuevo paso al frente sea dado. El movimiento surrealista no está en modo alguno satisfecho con lo obtenido. Si fuese así, significaría que ha dejado de existir como movimiento y que está muerto, pues tan sólo los muertos han dejado de desear.

SB | Me gustaría saber cómo define las actividades del primer grupo, el de aquellos que hoy podríamos llamar los pioneros.

BP | No es menos evidente el hecho de que entre el Surrealismo de los comienzos y aquello en lo que llegó a convertirse, puede señalarse una sensible diferencia. Nosotros intentábamos actuar directamente sobre la vida, tomando parte en acciones que pretendían transformar la sociedad. Insistimos en pensar que esta debe sufrir una modificación radical. Pero, ¿cuál es la parte de la condición social del hombre que ha alienado a este la naturaleza humana? Si las condiciones sociales del hombre son susceptibles de mejoras sustanciales capaces de convertirla por un tiempo en plenamente satisfactoria, ¿será que no acontece igual cosa con la naturaleza humana? ¿Comporta esta o no una parte inalterable, productora de insatisfacción social? Realmente es imposible concebir una sociedad perfecta, puesto que los hombres son poco perfectos. No quiere esto decir que los surrealistas abandonaron su participación en las aspiraciones sociales de las clases oprimidas, aludo tan sólo a un factor humano, el cual no recibió antes de nuestra parte toda la atención deseable.

SB | Estoy enterado de que existe en París un grupo de poetas y pintores que si no está, por así decirlo, ligado oficialmente al movimiento, realiza sus actividades dentro de su órbita. ¿Cuál es la posición y la contribución de este grupo al movimiento surrealista?

BP | La guerra produjo en la juventud violentos movimientos de flujo y de reflujo los que, de un lado, la acercaron al Surrealismo y de otro lado al Existencialismo. Hay actualmente en París un grupo de jóvenes que participa del movimiento surrealista. Pero esos jóvenes no han dado lo que pueden dar, no obstante haber tenido posibilidades para hacerlo. Creo que a su estancamiento contribuyó la crítica imperante entre ellos, de acuerdo con la cual no es posible llevar a cabo ninguna acción independiente, dirigida a sobrepasar los modelos conocidos.

SB | Varios poetas que estuvieron ligados al Surrealismo o que apenas se le aproximaron, como Éluard o Aragon, o en un segundo grupo, Pablo Neruda, ingresaron al Partido Comunista y escribieron siguiendo las recetas de Stalin, para quien los escritores no eran otra cosa que “ingenieros de las almas”. ¿Cómo encara usted esta poesía estalinista?

BP | ¿Poesía estalinista? ¡Déjeme reír! Hablar de poesía “estalinista” equivale a evocar un monstruo nacido del cruzamiento de un león con una vaca. Tiempo atrás me manifesté a este respecto en un libro publicado en 1945, titulado La Deshonra de los Poetas. Decía allí, en resumen, que la poesía es esencialmente revolucionaria (en el más amplio sentido del término), y la atención de mezclarle palabras de orden político implica crear una confusión mortal, tanto para la poesía como para la revolución social. Esta última tiene a su disposición todas las formas racionales del pensar. Yo rechacé ese coqueteo venenoso y lo rechacé al considerarlo tanto desde un ángulo poético como desde un aspecto revolucionario. Le acusaba apenas de tener un valor publicitario, comparable al de los slogans con los que la prensa y la radio nos bombardean a diario.

SB | Déjeme interrumpirle un instante a fin de pedirle que concrete su pensamiento sobre los trabajos y las actividades de los tres poetas a quienes considero más representativos de esta corriente, Paul Éluard, Louis Aragón y Tristan Tzara.

BP | En aquel trabajo ataqué particularmente a Aragón y a Éluard, al primero por haber traicionado a la poesía ante su incapacidad por expresarse a ese nivel; al segundo, por haber cedido a una fatiga precoz. Desde 1935, él quería “estar tranquilo”, conforme a sus palabras, además de que gustaba de vivir confortablemente. Podía encontrar esta seguridad material con sólo pasar al catolicismo o al estalinismo, ya que valía para el caso tanto el uno como el otro. Su conversión al catolicismo (no fue esta la primera: Éluard, realizó la primera comunión a los 21 años), constituyó un escándalo y lo había desacreditado en opinión de todos, mientras que su adhesión al estalinismo podía parecer, para miradas menos alertas, como una simple continuación de sus acciones anteriores, cuando en realidad significaba una negación de sus actos. En lo referente a Tristan Tzara, pido disculpas por mencionar el nombre de este individuo... Si los anteriores son sobre todo comerciantes apreciados, este último no duda en vender mercancía adulterada; se trata del intelectual más sospechoso del estalinismo francés, encargado siempre de las más viles actividades en la prensa de la policía rusa en Francia. Su mera presencia produce en algunos deseos de vomitar, y en otros, entre quienes me cuento, un deseo de insultarlo, si alguien que se encuentra bajo el nivel de cualquier injuria puede ser insultado. Es por eso que todas las veces que tengo la desgracia de encontrármelo le cedo la vía para contrabalancear instintivamente ese azar. Y él jamás protesta: respecto a esto también ha sido un cobarde.

SB | En el panorama internacional del movimiento, varios países del Este Europeo y de los Balcanes contribuyeron con importantes nombres al desenvolvimiento del Surrealismo, especialmente en Yugoslavia, Checoslovaquia y Rumania, los surrealista estuvieron bastante activos. ¿Cómo trabajaban estos en la era de Stalin y Tito?

BP | Basta con decirle que el antiguo embajador de Tito en París y el actual jefe del estado mayor del ejército yugoslavo fueron los fundadores del movimiento en aquel país; es inútil, por consiguiente, comentar su evolución. Resulta igualmente equivocado creer que el Surrealismo haya continuado influenciando subterráneamente a los intelectuales yugoslavos. Y Tito dio prueba de ello hace poco tiempo: se baila ahora en París el joven de Zagreb (joven, pero de gran valor), Radovan Ivsic, cuya pieza teatral se presentará durante el próximo invierno en la capital francesa. En otros países de los Balcanes, y en los demás satélites de Moscú, el estalinismo corrompía, o simplemente asesinó, a todos los intelectuales ligados al Surrealismo. Es este el caso de Checoslovaquia, donde fueron muertos todos los surrealistas, excepto mi gran amiga Toyen, quien consiguió fugarse en el momento preciso.

SB | Sé que su presencia en el Brasil constituye una segunda visita, así como también estoy enterado de que durante la guerra vivía algún tiempo en México, donde participó, con André Breton, en movimientos literarios y artísticos de la vanguardia. Sé, al mismo tiempo, que estudió la influencia del Surrealismo en los países del hemisferio. ¿Qué nombres importantes podría citar y, finalmente, cual ha sido el aporte de estos grupos en cada país?

BP | Pude observar esto en la América Latina. Aquí mismo, en Brasil, tuve la sorpresa de encontrar hace 25 años a intelectuales de mi generación que conocían y apreciaban el movimiento mejor que muchos de los cofrades de París. Grupos numéricamente pequeños, surgieron en casi todas partes: en Lima, César Moro y Westphalen; Cáceres (quien murió trágicamente en 1949), Braulio Arenas y Gómez Correa, en Chile, y en Cuba, Wifredo Lam, son todavía puntos de atracción para todos los estudiosos.


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EDIÇÃO COMEMORATIVA | CENTENÁRIO DO SURREALISMO 1919-2019
Artista convidada: José Ángel Leyva (México, 1958)


Agulha Revista de Cultura
20 ANOS O MUNDO CONOSCO
Número 137 | Julho de 2019
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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