En junio de 1955 volvió a pasar algunos meses en el Brasil el poeta Benjamin
Péret. Ya había estado aquí durante algún tiempo, poco después de la primera guerra,
época en que se casó con la cantante Elsie Houston, con quien tuvo un hijo brasileño.
Su primera estadía resulta bastante agitada, tanto por razones personales como por
motivos políticos, al ser considerado el poeta como un “peligroso agitador” por
parte de las autoridades.
Este hecho causó, dos
décadas más tarde, un incidente pintoresco. Pocos días antes de que Péret se embarcase
para Francia, luego de permanecer varios meses en el Brasil, obedeciendo a uno de
aquellos misterios que solo la burocracia podía explicar, alguien descubrió que
aquel hombre canoso no era más que el “peligroso agitador” de otrora…
Acometidas de verdadero
pánico, las autoridades dieron en seguida los primeros pasos para expulsar del país
al poeta, lo que causó, además de la conmoción general, un movimiento de protesta
encabezado por varios escritores de renombre, quienes levantando su voz contra la
medida policial, exigieron también prestar atención al lado ridículo del incidente,
el cual amenazó con transformarse en un verdadero affaire.
Fue de tal modo como
Péret abandonó nuevamente Brasil, después de que, como era de esperar, fue anulada
la medida: entre desanimado e irónico, con una sonrisa en los labios, la misma que
muchas veces lo abandonaba para dar lugar a una mueca, sobre todo cuando se refería
a la estupidez y a la traición de los hombres camuflados casi siempre por los llamados
“ideales políticos”.
Transcurridos muchos
años desde aquellos días y muerto ya Benjamin Péret, humildemente, en París, a finales
del ‘59, quiero relatar en qué condiciones se realizó la conversación de la cual
extractamos esta entrevista casi inédita, ya que inédito puede denominarse cualquier
material de este género, publicado en un suplemento literario hace casi tres lustros.
Veinticuatro horas después
de desembarcado el poeta, quien pasó inadvertido, el jefe de reporteros del periódico
Tribuna da Imprensa, Hilcar Leite, quien
conociera a Péret en las filas del movimiento trotskista, llamó mi atención sobre
su presencia en Rio de Janeiro y me encargó entrevistarlo, como poeta militante
que era, acerca de la actualidad política francesa.
Francia vivía por entonces
los días llenos de sorpresas de Pierre Mendés-France y, sin duda, las impresiones
de un poeta militante no podían resultar más significativas.
Localizamos a Péret,
quien residía en una casa rodeada de jardines sobre una calle tranquila no lejos
del Corcovado, y después de concertar telefónicamente un encuentro, subimos la ladera,
de noche, mientras sosteníamos un diálogo de los más interesantes e intensos, durante
el cual el poeta mostróse, una vez más, como un profundo conocedor de todas las
circunstancias y fórmulas políticas que jamás dejó de encarar como auténtico revolucionario,
sin hacer concesiones a nadie.
Como es natural, hablamos
también de poesía y acerca de sus repercusiones inmediatas sobre la vida.
Fue de tal manera como,
en el transcurso de una entrevista política, surgieron las primeras preguntas sobre
la actualidad del movimiento surrealista.
Así fue pues, que subí
de nuevo la ladera de la calle Faro, llevando esta vez un cuestionario en el bolsillo,
cuidadosamente elaborado, para no dejar escapar ninguno de los problemas que consideraba
importantes.
Péret me recibió en el
mismo cuarto en que habíamos conversado con anterioridad: una gran biblioteca y,
al lado de una lámpara, comenzamos un diálogo que se prolonga por más de dos horas.
Tomé notas en todo el
transcurso de este tiempo, intentando transcribir con la mayor precisión en francés,
las palabras del poeta, para no ir a dar lugar a mal-entendidos. Asimismo, el poeta
pidió que le enviase el texto, lo cual hice dos o tres días después.
Como es obvio, quedé
asombrado cuando, al día siguiente, en un gran sobre blanco, recibí de vuelta mis
papeles junto con un nuevo texto, revisado y ampliado por él que, de tal manera,
prestaba a aquella entrevista un valor fuera de lo común. Y como forma de testimoniar
su aprecio o su agradecimiento, Péret me avisó – siempre por teléfono – que no llevara
ningún libro para poder ofrecerme un ejemplar, y acompañó además el texto de la
entrevista con el autógrafo de uno de sus poemas preferidos: “Une botte de carottes”,
con letras finas, minúsculas, el cual estampé en un cliché de la Tribuna das Letras del 18 de junio de 1955,
donde en una página titulada “Benjamin Péret hace un balance del surrealismo”, presentaba
varios fragmentos del diálogo. Este fue comentado con pasión por aquella época,
tanto en los suplementos literarios como en las revistas políticas, ya que los comunistas
no perdonaron las palabras con que Péret desenmascaró a los sacerdotes del estalinismo.
Los más recientes trabajos
dedicados al estudio del surrealismo, mucho más actual por estos días que muchos
de los llamados movimientos de vanguardia, muestran cuál es en realidad la importancia
del lugar ocupado por Péret en la más destacada corriente de la vanguardia literaria,
la cual nunca traicionó al hombre ni a sus auténticos valores espirituales.
Por eso reproducimos
también el diálogo en su integridad, tal como fue puesto en nuestras manos por Péret,
con su pensamiento, sin disfraces, sin máscara.
Aprovechamos el manuscrito
corregido por el poeta, mas consultamos al mismo tiempo las notas que tomamos en
aquella ocasión y que se conservan junto con las páginas dactilografiadas por él.
Luego de publicada la
entrevista, Péret telefoneó con igual cordialidad para expresar su gratitud mientras
tengamos de nuestra parte que agradecerle por la confianza mostrada.
Tratamos de concertar
un nuevo encuentro, pero, como tantas veces ocurre, la rutina de la vida nos separó.
Le vi por última vez, bajo una noche lluviosa, haciendo fila frente a un cine en
la avenida Nuestra Señora de Copacabana. Tenía levantada la caperuza del abrigo
y llevaba puesto un gran chaleco, además de su característica boina azul. Nos saludamos
con la mano como si fuésemos a encontramos al día siguiente, pero el nuevo encuentro
jamás tuvo lugar.
De tal modo, la sombra
de Benjamin está incorporada a estas palabras fielmente suyas, las cuales constituyen
un documento cuya transmisión es, para nosotros, tanto un honroso deber como un
acto de conciencia.
Creo inútil, finalmente,
llamar la atención sobre la actualidad de este diálogo en todos los dominios – diálogo
al cual no vacilamos en calificar de actualísimo, sobre todo por estos días cuando
varios de sus personajes gustarían de aparecer como desestalinizados. Con la precisión de un visionario, Péret anticipó
muchas de las cosas que hoy acontecen y sus vaticinios tornan más apasionante la
lectura de estas palabras que – aún en este caso – se erigen desde la vida.
SB | Durante los últimos años surgieron en Francia varios escritores
de tendencia surrealista. ¿Cómo podría ser definida su actividad, cuáles son sus
vínculos con las características del movimiento en su fase inicial, típicamente
revolucionaria?
BP | Las acciones del movimiento surrealista no conservan, como
es obvio, el aspecto espectacular que tuvieron durante los años 1923-1930 y que
se perpetuó hasta después de la guerra. Esto se debe, antes que nada, al hecho de
que el Surrealismo se infiltró en la vida y se manifiesta hoy bajo todas las formas.
El movimiento más hostil al Surrealismo, el Existencialismo, no pudo nacer sino
en oposición a este para mostrar de tal modo su existencia. Lo que otrora constituyó
una reivindicación imperiosa, sufre en la peor de las hipótesis un comienzo de conformismo.
En todo caso, la poesía brotada en todos los sitios del pasado no existe más. Pero
nada es tan tenaz como la poesía: ella resurge por todas partes y amenaza, sin cesar,
con descender a la existencia, con apoderarse de ella. Se impone, pues, una constante
vigilancia. Es esta la única manera de consolidar las posiciones conquistadas en
tanto esperamos que un nuevo paso al frente sea dado. El movimiento surrealista
no está en modo alguno satisfecho con lo obtenido. Si fuese así, significaría que
ha dejado de existir como movimiento y que está muerto, pues tan sólo los muertos
han dejado de desear.
SB | Me gustaría saber cómo define las actividades del primer grupo,
el de aquellos que hoy podríamos llamar los pioneros.
BP | No es menos evidente el hecho de que entre el Surrealismo
de los comienzos y aquello en lo que llegó a convertirse, puede señalarse una sensible
diferencia. Nosotros intentábamos actuar directamente sobre la vida, tomando parte
en acciones que pretendían transformar la sociedad. Insistimos en pensar que esta
debe sufrir una modificación radical. Pero, ¿cuál es la parte de la condición social
del hombre que ha alienado a este la naturaleza humana? Si las condiciones sociales
del hombre son susceptibles de mejoras sustanciales capaces de convertirla por un
tiempo en plenamente satisfactoria, ¿será que no acontece igual cosa con la naturaleza
humana? ¿Comporta esta o no una parte inalterable, productora de insatisfacción
social? Realmente es imposible concebir una sociedad perfecta, puesto que los hombres
son poco perfectos. No quiere esto decir que los surrealistas abandonaron su participación
en las aspiraciones sociales de las clases oprimidas, aludo tan sólo a un factor
humano, el cual no recibió antes de nuestra parte toda la atención deseable.
SB | Estoy enterado de que existe en París un grupo de poetas y
pintores que si no está, por así decirlo, ligado oficialmente al movimiento, realiza sus actividades dentro de su órbita.
¿Cuál es la posición y la contribución de este grupo al movimiento surrealista?
BP | La guerra produjo en la juventud violentos movimientos de
flujo y de reflujo los que, de un lado, la acercaron al Surrealismo y de otro lado
al Existencialismo. Hay actualmente en París un grupo de jóvenes que participa del
movimiento surrealista. Pero esos jóvenes no han dado lo que pueden dar, no obstante
haber tenido posibilidades para hacerlo. Creo que a su estancamiento contribuyó
la crítica imperante entre ellos, de acuerdo con la cual no es posible llevar a
cabo ninguna acción independiente, dirigida a sobrepasar los modelos conocidos.
SB | Varios poetas que estuvieron ligados al Surrealismo o que
apenas se le aproximaron, como Éluard o Aragon, o en un segundo grupo, Pablo Neruda,
ingresaron al Partido Comunista y escribieron siguiendo las recetas de Stalin, para
quien los escritores no eran otra cosa que “ingenieros de las almas”. ¿Cómo encara
usted esta poesía estalinista?
BP | ¿Poesía estalinista? ¡Déjeme reír! Hablar de poesía “estalinista”
equivale a evocar un monstruo nacido del cruzamiento de un león con una vaca. Tiempo
atrás me manifesté a este respecto en un libro publicado en 1945, titulado La Deshonra de los Poetas. Decía allí, en
resumen, que la poesía es esencialmente revolucionaria (en el más amplio sentido
del término), y la atención de mezclarle palabras de orden político implica crear
una confusión mortal, tanto para la poesía como para la revolución social. Esta
última tiene a su disposición todas las formas racionales del pensar. Yo rechacé
ese coqueteo venenoso y lo rechacé al considerarlo tanto desde un ángulo poético
como desde un aspecto revolucionario. Le acusaba apenas de tener un valor publicitario,
comparable al de los slogans con los que
la prensa y la radio nos bombardean a diario.
SB | Déjeme interrumpirle un instante a fin de pedirle que concrete
su pensamiento sobre los trabajos y las actividades de los tres poetas a quienes
considero más representativos de esta corriente, Paul Éluard, Louis Aragón y Tristan
Tzara.
BP | En aquel trabajo ataqué particularmente a Aragón y a Éluard,
al primero por haber traicionado a la poesía ante su incapacidad por expresarse
a ese nivel; al segundo, por haber cedido a una fatiga precoz. Desde 1935, él quería
“estar tranquilo”, conforme a sus palabras, además de que gustaba de vivir confortablemente.
Podía encontrar esta seguridad material con sólo pasar al catolicismo o al estalinismo,
ya que valía para el caso tanto el uno como el otro. Su conversión al catolicismo
(no fue esta la primera: Éluard, realizó la primera comunión a los 21 años), constituyó
un escándalo y lo había desacreditado en opinión de todos, mientras que su adhesión
al estalinismo podía parecer, para miradas menos alertas, como una simple continuación
de sus acciones anteriores, cuando en realidad significaba una negación de sus actos.
En lo referente a Tristan Tzara, pido disculpas por mencionar el nombre de este
individuo... Si los anteriores son sobre todo comerciantes apreciados, este último
no duda en vender mercancía adulterada; se trata del intelectual más sospechoso
del estalinismo francés, encargado siempre de las más viles actividades en la prensa
de la policía rusa en Francia. Su mera presencia produce en algunos deseos de vomitar,
y en otros, entre quienes me cuento, un deseo de insultarlo, si alguien que se encuentra
bajo el nivel de cualquier injuria puede ser insultado. Es por eso que todas las
veces que tengo la desgracia de encontrármelo le cedo la vía para contrabalancear
instintivamente ese azar. Y él jamás protesta: respecto a esto también ha sido un
cobarde.
SB | En el panorama internacional del movimiento, varios países del Este Europeo y de los Balcanes contribuyeron
con importantes nombres al desenvolvimiento del Surrealismo, especialmente en Yugoslavia,
Checoslovaquia y Rumania, los surrealista estuvieron bastante activos. ¿Cómo trabajaban
estos en la era de Stalin y Tito?
BP | Basta con decirle que el antiguo embajador de Tito en París
y el actual jefe del estado mayor del ejército yugoslavo fueron los fundadores del
movimiento en aquel país; es inútil, por consiguiente, comentar su evolución. Resulta
igualmente equivocado creer que el Surrealismo haya continuado influenciando subterráneamente
a los intelectuales yugoslavos. Y Tito dio prueba de ello hace poco tiempo: se baila
ahora en París el joven de Zagreb (joven, pero de gran valor), Radovan Ivsic, cuya
pieza teatral se presentará durante el próximo invierno en la capital francesa.
En otros países de los Balcanes, y en los demás satélites de Moscú, el estalinismo
corrompía, o simplemente asesinó, a todos los intelectuales ligados al Surrealismo.
Es este el caso de Checoslovaquia, donde fueron muertos todos los surrealistas,
excepto mi gran amiga Toyen, quien consiguió fugarse en el momento preciso.
SB | Sé que su presencia en el Brasil constituye una segunda visita,
así como también estoy enterado de que durante la guerra vivía algún tiempo en México,
donde participó, con André Breton, en movimientos literarios y artísticos de la
vanguardia. Sé, al mismo tiempo, que estudió la influencia del Surrealismo en los
países del hemisferio. ¿Qué nombres importantes podría citar y, finalmente, cual
ha sido el aporte de estos grupos en cada país?
BP | Pude observar esto en la América Latina. Aquí mismo, en Brasil,
tuve la sorpresa de encontrar hace 25 años a intelectuales de mi generación que
conocían y apreciaban el movimiento mejor
que muchos de los cofrades de París. Grupos numéricamente pequeños, surgieron en
casi todas partes: en Lima, César Moro y Westphalen; Cáceres (quien murió trágicamente
en 1949), Braulio Arenas y Gómez Correa, en Chile, y en Cuba, Wifredo Lam, son todavía
puntos de atracción para todos los estudiosos.
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EDIÇÃO COMEMORATIVA | CENTENÁRIO
DO SURREALISMO 1919-2019
Artista convidada: José Ángel
Leyva (México, 1958)
Agulha Revista de Cultura
20 ANOS O MUNDO CONOSCO
Número 137 | Julho de 2019
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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ARC Edições © 2019
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