EL MUSEO DEL VISIONARIO, de Floriano Martins y Berta Lucía Estrada
La anarquía es una estética.
HENRI CARTIER-BRESSON
JAVIER MANFURDO
El tarot es la ciencia más exacta. Miren
lo que aparece en una de sus cartas:
BB, la mujer que estaba servida en nuestra mesa, está
sentada en este momento en las escalinatas del Alvorada. Se pone y se quita la máscara;
Balancín aplaude, mientras espía sus pies calzados con un par de cocodrilos. Con
sus rodillas trata de acariciarle la nariz, larga como la trompa de un elefante,
y que danza al son de un bosanova.
Ella le hace carantoñas,
se ríe y le coquetea.
ANÍBAL VIOLA
Ojalá sea posible comenzar algo así.
Como si la máscara lo salvara de su propia debilidad espiritual. Hace poco encontré
manuscritos apócrifos en un cajón del vestuario que revelan que muchos eran los
infames que llegaron al Paraíso con una mentira, un truco, una carta marcada. A
veces el cuerpo es la única explicación para el abuso de los mitos. Será necesario
tener en cuenta que la realidad no vale más nada. Es como un drama que se repite
noche tras noche, un bufón que se ha vuelto loco por la comedia, y el público que
solía reír a carcajadas ahora comienza a sentir lástima por los actores. Comí una
parte del antebrazo de la mujer y su sabor me hizo retroceder en el tiempo, recordé
minucias del pasado cuando obtuve buenos papeles. Sí, yo tuve mis noches de gloria
antes de pudrirme aquí en este teatro suburbano, en esta alcantarilla de personajes
devastados por la realidad. Por eso no, por favor. Las máscaras siempre fueron un
desastre en nuestras vidas. Ahora tenemos que deshacernos de ellas.
JAVIER MANFURDO
Vamos a lanzarlas en la mitad del Vesubio,
el magma las transformará en el silencio de los pajaritos, mientras que los bufones
saltan sobre las piedras ardientes, juegan con ellas como si fuesen malabaristas,
se rien de la tragedia, son cómicos que exploran el centro de la tierra y luego
nos tiran aviones de papel. Los cocodrilos de BB les sirven de trenes de alta velocidad
mientras suben y bajan por su nariz como si fuese una montaña rusa. Balancín está
mareado, el mundo le da vueltas, trastabillea, cojea, su ojo bizco se equivoca de
trompa, siente que una fuerza descomunal lo aspira al centro del volcán.
ARLEQUINA KRACOVIA
[llegando directamente del circo ruso que está en la ciudad] Un instante, un instante. Antes de tirar a la reina muerta al mar quiero un pedazo. Un muslo entero, porque donde trabajo hay muy poco para comer. Un circo comunista en tierras capitalistas… Por suerte para mí, soy una tragafuegos, de lo contrario sería como esta pobre mujer. Por supuesto, con menos carne que ella. [mientras saca el muslo de la esfinge destrozada] Escuché lo que dijo Aníbal. Me encantan sus palabras y también su mirada soñadora de tigre. ¿No hay un
vino para mojar la conversación? Y este calor criminal que está aquí. Tal vez podríamos apagar las luces. Me digo a mí misma que la realidad es una casa abandonada. Una especie de refugio para aquellos que no se reconocen en el espejo. Aníbal, mi tigre y su bastón, ¿por qué no me muestras el vestuario?
ANÍBAL VIOLA
[meneando su cola de tigre y
moviendo su bastón –en realidad uno de los cocodrilos de la mujer del festín– con
gestos amenazantes mientras que se ríe a carcajada batiente] Aquí estás de nuevo mi hermosísima-horripilante Arlequina Kracovia. La
tragafuegos del Este que se sume en una permanente bulimia; al mismo tiempo que
no desdeña una buena tajada del muslo de la mujer que sirve de festín. Te he preparado
un disfraz digno de tu estampa y que dejará una estela de luces más allá de la eternidad
y que recorrerá los diferentes universos. Su tela está hecha de polvo cósmico; el
que cayó en la última visita del cometa Haley. Tiene el color del hueco de la capa
de ozono y huele a azufre salido de las entrañas de la luna. Calienta como el centro
del sol y se pavonea como un huracán. Tiene una cola que haría ponerse verde de
envidia al más hermoso de los pavos reales. Pero ya… ¡no comas más, glotona! ¡Ahora
es mi turno! [y se pone a comer con un apetito
voraz]
A este ritmo de gula, no habrá casi nada del difunto para
lanzarle al Vesubio. Cabello, huesos, uñas, algo de grasa corporal magra. Era imposible
saber qué quedaba de la sombra de esta mujer. Cuando comemos un cuerpo humano, comemos
su bondad y su maldad. Pero no lo sabemos. Arlequina expresa con su mirada un enigma
precioso: ¿qué ha heredado del espíritu de ese cadáver? Las palabras de un espectador
provienen de la audiencia: – Yo puedo ayudarte…
Ella es una mujer y Arlequina la invita a subir al escenario.
ARLEQUINA KRACOVIA
¿Cómo te llamas?
SULA MANITA
Sula Manita. Sé que lo bueno guarda una porción equivalente de maldad. Lo
que no sé es qué corresponde a esta oposición imperativa.
ARLEQUINA KRACOVIA
No importa. Veamos cómo Aníbal se inclina sobre el cadáver. Su audacia pronto
se convertirá en la forma en que tratará a las personas que lo rodean.
SULA MANITA
Si alguien pudiera sumergirse en su mirada, allí en su núcleo, seguramente
encontraría la naturaleza del mal. Observen cómo se petrifica su cara. Algo dentro
de él comprende gradualmente el efecto de su glotonería. El diablo se reconoce en
nuestros cuerpos.
ARLEQUINA KRACOVIA
Y en lo que hacemos, pensamos, sospechamos.
SULA MANITA
Si ambas atamos a Aníbal, y si nos lo comemos vivo, la noche finalmente
se encontraría con el día, la blancura del día con el esplendor de la noche; ya
sabes, como en los cuadros de Magritte. Y nuestros pecados serían recompensados
con una nueva experiencia
de vida.
ARLEQUINA KRACOVIA
¿Qué opinas si hacemos esto?
SULA MANITA
En Pathankoto, una ciudad del Punjab, le rendimos culto a los muertos; antes
que abandonen este mundo nos comenos una o varias partes de sus cuerpos, lo que
les asegura una fácil transmutación; al mismo tiempo que nosotros podemos apropiarnos de su inteligencia y arrojo. Nooooo, ¡no me mires así!,
tienes los ojos desorbitados y eso no es bueno para los zombis que nos rodean; ¡te
los van arrancar para ponerlos en el cinturón del que cuelgan millones de iris!
Si, ya lo sé; todo el mundo cree que en la India somos vegetarianos; eso es para
proteger a las vacas; lo que la gente no dice es que nos gusta alimentarnos de cadáveres;
primero por su excelsa carne, y segundo, ya te lo dije, para poder robarles sus
virtudes y sus falencias.
ARLEQUINA KRACOVIA
[dirigiéndose a Javier Manfurdo]
Javier, deja a un lado tu mazo de cartas y quédate con nosotras. ¿Te acuerdas del
personaje del Abad Sarnento? Podrías encarnarlo para comprender mejor el tema del
pecado.
JAVIER MANFURDO
Con inmenso placer. La idea misma de encarnar a un tipo cuyo espíritu es
el opuesto al mío ya es parte de la trama. [ahora
vestido como el personaje propuesto] La idea de buscar el poder y la debilidad
de los demás en la alimentación humana es inconcebible para las religiones. Todos
ellos defienden solo una parte del ser, su bondad, y consideran que el mal es algo
despreciable que debe evitarse a toda costa.
ARLEQUINA KRACOVIA
Pero todos somos también la representación del mal.
ABAD SARNENTO
De hecho, somos la representación de nosotros mismos, a los ojos de Dios.
Y el rostro de Dios expresa tanto la bondad como el mal. No importa de qué religión
estamos hablando. El acto de devorar al otro, especialmente cuando se trata de comer
carne humana viva, es una de las formas más extremas de entender la humanidad dentro
de nosotros.
SULA MANITA
[escuchamos los gritos de Aníbal] Ah, lo que faltaba, tu resistencia se desvanece y ahora podemos comer
tus gritos, que es una de las partes más deliciosas de tu espíritu. Al igual que
la risa.
ARLEQUINA KRACOVIA
Jajajajaja ¿Ves? No puedes evitar que nos demos este ágape y que nuestros
espíritus se roben el tuyo. Puedes gritar, aullar como lo estás haciendo, solo conseguirás
que cada partícula de tu alma y de tu inteligencia, de tu bondad y de tu maldad,
pasen a nosotros más rápidamente. Ya sabes, el teatro, y el dios pan, exigen diferentes
sacrificios. Y éste es el sacrificio supremo; el que nos permite entrar al hades
o más exactamente al پرديس paerdís persa. ¿Qué
no estás de acuerdo? ¿Y quién pide tu opinión? ¡Cállate de una vez que no puedo
devorarte mientras hablo! [y le da un mazazo
en la cabeza]
El golpe en la cabeza de Aníbal también pone el escenario
en la oscuridad. El público no sabe qué pensar. Un silencio incómodo se apodera
de la escena.
*****
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NO MUNDO INTEIRO
Número 156 | Agosto de 2020
Artista convidado: Franz Sedlacek (Áustria, 1891-1945)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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