EL MUSEO DEL VISIONARIO, de Floriano Martins y Berta Lucía Estrada
El derrumbe de un antiguo edificio deshabitado sin la provocación del hombre o la intervención del viento tiene todas las características de un suicidio por hastío.
ANÍBAL MACHADO
El escenario está totalmente oscuro. Se escucha una voz:
¿Hay alguien ahí?
Una vez más: – ¿Hay alguien
ahí?
De pronto se comienza
a escuchar una especie de quejido, poco a poco sube de intensidad, se apodera del
escenario, es un grito que pareciera de ultratumba.
El escenario sigue
desnudo.
Una gallina viva, y
asustada, es arrojada al escenario. Tiene una pequeña luz clavada en una de sus
patas. Gracias a esta luz podemos ver sus movimientos en el escenario que permanece
en la oscuridad.
La gallina recorre
con su mirada todo el escenario, poco a poco recupera la calma; respira profundo,
levanta un ala, luego la otra, luego una pata y luego la pata donde tiene amarrada
la pequeña lámpara, y comienza a iluminar diferentes partes del escenario hasta
que ilumina diferentes ángulos de los espectadores. Entonces levanta nuevamente
un ala y los interpela:
LA SEÑORA KNORR
¿De cuándo acá los hombres con bozal vienen a ver a una
gallina? ¿Acaso no saben que desde la revolución en la granja no los aceptamos más?
Ahora hemos recobrado nuestra dignidad, no le servimos a nadie y no aceptamos que
nuestros huevos y demás terminen en el plato de ustedes.
El teléfono suena en
la oscuridad y nadie sabe dónde está. Timbra repetidamente y con cada toque escuchamos
el sonido que proviene de un lugar diferente en el escenario.
LA SEÑORA KNORR
¿Ha aprendido este teléfono a volar? Será una burla de
los dioses. ¿Por qué razón yo no puedo volar? La última vez que lo hice fue en Rangoon,
y de eso hace una eternidad.
Finalmente decide utilizar
la lámpara que lleva en la pata como teléfono.
LA SEÑORA KNORR
Aló? Si, soy yo, la señora Knorr. ¿Qué dice? ¿desea que
le prepare un caldo de gallina? Pues usted debe estar loca; ¿en qué galaxia vive?
En el escenario se
escuchan risas y también algunos abucheos. La audiencia
definitivamente quiere irse. ¿Cómo sostener una gallina que habla y un teléfono
volador? ¡Y esta gallina loca que dice haber volado en Myanmar!
Ahora falta el teléfono para decir que quiere comprar un terreno en la parte trasera
del escenario.
EL TELÉFONO ROJO
No me trates como si fuera una mujer. Soy el Teléfono
Rojo y necesito información sobre los precios de estas tierras vacías detrás del
escenario. Quiero construir cabinas para que los gobiernos consulten al teatro cuando
quieran poner un pie en sus manos.
LA SEÑORA KNORR
¿El teléfono rojo que duerme desde hace treinta años en
el basurero que da a los baldíos donde se refugian los adictos a la amapola? Pues
es un gusto escucharte de nuevo. Lo que pasa es que esos terrenos no están en venta.
No, no grites; lo que pasa es que el señor, al que le dicen presidente, viene todas las noches a fumarse
un puro de La Habana con sus amigos; y allí suele pasar la noche.
EL TELÉFONO ROJO
Las lavas crecen en todas partes anticipando los volcanes.
El humo de los puros de El Laguito tiene un componente que hace que la realidad
adopte formas inesperadas. Algo me dice que este presidente se va a morir asfixiado
por el veneno de su propia lengua.
La Señora Knorr comienza
a temblar de emoción. Como si alguien finalmente dijera lo que piensa.
LA SEÑORA KNORR
Creo que la brutal oscuridad que encontramos en el escenario
es la señal más completa de que todos desean la muerte de este señor.
Al final hay aplausos
y vivas a la sra. Knorr. La luz de su pata se apaga y el escenario vuelve a quedar
a oscuras.
Lo que vemos ahora
es un escenario-fantasma entregado a los brazos de la mayor oscuridad. El silencio
también es intenso hasta el punto que se puede escuchar la respiración inquieta
del público. ¿Cuánto tiempo aguantará la gente este incómodo silencio? Si la paciencia
lo permite, pronto será el momento de que el presidente se presente para fumar su
puro.
LA SEÑORA KNORR
¿Cuántas personas se fueron?
EL TELÉFONO ROJO
Todas, menos sus compinches de La Amapola; sin él estarían
huérfanos, sobre todo no tendrían cómo poder iluminar el baldío con sus alucinaciones.
LA SEÑORA KNORR
Estas personas ni siquiera eran parte del público. Allí
fueron puestas por ordenes expresas del presidente para poder escuchar lo que dicen
de él. Cuando finalmente llega, todos se juntan en el escenario. La casa es asaltada
por la violencia de su presencia en el mundo. Todavía no hay luz, porque este es
un tiempo de oscuridad. Tampoco se entienden las voces. Hay una confusión de sentidos.
Las reacciones sólo pueden ser una aceptación tácita o un arrepentimiento por el
curso de la historia.
EL PRESIDENTE
[viene por detrás,
fumando un puro] Mis palabras quieren acompañar mis acciones. Sin embargo,
hay ocasiones en las que una cosa no sabe dónde está la otra. Quizás esta humillación
venga por el hecho de que no es posible dejar tan libre la imaginación, es decir,
los teléfonos no vuelan, las gallinas no hablan. Y esta tierra ha sido maldecida
por el libre albedrío. Todo esto debe terminar.
El señor de las tempestades
ruge y la lava de la última explosión del Oka-Toka inunda el escenario. El presidente
se funde y los espectadores aplauden. Doña Gallina está de plácemes, así el diminuto
señor que ya es lava hubiese dicho que ella no habla.
LA SEÑORA KNORR
Esta es la primera destrucción del mundo causada por el
hastío. Este puede ser un nuevo tipo de catástrofe a la que tendremos que acostumbrarnos
o estar preparados para enfrentar.
Nueva ola de silencio.
El silencio en el escenario
sólo se rompe con el tono del teléfono.
¿Hay alguien ahí?
*****
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NO
MUNDO INTEIRO
Número 156 |
Agosto de 2020
Artista convidado:
Franz Sedlacek (Áustria, 1891-1945)
editor geral
| FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente
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