FM | Hay un erotismo en Susana que está
más allá del mito, o que inventa su propio mito, el descenso en los páramos de su
aventura espiritual que toca lo carnal y se expande. ¿Cómo lo ves?
BH | Hay en Susana desde que era muy
joven, una preocupación por la mística, que en ella no es sino una búsqueda incesante
por indagar el por qué de la vida. Es algo absoluto en ella, y se expresa en una
sed de conocimiento, de entender. Esto ella me lo ha expresado muchas veces, y se
manifiesta en todos los aspectos de su experiencia como persona, como artista. Lo
que la distingue a ella de otras personas es la valentía con que enfrenta y expresa esa constante búsqueda por el sentido
de la vida, que incluye el erotismo al que tu te refieres.
FM | Lo mismo se pasa con la naturaleza
que es como adentrar una selva de misterios donde el árbol, el cuerpo, el alma se
mezclan como se buscasen otro modo de alcanzar el misterio primordial. Por eso miramos
sus obras y nos encontramos con un abismo eternamente renacido.
BH | El imaginario de Susana a mi parecer,
esta enraizado en la realidad concreta. Esa realidad incluye tanto la vigilia como
el sueño, y quizás que otros estados anímicos; desde niña la escucho describiendo
espacios, objetos, colores, texturas. Hay en su relatar, en su expresión artística,
en sus escritos una fuerte insistencia en los espacios físicos, la forma de los
objetos que conforman su entorno y su relación anímica con el mundo. A Susana le
interesa todo lo vital y hay en su curiosidad una pureza que tanto en su quehacer
diario como en su arte se manifiestan con encanto y optimismo. La pasión con que
percibe la realidad, especialmente el mundo natural, los animales, la vegetación,
la ha llevado siempre a transformar la realidad en algo mítico y deslumbrante. Lo
extraordinario en Susana es que no es nunca falsa, y quizás por sus raíces en la
cultura centroeuropea (esto lo describe en forma genial Michael Löwy en su libro
Rédemption et utopie le judaïsme libertaire
en Europe centrale), su educación, la actitud que ella hereda de sus propios
padres y, por supuesto, lo que le ha tocado vivir, ella rechaza todo sentimentalismo.
Basta oírla hablar de su infancia durante la guerra, cuando describe como descubre,
estando en un sótano refugiada con su familia de los bombardeos en Budapest, que
al juntar el color amarillo con el azul se crea el verde; el esfuerzo que le significaba
caminar a la escuela sin perderse entre las ruinas de la ciudad bombardeada. Hay
también experiencias de terror que nosotros como hijos intuimos en ella, que no
expresa pero que sin duda la han marcado.
BH | Yo no puedo negar que la forma en
que Susana aborda lo creativo ha significado un ejemplo para mí, que me ha hasta
cierto punto formado. Hay afinidades en nuestra actitud hacia la creación artística,
y también hay muchos puntos de contacto en ciertas imágenes, pero el grado en que
coincidimos en ciertos temas varia, porque tenemos sensibilidades distintas. Según
Susana yo me parezco mucho en mi carácter a su madre, Violeta Resinger.
FM | En cuanto a la amistad, sus viajes,
los caminos recorridos juntas, ¿podrías hablar de sus puntos esenciales?
BH | Desde que yo era adolescente, durante
los primeros años de nuestra vida en Canadá, Susana y yo hemos tenido una complicidad
y una amistad muy profunda. El viaje más importante de mi vida, cuando salimos de
Chile el día de Navidad de 1970 lo hice con Susana y con mi hermano Alejandro. Susana
nos dejó en México con mi padre, José Hausner, mientras ella siguió rumbo a Toronto.
A las pocas semanas la siguió Ludwig, con nuestro hermano Javier. Alejandro y yo
nos juntamos con ese núcleo familiar en Toronto seis meses después. Harald Zeller,
hijo de Ludwig de su primer matrimonio con Wera Klose, tuvo que quedarse en Chile
hasta después del golpe. Pudo salvarse y se trasladó a Berlín donde vivía su madre.
Menciono a mis hermanos, porque Susana nos asume a los cuatro como hijos suyos.
El
otro gran viaje que he compartido con Susana es el surrealismo. He sido testigo
desde niña de su entrega a esa visión del mundo, desde observar como movía la pluma
con tinta china para dibujar las imágenes que forman parte del libro Las reglas del juego, hasta verla como diseñaba
y producía impresos en las ediciones de Oasis Publications, pasando por el afán
y dedicación con que montaba exposiciones y organizaba eventos con Ludwig en Casa
de la Luna. Hay mucho más, naturalmente…
FM | Y sobre su Surrealismo, ¿crees que
participa de una tradición o ha creado una voz muy particular que la identifica
como una de las grandes artistas de nuestro tiempo? Pienso sobre todo en esto que
Artaud ha defendido en el Surrealismo, el imperativo de introducir profundas transformaciones
en la escala de las apariencias, en el valor de significado y en el simbolismo de
lo creado.
BH | En alguna parte Susana expresa que
ella era surrealista antes de conocer a Ludwig, quien la introdujo al surrealismo,
filosofía de la vida que ella asumió enteramente de ahí en adelante, a veces de
forma que no coincide con las modalidades “estéticas” de la plástica surrealista.
Susana desarrolla su propio lenguaje visual y plástico para llevar a cabo la transformación
del ser y del mundo, lenguaje que expresa una verdadera mística de la realidad.
BH | Concuerdo enteramente con Adolphe Acker. De hecho, pienso que toda verdadera artista es revolucionaria, porque participa de la transformación del ser y del mundo en que se desenvuelven los seres humanos. La creación de Susana se alimenta del mundo concreto y sensorial, como lo menciono antes, y de la realidad histórica. Es decir, para Susana no hay límites. En la vida cuotidiana esto se manifiesta en una sed de conocimiento que la lleva a leer e informarse de todo lo que está su alcance y de lo desconocido también.
BH | A Susana la salva su sentido del
humor. Punto.
FM | ¿Qué más quieres decir de tu mamá?
BH | Quiero añadir en forma de viñetas
unas poquísimas impresiones de mi mamá, a quien sigo viendo como una mujer deslumbrante,
llena de energía, positiva, valiente ante adversidades que ha enfrentado con elegancia
e inteligencia:
· Mi mamá en su taller de cerámica
dándole impulso con el pie al torno para que yo juegue a manera de carrusel
· Susana en bikini leyendo
al borde de la piscina mientras mi hermano Alejo y yo jugamos en el agua. De repente
me doy vuelta y veo que mi madre corre y saca de un brazo a mi hermano que se estaba
ahogando.
· Susana maquillándose los
ojos, en un vestido chino de seda cruda, preparándose para salir de fiesta con mi
padre
· Acompaño a Susana de compras
a una boutique en Oakville, pequeña ciudad donde vivimos un tiempo en los años setenta.
Se prueba y se compra dos prendas, a mi parecer carísimas, que luego usa durante
muchos años, en todo tipo de circunstancias, y en las que siempre se ve perfecta.
· Susana en nuestra casa en
Toronto llorando mientras dibuja, tras enterarse de la muerte de su padre en Buenos
Aires.
· Mi mamá nadando. Parece una
sirena deslizándose en la piscina o algún lago, sin jamás salpicar una gota de agua.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NO MUNDO INTEIRO
Número 160 | novembro de 2020
Artista
convidada: Susana Wald (Hungria, 1937)
Fotógrafa
convidada: Dulce Ángel Vargas (México, 1981)
editor geral | FLORIANO MARTINS |
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editor assistente | MÁRCIO SIMÕES
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FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
ARC Edições © 2020
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