OMAR CASTILLO | Gonzalo Arango y el Nadaísmo
En 1958, cuando en Medellín es
fundado el Nadaísmo por Gonzalo Arango, Alberto Escobar Ángel, Amílcar Osorio, Humberto
Navarro, Eduardo Escobar, Darío Lemos, Jaime Jaramillo Escobar y Jaime Espinel entre
otros y se suman a ellos desde Cali, Jotamario, Elmo Valencia y Armando Romero,
la presencia del grupo Nadaísta en la literatura colombiana aparece tiñéndose y
destiñéndose en el espejo de la cultura nacional como un cortocircuito a través
del cual sus integrantes deslizaron hábilmente el registro anecdótico de sus escándalos
y roses sociales con los que querían llamar la atención de un pueblo pacato, envuelto
en una de las tantas contiendas fratricidas que lo han caracterizado desde el momento
de su independencia hace 200 años, y por supuesto también deslizaron sus poemas,
manifiestos y demás escritos literarios, sacudiendo con ellos la modorra y las sanas
pasiones en versos rimados por los aedas colombianos cuyo oficio era encubrir la
violencia usurera de los señores “dueños” del país.
En el “Primer manifiesto Nadaísta”
escrito por Gonzalo Arango, es evidente la intención que sobrecoge a quienes se
acogen y se movilizan consecuentes con lo dicho en él:
Destruir
un orden es por lo menos tan difícil como crearlo. Ante empresa de tan grandes proporciones,
renunciamos a destruir el orden establecido. La aspiración fundamental del Nadaísmo
es desacreditar ese orden.
Empresa a la que se aplicaron
en su cotidianidad y en su creación literaria. Lo paradójico es que los actos esperpénticos
producidos por el grupo Nadaísta en sus comienzos, es lo que hoy llama la atención
y al parecer resulta divertido para quienes se aproximan a ellos, empero, resulta
oportuno aproximarse y leer la obra de cada uno de ellos más allá de ese anecdotario.
Porque cuando la atención del
lector se encamina hacia una obra como la de Gonzalo Arango se encuentra con libros
como Sexo y saxofón (Ediciones Tercer
Mundo, 1963), donde Gonzalo Arango logra cuentos que pueden figurar en las más exigentes
antologías de este género literario, y si insiste en sus pesquisas, también se encuentra
con Prosas para leer en la silla eléctrica
(Ediciones Triángulo, 1966), libro de crónicas y ensayos escritos por quien supo
aprehender los fenómenos literarios, sociales y políticos de su tiempo y rastrillarlos
hasta lograr un decir que le permitiera auscultar y confrontar tales fenómenos,
inclusive en sus momentos más ingenuos, su escritura no pierde fuerza y consigue
impactar contra los aberrantes desmanes perpetrados por las clases económicas y
políticas del país en las décadas de la llamada “Violencia en Colombia”.
Y lo otro significativo en la
trayectoria de Gonzalo Arango, son los hechos del Nadaísmo como realidad literaria
en la cultura colombiana e hispanoamericana, pues fue él quien avisó las rupturas
necesarias para oxigenar la literatura colombiana a mediados del siglo XX, para
lo cual impulsó la difusión de los integrantes del grupo con el fin de que sus poemas,
sus cuentos, sus ensayos, sus obras de teatro y sus novelas mostraran la renovación
literaria lograda por ellos, asunto que hoy parece el resultado de un chiste si
tomamos a Gonzalo Arango y a los otros integrantes del grupo Nadaísta como un reguero
de anécdotas divertidas, empero, si vamos a sus libros comprenderemos el arduo proceso
que esa renovación significó y sigue significando. Del trabajo de Gonzalo Arango
como difusor de los integrantes del grupo Nadaísta quedan las antologías 13 Poetas nadaístas (Ediciones Triángulo,
1963) y De la nada al nadaísmo (Ediciones
Tercer Mundo, 1966). Y no podemos olvidar al poeta, pues de su obra poética se puede
armar una antología donde resultaría evidente lo huero de quienes afirman que Gonzalo
Arango no es poeta. Una muestra de ello son los poemas suyos que Armando Romero
recoge en su Antología del Nadaísmo (Sibila-Fundación
BBVA, 2009).
Sigue siendo esencial para leer
a Gonzalo Arango el libro Obra negra,
“Selección antológica” preparada por Jotamario y publicada por Ediciones Carlos
Lohlé de Buenos Aires en 1974. Pues en él se encuentra consignado el itinerario
vital y literario del autor, sus ansias y desasosiegos, sus encuentros y sus rupturas,
pero ante todo el lector se encuentra en este libro armado como un rompecabezas
fragmentario, con la escritura de un ser inserto en las vicisitudes de su tiempo
y afrontándolas sin temor al equívoco ni a la ingenuidad, menos al ridículo. En
“Manifiesto poético”, texto incluido en Obra
negra Gonzalo Arango apunta:
Un
mundo en crisis y desintegración produce una belleza de tránsito, provisional en
el Absoluto, y correspondiente a la turbación que la inspira.
En la obra de Gonzalo Arango se
mantiene un aliento vital para el lector de hoy y fundamentalmente para los escritores
de nuestros días tan proclives a las “correctas maneras” promovidas por la industria
del consumo delirante y la información según estas “políticamente correctas maneras”
de vivir, pues en la obra de Gonzalo Arango se encuentran reflexiones y nociones
de un ser humano que no tuvo temor de asumir sus contradicciones, de vivir lo oscuro
y lo luminoso de su experiencia vital y creativa, la suya es la obra de un poeta
y un prosista atento a las magnitudes visibles y no visibles de una época que sigue
siendo la nuestra. Empero, es necesario recordar como la permanencia de un autor
y la de su obra literaria está ligada a la capacidad lectora de cada tiempo, a las
vicisitudes azarosas que son figuradas en él como en un fresco cuarteado y que aun
así no para de suceder en sus imaginarios de realidad y otredad.
La obra de Gonzalo Arango como la de los otros integrantes del
grupo Nadaísta debe ser considerada de modo individual, ya que la escritura de estos
no estuvo limitada por un programa literario, pues sus manifiestos apuntaban a las
necesarias rupturas con la literatura escrita en Colombia hasta entonces, también
contra lo solapado, lo mezquino y abrupto de su época, más que a convertirse en
una guía de escritura. En sus coincidencias y diferencias, lo vivido en común por
los integrantes del grupo Nadaísta fue una rotunda amistad inmersa en búsquedas
humanas y literarias que permitió a cada uno de ellos asumir el encuentro con su
capacidad creativa. Esta aventura es la que reflejan en sus obras y los hace participes
y necesarios en el suceder de la literatura en Colombia.
Y volviendo al inicio de este
texto, es necesario decir que en la poesía escrita en Colombia por algunos de los
poetas que nacimos después de 1950, es decir, tras la experiencia creativa propuesta
por los Nadaístas, hemos asimilado las contribuciones y los abruptos de las Vanguardias
y a través de ellas accedido de manera renovada al acervo poético de Occidente y
del mundo, ampliando así las visiones y capacidades poéticas sobre la realidad y
sus incognitos. Asuntos posibles por la irrupción Nadaísta en 1958.
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