OMAR CASTILLO | Fernando Charry Lara: entre lo nítido y lo oscuro
A la fina y discreta elegancia
de su ser vital la surtía un aliento místico que se reflejó en su cotidianidad y
en su obra, siempre dispuestas a aprehender lo extraño del desvelar humano.
En Charry Lara, el descendimiento
poético se lee posible por la disciplina de quien se mantuvo alerta para los súbitos
donde la vida prende y se realiza. Empero, cuando el poeta asume para sus poemas
esos hallazgos, inevitablemente es tocado por el sentimiento de que las palabras
solo le alcanzan para destilar los ecos que se ocultan en ellos. Tensión que se
resuelve por la insistencia del poeta hasta lograr que las palabras revienten sus
secretos hacia otra noción del mundo, en formas que por fin consiguen expresar sus
contenidos, haciéndose ofrendas para el regocijo de lo luminoso y de lo oscuro,
de lo críptico y de lo desvelado. La de Fernando Charry Lara es una escritura que
se imprime y se lee en los resquicios del día fundiéndose en la noche, cuando la
memoria es irradiada en su fulgurante realidad por lo onírico.
La poesía de Fernando Charry Lara
se caracteriza por el íntimo aliento con el que registra la vida, las maneras de
su crear y suceder. La suya es una obra al borde del silencio, un toque donde queda
consignada la realidad en lo cotidiano de sus usos e incertidumbres. Es una obra
precisa en su ánimo conversacional, de una intensidad que conmueve. Su aliento alcanza
las briznas que la luz ilumina y que él ampara para el poema, en palabras vueltas
ritmo para evocar un instante único en la memoria de su sensibilidad, un día que
vaga en sus “palabras como luz soñadora”,
tal como lo dice en su poema “Cielo de un día”, con el que se abre Llama de amor viva (Procultura, 1986), título
donde reúne sus tres libros: Nocturnos y otros
sueños (Editorial ABC, 1949), Los adioses
(Ediciones del Ministerio de Educación, 1963) y Pensamientos del amante (Instituto Colombiano de Cultura, 1981).
En el poema “A la poesía”, en
los versos “Tú sola, lunar y solar astro fugitivo,
/ Contemplas perder al hombre su batalla”, nos entrega su noción de la poesía
como una “secreta amante”, a la cual él
acude, en una cita sin límites, para compensar, en el delirio y en el relámpago
que en ella presiente, las continuas derrotas, su aciago itinerario por la vida.
La poesía como un astro que contempla la realidad humana fugándose en sus batallas.
Una amante lunar y solar, lo que la hace cripta y revelación, ceniza y brasa en
el fuego del devenir. Charry Lara figura su imaginario poético en un cuerpo femenino,
en un cuerpo del que espera entregue la revelación, el desciframiento de los ideales
y anhelos humanos, el hálito renovador de su sensual presencia en la tierra:
Ser
otra vez tú misma,
Salobre
respuesta casi sin palabras,
Surgida
de la noche
Con
tristes sonidos, rocas, lamentos arrancados del mar.
Y el mar, constante en su obra,
es aquí el ritmo donde se mece la femenina presencia de la poesía mientras suelta
sus súbitos delirios y relámpagos, su voracidad cognoscitiva, su pasión de amada.
Las de Fernando Charry Lara son
palabras nítidas y alucinadas, vueltas sombras de instantes que se deslizan en el
poema, polvo de nostalgias iluminadas impregnando su decir con las alusiones de
quien vaga por los restos de sus huellas, desvelando con su invisible arañar el
ir y venir de la vida, el avanzar de la muerte. Como las de su epicedio “A Jorge
Gaitán Durán”, poema entrañable, de voz contenida al tiempo que desgarrada. Escuchemos:
Si
tu desnudo gesto inmóvil
Si
tu rostro que estalló de pronto ante un espejo
Si
tu voz mutilada por el árbol por la nube
Si
tu paso callando por un sótano.
Qué dolor en estas palabras quebradas
obstinándose en la memoria, ardiendo hasta la herida, consumiéndose hasta la ceniza.
Vértigo donde queda la ausencia como “Un puñado
de estrellas y de madrugadas”, “La lenta
noche del mar” vagando “por la memoria”.
En los poemas de Fernando Charry
Lara las atmósferas acogidas, los ámbitos aprehendidos en cada verso, en cada estrofa,
son posibles cuando las presencias y los recuerdos de la voz poética que sucede
en ellos es tocada por el sueño. Lo cual da a sus imágenes una carga onírica que
les permite encabalgarse como si fueran los girones de un despertar en la penumbra
y la “luz soñadora” de un día que se inicia
en sus oficios, también en la búsqueda de lo oculto de esa penumbra.
El aliento lírico que recorre
su obra puede verse en el poema “El lago”, donde sus constantes sensaciones cognoscitivas
vueltas nubes, viento, agua, tiempo otro, luz en una mañana única, en un mar donde
se guarecen los recuerdos del amante desconocido, alcanzan el ánima de la poesía
hasta figurarla en lo sensual y entrañable femenino, ya como extrañeza, ya como
ciudad en ascuas, o como vacío laberinto fugándose en un viento irrecuperable. Lo
femenino poético donde alcanzar el sueño, la pasión memoriosa del olvido, la noche
en la palabra auscultando el relámpago que revela el poema. La presencia donde acontece
la vida.
La obra poética de Fernando Charry
Lara en su contenida lírica, nos deja ver el extático de una experiencia amorosa
a través de lo nítido y lo oscuro del lenguaje.
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