segunda-feira, 14 de dezembro de 2020

NAUFRAGIOS DEL TIEMPO XIV – XVII

 

El hombre es divino en la experiencia de sus límites. 

GEORGES BATAILLE

 


XIV
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El estallido inesperado de Cibele, su pérdida de humor, a lo mejor involuntaria, hizo que toda esa arquitectura de vidrio y metal se congelara con el tiempo, en el refinamiento pleno del vértigo, en medio de esa agitación rigurosa que buscaba el apogeo de la revelación. Quizás era demasiado pronto para que ella entendiera lo que estaba pasando.

¿Qué efecto tiene la limpieza en nosotros? Cuando barremos el polvo diario de la casa, o lavamos la impureza del espíritu en un terrero de umbanda, o cuando borramos de la memoria episodios no deseados. No tenemos mucho que decir si la limpieza es exitosa. De lo contrario, insistimos, antes que la frustración nos destruya.

Safir fue abducida a la edad de 16 años. Rodeada por una neblina, quedó suspendida en el aire hasta que estuvo dentro de un cubículo oscuro con sus pequeñas luces azules incrustadas en el techo. Sintió a su lado una presencia no identificada que le reveló telepáticamente la creciente desertificación de determinadas zonas del planeta en contraste con las inundaciones de otras. Cuando la devolvieron al sofá de su salón en Manizales, sintió que era su deber revelar lo dicho. Su decisión, sin embargo, la perturbó. Desacreditada y silenciada, su vida se convirtió en un infierno.

Zaya era una flor de luz en Memphis. Una anciana le rebeló que ella vino a la Tierra para poner fin a las matanzas del inframundo. Creció preparándose para esa lucha, siguiendo las huellas dejadas por escribas anónimos. Con el tiempo todos se acostumbraron a llevarle el corazón para que ella evaluara el contenido del mal que contenían. Luego escribió su nombre al revés en cada uno de ellos y todos volvieron a sentirse bien. Entonces los dioses se sintieron traicionados por esa mujer y una noche la ataron al falo de Seth con los ojos vendados para que nunca volviera a ver el día.

Renata fue la primera bailarina del Royal Ballet en 2043. Era un pájaro con mil alas cuyo cuerpo se desplegaba en el escenario como una bandada de abanicos multicolores. En una de sus excursiones por África conoció a Murayama, la ciudad sin mar, cuyos habitantes eran ágrafos. La palabra hablada era la única fuente de vida, un sello sagrado de un pueblo que nunca pensó en dejar un registro de su historia. Ante esa extraña forma de ser, Renata tomó la decisión de abandonar el ballet y dedicarse a alfabetizar a los nativos de Murayama. El hambre, la guerra, la corrupción, eran factores vividos con asombrosa naturalidad, sin que se comprendieran sus causas. Al aprender a leer y escribir, la gente se horrorizó con toda esa violencia y, curiosamente, decidió responsabilizar a Renata de traerles su aterradora conciencia. La bailarina quedó encadenada en la cima de Taragiteca, el árbol de metal sin hojas que había nacido en el centro de Murayama. Su cuerpo quedó allí hasta que se vino abajo como símbolo de una era oscura del conocimiento.

Este es el desafío de Lavinia. Buscar el entendimiento de todas las mujeres que formaban parte de Cibele para que le ayuden a recuperar la voz de estas tres y tantas otras.

 


XV
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Cibele era consciente del peso inconmensurable del silencio impuesto a miles de mujeres antes y después de ella. Conocía la ausencia de imágenes– su propio pasado se perdió una y mil veces en los pesados bancos de calígene. O bien se fundió en las tinieblas. Olvidó su propia historia– cayó en el hueco del tiempo– se convirtió en paria, deambuló por túneles de espejos, por callejuelas secretas, subió y bajó por escaleras de caracol. Cronos, y su reloj de arena, la controlaban y le impedían escuchar la música de su cascada. Por eso no pudo oír la lira de Orfeo– se quedó en el inframundo mientras él y Teseo-Alfredo se internaban en la primavera. Olvidó a Lavinia. Ya no pudo descifrar los graznidos del cuervo de su cancerbero. Se extravió en el túnel de sombras donde Cronos es el amo y señor. El laberinto del ajedrez la atrapó para siempre. Aún quedaba una pregunta: ¿Podría escapar?

 

XVI.

 

La escena congelada en medio de un torbellino se rompe en infinitos pedazos, con sus crujidos insoportables e imágenes destrozadas. Poco a poco la oscuridad registra su presencia, la escritura de sus dones. La oscuridad total que lo envuelve todo y regurgita un silencio asombroso.

No hay forma de descifrar la ausencia de todo excepto a través de los movimientos de su cuerpo. Para ello, es necesario vaciarse desde dentro. Aceptar la cariñosa nulidad del ser. Un mundo sin símbolos, métodos, apariciones. Somos un río de almas sollozando al descubrir un camino transfigurado. Es necesario dejar que estas almas hibernen hasta que reconozcamos la visión de otro mundo.

Durante un tiempo desconocido, la oscuridad pasó la noche en un vacío. Una pequeña lágrima en el centro y al final vimos una frágil lengua de luz. Era imposible identificar si la magia dormía o velaba. El hilo de luz se arrastró por el escenario como el fantasma de una serpiente. Desde su diminuto cuerpo la luz ganaba fuerza.

Lavinia, con la incomparable sustancia de su desnudez, en movimientos latentes, dejó al descubierto un gran árbol en el centro de ese negro abismo. Árbol tal vez ilusorio, representación de una voluntad imperfecta, trance automático del deseo, el gran árbol-madre como receptáculo de una alegoría mística.

Cuando se forma todo ese ambiente de intensidad casi inverosímil, Lavinia nos hace vislumbrar la presencia de Cibele y Alfredo. Telepáticamente les dice que no importa si recurren al éxtasis religioso o cualquier otro truco de ilusionismo, la pareja no debe olvidar que está ahí para inventar la manzana.

 


XVII
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La vida está hecha de pérdidas, eso lo sabía muy bien Lavinia. Por el momento, Alfredo le ganaba la partida, lograba salir del laberinto y Cibele lo acompañaba. A Lavinia le sobraba paciencia y tiempo– sabía que las piezas del ajedrez tienen movimientos infinitos y que en uno de ellos su amada volvería a la bañera con ella. Así que cambió los espejos por otros más grandes– el pentagrama desapareció del decorado– y en su lugar puso una foto que ella y Cibele tomaron del oráculo de Delfos en una visita no muy lejana. Allí escucharon, en un lenguaje sin sonido, que su alianza sobreviviría al caos y que habría aguaceros que las alejarían la una de la otra. Luego los ríos volverían a ser solo uno y ellas se reencontrarían en la misma barca. Ni siquiera Caronte podría separarlas definitivamente. El tiempo está hecho de trampas, de señuelos, es evasivo y a veces se deja pescar– se disfraza, hoy es un lobo y mañana un gato. Y los gatos aman la libertad, el confort– y Alfredo no le ofrecía ninguna de las dos cosas a Cibele.

Afuera, un pájaro carpintero preparaba su nido al interior de un árbol– una especie de concierto que Lavinia apreciaba.

Así que se sentó a esperar a que las aguas mansas regresasen a su cauce. 

 


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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NO MUNDO INTEIRO

Número 162 | dezembro de 2020

Artista convidada: Siegrid Wiese (México, 1980)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

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