1. El último
vuelo del flamenco, de Mia Couto, un libro de una extraña y profunda belleza
Cuando leí El último vuelo
del flamenco (2002), del mozambiqueño Mia Couto, exclamé en voz alta: ¡Qué libro
tan hermoso! Lo hago muy pocas veces, y creo que nunca me lo digo a mí misma en
voz alta; como ratificando una y otra vez que sí, que si es cierto que acabo de
leer un libro que me ha conducido por parajes inusitados, en los que la palabra
es una y otra y otra y otra vez pura poesía.
Pero, ¿Quién es Mia
Couto? Podría decir que es nada menos ni nada más que el ganador del Premio Camoes
2013, el galardón más importante de la literatura escrita en lengua portuguesa,
equivalente al Premio Cervantes de Literatura, y con eso uno creería que ya se ha
dicho todo. Pero no, Couto es eso, y mucho, mucho más. La primera vez que leí algo
sobre él fue en el diario El Espectador (Colombia) donde apareció una breve reseña
sobre la obra a la que hago referencia. Y aunque la leí con atención luego la olvidé
y un año después me sumergí en ese mundo lírico y mágico del mundo rural mozambiqueño.
Lo hice con fruición, bebiendo, degustando cada palabra, cada expresión, y con la
certeza que voy a volver a leerlo varias veces; eso sí, en voz alta; puesto que
es una narración para ser escuchada, no leída, ya que tiene la magia de la tradición
oral.
“El mundo no es lo que existe, sino lo que ocurre.” Dicho de Tizangara
Couto nos lleva por
parajes de lo que podría denominarse surrealismo africano, paisajes oníricos, porque
“En Mozambique, lo que no se ve es más
importante que lo que se ve”, dice Couto en su novela y en algunas entrevistas
que le han hecho. La novela se desarrolla en Tizangara, una especie de Macondo,
un pueblo imaginado, soñado, pintado con las palabras y las expresiones de las palabras
de las veintiséis lenguas que se hablan en el país, más de treinta si se tienen
en cuenta los diferentes dialectos del bantú.
Esa misma impresión
tuve con la lectura de El último vuelo del flamenco. Las leyendas y los mitos
fundacionales recorren sus capítulos y nos explican ese mundo inexistente y no por
eso menos verdadero. La magia de la palabra y los sueños, más verdaderos que la
pálida realidad de los habitantes de Tizangara, son los verdaderos protagonistas.
Son ellos los que explican los hechos fantásticos a los que se ve enfrentado el
italiano Massimo Risi que ha ido a investigar las misteriosas explosiones de seis
soldados pertenecientes a los cascos azules de la ONU; dejando como única seña de
su paso por el mundo sus penes colgando de ninguna parte.
Es así como Couto
nos sumerge en la guerra civil, que va desde 1977 hasta 1992, trayendo a colación
la época del colonialismo portugués y mostrando en toda su crudeza la corrupción
rampante de las fuerzas del orden y administrativas.
La lectura de El
último vuelo del flamenco me regaló momentos muy emotivos, quería subrayarlo
todo, cada frase se me hacía única y de una extraña belleza y profundidad. Solemos
creer que sólo los occidentales son capaces de crear un pensamiento filosófico,
por lo que olvidamos que el pensamiento mágico también lleva dosis enormes de filosofía.
El fin del libro es
bastante acertado, ya que en él se constata que la narración obedece a una cosmogonía
clara; y como todas las cosmogonías lleva en sus entrañas su propia desaparición,
como cuando Macondo es borrado de la faz de la tierra. En lo que fuera el poblado
de Tizangara solo quedan dos testigos; o sea los elegidos para contar la historia,
la leyenda de Tizangara. En otras palabras, para que el olvido no se instale en
las praderas áridas, habitadas por el viento y por el vuelo de las zancudas.
NOTA
Como no quería abandonar el asombro
que me había producido El último vuelo del
flamenco, inmediatamente me sumergí en la lectura en francés de su libro La pluie ébahie, en portugués A chuva pasmada, su título en español podría
traducirse como La lluvia pasmada.
2. Calle de las tiendas oscuras,
de Patrick Modiano, o el arte de perderse a sí mismo
A raíz del Nobel los críticos
literarios hicieron énfasis en resaltar su condición de “arqueólogo de la memoria”. Incluso él mismo dice que su memoria
existe antes de su nacimiento. Elementos que cobran importancia cuando se lee el
libro Calle de las tiendas oscuras. Su personaje principal, Guy Roland, al
menos uno de sus nombres, de profesión detective, poco carismático, casi un borrador
de sí mismo, parte a la misión más importante que ha hecho en los últimos quince
años, la recuperación de su propio pasado, la recuperación de la memoria perdida
en una mañana hibernal mientras cruzaba la frontera hacia Suiza, tratando de huir
de la ocupación alemana en territorio francés.
Calle de las tiendas
oscuras, Premio Goncourt
1978, está escrito como si fuese una novela policiaca. Guy Roland parte a la búsqueda
de su propia vida, de sus propios recuerdos, extraviados en una amnesia severa de
la cual desconoce las causas. Roland es un personaje gris, sin emociones, sólo lo
mueve una especie de intriga sobre su propio pasado, pero sin que tenga mayores
consecuencias en su nueva vida. Posiblemente porque es aún más gris que la anterior.
El libro es un viaje
al interior de un laberinto, sin un Dédalo que sirva como punto de referencia para
poder regresar si el encuentro con el Minotauro que habita en su interior es más
monstruoso de lo que el protagonista pensaba. Es un libro en que su personaje principal
camina bordeando un eterno precipicio, enfrentado al permanente dilema de evitarlo
o de lanzarse a sus fauces. Al final el lector es testigo de la pérdida de la brújula
de Roland, cuando él mismo, que ha creído caminar en terreno firme, da vuelta atrás
y piensa en regresar a su antigua calle, la de las tiendas oscuras, no en París,
sino en Roma. Es en ese momento, en el que el lector, que creía que el rompecabezas
había sido armado correctamente, se ve confrontado a la evidencia que faltan piezas
para lograr armar toda la memoria.
Calle de las tiendas oscuras, es una narración que nos sumerge en arenas movedizas; pero sobre todo es un viaje interior, simbolista, el viaje que podría enfrentarnos con nosotros mismos, el viaje del conocimiento interior, que se revela al final como algo imposible de lograr; posiblemente porque estamos condenados desde siempre al olvido de nosotros mismos.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 184 | outubro de 2021
Artista convidado: Jaime Suárez (Puerto Rico, 1946)
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Maravilloso análisis que me invita con urgencia a leer esas obras para sumergirme en sus personajes y en su trama.
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