— Leer los de otros y pasar
saliva.
— ¿Si ganara un viaje a Ítaca
pediría ir por tierra o en avión?
— Ni en el barco del mañoso
Ulises, un impaciente que tenía el vicio de moverse más que el mar, ni en la
comodidad del avión. No se viaja a un lugar inexistente con aire acondicionado.
Me parece más atractivo el viaje entre dos sillas, esa expedición lenta que
hacía Lezama Lima entre el cuarto y la cocina, que un viaje de Odiseo. Mi Ítaca
es casera. Más ahora que antes y quizá esto tenga que ver con unas sabias
palabras de Gilbert Lely: “el hombre que acaba de llegar a la edad de irse de
sí mismo aprovechará cualquier ocasión para quedarse a solas consigo”. Además,
la soledad elegida es un buen tema para un tango.
— ¿Por qué tener el vicio de
la lectura?
— Porque es un vicio que
permite la sobredosis sin complejos de culpa, una adicción más fuerte que la
heroína: si bien no se entra a los libros impunemente, como a un baile, su
droga es menos letal aunque haya casos de libros peligrosos que tienen que ver
más con la muerte por aburrimiento que con la caída al abismo. No es el libro
una droga como la que reparten los curas de parroquia que se dedican al
micro-tráfico de la fe, pero es una religión opiácea y su adicción es de
difícil curación.
— Mencione un libro de su
adolescencia al que haya entrado siendo uno y haya salido siendo otro.
— Que sean dos: “Una
temporada en el infierno” e “Iluminaciones”. Antes de leerlos no sabía que un
poeta puede ser un feroz contemporáneo del futuro. Los dos libros de Rimbaud me
tumbaron del caballo.
— ¿Cuál fue el programa de TV
de su infancia que más aburrió su cotidianidad familiar?
— Creo que fue uno llamado
“El minuto de Dios”, un programa de un cura eudista con cara de palo que me
hizo creer que la religión produce gastritis. Era un programa diario que
pasaban a la hora de la comida, era un postre de sandeces y simonías
patrocinadas por un ingenio azucarero.
— ¿Que no le perdona a la
televisión?
— Que tenga casi como único
asunto el melodrama. La cursilería y el cenicientismo. De una parte. De otra,
el conductismo político, las verdades prefabricadas, la falsa construcción de
héroes y villanos.
— Si mañana se acaba el
mundo, los dioses no lo quieran, ¿qué haría hoy?
— Usted, querido duende, me
hace pensar en las palabras de mi amigo Víctor López Rache: hay gente tan pesimista que cree que el
hombre no va a desaparecer de la tierra. No voy a dármelas de estoico, pero
me gustaría poner como banda sonora del Apocalipsis un bolero cursilón que dice
“reloj, no marques las horas, porque mi vida se acaba, /reloj, deten tu camino,
haz esta noche perpetua”. Bueno, de pronto la noticia del final me llege viendo
un noticiero, un personaje siniestro, por ejemplo un jumento del apocalipsis
con nombre de pato entrando a la Casa Blanca, o uno de esos corceles montruosos
de nombre Erdogan espoleando su machismo en la Turquía de Hikmet, o de pronto
me sorpende la mala nueva viendo en la pantalla a otro jamelgo llamado Rajoy,
sonriente en medio de filas de desahuciados que ya no son magrebís sino
españoles, o escuchando las declaraciones fascistas de un táparo filipino de
nombre Duterte, un centauro que parece mitad caballo y mitad bestia, o a lo
mejor me llega la caída del telón en medio de un noticiario que muestra al
líder de Corea Kim Jong-Un, radiante de alegría etílica dando órdenes a un
pueblo hambreado y vejado como pocos. Esto, para no hablar del caballista
nuestro de cada día. O de Aznar, de quien sus paisanos dicen que no es un
apellido sino un verbo. Todo este bestiario acude feliz y trotando al
extravagante hipódromo del Apocalipsis. Ante ese escenario, la feroz noticia
del fin del mundo quizás no resulte tan dura.
— Una vez muerto con quién no
le gustaría encontrase en el allá?
— ¿Qué canción define sus
penas?
— Hay un tango, “Nada”, letra
de Horacio Sanguinetti cantado por María Graña y Mercedes Sosa, que me trasmite
una honda pena. Sin ser adicto a la música de los tristeaderos de fonda, ese
gran tango me conmueve. “¡Cuánta nieve hay en mi alma!” o eso de que “un
candado de dolor me detiene el corazón”, me parece que son imágenes más bellas
que las que se pueden encontrar en la poesía del amor o el desamor, en ese
tráfico sentimental que algunos llaman lírico. Y eso que no soy particularmente
dado al gimoteo.
— ¿Qué podría aportar como
poeta a una cada vez más remota revolución?
— Por lo pronto, la posibilidad
de ser arena y no aceite en la maquinaria del horror, en la retórica del miedo
con el que intentan rodearnos. Miedo al otro, miedo a la libertad, diría Erich
Fromm, miedo a perder el empleo, miedo a quitarnos la venda, miedo a romper la
costumbre, miedo a salir del rebaño, un miedo erizado y sin fondo al mañana.
— El fin, ¿sí justifica los
medios?
— Casi siempre el fin
justifica los miedos. Lo dijo Rafael Barret, el pensador anarquista: “no hay
cosa tan cruel como el miedo, cuando el miedo tiene las armas en las manos”.
— ¿Cuál es el refrán que más
detesta?
— En boca cerrada no entra
mosca, un dicho que les sirve como discreta mordaza a los tibios y como
blindaje a los tartufos que van de compras a la exclusiva Jabonería Pilatos.
— ¿Cómo se reconoce a un mal
poeta?
— Por su odio a los buenos, a
quienes además imitan con descaro pero sin fortuna. Y porque suelen, por
inauténticos, esconderse en una niebla de palabras. Ahora, sin duda que hay
malos poetas. Lo que no hay es mala poesía, si es mala no es poesía.
— ¿Cómo imaginaría un
telegrama de un extraterrestre?
— Ya me va a poner de
narrador “ovnisciente”. Bueno, ensayemos ese telegrama, qué carajo. Podría
decir así: Señores humanos. Dos puntos. Os hablo desde una esquina del Cosmos.
Punto. Sois una errata de Dios. Punto y coma. Seguid matando. Coma. Seguid
emporcando las aguas. Punto. Seguid perfumados con smog. Pronto os llegará el
sueño eterno. Dos puntos. Arrepentíos. Punto final.
— ¿Qué admira más de los
Estados Unidos?
— Sus escritores y poetas.
Los outsider, como Henry David Thoreau, que prefirió ir a la cárcel antes que
pagar impuestos para una guerra con México. ¡Qué habría dicho del muro que
quiere levantar mister Trump! ¡Qué no habría dicho! Admiro el blues. A Helen
Keller. Al personaje que peleaba por un bistec en el coliseo Jack London. Al
poeta epitafiero de Spoon River. A mil escritores y músicos de todas las
épocas. Solamente por ellos me duele ese remedo de país con ese remedo de
presidente en el que lo han convertido. De tanto jugar con personajes bizarros
en sus tiras cómicas y en sus filmes idiotas de zombies y carros chocones, esa
nación terminó por parecerse a sus miedos prefabricados. El Guasón, El
Pingüino, El Acertijo, El Joker, los personajes de “El caballero de la noche”,
son de la misma materia mutante que Mister Trump. Por eso, creo que la mayoría
del pueblo norteamericano lo acepta de buena gana como parte de un filme.
Admiro de los Estados Unidos todo lo que no se parece a Estados Unidos o por lo
menos lo que no hace parte de la franja lunática, esa que sigue cantando y
marchando jubilosa hacia el abismo.
— Creo que era Mark Twain
quien decía que “la esperanza es buena para el desayuno, pero mala para la
cena”. Así es Colombia. Por la mañana bailamos como derviches y por la noche
estamos al borde del llanto. La realidad en ninguna parte es seria, pero lo es
menos en Colombia. Amanezco optimista y al atardecer no guardo ninguna
esperanza. Y sin embargo, vuelvo a lo mío, en vez de entrar en la ronda del gimoteo,
me reafirmo cuando veo un puñado de gente que sigue más que creyendo, creando.
Ahí están las Doris Salcedos, los verdaderos artistas que incomodan a los
seudos.
— ¿Álvaro Uribe merecería el
Nobel de la Paz?
— Creo que merecería el
Premio Alí Babá de la Honestidad en su grado más alto.
— ¿Cuál es el primer defecto
que quisiera quitarse de encima?
— La pereza. Sin duda, la
pereza. Siempre me ha tocado luchar contra una divisa señalada por Cioran. Dice
el fogoso rumano: “Tomo una decisión, la anulo y me acuesto”. Esto es algo que
me asalta casi todas las mañanas.
— ¿Cuál de sus Hipótesis de
Nadie resultó ser más cierta?
— La que incluyo en un poema
en prosa y que adopta la forma escueta del grafiti: “Todos prometen, Nadie
cumple. Vote por Nadie”. Esto es cada vez más cierto y en algunos casos resulta
lastimoso. En Colombia ha crecido el voto por Nadie, que es como votar por
Bartleby o por Pedro Páramo para presidente. Nadie es el personaje más votado
en cada jornada electoral. Y es bueno saber que el tipo anda por fuera de los
partidos.
— Por último, ¿qué es la
poesía?
— Estoy averiguándolo. Si
llego a saberlo con certeza, si logro terminar esa larga y pedregosa pesquisa,
tenga por seguro que lo llamo para comunicárselo.
Bogotá, noviembre 12 del año de la
desgracia, 2016.
__________
El presente texto es una auto entrevista, donde descarga ese aliento de
sarcasmo y juego. Un breve texto cedido para la revista Aghula de Brasil.
Bienvenido sea.
Juan Manuel Roca
nació en Medellín el 29 de diciembre de 1946. Es un importante escritor
colombiano que se ha destacado por su inmenso aporte al periodismo cultural de
su tierra. Es un poeta inclasificable, aunque algunos lo incrustan en la
Generación Desencantada. Es preferible verlo como un poeta insular, posterior
al nadaísmo, más con una fuerte mirada crítica sobre el país, sin caer en
panfletismos, y mantiendo una vigorosa defensa de la poesía como acto creador
por excelencia sin dogmas y sin capillas.
Siendo
pequeño se trasladó con sus padres a París para regresar en sus años de
juventud. Una vez estuvo de vuelta en Colombia asumió la dirección del Magazín Dominical
de El Espectador, un espacio cultural gracias al cual se
formaron aquellos que compartieron generación con Roca. Además, colaboró con la
creación de Clave de Sol y La Sagrada Escritura, una revista y un
periódico cultural. Por otro lado, ha estado siempre ligado a talleres de
apreciación de poesía en Bogotá.
Cabe
mencionar que ha recibido importantes
premios a su trayectoria, entre los que se encuentran el Nacional de
Periodismo Simón Bolívar y el Casa de América de Poesía Americana.
Algunas de sus obras más conocidas son Las Plagas secretas y otros cuentos, Luna de ciegos y El pianista del país de las aguas. En nuestra web podrás leer algunas de sus poesías, tales como Carta en el buzón del viento, Monólogo de José Asunción Silva y Revelación del silencio.
*****
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 189 | novembro de 2021
Curadoria: Luis Fernando Cuartas (Colombia, 1956)
Artista convidada: Flor María Bouhot (Colombia, 1949)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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