A pesar de la indiscutida
trascendencia de que goza la obra literaria de Sinán en la literatura panameña,
la crítica no ha sido hasta el momento generosa a la hora de ofrecer estudios que
proporcionen una visión integradora y sistemática de su aporte creativo en los diferentes
frentes genéricos, y cuando lo ha hecho se limita a ofrecer breves apuntes estérilmente
laudatorios, en los que subyace un inconsciente “culto a la personalidad” del autor,
[4] tanto en el plano personal como en
el profesional.
La falta de iniciativa
editorial ha sido paliada el pasado año con la aparición de la tercera edición de
La isla mágica, [5] la novela más importante
del escritor panameño y con seguridad uno de los textos narrativos más complejos
que se haya escrito nunca en Panamá. El proyecto editorial parte en este caso de
la Universidad Tecnológica de Panamá, que en titánico esfuerzo y tras conseguir
la autorización de la familia del escritor, consiguió reeditar la obra cumbre del
escritor tabogano, además de hacer coincidir su aparición con el Centenario de su
nacimiento, y ser presentada dentro del programa de eventos realizados del 22 al
26 de abril de 2002 con motivo del Premio de Literatura que lleva su nombre, “Rogelio
Sinán”, celebrado anualmente en Panamá auspiciado por el Departamento de Difusión
Cultural de la Universidad Tecnológica. Se cancelaba de este modo el sepulcral silencio
de 17 años que se había cernido sobre la portentosa obra del Mago de la Isla.
Si hacemos un escueto
avance preliminar comprobamos que hasta la mágica fecha de 1979 la trayectoria creativa
del escritor se había consolidado con una producción que marcaría un hito definitivo
en la evolución literaria de Panamá. Su primer poemario Onda, [6] había arrumbado
decididamente los presupuestos tradicionales de la lírica panameña, al apuntar hacia
la sensibilidad vanguardista en un grupo de avanzadilla estética denominado “Pasaje”,
un aspecto que fue resaltado por sus coetáneos en la inmediatez de su publicación.
[7]
Su novedoso aporte fragua
con igual firmeza y decisión en poemarios futuros [8] y se amplía en el género cuentístico, registro en que, a juicio de
la crítica, ha logrado una más declarada maestría. Un valor muy presente en el volumen
de relatos La boina roja y otros cuentos (1954), [9] sobre todo en el cuento que le da título al libro, considerado como
uno de los relatos emblemáticos de la literatura panameña e hispanoamericana, [10] y presumiblemente uno de los textos
de Sinán a los que se le ha prestado mayor atención por parte de la crítica.
Cultivador pertinaz
y lúcido de todos los géneros, Sinán rinde brillante ingreso en la narrativa con
Plenilunio (1947), [11] novela en la que aunque subsisten elementos
de la novela tradicional, ya se percibe un notable forcejeo transgresor del canon,
que Rodríguez Coronel ha reconocido como una “tensión interna que emerge de una
ansiada renovación y vanguardia” aliada “al control que ejerce la tradición”. [12] Aestas alturas la evolución de su trayectoria
ya lo signaba contundentemente como el introductor activo del vanguardismo en la
historia literaria panameña en todos los frentes.
Pero la eclosión creativa
definitiva se produce sin duda con la aparición de La isla mágica, una novela de
larga, lenta y minuciosa gestación, como explica Sinán:
Me acuerdo que iba a ser una Semana Santa. Yya los temas de
la trilogía negra, abuelo, padre e hijo, estaban. La rama italiana todavía no había
salido. Pero después de Plenilunio guardé todo ese material treinta años. No quería
ni siquiera leerlo, pero yo no descuidaba ningún detalle o historia sobre los negros,
yo lo recortaba y lo iba guardando (...) No fue hasta después de jubilarme, en el
año 68, cuando sube al poder Arnulfo Arias, que me dedico de lleno a la novela. [13]
Si bien la novela puede
abordarse legítimamente desde la atención a los múltiples niveles temáticos [15] que contiene, hay un plano que cobra
notable relevancia y funciona como pivote semántico sobre el que gira todo el engranaje
narrativo: la trasgresión de los códigos de pensamiento tradicionales de la cultura
panameña. La isla mágica se inaugura con la celebración del Viernes Santo dentro
de los actos de la Semana Santa isleña y se cierra ese mismo día, en reconocido
y planificado diseño circular, después de desplegar una extensa catálisis de abigarradas
escenas que simulan un rompecabezas en que se diluyen ordenadamente la acción y
el destino de los personajes. Respecto a la estructura circular, el mismo escritor
concede no sin humor:
Es cíclica, sí (...). Yo tuve que leerla cinco veces para
entenderla. En la isla mágica yo quería que cada detalle de por sí fuera una obra
redonda, y la única forma de hacerla redonda es haciendo la historia redonda, y
entonces resulta un cuento. Poco a poco fue saliendo esa idea de una novela que
esté hecha a base de cuentos que se leen individualmente, completos, redondos, y
que sea a la vez, en el hilo total, una novela. Se puede leer por cualquier lado
aunque para coger la gracia y la ambigüedad en su totalidad debe leerse la primera
vez desde le principio hasta el final. [16]
Pero la celebración
de esa Semana Santa insular aparece dentro de unos parámetros que desafían la neta
filiación cristiana. En la proyección de la recreación católica del drama del calvario,
la escrutadora pupila de Sinán advierte perspectivas nuevas, que deposita en la
voz de Serafín del Carmen, su alter ego en la novela: “Según mi cosmovisión erótica,
la tragedia del Gólgota se ha conservado en la isla no en su prístina pureza mística
sino en una mágica amalgama de Cristianismo y Paganismo. Para la Iglesia el Amor
o es Báquico o es sagrado o es profano, pero aquí se entretejen amores en una báquica
rapsodia más apta a un aquelarre de brujas que a una evangélica pasión sacramental”.
[17] La mixtura pagano-cristiana está
en la base de la celebración de una Semana Santa descrita como una rutilante y cromática
exposición de cuadros primitivistas o de escenas de un teatro originario en el cual
se capturan las creencias, las costumbres y el folclor de todo un pueblo que expresa
su postura vital a través de las proverbiales manifestaciones con las que se conmemora.
Pero esas celebraciones de objetivo sacro se diluyen a la postre en ingenuas representaciones
histriónicas o en prácticas dionisiacas, en cuya base está la práctica consciente
de la confrontación, como el propio Sinán apunta: “Yo establezco los contrastes;
por ejemplo, una escena escatológica, terriblemente escatológica, y la balan ceo con una escena de la tragedia griega”.
[18] Razones todas por las que en el
momento de su publicación La isla mágica fue malentendida, anatematizada y comparada
a una enorme blasfemia que se nutría de las anécdotas que formaban parte de la tradición
popular, de los lances patrimoniales de los pueblos mestizos que viven intensamente
la pasión de Cristo, igualados con la burla al Espíritu Santo, la degradación de
las letanías, la crueldad hacia la borriquita en Domingo de Ramos o la grotesca
crucifixión final del personaje central. Porque en definitiva lo que se va urdiendo
en el plano microtextual de la novela no es más que una sinfónica poetización de
los mitos paganos, susceptibles de ser analizados desde el enfoque carnavalesco
de filiación bajtiana, [19] un asedio
que se impone de suma coherencia para analizar la totalidad del texto. El aporte
bajtiano valida y justifica la continua transgresión que permea todos los segmentos
de la novela y que afecta al orden social y moral, siempre dentro de un entorno
marcadamente incongruente, festivo y de degradación grotesca que cuestiona y transfigura
el orden pautado.
Y uno de los elementos
salientes imbricados en la tónica de la nueva formulación narrativa que propone
Sinán con su novela es, no en vano, el tema del amor físico, pertinaz presencia
que se abanica en todas sus variantes (violación, zoofilia, prostitución, onanismo,
homosexualidad o incesto) y convierte la novela a los ojos de Ricardo Segura en
“una pequeña Babilonia de placeres”, [20]
que hallaría su remedo pictórico en “El Jardín de las Delicias” de El Bosco. Sobre
todo, por el abigarramiento de seres que la pueblan y que no ocultan sus apremiantes
necesidades físicas, lo cual propicia una continua fantasía pagana y panteísta donde
el sexo parece ser el único valor auténtico. Nos hallamos frente a un universo in
crescendo plasmado con técnica expresionista, un gran mural de una historia genesíaca
construida con el sonido de fondo de vagidos, aullidos y estertores, que impactan
primordialmente en nuestros sentidos.
Ya que no se puede hablar
de protagonistas absolutos en la novela, uno de sus personajes relevantes, Juan
Durgel, enmascarado [21] bajo los homónimos
del negro Pipe, Chompiche o Pingamoza, para mayor desaliento del lector, es en el
que se va a cumplir el destino del mito sexual, pagano y local. Aparece caracterizado
como un sátiro, un tosco Don Juan contrapunteado [22] o un Casanova sin suerte, destinado a morir crucificado y succionado
por los vampiros como resultado de una broma que se convierte en tragedia y sin
dejar descendencia, como último vástago de su genealogía. Pero a pesar de vivir
como un fauno tropical cuya virilidad es el temor de las mujeres castas de la isla,
finalmente es redimido al convertirse en héroe nacional al que se le rinde tributo.
En esta isla donde todo transcurre sin prisa, la potencia sexual de Pipe resulta
ser una especie de antorcha pagana o fuente de energía vital, dueño de un apetito
sexual infinito heredado de una exacerbada lujuria característica de su progenie,
“clan endemoniado de la lujuria”, donde la “gente nace y muere condenados a la locura
del placer”. [23]
El hecho de que el lugar
físico de desarrollo de la trama sea una isla, aunque nunca se menciona explícitamente
como Taboga, lugar de nacimiento del escritor, pero sobrentendida como su evocación,
ya que la fuente informativa es la experiencia personal reconocida por el escritor,
[24] además de que la ambientación y
el clima insinúan en todo momento el trópico y sugieren tierras insulares. Por lo
mismo ha sido reconocida unánimemente por la crítica como la crónica mesiánica de
la psicología del pueblo tabogano y la más panameña de las novelas nacionales, que
ya cobra visos de epopeya moderna, además de contrapuntear de continuo la crónica
histórica de la republica panameña y en particular la historia del Canal desde los
primeros intentos de los franceses para ejecutarlo y su terminación y ocupación
por los americanos y su poco disimulada injerencia en la política nacional. [25] Lo que es evidente es que la isla actúa
como prefiguradora fiel de la órbita creativa del texto y el carácter isleño es
lo que permite la creación de ese universo pagano y panteísta que hace gala de la
filosofía de Wilhemreich que parte de la premisa de que la fuerza del instinto no
debe reprimirse. Toda la isla es un espacio geográfico regido pues por la lógica
mágica, un “Macondo sin agua”, como estilo de vida situada a medio camino entre
la modernidad y el subdesarrollo, entre la tradición y la naturaleza invasora del
paisaje insular.
Por último, no podemos
pasar sin mencionar el tratamiento del lenguaje en la novela, que incide en el espíritu
sensorial que la vertebra, ya que su vitalidad expresiva y su textura denotan el
talante tropical. El léxico aparece plagado de aforismos y sentencias de cepa popular
que lo tornan en experiencia festiva, un aspecto por el que Sinán ha sido poco comprendido
por aquellos que todavía no se sentían preparados para ser salvados de una literatura
nacional cursi, de supuesta elegancia expresiva. La mezcla de niveles expresivos
y de idiomas (francés, inglés, latinismos, italianismos alusivos al ambiente romano
y napolitano), además de un uso deliberado de un tipo de lenguaje coloquial, vernacular,
plagado de vocablos mexicanos, centroamericanos, y sobre todo de numerosos modismos
panameños que fomentan un espacio multilingüe afín al mestizaje cultural que cimienta
la novela y le proporciona a la totalidad del texto una altura filológica que habla
de la que el propio autor poseía. Por todo lo mencionado La isla mágica se revela
como una novela moderna, plurifuncional, creadora de inusitadas fórmulas narrativas
dentro de la literatura panameña, en la que Sinán ha sabido conciliar con suma lucidez
y sabiduría los paisajes marinos de su pequeña patria con su dilatado andar cosmopolita.
Por mi parte sólo me resta convocarles a su nutritiva y liberadora lectura, que
ya reclama urgente un estudio riguroso.
NOTAS
1 Se trata de un seudónimo ya que su verdadero nombre es Bernardo Domínguez
Alba. El propio escritor explicó en muchas ocasiones el origen de su elección, bajo
la que late un sentido hondamente simbólico: “La idea era tener un nombre que fuera
único. Hay cientos y cientos de Domínguez. Yo quería estar sólo en el diccionario.
Las raíces de mi nuevo nombre fui a buscarlas a las teogonías antiguas. El héroe
es siempre hijo de la piedra. Estoy pensando especialmente en Anteo, cada vez que
el poderoso Hércules lo tira a la tierra, él gana fuerza, pues la fuerza le viene
de la tierra. El escritor, como el héroe, el hombre que quiera realmente hacer un
arte, tiene que meter sus raíces en la tierra, en sus mitos y folklore, en todo
lo que sea la tierra suya. Mientras más profundo esté metido en la tierra, más universal
será su obra”. Alina Camacho-Gingerich, Williard P. Gingerich, “Entrevista con Rogelio
Sinán”, Maga, 1997, 30. Fue publicada por primera vez en la Revista Iberoamericana,
1986, 137.
2 Su aparición tuvo eco en otros lugares de continente, como ejemplo baste la
acogida que se le dispensó en Buenos Aires: “Quiero destacar ante los editores (...)
el nombre de un destacado escritor de nuestra América. Es panameño y se llama Rogelio
Sinán (...) y acaba de publicar una novela caudalosa y sugerente: La isla mágica.
Bastaría ese solo libro para conquistar a su autor un espacio que han conquistado
algunos con menores méritos”. Héctor Pérez Agosti, “Gran novelista panameño”, La
República, 1980.
3 La Habana, Casa de las Américas, 1985.
4 Un aspecto que por ser muy saliente no pasa desapercibido a nadie que se acerque
a los trabajos críticos de Sinán: “Al maestro no puede tocársele ni con un pétalo
de una rosa. Los juicios sobre su persona o su obra que no sean elogiosos se consideran
de mal gusto en nuestro medio. Además, recordémoslo, se trata de una gloria nacional
(sin duda lo es) que ahora tiene 82 años de edad. Y todos sabemos que la veneración
está reñida con el necesario rigor crítico que debería ser propio de los intelectuales”.
Enrique Jaramillo Levi, “Nuestras polillas son altamente intelectuales”, Lotería,
1988, 370.
5 Rogelio Sinán, La isla mágica, Panamá, Universidad Tecnológica de Panamá,
2002. La Embajada de Francia y la Editora Sibuste auspiciaron esta edición con las
correcciones de mano del autor a la segunda edición.
6 Roma, Casa Editrice, 1929.
8 Le siguen Semana Santa en la niebla, que obtuvo el Primer Premio en el Concurso
Literario Ricardo Miró del año 1949 y Saloma sin salomar. El primero es un libro
de poemas homogéneo de clima y ambientación marina y tropical, que se caracteriza
por el trazo clásico de su léxico de aguda dimensión metafórica. El segundo, es
un libro de compilación de poemas dispersos que pertenecen a diferentes épocas.
En un revelador texto llamado “Mi poesía: Una ojeada retrospectiva” leído por el
autor al celebrarse los 40 años de la publicación de su primer poemario, Onda, Sinán
habla de su perenne y antigua vocación poética, alimentada por el entorno de la
isla en que nación: “Respiré desde pequeño brisas de yodo y brea. Por eso el mar
y el sueño son las mejores claves de mis versos. Un mundo casi onírico y un horizonte
azul de siete martes”. Rogelio Sinán, Maga, 5/6, (1985), págs. 45-47. Para un recorrido
completo por su obra poética puede verse: Poesía Completa de Rogelio Sinán, Pról.
Elsie Alvarado de Ricord, Panamá, Universidad Tecnológica de Panamá, 2000.
9 Panamá, Ediciones del Ministerio de Educación, 1954.
10 Producto de este entusiasmo que despierta su aparición Simões Junior hacía
contundentes declaraciones: “Por su factura (un argumento de imágenes psicológicas
servido por un estilo sintético), “La Boina Roja” evidénciase como uno de los mejores
cuentos no sólo de Hispanoamérica sino también de la literatura universal, que supera
con creces a los decantados laberintos borgeanos”. Antonio Simões Junior, “Realismo
Mágico en la cuentística de Rogelio Sinán”, Contémpora, 2.
11 Panamá, Ediciones del Ministerio de Educación, 1947.
12 Rogelio Rodríguez Coronel, “Sinán y las alquimias de la escritura”, Maga,
2001, 46. Extraído de la conferencia que pronunció en la ceremonia de la concesión
del “Premio Literario Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán” (Panamá, 29 de
abril de 2000).
13 “Entrevista con Rogelio Sinán”, loc. cit.
14 “En el asunto, aparentemente, la influencia es de Bocaccio; pero, indirectamente,
la influencia es de Dante. La Divina Comedia es una obra que yo he estudiado y vuelto
a estudiar con gran detenimiento. Esta obra tiene tres cantigas, como sabemos: el
Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Y las cantigas se subdividen en treinta y
tres cantos. Entonces, la Divina Comedia tiene, en total, noventa y nueve cantos,
y el primer canto es un prólogo, un canto; luego son cien cantos. Pero en esta obra
cada canto es una cosa independiente. (...) Eso es lo que yo quería hacer: una novela
que estuviera hecha a base de cuentos entremezclados. Algo que no se había hecho
todavía.” (“Entrevista con Rogelio Sinán”, loc. cit.).
15 Ricardo Bermúdez contempla tres novelas divergentes en el seno de La isla
mágica: “El cuerpo de la novela está por ello, subdividido tripartitamente, sin
que el lector sienta extravíos al entrelazarse las líneas donde sus senderos se
bifurcan (...) La primera novela dentro de la novela dura tres horas: el lapso que
transcurre cuando se ahoga Juan (...), el hijo de Cándida hasta el momento en que
se inician los ritos de su velorio. La segunda de las novelas: los seis días contados
desde el instante en que Felipe Durgel despierta al toque de las campanas que anuncia
el Domingo de Ramos y rememora cuando él las repicaba en su niñez, hasta la hora
de su muerte acaecida el Viernes Santo de la misma semana. La tercera de las novelas
que componen el libro, tiene una duración de casi una centenera de años, termino
en el cual las celebraciones de Semana Santa constituyen un inmenso y caleidoscópico
telón de fondo”. Ricardo Bermúdez, “El mago de la isla”, Maga, 1985, 5-6.
16 “Entrevista con Sinán”, loc. cit.
17 R. Sinán, La isla mágica, ed. cit.
18 “Entrevista con Sinán”, loc cit.
19 Véase Mijael Bajtin, Rabelais y la cultura popular en la Edad Media y el
Renacimiento, México, Alianza Editorial, 1987.
20 Ricardo Segura, “Presentación de la tercera edición de La isla mágica de
Rogelio Sinán” (Es un texto inédito hasta la fecha, pero de próxima aparición en
Maga).
21 Fernando Navas se ha tomado el trabajo de hacer una nómina de los personajes
de mayor relieve en la novela, y ordenarlos en un glosario de 70 nombres, al que
Sinán dio el visto bueno. Véase Fernando Navas, “La magia insólita de una isla”,
Maga, 1996, 29.
22 Ante la habitual relación cifrada entre la figura de Compiche y el Don Juan
clásico, Sinán matiza: “Don Juan es blanco y Felipe es negro; Don Juan es noble,
Felipe es de lo más bajo, lo más sencillo y Don Juan es rico, Felipe es pobre. Pero
Don Juan es un arquetipo y Felipe un anti-héroe. En eso es distinto”. “Entrevista
con Rogelio Sinán”, loc. cit.
23 R. Sinán, La isla mágica, ed. cit.
24 “Si yo hablo de la Semana Santa porque nosotros íbamos solamente en verano
y la Semana Santa es en las vacaciones; entonces, para mí, Taboga era nada más el
verano y la Semana Santa, eso porque yo nací en Taboga, pero a los cinco años me
vine a Panamá”. “Entrevista con Rogelio Sinán”, loc. cit.
25 “En este universo imaginario donde la forma de lo mágico priva también como
argumento sobre lo histórico, isleños y panameños interactúan política y socialmente
en todas las actividades de la vida nacional. La guerra del Coto, la construcción
del Canal, la dominación norteamericana y la corrupción política y económica de
la oligarquía son igualmente componentes fundamentales de la vida de la isla.” José
Luis Méndez, “Un realismo mágico para una isla mágica”, Maga, 1985, 5/6.
*****
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 193 | dezembro de 2021
Curadoria: Floriano Martins (Brasil, 1957)
Artista convidado: Ela Urriola (Panamá, 1971)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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