Bien se sabe que,
desde la perspectiva marxista, la literatura no debe considerarse desvinculada
del ambiente social y político dentro del cual se crea. Así que cuando
Mariátegui analiza las tendencias literarias en la Europa de su tiempo, y la
trayectoria de la literatura peruana, no lo hace in vacuo, sino en conjunto con las condiciones socio-económicas. En
el proceso de este análisis, Mariátegui utiliza todo el corpus ideológico que
ha aprendido en Europa, para aplicarlo después, no servilmente, sino de un modo
flexible, a su discusión del fenómeno literario de su propio país.
Su artículo “El
proceso de la literatura” es una brillante interpretación de la
‘superestructura’ del escenario peruano. Su análisis del proceso literario
sigue las líneas generales de una orientación socio-histórica. Los cambios
sociales de una época tendrán sus repercusiones en la creación literaria de esa
época.
De ahí que
Mariátegui divide la historia de la literatura peruana en tres períodos,
designados respectivamente como el colonial, el cosmopolita y el nacional. Los
dos primeros son para él negativos, en el sentido de que impidieron la
nacionalización de la literatura peruana. En el primer caso, la influencia
excesiva de España fue un obstáculo: en el segundo, lo fue la penetración
extranjera. Hay que esperar – sigue diciendo Mariátegui – hasta llegar al
tercer período, el nacional, para que el país alcance su propia personalidad.
En fin, en la época
colonial la literatura del Perú estaba subordinada a la madre patria, y no se
cambió nada con el advenimiento de la Independencia. Los residuos espirituales
persistieron. ‘Nuestra literatura no cesa de ser española… sigue siéndola por
muchos años’. [1]
En la segunda
época, la de la República, la nueva clase dirigente hace esfuerzos por
prolongar las bases socioeconómicas de la colonia. Pero pronto sobreviene la
influencia extranjera, resultado de la penetración de intereses económicos, la
cual representa una especie de transición del período colonial a la etapa
cosmopolita. El proceso dialéctico se hace sentir. Las influencias cosmopolitas
engendran el resultado esperado: se producen los gérmenes de un despertar
nacional en el campo sociopolítico, el cual no puede menos de afectar las
formas literarias. Esta reacción nacional, en términos marxistas, se
caracteriza por una fuerte nota anti-feudal y anti-imperialista.
¿En qué se basa
este espíritu nacional? Para contestar, hay que remontarse al líder intelectual
de toda una generación de la juventud peruana, precursor y mentor de Mariátegui
mismo, o sea, Manuel González Prada.
Este había hablado
en términos de una correlación entre la geografía y las clases sociales. Había
afirmado que ‘no forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y
extranjeros que habitan la faja de tierra, situada entre el Pacífico y los
Andes; la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminados en la
banda oriental de la cordillera’. [2]
Esta aseveración se
encuentra también en Mariátegui. Para el Amauta – como lo llamaban todos –
parece que había dos Perús: uno de la costa con su centro en Lima, y el otro en
la sierra, o mejor dicho, en Cuzco. Lima, con fuertes vestigios de la herencia
española, había impuesto sus gustos, normas y preferencias al interior en donde
se había refugiado lo indígena. En cambio, las provincias eran más peruanas:
allí se encontraba un espíritu más nacional.
Mariátegui habla
también acerca del papel que debe desempeñar el escritor en la sociedad. Cree
que el escritor no debe limitarse exclusivamente a la observación de lo que
pasa a su alrededor. Al contrario, debe participar, según sus capacidades, en
los movimientos sociales de su ambiente.
Para ilustrar las
relaciones literarias con este ambiente, en cuanto al escenario peruano,
Mariátegui se refiere a dos poetas, José María Eguren y César Vallejo, quienes
representan, puede decirse, dos polos opuestos. ‘Eguren representa en nuestra
historia – escribe – la poesía pura’. [3]
Es un precursor del período cosmopolita; no comprende al pueblo, porque no lo
conoce. Pero no sólo le son ajenos el indio y su historia; ‘no comprende ni
conoce tampoco la civilización capitalista, burguesa, occidental’. [4] Por eso, puede encerrarse en su
torre de marfil, totalmente aislado y divorciado de las corrientes sociales y
políticas.
El escritor que se
encierra dentro de su torre de marfil, prefiriendo aislarse de todos los
problemas conflictivos de su ambiente, ha sido siempre el blanco predilecto de
los que han optado por la lucha social contra las injusticias del sistema
económico. Mariátegui, también, dirige algunos de sus dardos agudos y
penetrantes contra el ‘torremarfilismo’. Los autores ‘torremarfilistas’ creían
que bajo la aristocracia y la Iglesia, su suerte había sido mucho mejor que en
una sociedad burguesa, capitalista. El literato o el artista, poseído de esta
orientación, no tenía confianza en los sectores progresistas por mejorar las condiciones
sociopolíticas. Prefería la nostalgia del pasado. Escribe Mariátegui: ‘[Este
artista] reniega de los mitos de la democracia para aceptar los mitos de la
feudalidad. Piensa que el artista de la Edad Media, del Renacimiento, etc.,
encontraba en la clase dominante de entonces una clase más inteligente, más
comprensiva, más generosa’. [7] De
ahí, que la literatura que resultó, una literatura llena de desprecio para con
la burguesía, no era nada progresista en su tiempo, sino reaccionaria. Y por
eso, esta literatura, con una mirada hacia el pasado, adoptó la torre como su
símbolo; la torre era medioeval y aristocrática. Su enemigo principal, para
seguir con el simbolismo, era el rascacielos, representante del capitalismo y
del liberalismo. ‘El rascacielos es democrático, en tanto que la torre es
aristocrática’. [8]
La protesta contra
la civilización capitalista tiene, como Jano, dos rostros: uno mira hacia el
pasado, el otro hacia el porvenir. Esta protesta ‘es en nuestro tiempo
revolucionaria y no reaccionaria’. [9]
El ‘torremarfilista’ mantiene una postura retrógrada y decadente. ‘Ningún gran
artista ha sido extraño a las emociones de su época Dante, Shakespeare, Goethe,
Dostoievski, Tolstoi ignoraron la torre de marfil’. [10]
En fin, una de las
lecciones provechosas que aprendemos de una relectura de la crítica literaria
de Mariátegui es la del estudio de la literatura con visión integral, es decir,
no exclusivamente estética. Para una interpretación profunda del espíritu de
una literatura, la mera erudición literaria no es suficiente. No se trata de
una literatura de propaganda, sino de las luchas sociales de las cuales debe
nutrirse la estética. En esta orientación se juntan moral y estética. El arte
no es desinteresado; tiene un compromiso social, pero la crítica social y la
crítica literaria deben armonizarse.
El mundo literario
de Mariátegui es ancho, pero muy lejos de ajeno. No se limita al escenario
peruano. Recurre a veces a autores extranjeros para ampliar su discusión sobre
la relación entre el artista y la sociedad, sobre la manera de protestar contra
las injusticias, contra la decadencia y la crisis. En algunos autores está
unida la protesta con la rebeldía; en otros resultan momentos de frustración y
de desesperanza.
Nos presenta
Mariátegui el caso trágico del poeta ruso, Alejandro Blok. La más intensa vida
de Blok transcurrió entre 1905 y 1917, dos fechas que encierran el período en
el cual se incubó la revolución bolchevique. El fracaso de la revolución de
1905 creó en Rusia una atmósfera de pesimismo y desesperanza. La literatura de
ese tiempo es trágicamente negativa, nihilista. Es la literatura de una
derroto. [11]
Blok es uno de los
personajes débiles y atormentados de aquella literatura. Sin embargo,
Mariátegui lo trata con simpada. Blok – dice el Amauta – quería ser el poeta de
la revolución rusa; no fue su culpa si no pudo serlo por mucho tiempo. Blok
mismo reconocía su propio mal. La revolución reclamaba esfuerzos heroicos, y en
esa tensión se quemó la voluntad del poeta, y se suicidó. Según Mariátegui, el
alma del poeta ruso había absorbido todos los venenos de una época de
decadencia. A Blok le preocupaba la posición del intelectual frente a la
revolución social. Sabía cuál era el mal de los intelectuales; reconocía su
impotencia. Se sumó a la revolución bolchevique, pero no podía rehacer su vida.
Ya se había metido demasiado en el mundo abúlico y alcohólico.
Pero la revolución
no pudo seguir alimentándose indefinidamente de la poesía, o mejor dicho,
vice-versa. Se inauguró el período de la NEP (Nueva Política Económica),
período prosaico de trabajo, de reorganización. Se cambia el ritmo, y Essenin,
individualista extremista, no puede ajustarse al cambio. Sufre su entusiasmo;
sobreviene la desilusión. Ya no puede escribir. ‘En mi pueblo – escribe – soy un
extranjero. Mi poesía aquí no sirve más’. [12]
Al discutir la
nueva literatura de la época revolucionaria, Mariátegui no puede evitar el
viejo problema de la relación entre el espíritu de una obra y su técnica. La
técnica, sostiene, no es el único rasgo del arte ‘nuevo’. La técnica debe
corresponder a un espíritu nuevo también. Si no, lo único que cambia es el
decorado. ‘El sentido revolucionario de las escuelas contemporáneas no está en
la creación de una técnica nueva. No está tampoco en la destrucción de la
técnica vieja’. [13] Además, no todo
el arte nuevo es necesariamente revolucionario, ni es tampoco verdaderamente
nuevo.
El Amauta creía que
la civilización burguesa había caído en el escepticismo, y que le faltaba una
esperanza, un mito, y aquí distingue entre arte decadente y arte de un período
de decadencia socioeconómica. No todo el arte del orden burgués es decadente o
degenerado. El arte de una época decadente, mantiene Mariátegui, puede ser
vigoroso. Y pregunta: ¿Cuándo es decadente un arte, una literatura? Y la
respuesta: cuando el lenguaje estético es incapaz de captar la nueva realidad.
¿Qué se puede sacar
de todo esto? Que los dos conceptos, decadencia y revolución, pueden coexistir,
no sólo en la misma sociedad, sino también en el mismo individuo. Las escuelas
literarias no tienen el mismo valor en todas las épocas. Cada época las
entiende desde su propia óptica. Esta variación se extiende a los autores
también. La inquietud en algunos es desesperación en otros. En algunos destaca
el sentido escéptico; en otros, una afirmación. [14]
En fin, en el arte
de vanguardia se confunden elementos de revolución con los de decadencia. Las
reacciones frente a la realidad social, manifestadas por el vanguardismo
literario, son múltiples. No hay una correlación necesaria entre un movimiento
literario y las condiciones decadentes o revolucionarias, como quieren
convencernos esos marxistas que son rígidos y dogmáticos. El término mismo,
‘revolucionario’, puede representar un movimiento reaccionario. Por ejemplo, el
vocablo ‘futurista’ puede tener dos significados y llevar a dos resultados
contrarios. Los futuristas rusos se adhirieron al comunismo; los futuristas
italianos al fascismo. Los vanguardistas italianos estaban convencidos de que
el fascismo fue la revolución. [15]
Queda mucho todavía
en el tintero, pero los límites de espacio impiden una ampliación del tema. La
intención de este estudio no fue más que la de sugerir algunos puntos
discutibles, los que posiblemente pudieran llevar a una discusión fructífera.
Se pudiera añadir una lista enciclopédica de datos, de los más variados:
artículos y comentarios que escribió Mariátegui sobre Henri Barbusse, George
Bernard Shaw, Waldo Frank, Máximo Gorki, Stefan Zweig, Unamo, Valle-Inclán,
Ricardo Palma, Santos Chocano, Charlie Chaplin (!) etc. Pero esto tendrá que
esperar hasta otra ocasión.
NOTAS
1. José Carlos Mariátegui, Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana (Santiago de Chile: Ed.
Universitaria S.A., 1955).
2. ___. Siete ensayos de
interpretación de la realidad peruana.
3. ___. Siete ensayos de
interpretación de la realidad peruana.
4. ___. Siete ensayos de
interpretación de la realidad peruana.
5. ___. Siete ensayos de
interpretación de la realidad peruana.
6. ___. Siete ensayos de
interpretación de la realidad peruana.
7. ___. El artista y la época. 10ª
edición (Lima: Empresa Editora Amauta, 1988).
8. ___. El artista y la época.
9. ___. El artista y la época.
10. ___. El artista y la época.
11. ___. ‘Alejandro Blok’, La escena
contemporánea. 7ª edición (Lima: Biblioteca Amauta, 1976).
12. ___. El artista y la época.
13. ___. El artista y la época.
14. ___. El artista y la época.
15. ___. El artista y la época.
*****
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 192 | dezembro de 2021
Curadoria: Floriano Martins (Brasil, 1957)
Artista convidado: Pablo Amaringo (Peru, 1938-2009)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
ARC Edições © 2021
Visitem também:
Atlas Lírico da América Hispânica
Nenhum comentário:
Postar um comentário