Como es posible improvisar un sueño en tus noches
desnudas, así la casa adormece en mis brazos y despierta en otro sitio, imposible
reconocer la belleza incontenida que exhala. Es como la promesa de un mundo mejor
que describe el bandoneón con sonido de durazno y la tempestad de sus acordes insinuantes.
Es casi siempre la perspectiva de algo más, un libro de designaciones inesperadas
para sus personajes y el color de sus retorcidos abismos. La lectura de unas carnes
de fuego, los cuerpos vivos de imágenes que parecen seguir en la misma dirección
en el pensamiento de la oscuridad, dos mujeres, la realidad entre ellas que nunca
se cruzó, el alumbramiento de versos que siempre han habitado diferentes mundos
en la conciencia de cada una de ellas. Sitios de delicadeza, polvo sublime de refinamiento,
en una de ellas, aun dejándose poseer por lo inesperado, hemorragia de imágenes
hambrientas que excavan nuevos significados por donde pasan, en la otra. Sus nombres
se convierten en un inmenso cuenco de savia brillante que al final se reconocen
y me prueban que caminaron por el mundo más cerca la una de la otra de lo que uno
podría imaginar. Maria Lúcia Dal Farra y Matsi Chatzilarazou, las dos profundizan
la perplejidad con la que podíamos imaginar una afinidad poética traída desde la
cuna, una cuna muy secreta, de una brasileña y una griega.
Un día, hace un ratito,
cuando hablaba con María de Matsi, la brasilera me dijo que se llenaba de prodigios
al leer a esta poeta, a su manera me decía que las coles y los laberintos de la
sencillez, los licores y sus invitados en el corazón de las vides, la inmensidad
en un solo color, para ella siempre lila, grabado en la mesa donde los versos son
más que imitación, son frutos de una predilección cósmica, María, entonces me dijo
que en unos días el misterio se leía a sí mismo y preparaba un nuevo retrato del
abismo, una forma de ver, en el fondo de cada uno de nosotros, a alguien que siempre
estuvo ahí y nunca aparecía porque hasta entonces simplemente no la habían invitado
a tomar el té. Pues así me llegaron estos poemas, mejor dicho, este octeto, en un
brindis tan concentrado del altísimo grado de belleza logrado por las dos poetas
que me parece que soy yo el invitado. Un afortunado que acaba de ser descubierto
por Matsi que habita en María y que consolida la amistad que le tiene a María y
el gesto con que ella lo extiende a Matsi, delicadeza y vértigo de un horizonte
que se multiplica con cada verso.
Ese chasquido de instintos
que llevó a Key Sage a decir de Yves Tanguy que era un médium, bueno,
mucho más
allá de la jurisdicción de la racionalidad, aprendiendo de estas dos mujeres, en
versos que la brasileña desentierra de su otro, al otro lado del mundo, en una Grecia
lejana, dos mujeres y sus abismales lecciones de Surrealismo, dos pronunciaciones
radicales de poesía y las bayas sobre la mesa, el trato hecho con el azar, la hospitalidad
del abismo, estar aquí, para leer a Maria Lúcia Dal Farra como alguien que lleva
dentro de sí a Matsi Chatzilazarou. No hay como pensar en otra cosa, todos somos
sus invitados para este té.
[Floriano Martins]
UNO
Pienso en un campo de grano y herrumbre instantánea
que había nacido junto a ti –
allí mismo donde duerme tu cabeza cuando
se posa en mis pensamientos.
Y que me preguntes si,
en medio de tanta labranza,
también fue posible la concha, el vitral, el piso
de nuestra tambaleante inercia.
Gruñidos inaprensibles contiene tu sangre
mientras el deseo de ser otro y otro
de renacer en poca agua
en ese tenue torrente de luz excavado de la luna.
Un pájaro cruza la bruma repentina
y vierte su canto en el nuevo día –
solo tú lo sostienes con ambas manos. Y
un cadáver de estados de ánimo
cubre mis ojos.
DOS
Me atraviesan las catacumbas irregulares del miedo
y sudo como quien ha hecho a mano una noche
de vértigo:
magnolias perdidas en la voz fría del tiempo
se entrelazan en corales, velas,
martirio – el olor es voraz.
Hay un chico detrás de la cortina del porche
quien es ciego a lo que no está
– piensa, rechaza, sufre se cierne sobre el
patio la angustia muerde la fruta,
levanta el candelero que nada es ahora
lo que nunca fue.
Pequeña es mi reserva de clavos y dientes –
escala sempiterna del naufragio.
TRES
Hay música en las ramas más remotas de los sueños,
una cadencia minuciosa de alabanzas silenciosas.
registro de dedos paralelos de euforia:
cismas para toda la vida. Rechazo el
dolor
pero él me tambalea como una tormenta fugaz
(a machetazos)
en el nimbo de la atmósfera
espinosa y tenaz –
como un niño.
Recojo lo que no encuentro: ábsides
vacíos, quiosco de jardín,
humus venenoso, alegría tonta
placer grasiento de carne nueva.
CUATRO
¡Necesito ambas manos para la cinta de correr de
los sueños!
Un fragmento de uña puede convertirlos en un infierno
y dejarlos a la deriva en la costura indecisa y
apresurada del caparazón
del pasado, de las tantas voces que me alteran.
Aturdida, estoy en re mayor.
¿Cuándo vendrán a buscarme tus fuertes músculos?
¿En qué momento se produce el milagro de la nada
absoluta
entre la carne y la limosna del amor, retorciéndose
ambas hacia la unión no consumible?
¿Cuántos movimientos tiene tu cuerpo cuando decides
invertirlo en mi contra? El desván me asfixia,
la arena se pierde en cada huracán y yo
– enloquecida por tus sudores –
me hago pequeña y grande como un rincón
CINCO
¿Dónde está la noche que siguió al día?
Sin dureza, sin reflejo, solo un fuerte estruendo
de cuerpo de miseria, caso, niños
que nacen en el viento – adiós
montañas.
Ni siquiera mis alas lo soportan –
ungüento en la sombra de la penumbra
más allá de lo conocido.
Cruzo los tres puentes con la ferocidad de la ignorancia
y corro entre los no-me-olvides de puro éxito (rotos
en
morado y blanco) que se elevan al caos en este
porche silencioso.
Mis olores evolucionan como un apetito mundano.
Nada tiene un nombre todavía.
SEIS
Lamento el cabello roto por la desesperación
y te ofrezco tres rosas: la que ves,
la que no se muestra y la que no se da.
¿Caballeros del ocaso vendréis
a inclinaros sobre nuestras melenas?
¡Cabálgame, oh luna, espera desigual,
por cada gusto levantaré
un candelabro!
Viola del tiempo, estigmas de la duda, ¿puedes
recurrir mi cuerpo sin vergüenza, subir las escaleras
del interregno? La falta me da náuseas, el
veneno brota como una fuente, el aire se impregna
de trazos suntuosos como un halo de luz
y aún tengo que sufrir
y, sin embargo, apenas sé lo que digo.
SIETE
Un pájaro camina en mi cabello y
algo busca en mi cerebro: colorea mi mente con las
semillas de lo que cosecha.
Me aterra la belleza Regurgito hasta mis
heces porque el mundo es inmenso y no tengo suficiente
aire para saborearlo. Indígena pintada en colores
del bosque así mi vagina que hincha el
pensamiento del amor y salta con su vela
fuera del marco.
Cáliz de una flor escenario de amor
mi voz abre conchas en un
grito de caracol y me inunda
con el humus primero de la baba
que nace del goce del fruto
todo astillado con la madurez
y desbloqueado en alegrías.
OCHO
Solté mi tigre y mi orquídea, puse
un pozo aquí y allá, una
colmena
una catedral con vidrieras aturdidas por la luz
y la vida se restablece fluida sin
tiempo de miseria en tu bolsillo.
Nueve de la mañana.
¿A qué lado del mundo fluye el
caparazón que me vistió y las heridas que recogí?
Una fregona de estrellas fue precisa, urgente,
como un palacio en la oscuridad como riesgo de
bordado entre los huesos de la carne gota a gota
chorreando el perejil lo más ardiente,
la fogosa –
la que se eleva por encima del cielo y desciende
como un relámpago
directamente sobre mí.
MARIA LÚCIA
DAL FARRA (Brasil, 1944). Poeta, ensayista y conferenciante, autora de cuatro poemarios
que se destacan entre lo mejor de la lírica en Brasil: Livro de Auras (1994), Livro de
Possuídos (2002), Alumbramentos (2012)
y Terceto para o fim dos tempos (2017).
Además de ellos, es autora de un libro de cuentos, Inquilina do Intervalo (2005) y otros dos de crítica literaria: O Narrador Ensimesmado (1978) y A Alquimia da Linguagem (1994), este último
publicado en Portugal. Aquí
publicamos esta secuencia de poemas suyos dedicados a la poeta griega Matsi
Chatzilazarou (1914-1987), que fueron escritos a partir de su lectura de poemas
de esa poeta en la traducción de Floriano Martins, el mismo que ahora firma la
nota introductoria y la traducción de los poemas de Dal Farra.
JULIA MARGARET CAMERON (Índia, 1815-1879). Um dos melhores
exemplos de acaso objetivo encontramos na biografia desta fotógrafa, a quem sua
filha lhe presenteia uma câmara quando Julia completa 48 anos. Era a sua
primeira máquina e até o momento ela não havia despertado o mínimo interesse
pela fotografia. Curioso prenúncio de sua filha, o fato é que sua imediata
dedicação, ajudada por um amigo, a levou rapidamente ao domínio do processo do
colódio úmido – clássico processo fotográfico que se encontra nos primórdios da
fotografia –, começando assim a sua carreira fotográfica. De imediato ela
transformou um galinheiro em improvisado laboratório e em estúdios algumas
dependências da sua casa. O resultado dessa sua identificação foi a criação de
um estilo muito próprio baseado em longos tempos de exposição, na falta de
nitidez provocada por um rápido desfoque, assim como na supressão de
detalhes, nas manchas provocadas pelo modo irregular de como aplicava o colódio
úmido e na utilização do simbolismo da iluminação. Caracterizou-se então por
sua escolha de trabalhar com retratos – em especial os retratos de mulheres – e
as cenas alegóricas, o que a situa como uma precursora da recriação de cenas
vivas aplicadas à fotografia. Acerca de seu trabalho ela mesma diria: Eu ansiava por prender toda a beleza que
viesse até mim, e por fim o desejo foi satisfeito. Nossa homenagem a essa brilhante fotógrafa, que é nossa artista
convidada.
Agulha Revista de Cultura
Número 224 | fevereiro de 2023
Artista convidado: Julia Margaret Cameron (Índia, 1815-1879)
editor | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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