quarta-feira, 10 de maio de 2023

BERTA LUCÍA ESTRADA | Carolina Zamudio, la poeta etérea que convierte en realidad sus ideas

 


Conozco a Carolina Zamudio desde hace muchos años; primero como poeta donde se hizo a un nombre respetado y admirado en mi país, Colombia. Y en el 2017 quiso enviarme Rituales del azar para que yo lo leyera. Debo aclarar que raras veces escribo análisis de libros que me envían y que muchas veces rechazo tajantemente escribir sobre ellos; prefiero escribir sobre autores que yo misma descubro en las librerías y que sé que jamás van a saber que yo leo o comento alguna de sus obras.

Carolina Zamudio, además de poeta es una gestora cultural incansable. En Montevideo, ciudad que la acoge desde hace ya algún tiempo, dirige la Fundación Esteros, al igual que una revista homónima con cuatro tirajes anuales; y que ya es un referente dentro de las revistas de poesía de América latina. Y como si fuera poco creó la editorial Flor del Espinillo donde publica a grandes voces contemporáneas. Y paralelo a toda esta actividad realiza un encuentro de poetas; y por supuesto, participa en ferias de libros donde difunde su trabajo como editora y por ende el trabajo de sus colegas.

Sin embargo, es de la poeta que voy a hablarles hoy.

Debo decir también que el trabajo poético de Carolina Zamudio es denso, a veces impenetrable, es un trabajo muy elaborado, donde cada palabra tiene exactamente el sitio que le corresponde; su poesía no es anecdótica ni facilista; por el contrario, se sumerge en mares insondables, tortuosos, y aún así leerla es una experiencia que se transforma en un gran goce estético e intelectual.

Al menos es lo que he sentido con la lectura de su libro Rituales del azar (Éditions Villa-Cisneros, Toulon, 2017), en una hermosa y cuidada edición del poeta, traductor y editor Rémy Durand; una publicación bilingüe que le permite al lector navegar entre las dos lenguas, pasar de una a otra como quien se contempla en un espejo de agua; no como lo hiciera Narciso, sino para solazarse con la belleza de sus imágenes, así duelan como una espina invisible que es lanzada al centro mismo del cosmos.

Rituales del azar invita a muchas lecturas, a muchos viajes. Y cuando hablo de viajes lo hago pensando en la poesía Simbolista, un viaje al interior de sí mismo, en una especie de travesía del río Aqueronte; sólo que no hay barca ni Caronte nos pide óbolos para llevarnos a la otra orilla. Es un viaje que debemos hacer por nuestros propios medios, aún a sabiendas que será imposible salir indemne de dicha travesía.

Podemos ahogarnos o bien podemos respirar nuevamente. Sin embargo, si logramos tener la cabeza afuera, y evitar que los remolinos jueguen con nosotros como si fuéramos marionetas en manos de los dioses que no ríen -de esos que se hacen llamar agelastes-, habremos de alcanzar la otra orilla, aunque ya no seremos los mismos.


Ahora bien, entremos en el libro, y para hacerlo debemos comenzar por su título: Rituales del azar.

Y si hablo del título es porque considero que en él está la clave que abre el cofre y que permite descifrar los arcanos de los poemas allí guardados. Es decir, es el compendio del discurso que desarrolla a todo lo largo de la obra. Dicho de otra forma el título Rituales del azar es el logos en toda su dimensión. Un título debe ser, en la medida de lo posible, por no decir siempre, bitácora y aguja naútica, y aunque se navegue por mares ignotos, y la nao sea sacudida por tormentas, la bitácora y la brújula sabrán finalmente llevarnos a una playa segura, así la mayoría de las veces sea desconocida.

Rituales del azar es de por sí todo un reto.

Recordemos que los rituales se basan en repeticiones ad infinitum en el que los gestos y las palabras poco o nada cambian con el transcurrir del tiempo; podría incluso verse como una conducta o costumbre adquirida a través de la cultura; en otras palabras es el ethos, tal y como lo concebía Aristóteles. En cambio, el azar es algo imprevisto, desconocido, no sabemos que va a pasar en el minuto siguiente, ni siquiera sabemos si aún estaremos con vida. Y es ahí precisamente donde esos dos conceptos se entrelazan y se hacen necesarios el uno al otro.

Recordemos que la bitácora también es vista como un cuaderno de a bordo donde se registran todas las maniobras del piloto que conduce el bajel; como el estado del tiempo o las visicitudes vividas durante la navegación. Y aún así, por más que todos los contratiempos y aciertos, vividos a bordo, estén debidamente anotados, nada asegura que en el minuto siguiente la marea no cambie y que un temporal sacuda la carcaza desde la proa hasta la popa; poniendo en peligro a la nave y a sus tripulantes. Ésto es en cierta forma el azar.

Ahora desmenucemos esa hermosa palabra: AZAR.

María Moliner, en su Diccionario de uso del español (Editorial Gredos, España, 3a edición, 2007), nos explica que la palabra azar viene del árabe andalucí azzáhr y del árabe clásico zhar, palabras que quieren decir dado. O sea, cuando los eventos no obedecen a desiciones divinas ni a fenómenos naturales, sino a lo que pueda surgir de un momento a otro, algo inesperado, dejando así las desiciones al azar ; como en un juego de dados en los que se juega la vida misma.

Rituales del azar es entonces el compendio del pathos que Carolina Zamudio va a desarrollar a todo lo largo de su discurso poético. Para explicar un poco esta premisa habría que recordar que pathos se refiere al discurso con el que un autor espera cautivar y capturar al lector.

La bitácora llamada Rituales del azar se convierte a su vez en una línea muy delgada en la que el lector –leáse funámbulo– camina tratando de no caer en el abismo que sortea la existencia humana. Es por ello que el título es un gran acierto que abre el umbral de una poiesis muy elaborada, en la que ningún verso sobra. Recuérdese que la poiesis tiene el poder de transformación de la realidad; podría decirse que es la fuente que da origen a la vida, de ahí su carácter ontológico y metafísico incontestable. Y por supuesto, hay que recordar a Heidegger cuando habla de la poeisis como una iluminación; característica incontestable del trabajo poético de Carolina Zamudio.

Para entender el aspecto ontológico y metáfisico de Zamudio leamos uno de sus poemas:

 

SIN RED

 


En tierra de mariposas

a la caza de sofismas.

Sin red.

La noche tiene un balcón

con la vista hacia dentro.

A veces ingreso.

 

Amo el silencio que duerme

la casa. Y yo

todo agita

yo muchos, ninguno,

desde afuera hacia un bullicio único

que todo ancla

vierte.

Noche: tus pasillos me develan

el infinito

y ese yo.

Los otros claudican.

 

Veamos de cerca algunos de sus versos:

 

Sin red./La noche tiene un balcón/con la vista hacia dentro./A veces ingreso.

 

¿Cómo no pensar en un eterno funámbulo y en la eterna caída –la chute–, esa a la que hace alusión Camus? Porque esa es la existencia humana, un eterno salto al abismo, a la nada –léase néant–.

Es por ello que el poema Codicia nos revela la palabra clave de su poesía: Hueco.

hueco de luz amanecido ancla

Un vacío sin fondo, sin redes que mitiguen la caída o que la interrumpan. De ahí el miedo atávico a lo desconocido, el pavor de las tinieblas que rodean la chute inherente a la existencia misma. El ancla es invisible, mitiga la caída y aún así no la impide. Recuerda que la condena de los dioses es ineludible, y que el Hades es el único puerto posible.

El Hades –o Haides– morada de los muertos, es visto en la tradición cristiana como pozo de suciedad o tumba; este último es un concepto que viene del hebreo Sheol o Scheʼóhl, el cual también puede ser traducido como hoyo, infierno o sepulcro; lo que explica porque los judíos denominan al Holocausto con el nombre de Shoah. O sea, la caída y el hueco, a los que hace alusión Carolina Zamudio, son el eterno viaje hacia la muerte que todo ser humano emprende desde el momento mismo de la concepción; y por supuesto debe ser leído como condena -o castigo- al que ningún ser humano escapa.

Es por ello que la poeta dice:

 

La misma noche suspendida en el tiempo

… la misma noche, el mismo olor (Poema: Y dejó de ser silencio)

 


Una hermosa forma de hablar de la muerte, de la finitud, de la mortalidadvista, por supuesto, como el secreto de la condición humana y de su inconmensurable fragilidad y soledad.

Y luego:

 

como alguien que leyó el destino

y se dejó ser silencio (Idem)

 

No hay concesiones, ni perdones, solo hueco (vacío), noche (tinieblas) y silencio (muerte). Ese silencio sideral que ensordece y sume en el delirio a esta especie que desea ser inmortal, aún a sabiendas que sólo es una ínfima partícula que navega en el aire y que está destinada inexorablemente a desaparecer de la faz de la tierra.

Y luego la muerte surge con toda la intensidad de un ritual perenne, inmortal; no todo podía ser azar, así el juego de dados también sea eterno.

Carolina Zamudio, es, sin lugar a dudas, una de las grandes voces latinoamericanas; leerla es una experiencia estética y límbica muy importante.

Los invito a leer el ensayo completo sobre Rituales del Azar en Agulha Revista de Cultura:

http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/07/berta-lucia-estrada-la-caida-la-nada-y.html.

 

 


BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante y del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…; Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). (2021). Y con el sello de ARC Edições y Editora Cintra fueron publicados los dos tomos que conforman El oficio de escribir (Ensayos críticos, 2020). Ha recibido cinco premios de poesía.

 

 


XUL SOLAR (Argentina, 1887-1963). Su pintura visionaria traspasa los límites de la pura abstracción, al ver surgir de ella el mito transfigurado, figura esencial de su interpretación del mundo. Es una pintura en la que se produce la fusión de narración y espejismo. Xul Solar también fue músico, místico y astrólogo. En su pasión por la invención, nos trajo ejemplos insólitos, como un teatro de marionetas con personajes sacados de los signos del zodiaco, la creación de un lenguaje artificial y un intrigante piano de 28 notas. En gran parte, la originalidad de la obra de Xul Solar proviene precisamente de su permanente debate entre tradición y modernidad.

 

 


Agulha Revista de Cultura

Número 229 | maio de 2023

Artista convidado: Xul Solar (Argentina, 1887-1963)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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