Carolina
Zamudio, además de poeta es una gestora cultural incansable. En Montevideo, ciudad
que la acoge desde hace ya algún tiempo, dirige la Fundación Esteros, al igual que
una revista homónima con cuatro tirajes anuales; y que ya es un referente dentro
de las revistas de poesía de América latina. Y como si fuera poco creó la editorial
Flor del Espinillo donde publica a grandes voces contemporáneas. Y paralelo a toda
esta actividad realiza un encuentro de poetas; y por supuesto, participa en ferias
de libros donde difunde su trabajo como editora y por ende el trabajo de sus colegas.
Sin embargo, es de la poeta que
voy a hablarles hoy.
Debo decir también que el trabajo
poético de Carolina Zamudio es denso, a veces impenetrable, es un trabajo muy elaborado,
donde cada palabra tiene exactamente el sitio que le corresponde; su poesía no es
anecdótica ni facilista; por el contrario, se sumerge en mares insondables, tortuosos,
y aún así leerla es una experiencia que se transforma en un gran goce estético e
intelectual.
Al menos es lo que he sentido con
la lectura de su libro Rituales del azar (Éditions Villa-Cisneros,
Toulon, 2017), en una hermosa y cuidada edición del poeta, traductor y editor Rémy
Durand; una publicación bilingüe que le permite al lector navegar entre las dos
lenguas, pasar de una a otra como quien se contempla en un espejo de agua; no como
lo hiciera Narciso, sino para solazarse con la belleza de sus imágenes, así duelan
como una espina invisible que es lanzada al centro mismo del cosmos.
Rituales del azar invita a muchas lecturas, a muchos viajes. Y cuando
hablo de viajes lo hago pensando en la poesía Simbolista, un viaje al interior de
sí mismo, en una especie de travesía del río Aqueronte; sólo que no hay barca ni
Caronte nos pide óbolos para llevarnos a la otra orilla. Es un viaje que debemos
hacer por nuestros propios medios, aún a sabiendas que será imposible salir indemne
de dicha travesía.
Podemos ahogarnos o bien podemos
respirar nuevamente. Sin embargo, si logramos tener la cabeza afuera, y evitar que
los remolinos jueguen con nosotros como si fuéramos marionetas en manos de los dioses
que no ríen -de esos que se hacen llamar agelastes-, habremos de alcanzar la otra
orilla, aunque ya no seremos los mismos.
Y si hablo del título es porque
considero que en él está la clave que abre el cofre y que permite descifrar los
arcanos de los poemas allí guardados. Es decir, es el compendio del discurso que
desarrolla a todo lo largo de la obra. Dicho de otra forma el título Rituales del azar es el logos en toda su dimensión.
Un título debe ser, en la medida de lo posible, por no decir siempre, bitácora y
aguja naútica, y aunque se navegue por mares ignotos, y la nao sea sacudida por
tormentas, la bitácora y la brújula sabrán finalmente llevarnos a una playa segura,
así la mayoría de las veces sea desconocida.
Rituales del azar es de por sí todo un reto.
Recordemos que los rituales se
basan en repeticiones ad infinitum en el que los gestos y
las palabras poco o nada cambian con el transcurrir del tiempo; podría incluso verse
como una conducta o costumbre adquirida a través de la cultura; en otras palabras
es el ethos, tal y como lo concebía Aristóteles. En cambio, el
azar es algo imprevisto, desconocido, no sabemos que va a pasar en el minuto siguiente,
ni siquiera sabemos si aún estaremos con vida. Y es ahí precisamente donde esos
dos conceptos se entrelazan y se hacen necesarios el uno al otro.
Recordemos que la bitácora también
es vista como un cuaderno de a bordo donde se registran todas las maniobras del
piloto que conduce el bajel; como el estado del tiempo o las visicitudes vividas
durante la navegación. Y aún así, por más que todos los contratiempos y aciertos,
vividos a bordo, estén debidamente anotados, nada asegura que en el minuto siguiente
la marea no cambie y que un temporal sacuda la carcaza desde la proa hasta la popa;
poniendo en peligro a la nave y a sus tripulantes. Ésto es en cierta forma el azar.
Ahora desmenucemos esa hermosa
palabra: AZAR.
María Moliner, en su Diccionario
de uso del español (Editorial Gredos, España, 3a edición, 2007), nos explica que
la palabra azar viene del árabe andalucí azzáhr y del árabe clásico zhar, palabras que quieren
decir dado. O sea, cuando los eventos no obedecen a desiciones
divinas ni a fenómenos naturales, sino a lo que pueda surgir de un momento a otro,
algo inesperado, dejando así las desiciones al azar ; como en un juego de dados en los que se juega la vida misma.
Rituales del azar es entonces el compendio del pathos que Carolina Zamudio va a desarrollar a todo lo largo
de su discurso poético. Para explicar un poco esta premisa habría que recordar que
pathos se refiere al discurso con el que un autor espera
cautivar y capturar al lector.
La bitácora llamada Rituales del azar se convierte a su vez en una línea muy
delgada en la que el lector –leáse funámbulo– camina tratando de no caer en el abismo
que sortea la existencia humana. Es por ello que el título es un gran acierto que
abre el umbral de una poiesis muy elaborada, en la que ningún
verso sobra. Recuérdese que la poiesis tiene el poder
de transformación de la realidad; podría decirse que es la fuente que da origen
a la vida, de ahí su carácter ontológico y metafísico incontestable. Y por supuesto,
hay que recordar a Heidegger cuando habla de la poeisis como una iluminación; característica incontestable del trabajo poético
de Carolina Zamudio.
Para entender el aspecto ontológico
y metáfisico de Zamudio leamos uno de sus poemas:
SIN RED
a la caza de sofismas.
Sin red.
La noche tiene un balcón
con la vista hacia dentro.
A veces ingreso.
Amo el silencio que duerme
la casa. Y yo
todo agita
yo muchos, ninguno,
desde afuera hacia un bullicio
único
que todo ancla
vierte.
Noche: tus pasillos me develan
el infinito
y ese yo.
Los otros claudican.
Veamos de cerca algunos de sus
versos:
Sin red./La noche tiene un balcón/con
la vista hacia dentro./A veces ingreso.
¿Cómo no pensar en un eterno funámbulo
y en la eterna caída –la chute–, esa a la que
hace alusión Camus? Porque esa es la existencia humana, un eterno salto al abismo,
a la nada –léase néant–.
Es por ello que el poema Codicia nos revela la palabra clave de su poesía: Hueco.
hueco de luz amanecido ancla
Un vacío sin
fondo, sin redes que mitiguen la caída o que la interrumpan. De ahí el miedo atávico
a lo desconocido, el pavor de las tinieblas que rodean la chute inherente a la existencia misma. El ancla es invisible, mitiga la caída y aún así no la impide. Recuerda que la condena de
los dioses es ineludible, y que el Hades es el único puerto
posible.
El Hades
–o Haides– morada de los muertos, es visto en la tradición
cristiana como pozo de suciedad o tumba; este último es un concepto que viene del
hebreo Sheol o Scheʼóhl, el cual también
puede ser traducido como hoyo, infierno o sepulcro; lo que explica
porque los judíos denominan al Holocausto con el nombre
de Shoah. O sea, la caída y el hueco, a los que hace alusión Carolina Zamudio, son el eterno
viaje hacia la muerte que todo ser humano emprende
desde el momento mismo de la concepción; y por supuesto debe ser leído como condena -o castigo- al que ningún
ser humano escapa.
Es por ello que la poeta dice:
La misma noche suspendida en el
tiempo
… la misma noche, el mismo olor
(Poema: Y dejó de ser silencio)
Y luego:
como alguien que leyó el destino
y se dejó ser silencio (Idem)
No hay concesiones, ni perdones,
solo hueco (vacío), noche (tinieblas) y silencio (muerte). Ese silencio sideral que
ensordece y sume en el delirio a esta especie que desea ser inmortal, aún a sabiendas
que sólo es una ínfima partícula que navega en el aire y que está destinada inexorablemente
a desaparecer de la faz de la tierra.
Y luego la muerte surge con toda
la intensidad de un ritual perenne, inmortal; no todo podía ser azar,
así el juego de dados también sea eterno.
Carolina Zamudio, es, sin lugar
a dudas, una de las grandes voces latinoamericanas; leerla es una experiencia estética
y límbica muy importante.
Los invito a leer el ensayo completo
sobre Rituales del Azar en Agulha Revista de Cultura:
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/07/berta-lucia-estrada-la-caida-la-nada-y.html.
BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante y del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…; Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). (2021). Y con el sello de ARC Edições y Editora Cintra fueron publicados los dos tomos que conforman El oficio de escribir (Ensayos críticos, 2020). Ha recibido cinco premios de poesía.
XUL SOLAR (Argentina, 1887-1963). Su pintura visionaria traspasa los límites de la pura abstracción, al ver surgir de ella el mito transfigurado, figura esencial de su interpretación del mundo. Es una pintura en la que se produce la fusión de narración y espejismo. Xul Solar también fue músico, místico y astrólogo. En su pasión por la invención, nos trajo ejemplos insólitos, como un teatro de marionetas con personajes sacados de los signos del zodiaco, la creación de un lenguaje artificial y un intrigante piano de 28 notas. En gran parte, la originalidad de la obra de Xul Solar proviene precisamente de su permanente debate entre tradición y modernidad.
Agulha Revista de Cultura
Número 229 | maio de 2023
Artista convidado: Xul Solar (Argentina, 1887-1963)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
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