quarta-feira, 30 de agosto de 2023

GLADYS MENDÍA | José Antonio Ramos Sucre – Un viaje introspectivo a través de la palabra



En la vasta historia de la literatura, existen escritores cuya obra trasciende el tiempo y deja una huella imborrable en la cultura. Uno de estos poetas emblemáticos es José Antonio Ramos Sucre. Reconocido por su estilo único y su capacidad para transmitir la melancolía y la búsqueda de trascendencia en sus versos. En este ensayo, daremos un breve repaso sobre la vida y la obra de José Antonio Ramos Sucre, analizando su legado e impacto en la comprensión de la condición humana, explorando su estilo, sus temáticas recurrentes y su contribución a la literatura venezolana. Sus obras publicadas son: 1921: Trizas de papel; 1923: Sobre las huellas de Humboldt; 1925: La Torre de Timón (recoge los dos libros anteriores, más textos inéditos); 1929: Las formas del fuego; 1929: El cielo de esmalte; 1960: Los aires del presagio (póstumo).

Gustavo Guerrero, editor, ensayista y poeta, en su libro Conversación con la intemperie. Seis poetas venezolanos (2008) se refiere a Ramos Sucre de la siguiente manera:

 

Para presentarlo, se suele comenzar por su final, quizás porque con él se iluminan retrospectivamente obra y destino: mil y una noches dedicadas al estudio, la erudición y las lenguas, tres libros editados en Caracas y, en total, unos trescientos cincuenta poemas en prosa fue casi todo lo que nos dejó al suicidarse en Ginebra, desesperado e insomne, en 1930.

 

José Antonio Ramos Sucre nació el 9 de junio de 1890 en Cumaná, Venezuela. Desde temprana edad demostró una gran sensibilidad artística y una profunda pasión por la literatura. Su obra se caracteriza por una fusión entre lo lírico y lo simbólico, explorando temáticas como la soledad, la muerte, el destino y la trascendencia. A través de una prosa poética exquisita y cargada de imágenes evocadoras, Ramos Sucre nos invita a reflexionar sobre los misterios de la existencia humana. Como herramientas usa la mitología, lo esotérico, personajes ficticios o de la historia venezolana, la supresión del “que” y la exaltación del “yo”. Para un hombre con un carácter introvertido, solitario, que sufría de insomnio, y que particularmente intuyo, estaba en el espectro autista, la creación literaria y la lectura fueron una herramienta para canalizar la frustración y la angustia. La fatiga mental producida por su personalidad nerviosa (dificultad para concentrarse sobre todo en sus últimos años de vida) lo hizo deambular por las noches y escribir prolíficamente, no solo prosa poética, sino también para diarios y revistas sobre temas como la democracia, el feminismo, la desigualdad, entre otros.

La literatura nos invita a explorar las dimensiones más profundas de la existencia humana, y pocos escritores logran adentrarse en el laberinto de la psique de manera tan magistral como lo hace José Antonio Ramos Sucre. Este destacado escritor, traductor y diplomático venezolano nos sumerge en un universo literario en el que la melancolía, la imaginación y la introspección se entrelazan de manera única. Así lo evidencia en “El herbolario”, poema del libro La torre de Timón (1925):

 

El topo y el lince eran los ministros de mi sabiduría secreta. Me habían seguido al establecerme en un paisaje desnudo. Unos pájaros blancos lamentaban la suerte de Euforión, el de las alas de fuego, y la atribuían al ardimiento precoz, al deseo del peligro.

El topo y el lince me ayudaban en el descubrimiento del porvenir por medio de las llamas danzantes y de la efusión del vino, de púrpura sombría. Yo contaba el privilegio de rastrear los pasos del ángel invisible de la muerte.

 Yo recorría la tierra, sufriendo la grita y pedrea de la multitud. No conseguí el afecto de mis vecinos alumbrándoles aguas subterráneas en un desierto de cal.

Una doncella se abstuvo de censurar mi traje irrisorio, presente de Klingsor, el mago infalible.

 Yo la salvé de una enfermedad inveterada, de sus lágrimas constantes. Un espectro le había soplado en el rostro y yo le volví la salud con el auxilio de las flores disciplinadas y fragantes del díctamo, lenitivo de la pesadumbre.

 


La obra de José Antonio Ramos Sucre se caracteriza por un estilo que revela su profundo dominio del lenguaje. Sus escritos se destacan por su riqueza metafórica, su cuidada elección de palabras, su capacidad para evocar imágenes sorprendentes y vívidas en la mente del lector. A través de una prosa poética exquisita, Ramos Sucre nos sumerge en un mundo de alucinaciones y paisajes oníricos. Podemos observar esto en el poema “El error vespertino”, incluido en su libro La torre de Timón (1925):

 

Unos jinetes bravíos me escoltaban durante la visita al país de las ruinas legendarias. Nos detuvimos a maravillar los arabescos y perfiles de un puente de arcos ojivales.

 Invadimos la ciudad fatídica por una avenida de cipreses violados. Yo me extasiaba en el ambiente de pureza, a la vista de un cielo de tintes ideales. La imagen de un alminar brillante se dibujaba en el río de linfas indolentes.

 Yo adelantaba, peregrino del desencanto, en el sosiego inverosímil.

 Un cortejo nupcial, pregonado por los sones de una melodía sensible, me despertó del ensueño, me volvió a la presencia del infortunio. La joven se dirigía al cautiverio en un carro de usanza agreste.

 Yo traté de seguir los vestigios sutiles del cortejo a la luz del crepúsculo de éter y me encontré solo y a ciegas en el circuito de unas tumbas idénticas.

 

Una de las temáticas recurrentes en la obra de Ramos Sucre es la melancolía. Sus textos están impregnados de una tristeza profunda, una nostalgia por lo efímero y una sensación de soledad existencial. El escritor explora el dolor humano, la fugacidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte, creando una atmósfera sombría y reflexiva que conmueve al lector. La insatisfacción se convierte en una forma de contemplación y una invitación a reflexionar sobre la fragilidad de la existencia. En el poema “Preludio”, incluido en su libro La torre de Timón (1925) y que abre el volumen, nos dice:

 

Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras.

Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto de nieve.

El movimiento, signo molesto de la realidad, respeta mi fantástico asilo; mas yo lo habré escalado de brazo con la muerte. Ella es una blanca Beatriz, y, de pies sobre el creciente de la luna, visitará la mar de mis dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no lamentaré más la ofendida belleza ni el imposible amor.

 

Asimismo, en la obra de Ramos Sucre se aprecia una marcada influencia del simbolismo y el decadentismo. Sus escritos se caracterizan por un lirismo sutil y una búsqueda constante de la belleza en medio de la desolación. En su poema “Antífona” de su libro El cielo de esmalte (1929) dice:

 

Yo visitaba la selva acústica, asilo de la inocencia, y me divertía con la vislumbre fugitiva, con el desvarío de la luz.

Una doncella cándida, libre de los recuerdos de una vida mustia, sujetaba a su albedrío los pájaros turbulentos. El caracol servía de lazarillo al topo.

Yo frisaba apenas con la adolescencia y salía a mi voluntad de los límites del mundo real. La doncella clemente se presentó delante de mis pasos a referirme las venturas de una vida señoril, los gracejos y desvíos de las princesas en un reino ideal. Yo los he leído en un drama de Shakespeare.

La memoria de mis errores en la selva diáfana embelesó mi juventud ferviente. Larvas y quimeras de mi numen triste, una ronda aérea seducía mis ojos bajo el cielo de ámbar y una corona de espinas, la de Cordelia, mortificaba las sienes de la doncella fiel.

 


El autor utiliza símbolos y metáforas para explorar los misterios de la vida y la trascendencia, invitando al lector a cuestionar su propia realidad y a sumergirse en una dimensión más profunda de la experiencia humana. Podemos leer su poema “Omega” del libro La torre de Timón (1925):

 

Cuando la muerte acuda finalmente a mi ruego y sus avisos me hayan habilitado para el viaje solitario, yo invocaré un ser primaveral, con el fin de solicitar la asistencia de la armonía de origen supremo, y un solaz infinito reposará en mi semblante.

Mis reliquias, ocultas en el seno de la oscuridad y animadas de una vida informe, responderán desde su destierro al magnetismo de una voz inquieta, proferida en un litoral desnudo.

El recuerdo elocuente, a semejanza de una luna exigua sobre la vista de un ave sonámbula, estorbará mi sueño impersonal hasta la hora de sumirse, con mi nombre, en el olvido solemne.

 

La contribución de José Antonio Ramos Sucre a la literatura venezolana es invaluable. Su estilo literario único y su enfoque introspectivo lo convierten en uno de los escritores más importantes del país. En un momento histórico en el que lo considerado poesía estaba cargado de una estética preciosista, nuestro autor viajó en otra dirección, aquella que le dictaba su rigor: exactitud y brevedad en el poema en prosa, sin usar nunca el verso. Es por esta razón que la crítica de su época no sabía cómo abordar su obra y es por esta misma razón que por muchos años no estuvo incluido en antologías y en los programas de estudios. Ramos Sucre se manifestó al respecto: “Los juicios acerca de mis dos libros han sido muy superficiales. No es fácil escribir un buen juicio sobre dos libros tan acendrados o refinados. Se requieren en el crítico los conocimientos que yo atesoré en el antro de mis dolores. Y todo el mundo no ha tenido una vida tan excepcional”.

Varios estudiosos han destacado el universo referencial en su obra, considerada de una riqueza inigualable. Sus referencias, nunca superficiales, son además de estilo, la base fundacional de cada poema. A este respecto, dice Salvador Terneiro en el prólogo a la Antología (Selección y prólogo de Salvador Terneiro. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1992):


Pero Ramos Sucre no cita, no imita, no parodia ni plagia a los otros: los reescribe. Su escritura es un proceso verbal complejo, con una gran variedad de recursos: amplificación, expansión, condensación, prosificación. Su labor consiste en transferir, en transformar, en transmutar. Sus poemas son, muchas veces, expansiones de enunciados pertenecientes a obras diversas. Algunos, como “La cuna de Mazeppa”, remiten, concretamente, al “Mazeppa” de Les orientales de Víctor Hugo. Otros son condensaciones, derivaciones de otras obras, muchas de las cuales pertenecen, en sus lenguas de origen, a géneros literarios distintos que, en el palimsesto ramosucreano, devienen poemas en prosa.

 

Aquí pueden leer el poema “La cuna de Mazeppa”, incluido en su libro La torre de Timón (1925):

 

Una aura propaga la querella de la tierra cubierta de ruinas, lastimada por el invierno y su saña de vencedor. La estación nueva espira un fuego vital, preludio del bullicio. Los ánades retornaron a los pantanos deshelados, y turban la superficie de azogue. Humilde flor esporádica supera al yerbazal fecundo, tapiz de la sabana, mullido por la primavera. Los tallos surgen a porfía, delgados y briosos, del agua superficial, derramada. El sol diferencia los tonos del verde en las ondulaciones de la pradera agitada por el viento, y una nube proyecta la sombra de su vuelo. Aves de rapiña circulan frecuentes en las alturas del aire, y desde allí registran su dominio o lo recorren con determinación de mensajeros. El cielo, de azul nítido, baja en redondo sobre el yermo, criadero de. lobos, y un jinete, embutido en su hábito de felpa, cruza a galope en demanda de una ciudad de cúpulas doradas.


Algunos lo han catalogado de simbolista, otros de surrealista. Su escritura es un testimonio de la capacidad del lenguaje para revelar la complejidad y la belleza de la condición humana con intensidad y brevedad.

Me gustaría terminar este breve ensayo con el poema “El fugitivo” (La Torre de Timón, 1925), segundo poema del libro, donde intuyo el corazón de la poética de Ramos Sucre. Una poética que busca incesantemente manifestar la batalla interna que padecía día a día. Ese sentimiento de angustia, de ser perseguido por todo y todos, de estar a la intemperie, atormentado, solo, hasta con miedo de encender una hoguera (amor), cansado de ser juzgado e incomprendido. Un alma neuro-atípica sin duda alguna y de la que me siento hermana más allá del tiempo y el espacio.

 

Huía ansiosamente, con pies doloridos, por el descampado. La nevisca mojaba el suelo negro.

Esperaba salvarme en el antro causado por el desarraigo de un árbol. Compuse las raíces manifiestas para defenderme del oso pardo, y despedí los murciélagos a gritos y palmadas.

Estaba atolondrado por el golpe recibido en la cabeza. Padecía alucinaciones y pesadillas en el escondite. Entendí escaparlas corriendo más lejos.

Atravesé el lodazal cubierto de juncos largos, amplectivos, y salí a un segundo desierto. Me abstenía de encender fogata por miedo a ser alcanzado.

Me acostaba a la intemperie, entumecido por el frío. Entreveía los mandaderos de mis verdugos metódicos. Me seguían a caballo, socorridos de perros negros, de ojos de fuego y ladrido feroz. Los jinetes ostentaban, de penacho, el hopo de una ardita.

Divisé, al pisar la frontera, la lumbre del asilo, y corrí a agazaparme a los pies de mi dios.

Su imagen sedente escucha con los ojos bajos y sonríe con dulzura.

 


GLADYS MENDÍA (Venezuela, 1975). Poeta, ensayista, editora. Traductora del portugués al castellano, contando entre sus trabajos de traducción la antología poética de Roberto Piva titulada La catedral del desorden (2017). Fue becaria de la Fundación Neruda (2003 y 2017). Participó en el Taller de creación poética con Raúl Zurita (2006). Ha publicado en diversas revistas literarias, así como también en antologías. Sus libros: El tiempo es la herida que gotea, 2009; El alcohol de los estados intermedios, 2009; La silenciosa desesperación del sueño, 2010; La grita. Reescritura de Las Moradas, de Teresa de Ávila, 2011; Inquietantes dislocaciones del pulso, 2012; El cantar de los manglares, 2018, Telemática. Reflexiones de una adicta digital, 2021; LUCES ALTAS luces de peligro, 2022 y sus más recientes libros co-creados con Inteligencia Artificial: Fosforescencia tigra, Aire y Memorias de árboles (2023). Es editora fundadora de la Revista de Literatura y Artes LP5.cl y LP5 Editora, desde el año 2004. Cofundadora de la Furia del Libro (Feria de editoriales independientes, Chile). Como editora ha desarrollado más de veinticinco colecciones entre poesía, narrativa, ensayo y audiovisuales, publicando a más de 500 autores. Integra, con Floriano Martins y Elys Regina Zils, el equipo de traductores del “Atlas Lírico de Hispanoamérica”, de la revista brasileña Acrobata.

 

 


JAN DOCEKAL (República Tcheca, 1943). Historiador del arte, artista, publicista y profesor emérito. Se formó como metalúrgico, estudió historia del arte y la estética, fue obrero, tecnólogo de producción mecánica, diseñador publicitario, director comercial en una imprenta, propietario de una galería y de una agencia de publicidad. Organizador de numerosas exposiciones de arte, autor de varios libros en el campo del arte, colabora con Agulha Revista da Cultura, además de haber sido incluido en el libro Viajes del Surrealismo (2022), de Floriano Martins. Es miembro del grupo surrealista checo Stir up. Realizó treinta y ocho exposiciones individuales, participó en exposiciones surrealistas en Bélgica, Chile, Costa Rica, Alemania y Portugal. Jan Docekal es el artista invitado de esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 



Agulha Revista de Cultura

Número 237 | agosto de 2023

Artista convidado: Jan Dočekal (República Tcheca, 1943)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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Um comentário:

  1. Este ensayo es un valioso aporte a la bibliografía sobre Ramos Sucre. Felicitaciones a Gladys Mendía. Sin embargo, me gustaría señalar, muy respetuosamente, a los editores que la fotografía que lo ilustra no es de José Antonio Ramos Sucre, sino de su hermano menor, Lorenzo Ramos Sucre.

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