Hubo después otros encuentros con Díaz Casanueva, los años siguientes, en
varios Congresos mundiales de poesía y en diversos eventos culturales que tuvieron
lugar en Italia, Grecia y Venezuela. Volví a verlo cuando viajé a Chile, su país
natal, en abril y agosto de 1991, sucesivamente. Allá ofrecí varias charlas sobre
poesía venezolana y docencia universitaria, asistí a un homenaje a Gabriela Mistral
y a una Feria Internacional del Libro. En esas dos ocasiones pude conversar otra
vez con el poeta, durante varios días, en su hermosa casa de Santiago, rodeada de
arboledas y muy próxima a una pequeña iglesia.
Esta entrevista recoge algunos momentos de esos dos largos encuentros. Al
final, incluyo un breve diálogo con el poeta, durante su visita a Venezuela, en
1992, entre soles y lluvias de mayo.
AMdR
| Querido Humberto, quiero celebrar este nuevo encuentro
y conversar con usted sobre una serie de temas que considero muy valiosos. En este
sentido, observo que uno de los rasgos más notables de su poesía es la gran riqueza
verbal: profusión de metáforas y adjetivos deslumbrantes, de símbolos cristalinos
o muy cifrados, de alegorías violentas, de voces inexorables. Junto a todo esto,
percibo también espacios silenciosos, casi clausurados. Usted siempre ha reflexionado
sobre el silencio, le ha dado mucha importancia. Entiendo que no se trata de un
silencio cercano al vacío, a la nada, sino más bien de un silencio pleno, que puede
ser origen de un alumbramiento, de una expansión del ser…
HDC
| En realidad,
creo que cada época cultural se manifiesta por un grado de palabra y un grado de
sordera. Cuando la sordera aumenta y ya no se escuchan las “palabras originales”
a las que se refiere Heidegger, triunfan, por un lado, la banalidad y la frondosidad;
por el otro, el “silencio”, que es una preñez. Mi discurso, al ser incorporado a
la Academia Chilena de la Lengua, en 1985, versó sobre El Silencio, que no es una
categoría lingüística, pero al cual los poetas deben recurrir, en una especie de
experiencia metafísica o religiosa, para que manen las palabras.
Como dice el poeta argentino Hugo Mujica, “el hombre de hoy es el que todo
lo mira, pero el que ya no admira; el que todo lo oye, pero ya no escucha”. Con
la descarga de imágenes visuales, especialmente de la televisión, que mucho me preocupa,
los ojos ensordecen. Hay que
enseñar de nuevo a contemplar.
Por ejemplo, en mi última visita a Munich, estuve una hora dialogando en silencio,
sumiéndome en el autorretrato de Durero. Debemos buscar el silencio y la soledad
porque son intransferibles.
AMdR
| Con cierta frecuencia se ha dicho que su poesía es “oscura”,
“hermética”, “filosófica”, “visionaria” y, por lo tanto, de difícil acceso. ¿La
considera usted así?
HDC
| Se me
ha acusado de ser críptico, metafísico, oscuro… No reniego de la dificultad de mi
poesía, pero yo no he puesto ningún sistema filosófico en verso. Puede vislumbrarse
en mi obra una actitud ontológica, antropológica. Pues claro, me acuerdo de la pregunta
casi infantil de Heidegger: “¿por qué existen las cosas y por qué no existen?” La
poesía nació unida a la música y a la danza. La danza es una escritura del ser en
el espacio. Por ello dice el filósofo francés Jacques Derrida que “la escritura
es anterior a la palabra”, una afirmación muy audaz, casi absurda para quienes están
pensando en la escritura fonética. En mi último libro, Vox tatuada, incluyo este epígrafe
de Derrida que me parece revelador: “se requieren pensamientos inauditos que se buscan a través
de la Memoria de los viejos Signos”. Bien sabes tú la revolución que
se ha verificado en la concepción de la escritura, con figuras como Barthes, Sollers
y otros. Después la poesía se ensimismó.
AMdR
| Quizás podríamos remontarnos a la antigua Grecia, a la
relación que existía entre poesía y filosofía… También podría decirnos algo sobre
sus estudios en Alemania, usted fue discípulo de Heidegger…
HDC
| Efectivamente,
en Grecia la poesía se une al pensar. Para mí, Platón es un poeta antes que
un pensador, o mejor dicho, el dinamismo creador de la poesía es la apertura a un
logos que es más amplio que la conceptualización y casi prelógico. Cuando
llegué a Alemania me dijeron: “Elija un ciclo de la filosofía” y yo elegí “Los presocráticos”,
pero me arguyeron: “usted es un extranjero y debe estudiar filosofía alemana; le
aconsejamos de Kant a Hegel”. Y seguí este consejo. Pero además, asistí a dos seminarios
con Heidegger: uno dedicado a Nietzsche, otro sobre Hölderlin. Recuerdo que en este
último, Heidegger llenaba la pizarra de palabras griegas con citas de los presocráticos.
Siempre me ha interesado la aproximación que hace Heidegger entre el poeta y el
pensador. Ambos están solitarios en sus cúspides, pero corrientes subterráneas los
unen. Este vínculo me parece fundamental.
AMdR
| ¿Cuál es su visión sobre ese “pensar poético”? ¿Cómo
se manifiesta en su obra? ¿Considera que hay una crisis en el lenguaje actual?
HDC
| Siempre
he aspirado a una poesía pensante que abarque lo inagotable del ser humano,
lo más sensible, lo mítico, lo mágico, lo irracional, lo polisémico, algo como una
funcionalidad sinfónica que llegue a la plenitud del sentido. Sólo el poeta es el
aglutinador, siempre que se atreva al descenso órfico, abisal, que atraviese el
“bosque de símbolos” y llegue a la palabra pentecostal. Pero estamos en una crisis
del lenguaje poético, estamos en una Babel. El que más ha sentido este problema
es, a mi juicio, el más grande poeta alemán contemporáneo: Paul Celan. Llegó a la
esencia de la contradicción y de la trágica condición humana pero desgraciadamente
no pudo proseguir con la fluidez de Rilke. A Celan se le “quebró la voz” y puso
fin a su vida tirándose al Sena. En mi Vox tatuada, también le rindo un homenaje.
AMdR
| Un “amargo juego dialéctico”, un oscilar vertiginoso
de luces y oscuridades, plenitudes y vacíos, voces y silencios recorren toda su
obra; y aparece de nuevo esa “vox” de múltiples sentidos…
AMdR
|¿Es una voz que brota de lo subterráneo, de los abismos
del inconsciente? ¿Qué importancia atribuye al lenguaje de los sueños, a la “escritura
automática” de los surrealistas?
HDC
| Es una
voz turbada por rastros, señales, trazos, trizas, trozos; una voz soterrada que
sale de la boca, de los ojos, de las manos. Dicha voz es un protolenguaje, una protoescritura.
Lacan dice que el “inconsciente está formado de palabras”; así, el gran psicoanalista
sigue a Freud.Yo asistí a muchas sesiones de psicoanálisis en mi juventud, y desde
entonces me di cuenta de la profundidad del lenguaje onírico, simbólico. En el análisis
de los sueños, encontré todo un mundo interior, mi propio mundo. Fue una experiencia
larga y dolorosa pero a la vez llena de iluminaciones, de hallazgos muy valiosos
para mi vida. Respeto, pero nunca he utilizado la escritura automática” de los surrealistas;
más bien me impresionó el monólogo interior de ciertas páginas
AMdR
| El lenguaje de su poesía está marcado, en muchos casos,
por cortes bruscos, fragmentaciones, trizas…
HDC
| Sí,
el descoyuntamiento del lenguaje me es necesario, me es fatal, porque me abre una
vía simbólica hacia el sentido, la significación. No quiero quedarme en lo lúdico
de las imágenes, en los abalorios. Una imagen bonita puede ser: “Un pájaro sentado
en el arcoiris”, de Huidobro; pero es profunda esta otra imagen: “Oh muerte, grave
signo de un poder lejano”, de Novalis. Mi escritura parece a veces discontinua,
hecha de gestos de mimo, parpadeo de palabras, pero de repente tomo el discurso
un poco aforístico. Me gustan los graffitis en los muros, en los trenes, pero este
aparente desmontaje tiene una estructura íntima, no formal sino orgánica.
AMdR
| ¿Cree usted que el poeta debe preservar los valores esenciales
del ser humano, intuir sus latidos más íntimos, sus angustias, interpretar y dar
un sentido al misterio de la existencia, en una época invadida por la tecnología?
HDC
| El poeta,
como “guardián del ser”, tiene mayor responsabilidad frente a la invasión de la
informática. Hay signos computables, instrumentales, exteriores. El poeta trabaja
con otro tipo de signos que puede descifrar, a veces, o ahondarlos, para llegar
a la raíz del misterio. Para ello tenemos que ser reverenciales ante la vida,
el mundo, el destino. El poeta tiene que escuchar la “Vox del Ser” en la piel, en
la sangre. No es una voz fónica o lingüística, sino fenomenológica. Lo que he intentado
en mi libro Vox tatuada, que se publicó recientemente,
es un intento desesperado de unir “Bios” y “Logos”. ¿Por qué los libros iniciales
de la humanidad comienzan con nombrar a través del Verbo, que todavía no
es Palabra sino articulación para una posible Palabra?
Antonin Artaud habla del “retorno a las fuentes respiratorias y plásticas”
del lenguaje, o sea, a lo más profundo, a los arquetipos de Jung, al sueño y a la
vida de la especie humana. Yo trato de unir lo más oscuro y soterrado del ser humano
con lo más elevado de su espíritu. Hay zonas del Espíritu y de la Mente que no han
sido descubiertas ni ejercitadas. Quiero mantener mi “sueño despierto”. Igual sucede
con el mundo, con el cosmos, hay cosas invisibles que han de ser nombradas para
ser.
AMdR
| ¿Cuál debe ser, finalmente, la búsqueda esencial del
poeta, su actitud ante el lenguaje, ante la vida misma, sobre todo en este tiempo
de grandes turbulencias, de graves crisis?
HDC
| El poeta
debe llegar al lenguaje de los lenguajes para comprender los lenguajes y el lugar
del hombre en el cosmos. El poeta debe ser el mediador entre el Ocultamiento
y la Presencia. Así como la ciencia abre el Espacio, el poeta abre el
Tiempo. Pero también el Espacio es medido en otras dimensiones porque el poeta siempre
habita en la caverna de Platón. Vive con la sombra y se ciega con la luz que tanto
anhela. Hermenéutica simbólica y axiología, porque el poeta debe tener una intencionalidad,
una motivación ética. Debe recuperar sus funciones de revelador, de inspirador,
de guardián del ser, defensor de la dignidad del ser humano, sobre todo en un tiempo
como éste, trágico y apocalíptico.
AMdR
| Usted ha señalado su particular atracción por los tatuajes
y sus diversos significados en las culturas de ciertos países. En su último libro
se refiere, especialmente, a una Vox tatuada. ¿Qué importancia tiene todo esto para
usted?
HDC
| Los
romanos tatuaban a los criminales y a los esclavos, lo que fue prohibido por el
cristianismo. Las tribus de América del Norte hacían pinturas por las que pasaba
un hilo con un pigmento. Los maorí son famosos por sus tatuajes en color, también
los indios de Sur América, los polinesios, los japoneses. En general, es como una
protección mágica. Pero estimo que la voz más profunda nos sale ya tatuada, con
signos de la especie que tenemos que descifrar y luego la vamos tatuando con nuestras
emociones, nuestros silencios. También la escritura, especialmente la protoescritura,
los jeroglíficos, los papiros, los palimpsestos, las tablas parlantes de la Isla
de Pascua, no descifradas del todo. A veces trabajo con “logografía”, o sea, con
tinta china hago manchones, tratando de reproducir así un poema. Algo parecido a
lo que hizo Henri Michaux.
HDC
| La “página
blanca” no es el silencio de Mallarmé, la estimo más bien como una piel hipersensible
y lo que escribo es tatuaje antes de ser escritura. Cuando yo estuve desterrado
en Uruguay comencé a buscar trabajo y sólo encontré algunas horas como profesor
de caligrafía en el Instituto Normal de Mujeres. Algo que me parecía un suplicio,
por mi inhabilidad. Más tarde, los años transcurridos en los países árabes me enseñaron
a respetar su escritura como una obra de arte. Luego viene la tipografía como arquitectura
del poema. Mi Vox tatuada
es una simbiosis de lo oral, expresividad no oral, y escritura. Pienso que un poema
es como una partitura para que se eleve de él algo sinfónico. ¿Recuerdas la composición
de “Un coup de dés jamaís n’abolira le hasard”, de Mallarmé? Durante mucho tiempo
me dediqué a la grafología. Más tarde estudié atentamente el lenguaje de los sordomudos,
la mirada, los pasos…
AMdR
| En su Vox Tatuada, aparecen frecuentes alusiones a la
Capilla Sixtina, al canto coral, a las voces que se elevan y parecen llenar todo
ese espacio cubierto de espléndidas pinturas. También se observa una influencia
de la liturgia a lo largo de su obra. ¿Qué importancia le atribuye usted a estas
manifestaciones?
HDC
| Considero
que la Capilla Sixtina, impregnada de cantos, es una de las obras más gloriosas,
la culminación del genio del hombre frente a los “dioses en retirada”. Las pinturas
de Miguel Ángel son tatuajes en los muros. El canto no tiene las inflexiones de
la obra operística, es un canto grave, aún en el Hosanna. Amo el canto gregoriano
litúrgico en general. Confieso que la liturgia tiene mucha influencia en mi obra.
La incorporación de la Capilla Sixtina a mi obra tiene otra significación: el hombre
coral, el hombre que sale de su solipsismo para fundirse con la comunidad.
AMdR
| Recuerdo que Jorge Luis Borges, en una entrevista que
le hice en Marrakech hace algunos años, me dijo: “Cuando escribo, lo que entreveo
es el comienzo y el final, que me son dados por alguien que está más allá de mí;
lo demás lo voy inventando”… “La poesía puede ocurrir en cualquier momento, es misteriosa
como un embrujamiento”. (2) Y le pregunto a usted: ¿Cuál es su propia actitud ante
el proceso creador? ¿Qué siente al escribir un poema, qué lo impulsa?
HDC
| Escribo
obedeciendo a un llamado dentro de mí. ¿Quién me llama? ¿Para qué? Me preguntan
y yo pregunto a la pregunta. Es algo incoherente y yo tengo que hacer lo posible
por llegar a un sentido. Es como realizar una navegación submarina sin brújula.
Algo ya está escrito en mí, como si me levantara la piel y descubriera los hilos
de un gran tapiz o los trazos de otra escritura. Escribo sobre lo escrito. Estoy
tatuado, lleno de marcas, de piezas de un rompecabezas revuelto.
AMdR
| Durante su estadía en Alemania, estuvo en contacto muy
cercano con el Movimiento Expresionista. Siempre ha admirado a ciertos poetas y
pintores expresionistas. Observo aquí, en el estudio de su casa, una reproducción
del famoso cuadro de Edvard Munch, El grito. La voz y el grito se enlazan continuamente en
su poesía…
HDC
| Efectivamente.
Para mí, El grito de Munch agolpa la Vox. Es la desesperación del
hombre alienado, atragantado, y que de repente estalla. Hay un puente que debería
ser un vínculo, pero el grito es universal, aguas y montes gritan también. El tatuaje
se ha transformado en violencia suma. La Palabra que se había encarnado en el Hombre
pierde toda posibilidad de ser inteligible. Munch es el padre del Expresionismo,
que en cierta forma predijo la catástrofe, el holocausto. Hitler lo desterró, considerándolo
“arte degenerado”. Cuando regresé a Chile, y en vista de las tendencias neo-expresionistas
en la pintura, di una conferencia sobre el Expresionismo y su época. En la portada
de mi último libro, como observas, se reproduce ese cuadro de Munch.
AMdR
| Además de su amplia y profunda labor poética, usted desarrolló,
durante muchos años, una admirable actividad diplomática, representando a Chile
en diversos lugares del mundo. Ha viajado mucho y ha estado en contacto directo
con culturas y experiencias de la más variada índole. En Nueva York fue Embajador
de su país ante las Naciones Unidas…
HDC
| Efectivamente,
he viajado mucho, he tenido experiencias muy importantes y diversas, pero te confieso
que no me agrada el término “diplomático”; prefiero el de “técnico en relaciones
internacionales”. “Diplomático”, generalmente está ligado al lujo, al ocio, al buen
comer, beber y vestirse. Y en cierto sentido, es verdad. El diplomático es absorbido
por las clases altas y los empresarios y si uno se relaciona con los intelectuales,
clases medias, sindicatos, o con la oposición, pierde la confianza de los gobernantes
o de los colegas. Me sentí más a gusto cuando representé a Chile ante los organismos
de las Naciones Unidas, desde 1970. Un año después, en 1971, me fue otorgado el
Premio Nacional de Literatura. Ese mismo año, Pablo Neruda recibió el Premio Nobel
y nos encontramos en Nueva York para celebrar juntos dichos Premios. Mi carrera
diplomática terminó abruptamente en esa ciudad, el 11 de septiembre de 1973. Presenté
mi renuncia cuando los militares se apoderaron del poder, derrocando al presidente
Salvador Allende.
AMdR
| ¿Cuánto tiempo permaneció después en Nueva York?
HDC
| Después
de mi renuncia, permanecí en Nueva York varios años más y establecí allá mi residencia
fija. Seguí dedicándome a la creación poética y a diversas actividades culturales,
fui profesor en las Universidades de Columbia y Rutgers. En 1976 obtuve la Beca
Guggenheim con un proyecto para escribir mi libro El hierro y el hilo. Éste fue publicado en Toronto, en 1980, justamente
el año en que tú y yo nos conocimos. Realicé otros viajes, atendiendo invitaciones
para ofrecer recitales y conferencias en diversos países y seguí ocupándome de los
Derechos Humanos y del problema del Apartheid. A finales de 1983 regresé definitivamente a mi país y desde entonces
vivo en Santiago, aunque he seguido viajando con cierta frecuencia.
AMdR
| Durante muchos años usted participó en la Comisión de
las Naciones Unidas, siendo uno de los Seis Expertos Mundiales que han estudiado
el problema del Apartheid en Sudáfrica. ¿Cuál fue
su experiencia en este cargo?
HDC
| Después
de tantos años de haber participado en ese cargo, el año pasado tuve que renunciar
a la Comisión, lamentablemente, por razones de salud, y para dar paso a otros. Cuando
ejercía mi cargo, recorrí casi todos los países del África, escuchando las quejas
de los exiliados de Suráfrica y verificando, en toda su crueldad, el crimen del
Apartheid. A partir de estas experiencias, escribí mi poemario El niño de Robben Island.
Además de participar en una lucha justa, tuve oportunidad de conocer más
a fondo el arte negro, el mismo que influyó en Picasso y Braque para que
aconteciera la revolución del arte moderno. Desgraciadamente, no pude conocer Sudáfrica
porque el gobierno de Pretoria prohibió a nuestra Comisión el acceso al país.
HDC
| Tú acabas
de regresar del Valle de Elqui, donde asististe a una de las grandes celebraciones
en memoria de Gabriela. Su poesía está siempre vigente. Al decir poesía, incluyo
su prosa, que tiene influencias de la Biblia y de las cartas de Martí. Además, ella
es un pensador en el sentido latinoamericano. Tuvo una gran sensibilidad
social, mucha valentía. Cuando recibió el Premio Nóbel, hizo una visita a Washington,
donde yo estaba de Consejero de la Embajada de Chile. En esa ocasión, el Embajador
me dijo: “Vamos a la Casa Blanca porque el Presidente Truman recibirá a Gabriela
y usted servirá de intérprete”. Yo me puse muy nervioso pero así lo hice. Después
de un intercambio de palabras de cortesía, Gabriela le pidió al Presidente, entre
otras cosas, que “ayudara a los indiecitos de Hispanoamérica que vivían en
la miseria”, y censuró la sangrienta dictadura de Trujillo.
AMdR
| ¿Considera indispensable el desarrollo de una educación
poética y literaria en nuestros países?
HDC
| Sin
ninguna duda. Siempre me ha preocupado la educación para la poesía, desde
el jardín de infancia. La imaginación del niño es muy parecida a la del poeta. Creo
que todo poeta lleva dentro de sí a un niño oprimido y sufriente. Lo que se precisa
ahora es una “educación poética”: rondas, adivinanzas, bestiario imaginario, gritos
de animales, ecos poéticos, juegos musicales, collages, videos, recitales…
AMdR
| Usted ha venido muchas veces a Venezuela, incluso ha
vivido en nuestro país. Sabemos que conserva aquí muchos vínculos de amistad y culturales.
Su presencia siempre nos ha llenado de admiración, de respeto, de emoción. Ahora
celebramos que esté de nuevo entre nosotros, aunque sólo por breves días…
HDC
| Agradezco
mucho tus amables palabras y el afecto con que me han recibido. Nunca olvido mis
diversas estadías en Venezuela. Cuando estuviste en Chile y ofreciste una serie
de charlas en la Sociedad de Escritores Chilenos, en la Universidad Católica, en
el Taller Isla Negra, al yo presentarte, siempre comencé con una evocación de Venezuela
y una exaltación de figuras como Mariano Picón Salas. Soy el único sobreviviente
de aquella misión universitaria chilena, contratada por el mismo Picón Salas, para
extender los programas del Instituto Pedagógico de Caracas, en 1938 y 1939. Fue
una época de intensa actividad cultural. Vicente Gerbasi y el “Grupo Viernes” me
acogieron fraternalmente. De la misma manera lo hicieron Antonia Palacios y Carlos
Eduardo Frías, Miguel Otero Silva y María Teresa Castillo, Juan Liscano, Arturo
Uslar Pietri, entre otros. También he hecho mención a la generosa acogida que Venezuela
dispensó a los exiliados chilenos. Siempre recuerdo que mi Blasfemo coronado lo escribí en Caracas,
en 1939, después de tantos años de abstracción filosófica. Aquí también escribí
el poemario La Aparición,
publicado en 1984 por las Ediciones del Pen Club de Venezuela.
AMdR
| Esta vez ha estado en Caracas durante la semana del 12
al 19 de mayo. Para usted, han sido días muy intensos, de muchas actividades y manifestaciones:
fue condecorado con la Orden Andrés Bello, participó, como invitado de honor, en
el evento “La poesía en el Centro”, organizado por la Casa de la poesía J.A. Pérez
Bonalde. Allí ofreció varias conferencias y un conmovedor recital, a teatro lleno,
en el Centro Cultural Consolidado (hoy B.O.D.). Además, recibió homenajes en la
Embajada de Chile y en casa de varios amigos, estuvo en contacto con muchas personas,
fue entrevistado por algunos diarios del país…
HDC
| Ciertamente.
Todo lo que he recibido en estos días me ha causado una emoción profunda, querida
Ana María. Ha sido una semana extraordinaria. Todas esas manifestaciones de aprecio
y admiración, también de parte de tantos jóvenes, no sé cómo agradecerlas, no creo
merecerlas. Ellas son más bien la expresión de un culto fervoroso por la poesía
en general, una experiencia plena. Y agradezco, una vez más, tus numerosos trabajos
sobre mí poesía, especialmente aquellos que realizaste, con fervor y excelencia,
para el volumen de mi Obra Poética,
editado por la Biblioteca Ayacucho.
Estos días inolvidables, han sido un torbellino que me deja estremecido y
con cierta fe para seguir trabajando en lo que me resta de vida. Me voy con mucha
alegría y también con inevitable nostalgia. Y ahora quiero despedirme con estas
palabras, que ya dije alguna vez: “Pienso que no obstante lo trágico y lo absurdo
de nuestra existencia y de nuestra época, sigue siendo bello y noble tener el privilegio
de vivir. Nunca he perdido la esperanza y la fe en el ser humano… La poesía es una
lágrima, a la vez que una semilla, depositada en lo más pleno del misterio.”
NOTA
Humberto Díaz-Casanueva nació en Santiago de Chile,
el 8 de diciembre de 1906 y murió en su ciudad natal, el 22 de octubre de 1992,
cinco meses después de su última estadía en Caracas.
Numerosos homenajes póstumos le fueron rendidos
al poeta. Entre ellos, el realizado el 4 de junio de 1993 por The Americas Society,
en Nueva York, donde tuve el honor de participar.
Entrevista publicada en ViceVersa el 18 de agosto
de 2014 y el 12 de julio de 2015.
ANA MARÍA DEL RE (Venezuela, 1941-2019). Poeta, traductora, ensayista y docente. Era licenciada en Letras y en Francés Superior por la Universidad Central de Venezuela (UCV). También realizó estudios para la Maestría en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Simón Bolívar (USB), donde ejerció la docencia desde 1975 hasta 2000, y fue una de las coordinadoras del taller literario Anagrama. Posteriormente seguiría cursos de especialización para el Doctorado en Literatura en la Universidad de La Sorbona, en París. Fue una de las recopiladoras de la Antología de la poesía hispanoamericana moderna (USB, 1982, y Monte Ávila Editores, 1993) y de la antología Bolívar en la poesía hispanoamericana (USB, 1985). Elaboró para la Biblioteca Ayacucho el volumen Obra poética de Humberto Díaz-Casanueva (1988) y para la USB El traspaso de la antorcha (1984), del mismo autor. Publicó los poemarios Trazos (Barcelona, España, 1990), Nocturnos (Soumagne, Bélgica, 1998; edición bilingüe) y La noche todavía (Caracas, bid & co. editor, 2007). Como traductora, publicó en 2017 con Ediciones Fundavag su versión de Las aventuras de Pinocho, del escritor italiano Carlo Collodi, y vertió al italiano el libro Amante, del venezolano Rafael Cadenas. Además tradujo a los poetas italianos Umberto Saba, Giuseppe Ungaretti, Eugenio Montale, Mario Luzi y Roberto Mussapi, al argentino Juan Rodolfo Wilcock y al poeta francés Eugène Guillevic.
CHRIS BUENO (Brasil, 1974). Fotógrafa y artista visual, su producción se centra en fotografías digitales, imágenes, apropiaciones de archivos antiguos resignificados a través de inteligencia artificial. El hilo conductor de la investigación es su experiencia subjetiva como mujer/artista/madre neuro-divergente. Sus investigaciones artísticas están asociadas a lo extraño y lo inconsciente, mediante el uso de técnicas fotográficas experimentales con filtros, luces y distorsiones. Con este tipo de intervenciones, la artista busca un paso hacia su universo íntimo y personal, arrojando luz sobre cuestiones sobre la salud mental y los tabúes que tal tema implica. Chris Bueno es el artista invitado en esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Número 244 | novembro de 2023
Artista convidada: Chris Bueno (Brasil, 1974)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
Nenhum comentário:
Postar um comentário