sábado, 15 de junho de 2024

ADRIANO CORRALES ARIAS | Poesía y humanismo

 


EL HUMANISMO

El humanismo como corriente cultural se remonta hacia el siglo XV de nuestra era cuando algunos pensadores europeos logran cambiar la cosmovisión teológica del mundo por una visión más “humana”, es decir, más terrenal y centrada en el ser humano. A ese período se le conoce, por ello, como Renacimiento. En aquéllas circunstancias nace una nueva forma de ver, comprender e interpretar la realidad social y la historia. El humanismo se entiende entonces como una actividad ejercida por librepensadores que utilizan la racionalidad y la experiencia para resolver los problemas humanos y, de ese modo, engrandecer la condición del “hombre”.

Sin embargo, el humanismo posee una carga europeizante y patriarcal que debemos reconocer y desbordar. Desde la formación inicial del sistema-mundo capitalista, es decir, de la modernidad y su lado oscuro, la colonialidad, la incesante acumulación de capital se mezcló de manera compleja con los discursos racistas, homofóbicos y sexistas del patriarcado europeo. La división internacional del trabajo vinculó en red una serie de jerarquías de poder: etno/racial, espiritual, epistémica, sexual y de género. La expansión colonial europea fue llevada a cabo por varones heterosexuales europeos. Por donde quiera que fueran, exportaban e imponían sus discursos y formaban estructuras jerárquicas en términos raciales, sexuales, de género y de clase. Así, el proceso de incorporación periférica a la incesante acumulación de capital se articuló de manera compleja con prácticas y discursos homofóbicos, eurocéntricos, sexistas y racistas. El humanismo era pues para el varón blanco europeo que pensaba y luego existía, mejor dicho, conquistaba y por eso existía: conquiro, ergo sum.

Aníbal Quijano (Quijano, Aníbal, 2000. Colonialidad del poder. Cultura y conocimiento en América Latina. Capitalismo y geopolítica del conocimiento. El eurocentrismo y la filosofía de la liberación en el debate intelectual contemporáneo. Walter Mignolo – comp. – Buenos Aires: Ediciones del Signo. Pp. 117-131.) subraya –con la noción de colonialidad del poder– que no hay una sola lógica de acumulación capitalista. Para Quijano, la relación entre los pueblos occidentales y no occidentales estuvo siempre matizada por el poder colonial, con la división internacional del trabajo y con los procesos de acumulación capitalista. Además, Quijano usa la noción de colonialidad y no la de colonialismo por dos razones: en primer lugar, para llamar la atención sobre las continuidades históricas entre los tiempos coloniales y los mal llamados tiempos poscoloniales; y en segundo lugar, para señalar que las relaciones coloniales de poder no se limitan sólo al dominio económico-político y jurídico-administrativo de los centros sobre las periferias, sino que poseen también una dimensión epistémica, es decir, cultural.

El término humanismo, para efectos de esta comunicación, refiere entonces, por un lado, a la corriente filosófica y literaria que tuvo sus orígenes en Italia durante la segunda mitad del siglo XIV, y por otro a todas las expresiones culturales y artísticas que consideran la naturaleza humana como centro vital en el mundo, pero sin perder de vista el efecto colonial. En la actualidad el Humanismo – o las humanidades y/o estudios culturales – aspira al desarrollo de una cultura global cuyas notas y características principales serían: mayor y mejor información, defensa de los derechos humanos, aperturas democráticas en lo político, mayor equidad en lo económico, estabilidad de las instituciones legítimamente constituidas, decolonialidad, nuevo orden mundial, interculturalidad y respeto a la diferencia y a las minorías, entre otras.

 


LA POESÍA

La Poesía es la vía de conocimiento más “íntima”, es decir, más integral, que el ser humano tiene a su disposición. Es la argamasa que une y sostiene toda la cultura humana y sus diversas e ilimitadas expresiones; sin ella sería imposible lo que conocemos como civilización. Dicho de otro modo, la Poesía es el sustrato y la interioridad de toda producción humana y de sus relaciones con la naturaleza. Su fulgor se percibe en todo proceso creativo humano (poiesis) que avizore e intente la superación de sus condiciones materiales para trascender y lograr una convivencia y un estado cada vez más armoniosos y espirituales. Dicho proceso creativo –que refiere a múltiples fenómenos asociativos a partir de la percepción para que diversos elementos de un conjunto se interrelacionen y se integren para gestar una nueva entidad estética, o como diría Platón, para que “algo” pase de “de no–ser a ser”– se opone al envilecimiento del lenguaje y al trastocamiento de las matrices simbólicas que ocultan la verdad.

Por su parte, el Poeta es el intelectual más orgánico que podamos concebir. Entiendo acá al intelectual como un pensador y creador al mismo tiempo; como el artista/pensador y viceversa, el cual acude, tanto a su inteligencia como a su intuición, con un compromiso absoluto en lo que cree y realiza, además de una fe inquebrantable en el otro, en los demás. Porque la Poesía es una posibilidad y una necesidad en doble vía: el poeta necesita decir, pero también comunicar, de allí su compromiso con la palabra, con el lenguaje en general. Sucede que las personas necesitamos de la poesía; sin poesía no se puede vivir; pero igual necesitamos transparencia en la transmisión e intercambio de la misma. De la misma manera en que un arquitecto o un ingeniero – quienes deben poner todo su conocimiento y talento al servicio de la obra para que esta sea sólida y no colapse al primer sismo; pero que, a su vez, sea cómoda, iluminada, fresca, habitable– el poeta tiene el compromiso de entregar un “producto” riguroso, estéticamente bien elaborado. Así, el poeta es, en su labor creativa, un arquitecto y un ingeniero; he allí al auténtico artista.

El “producto” de la acción poética, como bien lo señaló Ezra Pound (1885-1972), es un “complejo intelectual y emotivo en un instante temporal”. La presentación –o representación si se prefiere– de ese “complejo”, conlleva un arduo trabajo con el instrumento de expresión, con el lenguaje, con la lengua. La responsabilidad del poeta estriba, entonces, en dominar a la perfección ese instrumento, así como cualquier artesano u obrero calificado domina sus herramientas. El dominio del instrumento –el lenguaje– propiciará la sensación de súbita liberación, ese golpe ideológico/emocional, esa conmoción y condición de repentino crecimiento que experimentamos frente a un poema, un cuento o una novela; o ante una sinfonía, un cuadro, una escultura, una puesta en escena; en fin, frente a una auténtica obra de arte –“poética”– que se “comunica” con nosotros. Por supuesto, detrás del manejo del instrumento deben estar la intuición y la lucidez que conforman ese complejo entramado que denominamos talento, en otras palabras, la capacidad artística. Y bien sabemos que el talento, o esa capacidad creativa, se cultiva, porque, citando de nuevo al maestro Pound, “la maestría en cualquier arte es obra de toda una vida”.

 


LA POESÍA ES EL HUMANISMO

Estamos asistiendo y experimentando una suerte de decadencia o degradación de lo que denominamos el occidente judeo/cristiano. La civilización occidental ha logrado precipitar la degeneración de la civilización cristiana y coadyuvar a la debilitación de las otras, tales como la hindú, la budista o la islámica, para citar tres que se encuentran, todavía, relativamente vigentes. Todo ello en nombre del progreso y de la ciencia. La iglesia católica, por ejemplo, luego de una auténtica “guerra fría” (Reforma y Contrarreforma), aceptó y adoptó el Renacimiento europeo y, con ello, sepultó el cristianismo originario levantando un muro infranqueable para las otras civilizaciones, las orientales. Las americanas y africanas, en ese mismo periodo, ya habían sido destrozadas, aunque, de variadas maneras; hoy continúan en franca resistencia.

Si entendemos Poesía como la argamasa de toda cultura, podemos entonces concebirla como la tentativa más lúcida para ligar cielo y tierra, lo intemporal con lo temporal, lo eterno con lo efímero, lo espiritual con lo profano. Es un intento dialéctico y dialógico para preservar la totalidad, así como para sortear y sobrepasar la dificultad del ser humano que busca trascender y otear los grandes enigmas de la vida y de los pluriversos. Dicho en otras palabras, la Poesía conserva los saberes primigenios, milenarios, que la civilización occidental y la modernidad han sepultado; esos saberes que occidente ha considerado como un “estancamiento” desde su visión lineal y evolucionista. Saberes y conocimientos que, en la transición que estamos experimentando, afloran y se entroncan con la ciencia que supera el positivismo y el conservadurismo de academias y consorcios –con sus paradigmas y líneas hegemónicas– tales como la física cuántica o el pensamiento complejo, cual actitudes epistemológicas. Se está cuestionando, en fin, la racionalidad científica y su modus operandi instrumental, utilitario, occidentecéntrico, por ende, impositivo y excluyente. 


La Poesía es entonces la actitud ancestral del ser humano para intentar comprender su naturaleza, el cosmos y los misterios de ambos. Podemos considerarla pues, como la religión original, si nos atenemos a la etimología del concepto que podría derivarse del latín relegere –recoger o agrupar–, religio –escrúpulo– o religare –reunir. Dicho de otro modo, la Poesía es el único vínculo que nos queda con lo trascendente, con lo infinito, con lo divino; pero también es la capacidad humana para convivir en sociedad y otorgarle primogenitura al otro. Es la gran reserva espiritual para resistir y sortear la profunda crisis de la civilización occidental y del sistema/mundo capitalista. Es la vía para propiciar la benevolencia y el amor tan caras y necesarias en el mundo material. Es la llave que abrirá puertas y ventanas hacia el sueño de la reunificación entre cielo y tierra en una época de transición que deberá conducirnos a otras dimensiones para regresar al espacio de la Poiesis total, al auténtico espacio del Creador.

 

 


ADRIANO CORRALES ARIAS (Costa Rica, 1958). Poeta, escritor y crítico.  Ha publicado más de 25 libros en poesía, novela, cuento, ensayo y teatro. Fue profesor catedrático e investigador de la Escuela de Cultura del Instituto Tecnológico de Costa Rica. Ha sido traducido parcialmente al inglés, italiano, ruso, japonés y portugués. Colabora con varias publicaciones latinoamericanas.



 

 


ILCA BARCELLOS (Brasil, 1955) | Artista Visual, Graduada em Ciências Biológicas pela Universidade Federal de Santa Catarina e mestre em Biologia Vegetal pela Université Pierre et Marie Curie – Paris VI, por muitos anos foi professora de biologia no Colégio de Aplicação da UFSC onde já recorria aos desenhos e às formas orgânicas tridimensionais de seres vivos – representando organelas, sistemas e organismos, em massa de modelagem – como recurso didático. Em 2006, ingressou no campo artístico por meio da cerâmica, participando de exposições coletivas nacionais e internacionais. Ampliando sua produção artística, explora atualmente outros materiais – tecidos, espuma expansiva de poliuretano, EVA, madeira, metal – e diversas linguagens – instalação, pintura, desenho, fotografia, vídeo. Em seu processo investiga as possibilidades conceituais que tangem um duplo percurso: científico e artístico; e busca indagar através de sua produção a poética do pulsar, do devir. Participa de salões nacionais e internacionais desde 2007. Em 2008 através do Salão dos Jovens Artistas de Santa Catarina ganhou o Prêmio Aquisição do Museu de Arte de Santa Catarina – MASC e em 2016 ganhou terceiro lugar do 1º Salão de Artes Visuais de Navegantes, SC. Participou de residências artísticas no Canadá e Cuba. Artista convidada da presente edição da Agulha Revista de Cultura.
 

 


Agulha Revista de Cultura

Número 252 | junho de 2024

Artista convidada: Ilca Barcellos (Brasil, 1955)

Editores:

Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com

Elys Regina Zils | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2024


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