Durante la era victoriana floreció en Inglaterra una modalidad que
se había venido manifestando marginal e intermitentemente a través de la historia
literaria y que acabó por constituir una suerte de sub-género: el “Nonsense”. Aunque
hay muestras dispersas de “Nonsense” en la poesía británica, que hacia el pasado
se remontan hasta John Donne o Shakespeare, y hacia el presente hasta John Lennon
y los Beatles, el primero en practicarlo sistemáticamente fue Edward Lear. En 1846
publicó The Book of Nonsense, edición que además de
los poemas contiene ilustraciones del propio Lear. Páginas brillantes de “Nonsense”,
tanto en prosa como en verso, hay también en Alicia en el país de las maravillas (1865) y en Alicia
a través del espejo (1872),
del matemático Charles Lutdwidge Dodson, más conocido por el seudónimo de Lewis
Carroll. Pero sin duda la obra maestra en verso es el extenso poema “The Hunt of
the Snark”, del mismo Carroll. Otro cultivador destacado del género fue el alemán
Christian Morgenstern, autor del libro Galdenlieder (1905).[2]
Anthony Burgess sostiene que el término francés para “nonsense” es
el adjetivo “surrealiste”, y que los surrealistas fueron “los herederos del ‘Nonsense’
del siglo XIX”.[3] No creo que la equivalencia entre esos dos vocablos
sea tan estricta. Como dice Octavio Paz, “el surrealismo no fue ni una estética
ni una escuela ni una manera: fue una actitud vital, total –ética y estética– que
se expresó en la acción y en la participación”.[4] Además, mientras el surrealismo tuvo como propósito
la búsqueda de una nueva trascendencia, el “Nonsense” se caracteriza justamente
por lo contrario: por hacer gala de su in-trascendencia. Por otra parte, jamás llegó
a constituir un movimiento. Debajo del sinsentido surrealista hay un sub-sentido;
debajo del “Nonsense” no hay nada. Lo cierto es que el antecedente británico se
lo inventaron los propios surrealistas. Debemos reconocer, sin embargo, que en poetas
afines al surrealismo, como Benjamín Péret, hay numerosas señales de un vínculo
directo con el “Nonsense”.
Literalmente, la palabra “nonsense” significa “carente de sentido”.
Este rasgo, aunque central en el género, no basta para constituirlo como forma independiente.
Hay otras manifestaciones literarias que también practican el sinsentido, pero que
no son necesariamente “Nonsense”. ¿Cuáles son entonces los otros rasgos que lo configuran?
Una de sus notas más definidoras es aquello que podríamos llamar su
gratuidad. Lo que el “Nonsense” dice, lo dice porque se le da la gana; ni inquiere
nada ni responde nada, ni siquiera cuando el texto es formulado como interrogante
o como contestación. La informática diría que la cantidad de información que el
“Nonsense” proporciona es cero. Dado que el “Nonsense” es indiferente a lo que comunmente
entendemos por razón, no siente ni la necesidad ni la obligación de dar razones
a nadie. Todo en él es arbitrario; todo en él es porque sí. Otro factor determinante
es su vocación de juego: el que lo practica pasa velozmente de homo
sapiens a homo
ludens. Otro, su “infantilismo” (sin peyoración); por ello comparte
rasgos con la poesía para niños, con las canciones de cuna y con las rondas infantiles.[5] Ulteriores intentos descriptivos del “Nonsense”
recurren a sus vínculos con el absurdo y a su falta de lógica. También es predominante
el manejo que hace el “Nonsense” de un humor muy particular. A todo ello habría
que agregar que quizás en ningún otro género la especificidad del lenguaje y su
autonomía de lo real, quedan tan en primer plano como en el “Nonsense”; porque se
trata de una poesía intransitiva: no remite a nada exterior a ella. Es palmario
que muchas obras literarias comparten algunos de los aspectos que hemos mencionado,
pero sólo ingresan en la esfera del “Nonsense” cuando la suma de esos rasgos forma
un repertorio, una constelación.
No es extraño que las técnicas del “Nonsense” y las del creacionismo
se topen en algún punto y a veces hasta se confundan. Ambas estéticas abominan de
la realidad exterior y tienden a crear mundos autónomos, puramente verbales. Mutatis
mutandis, uno de los puntos de contacto está allí. Porque mientras el creacionismo
huidobriano acepta a regañadientes la existencia de un mundo objetivo, del cual
el artista obtiene sus materiales para transformarlos en hechos nuevos, el “Nonsense”
simplemente ignora a la realidad, y actúa como si ella no existiera.
Ahora bien, es evidente que ciertos poemas de Huidobro ofrecen un fuerte
aire de familia con los productos literarios del “Nonsense”. Para comprobarlo bastaría
con repasar el siguiente fragmento de Altazor y leerlo como si fuera un poema independiente:
Empiece ya
La farandolina en la lejantaña de la montanía
El horimento bajo el firmazonte
Se embarca en la luna
Para dar la vuelta al mundo
Empiece ya
La faranmandó mandó liná
Con su musiquí con su musicá[6]
Distinto
es el caso de un grupo de poemas que figuran en un libro posterior de Huidobro: Ver
y Palpar,[9] y que concentran todos los rasgos típicos del
“Nonsense”: el carácter lúdico, el infantilismo, el sinsentido, el humor, la obliteración
de lo real y -subrayo este último rasgo- la total arbitrariedad. “Los señores de
la familia” es uno de ellos:
Los ojos contra los ojos
El espacio contra el espacio
Señor qué hora es
No puedo contestarle
Soy el sobrino de la luna
La nariz contra la nariz
La luna contra la luna
Señora qué día es hoy
Yo no puedo contestarle
Soy la hija del viento norte
La cabeza contra la cabeza
El viento contra el viento
Señor qué ciudad es ésta
Yo no puedo contestarle
Soy el padre del mar
La boca contra la boca
El mar contra el mar
Señora a dónde va este camino
Yo no puedo contestarle
Soy la prima del tiempo
La oreja contra la oreja
El tiempo contra el tiempo
Señor qué distancia tiene la vida
Yo no puedo contestarle
Soy el tío del cielo
Las voces contra las voces
La tierra contra la tierra
Los pies contra los pies
El cielo contra el cielo
La familia de los mudos tiene sangre de violín
Sale con el pie derecho a las calles de nuestros paisajes
Corta la naturaleza con un puñal
Y se aleja sobre un ojo que se pierde en el espacio
El juego verbal es activado por la construcción rigurosamente paralelística
de los cuatro quintetos. En los versos primeros, regidos por la estructura “X contra
X”, siempre aparecen elementos del mismo campo semántico: ojos, nariz, cabeza, boca,
oreja; y en los versos segundos, de análoga ordenación sintáctica, elementos de
otro campo semántico: la luna, el viento, el mar, el tiempo. Estamos frente al serialismo
frecuente en el “nonsense”: idéntico modelo estructural es repetido varias veces,
como en la música dodecafónica. Esto conduce al quiebre del canon referencial, porque
tanto los órganos del cuerpo como los fenómenos de la naturaleza dejan de pertenecer
a esferas distintas y se incorporan al mismo espacio: al espacio que les proporciona
la peculiar lógica del poema.
A su vez, todos los versos terceros preguntan algo a un “señor” o a
una “señora”: 1. ¿qué hora es?, 2. ¿qué día es hoy?, 3. ¿qué ciudad es ésta?, 4.
¿qué camino es éste?, 5. ¿qué distancia tiene la vida? Se trata de interrogantes
que parecen apuntar a la realidad; es decir, a un orden compuesto de tiempos mensurables,
de lugares precisos, de magnitudes y direcciones exactas. Pero, en rigor, la única
respuesta posible es la que se repite incansablemente a través del poema: “Yo no
puedo contestarle”. Igualmente, el interlocutor podría haber dicho que ninguna pregunta
espera ser respondida, porque dentro del “Nonsense” toda pregunta es retórica, todo
interlocutor mudo. Además, desde el título mismo el lector es instalado en el ámbito
de la costumbre y de lo familiar, es decir, de lo sólito, con fórmulas de cortesía
como “señor” o “señora”, para de inmediato ser desplazado hacia un orden insólito,
que entra en conflicto con las premisas establecidas.
¿Quiénes son esos señores de la familia a los que alude el título del
poema? He aquí la galería de personajes: el sobrino de la luna, la hija del viento
norte, el padre del mar, la prima del tiempo, el tío del cielo. Ya no estamos ante
esos parientes reales que suelen surgir en la poesía hispanoamericana, como la prima
Agueda, de López Velarde, o las tías de Vallejo o los antepasados de Borges. Estos
señores de la familia existen única y exclusivamente por efecto del lenguaje: son
seres verbales, que más bien parecen extraídos de la literatura infantil, y cuya
relación con la luna, el viento, el mar, el tiempo o el cielo es “arbitraria”, y
por tanto ajena al código normal de parentesco manejado por el lector.
Al final del poema hay una especie de coda en la que el grupo de personajes
es llamado “la familia de los mudos” y se dice que tienen “sangre de violín”. La
última información es característica del “Nonsense”. Si hubiera dicho, por ejemplo,
“la familia de los mudos tiene sangre de reyes”, no habría pasado nada especial.
El lector se habría informado de que esos mudos están emparentados con la realeza,
dato que puede ser una novedad para el oyente, o no, pero que desde luego pertenece
a un canon que entra en armonía con su mundo. La segunda información, por el contrario,
ingresa al lector de lleno en la gratuidad total. Nótese, además, que la frase no
sólo es correctísima desde el punto de vista sintáctico, sino que está planteada
de la misma manera en que se formularía un informe serio, hasta que la aparición
del sintagma “sangre de violín” notifica al lector que sus expectativas han sido
pulverizadas y que ha accedido a un orden que no se rige por las leyes de lo real.
Algo análogo ocurre con el verso que cierra el poema: la familia “se aleja sobre
un ojo que se pierde en el espacio”. Este es otro truco típico del “Nonsense”: declaraciones
aparentemente triviales, hechas como al desgaire, pero en cuyo seno se produce un
desajuste semántico que rompe con lo lógicamente esperado: la nave espacial del
poema no es un avión o un helicóptero, sino “un ojo”.
La herida de luna de la pobre loca
La pobre loca de la luna herida
Tenía luz en la celeste boca
Boca celeste que la luz tenía
El mar de flor para esperanza ciega
Ciega esperanza para flor de mar
Cantar para el ruiseñor que al cielo pega
Pega el cielo al ruiseñor para cantar
Aunque en
“Ronda” Huidobro despliega todos los mecanismos clásicos del “Nonsense”, voy a detenerme
en sólo uno de ellos: la circularidad. He aquí el texto completo:
El viento pasea a la luna
Y las banderas caen sobre el mar
Golpea golpea
La luna abre la puerta
Entrad señoras entrad señores
Las velas caen sobre el mar
Y la montaña cargada de cadenas
Espera aquí abajo el juicio final
El viento pasea al ojo
Y los cabellos caen sobre el mar
Golpea golpea
El ojo abre la puerta
Entrad señoras entrad señores
Las voces caen sobre el mar
Hay un insecto milenario
Que frota sus nervios en la vida
El viento pasea al corazón
Las lágrimas caen sobre el mar
Golpea golpea
El corazón abre la puerta
Entrad señoras entrad señores
Los dedos caen sobre el mar
El mar cae en el vacío
El vacío cae en el tiempo
Y yo cazo conejos blancos
en la palma de tu mano
Igual que en “Los señores de la familia”, la circularidad surge de
la estructura paralelística que tiene el poema. El mismo esquema sintáctico es repetido
con variaciones semánticas. La primera estructura, “el viento pasea a la luna”,
se reitera con cambios en el complemento directo: “el viento pasea al ojo” y “el
viento pasea al corazón”. Consecuentemente, el verso “la luna abre la puerta” recibe
variaciones en el sujeto: “el ojo abre la puerta” y “el corazón abre la puerta”.
A esto hay que agregar las repeticiones “golpea golpea” y “entrad señoras entrad
señores”. La segunda estructura que vuelve en ordenación paralela es “y las banderas
caen sobre el mar”, al tiempo que el sujeto es reemplazado sucesivamente por “las
velas”, las voces”, “las lágrimas” y, por último, “los dedos”. La misma estructura
se mantiene más abajo con variaciones en cadena: “el mar cae en el vacío” y “el
vacío cae en el tiempo”; técnica del encadenamiento que Huidobro ya había usado
hasta el vértigo en el Canto III de Altazor: “Sabemos posar un
beso como una mirada / Plantar miradas como árboles / Enjaular árboles como pájaros”,
etc.[10]
En suma, la circularidad está dada por el eterno retorno de ciertas
estructuras sintácticas y de ciertas frases y vocablos. Se trata de un recurso nemotécnico.
La mente del lector no sólo retiene los elementos semánticos del poema y los reconoce
cuando regresan; también retiene las estructuras sintácticas, las que al reiterarse,
le dejan el sabor de lo que toma y retoma circularmente. Se recupera así el sentido
original de la palabra “ronda” como círculo. Sólo queda agregar que hay un cierto
parentesco entre esos conejos blancos que son cazados en los últimos versos de “Ronda”,
y el Conejo Blanco de Alicia en el país de las maravillas.
Si en Altazor era patente una fuerte nostalgia de la trascendencia,
en los ejercicios huidobrianos de “Nonsense” es difícil no percibir una fuerte nostalgia
de la infancia, concebida como etapa feliz del desarrollo humano. Otro poema de
Huidobro, “Ronda de la vida riendo”, que es una especie de oda a la alegrí a y un
verdadero elogio de la niñez, refleja esa persistente añoranza: “Los bigotes de
los árboles encanecen rápidamente / y se agitan al ritmo de su risa y de las risas
de los niños”. O: “Los dientes de los hombres ríen como los dientes de los niños”.
Y celebrando el triunfo de la alegría y la derrota de la muerte mediante la “puerilización”
de la naturaleza: “Las flores lanzan campanadas sobre el mundo / Murieron las aves
de rapiña en su leyenda negra / Las olas juegan como los niños”.
“Juegan como los niños”. Porque no se trata de evocar e idealizar toda
la etapa infantil, sino sólo un momento clave de ella: el instante del juego. El
juego es “el oasis de la felicidad”, por usar la expresión de Eugen Fink, en cuyo
suelo el niño arma el castillo imaginario
del cual es señor y dueño.[11] De manera análoga a los poemas creacionistas,
la actividad lúdica se constituye en microcosmos regido por sus propias leyes e
independiente del cosmos que lo contiene. Por ello, y aunque en ocasiones al adulto
se le pueda escapar el sentido de ese microcosmos, no es pertinente tratar de aprehenderlo
con categorías que provienen de un orden exterior a él. Pero aun si quisiéramos
aplicarles a ciertas manifestaciones enigmáticas del juego infantil, por ejemplo,
la noción de absurdo, es un absurdo que, a diferencia de los existencialistas, no
conduce a la angustia sino a la alegría: “Así es agradable la vida como un jugo
de naranjas lleno de historias de niños”, dice el poeta. En el caso de Huidobro
y de los autores que cultivan el llamado “Nonsense”, ese microcosmos lúdico al que
he apuntado es una arquitectura lingüística, un mecano hecho de palabras.
Pero quizás nada ilustra mejor la actitud “pueril” de Huidobro, que
una fotografía suya tomada por Hans Arp y que sólo recientemente ha sido publicada.
En ella el poeta, ya adulto, cubierta su cabeza con un jockey, asoma medio cuerpo
desnudo por entre unos portones de madera, y apunta con una pistola a algún imaginario
asaltante, a la manera de los niños que juegan “a los bandidos”. Y eso es exactamente
lo que Huidobro ha hecho con su práctica del “Nonsense”: jugar a los bandidos con
la palabra poética y poner manos arriba al estupefacto lector.
NOTAS
[1] Jaime Concha, retomando una idea de Ernst R. Curtius, dice que en Huidobro
se conjugan el “poeta vate”, de tono solemne y profético, y el “poeta juglar”, de
creatividad lúdica y pirotécnica. Véase “Altazor,
de Vicente Huidobro”, en Vicente Huidobro y el creacionismo,
edición de René de Costa, Madrid, Taurus, 1975.
[2] Para un estudio exhaustivo del “Nonsense”,
véase Wim Tigges, An Anatomy of Literary Nonsense,
Amsterdam, Rodopi, 1988.
[3] A. Burgess, “Nonsense”, en Explorations
in the Field of Nonsense, Wim Tigges ed., DQR, Studies
in Literature 3 (1987).
[4] O. Paz, “Sobre el surrealismo hispanoamericano: el fin de las habladurías”,
en Stefan Baciu, Surrealismo latinoamericano,
Valparaíso, Ediciones Universitarias, 1979.
[5] Cercano al “Nonsense” británico es el poema de Nicanor Parra que apropiadamente
se titula “Sinfonía de cuna” y que empieza así: “Una vez andando / por un parque
inglés / con un angelorum / sin querer me hallé...” En Antipoemas,
Barcelona, Seix-Barral, 1972.
[6] V. Huidobro, Altazor, edición facsimilar,
prólogo de Oscar Hahn, Santiago, Editorial Universitaria,
1991.
[7] Nicholas Hay ha analizado esta técnica en su artículo “Nonsense en Altazor”,
publicado en Revista Iberoamericana, 106-107
(1979).
[8] Lewis Carroll, Through
the Looking-Glass, New York, Signet Classic, 1960.
[9] V. Huidobro, Ver y palpar, Santiago de
Chile, Ercilla, 1941. En varios de los poemas incluidos en este libro hay puntos
de contacto con la poesía de Benjamín Péret. La primera estrofa de “Ella” también
se inscribe en el ámbito del “Nonsense”, pero el resto del poema sigue el camino
del creacionismo canónico.
[10] Recuérdese el encadenamiento del poema infantil de Gabriela Mistral
titulado “La manca”. Estos son los primeros versos: “Que mi dedito lo cogió una
almeja / y que la almeja se cayó en la arena , / y que la arena se la tragó el mar
/ y que del mar la pescó un ballenero / y el ballenero llegó a Gibraltar”. En Poesías completas, Madrid,
Aguilar, 1966.
[11] Eugen Fink, “The Oasis of Happiness: Towards
an Ontology of Play”, Yale French Studies, 41 (1968).
[12] Citado por Fink.
[13]Through the Looking Glass.
OSCAR HAHN (Chile, 1938). Es considerado uno de los poetas más destacados de su generación, a veces llamada la Generación Dispersa o Diezmada (Generación Trilce). Aunque publicó Esta Rosa Negra en 1961 y Agua Final en 1967, fue su tercer libro Arte de Morir el que lo catapultó a la fama. Según una semblanza contenida en la colección, los críticos elogiaron la mezcla de elementos fantásticos, irónicos y realistas con los que Hahn explora el tema de la muerte y que llevó a los críticos a asociarlo con el posmodernismo y el surrealismo. Continuó publicando libros de poesía, ensayos y siendo incluido en antologías y contribuyendo con ensayos a obras críticas.
DAVIDE GALBIATI (Itália, 1976). Para el artista, el tema de la conexión Cuerpo-Espíritu existe desde el principio de los tiempos y probablemente continuará indefinidamente. En esta dirección, Davide Galbiati busca un lenguaje plástico con formas simples y singulares que evoquen tanto a pueblos ancestrales como a civilizaciones de un futuro sideral. Sublima el aura humana en materia para hacer visible lo invisible. Se inspira en el trabajo de escultores antiguos, como Tutmosis (escultor del faraón Akenatón) y en las esculturas griegas arcaicas. El artista alimenta el ardiente deseo de oponer el ruido del mundo al silencio vibrante del quieto. Huye, pues, de las contorsiones dinámicas de las esculturas barrocas o neoclásicas para pensar en la calma telúrica de los antiguos faraones. Galbiati nos lleva a la escultura por el camino del silencio. Gracias al cariño inagotable de nuestra colaboradora Berta Lucía Estrada, Davide Galbiati es el artista invitado de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 258 | dezembro de 2024
Artista convidado: Davide Galbiati (Itália, 1976)
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