Que yo recuerde, el poeta estridentista
Luis Kyntaniya escribió, bajo el padrinazgo de Guillaume Apollinaire, una parte
de su obra en francés. José Juan Tablada ocasionalmente compuso también algún poema
en ese idioma. Pero, en ambos, la lengua gala fue una lengua de elección, adoptada
y en mucho artificial. Hay que matizar y no exagerar el rasgo colonial que algunos
críticos advierten: nuestros poetas buscaban escribir en el idioma que desde el
siglo XIX –bajo el influjo de Charles Baudelaire– se consideraba por excelencia
el de la poesía moderna.
Para Nahui Olín el francés fue
su primera lengua poética, en este idioma escribió su primer y más hermoso poemario:
Câlinement (y Dix Ans, 1924, con sus composiciones escolares). Cuando
vuelve a México y escribe en castellano su poesía se hace más didáctica, filosófica,
perdiendo el encanto lírico de su poesía de juventud. Sólo por este bilingüismo,
Nahui Olín ya sería parte de un selecto grupo de poetas fundacionales de la modernidad
latinoamericana -Vicente Huidobro, Antonio Gangotena, César Moro-, que escribieron
parte de su obra en francés, trazando una especie de horizonte translingüístico
que buscaba unir la modernidad europea con la americana.
¿Podría decirse que Nahui Olín
escribió en Câlinement una poesía equivalente a su pintura naif? Sí
y no. Su poesía es definitivamente plástica, plena de imágenes. Y se podría decir
de ella lo que dijo Max Jacob acerca de Reverdy: hace un poema de la misma manera
que pinta un cuadro: pone un rojo aquí, un
azul allá y, oh horror, tiene el mismo vértigo de un verso clásico. También
sus brevísimos versos libres (casi todos de dos o tres palabras), que van desplegando
ante el lector una imagen dinámica, con un ritmo interior que sustituye toda puntuación,
son tan únicos que hacen pensar en una poesía fuera de los cánones tradicionales.
Sólo que no nos engañemos, la composición y reunión de elementos figurativos y emocionales
provienen de una asimilada técnica poética, propia de los cubistas; y la distribución
de los versos de una forma no tradicional, en especial en el escalonamiento y la
alternancia distributiva en columnas, dando al poema un especial efecto visual,
nos habla de una asimilación de la página-cielo de Mallarmé (o del poema-partitura
de Wagner, pues no olvidemos que Carmen Mondragón también compuso música).
Ha habido una exquisita exclusión,
silencio, borrón (ninguneo, en el argot cultural) que no quisiera llamar
machista, de Nahui Olín entre los críticos de la poesía mexicana. Leonor Gutiérrez
fue la primera en señalar la paradoja de esta omisión: Nahui Olín es una mujer incomprendida e inapreciable –no como todo lo bello,
pero sí como todo lo grande–. Nos recuerda el sentido del nombre con el cual
Carmen Mondragón firma sus poemas: Nahui Olín,
las dos palabras que en mexicano quieren decir los cuatro movimientos del sol, simbolizan los movimientos de un ser más humano
que la mayoría de los seres.
Es hora de corregir la plana y
reconocer que Nahui Olín anticipa formas y procedimientos poéticos que serán típicos
de la vanguardia mexicana. Creo que al lado de José Juan Tablada (Li Po y otros
poemas, 1919), Nahui Olín, con su exquisito poemario Calinement (1923),
debe ser considerada como su legítimo complemento femenino: nuestra primera poeta
moderna.
Ser absolutamente
modernos, había expresado Arthur Rimbaud, quien influiría en tantos poetas nuestros,
sobre todo en quienes configuraron la poesía vanguardista de los 20’s (antes del
pesimismo y la vuelta a la tradición de la poesía post-vanguardista, la de
los 30’s, sombríamente anunciada por el filósofo Martín Heidegger). Todo el catálogo
de audacias, juegos tipográficos y tópicos modernos –en especial los provenientes
de su vertiente plástica, el cubismo– tienen su expresión en el poemario
augural de Nahui Olín. Ella misma es una especie de flapper, de mujer urbana y liberada, que transita con angelical
elegancia por las calles de París.
Deambulo
por las calles
como una novedad
Paso en las calles
con alas
He cortado
mis cabellos
largos
y rubios
como eran,
los he cortado
para amar
para dar
un
poco
de oro
de
mi
cuerpo
al
SOL
La figura de la flapper, paseante
bajo la Torre Eiffel y la noche luminosa de la Ciudad Luz (nombre que, según Walter
Benjamin, se populariza cuando en tiempos del II Imperio, los pasajes parisinos
estrenan sus flamables lámpara de gas), se complementa con la de la coquette,
reina de los bailes de salón.
Para mis grandes
affaires
tengo un carnet
donde pongo
los nombres
Y luego hielo
y rojo
para mis labios
Pongo
un revólver
cargado
de balas
que den
muerte
a los asesinos
que roban
el corazón
Hay una poética del cuerpo en Nahui
Olín. Éste es una extensión de un espíritu liberado de ataduras. Por ello celebra
la plasticidad de su belleza (mi cuerpo… líneas
flexibles que se ondulan). Es en su desnudez donde toca el azur y se siente
unida al cosmos (Estoy en el infinito sin
abrigo desnuda). Aún la vestimenta femenina de principios del siglo XX, con
sus gasas y sedas, tendría la función de moldear un cuerpo que muestra y oculta,
como una de las claves de su erotismo, las formas mismas de la desnudez. Ese cuerpo
libre es un cuerpo pleno vivo, activo, sexual (en el espíritu el sexo maravilloso). Crea así, a partir de su libertad
amorosa, un nuevo horizonte emocional, y es:
Una mujer
que tiene el derecho
de amar
y
ellos
se atormentan
con
razón
haciendo
los nuevos
cuadros
cuando
poso
y
aporto
siempre
una nueva
cosa
que
es
mi
espíritu
extendido
en
mi
cuerpo
saliendo
por
mis
ojos
para
posar
ante
los
Caballeros
que
hacen
siempre
conmigo
los cuadros
Nuevos
Un último elemento moderno, baudeleriano,
en Caliniment, es la aparición de su gato Menelik (el nombre del rey Abisinio
a quien Arthur Rimbaud vendía armas de cápsula
fulminante y pésima calidad, a cambio exclusivamente de oro y marfil).
Con Menelik, regalo de su padre, quien vivía en San Sebastián (donde muere, casi
al mismo tiempo que ella termina su poemario) aparece cierto elemento mórbido y
nocturno en su poesía. Casi todos los que la conocieron hablan de los ojos magnéticos,
color verde-oro, enormes, que poseía Nahui Olín. Incluso ella, en una página ulterior,
recordaría las fuerzas ocultas, sin límites
que la unían con ese gato de nombre Menelik.
La figura baudeleriana es intensa
al final de Calinement. El chat noir se erige como símbolo de sí misma,
un ser femenino excepcional que verá el mundo crearse y derrumbarse a través de
los ojos más maravillosos que haya poseído un ser humano:
Muy
negro
y sobre todo
la
noche
es
mi
gato
negro
que
tiene
para
ver
dos
piedras
preciosas
que
destellan
una
luz
sobre
el
negro
Addenda. En Clinement, Nahui Olín publica
“Un día de septiembre”, un poema dedicado a su padre, el general Manuel Mondragón.
Es un poema incómodo, espinoso para la
crítica. A mi parecer, ese momento de ruptura del silencio y la reivindicación de
su padre como un héroe “que hizo cañones y una revolución” motiva en buena medida
su marginación del canon literario mexicano. Nahui Olín y Alfonso Reyes tienen en
su origen una historia en cierto sentido paralela. Ambos son hijos de generales
que protagonizaron el golpe militar contra el presidente Madero, mismo que entronizó
al célebre mariguano Victoriano Huerta. Sólo que Alfonso Reyes conservó siempre
un discreto silencio en torno a la imagen pública de Bernardo Reyes y elaboró, quedándosela
para sí, un don Quijote como íntima imagen paterna; a veces apenas alguna alusión
y quizás un leve reproche encierra esa oscura
equivocación en la relojería moral, de su “Oración del 9 de febrero”. En cambio,
Nahui Olín reprocha abiertamente a los gobiernos de Calles y Obregón (por temor lo han asesinado) el destierro
en que se mantuvo a su padre, quien finalmente muere el 28 de septiembre de 1922,
en San Sebastián, España.
RICARDO ECHÁVARRI (México, 1958) Poeta, ensayista, investigador y traductor. Doctor en Letras. Ha enseñado Literatura en varias universidades y fue instructor de Lenguas Romances en Harvard. Dirige el Centro de Estudios Surrealistas en la Ciudad de México y ha escrito César Moro en México, los versos de un voluntario inadaptado (tesis en El Colegio de México) y Surrealismo/México. En la editorial Pleno Margen ha difundido la poesía de Antonin Artaud, Leonora Carrington, Arthur Cravan, Edward James, Wolfgang Paalen, autores de raigambre surrealista. Es colaborador de Agulha Revista de Cultura (Brasil) y Matérika (Costa Rica). Integra el volumen Barajar la poesía, Surrealismo en Latinoamérica (UAEM, México, 2019), de Alfonso Peña.
JORGE DE LIMA (Brasil, 1893-1953). Poeta, ensaísta bissexto, artista plástico. Sua obra está ligada à segunda geração do modernismo brasileiro, apresentando traços do surrealismo e símbolos religiosos e pagãos da cultura negra. Misticismo mágico que melhor o situa como um mestiço lírico, e ele próprio um dia diria: O lirismo perdeu a sua liturgia. Esta liturgia era exatamente o que sempre buscou recuperar, tendo se aventurado por diversos modos de composição, do soneto ao poema branco e a poesia épica. Em uma dessas vertentes criativas enveredou pelo recorte fascinante da colagem surrealista, seu grande poema plástico, que o traz à nossa edição como artista convidado.
Agulha Revista de Cultura
CODINOME ABRAXAS # 04 – TRIPLOV (PORTUGAL)
Artista convidado: Jorge de Lima (Brasil, 1893-1953)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2025
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
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FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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