Pero si en Los Parientes de Ester y Compañeros de viaje (1991), hace un retrato
del presente, en La caída de los puntos cardinales (2001) indaga en la
historia. Con un lenguaje poético que va dosificando la égida de sus personajes,
nos lleva desde el Líbano hasta la Colombia de comienzos de siglo, con su Guerra de los Mil días, la separación de
Panamá, la masacre de las bananeras, las luchas de los sindicalistas de los años
treinta, la navegación por el río de la Magdalena y una Santa Fe de poetas parnasianos
y burdeles de barrio, en medio de una violenta sociedad que los destruye y corrompe.
Escrita usando la técnica del flash back, el narrador intercambia los tiempos de
la memoria mientras narra el viaje de Yanira, Dahmar, los hermanos Kadalani y la vida y milagros de Muhamed Ibn Muhamedin, un
herrero anarquista de Beirut que se hace curandero en las selvas colombianas, militante
de los ejércitos de Uribe, se enamora de una mujer de mala vida y una mañana la
encuentra muerta de tuberculosis para siempre.
Luis Fayad nació en Bogotá en 1945. Hace más de
un cuarto de siglo vive fuera de Colombia, primero en Barcelona y luego en Berlin.
Otros de sus libros son Olor de Lluvia 1974; Una Lección de Vida 1984; La Carta del Futuro
y el Regreso de
los Ecos 1993 y Un Espejo después y Otros Relatos 1995. Ha traducido también
una antología de poemas de Heinrich Heine.
HAT | Los parientes de Ester, su primera novela, fue publicada en 1978. ¿Ha vuelto a leerla?
¿Qué piensa de ella ahora?
LF | Los años
que han pasado desde la aparición de “Los parientes de Ester” me han distanciado
de ella, y a voluntad yo he aumentado la distancia. Creo que es mejor procurar olvidarse
de los libros publicados para que el vacío traiga nuevos temas y la estructura con
su lenguaje para desarrollarlos. En la valoración de “Los parientes de Ester” me
interesa la que pueda darle la nueva generación de lectores y de escritores. Pero
debo confesar que sin advertirlo, en los diversos modos de buscar un nuevo libro
o un nuevo escrito, busco las claves en esta novela. Cuando caigo en cuenta del
procedimiento lo rechazo y me siento mejor al quedarme en el punto de partida. Por
lo general me comporto como si yo no fuera el autor de esa novela sino un autor
que persigue crear una obra distinta. Para valorarla adopto los comentarios de los
lectores que sólo quieren leerla, los de los colegas que hablan de un cambio en
el tono y en los asuntos hasta entonces tratados en la narrativa colombiana, los
de los especialistas que incluyen sus análisis en libros de estudio en los que mi
novela sale bien librada al lado de análisis de otras novelas, y comparto, porque
esa fue mi intención al escribirla, las anotaciones de un amigo sobre la atención
que mantiene el argumento y su desarrollo claro.
HAT | Entre aquella su primera novela
y la que acaba de publicar el año pasado hay más de veinte años de diferencia. ¿Cómo
explica tanta demora en publicar?
LF | En el tiempo
que separa la aparición de mi primera novela y “La caída de los puntos cardinales”
he publicado otros libros, entre ellos la novela “Compañeros de viaje”, relatos
y cuentos. No son muchos, los que tienen que ser, los que me permite el tiempo que
necesito antes de decidirme a publicarlos. Para aclarar este punto me sirven los
relatos “La carta del futuro” y “El regreso de los ecos”. El trabajo que les dediqué
y el esfuerzo final en su redacción fueron los que requiere una novela. De hecho,
los dos tienen una estructura compleja marcada por diferentes tiempos que se alternan,
pero justo la atención que les puse fue para librarlos de complicaciones y capítulos
recargados. Ambos relatos tienen la estructura que haría posible llamarlos novela,
pero la extensión señala el género con conceptos arbitrarios. En un comienzo cada
relato tenía más de las cincuenta páginas que ahora tiene, y yo hubiera podido agregarle
otras para convertirlo en una novela de al menos cien páginas. Un truco del que
después me hubiera arrepentido. En vez de aumentarle la extensión la disminuí, así
lo pedían el tema y la forma que me dieron el tono para escribir cada relato. Por
eso se necesita bastante tiempo para dar por terminado un libro, hay que localizar
las palabras y los párrafos que lo alargan sin necesidad.
HAT | Usted es uno de los pocos escritores
colombianos que no hacen parte de las llamadas roscas literario políticas. ¿Es una
postura ética o solamente es causada por su prolongada ausencia del país?
LF | Para distanciarse
del país, de la participación en su vida cotidiana y en sus compromisos y relaciones
políticas y sociales no es necesario viajar a otros países, como tampoco nada garantiza
que vivir en el país da un conocimiento más cercano de su cultura. En mi caso, las
circunstancias me han llevado a vivir en el extranjero. Mi primera salida no tuvo
más causa que el deseo de vivir un rato afuera de Colombia y vivir un rato en París.
Las circunstancias, la búsqueda de trabajo o de editor, me llevaron después a vivir
en cuatro países europeos. La postura ética no cuenta en mi caso. Siempre tengo
deseos y necesidad de viajar a Colombia. A veces logro visitar con frecuencia mi
país y experimento una sensación nueva que me hace creer que estoy radicado en mi
país y viajo al exterior. Y también como novedad he descubierto que soy el mismo
que salió por primera vez hace muchos años, pues afuera, como en los años anteriores,
me distancio de lo que no representa un estímulo y conservo con la misma claridad
los conocimientos, opiniones y experiencias que me convienen.
HAT | La caída de los puntos cardinales
es una parábola del incierto destino de la aventura, pero también medio siglo de
historia colombiana a través de un grupo de personajes…
LF | Desde mediados
del siglo XIX las migraciones de un país a otro y de un continente a otro son la
característica de las relaciones humanas en el mundo. La migración de libaneses
fue la más grande en Centro y Suramérica en el siglo XX y una de las más significativas
entre todas las que se dieron de un país a otro. Su importancia ofrecía el tema
y yo me valí de las historias que me habían llegado de modo oral a través de mis
parientes mayores, pero procuré (esta vez, pues otras veces considero lo contrario
como el fin de la literatura actual) no quedarme en una historia personal. Las migraciones
tienen características que las identifican, como la libanesa que se asemeja a las
demás en que fue provocada por la presencia perjudicial de fuerzas extranjeras en
la región y por sus propias luchas internas. Aunque yo no hubiera sido descendiente
de libaneses, creo que me hubiera valido de los mismos elementos para escribirla
y creo que en la misma medida que se refleja en “La caída de los puntos cardinales”
hubiera reflejado mi propia historia: la de los colombianos en la actualidad, pese
a que yo salí por propia decisión, nadie me amenazó y nunca he hecho solicitudes
de asilo. Triste, empiezo a pertenecer a la minoría de una situación que mantiene
a nuestro país en un estado de terror, decadencia y atraso.
LF | Para ampliar
mis conocimientos de la vida en el Líbano, puesto que la primera parte de mi novela
transcurre en ese país y en el barco en que viajaron mis personajes, me relacioné
con los libaneses recién salidos del Líbano y radicados en Europa, sobre todo en
Berlín. Con su charla ellos completaron mi información sobre las costumbres y la
relación de las comunidades religiosas en su país, los momentos en que esas buenas
relaciones empezaron a deteriorarse y las causas de la partida de su tierra. Cada
relato que oía me introducía en el ámbito que necesitaba y me permitía escribir
familiarizado con el argumento, los personajes y el idioma árabe. Me inicié en el
aprendizaje del idioma árabe para darle a mi idioma su entonación y sus expresiones
principales, que señalan el trato entre las personas. Durante mis viajes a Colombia
y a través del correo accedí a diversos documentos, entre ellos certificados de
nacimiento, de matrimonio y de defunción, y mediante largas conversaciones personales
y telefónicas refresqué los recuerdos y aclaré las referencias sobre la moneda,
los objetos en metales valiosos y otras pertenencias que traían los emigrantes.
Cuando yo era niño todavía se veían en las casas de algunas familias libanesas en
Colombia, de acuerdo a su poder de adquisición, objetos como arras de oro, narguiles,
tarbuches, bastones.
Investigué la historia de Colombia, los momentos
representativos de sus cambios y las causas que impidieron transformaciones urgentes,
repasé la geografía y me enteré de los medios de transporte en cada época, del funcionamiento
de los puertos en la Costa Atlántica desde su creación, de las condiciones de los
viajes en barco de Oriente y Europa hasta nuestro continente, del procedimiento
de las aduanas y los requisitos de entrada a los extranjeros. Para el viaje en vapor
de la Costa Atlántica a la ciudad de Honda y para el trayecto de Honda a Bogotá,
recordé la novela “La otra raya del tigre” de Pedro Gómez Valderrama, y miré grabados.
La lectura y la observación visual llenaron los vacíos de las experiencias vitales
que yo había adquirido de niño. Fue una enseñanza que me llegó con la inspiración
necesaria para reproducirla más allá de la investigación, no como la sabía sino
como la sentía.
HAT | ¿Qué relación hay entre su desarraigo
personal y el desarraigo de los personajes de su novela?
LF | Las circunstancias
de los emigrantes de mi última novela son diferentes a las que dieron origen a mi
viaje, y sin embargo hay semejanzas, las nuevas sensaciones de las personas que
viven en el exterior ejercen cambios parecidos en cada una. Las sensaciones que
yo fui adquiriendo fueron de gran utilidad para la redacción de mi novela, me sentí
con autoridad de atribuírselas a los personajes, de ir más allá de nociones elementales
y expresar con alusiones visuales sus nuevas dependencias y el poder que tuvieron
en el cambio de su vida interior. Al final las causas del viaje pierden importancia
y es más contundente la influencia que uno recibe cuando piensa desde lejos en el
lugar donde nació y se crió. El recuerdo es una de las maneras de luchar contra
el desarraigo, de querer recobrarlo todo y desear con angustia volver a tener lo
que ni siquiera se tuvo. No es raro que después de muchos años, el desarraigo haga
inútil el esfuerzo de luchar en su contra. Yo lo combato con la literatura. Para
escribir necesito de los recuerdos y para comprobar que todavía son ciertos debo
estar en comunicación con mi país. No es posible dejar pausas que creen vacíos.
Necesito oír la voz de la gente que habla como yo, con el mismo acento e igual construcción
de la frase, reconocer esa sintaxis y sus modulaciones de tono y sus errores gramaticales
y sentirlos hasta poder decir “así hablo yo” y no “así hablaba yo”.
LF | La literatura
colombiana y la latinoamericana en general hacen parte del interés cultural de Europa.
La atención fue menor cuando se presentó el hecho histórico llamado “la caída del
muro”. Entonces se habló de apertura, y las editoriales crearon nuevas colecciones
para los escritores de Europa Oriental que tenían dificultades para publicar y ser
traducidos, y para escritores más jóvenes que empezaban su oficio en esos momentos.
Ellos tuvieron suerte y los lectores también. Empezaron a conocer mejor una literatura
hasta entonces semioculta y a descubrir su alta calidad, y creo que la promoción
que se le hizo no ha dejado desilusiones.
La nueva literatura colombiana se conoce en Alemania
y en el idioma alemán más que nada por las antologías de cuentos. Hay algo traducido
de poesía. Falta traducir novelas y a mi parecer muchas lo merecen. No lo digo por
mí que he sido traducido y tengo otros dos libros que esperan turno. De acuerdo
a lo que conozco sobre el gusto del público lector alemán, las novelas colombianas
serían bien recibidas en esta lengua. Yo asistí en la ciudad de Rostock al lanzamiento
de una antología de cuentos colombianos, y como era el único autor incluido en el
libro que se encontraba en la sala, la mujer encargada de las palabras de inauguración
me dirigió algunas miradas mientras decía que “ustedes los escritores colombianos
como los demás latinoamericanos demuestran que si escriben es porque tienen algo
que contar y lo cuentan con claridad, uno se siente satisfecho, no queda la impresión
de que lo están engañando con juego de palabras, lo de ustedes tiene sentido”. No
ha sido la única vez que he escuchado palabras elogiosas para los cuentos colombianos
y lo mismo se diría de la poesía y la novela. Satisfecho el gusto por la literatura
de Europa Oriental, que se sigue distribuyendo bien, vuelve a haber un ambiente
propicio para recibir la nueva literatura de otros continentes. Para nosotros hay
un espacio que puede ganarse. En los últimos años los costos de traducción se han
elevado y se han convertido en un impedimento. Conozco libros colombianos que todavía
esperan una respuesta porque el editor no quiere invertir en gastos de traducción
al lado de los de edición y de autor. Hay países que promueven a sus autores financiando
la traducción de sus libros. Es posible que con una iniciativa cultural desde Colombia
se traduzcan los libros al alemán y a otras lenguas y se distribuyan en la suya
propia.
HAROLD ALVARADO TENORIO (Colômbia, 1945). Poeta, ensaísta, tradutor. Tiene una biografía curiosa: aprendió a leer, escribir, sumar y restar en la pizarra de la escuela de un descendiente de esclavos y más tarde en una escuela donde un matemático y geógrafo le enseñó la inmensidad del mundo en un frágil globo terráqueo mientras le hacía leer a Oscar Wilde, Shakespeare, Jorge Isaacs o Knut Hamsun. En la Universidad Nacional de Colombia promovió la creación de la carrera de estudios literarios tras años de desdén por las literaturas nacionales; fue director del Departamento de Literatura, ejerciendo actividades como periodista en el periódico La Prensa, donde dirigía la página de Cultura, lo que le valió el Premio Simón Bolívar. En Pekín trabajó como asesor cultural para la editorial China Today y publicó la antología Chinese Love Poems, que desde entonces ha sido reeditada en varios países. Creó la revista virtual e impresa Arquitrave, de la que es director. Tradujo la poesía de Cavafy y Eliot. Su poesía ha sido traducida a varios idiomas y colabora con diversos medios literarios y periodísticos de América y Europa. Arquitrave cuenta con más de 70 números publicados, todos impresos y de gran circulación, con un contenido dedicado esencialmente a la poesía y un alcance que abarca a poetas de todo el mundo, desde las tradiciones más antiguas hasta la actualidad.
ALICE MASSÉNAT (Francia, 1966). Residente en París, donde trabaja como correctora. En el dibujo, ha realizado algunos trabajos con Willem den Broeder (1951). Sus libros de poesía incluyen: Le Catafalque aux miroirs (2005), Ci-gît l’armoise (2008), À bras-le-corps (2012), La Vouivre encéphale (2013), Glossolalia des ongles (2019), La Balafre au minois (2020) y L’Ombre à cœur (2021). Alice busca una libertad que siempre pueda llevar más allá de todas sus expectativas. En 1983-1984, tuvo dos encuentros que resultarían decisivos: Jimmy Gladiator (presentador de las revistas Le Mélog, La Crécelle noire, Camouflage etc.), que la introdujo en un mundo poético habitado por el surrealismo y donde la imaginación ocupa el primer lugar; Pierre Peuchmaurd, cuya inspirada escucha le permitió elegir sus propias palabras, incluso para dar rienda suelta a su ira. Más tarde, frecuentó el grupo surrealista de París. Desde entonces, ha publicado sus textos poéticos en revistas y en forma de folletos o antologías. Alice Massénat es la artista invitada de la presente edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
CODINOME ABRAXAS # 07 – ARQUITRAVE (COLOMBIA)
Artista convidada: Alice Massénat (Francia, 1966)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2025
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com









Nenhum comentário:
Postar um comentário