quinta-feira, 13 de novembro de 2025

SUSY DELGADO | La antigua búsqueda de la palabra-alma

 


Hablar de la poesía guaraní implica hablar de la lengua. La búsqueda de la palabra de los poetas paraguayos que cultivan este surco, es también la búsqueda de su propia lengua. Un rápido repaso de la poesía que nació en guaraní desde los tiempos más lejanos, abarcando desde los grandes cantos míticos hasta la poesía popular y la contemporánea, nos indica que la misma sigue el norte marcado por el canto del Ayvu Rapyta, fundamento de la palabra de los antiguos abuelos guaraníes, el norte de la recuperación del ñe’ë, la palabra-alma.

Hablar de la poesía guaraní exige hablar de la lengua, tanto porque el proceso de una y otra se corresponden, como por una correlación aún más profunda, que se asienta en la naturaleza esencial de ambas.

La lengua guaraní, herencia de un antiguo pueblo que habitó en los tiempos precoloniales una extensa región de América del Sur, tiene sus lejanas raíces en los pueblos australoides, proto-siberianos o proto-malayos, según algunos de los investigadores más respetados. El guaraní se asentó y mostró su señorío en un territorio que abarcaba desde el Caribe hasta el Río de la Plata, y desde el Atlántico hasta las estribaciones andinas. El pueblo que la hablaba, que no se caracterizó por construir ciudades o monumentos materiales notables, resumió en cambio su sensibilidad y su talento en una lengua que se constituyó en el valor cultural más alto. El “Ñe’ë”-palabra o lengua en guaraní-, cuyo significado se desentraña como “entregar el alma”, fue erigido como el valor central y sagrado de su cultura.

Cuando llegaron los conquistadores y los primeros cronistas empezaron a enviar sus informes y relatos a la corona española; aquellas misivas señalaban las virtudes singulares de esta lengua, como Montoya, quien la describía como “tan copiosa y elegante, que con razón puede competir con las de fama” mientras otros admiraban su “majestad y energía”, su “nobleza y armonía”, etcétera. Por su parte, las mujeres indígenas cumplieron la tarea histórica de la enseñanza de la lengua a los hijos mestizos de la nueva nación, que ellas parieron y criaron, abriendo el camino de su perdurabilidad.

El guaraní, que se convertiría en lengua mayoritaria del Paraguay, y que tuvo uno de sus escasos reconocimientos históricos en la época de las Misiones, fue visto y tratado como “lengua del oprimido” durante toda su historia. A excepción de algunos breves tramos y espaciadas actitudes de respeto hacia la lengua, ella cayó en una aguda discriminación, casi hasta los finales del siglo que ha terminado.

La lengua guaraní fue desplazada de la educación formal hasta hace pocos lustros, relegada al rol de instrumento de comunicación cotidiana en la casa, en la calle, en las labores. Sostenida, sin embargo, por la profunda fuerza de la oralidad, se perpetuó como lengua materna de un grupo social marginado pero importante, que ha preservado muchos de nuestros rasgos identitarios.

Por otro lado, recordando su carácter de lengua ágrafa, rescatamos lo que señala Bartomeu Meliá, quien distingue cuatro reducciones diferentes y sucesivas del guaraní por la escritura: la reducción hispana, la jesuítica, la nacional-indigenista y la antropológica, señalando que la primera contiene a todas las demás. El mismo Meliá opina que el peor ataque sufrido por las lenguas indígenas desde los tiempos de la colonia corresponde a la burguesía nacida de las independencias, ataque que se concretó con la castellanización obligada, a través de la educación formal.

Pese a todos los obstáculos señalados, la lengua guaraní llegó a los tiempos actuales con un vigor que llama la atención de los estudiosos, como herencia de aquel antiguo pueblo que construyó lo que algunos denominan “la civilización de la palabra”. El guaraní es hablado hoy en día por el 90% de la población del Paraguay, con un porcentaje de monolingüismo que alcanza al 40%. En términos cuantitativos, el guaraní es hablado por alrededor de 6 millones de personas dentro del territorio paraguayo, sin contar con al menos 1 millón y medio de hablantes que viven en el exterior.

El guaraní forma parte en nuestros días del complejo mapa lingüístico paraguayo, que muestra la sobrevivencia de 17 etnias indígenas, correspondientes a 5 familias lingüísticas diferentes. El segmento guaraní, perteneciente a su vez al gran tronco lingüístico Tupí-Guaraní, comprende los dialectos correspondientes a los Mbyá, los Avá Guaraní, los Pãi Tavyterá, los Guarayo, los Guaraní Ñandéva y los Aché Guayakí, a los que se agrega el denominado “guaraní paraguayo” hablado por la mayoría de la población del país.

En 1992, en consonancia con los primeros pasos de la apertura democrática iniciada en 1989, el guaraní alcanzó el reconocimiento de Lengua Oficial de Estado para todo el territorio paraguayo, siendo la primera lengua americana que conquistó tal reivindicación. Este reconocimiento significó la reparación histórica de una larga postergación.

El nuevo estatuto de la lengua sentó las bases para la paulatina revitalización y dignificación de la lengua. En 1993 se echaron las bases para la Reforma Educativa, que se planteó e implementó el primer plan de educación bilingüe, contemplando la alfabetización primera en guaraní para los niños que tienen a este idioma como lengua materna.

 

Aire a la lengua y a su literatura

Los importantes pasos mencionados no solo abrieron nuevas posibilidades de revitalización a la lengua, sino también a la literatura guaraní, viva desde tiempos antiguos y pese a las exclusiones. Siguiendo al reconocimiento oficial, la introducción de la lengua a las aulas constituyó un gran estímulo para la literatura guaraní.

¿Y cómo es esta poesía que vino haciendo su andadura de no pocos ribetes quijotescos, y llegó a los umbrales del tercer milenio sorteando numerosos prejuicios y actitudes retrógradas, que condicionaron siempre su desarrollo? Es lo que intentaremos mostrar a grandes rasgos en la segunda parte de este artículo.


Rescatemos antes que nada un fragmento del admirable canto mítico Ayvu Rapyta (El Fundamento de la Palabra), considerado el libro sagrado del guaraní, que ilustra claramente el valor de la palabra en esta cultura. El mismo refiere el mandato que dio el Padre Ñamandu a Jakaira Ru Ete, dios de la neblina vivificante, en el proceso de creación del mundo:

 

Néi, ndee reñe angarekóta tatachina

ñe’engatu rapytarä íre

Chee jeupe aikuaa va’ekuére emo ñeangareko nde ra’y,

Jakaira Py’a Guachu

A’evyma, emoñeenói:

Tatachina ñe’engatu jara i,

ere nde jeupe.

 

La traducción al español realizada por León Cadogan, recopilador de este extenso canto mítico, es ésta:

 

[Bien, tú vigilarás la fuente de la neblina / que engendra las palabras inspiradas / Aquello que yo concebí en mi soledad, / haz que lo vigilen tus hijos, / los Jakaira de corazón grande. / En virtud de ello haz que se llamen / “Dueños de la neblina de las palabras inspiradas”, / di a ti mismo.]

 

Según los indígenas guaraní, Jakaira Ru Ete cumple fielmente este mandato entre el final del invierno y el inicio de la primavera, tiempo en el cual debe extender el Tatatina, la neblina vivificante, en manos de los Jakaira hijos. Este tiempo de la neblina trae la renovación de la naturaleza entera, la resurrección de la vida sobre la muerte. Y es el tiempo en que se gesta la palabra sagrada.

El Ayvu Rapyta revela no solamente el complejo universo cosmogónico guaraní, sino algo fundamental: el valor y la belleza de su palabra, corazón de su cultura. El extenso canto se compone de 19 capítulos, los primeros de los cuales narran el génesis mbyá-guaraní, relatando la creación de los dioses, de la palabra, del amor comunitario, del mundo y de los hombres. A estos cantos primeros, conocidos solo por los Jeguakáva Tenonde porängue i (los adornados, los elegidos), siguen otros, que están en el conocimiento de toda la comunidad, relacionados con la vida cotidiana, oraciones, normas y consejos para la vida.

Y para empezar a ejemplificar el connubio de la lengua guaraní con la española que trajeron los conquistadores, traigamos aquí un antiguo cántico de estacioneros, expresión de la religiosidad popular del Paraguay, cuyos orígenes habrían estado en la época de los misioneros, y más atrás, en ciertos cantos medievales hispánicos:

 

Ocantá los querubines

y otros diversos pastores

onacé jave el Autor

que da la noche y el día,

oguerekóma María

divino Niño de flores...

 

Avanzando un tanto en el tiempo, encontramos una antigua canción popular que dice:

 

Che ama, che señora,

ndajuhúi nde joguaha,

peina amo nde tyvyta

yvágare oñe pinta...

 

Mi dueña, señora mía,

a quien te iguale no encuentro,

tus dos cejas ahí están

dibujándose en el cielo...1

 

Versos de Che Lucero Aguai’y, cuya autoría es atribuida a un legendario poeta popular, Juan Manuel Avalos, son otro ejemplo ilustrativo del mestizaje lingüístico guaraní-español.

Como lo muestran estos versos, los poetas de aquellas etapas pioneras de la literatura guaraní desecharon por completo los purismos y posturas ortodoxas, asumiendo claramente la lengua viva del pueblo. Adoptando generalmente las formas clásicas de la poesía española, como la del romance, y aliadas a la arraigada tradición oral, estas canciones, cánticos de estacioneros, compuestos de tono épico o amoroso, y otras expresiones de poesía popular lograron una popularidad nunca igualada hasta hoy por la poesía paraguaya escrita en cualquiera de sus lenguas.

La época de oro de la canción popular escrita en guaraní llegó alrededor de la tercera década del siglo XX. Algunos poetas de la época, continuaron respetando las pautas de rima y métrica de la poesía española, pero cultivaron un guaraní “sin contaminaciones”de admirable riqueza, como Félix Fernández, de quien prestamos este breve ejemplo, correspondiente a su poema “Nde ratypykua” (Tus hoyuelos):

 

Epukavymína mitakuña, che mborayhu jára,

tahecha jevy nde juru mboypyri nde ratypykua

nde rova yképe ikuäme oikutu vaekue Ñandejára

ha ipyko’emíva opyta opupu mborayhu ykua.

 

[Sonríe un poco muchacha, dueña de mi amor, / veré otra vez sobre tus labio, ese hoyuelo, que el dedo de Dios hundió en tu mejilla, / cuenco que está hirviendo, fuente de cariño.]

 

Los estudiosos de la poesía en guaraní suelen señalar tres capítulos de la misma: la poesía indígena, la poesía popular y la poesía “culta”. Sin embargo, en nuestra opinión, buena parte de la poesía a la que aludimos, aparecida en la primera mitad de este siglo, une los requisitos generalmente exigidos o señalados en lo popular y lo culto. Emiliano R. Fernández, el poeta popular por excelencia del Paraguay, Teodoro S. Mongelós y Carlos Miguel Jiménez, fueron figuras destacadas de esta camada y cumplieron también un rol destacado alentando el espíritu de las tropas paraguayas y del pueblo en general, durante el enfrentamiento bélico con Bolivia, con el arma de sus canciones.


Perteneciente a una generación posterior, Carlos Martínez Gamba –Premio Nacional 2003- asume sin complejos la matización lingüística, tomando postura de adhesión hacia lo que hoy es definido como el “guaraní paraguayo”, un guaraní que sobrevive con abundantes préstamos del castellano. Martínez Gamba cultiva una variada temática, desde aquellos anclados en la mitología y la sabiduría popular hasta los épicos, y es un ejemplo de la nueva poesía guaraní, liberada ya de las formas hispánicas. En el ejemplo que rescatamos aquí, extraído de su libro Guyraretã (Patria de los pájaros, 2002), el poeta compone un delicioso canto a la naturaleza. Los versos corresponden al poema Guyra Compuéhto (Compuesto de los pájaros):

 

Ypajere rembe’ype

guyra kuéra oñombyaty;

Kuarahy Mimby santo’ára

tuichaite ojerohory.

Oguãhêma Alonsito

Chiripepe ha Yryvu;

ityvyta ñuvaitï

oúvo Ñakurutû.

 

[A orillas de Ypajere / los pájaros se reúnen / es el santo de la garza / lo que mucho se celebra. / Ya llega el Alonsito, / Chiripepe y el cuervo; y tiene las cejas juntas / el búho que está llegando.]

 

En los años ‘80, aparecieron en el ambiente literario paraguayo los poetas del Taller de Poesía “Manuel Ortiz Guerrero”, que incluyó a varios cultores de la lengua guaraní. Miguel Ángel Meza, poeta campesino que integró el grupo, se dio a conocer con poemas como el que se presenta a continuación, “Jasy” (Luna), de un guaraní rico y visceral:

 

Ambyasy, jasy.

Ysoindy ojepokapáva okúi.

Ñande yvy jeko ijaku’ipáta

Opáta

ha nde imemby, máva jyváreiko rejeréta?

 

[Yo sufro, luna. / La luciérnaga se retuerce y cae. / Dicen que nuestra tierra se hará polvo, / se acabará, / y tú, su hija, ¿del brazo de quién volverás?]

 

Los poetas de esta generación, Ramón Silva, Mario Rubén Alvarez, el mencionado Meza y quien escribe estas líneas, provenían del campo y su sensibilidad nunca se alejó del universo campesino, aunque el desarrollo de su carrera literaria seguramente se vio favorecida por el hecho de residir en la ciudad. Su poesía, al igual que la gestada en castellano en la misma época -entre los años 70 y 80-, fue una poesía nacida y refugiada en la hermandad, porque la atmósfera en que le tocó crecer estaba enrarecida por las sombras de la sospecha, de las persecuciones y el oscurantismo de Stroessner.

 

La poesía de la transición

La llamada transición democrática vio un auspicioso florecimiento de la literatura guaraní por los motivos que ya expusimos. Los escritores de lengua guaraní lanzaron a la consideración del pequeño pero creciente público lector del guaraní, un notable número de nuevos libros, entre los cuales se destacó nítidamente la poesía. Carlos Federico Abente, Carlos Martínez Gamba, Rudi Torga, Félix de Guarania, Zenón Bogado Rolón, Wilfrido Acosta, Gilberto Ramírez Santacruz, Modesto Escobar Aquino, Feliciano Acosta y los poetas ya mencionados, dieron a conocer un gran número de poemarios nuevos en esos años, en tanto que la narrativa continuó siendo el género postergado de esta literatura.

La literatura nacida con los nuevos aires democráticos amplió notablemente su abanico de temas, abarcando desde el erótico o amoroso, hasta el ecológico, pasando por los territorios que había dejado pendientes la dictadura: las persecuciones y proscripciones, las discriminaciones y desangramientos que laceraron y mutilaron las mejores fuerzas de un pueblo. Los escritores volcaron en el papel impreso estos temas, como en una tarea de restauración histórica, tanto en castellano como en guaraní.

En 1989, el año del golpe de estado que marcó el inicio de una nueva etapa significativa signada por la esperanza, un poeta que había conocido las más injustas persecuciones del régimen stronista, Félix de Guarania, expresaba en su poema titulado “¡Pehendu che ñe’e!” (Escuchen mi palabra) del libro Tojevy kuarahy (Que vuelva el sol), la esperanza de la palabra liberada:

 

Péina ápe

aheja che ñe’ê

Toveve

Toipykúi

tekove rape...

 

[Aquí está, / aquí dejo mi voz. / Que vuele / que emprenda / el camino / de la vida...]

 

La palabra postergada, la del extrañamiento doloroso, fue esgrimida por muchos otros poetas como Carlos Federico Abente, en su poema “Tetã sapukái” (Grito de la Patria), del libro Sapukái sunu (Trueno del grito):

 

Hyapu nde sapukái, mombyry vaicha osunúva

ha mbarete ñañandúva, ñane ãrema ipojái.

 

[Está sonando tu grito, pareciera tronar lejos / y sentimos que muy fuerte, tocando está nuestras almas.]

 

Otros poetas, como Feliciano Acosta, también lanzan su clamor inquietante por desatar el yugo. Ejemplo de esto se expresa en el poema “Sãso potapy” (Liberación deseada), del libro Mandu’a rendy:

 

Tuichaite mba’e niko

pe okágui jajúrõ

ha ñande resápe

jaru jajukuévo

pykasu veve. Jarurõ avei

ñane ánga sãre

sãso pytuhê

ha ñande pirére

yvytu resãi.

 

[Qué gran cosa es / si llegamos de afuera / y en nuestros ojos / al venir, traemos / el vuelo de la paloma. / Si traemos también / en el yugo del alma / el suspiro de la libertad / y en nuestra piel / la salud del viento.

 


Ramón Silva cultiva por su parte el poema erótico, con un lenguaje de gran musicalidad, habitado por la picardía y la ternura. Así, en su libro Na’ápe (Aquí tenés), en unos versos correspondientes al poema “Sÿi” (Suave), dice:

 

Rohavi’u ñaro, rohetû tie’

y ha ajepovyvy yso nde saiguyre.

Roañuã, mbóicha rojopy ysypo.

 

[Te picoteo con ansias, te beso pícaro / y busco, gusano, bajo tu pollera. / Te abrazo, víbora, te aprieto, liana.]

 

Y el erotismo tiene igualmente una admirable cultura en Lilian Sosa, cuyos versos derrochan una sensualidad desatada y exquisita. Uno de los poemas de esta autora que ha publicado solo en algunas antologías como la de Bareiro Saguier y Villagra Marsal (Poésie Guarani, 2000), dice en sus primeros versos:

 

Amo che pytasã guive

repoñy che apére:

ñehetû pa’úme

rejupi mbeguekatumi,

ha pe tape ku’áre

repyta sapy’aite

jasy ka’aguy raity yképe

remono’õ eirete.

 

[Desde allá, desde mis talones / reptas sobre mi piel: / entre besos / subes, muy despacito / y en la cintura del camino / te detienes un momento / en los bordes del nido de la luna selvática / recoges la miel.]

 

Abundancia y escasez

La nueva literatura guaraní que se está gestando entre la herencia de los tiempos oscuros y la esperanza irrenunciable, entre su antigua mediterraneidad cultural y las primeras auspiciosas ventanas abiertas hacia el mundo, entre sus raíces ancestrales y el llamado de la modernidad, ha superado los modelos clásicos españoles y ha empezado a caminar a su propio modo. Hurgando en los surcos de la musicalidad, el ritmo y los silencios, la densidad y flexibilidad de esta antigua lengua, los poetas de hoy van haciendo la nueva historia de esta poesía. Y si la poesía ha sido hasta ahora el género privilegiado de los escritores de lengua guaraní, la revitalización paulatina de la lengua está promoviendo una mayor producción en los terrenos del teatro, la narrativa y la traducción de obras correspondientes al amplio acervo hispanoamericano.

Los poetas que hoy dicen o balbucean su palabra en guaraní, lo hacen movidos por el sentimiento de una profunda, ya impostergable reconciliación con uno de sus más altos valores culturales. La búsqueda de su palabra es la búsqueda de su lengua. Por ello, el canto del Ayvu Rapyta, fundamento de la palabra de los abuelos guaraní, sigue señalando la esencia de esta búsqueda.



NOTA

1. Las traducciones sin cita de origen pertenecen a la autora.

 


SUSY DELGADO (Paraguay, 1949). Escritora bilingüe y periodista. Ha publicado varios poemarios en guaraní y en castellano, un volumen de cuentos, el libro para niños y otras publicaciones literarias. Reunió una extensa trayectoria como periodista cultural en medios de prensa paraguayos y actualmente dirige la revista Takuapu. En diciembre de 2005 obtuvo el Premio Cide Hamete Benengeli para relatos escritos en lenguas hispánicas distintas del castellano, otorgado por la Universidad Toulouse Le Mirail y Radio Francia Internacional.




LUCAS FIER (Brasil, 1989). Surrealista contemporáneo, su obra está impregnada de temas como el erotismo, lo sagrado y la herejía, desafiando los límites entre lo sagrado y lo profano, la realidad y el sueño, la objetividad y la subjetividad. Explorando elementos simbólicos con gran detalle y una técnica orientada al realismo, fusiona estados oníricos, psicodélicos y fantásticos para exaltar la materialidad de los cuerpos, la opulencia de la vida y la fascinación por el misterio. Es doctor en Historia por la UFPR, máster en Artes por la Facultad de Artes de Paraná (Unespar) (2021) y licenciado en Dibujo por la Escuela de Música y Bellas Artes de Paraná (Unespar) (2012). En sus obras utiliza óleo, grafito, bolígrafo, tinta china, acuarela y acrílico. Artista invitado de esta edición de Agulha Revista de Cultura.

  



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CODINOME ABRAXAS # 08 – FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESIA DE MEDELLÍN (COLOMBIA)

Artista convidado: Lucas Fier (Brasil, 1989)

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