Hablar de la poesía guaraní exige hablar de la lengua, tanto porque el proceso
de una y otra se corresponden, como por una correlación aún más profunda, que se
asienta en la naturaleza esencial de ambas.
La lengua guaraní, herencia de un antiguo pueblo que habitó en los tiempos precoloniales
una extensa región de América del Sur, tiene sus lejanas raíces en los pueblos australoides,
proto-siberianos o proto-malayos, según algunos de los investigadores más respetados.
El guaraní se asentó y mostró su señorío en un territorio que abarcaba desde el
Caribe hasta el Río de la Plata, y desde el Atlántico hasta las estribaciones andinas.
El pueblo que la hablaba, que no se caracterizó por construir ciudades o monumentos
materiales notables, resumió en cambio su sensibilidad y su talento en una lengua
que se constituyó en el valor cultural más alto. El “Ñe’ë”-palabra o lengua en guaraní-,
cuyo significado se desentraña como “entregar el alma”, fue erigido como el valor
central y sagrado de su cultura.
Cuando llegaron los conquistadores y los primeros cronistas empezaron a enviar
sus informes y relatos a la corona española; aquellas misivas señalaban las virtudes
singulares de esta lengua, como Montoya, quien la describía como “tan copiosa y
elegante, que con razón puede competir con las de fama” mientras otros admiraban
su “majestad y energía”, su “nobleza y armonía”, etcétera. Por su parte, las mujeres
indígenas cumplieron la tarea histórica de la enseñanza de la lengua a los hijos
mestizos de la nueva nación, que ellas parieron y criaron, abriendo el camino de
su perdurabilidad.
El guaraní, que se convertiría en lengua mayoritaria del Paraguay, y que tuvo
uno de sus escasos reconocimientos históricos en la época de las Misiones, fue visto
y tratado como “lengua del oprimido” durante toda su historia. A excepción de algunos
breves tramos y espaciadas actitudes de respeto hacia la lengua, ella cayó en una
aguda discriminación, casi hasta los finales del siglo que ha terminado.
La lengua guaraní fue desplazada de la educación formal hasta hace pocos lustros,
relegada al rol de instrumento de comunicación cotidiana en la casa, en la calle,
en las labores. Sostenida, sin embargo, por la profunda fuerza de la oralidad, se
perpetuó como lengua materna de un grupo social marginado pero importante, que ha
preservado muchos de nuestros rasgos identitarios.
Por otro lado, recordando su carácter de lengua ágrafa, rescatamos lo que señala
Bartomeu Meliá, quien distingue cuatro reducciones diferentes y sucesivas del guaraní
por la escritura: la reducción hispana, la jesuítica, la nacional-indigenista y
la antropológica, señalando que la primera contiene a todas las demás. El mismo
Meliá opina que el peor ataque sufrido por las lenguas indígenas desde los tiempos
de la colonia corresponde a la burguesía nacida de las independencias, ataque que
se concretó con la castellanización obligada, a través de la educación formal.
Pese a todos los obstáculos señalados, la lengua guaraní llegó a los tiempos
actuales con un vigor que llama la atención de los estudiosos, como herencia de
aquel antiguo pueblo que construyó lo que algunos denominan “la civilización de
la palabra”. El guaraní es hablado hoy en día por el 90% de la población del Paraguay,
con un porcentaje de monolingüismo que alcanza al 40%. En términos cuantitativos,
el guaraní es hablado por alrededor de 6 millones de personas dentro del territorio
paraguayo, sin contar con al menos 1 millón y medio de hablantes que viven en el
exterior.
El guaraní forma parte en nuestros días del complejo mapa lingüístico paraguayo,
que muestra la sobrevivencia de 17 etnias indígenas, correspondientes a 5 familias
lingüísticas diferentes. El segmento guaraní, perteneciente a su vez al gran tronco
lingüístico Tupí-Guaraní, comprende los dialectos correspondientes a los Mbyá, los
Avá Guaraní, los Pãi Tavyterá, los Guarayo, los Guaraní Ñandéva y los Aché Guayakí,
a los que se agrega el denominado “guaraní paraguayo” hablado por la mayoría de
la población del país.
En 1992, en consonancia con los primeros pasos de la apertura democrática iniciada
en 1989, el guaraní alcanzó el reconocimiento de Lengua Oficial de Estado para todo
el territorio paraguayo, siendo la primera lengua americana que conquistó tal reivindicación.
Este reconocimiento significó la reparación histórica de una larga postergación.
El nuevo estatuto de la lengua sentó las bases para la paulatina revitalización
y dignificación de la lengua. En 1993 se echaron las bases para la Reforma Educativa,
que se planteó e implementó el primer plan de educación bilingüe, contemplando la
alfabetización primera en guaraní para los niños que tienen a este idioma como lengua
materna.
Aire a la lengua y a su
literatura
Los importantes pasos mencionados no solo abrieron nuevas posibilidades de revitalización
a la lengua, sino también a la literatura guaraní, viva desde tiempos antiguos y
pese a las exclusiones. Siguiendo al reconocimiento oficial, la introducción de
la lengua a las aulas constituyó un gran estímulo para la literatura guaraní.
¿Y cómo es esta poesía que vino haciendo su andadura de no pocos ribetes quijotescos,
y llegó a los umbrales del tercer milenio sorteando numerosos prejuicios y actitudes
retrógradas, que condicionaron siempre su desarrollo? Es lo que intentaremos mostrar
a grandes rasgos en la segunda parte de este artículo.
Néi, ndee reñe angarekóta tatachina
ñe’engatu rapytarä íre
Chee jeupe aikuaa va’ekuére emo ñeangareko
nde ra’y,
Jakaira Py’a Guachu
A’evyma, emoñeenói:
Tatachina ñe’engatu jara i,
ere nde jeupe.
La traducción al español realizada por León Cadogan, recopilador de este extenso
canto mítico, es ésta:
[Bien, tú vigilarás la fuente de la
neblina / que engendra las palabras inspiradas / Aquello que yo concebí en mi soledad,
/ haz que lo vigilen tus hijos, / los Jakaira de corazón grande. / En virtud de
ello haz que se llamen / “Dueños de la neblina de las palabras inspiradas”, / di
a ti mismo.]
Según los indígenas guaraní, Jakaira Ru Ete cumple fielmente este mandato entre
el final del invierno y el inicio de la primavera, tiempo en el cual debe extender
el Tatatina, la neblina vivificante, en manos de los Jakaira hijos. Este tiempo
de la neblina trae la renovación de la naturaleza entera, la resurrección de la
vida sobre la muerte. Y es el tiempo en que se gesta la palabra sagrada.
El Ayvu Rapyta
revela no solamente el complejo universo cosmogónico guaraní, sino algo fundamental:
el valor y la belleza de su palabra, corazón de su cultura. El extenso canto se
compone de 19 capítulos, los primeros de los cuales narran el génesis mbyá-guaraní,
relatando la creación de los dioses, de la palabra, del amor comunitario, del mundo
y de los hombres. A estos cantos primeros, conocidos solo por los Jeguakáva Tenonde
porängue i (los adornados, los elegidos), siguen otros, que están en el conocimiento
de toda la comunidad, relacionados con la vida cotidiana, oraciones, normas y consejos
para la vida.
Y para empezar a ejemplificar el connubio de la lengua guaraní con la española
que trajeron los conquistadores, traigamos aquí un antiguo cántico de estacioneros,
expresión de la religiosidad popular del Paraguay, cuyos orígenes habrían estado
en la época de los misioneros, y más atrás, en ciertos cantos medievales hispánicos:
Ocantá los querubines
y otros diversos
pastores
onacé jave el Autor
que da la noche
y el día,
oguerekóma María
divino Niño de flores...
Avanzando un tanto en el tiempo, encontramos una antigua canción popular que
dice:
Che ama, che señora,
ndajuhúi nde joguaha,
peina amo nde tyvyta
yvágare oñe pinta...
Mi dueña, señora
mía,
a quien te iguale
no encuentro,
tus dos cejas ahí
están
dibujándose en el
cielo...1
Versos de Che Lucero Aguai’y, cuya autoría es atribuida a un legendario poeta
popular, Juan Manuel Avalos, son otro ejemplo ilustrativo del mestizaje lingüístico
guaraní-español.
Como lo muestran estos versos, los poetas de aquellas etapas pioneras de la
literatura guaraní desecharon por completo los purismos y posturas ortodoxas, asumiendo
claramente la lengua viva del pueblo. Adoptando generalmente las formas clásicas
de la poesía española, como la del romance, y aliadas a la arraigada tradición oral,
estas canciones, cánticos de estacioneros, compuestos de tono épico o amoroso, y
otras expresiones de poesía popular lograron una popularidad nunca igualada hasta
hoy por la poesía paraguaya escrita en cualquiera de sus lenguas.
La época de oro de la canción popular escrita en guaraní llegó alrededor de
la tercera década del siglo XX. Algunos poetas de la época, continuaron respetando
las pautas de rima y métrica de la poesía española, pero cultivaron un guaraní “sin
contaminaciones”de admirable riqueza, como Félix Fernández, de quien prestamos este
breve ejemplo, correspondiente a su poema “Nde ratypykua” (Tus hoyuelos):
Epukavymína mitakuña,
che mborayhu jára,
tahecha jevy nde
juru mboypyri nde ratypykua
nde rova yképe ikuäme
oikutu vaekue Ñandejára
ha ipyko’emíva opyta
opupu mborayhu ykua.
[Sonríe un poco muchacha,
dueña de mi amor, / veré otra vez sobre tus labio, ese hoyuelo, que el dedo de Dios
hundió en tu mejilla, / cuenco que está hirviendo, fuente de cariño.]
Los estudiosos de la poesía en guaraní suelen señalar tres capítulos de la misma:
la poesía indígena, la poesía popular y la poesía “culta”. Sin embargo, en nuestra
opinión, buena parte de la poesía a la que aludimos, aparecida en la primera mitad
de este siglo, une los requisitos generalmente exigidos o señalados en lo popular
y lo culto. Emiliano R. Fernández, el poeta popular por excelencia del Paraguay,
Teodoro S. Mongelós y Carlos Miguel Jiménez, fueron figuras destacadas de esta camada
y cumplieron también un rol destacado alentando el espíritu de las tropas paraguayas
y del pueblo en general, durante el enfrentamiento bélico con Bolivia, con el arma
de sus canciones.
Ypajere rembe’ype
guyra kuéra oñombyaty;
Kuarahy Mimby santo’ára
tuichaite ojerohory.
Oguãhêma Alonsito
Chiripepe ha Yryvu;
ityvyta ñuvaitï
oúvo Ñakurutû.
[A orillas de Ypajere
/ los pájaros se reúnen / es el santo de la garza / lo que mucho se celebra. / Ya
llega el Alonsito, / Chiripepe y el cuervo; y tiene las cejas juntas / el búho que
está llegando.]
En los años ‘80, aparecieron en el ambiente literario paraguayo los poetas del
Taller de Poesía “Manuel Ortiz Guerrero”, que incluyó a varios cultores de la lengua
guaraní. Miguel Ángel Meza, poeta campesino que integró el grupo, se dio a conocer
con poemas como el que se presenta a continuación, “Jasy” (Luna), de un guaraní
rico y visceral:
Ambyasy, jasy.
Ysoindy ojepokapáva
okúi.
Ñande yvy jeko ijaku’ipáta
Opáta
ha nde imemby, máva
jyváreiko rejeréta?
[Yo sufro, luna. / La
luciérnaga se retuerce y cae.
/ Dicen que nuestra tierra se hará polvo, / se acabará, / y tú, su hija, ¿del brazo
de quién volverás?]
Los poetas de esta generación, Ramón Silva, Mario Rubén Alvarez, el mencionado
Meza y quien escribe estas líneas, provenían del campo y su sensibilidad nunca se
alejó del universo campesino, aunque el desarrollo de su carrera literaria seguramente
se vio favorecida por el hecho de residir en la ciudad. Su poesía, al igual que
la gestada en castellano en la misma época -entre los años 70 y 80-, fue una poesía
nacida y refugiada en la hermandad, porque la atmósfera en que le tocó crecer estaba
enrarecida por las sombras de la sospecha, de las persecuciones y el oscurantismo
de Stroessner.
La poesía de la transición
La llamada transición democrática vio un auspicioso florecimiento de la literatura
guaraní por los motivos que ya expusimos. Los escritores de lengua guaraní lanzaron
a la consideración del pequeño pero creciente público lector del guaraní, un notable
número de nuevos libros, entre los cuales se destacó nítidamente la poesía. Carlos
Federico Abente, Carlos Martínez Gamba, Rudi Torga, Félix de Guarania, Zenón Bogado
Rolón, Wilfrido Acosta, Gilberto Ramírez Santacruz, Modesto Escobar Aquino, Feliciano
Acosta y los poetas ya mencionados, dieron a conocer un gran número de poemarios
nuevos en esos años, en tanto que la narrativa continuó siendo el género postergado
de esta literatura.
La literatura nacida con los nuevos aires democráticos amplió notablemente su
abanico de temas, abarcando desde el erótico o amoroso, hasta el ecológico, pasando
por los territorios que había dejado pendientes la dictadura: las persecuciones
y proscripciones, las discriminaciones y desangramientos que laceraron y mutilaron
las mejores fuerzas de un pueblo. Los escritores volcaron en el papel impreso estos
temas, como en una tarea de restauración histórica, tanto en castellano como en
guaraní.
En 1989, el año del golpe de estado que marcó el inicio de una nueva etapa significativa
signada por la esperanza, un poeta que había conocido las más injustas persecuciones
del régimen stronista, Félix de Guarania, expresaba en su poema titulado “¡Pehendu
che ñe’e!” (Escuchen mi palabra) del libro Tojevy
kuarahy (Que vuelva el sol), la esperanza de la palabra liberada:
Péina ápe
aheja che ñe’ê
Toveve
Toipykúi
tekove rape...
[Aquí está, / aquí
dejo mi voz. / Que vuele / que emprenda / el camino / de la vida...]
La palabra postergada, la del extrañamiento doloroso, fue esgrimida por muchos
otros poetas como Carlos Federico Abente, en su poema “Tetã sapukái” (Grito de la
Patria), del libro Sapukái
sunu (Trueno del grito):
Hyapu nde sapukái, mombyry vaicha osunúva
ha mbarete ñañandúva, ñane ãrema ipojái.
[Está sonando tu
grito, pareciera tronar lejos / y sentimos que muy fuerte, tocando está nuestras
almas.]
Otros poetas, como Feliciano Acosta, también lanzan su clamor inquietante por
desatar el yugo. Ejemplo de esto se expresa en el poema “Sãso potapy” (Liberación
deseada), del libro Mandu’a rendy:
Tuichaite mba’e
niko
pe okágui jajúrõ
ha ñande resápe
jaru jajukuévo
pykasu veve. Jarurõ
avei
ñane ánga sãre
sãso pytuhê
ha ñande pirére
yvytu resãi.
[Qué gran cosa es
/ si llegamos de afuera / y en nuestros ojos / al venir, traemos / el vuelo de la
paloma. / Si traemos también / en el yugo del alma / el suspiro de la libertad
/ y en nuestra piel / la salud del viento.
Rohavi’u ñaro, rohetû
tie’
y ha ajepovyvy yso
nde saiguyre.
Roañuã, mbóicha
rojopy ysypo.
[Te picoteo con ansias,
te beso pícaro / y busco, gusano, bajo tu pollera. / Te abrazo, víbora, te aprieto,
liana.]
Y el erotismo tiene igualmente una admirable cultura en Lilian Sosa, cuyos versos
derrochan una sensualidad desatada y exquisita. Uno de los poemas de esta autora
que ha publicado solo en algunas antologías como la de Bareiro Saguier y Villagra
Marsal (Poésie Guarani, 2000), dice en
sus primeros versos:
Amo che pytasã guive
repoñy che apére:
ñehetû pa’úme
rejupi mbeguekatumi,
ha pe tape ku’áre
repyta sapy’aite
jasy ka’aguy raity
yképe
remono’õ eirete.
[Desde allá, desde
mis talones / reptas sobre mi piel: / entre besos / subes, muy despacito / y en
la cintura del camino / te detienes un momento / en los bordes del nido de la luna
selvática / recoges la miel.]
Abundancia y escasez
La nueva literatura guaraní que se está gestando entre la herencia de los tiempos
oscuros y la esperanza irrenunciable, entre su antigua mediterraneidad cultural
y las primeras auspiciosas ventanas abiertas hacia el mundo, entre sus raíces ancestrales
y el llamado de la modernidad, ha superado los modelos clásicos españoles y ha empezado
a caminar a su propio modo. Hurgando en los surcos de la musicalidad, el ritmo y
los silencios, la densidad y flexibilidad de esta antigua lengua, los poetas de
hoy van haciendo la nueva historia de esta poesía. Y si la poesía ha sido hasta
ahora el género privilegiado de los escritores de lengua guaraní, la revitalización
paulatina de la lengua está promoviendo una mayor producción en los terrenos del
teatro, la narrativa y la traducción de obras correspondientes al amplio acervo
hispanoamericano.
Los poetas que hoy dicen o balbucean su palabra en guaraní, lo hacen movidos
por el sentimiento de una profunda, ya impostergable reconciliación con uno de sus
más altos valores culturales. La búsqueda de su palabra es la búsqueda de su lengua.
Por ello, el canto del Ayvu
Rapyta, fundamento de la palabra de los abuelos guaraní, sigue señalando
la esencia de esta búsqueda.
NOTA
1. Las traducciones sin cita de origen pertenecen a la autora.
SUSY DELGADO (Paraguay, 1949). Escritora bilingüe y periodista. Ha publicado varios poemarios en guaraní y en castellano, un volumen de cuentos, el libro para niños y otras publicaciones literarias. Reunió una extensa trayectoria como periodista cultural en medios de prensa paraguayos y actualmente dirige la revista Takuapu. En diciembre de 2005 obtuvo el Premio Cide Hamete Benengeli para relatos escritos en lenguas hispánicas distintas del castellano, otorgado por la Universidad Toulouse Le Mirail y Radio Francia Internacional.
LUCAS FIER (Brasil, 1989). Surrealista contemporáneo, su obra está impregnada de temas como el erotismo, lo sagrado y la herejía, desafiando los límites entre lo sagrado y lo profano, la realidad y el sueño, la objetividad y la subjetividad. Explorando elementos simbólicos con gran detalle y una técnica orientada al realismo, fusiona estados oníricos, psicodélicos y fantásticos para exaltar la materialidad de los cuerpos, la opulencia de la vida y la fascinación por el misterio. Es doctor en Historia por la UFPR, máster en Artes por la Facultad de Artes de Paraná (Unespar) (2021) y licenciado en Dibujo por la Escuela de Música y Bellas Artes de Paraná (Unespar) (2012). En sus obras utiliza óleo, grafito, bolígrafo, tinta china, acuarela y acrílico. Artista invitado de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
CODINOME ABRAXAS # 08 – FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESIA DE MEDELLÍN (COLOMBIA)
Artista convidado: Lucas Fier (Brasil, 1989)
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