Los diferentes lenguajes
artísticos en América Latina, parecen expresar que todo abordaje a la identidad
nacional puede conducirnos a la claustrofobia hermenéutica, ya que aquella es una
categoría marcada por el ununn, una ficción hegemónica y unidireccional.
Y cuando apelamos a ella es preciso recordar que nace en América Latina de la mano
de los proyectos independentistas y de la construcción de las nacionalidades en
las cuales las élites letradas del siglo XIX fueron un gozne de capital importancia;
pensadas desde un territorio que debía ser civilizado y esta línea civilizatoria
a su vez ingresaba por los puertos. La novela de Eltit interpela al Bicentenario
chileno, y fue publicada en Buenos Aires en el año de los festejos, [2] es decir, en el 2010. Es la historia
de dos mujeres, la madre que mora en la hija, ancianas ambas, recluidas en un hospital
hace ¿doscientos años?; en la sala de espera las mujeres socavan las bases identitarias
a partir de su condición “anarcobarroca” (Eltit, 2010). En el encierro se les extrae
sangre para ser vendida por un conjunto del cuerpo hospitalario, formado por médicos-generales,
un médico anestesista y enfermeras. Las ancianas son intervenidas quirúrgicamente,
recuerdan en su reclusión su escasa familia e intentan dialogar con otras mujeres
en análogas condiciones.
La práctica hospitalaria
ejercita las tecnologías del biopoder en el cuerpo, dos en uno, de las mujeres en
vísperas de los festejos. Así es posible advertir que ellas y el cuerpo chileno
forman una unidad de la cual hay que separarlas. Chile no necesita de esta “anormales”
que resisten frente a la sociedad que en su totalidad es un hospital de enfermos.
Cabe preguntarnos ¿de qué? De los dispositivos regulatorios y asimiladores de un
sueño identitario que se solaza en el mercadeo de sangre, en la ingesta de los remedios,
en el consumo de la sangre de los “otros”, del goce futbolero, de la desmemoria
reguardada en los fans. No es difícil asociar al texto con Pueblo Enfermo
(1909) de Alcides Arguedas, con el higienismo de fines del Siglo XIX o con Ezequiel
Martínez Estrada, Radiografia de la Pampa (1933) en Argentina. Es posible
conjeturar que el higienismo finisecular no desapareció del todo sino que continúa
incardinado en el cuerpo médico, en la xenofobia, en su ideal regulatorio; de modo
tal que es posible desprender del texto la convulsa relación entre biología e historicidad
como la lógica a partir de la cual el poder piensa los cuerpos de las mujeres. La
resistencia de estas parte de los modos de narrar la historia, es decir, no desde
la ensayística como género tutor que reflexiona sobre la identidad en América Latina,
sino que Eltit horada las fronteras de los géneros proponiendo el pacto ficcional
bajo el estatuto de la crónica como estrategia para producir memoria e historia.
Asimismo, coloca en jaque una segunda cuestión que atañe a las poéticas en lo tocante
a la relación entre el neobarroco como expresión artística contra cultural. Es decir,
la elección de una poética aparentemente ensimismada que articula, a nivel de diégesis,
con el anarquismo en tanto que ideología revulsiva frente al stablishment
neoliberal. Cabe interrogarse hasta qué punto Eltit involucra, en esta novela, aspectos
axiales del neobarroco en lo tocante a si este es o no otra manifestación del arte
burgués, ya que, como se podrá observar en el análisis, es el anarquismo de las
mujeres el canal por el cual bascula esta inquietud. [3]
Yo soy baja. Baja en todo sentido. Habito en los escalafones
más insignificantes del tendedero social… Soy baja. Y mi estatura marcó y marca
aún todos los niveles de mi existencia […] ese aire bajo, bajo, bajo, bajo que los
médicos advierten y desprecian. (Ibid)
En la permanente tensión
que caracteriza la relación hija/madre, la primera hace referencia a “las fantasías
nacionales de altura” (Ibid) de
su madre. Sin embargo, así como condena su complejo de inferioridad, recalca también
que su madre nació “anarquista” (Ibid).
Las imágenes del tendedero y las fantasías nacionales de altura son formas metonímicas
de cartografiar la urbe santiaguina ya que la primera se observa en las llamadas
viviendas sociales en la periferia, mientras que la fantasía nacional de altura
es posible articularla con “los barrios altos”, donde se ubica la burguesía en ascenso
chilena, es decir, en los countries y en las residencias de la vieja aristocracia;
muchas de estas en venta para la construcción de las denominadas viviendas en altura.
En el año 2010 la sociedad
chilena atravesó casi veinte años de la transición democrática y esta fue ejecutada
a través de un acuerdo que implicó la concertación entre las fuerzas armadas y los
partidos políticos como representantes de la sociedad civil. Entre esos acuerdos
figura un pacto recortado con la memoria del pasado reciente cuyo centro nodal fue
la reconciliación nacional. De modo tal, que el hospital, país, patria, nación es
una heterotopía doble en tanto lugar de excepción que se solaza en succionar la
sangre de las curiches y aplica el bisturí con el fin de separarlas del resto del
cuerpo social. Es decir, lo que se advierte no es la relación hospital-salud sino
hospital-enfermedad-comercio-Thanatos. Las alusiones a la sangre recorren todo el
texto, en efecto: la madre que sangra incontrolablemente (Ibid); la madre que quiere vender su sangre
(Ibid); los médicos que codician
la sangre de los enfermos (Ibid).
Es el cuerpo de la patria lo que está en venta, se rifan también la piel y los riñones
(Ibid) y se venden igualmente los
dientes y los dedos (Ibid). En la
velada crítica al neoliberalismo que tuvo en la dictadura sus más acendrados representantes
en la economía y que el presidente Sebastián Piñera continuó, los fans podrían
considerarse la refracción literaria de la gente común y corriente que adhiere al
sistema sin cuestionarlo y que acuerdan con que la política sea una metonimia de
una sociedad relacionada al espectáculo del neoliberalismo, canalizado a través
de los medios masivos de comunicación. El texto implica así la problematización
entre los integrados y estas mujeres apocalípticas, anarquistas y barrocas.
No menos revelador
es el procedimiento narrativo eltiano que hunde sus raíces en CADA (Colectivo de
Acciones de Arte). El grupo nació en 1977 y tuvo en Eltit y Raúl Zurita dos de sus
integrantes más conocidos y celebrados. Lumpérica (1983) fue su primera novela.
Esta mención, entre la producción total de la autora, no es azarosa ya que Impuesto
a la carne no es solo la historia de la carnocracia neoliberal sino también
un diálogo sesgado con los postulados neovanguardistas de los 70 en Chile y con
su primera novela, en un juego de guiños autofágicos. La neovanguardia durante la
dictadura militar de 1973 cuestionó los modos de producir arte a partir de la representación
estética. Al soporte libro le agregó la performance, al relato nostálgico
de la izquierda clásica que encontraba en la gesta épica de los desposeídos un modo
de no renunciar a la utopía libertaria, CADA propuso intervenir la escena pública
en una fuerte interpelación no solo al relato nacional, sino también a las estéticas
que no parecían remover las bases, revisitar, alterar el mapa de la literatura nacional
apegada al verosímil realista y a la vigencia de la ensayística de interpretación
nacional y continental. A más de 30 años de la publicación de su primera novela,
Eltit insiste en la visión distópica incorporando en Impuesto… pasajes que
injertan tonos narrativos como formas de traer el pasado al presente. Incluso constatamos
tramos donde la ironía hace blanco en la novela policial que la hija lee como forma
de entretenimiento y que su madre rechaza:
[…]. Un misterio, una trama similar
a una novela policial, una de esas novelas que leo cuando no puedo dormir y me desvelo
en la noche. Sí, porque durante las incontables noches de un insomnio rebelde, enciendo
la luz y me sumerjo en el desarrollo de las páginas de misterio, […]. No me interesa,
te digo que no me gusta, cállate, por favor. Pero yo no le hago caso y sigo leyendo
en voz alta. […]. (Ibid)
Madre e hija interpelan
a los fans, como parte de una sociedad vaciada de memoria, de una sociedad
espectacular, que asume las nuevas tecnologías para el olvido. En vísperas del Bicentenario
no hay relato libertario, salvo el programa anarcobarroco que es escribir bajo el
refugio del testimonio y la crónica, otra historia, opuesta a los grandes relatos
unificantes de la modernidad periférica. El programa escriturario de la hija es
relatar “la trastienda de la historia” (Ibid),
es apelar:
[…] a un simple diario local o
a una memoria que no se termine de comprender del todo y que, sin embargo, nos permita
hacer un milímetro de historia […]. (Ibid)
La gesta de las ancianas
de doscientos años está integrada por un programa político y estético y por un modo
de concebir la historia a relatar; es el relato discontinuo, sin afán totalizador,
el de las vencidas a modo de cómo Walter Benjamin entendía la historia, es decir,
en directa relación con la experiencia de los padecimientos (1999). Es por esto
que los géneros crónica, biografía y testimonio a los que la hija acude para su
proyecto de escritura no reduplican el testimonio como “[…] vector colectivo de
representaciones identitarias. […]” (Richard, 1994). En esta dirección, la posición
anarcobarroca es una forma de resistir a través de una escritura que incorporara
los géneros citados no para trabajarlos como totalizaciones de una historia alternativa,
sino como girones o fragmentos; incluso es posible advertir cortes, montajes en
el relato donde estas mujeres son flujos ensamblados y re ensamblados que resisten.
Impuesto… es una respuesta también a la sociología chilena que buscaba producir
otra historia y también a los géneros “al uso” de la cultura de posgolpe como el
relato policial.
Escritura hecha de
guiños, lectura radial, deconstrucción del género crónica y testimonio que perforan
el verosímil realista construyen la arquitectónica del relato eltiano. Si para Benjamin
la Historia solo puede ser la de los vencidos, si para Agamben, Foucault dejó incompleto
el pasaje del biopoder a la biopolítica (Agamben, 2005), será el arte el encargado
de darnos a ver esas relaciones. En Impuesto la gesta resistente de las vencidas
hace trampas, posee un conjunto de guiños; por ejemplo, para interpelar al ciclo
del salitre, juega con las genealogías familiares y los linajes que podemos encontrar
en textos desde José Donoso hasta Isabel Allende. Frente a esto Eltit prefiere el
quiebre de la línea sucesoria que implica orden, progresión y propone la convivencia
de dos mujeres en una, prefiere en suma, ir por fuera de las jerarquizaciones convocando
la poética fantástica. La historia de las vencidas construye su propia genealogía
con primas suicidas (Patricia: Patria, Patriciado). Para marcar el período histórico
que abarca desde los últimos decenios del siglo XIX hasta las primeras décadas del
siglo XX, la voz narrativa menciona tanto “la insurrección del norte” (Ibid) como “la larga marcha del norte”
(Ibid), una referencia no sólo a
la marcha de mineros del salitre que culminará en la matanza de Iquique, en la escuela
Domingo Santa María el año 1907, sino también a las múltiples huelgas y manifestaciones
de trabajadores a lo largo de la historia chilena. Significativamente, el norte
donde se generó y se genera la mayor cantidad de ingresos para Chile se convierte
en Impuesto… en un símbolo que define el lugar de la lucha y la esperanza:
“Piensa en el norte” le aconseja la madre a su hija (Ibid), “[…] que iniciaremos de manera reiterativa en el norte” (Ibid). Y, más tarde, “nosotras viajaremos
al norte. A buscar nuestra comuna” (Ibid).
Asimismo, el norte, más precisamente Iquique, fue el lugar de residencia de Manuel
Chinchilla, español anarquista bakuniano. De los diferentes gremios que adhirieron
a su programa figura el de los trabajadores frigoríficos quienes en 1905 produjeron
la denominada “Semana Roja”. En ella se buscaba deponer el impuesto a las importaciones
de carne que generaba un alto nivel inflacionario. La revuelta produjo en Santiago
de Chile la muerte de doscientos trabajadores. En esta dirección, el título de la
novela es un homenaje a la historia del anarquismo en el país trasandino desde el
relato de las mujeres, quienes recrean la gesta resistente. Eltit perfora la Historia
y los modos de llevarla a la ficción ya que este acontecimiento es incorporado al
texto en un juego de claroscuro que surge mestizando la narración como crónica y
esta como novelización por efecto del trabajo con la escritura. El fin es iluminar
de otro modo el presente:
La orilla de la banca en que estamos
sentadas huele a sangre, es el efecto de un choque multitudinario, cientos de muertos
en una rebelión popular. Eso fue hace un siglo, murmura mi mamá, un siglo ya, […],
ese siglo en que se modeló la figura anarquista de mi madre, […].
(Ibid)
Rememoro la belleza de mi madre.
No su belleza sino su apariencia de belleza conseguida después de un prolijo trabajo
sobre cada detalle de sus facciones. Una cara que ella se permitía copiar de retratos
o de la cinematrografía o de ciertas carátulas de moda. […]. Se dotaba de rostros
construidos entre sombras y contornos y después completar su escenario facial y
gracias a una serie de procedimientos lumínicos observaba esa faz que no era de
ella y salía a la calle más segura de sí misma. Se iba como si yo no existiera porque
el rostro que tenía pertenecía a otra historia. […]. (Ibid)
Si bien no se alude
directamente al derrocamiento de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, relevamos
en enunciado “el desastre” (Ibid).
En todo el texto se establece una clara relación entre el sistema médico y el régimen
militar, sugiriendo que los médicos, representan todos los poderes que históricamente
han oprimido a la mujer; no es casual la descripción de la crueldad del médico anestesista
y la trama significante que este traza: amnesia, olvido. Asimismo, se alude al “médico
director” (Ibid), y a los médicos
del hospital como “El conjunto de generales” (Ibid), “junta médica” (Ibid)
y de “Un general” (Ibid) y “su cargo
nacional (o patriótico)” (Ibid).
Finalmente, el acontecimiento histórico que marca el tiempo presente de la narración,
recibe nombres tales como “festejos” (Ibid),
“conmemoración” (Ibid), “El día
de la conmemoración” (Ibid), “conmemoración
nacional” (Ibid), y “celebración”
(Ibid).
En Chile, anatomía
de un mito de Tomás Moulián (1997) y en Tramas del mercado (2007) de
Luis Cárcamo-Huechante los autores señalan que antes de la imposición del neoliberalismo
en Chile surge un discurso que, apoyado por Milton Friedman y los Chicago Boys,
considera a Chile como un país enfermo cuya única panacea era la venta de las instituciones
públicas a sectores privados junto con la privatización de la educación y la salud,
entre otros posibles paleativos. No menos cierto que esta “historia que no se pueda
entender del todo” hay que buscarla en los intersticios del discurso de la hija
quien a menudo no solo menciona la presencia del mercado de la sangre, de los fans,
sino también del auge de las nuevas tecnologías; expresa: “Seremos capturadas digitalmente,
podríamos llegar a habitar un mínimo estamento tecnológico […]”, (Ibid).
En cuanto a la “comuna”,
esta puede relacionarse a la comuna de París, la comuna española, la sublevación
de 1907 en Chile, al tiempo que en español chileno “comuna” es el municipio. A ello
se suma también que la historia brilla como fragmento en el tono lírico del texto,
cuando la hija se refiere que Chile se traga todo es posible articular este enunciado
con el conflicto limítrofe con Bolivia que arranca a principios del Siglo XIX y
encuentra en la Guerra del Pacífico el foco central del conflicto porque Bolivia
(1879-1883) pierda su salida al mar. Desde 1978 ambos países solo relaciones consulares
ante el fracaso de las negociaciones territoriales:
[…] No sé vivir sin experimentar
el castigo de la patria o de la nación o del país. Este país que no devuelve el
mar, que no devuelve el mar, que se traga, se traga las olas del mar, se traga el
mar. Se traga todo y por eso en cada uno de estos años y en la percepción que me
provocan las horas que comprendo cómo funciona el castigo de la nación o de la patria.
El castigo interminable de un territorio
que me saca sangre, me saca sangre, me saca sangre, me saca sangre.
Que me saca sangre.
[…] (Ibid)
De modo tal que el
saqueo es una imagen asociada al consumo en la era neoliberal, es decir, consumir
es comprar pero también tragar en un gesto de colonización intra-continental.
Poética del desmonumento,
la producción del Diamela Eltit es la poética del margen curiche; dos veces negra,
su novelística reconfigura la insurgencia política y estética. Impuesto…
es la historia de las ancianas en trance de consumo y la voz del desencanto. En
esta dirección, el Bicentenario muestra en la novela que el ideal de nación chilena
se construyó y construye sacrificando el cuerpo por fragmentos, por órganos, de
modo infinitesimal. Chile neoliberal todo se lo traga. El programa estético de ayer
y de hoy en Eltit es resistir e interpelar a la cultura pantagruélica de la succión
sanguínea, que salida del lenguaje poético es muestra de la glotonería neoliberal
al tiempo que resistencia neobarroca. Queda para la posteridad repensar a esta poética
como conjunto de fintas que no resuelve unidireccionalmente su relación y/o identificación
con el arte burgués. La poética de Eltit enfoca esta problemática cuando incorpora
fragmentos de la historia chilena anarquista; esta elección potencia la conjunción
entre el arte y la política tras la trama de la representación.
Bibliografía
Agamben, Giorgio, Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo.
Homo Sacer III, Valencia: Pre-Texto, 2005.
Benjamin, Walter, Ensayos escogidos, México: Ediciones Coyoacán, 1999.
Cárcamo Huechante, Tramas del Mercado: Imaginación económica, cultura
pública y literatura en el Chile de fines del siglo XX, Santiago de Chile: Cuarto
Propio, 2007.
Eltit, Diamela, Impuesto a la carne, Argentina: Eterna Cadencia, 2010.
___, Signos vitales. Escritos sobre literatura, arte y política, Chile:
Universidad Diego Portales, 2008.
Foucault, Michel, El cuerpo utópico y las heterotopías, Argentina:
Nueva Visión, 2010.
Moulián, Tomás, Chile Actual. Anatomía de un mito, Chile: Arcis, 1997.
Pino, Mirian, “El cutis patrio (2008), de Eduardo Espina: poética neobarroca
y fábula de identidad nacional”, in Revista Tópicos del Seminario
N° 21, Benemérita Universidad de Puebla, México, 2009.
Richard, Nelly, La insubordinación de los signos, Chile: Cuarto Propio,
1994.
NOTAS
1. Una presentación preliminar de este trabajo fue presentado en el CRICCAL,
en el año 2013 en una reunión en torno al encierro.
2. Todas las citas que realizaré en torno a esta novela sigue a la edición
de Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2010. Primera edición.
3. Este interrogante es posible articularlo también con la poética de Néstor
Perlonguer y los caminos políticos revulsivos asumidos por este autor frente al
capitalismo.
MIRIAN PINO (Argentina, 1960). Doctora en Letras, docente e investigadora de la UNC. Actualmente es coordinadora de la Cátedra Abierta de ddhh, en Facultad de Lenguas. Su campo disciplinar es la articulación entre literatura, memorias y ddhh. Ha escrito artículos dedicados a la literatura chilena,uruguaya y argentina durante y post golpes de Estado. En poesía se dedicó a Juan Gelman, Jorge Boccanera, Miguel y Emiliano Bustos, Francisco Garamona, Susana Romano Sued, Ángela Urondo Raboy, Julián Axat, Gonzalo Vaca Narvaja, Néstor Ponce, ( Argentina- Francia),María José Ferradas (Chile), Eduardo Espina (Uruguay-EEUU), entre otros. Actualmente prepara su libro Poéticas fuera de lugar: la poesía de hijes de detenides desparecides de las últimas dictaduras en Cono Sur. Dirigió el equipo de investigación Cartografía Literaria del Cono Sur 1970- 2024. Dirige tesis de posgrado. Ha complicado 6 seis libros sobre el tema, objeto de su investigación. Sus artículos pueden rastrearse en Revista de Semiótica de la Universidad de Puebla (México), El pez y la flecha (Revista de la Univers de Veracruz), en La palabra calcinada coord de Jorge Boccanera y María Semilla Dirán ( UNSAM-Universidad de Lyon), América, Universidad Renne 2, Francia, entre otros.
BRIANDA ZARETH HUITRÓN (México, 1990). Originaria de Temascalcingo de José María Velasco, México. Artista plástica y pintora surrealista. Realizó sus estudios de pintura en la Academia de San Carlos en Ciudad de México. Sus múltiples facetas artísticas y personalidad curiosa la llevaron a descubrir el surrealismo, corriente en la que encontraría una manera de comunicarse con el mundo. Plasma interpretaciones poéticas donde lo cotidiano es transformado en una realidad fantástica y onírica. Pinturas mágicas que señalan los deseos de la vida por salir en un cuadro. Ha expuesto individualmente y de manera colectiva en México y en el extranjero. Exposiciones individuales: Museo Leonora Carrington de Xilitla, ENCUENTROS ONÍRICOS en el año 2025. Museo de la Mujer, REVELACIONES ONÍRICAS, en el año 2022. PAISAJES ONÍRICOS para el Festival Temascalcingo Honra a Velasco, en el Año 2021. VENTANA A MUNDOS ONÍRICOS, en el Centro Cultural Futurama, Ciudad de México, en el año 2020. Exposiciones Colectivas Col-art en la Galería Oscar Román año 2025 Muestra pictórica EL OFICIO DEL PINTOR, de la Academia de San Carlos, Año 2019. DIMENSIONS, Festival Wave Gotik Treffen, celebrado en Leipzig, Alemania, en el año 2018. Ha participado en la Cátedra por los 100 años del surrealismo, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, impartiendo conferencia sobre surrealismo femenino. Recientemente su obra ha sido publicada en el libro Mujeres Mexicanas en el Arte, de la editorial Agueda y en THE ROOM SURREALIST MAGAZINE, revista de surrealismo internacional. Brianda Zareth Huitrón es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 263 | dezembro de 2025
Artista convidada: Brianda Zareth Huitrón (México, 1990)
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