F.
J. Beer no hace sino seguir la tradición del Siglo XIX, que intenta explicar la
obra artística a partir de la vida del autor y reduce su singular genio a perturbaciones
psíquicas. Así, ya tuvimos un Gérard de Nerval “alucinado” (A. Houssaye), un Baudelaire
“bipolar”, un Rimbaud “desequilibrado” (J. L. Delattre), un Lautréamont “locamente
enfurecido” (León Bloy). En su lectura, los alienistas persisten en su confusión
de la biografía con la obra y condenan la estética rupturista como propia de espíritus
enajenados.”
Lo
dicho por F. J. Beer indigna a Artaud, quien había pasado 9 años de su vida internado
en manicomios, de donde lo rescatan sus amigos poco tiempo antes de su muerte. F.
J. Beer habla de la “extraña psicosis” y “la mano esquizofrénica de sus pinceladas”.
Recuerda que, en 1886, Van Gogh tomó lecciones de música, donde “comparó todo el
tiempo los tonos del piano con el azul cadmio”. Este interés por la cinestesia
(que lo hermana con el Rimbaud de las Vocales en la búsqueda de un lenguaje
poético absoluto) a Beer le parece “otra señal de esquizofrenia”. Sus colores
violáceos o su pasión por el amarillo, los toma como “manías” o “signos psicóticos”.
Sus pinceladas, gruesas y pastosas, le parecen un rotundo “garabateo de alienado”.
Se horroriza que los girasoles se transmuten en “soles de catástrofe”.
Artaud
se rebela contra esa manera de explicar la obra del artista, no desde su propio
universo sígnico, sino desde el manual del médico alienista. Para él, Van Gogh
“no estaba loco”, era sí un pintor pleno de pasión, en constante aprendizaje por
el color. Su ruptura es esencialmente estética. En ese sentido, sus telas son singulares
y se oponen al status quo artístico. Van Gogh “perturba el conformismo larvario
de la burguesía del II Imperio… de los esbirros de Napoleón III”. El tinglado médico
opera una reactiva empresa de castigo, en su afán de retornar al orden a su víctima:
“la sociedad se apresta a castigarlo por habérsele separado, le suicida”. El papel
del doctor Gachet, “psiquiatra improvisado”, refuerza el prejuicio de la locura
de Van Gogh, acelerando su caos. “Quiere”, dice, Artaud, “enderezar” su pintura
y proyecta todo su odio sobre el pintor, al que “detestaba como pintor, pero sobre
todo como genio”. El rechazo de Artaud a la psiquiatría tradicional anticipa la
crítica que hará, entrado el siglo XX, Foucault, quien historia la locura con algunas
de sus páginas más absurdas: la nave de los locos o la extracción de la piedra
de la locura renacentistas (pintadas respectivamente por El Bosco y Bruegel,
el Viejo), hasta la lobotomía moderna. La puesta en crisis de la noción
Occidental de locura, que está en la base del alegato del poeta surrealista, sin
duda influye en la Antipsiquiatría, de R. D. Laing y David Cooper, que abiertamente
llama a liberar a los locos y clausurar los manicomios.
La
“pintura lineal” es hecha añicos por Van Gogh quien, en cada pincelada de amarillo,
de negro, de azul ocre, de verde tiza explora, casi como un vidente, la alquimia
del color, una magia que le revela la propia naturaleza. Cuando Van Gogh sale a
pintar de noche, con un sombrero lleno de velas, no es que sea un loco (aunque así
lo parezca a ojos de los aldeanos), es un pintor explorando la luz, la explosiva
noche nuclear, el brillo de los astros que estallan en fuegos circulares.
De
la estirpe de Edgar Poe, “Van Gogh era una de esas naturalezas de lucidez superior
que les permite, en cualquier circunstancia, ver más allá, infinita y peligrosamente
más allá de la realidad”.
Su
amigo Pierre Loeb, dueño de la famosa Galería Pierre, de París, fue quien
animó a Antonín Artaud a escribir sobre la obra de Van Gogh. Sólo un artista como
Artaud, que vivió la experiencia de ser recluido en el manicomio de Rodez y pasado
por el tormento de la “cura” de medio centenar de bestiales sesiones de electroshok,
podría dar cuenta del costo a pagar, en términos humanos, del artista al explorar
a fondo y fuera de las convenciones, su propio universo creativo. Nadie como Artaud
para hablar de su hermano Van Gogh, de la plenitud de su arte cósmico, su apasionada
emoción pictórica, más allá de la reductora mirada locura-razón con la que el binario
racionalismo se había propuesto encasillar la obra única del pintor.”
Artaud
le dicta a Paul Thévenin su Van Gogh o el suicidado de la sociedad, entre
el 8 de febrero al 3 de marzo de 1947. A finales de ese mismo año aparece publicado
en K editor. Es uno de sus últimos escritos, previo apenas a dos poemas taras:
Tutuguri, recordando el viaje que once años antes había hecho a la Sierra
Tarahumara, donde los Rarámuris lo iniciaron en una “cura” de la Otredad, el sagrado
rito del peyote (o cíguli).”
VAN GOGH O EL SUICIDADO DE LA
SOCIEDAD
(fragmentos)
Es así que una sociedad tarada inventó la psiquiatría para defenderse
de la investigación de cierta lucidez superior cuyas facultades de adivinación la
incomodaba.
Gérard de Nerval no estaba loco, mas
fue acusado de estarlo a fin de desacreditar ciertas revelaciones capitales que
estaba a punto de hacer.
[…]
No, Van Gogh no
estaba loco, pero sus cuadros eran fuegos gregarios, bombas atómicas, cuyo ángulo
de visión, al lado de todos los demás cuadros que proliferaban en aquella época,
eran capaces de perturbar seriamente el conformismo larvario de la burguesía del
Segundo Imperio y de los esbirros de Thiers, Gambetta, Félix Fauré, así como de
Napoleón III.
[…]
Porque no es un cierto conformismo moral
lo que la pintura de Van Gogh ataca, sino las propias instituciones. E, incluso,
la naturaleza exterior, con sus climas, sus mareas y sus tormentas equinocciales,
que no pueden más, tras el paso de Van Gogh por la tierra, sostener la misma gravitación.
[…]
la conciencia general de la sociedad se aprestaba a castigarlo por
haberse separado de ella,
le suicida.
[…]
Una exposición de los cuadros de Van
Gogh es siempre un acontecimiento en la historia,
no en la historia de las cosas pintadas,
sino en la historia misma condensada.
[…]
Esos cuervos pintados dos días antes
de su muerte no le abrieron, como tampoco sus otros cuadros, la puerta a una cierta
gloria póstuma, pero sí abren a la pintura pintada, o mejor aún, a la naturaleza
no pintada, la puerta oculta a un más allá posible, a una posible realidad permanente,
a través de la puerta abierta por Van Gogh a un enigmático y siniestro más allá.
[…]
Ningún pintor, salvo
Van Gogh, habría sido capaz de encontrar, para pintar sus cuervos, ese negro de
trufa, ese negro excrementoso de las alas de los cuervos sorprendidas por el resplandor
descendente del sol.
¿Y cómo abajo se
compadece la tierra bajo las alas de los fastuosos
cuervos, fastuosos solo para Van Gogh, sin duda y, por otro lado, glorioso presagio
de un mal que nunca más lo tocará?
[…]
Esto es lo que más me conmueve de Van
Gogh, el más pintor de todos los pintores, quien, sin ir más allá de lo que se nombra
y es pintura, sin recurrir jamás a la anécdota, al relato, al drama, a la acción
imaginada, a la belleza intrínseca del sujeto o del objeto, llegó a apasionarse
por la naturaleza y los objetos de tal manera que un cuento fabuloso de Edgar Allan
Poe, Herman Melville, Nathaniel Hawthorne, Gerard de Nerval, Achim Arnim o Hoffman
no dicen más, a nivel psicológico y dramático, que sus lienzos de cuatro centavos,
casi todos sus lienzos, además, como
si fuera a propósito, son de mediocres dimensiones.
[…]
Creo que Gauguin pensaba que los artistas
buscan el símbolo, el mito, ampliar las cosas de la vida hasta el mito,
mientras que Van Gogh pensaba que hay
que saber deducir el mito de las cosas más terrenales de la vida.
Y creo que tenía tremendamente razón.
Porque la realidad es terriblemente superior
a toda historia, a toda fábula, a toda divinidad, a toda surrealidad.
[…]
Los olivos de Saint-Rémy.
El ciprés solar.
El dormitorio.
La cosecha de aceitunas.
Los alicantos.
El café de Arlés.
El puente donde se desea sumergir el
dedo en el agua, en un movimiento de violenta regresión a un estado infantil bajo
la presión del puño faraónico de Van Gogh.
El agua es azul,
no un azul de agua,
un azul de pintura
líquida.
El loco suicidado es pasado por allí
y regresa el agua de la pintura a la naturaleza.
¿Pero quién se la devolverá?
NOTA
Las traducciones
son de Ricardo Echávarri.
RICARDO ECHÁVARRI. Poeta y ensayista mexicano. Doctor en Letras. Ha enseñado Literatura en varias universidades y fue instructor de Lenguas Romances en Harvard. Dirige el Centro de Estudios Surrealistas en la Ciudad de México y ha escrito César Moro en México, los versos de un voluntario inadaptado (tesis en El Colegio de México) y Surrealismo / México. En la editorial Pleno Margen ha difundido la poesía de Antonin Artaud, Leonora Carrington, Arthur Cravan, Edward James, Wolfgan Paalen, autores de raigambre surrealista.
BRIANDA ZARETH HUITRÓN (México, 1990). Originaria de Temascalcingo de José María Velasco, México. Artista plástica y pintora surrealista. Realizó sus estudios de pintura en la Academia de San Carlos en Ciudad de México. Sus múltiples facetas artísticas y personalidad curiosa la llevaron a descubrir el surrealismo, corriente en la que encontraría una manera de comunicarse con el mundo. Plasma interpretaciones poéticas donde lo cotidiano es transformado en una realidad fantástica y onírica. Pinturas mágicas que señalan los deseos de la vida por salir en un cuadro. Ha expuesto individualmente y de manera colectiva en México y en el extranjero. Exposiciones individuales: Museo Leonora Carrington de Xilitla, ENCUENTROS ONÍRICOS en el año 2025. Museo de la Mujer, REVELACIONES ONÍRICAS, en el año 2022. PAISAJES ONÍRICOS para el Festival Temascalcingo Honra a Velasco, en el Año 2021. VENTANA A MUNDOS ONÍRICOS, en el Centro Cultural Futurama, Ciudad de México, en el año 2020. Exposiciones Colectivas Col-art en la Galería Oscar Román año 2025 Muestra pictórica EL OFICIO DEL PINTOR, de la Academia de San Carlos, Año 2019. DIMENSIONS, Festival Wave Gotik Treffen, celebrado en Leipzig, Alemania, en el año 2018. Ha participado en la Cátedra por los 100 años del surrealismo, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, impartiendo conferencia sobre surrealismo femenino. Recientemente su obra ha sido publicada en el libro Mujeres Mexicanas en el Arte, de la editorial Agueda y en THE ROOM SURREALIST MAGAZINE, revista de surrealismo internacional. Brianda Zareth Huitrón es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 263 | dezembro de 2025
Artista convidada: Brianda Zareth Huitrón (México, 1990)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2025
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com









Nenhum comentário:
Postar um comentário