JORGE
ARIEL MADRAZO | Oliverio Girondo: la transgresión perpetua
Sobre tal epifanía apuntó, mucho mejor, el propio
Girondo: El solo hecho de poseer un hígado
y dos riñones, ¿no justificaría que pasáramos los días aplaudiendo a la vida y a
nosotros mismos? ¿Y no basta con abrir los ojos y mirar para sentir esos ímpetus
de prosternación ante cualquier cosa; ante las estatuas ecuestres, ante los tachos
de basura…? Pero, atención: nada hay en común entre este alborozado descubrimiento
de lo único e intransferible, esta extrañeza emocionada ante el ser y el estar,
y su polo opuesto: la aceptación de lo dado; la alienación conformista. Por el contrario:
Girondo tocó las cuerdas más trágicas y descarnadas del esqueleto y de la médula,
de la pudrición y lo caótico, sin menoscabo de la exaltación de lo vital y de la presencia del arcángel relámpago y su vuelo,
para usar aquí las palabras con que a él se refirió otro poeta mayor: su compatriota
Edgar Bayley.
Un breve salto a 1922. El año del Ulyses;
de The Waste Land. El año cuando Mario y Oswald de Andrade, junto a otros
escritores y artistas, organizaron en el Teatro Municipal de San Pablo la Semana de Arte Moderno, hito del modernismo
brasileño. En aquel 1922, un Jorge Luis Borges todavía entusiasmado por la novedad
del llamado ultraísmo editaba en Buenos Aires la revista Proa, antecedente
del núcleo Martín Fierro, cuyo manifiesto
inicial publicado en el Nº 4 de la revista homónima del 15 de mayo de 1924, redactó
el mismo Girondo. También en 1922 André Breton rompía con Tristan Tzara y echaba
las bases del surrealismo, mientras Vicente Huidobro reiteraba (con algún mesianismo):
El poeta crea, fuera del mundo que existe,
el que debiera existir… Es decir, poesía como realidad-Otra. No más, ya, como
mera representación o adorno de un "tema" previo, sino como la elaboración
a posteriori de la experiencia poética, que irá retraduciéndose mediante la puesta
en acto de un lenguaje brotando de sí mismo. Una postura que consolidaron con fuerza
reveladora, en el mismo ‘22, los 500 ejemplares del libro La primavera y todo,
cuyo autor tanto iba a marcar a la poesía contemporánea: el norteamericano William
Carlos Williams.
Y bien: en aquel 1922 aparecía en Buenos Aires -como
se ve, no por azar- Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, del treintañero
Oliverio Girondo: En la terraza de un café
hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre las mesas.
El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quinto piso,
alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana…. Era el Girondo que
desde adolescente había residido en Europa, y que habría de publicar un único texto
narrativo (Interlunio, 1937) y seis poemarios fundamentales: los Veinte
poemas…, en el ‘22; Calcomanías, en 1925; Espantapájaros, en 1932;
Persuasión de los días, en 1942; Campo nuestro, en 1946, época en
que Girondo y su esposa Norah Lange estrechan sólidos lazos con poetas jóvenes como
Enrique Molina, Aldo Pellegrini, Olga Orozco, Bayley y otros. Y, en 1954, irrumpe
como un torbellino En la masmédula, que dejó estupefactos a sus propios amigos
y hoy continúa asombrando.
Si en Calcomanías Girondo insiste con las
imágenes de cuño entre modernista y cubista, Espantapájaros se abre con un
caligrama en homenaje formal a Apollinaire. Y otro poema juega con los retruécanos:
Abandoné las carambolas por el calembur, los
madrigales por los mamboretás, los entreveros por los entretelones, los invertidos
por los invertebrados… ¡Mi ineptitud llegó a confundir a un coronel con un termómetro!
Pero el todavía refrescante humor de Espantapájaros se condensa, de pronto,
en un poema que figura en todas las antologías, el número 12: Se miran, se presienten, se desean, / se acarician,
se besan, se desnudan, / se respiran, se acuestan, se olfatean, / se penetran, se
chupan, se demudan, / se adormecen, despiertan, se iluminan, / se codician, se palpan,
se fascinan, / se mastican, se gustan, se babean (…) / Se derriten, se sueldan,
se calcinan, / se desgarran, se muerden, se asesinan, / resucitan, se buscan, se
refriegan, / se rehuyen, se evaden y se entregan.
Es que en Espantapájaros Girondo creaba ya
una obra lírica netamente diferenciada de la poesía de su tiempo: cobijaba muchos
textos en seudo-prosa (hablar de poesía en prosa es, ab ovo, un absurdo),
que desdeñando la matriz lineal del verso abrían las puertas a una imaginación admirada
por Gómez de la Serna; y en él están también los grandes anhelos que impregnan cada
línea suya: el panteísmo, el afán de elevación simbolizado en las innumerables alusiones
al vuelo. Por eso, su alabanza de una supuesta amante no se limitaba allí a un credo
erótico; era un ansia espiritual disfrazada por el humor: No me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o
como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia
igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento
insecticida, ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- ¡no les perdono, bajo ningún
pretexto, que no sepan volar!
Con Persuasión de los días -título que remite
ya a la madurez- se inaugura el segundo Girondo, el interior, grave y hasta trágico
e imprecatorio. Un registro muy notable en poemas como Ejecutoria del miasma (Este clima
de asfixia que impregna los pulmones / de una anhelante angustia de pez recién pescado.
/ Este hedor adhesivo y errabundo, / que intoxica la vida / y nos hunde en viscosas
pesadillas de lodo…). O en Derrumbe,
Invitación al vómito, Expiación, Hay que compadecerlos. Rotundos desde sus títulos. Sobresalía allí una
impronta dialogal, desgarrada, en la que descuella la fiereza del poema Es la baba. Línea que alternaba, pero no
contradecía, a la del poeta aún impregnado de comunión pánica con el todo, aunque
tal lazo fuera deteriorándose bajo el hacha del tiempo y de un mundo erróneo desde
sus cimientos.
En esa línea de fusión vital, de despersonalización
e identificación con lo-Otro, sobresale su famoso poema Gratitud: Gracias aroma / azul,
/ fogata / encelo. // Gracias pelo / caballo / mandarino. // Gracias pudor / turquesa
/ embrujo / vela, / llamarada / quietud / azar / delirio // (…) Gracias a lo que
nace, / a lo que muere, / a las uñas / las alas / las hormigas, / los reflejos /
el viento / la rompiente, / el olvido / los granos / la locura. // Muchas gracias
gusano. / Gracias huevo. / Gracias fango, / sonido. / Gracias piedra. / Muchas gracias
por todo. / Muchas gracias // Oliverio Girondo, / agradecido.
También en Persuasión de los días se anticipa
una total Rebelión de vocablos, título del poema que se inicia: De pronto, sin motivo: / graznido, palaciego,
/ cejijunto, microbio, / padrenuestro, dicterio; / seguidos de: incoloro, / bisisesto,
tegumento, / ecuestre, Marco Polo, / patizambo, complejo; / en pos de: somormujo,
/ padrillo, reincidente, / hervíboro, profuso, / ambidiestro, relieve…. Y ello
sin olvidar el lirismo, el sentimiento, la vida dando sentido al todo, de A pleno llanto: Lloremos por las uñas, / por los pies, por los dientes, / lacios chorros
tranquilos / de lágrimas salobres (…). Curiosamente, este poema es una paráfrasis
de Lloremos, de Espantapájaros;
y, sin embargo, el de aquel libro anterior aún tañía la cuerda del sarcasmo lúdico.
Ahora, el humor había quedado muy atrás.
Con En la masmédula se ahondan el vértigo
a menudo apocalíptico, la denuncia de la vacuidad; se desata un huracán destructivo,
aunque rigurosamente organizado. Girondo enhiesta allí sus púas como el conmovedor
erizo que Derrida equipara al poema, ese erizo que se ciega erizado de espinas, vulnerable y peligroso, calculador e inadaptado
y que al sentir un peligro se hace un ovillo
en la autopista y se expone al accidente fatal. Tanto el sentido como el ritmo,
las asociaciones fonéticas, la entonación, se descargan en un impacto único. En este libro de fórmulas rituales se juega una
de las aventuras más audaces de la poesía moderna (Enrique Molina, prólogo).
Aun en la injusticia del inevitable fragmentarismo,
permítase transcribir un tramo emblemático de este último libro girondiano de sustancia
en el fondo trágica; unas líneas de un poema de amor -Mi Lumía- cuya sintaxis anticipó el glíclico de Cortázar: Mi LU / mi lubidulia / mi golocidalove / mi lu
tan luz tan tu que me enlucielabisma / y descentratelura / y venusafrodea / y me
nirvana el suyo la crucis los desalmes / con sus melimeleos / sus eropsiquisedas
/ sus decúbitos lianas dermiferios limbos y / gormullos / mi lu / miluar / mi mito
/ demonoave dea rosa / mi pez hada / mi luvisita nimia / mi lubísnea / mi lu más
lar / más lampo / mi pulpa lu de vértigo de galaxias de semen de misterio / mi lubella
lusola / mi total lu plevida / mi toda lu / lumía.
Claro está: Girondo creía, como antes e.e. cummings
y Gerald Manley Hopkins y los grandes nombres de la vanguardia, incluyendo a Huidobro
(por supuesto, a partir de Baudelaire-Mallarmé-Apollinaire-Rimbaud), que en poesía
la unidad o ladrillo esencial no es sólo la palabra -o su agrupación multívoca-
sino también la sílaba, y aun la letra; de allí esos quiebres, dismorfismos, distorsiones,
descapsulamientos, o al revés: agregados y embolsillamientos sonoros. Revolución
de la sintaxis no como experimento sino como imposición de la necesidad poética.
Por ello fue capaz de coaligar un lenguaje de neto sello castizo con un lujurioso
regodeo de aliteraciones y paronomasias, de palabras vigentes por sus valencias
y no por su significado literal, de imágenes deslumbrantes o furiosas, y todo esto
sustentado en un impulso de cuestionamiento vital que, apunta Enrique Molina, traduce
el sentimiento de la condición lacerada del
yo en lo más íntimo de su nucleo orgánico, entre el latido atronador del cuerpo
y lo fugaz perpetuo. Las cosas y los seres exhiben ahora su incompletud -y de
allí la abundancia de las partículas lexicales sub o ex: subánimas, subcero, exotro, exnúbiles, exellas, exóvulo-; un menos, que es más.
La más que médula, la masmédula. La vida-texto,
la mezcla.
Como brama el poema titulado justamente "La
mezcla", que abre En la masmédula: No sólo / el fofo fondo / los ebrios lechos légamos telúricos entre fanales
senos / y sus líquenes / no sólo el solicroo / las prefugas / lo impar ido / el
ahonde / el tacto incauto sólo / los acordes abismos de los órganos sacros del orgasmo
/ el gusto al riego en brote / al rito negro al alba con su esperezo lleno de gorriones
/ ni tampoco el regosto / los suspiritos sólo (…) sino la viva mezcla / la total
mezcla plena / la pura impura mezcla que me merma los machimbres el / almamasa tensa
las tercas hembras tuercas / la mezcla / sí / la mezcla con que adherí mis puentes.
Los puentes de la poesía total. Es el Girondo a cuya muerte Neruda consagró un intenso poema, que concluye: De todos los muertos que amé / eres el único viviente. // No me dedico a las cenizas: te sigo nombrando y creyendo / en tu razón extravagante / cerca de aquí, lejos de aquí, / entre una esquina y una ola / adentro de un día redondo / en un planeta desangrado, / o en el origen de una lágrima.
§§§§§
|
| |
|
|
|
§ Conexão Hispânica §
Curadoria & design: Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
Nenhum comentário:
Postar um comentário