El sujeto de este libro está atento a un mundo
que se transforma ante sus ojos y adquiere en la escritura un enfoque personal.
Lo que ocurre en gran parte de estos poemas lo observamos a través de un yo en
confrontación con el lenguaje y el entorno. Se nos revela desde el primer
instante una dinámica donde el autor expresa las circunstancias que lo afligen:
mi verdadero oficio ha sido / el de tachador / el de
machacador de palabras (“Tachadura”, 21). De modo que las
experiencias que lo impactan atentan contra su ser, pero no podrán vencer su
vocación ni su destino literario. Esto nos lo dirá el autor en el texto
“Desagües del ser (1)” [2] para
llamar la atención de la realidad vital en la que se mueve y construye su
visión de mundo:
ahí va otra vez el ser en su desagüe
en la mañana rota por la noche
que le abrió las sienes en nombre de tu amor
y del mío que de todo comen
en la mañana de retardos magníficos
para el alma saludables pues en ellos
va mi corazón enmudecido
a darse contra las paredes y salta alborozado
mientras el ser sigue fluyendo sigue hacia la
nada
de donde jamás debió salir
El poeta nos habla de la incomprensión y el
anonimato de la vida porque en el fondo la vida
misma es conflictiva y dolorosa. Por eso busca entre sus experiencia la
voz que anime una realidad más alentadora. La poesía será una influencia
bienhechora contra la problemática de la existencia: “este
día me ha dejado todo sucio / me ha dejado empapado de humo negro / con un
sudor espeso que viene / de otro mundo” (2). He aquí la continuidad
de ese sentimiento, y la imagen que lo condiciona:
(…)
quiero treparme a ese árbol y lanzarme al mar
caer de cabeza en el océano violento
y nadar por las aguas coralinas
trabar amistad con las ballenas
y vivir dentro de ellas
como en una casa que me saque de una vez por
todas
de esta pregunta cotidiana
sin respuesta posible
La pregunta
cotidiana insertada en la estrofa anterior revelará el sentimiento
del poeta frente lo habitual y cotidiano. Nos comunicará lo que siente de un
modo directo y nostálgico, pero siempre destacando el fondo y las características
de un yo ligado a las vicisitudes del mundo: la luz está
enferma esta tarde / está dolida consigo misma de tanto alumbrar (“Requiebros
de la luz (5)” señalan estos versos. No debe sorprendernos que la sensación de
esa “luz enferma” sitúe el antagonismo del yo frente
a una visión sombría y compleja. En este contexto, las imágenes que emplea el
poeta transmitirán el sentido de insatisfacción que contrasta con el deseo de
un mundo más sensible, y la poesía presentará más de una razón para reflejarlo:
me puse a escribir y no tenía
nada que decir
ni ideas ni sentimientos ni presentimientos
ni siquiera un lenguaje
una mísera palabra para remendar la realidad
no tenía una letra afuera ni adentro
una gramática sin horma una sintaxis sorda
un vocabulario recogido de los basureros
no tenía ni siquiera una mosca en el sueño
el lápiz tenía la punta afilada
el pobre apenas trazaba líneas sinuosas
semejantes a curvas mortales de carretera
no tenía tan siquiera
un perdonador de tachaduras
un machacador de vocablos
una gota de tinta para mis signos pétreos
La escena del poema
anterior sugiere mucho más de lo que presenta: “no tener nada” es solamente un
subterfugio, una expresión dubitativa en el poema. Siempre habrá algo que
decir, y siempre algo sucede, aunque no hagamos exactamente lo que tenemos que
hacer. Par el poeta, la realidad no puede ser negada, ni él mismo puede
substraerse de las cosas que manifiestan su hondura reflexiva. Sabe que todo a
su alrededor está hablándole de un mundo implacable. Pero a pesar de las duras
experiencias que lo invaden, buscará un refugio en las cosas que lo acercan al
ámbito familiar. Es decir, las cosas que sostienen su intimidad y se convierten
en experiencias de su humilde vivir: mi hamaca y yo
tenemos una amistad sincera / me tiendo en ella y mi panza / se goza de sí
misma (“Bostezo blanco (12)”, expresa en estos versos. Y más
adelante, en “Hojillas vencidas (13)”: …qué culpa tenéis
vosotras hojillas vencidas / de existir en mi piel / de sobrepasar mis poros
quebrados / de tanto vivir. A estos versos podríamos añadir este
otro título, “Diálogo con mi pie derecho (17)”, donde se quiebra el sentido de
la realidad para inventar otras situaciones irónicas y sorprendentes: mi pie derecho se puso tan simpático / como un comediante
barroco / se puso encantador como un mago… Ciertamente se replantean
aquí experiencias de un ambiente cuya recurrente realidad llevará al poeta a examinar
también el propósito de su escritura:
mi verdadero oficio ha sido
el de tachador
el de machacador
de palabras
el de
triturador de vocablos
implacable para sacarle el jugo
al sentido
de no ser así las palabras me asfixiarían
o me llevarían a una claridad
cegadora
Las dificultades y las
penurias de la escritura acabarán consumiéndolo y llevándolo por experiencias
ignoradas. Es seguro que la claridad cegadora
del poema represente aquí un significado totalmente ajeno al sentido que
usualmente le damos a esa “claridad”, pues la sensación de claridad que lo
invade no es otra cosa que la revelación misma de la poesía. Esto, en cierto
modo, es lo que ocurre en “Tachadura” al poeta evocar el sentido de la
escritura en su vida. Su poesía es representativa de la complejidad del mundo.
Le ofrece, por un lado, un refugio y, por otro, un modo de enfrentarlo. Esto se
advierte en la continuidad de un imaginario que va revelando los momentos
sombríos de la existencia: a veces cuando sufro frío /
me arropo con la nada / para equilibrar la tendencia a pensar… (“Arropado
con la nada” 24). Sin embargo, aunque no haya ningún asomo de alegría, a veces
aparece alguna “forma de promesa” como notamos en el poema 26. Pero como hemos
dicho, hay composiciones que contienen un sentimiento doloroso que puede
observarse, por ejemplo, en “Sombras hendidas” 30: al
final las sombras se lo comen todo / se tragan la luz vomitan el aire.
Este sentimiento refleja la inquietud ante la vida, la postura de un hablante
que se corresponderá con una visión que conlleva una reflexión de su estar en el mundo. Así parece advertirlo el poema
34:
demás
está decir
que
si has de nacer
para
morir
eso
te convierte
en
la paradoja más pura
paradoja
Pero lo que caracteriza
estos versos no es solamente el matiz de la realidad que alterna con las
vivencias del yo lírico. Son también otras las situaciones que impactan y
obsesionan al poeta dejándolo con una inquietud profunda. No hay duda de que Los versos de la silla rota son productos de las
cosas que lo hiere cuando piensa en aquellas “obligaciones filosóficas” que lo
llevarán a cuestionarse una y otra vez el valor de la escritura (“Dedo hecho
trizas” 35), y a cuestionarse igualmente la temporalidad e incertidumbre de la
vida. Esto sucede, por ejemplo, en la
intensidad de los siguientes versos: casi todo está
metido de cabezas / en el charco del azar / lo inesperado forma parte de la
fibra misma / de lo humano (“Tal vez quizás” 40). Esta actitud lo
obligará a detenerse la vida como si la realidad de ese vivir
fuera una continua lucha con cada uno de sus pensamientos. Así nos
advierte la siguiente estrofa:
(…)
no hay leyes en el existir de los afectos
ni pautas en el cuerpo de los sentires
los verbos
concluyentes quedan aplastados
por el hielo
del pensamiento
y luego gotean lentamente
en el tal vez quizás
Ante esta sensación de
abatimiento los poemas “Serenata adolescencia” y “Niñez de luz” reproducirán
una visión más alentadora del entorno, y exaltarán una adolescencia impregnada
de gratas emociones. De modo que lo que
vemos ahora no será ya el sentimiento agobiante de ese presente arrollador que
hiere al poeta, sino la emoción de aquel pasado que lo rescata del dolor. Así
lo expresará en los primeros versos del poema 41: mi
memoria ataja como guante de béisbol / a la adolescencia de canciones baladas
trovas jazz rock / milongas tangos rancheras boleros sones valses / todas
músicas exaltadas que comen sentimientos dulcemente…” Todos estos
ritmos y estilos musicales resaltarán el sentimiento de aquella pasada juventud
frente a su inmediata realidad:
así se me fue la juventud
como una tecla graciosa
de balcón en balcón de patio en patio
hasta que la alegría toda se disolvió
en la gran noche
de la adultez
Otra gratificante memoria
retendrá también lo mejor de aquella niñez vivida al contacto con la
naturaleza. Me refiero a “Niñez de luz” (42) que pondrá al descubierto la
riqueza espiritual de aquel tiempo inolvidable. Una lectura total del poema nos
señalará la hondura y experiencia emocional que refiere el lenguaje, y la razón
de esa luz no será un motivo accidental, sino
un conocimiento mayor y más humano del paisaje y las cosas sencillas que
transforman la vida. Una luz que también significa una forma de sentir aquella
primera visión de mundo traspasada ahora por el duro escepticismo que entra en
la mirada cristalizando otras vivencias.
Esta visión de la niñez proyectará aquel pasado
lleno de ricas y profundas experiencias: la infancia en un ambiente de juegos y
canciones y la grata libertad fundida en la leve alegría del momento. Todo
arraigado intensamente la emoción que refuerza la vida llenándola de aquel
ímpetu infantil lejanos en los “territorios ignotos” que sugiere el poema (42):
de todos ellos guardo una glamorosa cicatriz, dice
el poeta. Y ciertamente el sentido que resalta el poema “Niñez de luz”
designará una vez más ese estado felicidad de la infancia antes de la vida tomar
otro rumbo y asomarse a horizontes más dolorosos para el espíritu. Como, por
ejemplo, el que sugiere el lenguaje de “Ten cuidado paisaje” (43), o el que
hallamos en el texto “Borde pánico” (44). En estos textos enfrentamos el tema
existencial mucho más directo que en los poemas anteriores, aunque en el fondo
todos estén impregnados, en mayor o menor grado, de las duras experiencias de
la vida. Pienso que tal vez sean estas experiencias las que hacen tan expresivo
el sentido humano de este libro. Por eso el lector encontrará en estos versos a
un poeta que se resiste a aceptar la realidad tal como es. Esta es la razón por
la cual utiliza un lenguaje directo de sus versos. Habla sin dejarse aprisionar
por lo que piensan los demás, como sugieren los siguientes versos: señores míos / pacientes lectores / testarudos camaradas /
amigos ilusos / llegó el momento / de decirles / adiós (47).
Los versos de la silla
rota reflejan la visión de un mundo árido y complejo que exige un
modo de comprensión que haga más sensible y auténtica la realidad de los
tiempos que nos ha tocado vivir, una mirada que triunfe sobre la angustia y la
soledad.
NOTAS
1. Broken Chair en la plaza de las Naciones, en
Ginebra. La portada del libro es una foto de la obra del artista suizo Daniel
Berset, realizada por el carpintero Louis Genève. La silla gigante con la pata
rota simboliza el rechazo de las minas antipersonales y de las bombas de
racimo, y la llamada de la sociedad civil a los jefes de Estado que visitan
Ginebra. (Wikipedia).
2. Todos los poemas del libro comienzan con
letra minúscula. Al lado, cada uno de sus títulos está señalado con un número
entre paréntesis. Dejar sin punto final los textos parece darle más soltura a
la expresión como si los poemas estuviesen sugiriendo un personalísimo y
continúo diálogo.
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§ Conexão Hispânica §
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Fortaleza CE Brasil 2021
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