sexta-feira, 16 de julho de 2021

JUANA GUARAGLIA | María Meleck Vivanco y las conexiones del azar

 


María nació en un valle, lo que para una ser–pájaro, hasta remontar, puede resultar un pozo.

Indómita y atrevida, era la mayor de una troja de hermanos en una familia tradicional, donde un padre violento les agriaba la vida.

 

En un degüello de arcoíris

En la profunda muerte hay excesiva lucidez. Y usted, dueño de vidas, desciende de un bramido que provocan las sombras. Perfecta, la belleza surge del arcoíris Y usted, dueño del cielo, aborrece el color.

Tantos encuentros tuvo en hoteles de cuarzo, redondos con espejos y corales difuntos, que usted, dueño de todo, escarbaba los rostros, tumbaba las ciudades, rompía los caireles de la antigua ventana, para escupir el mar.

Sus arterias oscuras, jadeaban de latidos Únicamente el miedo le entreabría los labios Y no aguantaba atado su perro del placer

Hoy es dueño de todo Y arrastra a sus espaldas las carroñas violentas y la cal de sus huesos

Que es demasiado sucia para viajar amada, al filo del temblor [1]

 

En aquel remoto valle de Traslasierra tenía más empatía con su “chunca” [2] que con la idiosincrasia conservadora de los habitantes. Ese monte espinudo la cobijaba y era un nido fecundo que la nutría tanto como compartir la cotidianidad con los gitanos en la ilusión de escaparse con el circo.

 

El Regazo

 

Imperdonable infancia:

Yo te arriendo tu oro.

Tu paz.

Tu miel salvaje.

Tus simbólicas ramas bajo los aguaceros.

Reclamo el sol poblado de terribles fragancias,

La fina arquitectura de mis mapas celestes.

Hoy que estoy sola y sola.

Alta como la muerte.

Encaramada al borde del océano seco.

Hoy, que en la lejanía

No consigo alejarte,

Y ando sobre los ejes de arcilla y de silencio

Sola, porque estoy sola.

Alta como la muerte.

En grises remolinos y entre bocas inmóviles [3]

 

Desde pequeña convivió con la muerte de su hermanito inmediato, con la agonía y la temprana muerte de su amiga, la poeta Ana Teresa Fabani, y con el accidente fatal de su novio piloto. Por entonces la muerte era frecuente y esa cercanía posiblemente la catapultó al romanticismo:

 

Los muertos no perdonan que lloremos su ida, amemos su venganza. Porque dejan las manos asidas a los árboles, y crecen, crecen, crecen hasta podar los cuerpos por quienes padecieron y degollar sus besos con tijeras de lluvia [4]

 

Conoció el amor muy temprano.

 

 Balanza de ceremonias

Todo ha quedado por decir Hablan las libertarias partículas del sol desde la estrella oculta de una ostra Exploran la memoria de la sal Su cuerpo ardido vigila en el jardín de los muertos Y así los otros poseídos en sueños, mancillan el fantasma de la lluvia Y ya estamos amando Nada como este pan Esta melancolía Estas glicinas que incineran los ángeles Esta balanza de ceremonias periféricas Este hastío de la piel que desdobla las sábanas del mundo Esta insegura carcajada que pervierte al amor Estas plegarias que desvanecen los colores del prisma Es el Dios que irrumpe en las pasiones frágiles Y entrega sus monedas una a una [5]

Y amo mucho. Amores osados, clandestinos, sublimados, indebidos…

Me ruedas lejanísimo

 

Luego estaré presa y desolada en la piedra Lejana y muy próxima a la piedra Con un corazón azul de mendiga en los pantanos Y desnuda en los espacios del sur

Hoy los anagramas me acorralan, me ondean sobre el sueño, me apresuran el éxtasis, me confunden las túnicas Porque si no te amo con rigor, voy segura a la muerte

Invierto esos arcanos de tu lengua, esos tálamos que relucen despaciosamente como ramas abstraídas, que oigo como el sonido joven de tus deseos y me obligo a una ardiente inmovilidad, a una aridez pecaminosa que estraga la dulzura

Alcanzo un mástil de mar en las antípodas, fabulando los atardeceres de a dos en el palacio de la lluvia

Y avanzo en tu campo minado En tu boca distraída y acuática que me susurra leyenda de flores En las mesas del azar fluyendo una resina caliente Como herrumbre azucarado para el concilio de los dioses

Y el valle violento es como un matuasto al sol galopado de turbulencias, ceñido por ríos como catedrales y formas inquietas de la arcilla, de un árbol de llanto y otros milagros en el confín del monte

La quemadura de amor me importa mucho más que la fidelidad vacía Que la miel temporal en un bazar exótico Que los gemidos próximos a la ruptura de los diques

Mi orden sagrado renueva la fe en los diluvios Siempre el sexo abstraído y vibrante en torno a un molino que asedian los pájaros Mis tobillos de lujuria, sobrenadan los contornos del mundo Y un colibrí más alto que la rosa, aprende con relámpagos a corregir su vuelo, sus cartas de peligro que bajan con los ángeles

 

Ay amor Sintiendo el crecimiento de los nardos en tu pecho, de pronto me ruedas lejanísimo [6]

 

A los dieciséis abandonó su pueblo para siempre. Se fue a la aventura de la capital y el poeta cordobés Martínez Howard la presentó a sus pares de la escena contracultural porteña. La conexión con Madariaga fue instantánea. Se hermanaron, quizás en ese amor atávico por el terruño. Ambos compartían una frondosa vitalidad y cierta fascinación por la trama existencial que trasunta la mixtura compleja de toda fauna.

 

Divinidad de las transparencias

 

Inminentes brotes de narcisos y valentías acorazadas del corazón Con rotación de tuerca a izquierda y derecha de la vida La certeza vela sus desayunos apresurados Complacientes de oposición, y con orificios floridos de nueve lunas en las migraciones de la ola

Avanzad Avanzad sobre los elementales del mar Sobre sus eructos convulsionados con olor a sahumerio Avanzad con sus velludos brazos cruzados en el plexo de Onán Las ardillas que bucean los pastizales del agua gozan de la libertad criminal del desamparo Veo mariposas límites del Champaquí copulando con los murciélagos del valle Triturados a piedra sólida contra el tiempo de olvido En los abrojos de la raza

Y una encandilada poesía, salvada de la rapiña de los filibusteros, pasea el aroma de los citrus en los pumas reales

Primitiva la tierra Salvaje y conmovida la batalla Tiránica la divinidad de las transparencias,

brujas del alma [7]

 

La aventura de la bohemia no la distraída de la vida práctica. Trabajaba como correctora en la editorial Abril, y en las juntadas de La Perla [8] podía pagarle insumos a los amigos que solían andar pelados. [9] Compartía la pensión de la calle Defensa con Enrique y Olga, [10] que por entonces eran pareja, con los que intercambiaba poemas, monedas y comiditas en una fruición estimulante y creadora. Pronto se acercó Aldo Pellegrini con su traducción de la Antología Surrealista y estos jóvenes quedaron cautivados en la provocación y en el intento de romper los cánones burgueses. Así las noches transcurrían en los bares compartiendo poemas y pergeñando escenas que escandalizaban a los vecinos porteños. Contaba María que Norah Lange, la mujer de Girondo, a menudo encabezaba la locura.

 

 Los artificios

 

Cambian de dirección los páramos

¡Oh segadora araña! ¡Segadora caricia!

¡Segadora iniquidad que desquicias los ejes de la tierra!

Más ceremoniosa Más perversa

Más mortífera que la peste en el recinto de los dioses

 

Indescifrable voz

corroes una boca donde los gestos balancean la dicha

Tú, que sometida entre pólenes

no has de tornar ya nunca al pasado

pues la muerte te adelanta y te corrompe

con su pájaro oscuro de plumas mojadas

con su noche de trompo instantáneo

que abandona a una playa híbrida

chispas de espejos ignotos

peces carnívoros a la deriva

Flores obscenas listas para el ultraje

 

Cambian de dirección los pájaros

y los mares mezclan caudales frenéticos

y en la tierra entretejida de perjurios

reducciones y ocultos pecados

hay una sola respiración devoradora de sí misma

tan imposible de asir como la flauta de la vida

tan transparente como un helecho de nieve

sometido al vapor de la luna

Pegada estoy a un ombligo

que precipita cautelosos misterios

manantiales del desamparo, cráteres del sexo,

vacías corolas del suicida

En torno de grandes aviones

con el hechizo de puertos en Marte

De infinitos latidos inventados

en ojos donde la niebla se aposenta

 

Cambia de dirección mi sangre

Oh Dios, si calladamente pudieras invadirme

con tu medrosa cría de faisanes

con tu muda trompeta de guerra

 

Ya jamás intentaría sobrevivir a un lirio [11]

 

María vivía resignificando cada símbolo. Creando y personificando alegorías transitorias. Una interpretación singular de la realidad y un creativo enfoque cotidiano se conjugaban con su practicidad. Tenía otra gran pasión, la kinesiología. Y allí también creaba tratamientos holísticos con resultados increíbles. Encontraba un correlato estrecho entre la medicina y la poesía. Se le evidenciaba una relación entre sistemas. Ese funcionamiento químico, anatómico y arquitectónico de la vida humana que se mixtura en una complejidad indescifrable.

Como planteara el surrealismo, recreaba cierta atmósfera para la escucha del inconsciente. Puedo verla en nuestra biblioteca, que de día era su consultorio, entre paciente y paciente, con los postigones entornados y los ojos entrecerrados, garabateando algún poema. Poemas que integrarían seis libros sin editar, porque en una franca contradicción, ella, tan libertaria, caería en la manipulación de mi padre, un amoroso hombre público que logró persuadirla de que la vida de familia no era compatible con la bohemia. Y así aquietarla durante dos décadas.

 

Plaza Prohibida

Desde la tierra ascienden ónix y malaquitas a llorar en el viento Son árboles eternos en estado de pánico La vida, la furtiva, la cazadora musical, la ágil desconocida, cercando con arrullos de flor el área prohibida de mis muertos De pronto ruedan ángeles y se derrumba un aire de mudos cascabeles y reptiles en llamas Y en tanta muerte lila, en tanto puro resplandor de iniquidad y muerte, la vida suelta pájaros surtidores y besos entre jardines claros de cornisas azules Guarecidos en nieblas Terribles como signos Iluminados de Dios en la emboscada Hondo clamor de lluvia Columpios acerados despiertan en la tarde entre árboles vacíos Insisto en consolarme con Rimbaud y las fucsias ¿Hasta cuándo me quedaré sin nadie? Infinita y oscura, me quedaré sin besos Con un trébol piadoso entre mis libros? ¿Con un poema entre dientes llorado? [12]

 

Desde ciertas tribus intelectuales se ha denostado a los surrealistas tergiversando y diluyendo el profundo compromiso de estos creadores con el cambio. Esto es, un acuerdo con el irreductible movimiento, con las mutaciones, con lo indómito de la evolución. Una anarquía, cuestionable quizás, pero nada débil ni inofensiva para la deconstrucción, ni para la ruptura de los paradigmas.

María, como muchos otros surrealistas, vivía una vida comprometida con lo social. Renegaba de la riqueza, se entregaba generosa en su oficio y compartía con las personas de menores recursos, con las que se sentía más cómoda. Nuestra casa era abierta a quienes precisaban ser cobijados por situaciones personales o políticas.

 

13 Permitidme los tactos que suavicen el alarido de la realidad

 

Un grito que conmueve de pánico las hojas del manzano

Eriza los cabellos y desvía al mensajero de sangrientas magnolias

Caen las visiones en esta identidad tan brumosa de cacerías y villanos Tan responsable en su desdén y al mismo tiempo aliado que se inventó el infierno

Ahora relampaguea vidrio en los ojos del gato Y volteretas crueles amenguan las caravanas en ascenso Al amparo de Dios Supera el diapasón su minutero anticipado Mucha audiencia de sombras Mucha memoria hacia el combate Mucha dentellada extraña

Somos los extranjeros Pianistas obscenos al fondo del jardín que miramos la serpiente en cada mano Y el patrullaje de la fruta escondida Nuestra médula tiembla Se exilia de la guerra anticipada Se controla como un cisne de lomo iridiscente Como un ojo impiadoso entre las uvas

Aprendo al servicio de la tristeza en un azulado país

Sus infinitas raíces me lloran y alejan su nombre verdadero

Estamos sitiados por el desquicio y la impunidad de los verdugos Veo la resaca del mar que va y viene en una hélice violenta En un cañamazo de atormentados colores

Ruanda lapidada en su refugio de piedra hereje Ruanda cumplida de morir vertiginosa

 

Y un chorro de aceite hirviendo cae sobre las palomas de África Que antaño izaran las voladuras del corazón  [13]

 

La poesía de María sobrevuela la metafísica en preguntas que no esperan respuesta. Se preserva el misterio. Cualquier construcción racional debilitará las posibilidades infinitas del azar. Así que, como en trance, se engolosina, aturdida en las palabras. Atenta al ritmo, a su percusión, las hace rodar y salivar en la boca.

Se trata de una poesía que nos invita al juego de una lectura activa. Podemos internarnos en el proceso. Transitar conexiones que desafían la lógica generando nuevos puentes. Nuevos caminos como ríos sanguíneos, ácidos, almizclados y atiborrados de nutrientes. Los poemas de María se conciben, como suele suceder en el más genuino surrealismo, como sistemas de paso para un surfear sentidos sin construir estructuras de inevitable inconsistencia.

La contemporaneidad de su poesía está en la convicción de que toda armazón racional está inevitablemente confinada al reduccionismo. Estar en movimiento, no permitir que el miedo anquilose lo que sea para nuestra preservación. Matar cada cimiente enraizada en el juicio, que es relativo y sometido a un orden que reduce y limita.

Hay en su expresión una propuesta audaz, errática, que no presume de verdad, porque perdería su ritmo evolutivo, su sentido mutante, su comunión con el misterio

Requiem para una rosa

 

Un féretro, un recuerdo

Para llorarla ahora.

Cuando pase la lluvia

No se sabrá si ha muerto [14]

 

NOTAS

1. Mar de Mármara (alucinaciones del azar). Edición póstuma La mariposa y la Iguana.

2. Chunca: “terruño” en quechua.

3. Hemisferio de la Rosa. Francisco A. Colombo.

4. Rostros que nadie toca. Francisco A. Colombo 1979.

5. Balanza de ceremonias. Ultimo Reino.

6. Bañados de sereno. Inédito.

7. La moneda animal Edición virtual IBUK Biblioteca de Poesía.

8. Mítico bar donde se juntaban los artistas.

9. En lunfardo: sin dinero.

10. Enrique Molina y Olga Orozco.

11. Los Infiernos Solares. Fundación para la poesía.

12. Plaza Prohibida. 1975. Edición póstuma Baldíos en la Lengua.

13. Canciones para Ruanda Ediciones de La Sociedad de los Poetas Vivos.

14. Hemisferio de la Rosa. Francisco A. Colombo.

 

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