Desde hace varios años, quienes nunca nos alejamos de la fotografía
analógica veníamos viendo como día a día iban desapareciendo de los comercios productos
como películas, papeles y químicos, quedándonos muy pocas alternativas. Agfa fuera
del mercado, Polaroid discontinuando su película instantánea, Kodak abandonando
la producción de papeles fotográficos y algunas películas, como ser su línea de
diapositivas, Fuji dejando de fabricar ciertas líneas de películas y papeles fotográficos.
Y con los químicos, algo similar. Si bien nunca se han dejado de producir, ciertamente
hay menor variedad y algunos ya no se consiguen para preparar pequeñas cantidades,
teniendo entonces que fraccionar en forma casera para poder utilizarlos.
Pero el nuevo auge de la fotografía analógica hace creer que
la fabricación de películas puede volver a ser rentable, ya que se van viendo últimamente
una serie de novedades, algunas de ellas esperanzadoras. Kodak anunciando la vuelta
al mercado de algunos materiales como la película diapositiva Ektachrome. Fujifilm
reincorporando su película blanco y negro Neopan. El resurgimiento de la fotografía
instantánea a través de Impossible Project (con la infraestructura de Polaroid)
y la línea Instax de Fujifilm. Viejas marcas con nuevos dueños recuperando equipamiento
y conocimiento, como es el caso de Adox, que vuelve a producir materiales que conocimos
anteriormente con el logo de Agfa. Incluso Ilford se ha dado espacio para nuevos
desarrollos, lanzando recientemente una nueva versión de sus papeles RC con una
reformulada emulsión.
En general, puedo arriesgar que el atractivo está justamente
en la experiencia, por los resultados que se logran, y el proceso para llegar a
ellos. Porque ante la determinista obtención de buenos resultados que proveen las
últimas tecnologías aplicadas en el desarrollo de las cámaras digitales, la fotografía
analógica ofrece algo diferente: incertidumbre. Incertidumbre por un lado por la
necesaria espera para ver las imágenes luego del proceso de revelado, frente a la
inmediatez que ofrece la fotografía digital. Esto obliga a pensar cuidadosamente
cada toma, ya que no se puede verificar en el momento si ha salido correctamente.
Y más aún sabiendo que sólo se dispone de una cantidad limitada de fotogramas por
rollo.
Pero la incertidumbre se da también por el componente de imprevisibilidad
en los resultados. Si bien quienes aprendimos fotografía cuando sólo era posible
a través de procesos químicos, supimos incorporar procedimientos para obtener resultados
más o menos homogéneos, es cierto que es muy difícil, sino imposible, obtener dos
fotos exactamente iguales. El estado de conservación de los materiales, tiempos,
temperaturas, agitados, etc. son alguna de las muchas variables que afectan el aspecto
final de la imagen.
Pero muchos ahora ven en esta complejidad de parámetros a
controlar, la oportunidad para experimentar. Entonces el mundo analógico ofrece
una variedad de caminos que potencian esta búsqueda. La utilización de diferentes
tipos de cámaras, desde las de juguete (que se hicieron moda con la lomografía),
descartables, darle nueva vida a las compactas, pockets y telemétricas que aparecen
en algún armario o que se pueden conseguir de segunda mano, hasta las siempre confiables
y robustas réflex. Incluso el amplio rango de cámaras de formato medio, antes reservado
casi exclusivamente para profesionales, brinda alternativas para desarrollar un
estilo personal. Y por qué no, hasta sirve también armarse alguna estenopeica.
Más
allá de la incertidumbre, la fotografía analógica también puede prometer resultados
distintivos con un proceso simple y rápido. Sí, puede llamar la atención, pero simpleza
y rapidez ahora pueden verse como atributos asociados a la fotografía por medios
químicos
En su
momento, la llegada de la fotografía digital fue bienvenida no sólo por la reducción
de costos, sino porque permitía acortar los tiempos para lograr un buen producto
final. El proceso de edición en la computadora es comparativamente más rápido que
el tiempo que demora el revelado de los negativos, con su correspondiente secado,
y luego el positivado, donde se pueden destinar muchas horas encerrado en el cuarto
oscuro realizando todas las pruebas necesarias para obtener una buena copia. Y,
sobre todo, no existe la posibilidad de “deshacer” un paso simplemente presionando
una tecla si algo no sale como se esperaba.
Pero
proceso digital se fue especializando hasta el punto de poder ser llegado a considerar
como tedioso. Es que una buena foto elaborada incorporará una etapa de revelado
digital, para asegurarse de obtener correctamente toda la información disponible
en la toma. Y luego sí, horas frente a la pantalla para obtener una imagen con la
apariencia y estilo personal deseado.
Y poco
más que eso, ya que la gracia está justamente en no desvirtuar los resultados obtenidos
con grandes intervenciones en la edición posterior. De esta forma, son válidas,
y hasta apreciadas, aquellas sorpresas que puedan aparecer, ya sean producto de
la variabilidad de los diferentes parámetros de los procesos químicos, como del
error, la experimentación o la alteración intencional de los materiales.
En definitiva, queda claro que el rumbo de la perfección en la reproducción técnica de la imagen ha migrado hacia la tecnología digital. Por lo que la fotografía analógica, para persistir, tiene que abrirse paso con características propias. Y con esto no quiero decir que no puedan lograrse fotografías analógicas de altísima calidad, que obviamente abundan los ejemplos. Sino que si lo que se busca es ese tipo de objetivo, hay caminos más sencillos y caminos más complejos. Así como en las artes plásticas se puede elegir entre óleos o acuarelas, ceras o carbonilla, el fotógrafo puede optar por los píxeles o las sales de plata como medio para plasmar sus expresiones creativas. Pero a la hora de escoger el camino de la película y el revelado químico, no sería para obtener resultados similares a la fotografía digital, sino por encontrar apariencias diferentes. Y, sobre todo, por disfrutar de la experiencia.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 167 | março de 2021
artista convidado:
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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