sexta-feira, 11 de junho de 2021

CRISTINA PÉREZ JIMÉNEZ | Manuel Ramos Otero y su “archivo vivo de posibilidades”: una entrevista a Frances Negrón Muntaner



En esta entrevista, la destacada investigadora, curadora y artista multidisciplinaria Frances Negrón Muntaner discute cómo y por qué fundó la Colección de Arte y Activismo Latino de la Universidad de Columbia, donde es profesora, así como el proceso de adquisición del archivo del escritor puertorriqueño Manuel Ramos Otero (1948-1990). Partiendo de un profundo compromiso social, Negrón Muntaner reflexiona sobre los archivos como un recurso creativo con el cual se puede desafiar “la constante pérdida” que acecha las vidas y memorias de sujetos marginados, migrantes, y/o coloniales. Ahonda también en la problemática de los archivos en Puerto Rico, el tipo de materiales que contiene el archivo de Manuel Ramos Otero, la forma en que estos materiales han generado nuevos estudios, vínculos y contextos para problematizar la obra literaria de Ramos Otero, la cultura de Puerto Rico y su diáspora, y la historia cuir de Nueva York. En sus respuestas Negrón Muntaner aporta una visión innovadora del archivo como una historia “viva” y llena de “posibilidades” que nos permite no sólo reexaminar nuestras nociones del pasado, sino también vislumbrar nuevas posibilidades para el futuro.

 

Cristina Pérez Jiménez (CPJ) | El archivo de Manuel Ramos Otero forma parte de la “Colección de Arte y Activismo Latino” de la Universidad de Columbia que tú fundaste. ¿Cuál fue el ímpetu para crear este repositorio institucional de la experiencia cultural y política latine?

 

Frances Negrón Muntaner (FNM) | El archivo fue el resultado del cruce de tres instancias ocurridas alrededor del 2012. La primera es que estaba investigando la obra del cineasta puertorriqueño cuir José Rodríguez Soltero. Quería esclarecer varias interrogantes, por ejemplo: ¿hizo películas con los Young Lords como afirmó? Llevaba varios años buscando estas cintas y no las encontraba. Llegué a preguntarle a varios Young Lords y ninguno conocía ni de las películas ni de Rodríguez Soltero. Persistí en la búsqueda hasta que di con un abogado del municipio de Staten Island, quien me informó que el cineasta había muerto y que el municipio era el administrador de sus bienes debido a la ausencia de parientes cercanos. El abogado de la municipalidad me indicó, además, que personas no identificadas robaron todas las pertenencias del apartamento de Rodríguez Soltero, incluidos la nevera y papeles personales. En ese momento supe que probablemente nunca iba a saber la respuesta a mis preguntas. También entendí que, debido a que los materiales asociados a las carreras de artistas y activistas latinos en Nueva York a menudo no son valorados por las bibliotecas, familias e incluso sus propios creadores, son descartados. Y que cuando esos materiales desaparecen, perdemos un vínculo crítico con el pasado y con algunos presentes y futuros posibles.

A la misma vez, realizaba una investigación sobre la poeta y activista Julia de Burgos. Esto me llevó a comunicarme con el poeta Jack Agüeros. Algunos colegas me dijeron que Jack estaba escribiendo una biografía sobre la poeta. Le envié un mensaje de correo electrónico haciéndole algunas preguntas. Pasaron tres semanas y no recibí respuesta. Entonces su hijo, el astrofísico Marcel Agüeros (quien resultó ser mi colega en la Universidad de Columbia) me escribió. En la nota, me indicó que era cierto que su padre estuvo escribiendo sobre Julia, pero que había abandonado el proyecto porque desarrolló la enfermedad de Alzheimer. Le expliqué a Marcel lo que estaba buscando y el me invitó al apartamento de Jack para que copiara lo que me hiciera falta para continuar mi investigación. Cuando llegué, me impactó mucho ver, no sólo lo meticuloso de la investigación de Jack, sino todos los “sticky notes” en distintos lugares del apartamento recordándole como prender la computadora, como abrir un documento. Esa experiencia me sacudió. Algún día tal vez yo tampoco iba a poder seguir trabajando por la misma u otra razón. Pero me di cuenta de que eso no quiere decir que el trabajo termina. Si podemos hacer accesible nuestros archivos, otros pueden continuar.

Por último, durante esa época, ya había comenzado mi investigación sobre Arturo Alfonso Schomburg, quien, a lo largo de varias décadas, armó la colección más grande y diversa de materiales con respecto a la experiencia diaspórica africana en el mundo. Estudiar a fondo su obra me alertó sobre el archivo como método de pensamiento, modo de investigación y forma de entendernos y relacionarnos con los demás. Entonces, cuando me enteré de que en Nueva York no existía un archivo dedicado al arte y al activismo latino, y que mi universidad sólo tenía una colección latina en su biblioteca —la del escritor cubano-americano Oscar Hijuelos—, decidí presentarle la idea de crear una nueva colección a Michael Ryan, quien en aquella época era el director de la biblioteca de “Libros & Manuscritos Raros”. De inmediato estuvo de acuerdo. Poco después, Marcel Agüeros me llamó para preguntarme qué yo pensaba que él debía hacer con los materiales de Jack y quedamos que serían el archivo inaugural de la nueva colección, a la cual llamé “Latino Arts and Activisms” [“Colección de Arte y Activismo Latino”].

 


CPJ | ¿Cómo entiendes la función de los archivos, sobre todo con respecto a la documentación de individuos y grupos marginados? ¿Cómo te aproximas al concepto de archivo?

 

FNM | Menos que un repositorio de “evidencia” como lo conceptualizó Schomburg, entiendo los archivos de personas y grupos marginados como un "recurso de esperanza", para usar las palabras del sociólogo Agustín Laó Montes. Es decir, una manera de viabilizar conocimientos a través de la valorización y circulación de epistemologías, narrativas y perspectivas denigradas o ignoradas. Estos archivos —incompletos, fragmentados y en más de un sentido “raros”— también constituyen una praxis para abordar la constante pérdida que padecemos los migrantes y sujetos coloniales, un proceso que recuerda la noción del "vasto imperio de la soledad y oscuridad” en el poema de “Farewell from Welfare Island” de Julia de Burgos.

Practico el archivo entonces como una forma de desafiar el hecho de que las instituciones y discursos hegemónicos continuamente borran e, incluso, “desaparecen” las vidas de los latinos y otros sujetos considerados desechables, tanto de los territorios que habitan como de la memoria. Por tanto, las prácticas de “archivar” e interactuar con archivos pueden constituir un espacio creativo para generar diferentes narrativas del pasado, cuetionar paradigmas, y retomar hilos prometedores que fueron abandonados.

 

CPJ | Hace años hablaba contigo sobre la dificultad que yo enfrentaba para acceder a los documentos de Manuel Ramos Otero y el hecho de que estos no parecían tener un hogar institucional. Yo conozco parte de la historia, pero ¿puedes discutir cómo llegó el archivo de Ramos Otero a la Universidad de Columbia? ¿Cuál fue el proceso de adquisición?

 

FNM | Todo empezó cuando me preguntaste “¿y los archivos de Ramos Otero?” Me había hecho la misma pregunta antes pero no sabía por dónde empezar. Cuando te ofreciste a averiguar y encontraste a Felo Sánchez, el primo de Ramos Otero, quien tenía posesión de sus documentos, se abrió un diálogo. Felo deseaba vender el archivo y ya había tenido algunas conversaciones con curadores de otras instituciones universitarias. Durante la segunda conversación, Felo me invitó a ver el archivo. Yo tomé un avión casi de inmediato y lo visité en su casa en Luquillo, donde pude estudiar los materiales en persona. Estaban guardados en una pequeña estructura de concreto con aire acondicionado en el patio de la casa.

Luego de esa visita, redacté un informe a la biblioteca en el cual esbozaba por qué pensaba que la universidad debería adquirir el archivo. En síntesis, planteé la enorme importancia de la obra de Ramos Otero para la literatura y prácticas de performance puertorriqueñas, cuir y mundiales. Mencioné que, a pesar de ser un notable innovador literario, uno de los autores caribeños más importantes del siglo XX y el primer gran escritor abiertamente gay de Puerto Rico, Ramos Otero sigue siendo en gran medida desconocido fuera del contexto puertorriqueño. El director aprobó la petición. Poco después viajé a Puerto Rico nuevamente para empacar el archivo y enviarlo a Nueva York.

 

CPJ | El archivo de Manuel Ramos Otero se traslada a Nueva York dentro de un contexto de deterioro y falta de recursos institucionales en Puerto Rico que dificulta la preservación y el acceso a la documentación histórica y cultural en la isla. ¿Qué valor tienen estos materiales? ¿Cómo percibes el valor y la valorización del patrimonio documental puertorriqueño ante el estado de carencia en la isla?

 

FNM | Buenas preguntas. Al principio, yo no anticipé que personas y familias en Puerto Rico iban a querer donar o vender sus archivos a Columbia. La descripción oficial del archivo aún es "identificar y adquirir los papeles y registros de los latinos y las organizaciones latinas de Nueva York que puedan tener una importancia duradera como recursos de investigación. Las áreas de interés principal incluyen las artes, la política y las organizaciones comunitarias".

No obstante, poco a poco cada vez más personas a cargo de archivos en la isla querían depositarlos en Nueva York. En algunos casos, como el de Ramos Otero, tenía sentido. Ramos Otero vivió gran parte de su vida adulta en Nueva York, enseñó en varias instituciones de la ciudad y la urbe figura de manera central en su obra, particularmente la narrativa, donde él alude a lugares, instituciones y personajes neoyorquinos. Incluso, en el 1986, fue escritor residente en la Universidad de Columbia por unos meses a partir de octubre. Desde esta perspectiva, los archivos están en una de sus casas. Con personas cuya relación con Nueva York es menos estrecha, me surgieron preguntas: ¿“deben” los archivos quedarse en Puerto Rico? ¿Representa su traslado un problema ético al hacer el acceso más difícil y costoso para los residentes en la isla?


En muchos sentidos, me parece que sí, mover los materiales representa un desgarre y contribuye a la “memoria rota”, como escribió Arcadio Díaz Quiñones. Pero, al mismo tiempo, la situación es compleja. No sólo hay cada vez más puertorriqueños residiendo en los Estados Unidos, también se puede argumentar que ciudades como Nueva York, con una larga historia de asentamiento boricua, ya son parte del archipiélago de Puerto Rico. Además, la gran mayoría de los archivos llegan a mí porque los dueños o sus familiares desean que se trasladen. Y es el caso porque temen que si los archivos permanecen en Puerto Rico no serán preservados, ya sea por razones fiscales o políticas. Entiendo bien esas preocupaciones. Nunca se me olvida que, cuando empecé a crear un archivo audiovisual sobre la lucha para expulsar a la Marina estadounidense de Vieques en la década de los noventa, quedaba muy poco del archivo televisivo. Cuando preguntaba a los directores de las estaciones sobre momentos históricos específicos que me interesaban, me decían “no lo tenemos, le grabamos encima”.

Es claro que esto no es un problema de individuos sino de inequidades estructurales, pero plantea una interrogante: ¿Qué es peor, que los materiales desaparezcan en Puerto Rico o que se preserven en otro lugar? Dada la urgencia del asunto, inicialmente opté por poner mi energía en facilitar el depósito de los archivos en Nueva York. A la misma vez, inicié conversaciones en la universidad para recaudar fondos y desarrollar modelos de preservación colaborativos. Esto incluiría la digitalización de todos los materiales que se mueven físicamente, la copreservación o cooperación entre varias entidades, y proveer becas y otras oportunidades para viajar a visitar las colecciones.

 

CPJ | En Nueva York, un público amplio y diverso ha tenido acceso al archivo de Ramos Otero. ¿Cuál ha sido su recepción? ¿Qué interés ha generado?

 

FNM | Ha generado un enorme interés. El día que lanzamos la colección, organizamos un coloquio al cual asistieron más de cien personas. El evento fue impresionante porque había una gran diversidad de participantes: mujeres, hombres; jóvenes, viejos; académicos, activistas; de todos los trasfondos raciales y sexualidades. Recuerdo que el entonces director de la biblioteca, me comentó “¡Tanta gente!”. No entendía por qué la sala estaba a capacidad para recordar a un escritor que escribió sólo en español y no fue reconocido por los más influyentes de la academia estadounidense. Luego del lanzamiento, el archivo se convirtió en uno de los más visitados. Lo han consultado estudiantes, periodistas, artistas, actores y cineastas. Ha generado tesis, tesinas, libros. Y esto me incluye a mí: hace tres años, organicé un grupo de trabajo para traducir parte de la obra de Ramos Otero al inglés. El libro será publicado el año que viene por Columbia University Press.

 

CPJ | ¿Cómo se relaciona o se complementa el archivo de Ramos Otero con otros archivos que forman parte de la “Colección de Arte y Activismo Latino”? ¿Cómo lo ubicas dentro de esta colección?

 

FNM | El archivo de Ramos Otero fue el primero de un puertorriqueño mejor conocido en la isla que en la diáspora. Sin embargo, de inmediato tuvo un impacto. Por ejemplo, existe la premisa de que hubo muy poco contacto entre Ramos Otero y los escritores nuyoricans. El archivo, sin embargo, sugiere que hubo más de lo que se asume. Me sorprendió descubrir, por ejemplo, que Jack Agüeros escribió reseñas sobre algunos performances de Ramos Otero para el Village Voice. Y una vez el archivo de Ramos Otero se incorporó a la colección, llegaron otros, como el de Rosario Ferré, con el cual dialoga directamente. De hecho, hay documentos en los dos archivos que se comunican. Esto quiere decir que, cada vez más, una visita a la colección puede resultar en una experiencia inédita, según los investigadores y lectores encuentren, no sólo documentos desconocidos sino nuevos vínculos entre ellos.

 

CPJ | ¿Qué cosas podemos aprender sobre la vida y obra de Ramos Otero mediante su archivo que no son necesariamente evidentes en su literatura? Dicho de otra manera, ¿qué te sorprendió del archivo? Cuéntanos un poco más sobre el tipo de materiales y documentos que forman parte del archivo.

 


FNM | Todavía conservo mis notas originales del archivo que ahora parecen un cuento borgiano: 5 tinas de 18 galones con textos académicos/didácticos, clases tomadas y enseñadas; trabajo de estudiantes; exámenes; fotos de familiares y personales; cartas a la hermana, la tía y la madre; dibujos; libros de su autoría, incluidas las primeras ediciones; disertación, documentos de la escuela de posgrado; certificado de nacimiento; folletos y carteles promocionales, disco de Zoraida Santiago; diario/collage sobre “Cuento de la mujer del mar”; proyecto de antología de escritores al inglés, incluidos contemporáneos como Rosario Ferré. También en el espacio había otros 4 contenedores y un archivador con correspondencia de familiares y amigos; 2 carretes de 16 mm en mal estado; 4 carretes de audio; 10 cintas de audio; 5 cintas VHS; y escritos inéditos, incluida, al menos, una novela, quizás dos.

En algunas tinas existían, además, objetos que no fueron enviados a la biblioteca por ésta no poder preservarlos. Estos incluían una chaqueta, una bandera de Puerto Rico, una máquina de escribir, adornos de pared de su casa, gafas de sol; dos cuadros, muebles familiares y antigüedades.

En las cajas que yo he trabajado, lo más divertido ha sido la edición artesanal de la novelabingo, una bolsita con capítulos sueltos que invitan al juego. Lo que más me ha impactado han sido sus cartas. Casi todas las personas con la cuales yo he hablado sobre Ramos Otero lo describen como una persona “difícil” (él incluso se autodescribe como “tremendo”). Lo que me impresionó de las cartas, sin embargo, fue el mundo tan difícil en el cual vivió. Por ejemplo, durante los setenta y principios de los ochenta, épocas de crisis económica, tiene una constante preocupación sobre la precariedad suya y la de su familia. Algunas cartas incluyen párrafos completos detallando a quién le debe dinero y a quien le ha pedido, y la dificultad de pagar renta, electricidad y comida. También recuerdo una carta a su casero del 1990 en la cual él intenta dejar el apartamento a unas amistades mientras viaja a Puerto Rico diciendo que el regresaría pronto. En este momento, ya Ramos Otero está enfermo con SIDA. El casero no se inmuta: le dice que no porque afirma saber que Ramos Otero nunca va a regresar.

 

CPJ | Manuel Ramos Otero vivió 22 años en la ciudad de Nueva York, casi toda su vida adulta. ¿En qué maneras su archivo contribuye a la documentación de la experiencia queer/cuir en Nueva York?

 

FNM | Me parece que de muchas maneras, pues el archivo es rico en imágenes y materiales impresos que documentan algunas experiencias cuir en la ciudad en los años setenta y ochenta desde puntos de vista rara vez documentados. El archivo también contiene descripciones complejas de estos mundos, incluidos muelles cerca de Greenwich Village y Chelsea. En este sentido, el archivo complica la historia cuir de Nueva York, “tropicaliza” el espacio, como diría la crítica Frances Aparicio, y hace posible la producción de nuevas historias, subjetividades y saberes. La colección de Ramos Otero no es entonces, sólo o principalmente, sobre la preservación de una figura importante, sino un archivo vivo de posibilidades cuir.

 

NOTA

Frances Negrón Muntaner, profesora en la Universidad de Columbia —donde también es la curadora y fundadora de la Colección de Arte y Activismo Latino, que alberga los “papeles” de Manuel Ramos Otero—, inspecciona los documentos del escritor en 2014, cuando Columbia los adquirió para inaugurar el mencionado Archivo. Publicado originalmente en la revista Cruce (Puerto Rico), edición del 17 de mayo de 2021, edición del Homenaje a Manuel Ramos Otero a 30 años de su muerte. 


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