Escenario
oscuro. Se puede escuchar una pequeña pieza de Edgar Varèse – Density
21.5 – ejecutada por una sierra con arco de violín y xilófono
de agua. La luz aparece poco a poco, a medida que la música desaparece, mostrando
en el centro del escenario un cubo de acrílico herméticamente cerrado con 3 metros
de base, suspendido del suelo unos 30 cm. Dentro del cubo hay cinco criminales condenados
a muerte a la espera de la fecha de su ejecución. Todos visten la misma ropa típica
de prisionero.
VALENTÍN
En una
cadena perpetua, contar los días equivale a un deseo morboso de saber cuánto dura
la eternidad. Pero no viviré para siempre. Tampoco la eternidad.
SANTIAGO
Puedo
programar un juego de ahorcado que invadirá toda la red reproduciendo la cara de
cada usuario en la pantalla con la silueta de los fragmentos de su cuerpo formándose
según sus pensamientos maquiavélicos.
VALENTÍN
Pero
aquí dentro, no podrás hacer nada. Incluso el suicidio requeriría al menos el uso
de una cuerda.
ASTRID
Es irónico
que estemos condenados a la eternidad.
ABELARDO
La eternidad
puede ser una milésima de segundo infinitesimal, puede ser la vida de tres generaciones
o puede ser la efímera y larga vida de una mariposa ephemeróptera.
ASTRID
Viéndolo
de ese modo yo diría que la eternidad es una iglesia gótica o el templo de Poseidón
o Machu Picchu. Las piedras son eternas, incluso cuando las vuelven polvo ellas
se transforman y luego se convierten nuevamente en piedras. Algo que no sucede con
nosotros, aunque nos creamos el centro del universo.
VALENTÍN
Podría
ser, tal vez la eternidad sea la energía, y nosotros somos energía; ¿eso no nos
hace eternos?
SANTIAGO
Yo creo
que la eternidad son los sueños, al menos cuando logro entrar en ese terreno ambiguo
puedo huir de este cubo y sentir el viento; a veces se torna violento y toma el
disfraz de un huracán y luego me derrumba. Cuando despierto el aire libre ya no
existe, solo veo este cubo que me ahoga no solo porque sus paredes me impiden escapar
sino porque estoy con ustedes, mi verdadera tortura.
CAYETANO
En mis
sueños araño el tiempo y sigo las huellas de los elefantes o trato de colgarme de
la cola de un cometa o atravieso el ojo del huracán de Santiago; así es como concibo
la eternidad.
VALENTÍN
El dilema es que el dudoso se resiste a aceptar que
es incierto. Incluso, cuando se le enseña sobre la grandeza de la duda, persiste
con su aire de pomposa certeza.
ASTRID
¿Sin certeza sobre el destino de la eternidad?
SANTIAGO
En los tiempos más exactos, cuando las dudas tratan
sobre el epicentro de sus remisiones en el mundo, viaja a través de otras insondables
estelas de certezas circunstanciales. Tal vez un trébol con cuatro enigmas sea la
mejor forma para dedicarse a la causa de las lámparas irreducibles. Allí escucharemos
un grito pantanoso de arrepentimiento inútil cuando la caída entre en el baile de
graduación y recoja dudas antes de la medianoche.
VALENTÍN
Sigo pensando que podría sortear la vigilancia del tiempo
y anular nuestras condenas.
ASTRID
¿Cómo puedes pensar en sortear la vigilancia del tiempo
y anular nuestras condenas sin tener certeza del destino de la eternidad? Eso es
como adentrarse en la boca del lobo, o peor aun, entrar al laberinto del minotauro
sin Teseo.
CAYETANO
Dudar es el único ejercicio filosófico que me interesa;
las verdades absolutas o reveladas son ese aullido pantanoso al que hace alusión
Santiago. Sin embargo, no creo en el arrepentimiento, tampoco creo en el perdón.
El que se arrepiente y pide perdón ya no es el mismo que cometió el crimen por el
que estamos condenados a vivir en este estrecho y maloliente cubo.
ASTRID
¿Quieres decir que nuestra verdadera condena no es estar
encerrados y soportándonos los unos a los otros en este espacio mísero sino vivir
para siempre con el último minuto que cambió la libertad por el encierro?
CAYETANO
Quiero decir que no es necesario untar la lágrima. La
certeza a veces se parece a la estupidez, así como la lágrima se parece al cristal.
VALENTÍN
Además, creo que la eternidad es una especie
de truco banal que nos arrastra por su laberinto indescifrable.
CAYETANO
Esto es cierto. Ciertas cosas duran más que
otras, quizás porque no saben contar el tiempo necesario para su final o comienzo.
Muchos otros se pierden en la historia de las manos y en todo momento anuncian su
propia muerte. Mejor desentrañar la fábula y la creencia de que Dios algún día puede
ser útil, y cuando nos falte la comprensión de ser quién sabe, puede llegar a decirnos
que un buen ladrón no roba tiempo ni espacio, sino la ilusión de que todo tiene
su precio.
VALENTÍN
No sé si es cierto hablar en precio. De todos
modos, mi experiencia señala la ambigüedad de la paradoja, el modo como este mismo
cubo donde estamos puede ser la copia de otra realidad que nos lleva adentro de
su espacio que sale por aquí y allí y se encuentra con otras tantas formas de mirar
las cosas.
ASTRID
¿Cómo las muñecas rusas?
VALENTÍN
Cuando la policía descubre que tengo esa obsesión
por embalsamar los cadáveres de niños, encuentra en mi casa mi colección real de
muñecas, mis niñas sagradas, y piensa que se trata de una obsesión sexual, una versión
que revela más la hipocresía de la acusación que la misma realidad criminal. Nunca
podría tener sexo con ellas. Lo que me interesaba era encontrar un punto de esplendor
de belleza indiscutible. Las chicas rusas salen del interior una de la otra, como
una representación de algo que no tiene fin. Sin embargo, este movimiento en ellas
es finito. Mis muñecas están una al lado de la otra y pueden alcanzar una proyección
infinita, como los volúmenes de una biblioteca inagotable o las entradas de una
enciclopedia cuyo final se desconoce. Creo que así es como entiendo la eternidad,
esta posibilidad de definir el infinito según la percepción de cada uno.
SANTIAGO
De todas formas todo es relativo; hace poco
afirmabas que podrías sortear la
vigilancia del tiempo y anular nuestras condenas; y en cierta forma estoy de acuerdo
contigo. Muchas veces me pregunto: ¿qué es el tiempo? ¿existe verdaderamente? ¿es
algo que imaginamos o que nos imponen? Nosotros reflexionamos sobre la eternidad
porque estamos condenados a la condena perpetua y sabemos que la única salida de
este cubo es cuando nos saquen para pararnos al frente del pelotón; ese es nuestro
único tunel de escape; todo lo demás es ilusión o pesadilla.
ASTRID
A veces las pesadillas son mejores que la realidad;
así podemos escapar al encierro de este cubo que nos ahoga y que nos convierte en
enemigos cuando deberíamos bajar las espadas. Las muñecas rusas son un artificio
con el que engañamos a la realidad; una vez dormidos las muñecas desaparecen y solo
quedamos nosotros cinco para hacernos frente los unos a los otros. Lo que si queda
son los cadáveres embalsamados de las niñas de Valentín.
CAYETANO
El encierro nos convierte en fieras indomables;
no dejamos de pensar en el suicidio; y antes de acabar con nosotros mismos evaluamos
mil maneras diferentes de asesinarnos los unos a los otros; al menos yo los mato
a cada instante y de formas muy diversas. Imagino banquetes donde cada uno de ustedes
está servido en una gran mesa, en la que yo soy el único comensal, el rey del ágape.
ABELARDO
¿Alguien cree que llegaremos a ver el pelotón?
ASTRID
Finalmente, Abelardo dice algo. ¿Qué duda tienes?
ABELARDO
¿Cuánto tiempo llevamos aquí? ¿Y cómo terminamos
en este maldito cubo que no nos permite ver nada más allá de este espacio reducido?
Sin luz ni silla. No hay ruido ni servicio de comida. ¿No le sorprende que no tengamos
sed ni hambre aquí y que nuestra fisionomía no haya cambiado?
CAYETANO
¿En qué estás pensando, Abelardo?
ABELARDO
El paso del tiempo a través de las bisagras
de las puertas no suele ser tan intenso como el nado de ciertos peces contra la
corriente. Quizás el río tenga otra medida de las impurezas del tiempo. O quizás
el óxido guarda un secreto que mil puertas no pueden desentrañar. Dónde comienza
el paso de un acertijo a otro es algo que puertas y ríos difícilmente explican.
Como el óxido escondido en los ojos de los peces.
CAYETANO
No sabemos quiénes somos ni qué razón nos ha
traído aquí, esto es cierto. Posiblemente cometimos algún crimen y también se nos
puede culpar siendo inocentes. Si la eternidad nos pone a prueba, ¿espera que admitamos
culpabilidad o inocencia?
ABELARDO
¿Y realmente hay alguna lógica para tal juicio?
Lo que si es una certeza es que al igual que se le saca punta a un lápiz nosotros
le sacamos herrumbre al tiempo; lo que pasa es que mientras el lápiz se termina
rápidamente el tiempo es inagotable.
SANTIAGO
Mi única certeza, si es que algo así existe, es que
la eternidad nos atrapó en este cubo infame; y al igual que Dorian Grey no envejecemos
ni morimos; y eso que no hay retratos de nosotros; ni siquiera espejos donde contemplarnos
a nosotros mismos.
ASTRID
¿En ese caso nos bañamos a cada instante en
la fuente de la eterna juventud que tanto buscó Juan Ponce de León? Maravilloso
descubrimiento ¿y no lo sabíamos? Muchas personas pagarían fortunas enormes por
tener el privilegio que impide que el paso del tiempo arruine nuestros cuerpos y
mentes.
ABELARDO
Posiblemente así sea. De todas formas no hay
privilegios sin condenas; y la nuestra es el encierro sempiterno en este cubo que
no tiene ni túneles ni barrotes.
CAYETANO
Para mí la peor condena no es estar encerrado
para siempre, sino el aislamiento total del mundo. ¿Hace cuánto que no vemos a nadie
más? Ni siquiera sabemos cuanto tiempo llevamos aquí. ¿Son semanas, años, siglos,
milenios? ¿Las personas que conocimos siguen con vida? ¿Cómo es el mundo afuera?
¿Es que todo sigue igual? ¿Podríamos adaptarnos a esa realidad si mañana nos indultaran?
Esas son las grandes y temibles interrogantes; no creo estar preparado para las
respuestas.
ABELARDO
[Riendo
descaradamente, dejando a todos asombrados.] ¡Y pensar que me acusaron de soñador…!
Ahora, Cayetano, la eternidad, como la realidad, no es más que un efecto de suspensión.
Nunca sabremos con certeza la medida de la ausencia; somos como espejos ciegos,
así como el mar parece un río que ha perdido una de sus orillas. Acepto que estamos
condenados al absurdo. Y no habrá mejor ola de resistencia que simplemente aislar
lo que recordamos del mundo exterior.
CAYETANO
Admito mi locura. Quizás estemos demasiado limitados
por el marco, la silueta desgasta todo lo que queremos y logramos.
ABELARDO
Vea bien. Imagínese una imagen frente a nosotros.
Un bosque detrás de este cuadro vivió décadas olvidado hasta que se rompió el marco.
Una naturaleza muerta a veces es solo un espejismo que el ojo evita. Releímos tanto
el recuerdo que tenemos frente a nosotros que nos resistimos a aceptar la locura
de otras máscaras que devoran el paisaje y lo que insistimos en olvidar, quizás
para que el mundo sea un remake menor
de la caída de su marco.
ASTRID
Creo que ahora se han ido todas las certezas
de Santiago…
SANTIAGO
Quizás todavía me quede una: que nunca iremos
al pelotón. Pero al mismo tiempo me pregunto cuál es el valor de esa certeza.
ASTRID
Tu única y última certeza me parece infernal.
No le temo al pelotón, la muerte es mi único anhelo; no aspiro ni a la eternidad
ni quiero vivir en la fuente de la eterna juventud; esas dos opciones me parecen
aun más terroríficas que la condena en este cubo.
SANTIAGO
[Con un
gesto de impaciencia y de desagrado profundo.] ¡No entiendes nada Astrid! El
pelotón somos nosotros mismos, nos disparamos las veinticuatro horas del día; si
es que aun podemos tener en cuenta esa maldita medida temporal. Posiblemente llevamos
siglos muertos y todavía no lo aceptamos. Jamás saldremos de aquí ni tampoco podremos
escapar a mirarnos en ese espejo terrible que son los ojos de cada uno de nosotros,
el único espejo que no es ciego.
ASTRID
[A punto
de llorar mientras se mece los cabellos.] ¡Cuánta crueldad y odio hay en ese
discurso! ¿Qué necesidad hay de decirme que ni siquiera tengo derecho a pensar en
la muerte? Y lo que es peor, ¿cómo te atreves a decirme que la Hoz jamás vendrá
a derribar mi cabeza? ¡Eres un monstruo!
SANTIAGO, ABELARDO, CAYETANO Y VALENTÍN
[Al unísono.]
¡Los monstruos no existen, Astrid! ¡Deja de pensar en cuentos de hadas, ellas no
tienen cabida aquí!
SANTIAGO
Voy a decir algo. Nunca consideres el tiempo
un problema. Imagínense con qué sagacidad podemos enfrentar la avalancha de nuestros
sentimientos más diferentes. Un grifo abierto toda la noche puede inundar cualquier
sueño. Siempre di preferencia a los trabajos corporativos, porque presentan un campo
más amplio de paradojas. Cuando tratamos con un cliente individualmente, no podemos
ir más allá de la línea que separa la verdad y la mentira. Por el contrario, si
aceptamos un pedido de una multinacional, por ejemplo, podemos trabajar con un número
infinito de líneas que revuelven los conceptos. Una vez hice que dos grandes bancos
donaran millones a un fondo para apoyar a los niños necesitados en África, reasignando
montos de cuentas secretas, ciertamente del narcotráfico, lo que provocó que primero
se transfirieran a bancos estatales, donde desvié su dinero al cliente, incluidas
las cifras de mi contrato. En medio de este engaño, ya no se sabía lo que estaba
bien o mal, mejor dicho, a nadie más le interesaba saberlo.
ASTRID
Siempre he sostenido que, si uno va a vivir
de rodillas, es mejor morir de pie; pero ahora veo que la realidad ha hecho ingenua
la creencia en el libre albedrío. Todos tenemos víctimas y verdugos en nuestro fuero
íntimo, y nuestras elecciones son como imágenes desvaídas de viejos escenarios,
ya casi completamente desacreditados.
ABELARDO
La filosofía se encuentra maltrecha por la falta
de sentido del mundo real. La identificación de un modus operandi, en un asesinato en serie, puede ser la ingeniosa táctica
de una banda de chicos depravados dispuestos a colorear el motivo de la locura.
SANTIAGO
Como si uno de nosotros estuviera dispuesto
a morder la piel del otro para demostrar la existencia de la materia. Tangible o
no, aquí adentro somos como cinco vacas pastando el absurdo.
CAYETANO
Las vacas pastan de una manera que las galletas
se vuelven comestibles ya que se esconden en la parte inferior de la dirección de
su paquete. Las aspiradoras también conocen las leyes tangibles del mundo comestible,
y promueven los mejores talleres de mordedura, así como fiestas de recaudación de
fondos en el imperio de la pasta de dientes. Lo cierto es que incluso la carne muerta
cambia de color después del primer bocado, así como las alas solo se reconocen a
sí mismas, con la sincronía despierta de sus vuelos.
ABELARDO
Me gusta la idea de Santiago; en ese caso nosotros
somos actores eternos del teatro del absurdo. Pero, ¿qué vida no lo es? ¿Dónde está
la lógica y dónde la locura? ¿Cuál es la línea que las separan? ¿No son las pesadillas
más coherentes que la lógica pura?
SANTIAGO
Por eso mismo hablo de verdad y mentira. ¿Acaso
no se complementan la una a la otra? ¿Hay verdades absolutas? Yo no lo creo. Tampoco
podemos vivir en una eterna farsa, al menos no permanentemente. Podemos danzar al
son de una satrapía y aun así creernos libres. Solo que al alba siempre habrá algún
hilo que no esté del todo tenso.
ASTRID
¿En otras palabras, solo somos marionetas movidas
por una fuerza desconocida? ¿Por eso carecemos de libre albedrío? ¿La libertad es
una utopía y por eso mismo poco importa si estamos encerrados o en las calles? ¿Son
los transeúntes de las grandes avenidas prisioneros de fuerzas ocultas así lo ignoren?
¿O son prisioneros de sí mismos? Lo pregunto por el discurso de Santiago con respecto
a las multinacionales. ¿Son ellas las que controlan los hilos de los que pendemos
a cada instante? ¿En nuestro fuero interno sabemos que si nos movemos demasiado
terminamos ahorcados? O sea, ¿el único escape posible está en nuestras manos?
ABELARDO
Los conceptos son corporativos, tienen siempre
un fin determinado. La verdad es que no existe una fuerza desconocida que gobierne
nuestras vidas. No creo en el fatalismo. Incluso el azar crea en un vacío sin perspectiva.
Existe una acomodación ominosa, como la cobertura de un seguro de vida, que le da
a la muerte un gran atractivo.
SANTIAGO
Incluso existe esta falta de equilibrio entre
la eternidad y el instante. Un desagüe marginal por el que fluye nuestra existencia.
Creamos metáforas para evitar que la esencia de las cosas se nos escape. Sin embargo,
terminamos usando estas mismas metáforas para escapar de nosotros mismos. Dejamos
caer algunos aforismos que se supone deben guiar a nuestros seguidores. Y en ese
margen imaginario donde aterrizaremos, ciertamente nos esperan los fantasmas de
todo lo que hemos matado en un instante. Creyendo que nunca saldremos de este cubo
infernal, ese ahora me parece la mayor ilusión. Para eso, necesitaríamos ser inmortales,
no criminales fallidos que se dejan arrestar. La inmortalidad es otro engaño. [Abelardo interrumpe el discurso de Santiago con
la mano levantada. Santiago se dirige a él.] ¿No estás de acuerdo, Abelardo?
[Cuando Abelardo comienza a decir algo, toda
la escena queda repentinamente en completa oscuridad, terminando así el primer acto.]
Escenario
oscuro. Ahora se escucha la misma pieza de Edgar Varèse ejecutada por una sierra
con arco de violín y xilófono de agua. La luz aparece poco a poco, a medida que
la música desaparece, mostrando en el centro del escenario el mismo cubo de acrílico,
donde ahora se encuentran solamente cuatro de los criminales condenados a muerte
a la espera de la fecha de su ejecución. Ya no está Abelardo.
SANTIAGO
¿Y Abelardo, qué pasó con él?
VALENTÍN
Le pasó lo que va a pasarnos a todos. Hablamos
todo el tiempo sobre la eternidad y nos creemos parte de ella; cuando en realidad
los únicos seres inmortales son los cadáveres de mis niños embalsamados; ellos seguirán
ahí dentro de dos mil años; como si fuesen momias egipcias. ¿He ahí el meollo de
la inmortalidad; tanta filosofía y nadie se percata de ello?
ASTRID
¡Vaya si eres cínico! ¡Aunque parece que eres
el único que tiene los pies en la tierra!
SANTIAGO,
¡Sigo sin entender nada! ¿Cómo pudo desaparecer
Abelardo? Él, que siempre tenía una palabra o una explicación filosófica, ¿simplemente
se evaporó? ¿Ese es nuestro destino? ¡Y eso que ya habíamos discutido sobre su inexistencia!
CAYETANO
¿Y por qué no podría evaporarse? Al fin de cuentas
ese es nuestro único hado.
VALENTÍN
¡Escuchen! Sin gritos ni disparos. Incluso el
silencio se niega a explicar el paradero de Abelardo.
ASTRID
¡Basta, Valentín! Este cinismo no resuelve nada.
VALENTÍN
Ya no es cinismo, Astrid. Abelardo desapareció
del cubo y pronto desaparecerá de nuestra memoria. Quizás su filosofía sea la causa,
después de todo nunca supimos qué crimen cometió. Empiezo a pensar que nada de esto
importa. Así como las religiones son el resultado de una mentira–los dogmas se imponen
como represalia por la realidad–, los crímenes son un truco de las circunstancias.
La moraleja detrás de ellos no es más que espejismos en el desierto de estas almas
errantes que deambulan por la tierra en busca de protección.
CAYETANO
Las noches se cuentan en el plato. Los que duermen
hambrientos no conocen la noche, sino solo la oscuridad voraz de un abismo que pospone
la conciencia de la muerte en cada uno. ¿Qué diablos querías entender, Santiago?
¿Qué hay que entender sobre tus muñecas de peluche?
VALENTÍN
Las muñecas son mías ...
CAYETANO
Aquí dentro ya no importa a quién de nosotros
pertenezca un crimen u otro. Sé que las muñecas pertenecen a Valentín, pero quería
provocarlo. Su reacción demuestra que todavía cree en la individualidad del ser.
Valentín es nuestro artista, satisfecho con la firma de su obra. Nunca podría ser
un criminal, simplemente porque no cree en el plagio. Sus muñecas son la marca de
su paso por la tierra.
VALENTÍN
¡Cuánto desprecio hay en tus palabras, Cayetano!
No le haces honor a tu nombre. No sé si me gustan los plagios o no, poco importa.
Tus crímenes son comunes, ni siquiera en eso eres original. Tú eres como mis muñecas
rusas; entre más te conozco más insignificante eres. Podrías caminar en la arena
barrida por las olas y ni aun así tus pies dejarían improntas; y no porque seas
etéreo –no te hagas ilusiones–, solo que eres más pequeño que mi dedo pulgar.
CAYETANO
Jajajajaja…!!!!!!!!! Caíste en la red. Mi abismo
es insondable e infinito, ¡y te atrapó! Te dejas provocar en este espacio donde
no hay oxigeno para cuatro, ni siquiera para dos. Aquí nos fagocitamos, nos servimos
el uno al otro; y hoy el banquete está servido ¡y el único que no es comensal eres
tú!
ASTRID
Aun en este cubo las tormentas son efímeras.
Soñamos con destruirnos los unos a los otros y un minuto después lloramos en su
hombro. La única certeza que tengo es que me convertiré en olvido; y no porque haya
bruma ni abismos sino porque la memoria humana es muy frágil; hasta las religiones,
bastiones de muchos, se diluyen en el aire.
SANTIAGO
El abismo controla las apuestas en ese juego
de máscaras. Todavía no entiendo muchas cosas. Quizás el cinismo de Cayetano encuentre
signos de presunción en Astrid cuando quiere convertirse en olvido. Estimo que el
olvido es una especie de regalo secreto que no contempla la totalidad de la humanidad.
Algunos se recuerdan vagamente, lo que es una forma de evitar llegar a una etapa
más allá de esa eternidad de la que tanto habló Abelardo. Los grandes mundos se
olvidan. La pequeñez de la vida nos persigue como hilos de memoria.
CAYETANO
Ahora le toca a Santiago mostrar las ondas sonoras
de sus pensamientos. No olvides que tendremos que seguir dentro de este hervidero
de especulaciones. No vamos a convertir esta caja de alucinaciones en una sala de
interrogatorios. Al menos aquí no debemos encontrar exactamente la armonía, sino
el lugar de adopción donde podemos ser cualquier cosa, sin imposiciones morales.
ASTRID
Nuestro crimen puede ser que hemos cometido
una forma legítima de violencia. La sociedad incluso conspira contra la integridad
del crimen. Vivimos en un mundo de acólitos donde nadie debe ser auténtico. La gente
que yo frecuentaba estaba perdiendo su belleza porque solo tartamudeaba consignas.
Me traicionó un amante que me consideró una espía en nuestro núcleo precisamente
porque no cumplí plenamente las órdenes de la cúpula.
VALENTÍN
La política es un ejercicio de vasallaje.
CAYETANO
¡Este es bueno! Una novela de dioses y mártires
excomulgados. Una espantosa evolución de sujetos. El dramático rastreo de pueblos
que desconocen su verdadera causa.
VALENTÍN
O tal vez simplemente somos víctimas de las
causas.
SANTIAGO
Todos somos víctimas de algo o de alguien; no
hay nadie que pueda escapar a esos designios; no porque sean divinos sino porque
es la ley ineluctable de la vida y de los grupos gregarios; y el ser humano es gregario
por naturaleza.
VALENTÍN
Lo que no entendió el amante de Astrid es que
todos somos espías y por lo mismo nos traicionamos a cada segundo. Las consignas
de los grupúsculos radicales o reaccionarios funcionan de la misma forma; están
concebidas para lavar cerebros y evitar que los acólitos piensen, reflexionen, analicen
y critiquen. De ahí que en China o en la URSS e incluso en Cuba se hicieran los
autoexámenes donde el que se consideraba un traidor debía en cierta forma pedir
perdón; y ya discutimos el otro día que el perdón no existe. Y el que se negaba
a ello partía a una purga de donde era muy posible que no regresara nunca.
ASTRID
¿Todos somos traidores? ¿Entonces la redención
no existe?
VALENTÍN
Que no me vuelvan a acusar de cinismo, pero
no olvidemos que los ríos también se ahogan. ¿A cuántos metros reconocemos los espejismos?
La política puso fin a la eficacia de nuestra forma de identificar y resolver las
pruebas. La mecánica de nacionalismos cortó y pegó espejos instruidos en las fronteras
para revelar gracias que nunca se pudieron lograr. ¿Quién de nosotros rechazaría
una taza de té con el Sombrerero Loco? [Cayetano
apenas pudo contener la risa ante las declaraciones de Valentín.] Somos más
que traidores, Astrid. Somos los falsos iniciados de una realidad sospechosa donde,
por supuesto, la redención es un engaño. No sin un envidiable grado de lucidez,
Robert Charroux previó que en una sociedad
futura los sentidos posiblemente se atrofiarán cada vez más y serán reemplazados
por una organización protectora creada por el cerebro. Vivimos en una línea
de perversión que mató a la subjetividad. No nos reconocemos en el otro. Somos la
copia de ese otro que a su vez nos imita, ambos clasificados como fantasmas de una
humanidad despoblada.
CAYETANO
¿A alguien todavía le importa el elixir de la
inmortalidad?
VALENTÍN
Por eso el purgatorio o limbo de ese maldito
cubo no me engaña. No hay ningún pelotón esperándonos. Ya no sabremos lo que está
pasando afuera. Somos receptores de frecuencias canceladas. No se ha programado
ningún sistema para garantizar un nuevo código genético, por ejemplo.
ASTRID
¿Sin posibilidad de reencarnación?
VALENTÍN
La transferencia de estas luces espirituales
es algo que le da cierto encanto a lo imposible. Nos gobierna la memoria, pero esta
es parte del mecanismo cerebral. La muerte aniquila todo culto a la personalidad.
La electricidad que se libera seguramente encontrará otro capullo, pero esta transmigración
no implica vidas secuenciadas. Los vasos comunicantes actúan solo en la conciencia.
Sin memoria, el hombre se deshace de la duración de sus dones.
CAYETANO
Me parece estar escuchando a Georges Orwell,
lo que dices es lo que él escribió en 1984;
y ya para 1984 la realidad superaba a la ficción. ¿En qué año o siglo estamos? No
lo sabemos; y aun así Orwell sigue tan actual como a finales del siglo XX. Lo que
confirmaría que los seres humanos solo pertenecemos a un rebaño de ovejas obedientes;
a lo mejor seleccionadas genéticamente para evitar las descarriadas. En cierta forma
eso es lo que nos pasó a nosotros; Astrid es la prueba fehaciente de lo que afirmo;
de otra forma no se explicaría ni la traición de su amante ni la furia de la cúpula
que la condenó a este infierno
ASTRID
Siguen sin responder a mi pregunta; no la consideran
importante; y sin embargo, podría decirse que nosotros somos la reencarnación de
millones de peatones anónimos que deambulan por las calles de las ciudades de espanto
que la subjetividad, a la que hace alusión Valentín, creó en ese siglo XX que tan
bien describió Orwell. Si no fuese así hace tiempo que habríamos desaparecido; y
aquí seguimos, discutiendo sobre la trasmutación del alma y sobre la trampa del
libre albedrío.
VALENTÍN
¡Por fin dices algo coherente Astrid! El culto
a la verdad es la cara oculta de la falacia a la que estamos condenados.
SANTIAGO
¿Por qué no tenemos hambre? ¿Qué verdad se esconde
detrás de esta ausencia de sensación? Apuesto a que a cada uno de nosotros le gustaría
ser su propio maestro de justicia. La humanidad trata la verdad como si fuera un
paquete para quienes tocaron por primera vez el rostro de Dios. La verdad es un
premio. Esta es la aterradora conclusión de nuestras acciones. Los Rollos del Mar Muerto sacaron a la luz
otra versión de la verdad bíblica. Prueba ejemplar de que Dios siempre ha estado
inmensamente fascinado por las amenazas.
VALENTÍN
Vergüenza para todos los cuerpos que dependen
del espíritu.
SANTIAGO
Exactamente eso. A los ojos de esta doctrina,
todos somos criminales. El pecado es un monstruo desprovisto de humanidad. Dios
es la explicación de todas nuestras mentiras.
VALENTÍN
Por eso siempre he buscado la belleza y no la
verdad.
SANTIAGO
¿Alguna vez hemos pensado en lo distorsionadas
que están nuestras condenas? ¿Qué delitos cometemos realmente?
ASTRID
¿Es la belleza más importante que la verdad?
¿De qué belleza hablan? Al igual que la verdad la belleza es cultural e incluso
bastante subjetiva. Así traten de establecer modelos estéticos universales éstos
siempre encontrarán escollos, como las verdades absolutas; y por supuesto, variarán
rápidamente.
VALENTÍN
El mayor crimen que cometemos a diario es seguir
viviendo. A veces creo que el suicidio es la única forma de redimir penas; no importan
si son de índole religiosa, y por ende moral, o castigos impuestos por la sociedad;
como parece ser nuestro caso.
SANTIAGO
Y volvemos al meollo del asunto del que nunca
podremos escapar. ¿Cuáles son nuestros castigos? ¿Qué crímenes atroces cometimos
que ni siquiera tenemos la posibilidad de redimir las condenas; y por lo tanto,
seguimos encerrados en este apestoso cubo, aparentemente por toda la eternidad?
CAYETANO
Sin embargo, no podemos tomar ninguna decisión.
Estamos sometidos a estos reflejos en una espiral continua que no resuelven nada.
El mismo tiempo al que nos dedicamos a este juego de sombras no es más que una fantasía
de almas reveladas sin mayor gravedad. Como un generador de plasma olvidado en un
sarcófago egipcio. Belleza, verdad, culpa, perdón, solo pueden ser reminiscencias
de un futuro simulado. Estrictamente hablando, no somos más que un gran error, una
cadena rocosa construida como fuente de apariencias. La humanidad se ha convertido
en su propio trompe-l’oeil.
ASTRID
Como una esfera contorneada por las características
subjetivas de un contenido diseñado para no mostrar ninguna reacción. ¿Es este nuestro
verdadero castigo?
SANTIAGO
Estamos enterrados profundamente en nuestros
deseos. Quizás la mera idea del castigo sea una estafa. Simplemente fuimos olvidados
aquí en esa caja mortuoria. Seguramente vamos a desaparecer uno a uno, como sucedió
con ... ¿Cómo se llama?
VALENTÍN
Abelardo.
SANTIAGO
Pues bien. Hay una trampa relacionada con el
mecanismo del tiempo, que parece un olvido. De hecho, esto debe ser indiferencia.
La verdad es la indiferencia. Olvidar es belleza. Y somos las estatuas de sal de
ese deplorable hechizo. La sal preserva los cadáveres de la putrefacción; como momias
egipcias; solo que antes nos han desventrado. Ninguno de nosotros puede intuir con
certeza cuándo y cómo será aspirado por el sarcófago que lo espera desde hace milenios…
[Una lluvia de sal cae directamente sobre
Santiago y un hueco lo aspira sin que sus compañeros de celda se den cuenta de su
desaparición. La oscuridad enciende sus fuegos negros y el silencio envuelve cualquier
perspectiva del lenguaje.]
Escenario
oscuro. Una vez más la misma pieza de Edgar Varèse ejecutada por una sierra con
arco de violín y xilófono de agua. La luz aparece poco a poco, a medida que la música
desaparece, mostrando en el centro del escenario el mismo cubo de acrílico, donde
se encuentran solamente tres de los criminales condenados a muerte a la espera de
la fecha de su ejecución. Ya no están Abelardo y Santiago. Astrid está tendida en
el suelo. Cayetano está sentado a un lado del cubo. Valentín se pasea de un lado
a otro, inquieto.
VALENTÍN
Realmente estoy disgustado por esta falta de
fundamento que nos hace desaparecer. No me preocupa la suerte de Abelardo y Santiago,
sino que seamos eliminados sin ningún motivo aparente ni poder para reaccionar.
Al diablo con el destino. Lo que me irrita es este asombroso milagro del castigo:
bienaventurados los que ya no existen. Es como una secta religiosa, donde los paquetes
de sacrificios se venden sin que los necios fieles tengan derecho a conocer sus
motivos. Tendría la curiosidad de lanzarme a una realidad paralela. Quizás fuimos
secuestrados a otra aldea alienígena. O el privilegio de una metamorfosis. ¡Ah,
cómo quería ser nutria! Pero no hay nada de esto. Se abre una lágrima en la seda
del espacio y simplemente dejamos de ser. No es simplemente extraño, sino despreciable,
inaceptable.
CAYETANO
En este cubo infernal, donde los problemas metafísicos
no tienen cabida y donde el destino abandonó la escena, preguntarse por un personaje
más o por uno menos, poco importa. Hace mucho tiempo que dejé de interesarme por
la vida o por lo que Valentín llama desaparición. ¿Acaso no se dan cuenta que aquí
dentro no hay vida? En lo que a mí respecta solo vegeto; y ustedes, incluyendo a
Astrid La Pasionaria, existen solo en
mis peores pesadillas.
ASTRID
[Se incorpora
de un salto y no oculta su indignación.] Tu problema Cayetano es precisamente
que no le haces honor a tu nombre; rara vez hablas y cuando lo haces es para zaherir
con la peor de las sañas a quien tienes delante; en este caso a mí. No conozco el
crimen por el que te lanzaron al abismo ineluctable de este cubo; o al menos no
estoy segura que nos hayas dicho la verdad. Lo que si puedo decir es que mi crimen,
si así puede llamarse, es la búsqueda de la verdad y la denuncia del oprobio. Si,
puedes reírte todo lo que quieras; al menos delante de mí tengo barricadas que aunque
invencibles son reales. Solo que las revoluciones rara vez funcionan; y cuando lo
hacen solo privilegian a una parte ínfima de la sociedad. En mi caso terminé en
este agujero negro donde sabandijas como tú vegetan y apestan. Lo reconozco, soy
una perdedora; pero al menos intenté batirme a duelo contra el destino; algo que
tú jamás harías.
VALENTÍN
Yo también creo en esta posibilidad, Cayetano,
de que somos la pesadilla de los demás. Quizás no estaríamos cada uno en su propio
cubo, aislados de todo, sufriendo los efectos de alguna droga inoculada y controlados
por la mirada de un equipo de malvados bastardos. Cada personaje delirante – este
es un caso en el que la creación es pura ilusión – representa una etapa en el laberinto
de nuestro inconsciente. Los que son eliminados deben expresar la imposibilidad
de encontrar una solución a nuestros aspectos depresivos. Quizás esto explique el
hecho de que este cubo está completamente vacío por dentro. Ningún lugar para sentarse
o incluso ese agujero de desperdicio característico de las celdas de una prisión.
No hay lavabo ni espejo. E incluso las paredes dan la impresión de que no hay nada
ahí fuera. Una cosa es cierta: nos vigilan. No hay otra explicación. Queda por ver
si somos conejillos de indias de un sueño o de un plan de vigilia.
CAYETANO
Ah! Astrid, soy un soñador. Las palabras de
Valentín me dan una mezcla de alegría y preocupación. De hecho, me asustan. Porque
siempre he valorado la integridad de mi cerebro. Planeo mis crímenes con rigor poético.
Nunca elegiría a mis víctimas al azar ni me permitiría una especie de apasionada
falta de control que me llevara a matar a alguien. No sé cómo me juzgarás, Astrid,
porque reconozco la seriedad de tu causa; mientras que yo me considero sólo un artista
del crimen. Ciertamente, el mundo nunca estará dispuesto a aceptar mi poética. Me
gusta llamar así a mi inclinación hacia el perfeccionismo. Vivimos bajo la terrible
sombra de la hipocresía. Los valores humanos son tan circunstanciales que una misma
persona puede actuar bajo diferentes prismas en el mismo día. Por eso, las palabras
de Valentín me persiguen, porque según entiendo la situación que él evoca, me lleva
a tenerlos como mis otros yo, en una constancia de conflictos que pueden eliminar
este sueño mío.
ASTRID
No sé si valorar tus palabras o temerles; pero
al menos tienes la valentía de bajar la espada. Lo que si creo es que te das muchas
ínfulas cuando hablas de tus crímenes como actos poéticos. Si así lo fueran no estarías
aquí encerrado desde hace no sé cuánto tiempo. Los crímenes poéticos, si es que
algo así existe, son perfectos; y tú estás condenado a la desaparición y al olvido
total. Estoy segura que ni siquiera tú mismo te acuerdas de los asesinatos cometidos.
Y esa es la peor de las condenas.
VALENTÍN
Astrid, cada cual tiene la posibilidad de construir
su propio abismo; y el de Cayetano tiene la profundidad de la desmemoria; ¿para
qué recordárselo? Ni siquiera sabemos si en el próximo segundo podremos contemplarnos
y zaherirnos los unos a los otros. Te gusta el vuelo de los buitres; por eso planeas
en círculos hasta que desciendes y das el zarpazo. ¡Vaya revolucionaria!
CAYETANO
Ciertamente estoy de acuerdo con Valentín. Y
siempre pensé en el olvido como un regalo. El olvido nos libera de los arrepentimientos
y las astucias del ego. No son pocos los poetas que no recuerdan sus poemas. Y hay
un crimen más flagrante contra las letras que contra la sangre. Sin embargo, no
se sabe de un mal escritor que haya sido detenido por la baja calidad de su trabajo.
Los crímenes también son una expresión de fraude existencial. En general, condenamos
lo que nos molesta. Cuando una obra arquitectónica se derrumba, muy raramente se
detiene a su ingeniero calculador. Por no hablar de los delitos políticos, las catástrofes
ambientales y los amores traicionados. Sostengo que una sociedad debería revisar
las brechas creadas entre la ley y la justicia.
VALENTÍN
Pero, ¿de qué diablos sirve ahora que defiendas
algo? ¿Crees que alguna vez saldremos de aquí?
CAYETANO
No, no es eso. Lo que pensamos no debe limitarse
a un universo pragmático. Nuestras ideas no siempre son susceptibles de realización.
Mira la utopía incondicional de Astrid. Yo mismo planeé muchos crímenes que no pude
cometer. Y también hay planes frustrados. Con tanta gestión de los sobornos, nuestras
sociedades –si podemos llamarlas nuestras– son un punto de apoyo preciso de lo imposible.
Por supuesto que no nos iremos de aquí, mi querido enano. O nos iremos como ya se
fueron Abelardo y Santiago. Seremos drenados por una de las bocas de alcantarilla
de la realidad. En la medida en que este cubo puede verse como una realidad. Pero
bueno, me pregunto cuántos proyectos de embalsamamiento para tus muñecas quedaron
en el cajón, por la imposibilidad de materializarse.
ASTRID
La reflexión de Valentín es bastante aguda.
Lastimosamente vivimos en una época donde hacemos del historicismo el ojo de todas
nuestras pesquisas; y sin embargo, vivimos en el olvido perenne. La catástrofe de
ayer se olvida por la que vivimos hoy y así…, ad infinitum… Además, una gran parte de la población humana vive por
fuera de ese historicismo; solo recuerdan su propia cosmogonía y con eso es más
que suficiente. Los malos poetas a veces son más recordados que los buenos; estos
últimos ni siquiera circulan en las manos de lectores. Y así podría seguir enumerando
la imposibildiad del ser humano de dejar una huella; sobre todo una que sea válida
para que los que viene detrás no se pierdan en el camino.
CAYETANO
Bueno…, no creo en tanto pesimismo; pienso,
por ejemplo en la Novena Sinfonía de Beethoven
o en el Bolero de Ravel o en Miguel Ángel
o en Shakespeare y me doy cuenta que no todo está perdido.
VALENTÍN
Pero no se trata de perderse o no. El punto
central es que vivimos ante esta imposibilidad: la perpetuidad de lo que somos.
Se nos hace creer que esta perpetuidad es el resultado de la competencia. Y que
hay un juez supremo de nuestras ideas y nuestras acciones. Quizá, como una forma
secreta de resistencia, y de ahí proviene la disensión entre idea y acto. Por supuesto,
el riesgo de una esquizofrenia generalizada era inevitable, lo que acabó alimentando
tanto el emporio de las religiones como la plusvalía de la industria farmacéutica.
CAYETANO
¿No le das importancia a todas las grandes obras
artísticas de la humanidad?
VALENTÍN
Como espectador de ellas, sí. Sin embargo, hay
dos cosas que no puedo dejar de considerar: las grandes obras del pasado solo confirman
que estamos empobreciendo nuestro espíritu; o de lo contrario se nos conduce a una
nostalgia corrosiva, que no nos permite ver que las obras del presente también son
igualmente valiosas. Mis muñecas, por ejemplo, tengo la misma consideración por
todas ellas. No creo que una sea mejor que la otra. Pero está claro que para que
esta perspectiva me sirva, debo mantener siempre renovado mi sentido crítico. Elegir
las chicas que se rellenarán bien; mejorar siempre las técnicas utilizadas; etc.
De lo contrario, seré derrotado por una falsa ambición de eternidad. [Al final de esta frase, Valentín continuó gesticulando
y hablando, sin poder oír su voz. Astrid y Cayetano lo miraron asombrados, indecisos
sobre lo que debían hacer. Sin embargo, todo fue muy rápido. El cuerpo de Valentín
se desintegró, como si lo trasladaran a otro lugar. Pronto desapareció por completo
y la oscuridad se apoderó de la escena.]
Escenario
oscuro. La misma pieza de Edgar Varèse es ejecutada por la misma sierra con arco
de violín y el xilófono de agua. La luz aparece poco a poco, a medida que la música
desaparece, mostrando en el centro del escenario el mismo cubo de acrílico, donde
se encuentran solamente dos de los criminales condenados a muerte a la espera de
la fecha de su ejecución. Ya no están ni Abelardo ni Santiago ni Valentín. Astrid
y Cayetano están sentados en el suelo, de espaldas al público.
ASTRID
Ahora sabemos que uno de nosotros será el próximo
en desaparecer, y temo por la solitaria agonía de quién será el último.
CAYETANO
Antes decías que no tenías miedo a la muerte
o a la desaparición; ¿y ahora comienzas a imaginar un final agobiado por la soledad?
¿De cuándo acá hemos vivido sin ella? Podemos ser gregarios, podemos vivir en este
cubo con alguien más –como es nuestro caso–; y sin embargo, la soledad está ahí.
En lo que a mí respecta es mi única compañía no necesito a nadie más. Lo que si
necesito es silencio, y tú hablas demasiado.
ASTRID
Hemos vivido aquí posiblemente desde hace centurias
¿y todavía me reprochas mi existencia? En cierta forma el que tiene miedo eres tú;
eres incapaz de soportar la presencia de otro ser humano; tal vez porque tus crímenes
son tan atroces que prefieres que nadie te mire a los ojos. ¿O acaso todavía crees
en la redención? Si es así eres aún más ingenuo de lo que creía. Y la naïveté se paga muy caro en este abismo en
el que vegetamos. [Un silencio incómodo se
apodera de ese momento. Pronto aparece un rasguño de forma circular en el suelo,
cuyo contenido se tiñe de negro. Astrid es la primera en notar lo que parece ser
un agujero.] Mira esto. ¿Tan pronto llegó el momento de uno de nosotros?
CAYETANO
No creo. Debe haber otra razón para este agujero.
De hecho, ¿es realmente un agujero? [Cayetano
sube en el agujero y no pasa nada.] Es sólo una farsa, un agujero falso.
ASTRID
Quizás este cubo también sea solo una apariencia.
Después de todo, ninguno de nosotros ha tocado sus paredes. [Astrid, al decir esto, toca una de las paredes
del cubo.] Es muy sólido, no es mentira. Estamos realmente atrapados aquí.
CAYETANO
Este agujero sin vida debe ser pura provocación.
ASTRID
O tal vez algo que nos advierta que deberíamos
hacer un mejor uso de nuestro tiempo. Quizás deberíamos situar mejor nuestros miedos.
¿Quieres empezar?
CAYETANO
No sé porqué hablas de miedo; al menos no lo
hagas en plural. La solidez de las paredes de este cubo solo existen en las pesadillas
y nuestras vidas son eso, solo pesadillas. Es muy posible que tú no existas y que
seas solo un monstruo que yo mismo engendré en las largas noches de insomnio; así
puedo imaginar a cada instante los vejámenes y torturas que puedo inferirte; también
me regodeo con diversas formas de asesinarte; y a decir verdad, son infinitas.
ASTRID
Vaya… vaya… vaya… Cito:– El sueño de la razón produce monstruos; ¿ahora,
cuándo ya tienes un pie en la otra dimensión, haces alusión de Goya? Jamás oculto
que el miedo forma parte de mi devenir.
Sin miedo no sería nada. El miedo me mantiene en alerta; tal vez por eso nunca has
podido ni torturarme ni menos asesinarme. Erámos cinco prisioneros, cuatro hombres
y yo, que soy mujer. Incluso es muy posible que desaparezcas antes que yo. Al menos
la estadística así parece confirmarlo.
CAYETANO
De hecho, nunca pensé en ninguno de nosotros
como cuatro hombres y una mujer. Tan pronto como llegué aquí me di cuenta de que
tal vez somos parte de un contrato, o una estrategia para cambiar la órbita de la
realidad. Quizás seamos una y la misma persona, desfigurados por transmutaciones
de diferentes dimensiones. ¿De qué otra manera podemos aceptar la falta de memoria
de cómo terminamos aquí? Y de la forma en que nos iban eliminando, uno a uno, ¿qué
fuerzas eléctricas justificarían esto? No sabemos si Abelardo y los otros dos, cuyos
nombres ya no recuerdo, fueron asesinados o no. De hecho, ni siquiera sabemos si
existieron.
ASTRID
Estas dudas también son válidas para nosotros.
¿Alguien está traficando con nuestros recuerdos o somos solo una hipótesis incomprensible
de transmigración de almas? Ahora que solo somos nosotros dos, ¿qué somos? O más
bien: ¿somos dos o somos uno solo que proyecta una expansión de sus angustias paralelas
sobre el otro, que de otro modo no sería capaz de distinguirlas? Y el hecho de que
esta misteriosa morada que pensamos que es una prisión esté herméticamente cerrada,
de imposible comunicación entre interior y exterior, ¿no te asusta? Yo tengo pánico,
especialmente cuando pienso que en cualquier momento – y como los momentos son confusos
nunca sabremos si ayer o mañana – puedo quedarme aquí verdaderamente sola.
CAYETANO
Esa es tu condena, ¿o es la mía? Tener que soportar
tu miedo debe ser como soportar mis dudas. En todo caso lo único seguro es que vivimos
en una entelequia; tú no sabes si yo existo y para mí tú solo existes en la medida
en que yo te imagino. Y como a veces ni siquiera pienso en ti, así estés al frente
mío, pues simple y llanamente dejas de existir. En eso Platón sigue siendo un filósofo
necesario y contemporáneo.
ASTRID
Todo esa verborrea con la que deseas parecer
como culto, refinado y profundo solo es para esconderte de tus propios miedos. La
prueba es que antes casi no hablabas; y ahora, cuando los otros compañeros se han
volatilizado, no dejas de parlotear como una lora mojada. ¡Eres patético! ¡Qué lastima
me das!
CAYETANO
Ahora finalmente entiendo lo que está pasando.
Estás articulando una distracción en el funcionamiento de esa maldita caja, de modo
que yo soy el próximo en ser eliminado. Tanto es así que mientras hablo ya siento
que me desvanezco, incluso en ausencia de espejos me veo perdiendo forma. No tendrás
protección en tu soledad. No encontrarás refugio en tus sueños porque no podrás
dormir. No descifrarás los enigmas de tu locura porque ya no habrá simultaneidad
de abismos. Tendrás el final más grosero y ni siquiera te darás cuenta de ello.
Cuando desaparezca por completo, ya no existirás.
ASTRID
Para eso te vas de una vez, porque prefiero
enfrentar el vacío que seguir a tu lado. ¡Al diablo con usted! [La última frase fue gritada en la oscuridad.]
Escenario
oscuro. Escuchamos la misma pieza de Edgar Varèse, pero esta vez ejecutada solamente
por la sierra con arco de violín. Cuando se enciende la luz, encontramos el cuerpo
desnudo de Astrid tirado en el suelo. La música se detiene y ella se sienta, tapándose
la cara con las manos.
ASTRID
Tengo miedo de abrir los ojos y encontrarme rodeada de fantasmas. Estas sombras silenciosas que se alimentan de nuestro miedo. El recuerdo está lleno de fantasmas. Las experiencias insatisfactorias, las farsas oníricas, las frustraciones de la vigilia. De repente aparecen las siluetas de mundos paralelos, la desfiguración de nuestras ansiedades y conflictos. Busco un patrón, el trazo de un guion de esta existencia que nos masacra. No creo que la secuencia de anulaciones de los delincuentes con los que compartí este cubo fuera el patrón que pudiera apuntar a una lógica aceptable. Quizás las variaciones de la música que regía cada ciclo. Quizás la forma en que mi memoria se ha reducido a la que soy y no estoy seguro de quién podría ser. Si me quedaba ser la última, podría ser la bandera de un castigo previamente señalado, o un reflejo de la anarquía que caracterizó mi vida, hasta el punto de que la sociedad me consideraba una criminal. Debería reírme ahora. Recuerdo a otros cautiverios, compartidos con cómplices de viajes, que siempre fueron demasiado serios, mientras yo sostenía que la anarquía no podía existir sin una intensa dosis de humor. El mundo que pretendemos destronar, destrozar su prescripción de valores morales, su cartilla de renuncias, este mundo, incluso antes que lamentable, es risible, y la mera necesidad de una ruptura anarquista es un hecho ridículo. Y que sea yo – cualquiera lo pensaría – la persona indicada para sembrar este lío, es motivo suficiente para reír. [Poco a poco ella se eleva y se mueve de un lado para el otro, con la mirada perdida y el miedo estremeciendo sus manos.] El abismo es, posiblemente, la fuerza más poderosa que existe en el universo; es él el creador y el destructor; por eso nos atrae como si fuese un imán enorme que gravita en el centro de la tierra. Sus dedos, largos y callosos, mueven los hilos de los que pende cada uno de nosotros. Sé que mi hora final está aquí, a mi lado, solo le bastará mirarme a los ojos por una milésima de segundo para que el imán me absorba sin dejar rastro. ¿Qué quedará de mí? Nada, ni siquiera el recuerdo de mi monumental fracaso. Ya no hay testigos, ni fotos, ni videos que den cuenta de mi paso por el mundo o por este cubo que absorbió la parte más larga de mi efímera existencia. El olvido es un rey que da jaque mate a la reina; y yo ni siquiera alcancé a ser peón. En cualquier caso, aún persiste la pregunta de cuánto pude haber estado en estos vacíos de existencia en los que nos perdimos. Este espacio, que supuestamente habito, es un reflejo de lo absurdo, y tal vez es él quien me habita, tal vez soy el hogar de ese vacío. Una forma extraña de estar en el mundo. Miro mi cuerpo y trato de recordar mi rostro. Siempre pensé que los espejos son una especie de contaminación del alma, un veneno que desfigura lo íntimo. Y ahora tengo que recurrir a la memoria o la imaginación para revelar mis rasgos. [Se toca la cara con las manos.] Tengo miedo de descubrir que no tiene sentido saber quién soy. Incluso el significado de estar aquí, aislada de todo, ¿de qué me servirá saberlo? Soy Narciza y cuando le di la espalda a mi propio eco en mis puños crecieron cadenas infinitas que me impiden avanzar; en cierta forma son una gruta cuyo silencio hace aun más infernal la soledad en la que me hundo inexorablemente. Y si no me he tirado a las aguas es porque en este averno no existen y mi memoria es incapaz de recordarlas en su justa medida. La soledad me ahoga, me impide respirar, y cuando creo que ya llegó el final, la última hora, un aliento surge de las entrañas de la cavidad toráxica que me impide hundirme en la nada; segundos después la tortura comienza de nuevo. Vegeto en mi propia inmundicia, me arrastro cual reptil condenado a vivir en el pavor. [Sigue caminando de lado a lado de la caja, cuando, de repente, la luz comienza a apagarse, como si estuviera a punto de arder.] ¿Qué es eso? ¿Es este el primer signo de la realidad, la existencia de una luz, aunque solo la noté en sus últimos momentos? ¿Qué muerte nos aguarda, la mía o la de la luz? Tarde o temprano cada cosa mira la cara de su revés. La mirada llena de baches de esa luna fallida ahora me recuerda que esta ausencia de todo lo que me encuentro un día estaría llena de algo, como alguien que se da vuelta y finalmente descubre cosas inimaginables. Pero, ¿qué descubriré ahora, cuando es más probable que ya esté muerta? [La luz se apaga por completo y luego aparece un hilo de luz móvil sobre la cabeza de Astrid, que la acompaña a donde quiera que camine dentro del cubo.] A lo mejor hace decenios que estoy muerta y nunca lo acepté. De otra forma, ¿cómo entender que vegete en este cubo sin comer, sin beber, sin un WC, sin una ducha? ¿Cómo entender la presencia fantasmal de los cuatro condenados a muerte con lo que compartí este espacio miserable y a los que me unía el desespero y la infamia? Aun así debo reconocer que ese legado deja improntas e incluso enseñanzas. Sólo que no siempre lo que aprendemos es lo que soñábamos en la juventud. La realidad es un juego de espejos infinitos en el que nos extraviamos como si fuese un laberinto; solo que en este caso no hay Ariadnas que auxilien con hilos ni Dédalos que construyan alas para salir volando. Ni siquiera hay una sombra. Incluso con esa luz que desciende de un techo imaginario, que me persigue como un animal hambriento. No hay sombra. Solo puedo imaginar la proyección de mi cuerpo en el mundo. Y como no veo mis ojos, tampoco puedo ver lo que está pasando dentro de mí. La verdadera anarquía debe ser esa confianza ciega en la imaginación. Sin parámetros, brújula, historia. Con cada paso se forma un nuevo abismo y nos sumergimos en él como si nada pudiera alcanzarnos. La oscuridad es una obsesión que no conoce la anarquía. El caos es la pluma con la que escribimos nuestras vidas. La anarquía, por otro lado, es la verdadera fuente de lo inesperado, lo indescifrable. De nada sirve saber el nombre de las cosas. El origen de cada ser es una ilusión atribuida a nuestra fragilidad emocional. [Mientras Astrid habla, el hilo de luz se reduce a casi nada, hasta que desaparece por completo, dejando la escena completamente a oscuras. En silencio, por un momento. Se escucha un grito de alegría.] Ah, esa luz ya no me ciega. Ese abismo ya no me traga. Solo he entrado en el túnel que carece de camino de retorno, la luz conduce mis pasos al fondo de su boca, no camino, no salto, no bailo; y sin embargo, me muevo con gran facilidad, como si tuviese alas en mis tobillos; a lo mejor es Dédalo que las puso sin que yo me diera cuenta. [Un segundo de silencio.] La oscuridad ya no me domina. No necesito fantasmas ni utopías. Estoy lleno en esta absoluta ausencia de todo. ¿Viva? ¿Muerto? No importa. Un día todos aprenderemos a ser solo eso. Nada. [El escenario permanece a oscuras, las cortinas se cierran. Fin del quinto y último acto.]
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 173 | junho de 2021
Artista convidada: Louise Bourgeois (França, 1911-2010)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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