terça-feira, 21 de setembro de 2021

CECILIA CASTRO LEE | Caleidoscopio poético, la poesía de Carlos Vásquez-Zawadzki

 


En la presente antología, el poeta colombiano Carlos Vásquez-Zawadzki incluye selecciones de sus diez y ocho libros de poesía en una escritura ininterrumpida de cuarenta y seis años (1969-2015). Se inicia como poeta en la dimensión sugerida por la poesía francesa de Mallarmé, Rousel, Ponge, Blanchot, Arnaud y Bataille. En su juventud reside en Toulouse y lleva a cabo estudios de Maestría y Doctorado en literatura y lingüística. Es en esta “ciudad rosada” donde comienza su creación poética bilingüe. Acoge asimismo los grandes aportes dentro de la tradición latinoamericana de Darío, Vallejo, Borges, Cortázar. En Colombia es heredero a distancia de los Nadaístas y de los poetas consagrados en torno a la Revista Mito. Es contemporáneo del grupo conocido como “La generación desencantada del Golpe de Dados” de los años 70, llamada así por el descontento ante las realidades político-sociales de Colombia bajo el gobierno del Frente Nacional. Su voz poética, sin embargo, es única, en continua búsqueda y construcción de lenguajes, re-significaciones, ritmos, estructuras rebozando en afirmación vital: “In terram, aquí me atrinchero / sediento de guerras blancas” (“Violencia sabia”).

Entra en su madurez poética con interrogantes, desafíos y rupturas para hallar su propia voz, reinventándose y reinventando la escritura literaria. En el poema, “Devenir, llegar a un punto blanco” nos da atisbos de esta búsqueda, “llegar a un punto de lectura y escritura sobre la Página / del cuerpo nuevo: deseado / soñado / delirado.” Deseo, sueño, delirio marcan como un leitmotif su quehacer de poeta. En el mismo poema se define: “(Yo soy un iconoclasta, una piel rota, un abismo pasional)”. En Nietzsche encuentra el poeta ideas afines a su búsqueda. Así cita al filósofo en el epígrafe a su poema: “Rótulos”: “Me parece importante desembarazarse de todo, de la Unidad…Es necesario desmigajar el Universo, perder el respeto del todo” (Alfabetos). El poeta se adentra así en la escritura abismal en caída de profundidad abriéndose hacia la otredad, reflejos, duplicaciones y desdoblamientos. Su poesía sugiere la imagen de un caleidoscopio cambiante, multidimensional, lleno de cromatismo, luces o escritos que se abren, se cierran y se borran.

Como poeta busca aperturas, textos abiertos a lecturas plurales “para cerrarse a la ideología de una sola lectura”. Según Umberto Eco, “La apertura de una obra de arte es la condición cabal del goce estético, luego, cada forma cuyo valor estético sea capaz de producir tal goce es, por definición, abierta”. La poesía de Carlos Vásquez ofrece un rico sistema de signos y símbolos, una adaptación de mitos universales, teorías estéticas y lingüísticas, contextos e intertextos. Su decir poético se instala en lo sensorial, lo imaginativo y lo intelectual. “Siempre / ampliar la página / fabricarla, inscribirla en un INTERSTICIO, / cortar el espejo y reflejar una sombra ciega, / escribir en el abismo / MIENTRAS dura la caída, / antes de romperse el CUERPO o espacio del signo.” (“Siempre”).

El poeta Carlos Vásquez es un intelectual erudito, investigador y teórico de la literatura. En su poesía se abre a un diálogo con la poesía universal y los grandes pensadores de todos los tiempos logrando iluminar a sus lectores más allá de su propia creación. Manos laboriosas las del poeta Vásquez con las cuales crea un mundo poético discurriendo el velo de lo real para dar paso a visiones de otras dimensiones salpicadas de ironía, paradojas e imágenes ambiguas, silencios y borraduras. El poema se hace autorreflexivo y se interroga por el por qué y el para qué de su propia escritura. Su decir poético se enriquece con la imagen sensorial llameante, de soles abrasadores y fuentes refrescantes junto con la metáfora sabia y sugerente cargada de lirismo y el concepto intrincado, a veces hermético, de su decir poético. Igual que Nietzsche, su arte descansa en un “decir sí a la vida en todo lo que a ella le concierne.” Su poética se resume en una gozosa danza de vida con rechazo a toda forma de opresión y ajena a totalidades.

La mayoría de los libros de Plumadas explora primordialmente el lenguaje del cuerpo y el cuerpo del lenguaje. Poesía amatoria y metapoesía se funden en múltiples variantes. “¿cómo la misma página blanca –aquí su cuerpo y lenguaje—es la cosa misma, mi placer?” (Alfabetos) (“tu cuerpo amado es blanco poema / de algarabías, borraduras y silencios” (Amares). “(¡salut ma ville rose de Toulouse!) / Cada palabra es sabor de piel / y lluvia y renacimiento alborozado / cítara y cantos de juglares”. Cuerpo, lenguaje y deseo se concretizan en la amada: “Sí, escribiré toda utopía del placer: / biografía del deseo de tu cuerpo. / Así regresemos a los signos blancos…” (Eróticas). “Ábrese / la noche en la página / ella escribe el Amor” (Diario para Beatriz). “Tu parles de ton corps, mais ton corps / est déjà mon langage, tu es autrui / et moi même… » (Un présent désiré). “Amor y poesía,” lo afirma Bataille, “provienen de una misma fuente que es la capacidad humana de erotismo” y Octavio Paz afirma que los poetas latinoamericanos de la postmodernidad buscan más una erótica que una poética” (Cobo Borda).

En el ciclo poético que incluye Diario para Beatriz (1989-1993), La oreja erótica de van Gogh (1981-1999) y Tercer laberinto (2000) encontramos poesía del deseo de la mano de un Eros vivificador, molde en el cual los amantes se ajustan gozosos y proclaman un Arte de vivir en el amor y por el amor. Eros como fuerza motriz y afirmación resuelta de la voluntad de vivir constituye el tema, motivo y razón de ser de estos poemarios con ricas y marcadas variaciones temáticas y diferencias conceptuales. Si la entrega en el amor es jubilosa en un juego erótico abierto a infinitas posibilidades, asimismo la escritura que la atestigua rompe patrones, se desembaraza en plena libertad y deviene una forma amada y deseada.

La palabra es la piel del poema transformada en caricia fecunda, afirma el poeta: “La palabra brota húmeda / corporizada, deseada / en la fecundidad de la caricia / despojada de nombres / generosa y sin límites: / libre caricia que desliza sin caídas ni vacíos / hacia la redondez de la noche siempre / recomenzada… corporizada, deseada, la palabra nace en la caricia” (Diario para Beatriz). En este poemario se combina el verso libre y el poema en prosa minucioso, evocador y sugestivo rico en imágenes plásticas y símbolos eróticos, con una temática de encuentros y desencuentros en mares metafóricos del amor y la escritura. El yo poético invita a una renovación en el amor, a un renacer a una Vida Nuova en el amor. La pareja entra en el arrobo y delirio del juego erótico como caída abismal.

La oreja erótica de Van Gogh sugiere un signo, fragmento y metáfora de pérdidas, desplazamientos, desprendimientos, de los cuales es símbolo la oreja cortada del pintor de Arles. Del poema en prosa se pasa a un decantamiento estilístico a una geometría que espacializa la escritura. El verso se disminuye y adelgaza, el nombre sustantivo cobra relevancia en un anhelo de desnudez y búsqueda de esencias. El silencio, paradójicamente, conduce a la plenitud: “¡Escribo / El / Silencio / Como / La / Redondez / De / Un / Seno!”.

El amor como desplazamiento es un “viaje deseoso” que le ofrece al poeta variaciones temáticas del deseo. "ES UN RELATO, un viaje deseoso /  hacia los espejos de tu cuerpo, / sin regreso, / Amor, / y sin salir del Puerto." (71). “El viaje hacia los espejos de tu cuerpo,” donde el amante se refleja, es un viaje reconcentrado, lo cual crea una dinámica anunciada en el epígrafe: “O se regresa de uno mismo a uno mismo” de un verso de Octavio Paz. Se reitera el tema del despojo del ser en favor del otro, de la renuncia del Yo para que el otro sea en el amor, en posesión del presente y hacia “la noche del placer seguro” en comunión amorosa: “encerrados en la uva madura del tiempo”. En el poema, “Te encuentro, amor,” el verso se agiganta y el cuerpo del poema se extiende en forma abarcadora en íntimo regocijo. Se llega a un clímax: “Te encuentro, amor, en el agua dulce / de tu piel; / tú eres garganta y sed”. “Luego todo queda atrás como la sal de las míticas estatuas” y se retorna al placer del silencio compartido: “Estamos en el silencio que nos otorga el otro.”

Íntimamente ligado al universo erótico creado por el poeta, surge en ambos poemarios la crítica a los mecanismos de socialización que comprometen y deningnan el cuerpo, al discurso patriarcal jerarquizante y subyugador y a los mitos heredados de la tradición.

Tercer laberinto es un tríptico con los títulos NOSOTROS, ELLA, EL. Lo componen treinta y dos dísticos en cada sección. El rigor y formalización de este poemario contrastan con el dinamismo y fluidez del contenido de la pasión amorosa. Encontramos torrentes declarativos, remansos líricos, intimidades bajo el poder de Eros. Para esta antología, el poeta ha incluido la parte titulada ELLA, la amada de su imaginario y a ella se dirige en la forma gramatical del tú. ELLA es el TÚ que el YO del amante atestigua amorosamente en un lenguaje que mezcla lo exquisito con lo cotidiano y que cumple la doble tarea de comunicación y encantamiento. Desde el poema inicial de esta selección se entra en un intimismo que irradia alegría, apertura y novedad. El elemento lúdico se apodera del yo deseante femenino. Ella en su devaneo y entrega se sabe libre para expresar su sexualidad en un juego sin jerarquías. Sabe que se re-crea a sí misma en el amor: “Te haces autónoma por mis senderos nuevos / y antiguos en la creación de tu libertad.” El poeta concibe así a la mujer sujeto actante, dueña de su propio deseo. Como un manifiesto iconoclasta la pareja se afianza en su libertad: “descentramos centurias coloniales, poderes / y saberes absolutos, en el ser nuestro de cada día.” El rigor de esta composición revela cuanto se exige el poeta y demuestra la conciencia y dominio de su arte.

Sol partido en la naranja (1991-2003) y Tiresias y su cayado y otros poemas (1994-2003) constituyen dos joyas poéticas que se centran en nuevas obsesiones líricas de poeta. El primero es un tributo al Sol, dios de los antiguos, vivificador de la humanidad, abrazo celeste, símbolo de vida. El segundo se instala en la realidad humana y el impacto del saber. El ser, el tiempo, la historia y el mito se ensartan en estas perlas poéticas para otorgar una visión cósmica y humana de nuestro existir.

El sol es mirado, buscado, creado desde sus elementos más íntimos y firmes. Se refleja, se remantiza, en la naranja, en la luz, en el fuego, en el infierno, en el calor abrasador. El sol se convierte a sí mismo en un polo que atrae y que refracta el mundo para acariciarlo, calentarlo… Al acercarnos a él nos acercamos al cosmos, y su fuerza de vida… Igualmente este astro mayor nos lleva por los recovecos del cuerpo humano, del cuerpo de la tierra… nos descubre vibraciones ignotas y a las posibilidades del amor, del juego erótico, de la vida que claman nuestras venas” (Carmiña Navias Velasco, antecubierta del poemario).

Este sentido canto a la vida se inicia con la caída de la luz sobre el universo, sobre la página en blanco y el cuerpo de la amada:

 

La luz esculpe

como cincelar gota de agua

sobre la piedra sideral:

talla mágica

la página blanca

con el filo del lenguaje desconocido

hiere superficies

corta venas de espacio

cae

cae

cae en extensión

aquí y siempre vertical

líquida

– sin evangelios de lenguas de fuego-

descifrando signos y libros ocultos

revelando como cera encendida

 

Después de una exaltada meditación y mirada agradecida al Sol, el poemario culmina con dos poemas en prosa con los títulos “Letras de Fuego I y II. El poeta contempla al fuego robado por los hombres y su impacto en el proceso civilizador. Hace un tributo al genio humano actuando en todas las latitudes incluyendo nuestras razas indígenas y mestizas. Convertido en palabra poética, el fuego se halla en las manos de la amada que incineran alfabetos y aportan la caricia al mundo. “Aquí las manos hacen frotar estos signos amados y producen el fuego robado de occidente”… ¡Ah! Espectáculo de líquido fuego leído y escrito, pira del alfabeto, cenizas dispersas en el viento en espiral de la memoria. Pirómano escritor en mi propia Biblioteca de Alejandría”.

Por su carácter de poesía epistolar, el poemario Tiresias y su cayado y otros poemas (1994-2003) intenta comunicación a varios niveles; el poeta y su lector, el poeta en diálogo con el otro a través de la dedicatoria de cada carta, las epígrafes y el diálogo entre poeta, el lector y el dedicatario y los poetas de otras culturas y lenguas en una hermenéutica que se inicia con el tema del saber. El conocimiento del ciego Tiresias quien recorre el mundo antiguo, se entra en los clásicos, pervive en la memoria de la historia y nos adentra en el milenio. Pero ¿cuál es el saber de Tiresias? ¿Es de visiones, oráculos, mitos, perversidades, juegos, logos, muertes, epifanías? ¿Para qué el saber? El poeta concluye “Es terrible saber, cuando de nada sirve el saber a quien lo posee”. En “Carta al fluir del ser,” el poeta examina el ser: soy y somos– ante el tiempo. El agua es la imagen que facilita el devenir del ser humano en el tiempo. “Carta del agua corriente” define al ser y su existencia como “caída libre y fuerza abismal / ante espejos incendiados” (118). Aborda el tema de la historia y la formación de la cultura en “Carta a la Ciudad letrada amurallada.” Compadece el sufrimiento del negro y lo enaltece en “Carta al Poeta negro del Pacífico.” “Carta de Naufragios” sugiere un recorrido por avatares de la historia, que a la postre son “palimpsestos de páginas blancas”.

El poema, “Carta al don gratuito” es un poema de los dones que se nos ofrecen en forma de epifanías, cruces de caminos, delirios ciertos, intuiciones, límites. Es decir la vida misma de todos los mortales, sus encuentros y desencuentros:

 

   Dones son silabarios de agua

y fuego lento

 Dones son peldaños de carne

y preguntas abiertas

Dones son revisitaciones

 y epifanías irisadas.

 

El poemario incluye cartas a Federico García Lorca, Emily Dickinson y Cavafis. También habrá una carta “A la desnudez del poema” y una “Carta blanca al Nuevo Milenio.” En las cartas hay ironía, humor, pasión y un entrañable aprecio por la criatura humana.

Rotaciones (2003-2004): Es un poemario de poemas concisos que tratan del amor, el tiempo y la memoria. “Abre esa ventana dolorosa / y escapa al encuentro del bullicio / y nombres esculpidos en la memoria”. De singular importancia es el poema épico dedicado a Stanislaw Zawadzki, ancestro polaco del poeta, pionero y peregrino en tierra colombiana. El poema traza la encrucijada de la historia de Polonia y la pérdida de libertad. El inmigrante se adentra hasta el sur occidente del país. Ambiciona la libertad a todo costo y pone sus talentos al desarrollo de vías de comunicación: el ferrocarril de occidente.

 

El peregrino polaco dice: Aquel que sigue la libertad,

que abandone su Patria y que exponga su vida.

Pues aquel que permanece en su Patria

y sufre la servidumbre,

a fin de conservar la vida, pierde la Patria

y la vida; pero aquel que abandona su Patria

para defender la libertad con peligro de su vida,

salvará su Patria y vivirá eternamente.

 

El poeta sintetiza: “Que nuestra libertad sea con vosotros / Esta sentencia resume su legado poético y musical”.

Liberaciones: Poesía erótica (2002-2004) es un poemario que se adentra en el placer sexual explícito expresado con finura de imágenes como instantes de risa, vino y gozo. Cada una de las veintiocho liberaciones viene enmarcada por una prosa poética que crea ambientes íntimos, sensuales: La habitación es barco ebrio anclado en altamar, suspendido en enigmas. Ella se inicia en viajes circulares de cintura y erotismo. Un lecho tembloroso de luz incierta. Certeza de los amantes apurando la madrugada, antes de que el nuevo día los aleje y separen otras voces, otros cuerpos. Tendidos, buscan y encuentran sus labios rosados. Entonces entra por la ventana una paloma errante y blanca, que luego se escapa de esta gozosa prisión de cuerpos deseantes. Los amantes leen las delicias de Lisa, narran aventuras en torno al deseo. El poemario abunda en descripciones, sensaciones con imágenes sugestivas, de agua, aceites, fragancias, vinos tibios, espejos nocturnos, fuegos, labios de fiebre, ojos untuosos de placer, fiesta de las manos y los sentidos.

Las suaves manos de Eros y el vino puro de Dionisios celebra el amor como gran impulso vital o fuerza motriz de nuestro quehacer en el mundo y lo hace evocando las suaves manos de Eros y el vino puro de Dionisios. Eros, con sus flechas, palabras certeras, llena la página de instantes de goces infinitos y el vino puro de Dionisios, dios del éctasis, dios danzante, irrumpe en la monotonía, lleva a los amantes liberados a la deriva, al encuentro gozoso contra el olvido y la muerte. Pero es el fuego divino robado de Prometeo el aliento de la voz poética, fuego manso de la dulce caricia de la amada, fuego creador en las manos del poeta enamorado, fuego leído y escrito por el poeta pirómano que se deleita y nos deleita con sus letras incineradas de placer. El fuego, poderosa imagen de pasión y creación, es recurso plurivalente que convierte el poemario en “una pira de alfabetos y cuerpos.” El fuego, nos dice el poeta “intima palabras y caricias” y la poesía brota luminosa y cálida confundida con la amada: “todo tiembla en tus manos / todo se incinera en tus manos / la amada calla.”

El poemario penetra en la condición humana oscilante entre Eros y Thánatos, entre el amor que afirma, une y redime a la pareja humana y la muerte y sus misterios que separa y destruye, sin dejar de aludir a un miedo metafísico, el de la Nada. El poeta evoca a Esquilo, dramaturgo trágico de la antigua Grecia y conocedor del sufrimiento humano quien dice…sin vino puro, sin altares, sin himnos, sin guirlandas, la muerte es el único dios que no desea ofrendas. En diálogo con Esquilo a través del tiempo, el poeta concibe a Thánatos como:

 

Espejeo de silencios puros.

Anulación de palabras y actos.

Circunferencia de la Nada.

 

Desnudar los nombres (2008-214) es la muestra poética más extensa de la antología cuyo tema central es el amor sedimentado, profundo, duradero, liberado y gozoso. El amor se concibe como locura, fuego enamorado, viaje, navegación, respiración, fiesta dionisiaca, vendimia, canto, epifanía, luz solar, espejos desdoblados. El lenguaje del deseo, sueño y delirio, se instala en este poemario en variaciones y espirales para expresar estados eufóricos de la pasión. “Duermo / sueño / delirando / tus / detenidos sueños / en los míos”. “Eros nos descubre, alternando fuego / y puertos perdidos, / sin anclas ni historia”. El mirar y el reír de la amada, su charla, su respiración suspenden al amante en un gozo que culmina en delirio: “Ríes, Amor, deteniendo el tiempo / en tu boca mordida de locura…Soy tu reír anclado en la sangre / del deseo: lira delirante, tú y yo”.

Una temática que se reitera en el poemario es el silencio, ya en relación con el ser de la pareja, el soy y el somos, o ya en relación con la escritura. El que escribe como el que ama se entrega, niega su ser en forma abismal pero a la vez se enriquece: “somos –tú y yo– silencio / arrasamiento de sonidos y palabras, / raíces perdidas del deseo”. El silencio precede la escritura. Todo sucede en el silencio del pensamiento y la página sigue en blanco. Finalmente el poeta plasma su poema: “En mi pensamiento danzas / danzamos / saudades”. Desnudar los nombres es un despojo en la estética del lenguaje poético y un descubrirse en el clímax de la entrega amorosa:

 

Destinos, reflejos de luz en espejos.

Naderías. Rasgaduras. Sombras.

Mientras giramos hacia la pérdida,

rotura, silencio absoluto,

sin decirlo ni confesarlo,

nos desnudamos para perder nombres

quizás olvidados en umbrales de instantes,

y recorrer un laberinto de libertad.

 

Se habla desde el silencio y como indica Octavio Paz en el epígrafe: “Callar es un tejido de silencio”. Es saber que se desdice mientras se dice. Sin embargo, silencio y soledad dejan de ser negaciones y se convierten en plenitud: “solos, definitivos, completamente solos”. Por contraste, la voz, el canto, el discurrir de la amada, el estallido de la risa da sonoridad al poema y vitalidad al oficio de amar: “cantar del placer de vivirnos”.

El poeta amante no se olvida del mundo y su poesía entrevera la realidad circundante: “Mientras deseo tu nombre y memoria, / una patria se desvanece y borra / sobre la piel, sangre quemada de odio y violencia”.

Percusiones (2015) es el poemario más reciente de Carlos Vásquez. Se divide en cuatro partes: “Umbrales y viajeros,” “Caleidoscopios y nombres,” “Voluptuosidades” y “Memorabilia.” En “Umbrales y viajeros” el poeta se ubica en su estudio, rodeado de libros, entregado al placer del texto poético leído, escrito, en diálogo con otras voces poéticas con percusiones de otros preludios. Se siente a gusto acomodado en su sillón, saboreando un café suave, y el olorcillo de pan francés que se filtra y que lo remonta proustianamente a los umbrales de su juventud en Toulouse. La soledad es bienvenida, el silencio es su anhelo, pero la urbe no calla. Sigue saboreando sus propias palabras y las ajenas que reverberan en su memoria. Nuevos desplazamientos del recuerdo lo llevan a Cartagena de Indias, ya un escenario poético muy suyo y evoca sus horizontes azules, estallidos de vida, olas, canción marina, puertos. Se identifica con Ezra Pound: “Ardo en deseos de algo nuevo”. Palabras de soles nuevos, ansias de lo desconocido, acariciando el misterio, su página soñada y viajes sin puerto. Brinda por “un nuevo lenguaje de intuiciones, hedonismo y sueño”, claves líricas a las que apuntan su anhelo poético.

El poeta caminante, trashumante, peregrino se acerca a los umbrales de Paris, ciudad de “puentes amorosos”. Un recorrido por la memoria lo conduce a Hugo, Baudelaire, Wilde y a la historia con palabras del ayer, “cortan gargantas, ruedan cabezas, aguas abajo, el Sena, cadáveres de ángeles imaginarios entre Lautremont y Breton”. La escritura deviene, “fuego, espumas, gotas de tinta negra, lenguaje cifrado”. En el poema “Chez le notaire,” el poeta se legaliza. Entra en la casa de las letras con los creadores de ayer, Shakespeare, Cervantes, Borges. Se siente “atado, anotado, connotado con ellos”. Momento eufórico en el ser y estar del poeta quien siente “respiración ajena dentro de sí / un yo plural, universal”. Se despide de la ciudad amada: “Te canto en primavera y abrazo para respirarte infinita / y busco tu leve nombre tatuado a tu piel escandalosa”.

Ejerce su oficio de poeta, “viajando en velero blanco / soñando con islas y sirenas” al encuentro de la belleza. La concibe y expresa en juego de palabras, imágenes, sinestesias, ritmos y aliteraciones, en fin, un enjambre de percusiones:

 

Belleza asombra, sombra de interrogantes:

se desliza de la mano a la pluma alada,

se encierra victoriosa en tu mirada inquietante:

agua, ojos de agua, hojas de agua

y la escritura rumorea naufragios.

 

El poeta se interroga anhelante de sapiencia, profundidad y esencias logradas con los nombres, infinitivos y verbos conjugados, atributos de la poesía pura. Todos los nombres suenan y resuenan para deslizarse hacia los sentidos:

 

¿Qué posees en tus anchas manos grises y abiertas?

Pensamientos y mundo, diseminaciones de luces y sombras:

modelados lenguajes como estatuillas de quemada arcilla,

verbo en el tiempo,

fluir de infinitivos en misteriosas oraciones,

nombres entretejidos al ser de piel y sentidos.

 

En fin, el poeta se define llamándose por su nombre, Se simboliza para luego abismarse en el tiempo de la lectura y del ser:

 

Carlos, tu imperio es alfabeto y memoria:

filos de cuchillo en gargantas de voces estentóreas.

Entre palabra y Realidad, imagen y sonido, mejor, Carlos,

ausencias, metáforas puras, sorpresas, instantes y muerte.

 

El poemario también toca la realidad dolorosa del país atribulado por la corrupción, la violencia y crímenes que reclaman víctimas inocentes. “No hay tierra prometida”. “Muertes propias y extrañas, indeseadas muertes: / ríos espesos arrastran restos hacia el mar del olvido”. En memoria de su hermano Mauricio, escribe su elegía:

 

“Puro como luna de espejos. Sin cicatrices alevosas ni ralladuras de punta de diamante en carne agónica…Umbral de sangre regia. Línea recta, disparo. Fin”.

 

En “Caleidoscopio y nombres” la voz del poeta se quiebra en lamentaciones creando un paisaje atribulado, opresivo, cerrado. La historia es un recuento de trasgresiones y naufragios. El poemario se acerca al aquelarre goyesco, al Guernica de gritos sordos sin color y sin salida. El lenguaje se reviste de sombras, cadenas, horror gótico, vacíos y muerte: “la muerte circula en rútilas monedas / que compran tiempo de falsas esperanzas”. “Luz punzante de las palabras esculpiendo memoria. / Piedra o mármol o papel, erección de la muerte”.

 

Calle estrepitosa,

aire punteado de cabezas filosóficas

encaminadas a la decapitación del día.

Obliterada calle, claveteadas puertas:

inclinada sobre la luminosa página,

mi sombra huye en letras desparpajadas...

 

Grito inalcanzable, muro de lamentaciones.

Ser disuelto, lavado en lluvia y tempestad.

Labios mordidos, lenguajes encarcelados…

 

Ahogados gritos de horror, manos de amor vacías,

columnas de aire y fuego sosteniendo la oscuridad,

la piel más estrecha que el pensamiento

y esta rabia conjetural de la soledad…

 

En “Voluptuosidades” el poeta recobra su voz para exaltar el amor de la pareja humana, la esposa amada: “Voz y voces, tú, la ritmada y suave amada, / conjugadas y escuchadas en octavas musicales”:

 

tú, risa pagana deliciosa y pestañeos de deidad del aire

tú, líquida boca de fuego incinerando mis deseos

tú, ojos abiertos de sol cortado en las naranjas

tú, amable amante, Amor en abismos de Tiempo

 

Se advierte un retorno a la imagen visual deleitante, en tono festivo y un reverdecer gozoso de luminosidad. Los poemas se enriquecen con un intercambio de lenguas, francés, italiano, inglés, portugués que celebran a Eros, motor de la existencia humana.

Aplaudimos gozosos

la primavera creciente en el pecho,

lento reverdecer de naturaleza

y alegrías compartidas.

Abres tus divinos ojos malvas,

vibrante todavía la occitana melodía.

 

“Memorabilia” cierra el poemario retornado a su poética, a la razón de ser del poema, a la herencia poética acumulada a través de los tiempos. “La fiel memoria cruza puentes de agua / y abismos en quiméricas fuentes de Amor”. Retorna al Nietzsche de su poesía temprana, su maestro y mentor. Se re-crea en la memoria de poetas existenciales anclados en el presente y obsesionados con el tiempo mientras realza la vitalidad del ser y del amor frente a la Nada.

 

Quienes deseamos estar aquí, ahora mismo

--Maintenant, dicho con voz gutural,

now,

tutti quanti,

bisogna dire qui,

para ser y no ser tiempo anclado,

detenido en aguas quemadas del presente,

sólo el ahora mismo deseado.

 

La filosofía y la poesía se dan cita en el poema en un ámbito reflexivo expresado en metáforas, encadenamiento de imágenes, antítesis, catálogos. La reflexión toma cariz ya de diatriba, ya de lamentación.

 

Palpita en nos el enigma ontológico,

laberintos de lunas sumergidas en sombras.

Nuestros ojos se nublan de agonías,

furor y misterio.

 

La historia universal, colectiva e individual, tiene un común clamor: la libertad en todas las manifestaciones humanas: “Libertad pura, arboladura de alfabetos, / mordidas aceitunas, florecidas mandrágoras. / Viento de hojas, verdelunas, viviendo amores. / alfabetos libres hoy pensados con las manos”.

Pero sobre todo cuenta la vida tal cual la reclama el poeta Miguel Hernández citado en un epígrafe: “Soy como el árbol talado que retoña / porque aún tengo la vida”. Carlos Vásquez permanece fiel en su tarea creadora por vocación sin alardes y en plena libertad: “Aquí estaré, una y más veces, aposentado / en la memoria colectiva como dios desconocido”.

Percusiones devine un proceso creativo dialógico enriquecido por intertextualidades con escritores canónicos como también autores de rupturas. El poema se hace polifónico entrelazando multiplicadores de sentidos, superficies sonoras, olas de significantes, pulsiones de vida como melodizaciones del instante acunado en la memoria.

Plumadas ofrece una muestra cabal de la poesía de Carlos Vásquez. Apreciamos la hondura de su pensamiento abierto a nuevos horizontes. Su poesía explora el ser humano, sus excelencias y posibilidades, pero también su angustia ante el tiempo y la muerte. En el contexto de lo existencial cotidiano, el poeta se pronuncia contra el abuso del poder, la violencia y la injusticia. La poesía amatoria y erótica concebida por Carlos Vásquez es de gran belleza por la riqueza y luminosidad de sus imágenes y el lirismo sutil de su decir poético. El poeta amante recibe la caricia fecunda de Eros. Atento a la forma, su poesía ofrece variedad de formas poéticas, recursos lingüísticos, ritmos y acentos que confirman la alta calidad de su obra. “Su palabra,” dice Carmiña Navia Velasco, “está habitada por ese desvelo que acompaña al poeta a todo lo largo de su vida.”

 

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