terça-feira, 21 de setembro de 2021

OSCAR JAIRO GONZÁLEZ HERNÁNDEZ | Angela García: “Los sueños se burlan del precario orden humano”



En la medida en que la inquietud y la melancolía se instalan en la esencia del ser mismo, causan de manera tal un deseo insaciable de estar en la realidad en una dimensión que hace de la vida otra tentativa o requiere para sí de otra tentativa. No es para llamarse a sí mismo raro o extraño, sino para realizar la tentativa de aquello que ha decidido tras la revelación de ese deseo insaciable, que por momentos es incomunicable. Y esto ha sido la poesía para Ángela García (1957), como está excitado y exaltado (como Tratados de la excitabilidad y exaltación de los sentidos) en sus libros Entre leño y llama (1993), Rostro de agua (1997), Doce poemas sobre el silencio (2009) y este nuevo libro, Todo lo que amo nace continuamente, publicado por el Fondo Editorial EAFIT (2010) y sobre el cual trato con nosotros:

 

OJGH | ¿Puedes indicarnos (el indicio, del que habla Saint Poul-Roux) tres principios o tres vías, en las que usted basa su creación poética y por qué?

 

AG | El tiempo, la contemplación y el reconocimiento de la propia experiencia.

 

OJGH | En este libro Todo lo que amo nace continuamente, en relación con su obra anterior, nos encontramos con una poesía más reflexiva (reflexión flexión de lo indecible), si se quiere, como cuando dice: “El vértigo del dolor exige el vértigo de la intensidad” o “La belleza esta loa, la encuentro en todas partes.”; ¿Por qué?

 

AG | Es parte de un monólogo, conversación que se verifica como producto de la necesidad de reconocer la voz propia. La mirada propia sobre el mundo registrada como anotaciones, observaciones, comentarios personales sobre lo visto. Todo lo externo son modos del reto de la vida, se convierte en experiencia interior tamizada por la escritura. Así la escritura conlleva auto-definición. La propia mirada una búsqueda de explicaciones instalándonos en lo reflexivo. Este proceso se confirma en otras lecturas, otras experiencias para una continuidad de coordenadas creativas.

El dolor es en apariencia una experiencia interior, viene de una particular constitución psíquica, neurológica o fisiológica mayor o menor dotada para enfrentar la violencia del mundo. Existen los umbrales del dolor, diversas capacidades para soportarlo. En algunos casos la intensidad es al mismo tiempo poder y debilidad, pero para mí es contundente afirmación, es abrazarse a un resplandor que neutralice o absorba las manifestaciones del dolor.

 

OJGH | ¿Cómo y en qué momento decide el nombre de un poema o porque hay poemas que no tienen nombre (Gran Titulación, como dice Needham de Oriente y Occidente) en este libro? ¿Para qué es y en qué sirve ó no a usted y al lector?

 

AG | Muy raras veces he sabido el título del poema una vez escrito. No tengo ningún talento para encontrar títulos. Los he hallado a lo largo de la construcción de los textos, aun sin saber si tales textos tendrán la forma que finalmente tienen. Los títulos son más importantes para el texto mismo que para el lector. En mi caso prefiero renunciar al título que poner cualquiera que pueda interferir la atención del texto presentado.

 

OJGH | Usted se ha interesado también por la pintura, escribe sobre ella: ¿Qué hilo o nexo tienen su poesía con la pintura (Svenson, Saura) y como media y la interviene, la perturba?

 

AG | La pintura me interesa mucho y escribo a veces sobre pintores, más por atrevimiento que por conocimiento. Entonces dejo a la obra plástica franquear con su fuerza los rudimentarios portales de mi ignorancia, la dejo encontrar en mí otros espacios de sensibilidad que tienen que ver con el legado inconsciente y con la desnudez del lenguaje. Dejo que el lenguaje visual seduzca al lenguaje escrito. Y suceden cosas maravillosas, la demostración del nexo entre los géneros, en realidad más evidente que secreto. Además busco informarme y saber sobre la pintura a través de estos textos que me impongo. Digamos también que escribo sobre pintura para llenar un enorme vacío que tengo en mi formación plástica, para completar mi educación.

 

OJGH | El poema África, deviene y se presenta como su experiencia onírica o real de África, o es esa África de la que nos habla Roussel (Impresiones de África) o Leiris (África Fantasma)?

 

AG | En 1997 y 1998 hice dos viajes a Benin, uno de ellos participando en un Congreso sobre la africanidad realizado en Porto Santo donde hubo no sólo escritores, sino sociólogos, historiadores, antropólogos, abogados, etc. Encontré a un escritor haitiano rasta que con otros de Guadalupe andaban buscando su cultura originaria y organizó una visita al reino de Dahomey, un pueblo con casitas sembradas en la arena. Me parece un sueño ahora que lo recuerdo. Fuimos recibidos por un gran sacerdote, un hombre gigante de mirada serena, con una leve sonrisa, que aceptó una especie de entrevista colectiva. Ese poema África viene de esas experiencias. Con el tiempo se mezclaron otras impresiones de lecturas (ni Roussel, ni Leiris) y mi pequeña (gran) experiencia de la capoeira, esa danza brasilera que fue al comienzo un modo del sincretismo africano.

 

OJGH | El cuerpo espiritual y físico, así como el sueño, están muy presentes en su poética: ¿Qué relación hay entre ellos y la palabra?

 

AG | La palabra merodea más en lo que hay detrás de lo evidente que pertenece a la zona del misterio, que en lo tangible, pero el acceso es precisamente lo objetivo. Las imágenes oníricas son las que se acercan más libremente y con mayor frescura al mundo imaginario. Son las que se acercan más a una memoria colectiva, pese a ser parte de personales universos significantes. El proceso de escritura de los sueños se asemeja al proceso de escritura referido a la pintura o a las sensaciones auditivas. Escribir los sueños ha sido un modo de recuperar la libertad del lenguaje, de arrebatarlos a las ataduras culturales, sociales, morales, religiosas. Hay un paganismo delicioso en los sueños. Los sueños se burlan del precario orden humano. Esta libertad es maestra. El sueño es uno de los grandes maestros del artista.

 

 

OJGH | ¿Intenta destruir y exorcizar el tiempo por medio del instante, la duración del instante de la que habla Bachelard?

 

AG | No he leído bien a Bachelard, así que no puedo situarme bien en su planteamiento sobre el tiempo que es tema reiterativo en lo que escribo. Hay muchas consideraciones posibles sobre esto, sobre lo inapresable que es. El tiempo es más enigmático cuando se lo pretende medir, su duración es relativa. Un día puede ser un minuto o toda una vida. Pero coincidiremos en que es lo más esquivo, la carencia más universal. ¿Qué es? Un préstamo, un plazo, una competencia, una simultaneidad. Vivimos una época donde se tiene cada vez menos tiempo para ser, es decir para crear. Y no me refiero sólo a la literatura o al arte, me refiero al hecho de crearse a sí mismo en el ciclo existencial. La sobrepoblación de un lado y los malos gobiernos de otro llegan con saturación de información, propaganda, normas de domesticación del crecimiento monstruoso de las colmenas humanas en las ciudades. Cuando el individuo es obligado a adaptarse a las normas, es obligado a vivir la vida de otros y no su propia vida. Obligado a ser funcional y no un ser único. Nos quitan el tiempo que es instancia para la experiencia personal, para los descubrimientos personales. Y luego están las ofertas de distracción, el internet que es un monstruo devorador de tiempo. Estamos reducidos a la miseria en lo que al tiempo se refiere. Pero volviendo a tu pregunta… no creo posible la destrucción del tiempo que transcurre implacable, inalterable. La escritura es testimonio. Mientras escribes atraviesas una especie de puente entre lo vivido y su enunciación. Así le otorgas duración a lo atestiguado, como si lo re-crearas, con tu aliento prolongas la experiencia. ¿Se puede llamar a esto exorcismo?

 

OJGH | ¿En qué sentido y en qué perspectiva, es hoy importante o no la poesía?

 

AG | En el mundo de hoy la poesía pareciera tener cada vez menos importancia y menos espacio. Pero precisamente por ello es más y más esencial. Importa primero como una confirmación del hombre un camino de reconocimiento y luego como una rebeldía, una resistencia. Es lo que la poesía siempre ha sido y es lo que será: una rebeldía, un canto de la soberanía de sí mismo en el sentido de izar el poder de estar vivo. No es poca cosa estar vivo. No se puede pretender que la poesía haga parte del gran sistema. Nos confundimos pensando que si no aparece en la oferta globalizada del mercado es que está en proceso de desaparición o en decadencia. Reconozcamos el gozo de lo anónimo, precisamente porque se salva del manoseo publicitario. Esto no quiere decir que niegue las posibilidades modernas de difusión de la poesía, que considero necesarias. Precisamente esas posibilidades que califican con desparpajo todo como poesía, o que hacen uso indiscriminado de ella, exigen un rigor mayor al lector. El rigor es una gran escuela.

 

OJGH | Este es quizá, un libro, más que en los anteriores, en los que lo femenino se instaura como sustancia de sí y como poder de lo femenino en la naturaleza ¿Hay una diferencia entre poesía masculina y femenina?

 

AG | Concuerdo con quienes afirman que no hay poesía masculina o femenina. Hay temas y hay tratamiento de temas. Los primeros son universales y me atrevo a decir intemporales; los segundos son culturales, obedecen a modas o a corrientes y son temporales. La poesía no tiene género, ni edad. El tema es la justicia, los derechos humanos, no el feminismo. El tema es la comunicación humana entre las generaciones no las doctrinas, ni la apología de castas o de la juventud en especial. Mientras el crecimiento demográfico y la autocracia del mercado nos imponen cada vez más la sectorización de los públicos: arte para jóvenes, para mujeres, para viejos, el lenguaje poético se enfoca a lo humano en su sentido total, la manifestación de la experiencia vital en interrelación con la naturaleza, que poco a poco irremediablemente nos exige una actitud política. La defensa de la vida es simple y llanamente una actitud política.

Otro asunto es que a lo largo de la historia se haya conocido más la poesía y la literatura hecha por hombres que por mujeres. Las sociedades han establecido leyes donde se priorizaba el derecho de palabra a los hombres y esto obliga una lucha –de hombres y mujeres- para cambiar las cosas.

 

OJGH | ¿Por qué la única dedicatoria de uno de los poemas del libro es para la poeta Else Lasker Schüler y no otra u otro poeta?

 

AG | Ese poema es parte de las conversaciones sobre el tema del amor, habidas con esa poeta alemana (un poco desconocida) que tanto admiro. Pero claro, en este orden de ideas podría haber hecho otras dedicatorias a interlocutores como Edmond Jabès, René Char, Aimé Cesaire, y muchos otros. Por ejemplo habría podido dedicar algún texto a Odysseus Elytis de cuyo poema El Granado loco extraigo el título del libro. Pero no soy programática con las dedicatorias.

 

OJGH | ¿Qué es lo que llama como “ahora, estoy ocupada por el porvenir”? ¿Qué dice allí y qué no dice, como prueba de sí misma y de su poesía?

 

AG | El porvenir que me ocupa es el instante que vivo. El tiempo, para volver a él sólo puede medirse por la pura substancia de lo vivido. Esa substancia es sangre. Alguien me dice: ¡no huya usted! Pienso en todas las formas de la huída, que son todas las formas de la muerte. No huir, quedarse, es conjugar con todos los sentidos posibles la plenitud del instante. El ahora implica el reconocimiento de sí mismos: mucho; porque es lo que somos; poco, porque estamos lejos de lo que buscamos. Ese gesto constante de tentar el sueño sólo se completa en la identificación del ahora, que me pide un trabajo: dar el paso en la tierra del aquí, el cuerpo, las coordenadas reales. Y ese pequeño paso preciso, es el necesario para conectarme al porvenir, mi cita.

 

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