Y si traigo a colación
esta joya de Camus es porque esta semana me sumergí en una obra igual de prodigiosa,
Mersault, contre-enquête (Actes Sud-France 2014), del periodista
y escritor argelino Kamel Daoud (1970). Una nouvelle de apenas 153 páginas que fue
publicada en 2013, año en que se conmemoró el nacimiento de Camus y desde entonces
no ha dejado de recibir numerosos premios:
Finalista Premio Goncourt 2014
Premio Goncourt a la primera novela 2015
Premio Lista Goncourt/Le Choix de l’Orient 2014
Premio Lista Goncourt/ Le Choix Roumain 2014
Premio Lista Goncourt/ Le Choix Serbe 2015
Premio de los Cinco Continentes de la Francofonía 2014
Premio François Mauriac 2014
Es de anotar que el
Premio Goncourt 2014 lo obtuvo Lydie Salvayre con la novela Pas Pleurer (No hay que llorar), donde
aparece la figura de Bernanos; pero sobre todo es un homenaje a sus padres que habían
huido de la dictadura franquista, encontrando refugio en el sur de Francia. No hay que llorar, es la historia de La Guerra Civil Española
contada por la voz de una mujer de origen campesino y que entiende desde muy joven
que la sumisión no será parte de su vida, ni en lo privado ni en lo público.
Así que cuando leí
el libro Meursault, contre-enquête, de Kamel Daoud, lo hice con un
enorme placer estético e intelectual; y además no pude entender como no le fue otorgado
el Premio Goncourt; puesto que su obra es muy superior a Pas Pleurer de Salvayre; y si bien su lectura no me defraudó,
debo decir que no me pareció una obra extraordinaria. Incluso Kamel Daoud no dudó
en hacer pública su decepción por no haber obtenido el galardón literario; sentimiento
que comparto incondicionalmente.
Kamel Daoud escogió
la lengua francesa para su creación literaria; de hecho comenzó a trabajar en el
Quotidien d’Oran, periódico francófono, en 1994. Y este
dato es muy importante tenerlo en cuenta, ya que Mersault, contre-enquête
es un elogio a Camus y a la lengua francesa. De hecho a todo lo largo de la narración
hay múltiples frases que exploran la belleza de esta lengua, incluso dice que tiene
visos de diamante: Hay algo que me asombra: nadie, ni siquiera después
de la independencia, ha tratado de conocer el nombre de la víctima, su dirección,
sus antepasados, sus posibles hijos. Nadie. Todos se quedaron boquiabiertos ante
esta lengua perfecta que da al aire puntas de diamante…
Posteriormente va
a tratar de dilucidar el nombre de Meursault, Meur, de meurt, muere, y sault que le recuerda a seul, solo; o sea Meurseult es el hombre que muere solo. Pero yo diría también que sault,
me hace pensar en el saut, el salto; o sea el muerto que salta. Y es que Meursault va a estar presente
en toda la narración, a veces incluso se confunde con su autor, o sea con Camus.
Incluso Daoud nos recuerda al final del libro que la pronunciación de Meursault
en árabe es El-Merssoul, o sea El Enviado o El Mensajero.
La obra comienza con
un silogismo de Cioran: La hora del crimen no es la misma
para todos los pueblos. Ello explica su permanencia en la historia. Este
silogismo da la clave para entender porque el narrador de Meursault, contre-enquête ejerce su derecho a contar su
versión de la muerte del árabe asesinado en una playa por Meursault. El árabe al
que se negó una identidad, al que se le negó una historia, una familia, unos orígenes.
El narrador es el hermano menor de Moussa, el árabe asesinado bajo un sol calcinante
en una playa cerca de Argel.
El asesinato de Moussa
va a sumir a su madre en un duelo eterno y a su hermano en una vida gris, sin brillo,
casi invisible, monótona sería la palabra adecuada si no fuera por el peso que su
desaparición representa en la vida de su narrador, y que aprende a hablar francés
para poder leer los dos recortes de prensa que su madre guarda celosamente entre
sus senos y donde están solo las iniciales del nombre de su hermano mayor; nada
más que indique que de verdad Moussa existió.
Esta rabia recóndita,
ante el vacío de una existencia, es en realidad la rabia del pueblo vejado, ignorado,
borrado durante la colonización francesa en Argelia. Los árabes, como han sido llamados,
es una palabra que no oculta el desprecio y la exclusión del pueblo opresor sobre
el pueblo oprimido:
Árabe, … es como la
negritud, que existe solo a través de los ojos de los blancos… En el barrio, en
nuestro mundo, éramos musulmanes, teníamos un nombre, un rostro y unas costumbres.
Punto. Ellos eran los extranjeros, los rumíes que Dios había enviado para ponernos
a prueba, pero cuyas horas, de todas formas, estaban contadas: un día u otro se
irían, eso seguro. Por eso no les respondíamos, callábamos en su presencia y esperábamos,
apoyados contra la pared. Tu escritor asesino se equivocó.
Pero al mismo tiempo,
como una gran paradoja, va a ir asimilándose más y más a Meursault, el extranjero.
Recuérdese que Meursault
no es un extranjero para los que lo juzgan, puesto que son los mismos franceses
que van a condenarlo a muerte. No porque haya asesinado a un “árabe”, eso en la época de la colonia no era en realidad
ningún crimen; lo van a condenar a la pena máxima puesto que en realidad ÉL no es un francés en el sentido literal de la palabra;
al menos como la concebían los colonialistas de la época. O sea un francés apegado
a los valores tradicionales de su cultura: la religión católica y el amor filial.
No hay que olvidar que el gran crimen de Meursault es
el de no haber llorado en el sepelio de su madre y de reconocer que es ateo.
Nuestro cronista,
al igual que Meursault, es ateo, no siente apego ni por su madre ni por los valores
supuestamente patrióticos que deberían guiar cada paso que da en su trasegar diario.
No le interesa participar en la vida de la comunidad, no asiste a la Mezquita, no
atiende las palabras del Imam y no se une a los sublevados en la Guerra de la Independencia.
Esto último le va a ser recordado cuando en una noche calurosa mate a un francés
que merodea en el jardín de su nueva casa.
Y es que para los
funcionarios él ha debido matar franceses antes de la medianoche del
5 de julio de 1962, no dos horas después cuando la independencia era un hecho y
la guerra se había acabado dos horas antes. De haberlo hecho antes de la media noche
habría sido considerado un héroe, dos horas después hacían de él un asesino. Lo
que lo diferencia de Meursault es que finalmente es dejado en libertad.
No obstante, va a
ser una libertad aparente; ya que su verdadera condena va a ser el desprecio de
la comunidad, la soledad y la vida gris en la que cae como si fuese un abismo. No
en vano el autor ha dicho que La Caída de Camus ha
sido el libro que lo deslumbró; sentimiento que nunca ha desaparecido. En otras
palabras el narrador de Meursalt, contre-enquête
se convierte en el nuevo Extranjero; o sea en
la imagen al revés que produce el espejo en el que se mira día a día. Tratando de
huir del pasado cae ineluctablemente en sus fauces sin que pueda escapar a su destino.
Por otra parte, habría
que recordar que la carátula del libro, un hombre caminando por una playa, no es
fruto del azar, puesto que al fondo de la foto puede observarse el Fuerte del Peñón,
construido en el siglo XVI por Carlos V; lo que trae a colación el interés que este
rey tenía por apoderarse de la región. Hoy en día el Fuerte, en el centro histórico
de Argel, se erige como una inmensa cicatriz que impide olvidar los intereses geopolíticos
que Argelia despierta en el mundo Mediterráneo.
No quisiera pasar por alto que Kamel Daoud ha sido víctima de una fetua, o condena islámica -o lo que yo llamaría más bien la furia fundamentalista-, por lo que su seguridad física está gravemente comprometida. Pero él no se deja intimidar y sigue ejerciendo su derecho a hablar y a criticar a los fundamentalistas religiosos que quieren hacer de Argelia otro país donde la libertad sea proscrita.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 188 | novembro de 2021
Artista convidada: Ana Sabiá (Brasil, 1978)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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