Esta imagen, creada ya casi cuatro
décadas atrás en 1985, nos reveló con anticipación una verdad oculta atrás de la
investidura del axioma de la religiosidad y lo sacro, y que desde ese entonces moralmente
necesitaba ser contada, obviamente por la agudeza del planteamiento plástico, nos
queda claro que esta obra no fue creada para ser admirada, sino por el contrario
preeminentemente para ser entendida; a través de su simbología, metáfora y misterio,
elementos estos cruciales para el arte que se crea dentro de los más radicales planteamientos
de justicia social, particularmente en este caso nos plantea muy audazmente la cruda
verdad encubierta detrás de los inquisidores de la moral; artífices ellos mismos
de la percusión, la manipulación, el señalamiento y la crítica.
La artista nos reafirma fehacientemente
con esta obra la importancia de la denuncia a través del arte para ayudarnos así
a liberarnos de nuestras propias culpas; delatando lo antes impenetrable y erradicando
así los devastadores efectos degenerativos de una sociedad que se acostumbró por
pusilanimidad o sujeción a silenciar ciertas cosas por el temor que genera las cruentas
represalias del poder, la riqueza o las influencias de los personajes envueltos.
Ella nos profiere a través de sus pinceladas, colores y formas, su inconformidad
y enojo, develándonos emotiva y gráficamente, los más sórdidos secretos; los cuales
exponen visiblemente la crudeza de una aberrante verdad logrando con todo esto crear
una conciencia mucho más perspicaz que nos ayude a detener rotundamente los cada
vez más frecuentes casos de abuso sexual de menores en todo el mundo muchos de ellos
cometidos por prelados de la iglesia católica.
Flor María consistentemente ha explotado
potencialmente la pintura como medio para extraer los efectos artísticos que excedían
lo que ellos querían representar pues se enfoca intensamente en tratar de explorar
la fragilidad del ser humano y la constante y agresiva alienación de su propio entorno,
además posee esa capacidad de transportarnos constantemente con sus imágenes a la
contemporaneidad, poniéndonos de manifiesto con su visión adelantada que ella abordó
mucho antes tópicos que otros no quisieron tocar por motivos éticos, de prejuicio
o intimidación y que ahora en pleno siglo XXI son trascendentales por su vigencia
y algidez, sus creaciones hoy por hoy nos ratifican reiteradamente su agudo y obstinado
posicionamiento social como mujer artista y su sensible capacidad de hablar abiertamente
por otros al poseer la dádiva de ver más allá de su entorno mismo.
Un año antes de la creación de Los
Párvulos, en 1984 Flor María ganó el máximo galardón del XV Salón de Arte Joven
del Museo de Antioquia, además por aquel entonces ella vivía junto a su esposo y
primogénito recién nacido, cerca a la tradicional Placita de Flores de Medellín
en una de las pocas casas con arquitectura moderna del área, ella como la gran mayoría
de mujeres y madres artistas del siglo XX, nunca tuvo el beneficio de tener un estudio
aparte, por el contrario ella siempre combinó su casa y taller para así poder cumplir
también con sus múltiples responsabilidades de esposa y madre, ocasionalmente después
de sus jornadas diarias ella y Antonio su esposo se iban a recorrer las salas de
cine arte de la ciudad tales como las del Subterráneo, el MAMM o las del Colombo
Americano entre otras, fue allí donde mucha de su iconografía fue concebida, al
cautivarse con lo mejor de la industria cinematográfica mundial, en especial por
los fotogramas creados por el director de cine italiano Federico Fellini (1920-1993),
fascinación que compartió también con su gran amigo el sacerdote y crítico de cine
Luis Alberto Álvarez (1945-1996).
Fue así como el séptimo arte y Fellini
inspiraron a Flor Maria a crear para esta obra con un personaje principal único,
muy suyo, más turbio, menos romano y más criollo, que le ayudase a relatar visualmente,
aquel secreto sórdido y del cual solo se murmuraba en voz muy baja en algunos lugares
de Medellín, porque era imperativo mantener discreción extrema, aquella demarcada
por las estrictas reglas sobre condenación eterna aportadas por la evangelización
y por las represalias del poder, estatus e influencias de los implicados.
El personaje principal en la obra es
un obispo retratado en un plano de tres cuartos, su inclusión dentro de la composición
nos revela una presencia amenazante de expresión severa, asimismo nos transporta
iconográficamente a las solemnes imágenes presentes en los iconos creados durante
periodos como el cristianismo temprano o el bizantino, caracterizados por la narrativa
que se crea mediante formas planas y simbólicas (celestiales), las formas y figuras
muestran una tendencia continua hacia el espacio poco profundo y los detalles se
describen por línea, no por luces y sombras. Lo interesante aquí es que este personaje
y su teocrática fachada nos traza una historia alejada completamente de la solemnidad
y la sacralidad, de igual forma él y su entorno nos contará una historia que en
vez de paz nos llenará de escalofríos, al mirarlo fijamente tendrá en nosotros los
espectadores el mismo efecto siniestro como el presente en las icónicas representaciones
cinematográficas de Nosferatu, su presencialidad está muy distante conceptualmente
de las obras características de esos periodos tempranos las cuales fueron creadas
ideológicamente para proporcionar un enfoque a la oración y la enseñanza cristianas.
En el hombre de la imagen a diferencia de los ejemplos tempranos donde los beatos
conservaban una postura frontal de torso erguido y tratando siempre de establecer
contacto directo con sus devotos añadiéndole ademas un posicionamiento de elevación
casi celestial, a diferencia de lo anterior nuestro prelado muy por el contrario
está girando su cuerpo aportando una extraña actitud de sensación esquiva, como
tratando de escapar para no estar en el recuadro mismo, todo esto acompañado con
una expresión circundada por una sospechosa calma, su mirada es distante, sus labios
contritos y su expresión completa la asume con un gesto perturbadamente solapado
utópico, fragmentado; este obispo, el de Flor está muy lejos de ser el representante
de Dios en la tierra, muy por el contrario su pérfida historia será tan oscura,
tanto así como lo que representan las dos arpías doradas que suplantaron la ostentosa
ornamentación y la tradicional iconografía clerical de la estola que porta sobre
sus hombros, las arpías son originarias de la mitología griega y romana e históricamente
son la personificación mitad humana y mitad pájaro de los vientos de tormenta, se
dice que estos seres fueron mandados por los dioses para infligir castigo y abducción
en la tierra, estas tétricas criaturas también están presentes en los poemas de
Homero, otro detalle notable del presbítero es que este porta sobre su cabeza la
mitra, pieza eucarística usada exclusivamente para el oficio de la liturgia por
aquellas personas elegidas por su dignidad y consagración al ministerio del servicio
a la Iglesia y a Dios, pero en este caso la homilía seria de réquiem por sus víctimas
y todo el dolor de la inocencia perdida.
Con respecto a su cara, el color rojo
bermellón de su barba detona fulminantemente la intensidad del cuadro y nos enfatiza
la necesidad de mirar ese rostro con rigurosidad para escrutarlo y no olvidarlo,
adicionalmente nos rememora la solemnidad y presencia de deidades como Lord Shiva
en el templo de Shri Mangueshi en India.
Retomando otro aspecto, así como siempre
ha sido característico en las creaciones de Flor Maria el fondo en sus obras no
solo complementa siempre su composición estéticamente, sino que adicionalmente le
ayuda a ella a concluir en él la narrativa de su historia, es allí particularmente
donde ella decide representar a los párvulos y ubicarlos espacialmente, para esto
ella usó diferentes elementos gráficos plasmando repetitivamente en este caso pequeñas
figuras humanas extraídas de la iconografía de diseños antropomorfos inherente a
las encontradas en el arte rupestre de lugares tan cercanos para nosotros como Chiribitéque
en Colombia o Cuyo en Argentina. La diferente voracidad y disparidad de la pigmentación
tonal en los diminutos cuerpos se debate entre los rojos intensos casi linfáticos
y la terneza pueril que nos inspiran sus tonos rosas, además toda esta intensidad
cromática nos acerca aún más al entendimiento de su historia personal de victimización,
adicionalmente y en en contraste a lo anterior sus contornos están remarcados en
color blanco proyectándose así desde su interior mismo la pureza presente en su
aura, complementariamente sobre sus cabezas portan extensiones o líneas que surgen
como rayos o antenas- así como lo indica claramente la teoría chamánica aplicada
al arte rupestre estos pueden indicar estados de conciencia modificados, en trance
o en directa conexión con los espíritus, pero en este caso en particular es como
si la artista misma hubiese sentido la necesidad
de darles un aditamento más, como antenas
para que todos estos seres vulnerables pudiesen detectar más fácilmente el peligro
en su carrera frenética, la dinámica de sus brazos y la multi- direccionalidad de
sus piernas, adicionalmente a la desconexión reinante entre ellos nos genera una
dinámica con movimiento caótico y confuso, el cromatismo cinético de las múltiples
pinceladas intermitentes aplicadas diagonalmente en el fondo en colores como el
fucsia, amarillo, verde agua, rosado le aportan no solo un efecto mucho más moderno,
sino que adicionalmente le añaden a la situación un presuroso dinamismo saturado
por una inestable sensación de agitación, caos y desesperación, el efecto y fuerza
energética que se logra con esta partitura cromática atrás de las pequeñas figuras
es un efecto muy similar al que se tiene al ver una filmación en movimiento.
La certeza en nuestros días de la relevancia
de exhibir estos actos de iniquidad es la consecuente cuantía de escándalos que
rodean hoy en día a la iglesia en todo el mundo; en el año 1997 se destapa el terrible
escándalo del poderoso reverendo mexicano Marcial Maciel fundador de los Legionarios
de Cristo al cual se le acusa de más de 175 casos de abuso sexual, posteriormente
en el 2002 el periódico norteamericano The Boston Globe después de realizar una
profunda investigación reveló en sus páginas el escándalo de pedofilia que implicaba
a la arquidiócesis católica más grande y antigua de los Estados Unidos, la ubicada
en Boston, Massachusetts, y la violación de cientos de niños con la participación
en dichos actos de depravación de sacerdotes amparados con la complicidad de alguno
de los más altos prelados de dicha institución.
Al año siguiente en el 2003 el grupo
de investigación del Boston Globe recibió el Premio Pulitzer al Servicio Público
en 2003 por sus informes sobre la crisis en la Iglesia Católica y se lanza el libro
Betrayal (Traición): la crisis en la Iglesia católica escrita por los reporteros
del periódico que condujeron la investigación de la Arquidiócesis de Boston.
En Colombia en el año 2006 se detona
uno de los mayores escándalos de la Iglesia Católica por acusaciones sobre promiscuidad
homosexual de uno de sus más poderosos miembros en un artículo publicado por el
periódico The Telegraph del Reino Unido y The Sidney Morning Herald los cuales declararon,
refiriéndose al libro del francés Frédéric Martel titulado “En el armario del Vaticano”,
según el libro, una figura destacada en este mundo oculto fue Alfonso López Trujillo,
un reconocido cardenal colombiano quien en público era estridentemente anti-gay,
promulgó por él no uso del condón porque era contrario a las leyes pro-familia,
pero el contrario a sus sermones públicos, en privado se acostaba con jovencitos.
Otro artículo de The New York Times que revisa el libro de Martel sugiere que Trujillo
“merodeaba por las filas de los seminaristas buscando sacerdotes jóvenes para que
satisficieran sus depravados instintos, además contrataba rutinariamente prostitutos
masculinos a los cuales casi siempre golpeaba y lastimaba después de tener sexo,
incluso algunas veces hasta el punto de casi matarlos”.
Ya en el 2010 en Chile se hace público
otro escándalo de grandes proporciones de abuso sexual contra menores esta vez cometido
por el sacerdote Fernando Karadima.
En el año 2015 se lanza la película
Spotlight (conocida en Hispanoamérica como En primera plana) que cuenta la historia
de cómo la unidad de investigación del periódico The Boston Globe desenmascaró dicho
escándalo, este filme fue nominado a seis Premios Óscar, de los cuales ganó, por
mejor película y mejor guión original.
En años más recientes y a través de
una pista que apareció en los créditos de la película Spotlight incito al reportero
colombiano Juan Pablo Barrientos a conducir una investigación a la Arquidiócesis
de Medellín, donde él descubrió numerosas denuncias contra sacerdotes e impresionantes
relatos de los casos ya documentados que terminaron en la separación de la Iglesia
de los responsables posteriormente en el año 2019 lanza el polémico libro, Dejad
que los niños vengan a mí, donde el compila todos los detalles de su averiguación.
En el 2021 en Canadá, 751 tumbas anónimas
de niños fueron encontradas después de ser misteriosamente ocultas por décadas en
las inmediaciones de Marieval, una de las Escuelas Internado para Indígenas la cuales
fueron operadas por la Iglesia Católica Romana desde 1899 hasta 1997 en el área
donde Cowessess se encuentra ahora en el sureste de Saskatchewan.
Fue uno de los más de 130 internados
obligatorios financiados por el gobierno canadiense y administrados por autoridades
religiosas durante los siglos XIX y XX con el objetivo de evangelizar a la juventud
indígena.
Se estima que 6.000 niños murieron
mientras asistían a estas escuelas.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 189 | novembro de 2021
Curadoria: Luis Fernando Cuartas (Colombia, 1956)
Artista convidada: Flor María Bouhot (Colombia, 1949)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
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