segunda-feira, 16 de dezembro de 2024

JOSÉ ANTONIO MÓBIL | Luis Cardoza y Aragón, materialista dialéctico y surrealista militante

 


Luis Cardoza y Aragón se fue de Guatemala antes de cumplir su mayoría de edad y regresó veinte años después. Partir tan joven y regresar hombre maduro es llegar con la bruma del recuerdo y con la esperanza de que no se haya movido ni una piedra ni el cauce de su río, tan fijo en su memoria. Cardoza estuvo en París, en África, en la Unión Soviética, en muchos otros horizontes y en México. Allá cambió de vestidura, pero no de raíz. Se puede ser cosmopolita, pero si se es antigüeño, se es doblemente marchante de la tierra:

 

…mis remotos recuerdos son antigüeños, casas grandes, patios llenos de flores, mis padres, que ahora los pienso muy jóvenes entonces, mis hermanos. Creo que la conciencia de la infancia se tiene cuando vamos hacia la vejez o cuando somos viejos, una conciencia ya elaborada por la conciencia adulta; realmente, la de la niñez como niños nos es desconocida y en verdad, la inventamos.

 

La revolución de octubre de 1944 abrió la puerta a todos los guatemaltecos que corrieron mundo y se alejaron del país durante las dictaduras de Estrada Cabrera y Ubico que juntas suman más de treinta y cinco años de asfixia nacional.

Cardoza llegó a Guatemala, lleno de esperanza, inmediatamente después del estallido de la revolución armada. Olvidaba, sin embargo, que la dictadura dejó recia huella en el alma de todos los guatemaltecos y que sus amigos de antaño habían madurado bajo circunstancias adversas:

 

Venía dispuesto a servir y a transformarme; me daba cuenta de mi risible mesianismo, sin atinar a evitarlo. En tal infatuación incurría perseverantemente, al propio tiempo maldecía de mi despropósito. Volví con la furia de nombrar a los indios y las cosas de Guatemala. Ser una chispa, siquiera una chispita. ¿Pertenecía a la diabólica especie de los utopistas o de los santos?

 

A pesar de su afán de servir a la causa revolucionaria, Cardoza volvió casi extranjero a su propia casa. Aquellos jóvenes que nunca partieron –algunos de los cuales se volvieron viejos luchando contra los tiranos– le fueron ajenos y poco simpáticos. Le aturde esta realidad. La desventura, el atraso, la opresión, me habían sacudido. Me dolían mis raíces. ¿Cómo ser un político? Ellos querían hacer casas; yo cosas…

A su llegada, se enfrentó a un dilema profundo: militar en los partidos de la revolución o sumergirse de nuevo en la soledad que le había deparado tantos sinsabores. Era poeta y quizá le pareció fatigoso echarse a cuestas la tarea de forjar un nuevo estado de cosas, ya fuese desde el despacho burocrático o en la agitación de masas. Estaba enfrentado al viejo dilema de tantos intelectuales: ¿debería únicamente interpretar el problema revolucionario o sería capaz de ayudar a transformar la realidad con su esfuerzo solidario?

Su primera reacción fue de estupor. Creyó llegar al cielo y encontró muchos sumideros en una Guatemala bulliciosa que, después de su reencuentro revolucionario, se esforzaba por emprender tareas urgentes que iban desde recobrar la dignidad como pueblo hasta ponerla al día después de un atraso secular.

La política y los políticos le sobrecogieron. Así lo expresa: Sé muy bien, repetida experiencia, que no me entenderé con los políticos y por lo menos seré apartado. Por mi conducta de hombre hecho como todo hombre de fango y cielo se me dirá que soy masoquista.

Sin embargo, es electo diputado y desde el hemiciclo parlamentario logra que se declare el 1 de mayo día del trabajador con asueto y salario pagado. También logra el reconocimiento diplomático de la Unión Soviética, donde asumiría después su primera tarea diplomática. Él mismo no está tranquilo con su diputación. Entre bromas y veras escribe en El río: Charlan con mi madre unas viejecitas. Mi madre me presenta y las informa que fui elegido diputado. El comentario de una de ellas me ilustró mucho ¡y su padre tan honesto que era!

Ojeaba a los muchachos convertidos en dirigentes revolucionarios con una lente opaca y deslucida:

 

Alguna vez me invitaron a una fiesta del Frente Popular Libertador, un frente casi sólo compuesto de universitarios, estudiantes y recién graduados, muchos de ellos de la Asamblea Constituyente o de la Legislativa, que desempeñaban además otras tareas en la administración. En la sala se apartaron los muebles para bailar. Unas veinte o treinta parejas, novios, amantes, amistades, bailaban fogosamente, y entre el retumbo tremendo del apaleado se oía la cadencia de los pasos sobre el piso de ladrillo. Observé que se bebía más que en México, y puesto que a tres o cinco acababa de conocer, me sentí aislado en medio de aquella alegría en donde los ojos de las muchachas y de los muchachos bramaban sus deseos. La atmósfera densa de humo, del calor de la noche y de los cuerpos, de aguardiente y discusiones políticas, en las cuales no intervenía por no saber de qué hablaban. Me iba convenciendo de que los años vividos fuera no sería fácil colmarlos, a modo de amortiguar mi separación de la juventud que estaba dirigiendo el país.

 


Convencido de que la militancia política le era urticante, decidió visitar al presidente Arévalo y plantearle la creación de Revista de Guatemala. En julio de 1945, se publicó el primer número, que, según palabras del propio presidente Arévalo. Se financiaba con fondos extraordinarios salidos del Despacho Presidencial… la revista constituyó, por su contenido de alto nivel académico, el órgano periodístico de más alta calidad emanado de la Revolución guatemalteca, a los ojos de la crítica extranjera. (Arévalo, 1996)

Cardoza también expresa su satisfacción:

 

Sin mi empeño y sin el presidente Arévalo, no hay Revista de Guatemala. Trabajé muchísimo para organizarla, valiéndome de amigos en el exterior… La presentación en el primer número es un texto insolente: partiría de la revista o la destruiría cuando la menor intervención pretenda insinuarse contra nuestra imprescindible libertad.

 

La revista tuvo una breve vida llena de sobresaltos. A los jóvenes dirigentes y a algunos intelectuales de izquierda les parecía dispendioso gastar los dineros públicos en un órgano de expresión que casi no se leía en el interior y que poco reflejaba el trabajo de reconstrucción del país. Les parecía diletantismo mantener la revista cuando faltaba dinero para las tareas de educación, salud y cultura. Cardoza enfrentó los avatares, pero padecía cuando La revista moría y renacía, más pobremente; a nadie interesaba dentro de Guatemala. Boicot del medio y los gobiernos mismos…

Arévalo, perspicaz y conciliador comprendió la soledad de Cardoza y le ofreció un cargo en el exterior. Tan perspicaz como Arévalo, el poeta intuía que su entorno izquierdista podría perjudicar al gobierno. El embajador norteamericano y los coroneles deseaban que saliera. Arévalo, suavemente, sondeaba cómo alejarme. Nunca dejó de ser caballeroso conmigo. Hizo brillar ante mis ojos la Legación en París, sumo trofeo de oportunistas.

Acepta el cargo de Embajador en la Unión Soviética, en donde permanece por un año; sin embargo, Inesperadamente, el congreso resuelve suprimir las partidas asignadas en el presupuesto a la Legación en Rusia y en Suecia. Cardoza y Aragón, furioso, tendrá que volver. (Arévalo, 1996)

De nuevo el presidente Arévalo le tiende un puente para salir del país, como lo recuerda el propio Arévalo en Despacho Presidencial:

 

Nuestros servicios diplomáticos registran algunos cambios de importancia. Cardoza y Aragón va a Chile como ministro, a caer él, comunista, dentro de un clima que le haría difícil su actuación. El nombramiento había sido hecho antes de la ruptura de aquel gobierno con sus aliados comunistas.

 

Luego sirve como ministro en Colombia y en 1951, con Árbenz en el poder, vuelve a México donde radicó hasta su muerte.

A pesar de que el presidente Arévalo lo distingue como comunista, Cardoza mantiene una severa pugna con los dirigentes del Partido Guatemalteco del Trabajo (comunista) a los que denosta con graves calificativos.

Cuando se refiere a los comunistas guatemaltecos, quizá Cardoza y Aragón aún resiente la polémica que sobre problemas de estética sostuvo en 1936 con los integrantes de la Liga de escritores y artistas revolucionarios de México (LEAR) comunista, lo cual él calificó como un linchamiento político. Diego Rivera en aquella oportunidad pidió su expulsión de México. Cardoza, indignado, se sintió, según sus palabras un ruiseñor entre pingüinos. Su razonamiento contra los comunistas mexicanos puntualiza su posición ideológica. Mi problema nunca fue con la revolución (mexicana) sino con los estalinistas y sus variantes. No sé qué pasa, el sectarismo aparece con indigna frecuencia cada vez que se evoca lo revolucionario.


Recordando la experiencia mexicana y su polémica, ahora con el PGT, relativa a la libre creatividad artística y conceptual. En mi país, hacia 1951, se me planteó situación parecida, en un medio atrasadísimo, en donde estas necedades se manifestaron aún más grotescas por tardías.

Raúl Leiva, secretario de Revista de Guatemala entró al partido comunista como medio mundo. Una cosa es estar en el partido; otra, muy diferente, ser comunista. Entrar al partido fue como entrar al PRI.

 

He vivido a veces en una tierra de nadie lapidado por la izquierda y la derecha, y por no ver en el marxismo un dogma sino un método de análisis y una ruta propicia a las posibilidades más audaces de la creación, a todos los vuelos de la imaginación…

 

En estas frases puede oírse la voz de Hegel, Trotsky, Rosa Luxemburgo, Lukacs, Gramsci y otros marxistas que buscaron la libertad creativa dentro de la disciplina partidaria. Cardoza pregunta.¿El poder no admite a la libertad imaginante, a la imaginación cuestionadora, a la Poesía? El poder es cuadrado, es cúbico; está bien plantado. La Poesía, el diamante, raya el cubo de acero.

Cardoza revive las posiciones del surrealismo vanguardista que postuló André Breton en 1924: Era necesario, decía, resolver las condiciones, en principio contradictorias, del sueño y la realidad, en una realidad absoluta, en una súper realidad. Cardoza, marxista, influido por Breton, Aragón, Artaud y otros intelectuales de la primera posguerra, acepta como ideal lo maravilloso, lo insólito, reunir dos objetos incongruentes en un contexto ajeno a ambos.

Cardoza decide hacer maletas. Ha servido a la revolución como director de Revista de Guatemala, como embajador del presidente Arévalo y como amigo de los jóvenes intelectuales. Cuando se despide de sus jóvenes amigos del Saker-ti les dice: Celebraba la radicalización, no el maniqueísmo de la ceguera juvenil. Quise desde el principio que su voz tierna no se encementara. Quise darles la brújula pero más procuré darles la rosa de los vientos.

Su decepción se torna depresiva cuando reconoce, según, su percepción, que Los sakertianos masivamente ingresaron al Partido Comunista, en los años del presidente Árbenz (1951-1954), igual que si hiciesen la primera comunión. Tuvieron consistencia ideológica; más hermandad que secta.

Hago un alto en este camino narrativo para preguntarme: ¿Cardoza y Aragón se debatía entre sus acertadas concepciones materialistas dialécticas, o se dejaba llevar por su conspicuo surrealismo tan notorio en su obra escrita y en su soledad cotidiana? ¿Pretendía acaso fundir únicamente en la poesía a los jóvenes guatemaltecos que estaban decididos a transformar su país?

Algunas frases suyas quizás respondan estas interrogantes:

 

¿Existe la objetividad? ¿Es posible la objetividad?

Sólo lo imaginario es verdad.

Lo imaginario, por ello, allende la razón, el amor es lo único que vence la mediocridad humana.

La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre.

 

Hay que recordar que el propósito de los surrealistas no es nunca hacer arte, sino explorar posibilidades. Como dice Breton,

 

Surrealismo es automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral. (Bretón, 2001)

 

Extraño en su propia tierra, Luis Cardoza y Aragón se desdibuja en las esperanzas de los jóvenes que creyeron encontrar en él, quizá a Juan Marinello, a José Martí, a José Carlos Mariátegui, a Pablo Neruda, quienes, junto a su alta voz intelectual unieron tenaz y dura militancia revolucionaria. Así lo reconoce el propio Cardoza, La grandeza de Juan Marinello es haber dedicado su vida a la lucha política y no sólo a escribir para su pueblo y sobre su pueblo.

Alguna vez, olvidado de sus propias angustias que le hicieron vacilar entre esteticismo y política, exclama, El surrealismo en política es fatal; Guatemala es nuevo ejemplo, trágico y doloroso.


A propósito de estas vacilaciones cardozianas, a continuación se reproducen fragmentos del texto sumamente polémico publicado en Revista de Guatemala # 2, correspondiente a octubre, noviembre, diciembre de 1946, en la sección “Hombres y Rumbos”, titulado Cardoza y Aragón, pequeñoburgués, firmado por R. Ávila Ortiz:

 

Con Luis Cardoza y Aragón se han vuelto a plantear en nuestro ambiente hispanoamericano los problemas de la participación del artista en la actividad política y social. Entre los escritores importantes próximos a él por edad, Juan Marinello es quien ha entregado su vida por completo a un trabajo social definido. Marinello es viejo amigo de Cardoza y Aragón y ambos han escrito, el uno acerca del otro, con simpatía y admiración. Sin embargo, yo recuerdo algo de una polémica entre ambos, en la cual terció también, poniéndose de parte de Marinello, otro talento singular y profundamente estimado por Cardoza y Aragón: me refiero a Juan de la Cabada.

 

Pero nosotros seguimos pensando que en Cardoza y Aragón es dominante la pasión estética y no la pasión social. Muy diverso ha sido el camino seguido por Juan Marinello. Y surgen consideraciones sobre el ejemplo del cubano, el cual nos parece típico y ejemplar. Tenemos, en efecto, respeto y aprecio muy hondos por el sacrificio que pueda haber en la vida de Marinello al consagrar su obra y acción directamente a los problemas políticos de su patria. Juan Marinello –entre los intelectuales mayores del continente–, ha llevado una existencia de lucha, de entrega, de verdadero apóstol. Mariátegui, años antes, realizó su destino de manera semejante. Con él desapareció en el Perú la línea de esta capacidad, de esta pureza. En el Apra actual no hay ni sombra de Apra en sus orígenes. Lleva el mismo nombre, pero representa lo contrario. Se considera a Jorge Mañach, en toda nuestra América, como el mejor escritor actual de Cuba, impresionados por su prosa excelente, y olvidándonos también que como ciudadano es muy inferior a Marinello. La diferencia que hay entre Marinello y Mañach como escritores, no es fácilmente apreciable y para muchos, yo entre ellos, Marinello es por lo menos igual como escritor al gran prosista Mañach. En cambio, como ciudadanos, la diferencia entre Juan Marinello (hombre en realidad ejemplar) y Jorge Mañach, politicón indefinido, pequeñoburgués, falto de decisiones, no puede ser más tajante.

¿En dónde se halla Cardoza y Aragón? No está en la línea de Marinello, ni en la de Mañach, ni en la de un Pablo Neruda, miembro de partido también. Si estas figuras continentales son muy próximas a Cardoza y Aragón en el tiempo como personas no lo son en relación a las etapas que viven sus países respectivos. Esto debemos tomarlo en cuenta para no ser inexactos en la apreciación del guatemalteco. La vida de Chile en la cual participa Neruda (con el odio de la mayor parte de los intelectuales de su tierra, de las burguesías –grande y pequeña– y del clero) es muy otra al escenario que se ofrece al autor de La nube y el reloj. Cuando Marinello mismo inició su carrera política en su patria, ya un Martínez Villena –entre otros– había realizado trabajos singulares. El guatemalteco –como ya lo ha afirmado Ermilio Abreu Gómez– parece estar extraordinariamente saturado de pasión estética. Esta es su fuerza artística y su debilidad política.

Después de cuarenta años de la publicación de Cardoza y Aragón, pequeño burgués, Cardoza nos sorprende en el El río, novelas de caballería, cuando confiesa:

 

En el año segundo de la revista (No. 2, octubre, noviembre, diciembre 1946) en la sección “Hombres y Rumbos”, publico: Cardoza y Aragón pequeño burgués, y firmé el escrito alterando el nombre de uno de mis compañeros en El Nacional: Raúl Ortiz Ávila. La seudocrítica la suscribe R. Ávila Ortiz. Fue maniobra inútil para conservar paupérrima vigencia a mi vuelta de Moscú. Abogo, con denuestos y elogios balanceados, por la creación de un partido socialista. Que haya publicado tal autoataque no es fácil comprenderlo. De nada sirvió. Del exterior recibimos protestas defendiéndome.

 

Este escrito de Luis Cardoza es, a mi juicio, un desesperado gesto autocrítico que define su realidad política y su presencia en un país cuyos recuerdos nunca coincidieron con sus sueños. Algunas palabras finales de Luis quizá confirman lo que digo, Por exigua participación, solía fugarme en mis papeles, en busca de un pueblo que no he perdido. En esos días descubro, además de rechazo soledad, que no es sino el frustrado afán de por extranjero carecer de participación.

Luego agrega:

 

La conmiseración es odiosa. Siento su lujo cuando parece asomarse al evocar mis mocedades. Aquí no hay claro de luna, lágrimas de cocodrilo y otras bambalinas. Deseé renegar de mi virtud, pero ninguna tenía. Si no se es indiscreto ¿para qué escribir recuerdos? Tirar al mar de la memoria tu red de sueños, tu sed de sueños, y nada capturas, y ni siquiera se moja, y vuelve a tirarla, a tirarla, que tirarla es tu maldición, como la pesadilla de un Sísifo encumbrando invisible y pesado peñón de aire.

 

Con una frase final, que recuerda muy cercana-mente a don Miguel de Unamuno, Cardoza se define, No sé si he sido revolucionario; acaso, nada más, he sido un hombre modesto que tuvo vergüenza desde niño.

 

Referencias

Arévalo, J. (1998). Despacho Presidencial. Guatemala.Editorial Oscar de León Palacios.

Bretón, A. (2001) Primer manifiesto surrealista. Buenos Aires. Editorial Argonautas.

Cardoza L. (1986). El río, novela de Caballería. México. Fondo de Cultura Económica.


NOTA

Ensayo originalmente publicado en Ciencias Sociales y Humanidades # 2, Vol. 4, 2017.



JOSÉ ANTONIO MÓBIL (Guatemala, 1930). Editor, historiador y coleccionista de arte. Ha publicado diversas obras, entre ellas una acuciosa historia de Guatemala en dos tomos que lleva el título de Guatemala, el lado oscuro de la historia (2012). Diputado en el Congreso de la República por el Frente Democrático Nueva Guatemala en el periodo 1996-2000, desde muy joven se vinculó a la causa revolucionaria con una postura que lo llevó al exilio en Chile, cuando el gobierno revolucionario de Jacobo Árbenz fue derrocado en 1954. A su regreso en 1957, todavía llegó a ser director del semanario El Estudiante en su segunda época (1958-1959). En esos mismos años y hasta 1962 fue director del mensuario Lanzas y Letras, un esfuerzo cultural que compartió con Roberto Díaz Castillo y Ariel Deleón. Desde entonces, José Antonio Móbil ha publicado diversas obras en las cuales combina una erudición en temas culturales y un humor fino. Uno de los destaques más recientes es Del realismo a la abstracción (Serviprensa, 2016).




DAVIDE GALBIATI (Itália, 1976). Para el artista, el tema de la conexión Cuerpo-Espíritu existe desde el principio de los tiempos y probablemente continuará indefinidamente. En esta dirección, Davide Galbiati busca un lenguaje plástico con formas simples y singulares que evoquen tanto a pueblos ancestrales como a civilizaciones de un futuro sideral. Sublima el aura humana en materia para hacer visible lo invisible. Se inspira en el trabajo de escultores antiguos, como Tutmosis (escultor del faraón Akenatón) y en las esculturas griegas arcaicas. El artista alimenta el ardiente deseo de oponer el ruido del mundo al silencio vibrante del quieto. Huye, pues, de las contorsiones dinámicas de las esculturas barrocas o neoclásicas para pensar en la calma telúrica de los antiguos faraones. Galbiati nos lleva a la escultura por el camino del silencio. Gracias al cariño inagotable de nuestra colaboradora Berta Lucía Estrada, Davide Galbiati es el artista invitado de esta edición de Agulha Revista de Cultura.



Agulha Revista de Cultura

Número 258 | dezembro de 2024

Artista convidado: Davide Galbiati (Itália, 1976)

Editores:

Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com

Elys Regina Zils | elysre@gmail.com

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