Susto, ganas, felicidad,
incertidumbre. Un colibrí entre les manos, latiéndome el costado. Agua mirando
agua, una evanescencia o un diluvio. Y esa mesa tendida en la que siempre falta
alguien. Casi dos años para leer y comentar su vastísima producción, aunque la
conocía y hasta lo había analizado en mis grupos de taller literario. Pero la
académica que también está en mí me llevó, obviamente, a repasar la obra
completa (o casi). Sus libros me acompañaron durante todo el tiempo que duró
este inefable encuentro con una de las escrituras más bellas y hondas que uno
pueda imaginar. Y es que siempre me deslumbró, y sigue deslumbrándome.
La dicotomía a resolver era cómo
lograr, justamente, correrme de un tono académico-universitario para acceder a
un modo más cercano o intimista pero que, al mismo tiempo, no pareciera
sensiblero o demasiado evanescente. ¿Cómo alcanzar su estatura y describirla?
¿Cómo analizar y contar, pero no taxativamente? O, al menos, sin preñar un
texto crítico sino un hilado que pudiera parecerse a un viaje. Un viaje entre
él, el lector y yo. Un viaje que incluyera todos los puntos de vista posibles y
que, por lo tanto, nos habilitara a entrar desde lo subjetivo (íntimo,
personal) para asentarnos en donde cada uno quisiera y de la manera en que
también cada uno quisiera y/o pudiera. Un viaje como los tantos que él mismo
realizó y que le dejaron uno o varios libros como corolario.
Por otro lado, nos queremos, somos
amigos. Aumenta entonces la tensión. “Que le guste”, pensaba, pensé, estuve
pensando [1] durante todo ese tiempo. Y que esté a tono con él. Y fue así,
poco a poco, como, seguramente, el misterio me guió, fue guiándome.
El título resume la experiencia.
Magia, porque él lo es: un prestidigitador (hierofante, chamán de la palabra);
alguien que no sólo saca conejos de una galera, sino que habita el universo y
se deja habitar por él. Y Metafísica, porque lo esotérico (o el misterio, otra
vez) derrumba todas las barreras de lo estrictamente real (observable,
palpable, sensorial) y avanza desde la física (¿cuántica?) hasta lo
ontológico/universal del cosmos. Entonces Silencio: arrobamiento, esplendor,
sorpresa, asombro frente alguien que nos lleva, va llevándonos siempre hacia
nuestra mejor versión o, ¿por qué no y sobre todo?, al niño/a que somos y que
no claudica, sino que reverdece ante sus propuestas. Silencio que no es palabra
ausente sino un corredor tan amplio como el lector quiera/pueda concebir. El
viaje interior, entonces. Ulises [2] guía, seguimos. Por lo tanto, y
finalmente, Deslumbramiento. “Turbación de la vista por luz excesiva o
repentina” dice el Diccionario de la Real Academia Española. Y sí. Luz
absoluta, casi innombrable. Una cegadora luz que, sin embargo, ilumina cada
costado o recoveco.
Su vastísima obra ha sido ordenada en
tres bloques:
– Poesía de la física y el universo:
Incluye: Versión de la materia, Campo de prueba, Teorema natural, Línea de fuga y Poesón (al universo).
– Los días humanos:
Incluye: El espejo de fuego, La lámpara en la lluvia, Generación terrestre (“libros
primerizos que reuní resumidos por si los publicara en alguna reedición pero
que descarto de mi bibliografía”), Nunca,
El amanecido, Manada, Como si hubiera pasado una garza y Las coplas de los misterios.
– Canto al planeta:
Agrupa en once tomos los libros escritos
en sus viajes por un centenar de países en los cinco continentes: Baniano, Libro de Egipto, Bambú, Coirón,
Guarán, Tiempos de Europa, Viento Caribe, La última piel del mundo,
Ngorongoro, Jerusalén y El tigre
de Dios.
En un cuarto bloque se
incluirían: El don del Alabado (que
podría ubicarse también en Canto al planeta), La balada de las máscaras y Los tres espejos (los dos últimos, de reciente
aparición). La balada de
las máscaras son poemas inspirados en la colección de máscaras de
Luisa Valenzuela; y Los tres espejos,
poemas a partir de pinturas de Gabriela Aberastury y Mariano Cornejo.
Editó igualmente varias antologías.
Entre otras, la del Fondo Nacional de las Artes (2001), la de Monte Ávila
(Caracas, 2008), Le Voleur de Tombes (L’Oreill
du Loup, París, Francia, 2009), Era
el único planeta que cantaba (Editorial Visor, Madrid, 2016), Nacer incendia (Summa, Lima, Perú,
2016), Il pendolo del mondo (Raffaelli
Editore, Italia, 2018; traducción Emilio Coco), El ejército de terracota (Pen Press, Nueva York, USA,
2019-Plaqueta) y Poesía de la física (Editorial
Caletita, Monterrey, Méxic, 2022).
En narrativa: Odilón (edición de la Dirección de
Cultura, Salta, 1975); La luz
Naranja (edición de la Diputación de Soria, Soria, 1984); La Canción del Ausente (Ciudad
Gótica, Santa Fe, 2006; segunda edición aumentada, Desde la gente, Buenos,
Argentina, 2010) y El Arcángel (novela;
Catálogos, Buenos Aires, 2007; Uniediciones, segunda edición, Colombia, 2019).
También es autor de canciones del
folklore argentino y de obras para teatro de títeres. Y ha sido traducido al
inglés, francés, griego, italiano, sueco, alemán, portugués, chino, turco,
macedonio, árabe y ruso.
Multipremiado, tanto en el ámbito
nacional como en el internacional, es fundador, junto a los poetas Aldo
Parfeniuk y Pedro Solans, del Movimiento para la creación de los Bosques de la
Poesía y Conasud (Convocatoria Nacional por una Ley que declare a la naturaleza
sujeto de derechos). A partir de esta iniciativa se han fundado bosques y
centros culturales al aire libre en Argentina, y en otros países
latinoamericanos y España.
De esta manera entré y creció el
deslumbramiento. Porque sentí desde mi propia raíz (y cito párrafos del libro
porque ya no podría decirlo de otra manera) que “la semilla comienza a ser
pájaro y se funde en la nube, que es líquida, y entonces se hace humana y luego
lluvia, o cauce o derrumbe” [3]. Es aconsejable, pues, “dejarse llevar todo el
tiempo (si es que existe el tiempo) por una cosmología abierta a cualquier
pregunta o incitación” [4]… “Sentir que todo está en todo y lo uno en lo
múltiple (y viceversa).” [5] “La poesía de Leopoldo Teuco Castilla parece
(¿es?) inasible. Como la luz, ella se expande en cada uno de sus libros, los
prolifera; pero también se escapa: está, la vemos, nos emociona, nos asombra,
aunque parezca imposible adueñarse totalmente de ella. Y qué suerte. Porque
entonces sus versos tienen siempre algo más para mostrar o para cuestionarnos
o, definitivamente, para negar. Como una alucinación su universo se despliega
y, aún alucinados, es posible llegar a cierta anagnórisis: algo se revela, se
oculta, late, desaparece, pero igualmente se impone.” [6]
Sus creencias o visiones también me
llevaron a asociarlo con algunas experiencias que Gabriel García Márquez
refiere en el magnífico reportaje que le hace Plinio Apuleyo Mendoza en “El
olor de la guayaba” [8]. Y ahí se me abrió, entonces, otro mundo: el de lo que
creemos que es superstición y es, tal vez y, sin embargo, una tácita unión
entre lo real y lo supra real/sensorial. Algo inasible, aunque fundante y
siempre inefable. Por eso incluyo algunos comentarios al respecto de la
escritora María Malusardi [9] y el maravilloso prólogo de Claudio Lomenzo
en Gong. Ambos interpretan e ilustran, con enorme lucidez, este aspecto
central en la vida y obra de Teuco.
Después, ya está dicho, dejarse
llevar. Por sus tropos, ritmos y silencios. Tan hondos a veces que vuelven a
dejarnos anhelantes. Leamos/viajemos juntos:
EL AGUA
A Salvador Garmendia
Hagamos de cuenta
que yo no sé qué la lluvia
sólo ocurre en la palabra lluvia
que cae en sentido inverso al espacio
y es
porque deja de ser
como tu ojo deja de ser ojo
y es caballo
al mirar un caballo
no es natural
que llueva
es natural
que tiembles
que temas a la lluvia
tú
que eres casi todo agua
construyes una casa
en nombre de la palabra hombre
tú
agua creyente
te proteges del horror de caer
dices: lluvia
y eres agua
mirando agua.
“¿Somos, pues, una especie líquida?
¿Es la palabra la que nos define y, por lo tanto, nos construye?, ¿o al revés?
Cabe mi insistencia: lo mejor de este enorme poeta es que no define
taxativamente, ni sentencia, ni concluye. A veces define. Pero, generalmente,
cuando lo hace, reabre la incisión.” [10]Y, tal vez por eso, aparecen las
fugas. [11]
Fuga del pez
La trucha arcoíris
al remontar el río
rejuvenece para morir.
El secreto
está en el agua
que huye siempre a su pasado
el pez
que es un lento instante
ya se ha fugado
del instante de su muerte
por el agua
que no tiene presente.
Y junto al pez fugan también la
piedra, la sombra, el fuego, el pájaro, y hasta nosotros. Quizás por eso la
mesa, aunque poblada siempre nombra una ausencia:
LA MESA DE MIS DIOSES
a Pedro González
Bebo con mis dioses,
con Xangó, dios del trueno, protector
del ebrio y del amante,
a quien he visto desimantar a las bahianas
marearlas
como si dentro les copulara una bandera,
que descendió en mí en Santiago de Cuba
por obra y gracia de Orula y de un babalao
cenizo
de cruzar la suerte de los hombres.
Bebo con Vishnú a quien no pude despertar
de su lento absoluto, cuando ascendiendo
una escalera enorme
lo vi yacer, sin mundo,
como una luna esperando el regreso del cielo.
Fue en Bali esa visión. La tierra
desaparecía
devorada por sus delicadezas.
Ofrendo y bebo con la Pachamama, porque le pertenezco
arbolito que yo soy y nunca alcanzo
río que me llamo y nunca vuelvo,
y con el Señor del Milagro,
que brillaba como un fruto
en el terror
en el luto
y el espejismo del alma de mis abuelos.
En la mesa, desnumerando, como suelen,
está el duende, con su mano de lana
y su mano de hierro
cicatrizando sus ojos debajo de la higuera.
Y el diablo, pobre hombre, aparecido en otra dimensión,
tahúr,
que sólo como música puede entrar a este mundo.
De pie, a mis espaldas, está mi muerto. Lo desconozco.
Me dijeron “es alto y tiene el pelo blanco. Lo cuida.”
Un extraño condenado a mi suerte,
un plenilunio de mi cuerpo. Y es que otras formas duran
para sostener tu forma
y están vacíos todos los nacimientos.
Y estoy yo, ateo, sin iglesias, milagroso.
Y en otro rincón, también yo, con siete años,
mirándome mirar
los sentires de mi madre
y a mi padre ardiendo,
maravillado,
herido
entre cantores difuntos.
Unos recién naciendo,
otros, en la muerte,
maldormidos,
nos amanecemos
aunque nunca llegue el día.
Estamos todos ocupando todo.
No falta nadie.
Y, sin embargo, la mesa está vacía.
Será necesario entonces cantarle al
planeta, pienso. Y animarse a sentir que también nosotros, tal vez, hemos visto
a Vishnu o a alguna otra divinidad, por lo menos a través de sus ojos:
VI
A Gonzalo Rojas
De entre todos alabo a Ganesh
el dios de cabeza de elefante.
Tiene la sabiduría
del que conoció con el cuerpo.
Cerró su mutación
(siempre el más increíble
es el más verdadero.)
Los mediodías
se apoyan
en una mariposa
una telaraña puede
sujetar al viento
porque él,
enorme,
danzó sobre un pie.
Desde entonces
lo débil
sostiene el firmamento.
Como él
somos nosotros
esta aleación
de la gravedad y el pánico.
¿Quién puede soportar
sin desfigurarse
el peso de sus sueños?
Alguien se cría en el fondo de uno
– y no es uno –
comiendo tus pedazos.
Sólo quien reconoce su otro animal
resiste lo sagrado.
Fue, va siendo posible, pues,
realizar el viaje. Ir libro por libro, poema por poema, desgajando su universo
para luego reconectarlo y, de este modo, percibir el misterio y la sacralidad.
Ítaca está en cada uno de ellos. Pero, quiero ahora detenerme en “Baltasar”
para tocar la fibra más íntima. Y es que, a pura poesía, Teuco nombra el dolor
y lo engrandece:
Que salte yo
como un disparo de sol
del salar de tu futuro
y perfore
las narcóticas alas
con que ella se defiende,
los planos inversos
por donde vuela
se desdobla
y mata.
Voy a amputarle el nervio,
ese vértigo inmóvil
que la yergue,
a esperanzarle
el único ojo con que mira
y no recuerda
y cuando empiece a sentir
que por fin es alguien
le diré: este es tu nombre.
Para rematarla.
Entonces saldré a buscarte,
a desnumerarle arena por arena
sus desiertos,
de ventisquero en ventisquero
hasta apagarle la nieve.
Y borrarle el único lugar que no tenía.
Iré a lo más profundo
donde te ha soterrado
y entraré en tus tinieblas
como una luciérnaga
para que me sigas
por aquí,
por aquí, Baltasar,
por este caminito se vuelve al mundo.
Sólo un poeta como él, un verdadero
protagonista [12] es capaz de poner en palabras ese dolor y no caer en
golpes bajos ni oscuras tragedias. Teuco sobrevuela todo. Y hasta se sobrevuela
a sí mismo. En este caso, con absoluta ternura.
Para finalizar, el libro incluye
algún comentario acerca de su prosa y sus últimos poemas editados, una breve
biografía y la enumeración de sus premios.
Y ahí está todo entonces. Imposible
para mí ubicarlo en algún movimiento y/o generación. Prefiero quedar inmersa en
esa copla que recitó en mi casa un sábado a la tarde y que sigue resonando,
resonará para siempre.
Por último, y finalizando el
trayecto, no sé si encontré el tono. La incógnita es, será permanente. Pero que
a él le haya gustado mi trabajo es recompensa y alivio y, lo más importante,
absoluto, inefable aprendizaje.
NOTAS
[1] Al modo como Juan José Saer concibe al tiempo en su cuento “La
mayor”.
[2] Homero, La Odisea.
[3] “Leopoldo “Teuco” Castilla. Magia y Metafísica, Silencio y
Deslumbramiento”. Pág 11
[4] Op. cit. Pág. 11
[5] Op. cit. Pág. 11
[6] Op. cit. Pág. 12
[7] Op. cit. Pág. 13
[8] “El olor de la guayaba”. Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1982.
[9] “De la naturaleza al cuerpo del lenguaje. La poesía de
Leopoldo Castilla”.
[10] Op. cit. Pág. 28
[11] Op. cit. Pág. 28
[12] Tal es el título de la colección.
ANA GUILLOT (Argentina, 1953). Profesora en Letras, docente secundaria y universitaria. Coordina el taller literario Tangerina, y dicta seminarios de literatura, mitología y literatura oral en el país y en el exterior. Como docente: “El taller de escritura en el ámbito escolar” y “¿Querés que te cuente el cuento?”. Como poeta: “Curva de mujer” (1994), “Abrir las puertas (para ir a jugar)” (1997), “Mientras duerme el inocente” (1999), “Los posibles espacios” (2004), “La orilla familiar/La riba familiar” (2008 y 2019, ed. bilingüe castellano-catalán; en Italia, “La riva familiare”). Reeditado en castellano (2011). Y las antologías personales “Liquid/ambar” (2016), “Polvo que late” (2017) y “Urubamba” (Perú, 2019). Como narradora: “Chacana” (Perú, 2012). Co-autora de “La lección de las diosas” (2010). En 2014: “Buscando el final feliz (hacia una nueva lectura de los cuentos maravillosos)” (análisis hermenéutico de dichos cuentos). Integra el blog Pensadoras y Escritoras Europeas y diversas antologías, y colabora con publicaciones del país y del exterior. Invitada a participar de encuentros de poesía, foros de reflexión y universidades en su país y en el exterior. Ha sido publicada, parcialmente, en España, Venezuela, Chile, Uruguay, Méjico, Austria, Estados Unidos, Italia, Nicaragua, Perú, Brasil, Holanda, Polonia y Puerto Rico; y traducida al inglés, catalán, árabe, alemán, italiano, polaco y portugués.
FRANKLIN CASCAES (Brasil, 1908-1983). Folclorista, ceramista, antropólogo, gravurista e escritor. Dedicou sua vida ao estudo da cultura açoriana na Ilha de Santa Catarina e região, incluindo aspectos folclóricos, culturais, suas lendas e superstições. Usou uma linguagem fonética para retratar a fala do povo no cotidiano. Seu trabalho somente passou a ser divulgado em 1974, quando tinha 66 anos. A Universidade Federal de Santa Catarina mantém um arquivo com a obra de Cascaes, aproximadamente 4.000 peças em cerâmica, madeira, cestaria, gesso, gravuras em nanquim e desenhos a lápis, além de um razoável conjunto de escritos que envolvem lendas, contos, crônicas e cartas, todos resultados do trabalho de 30 anos do escritor junto a população ilhoa coletando depoimentos, histórias e estórias místicas em torno das bruxas, herança cultural açoriana. Por sugestão de Elys Regina Zils, Franklin Cascaes é o artista convidado da presente edição de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 261 | junho de 2025
Artista convidado: Franklin Cascaes (Brasil, 1908-1983)
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