sexta-feira, 15 de agosto de 2025

CARLOS BEDOYA | Tres encuentros con la quimera

 


1 Transparencia del enigma en Rosamel del Valle

 

 …escribía como danzando con una lámpara en las manos.

 

H. DÍAZ CASANUEVA

 

Abierta a los misterios del día y de la noche, al hechizo que suscita fértiles abismos en los linderos de un valle tan árido como los durmientes que suelen habitarlo, cerrada al gesto despectivo que rehúye con torpe arrogancia lo difícil, lo reacio por naturaleza a ser catalogado o vertido en el ártico lenguaje de las cómodas abstracciones, la obra poética de Rosamel del Valle suele ser cuando no absolutamente desconocida, sí un tanto menospreciada por la atmósfera, el lenguaje y las intensidades que al atravesarla constituyen, de algún modo, su materia esencial: cierto carácter entre onírico y alucinatorio, que fluctúa igualmente entre un halo sagrado y un aura profana, flotando por antonomasia en torno a lo indecible.

Fundada en una profunda y ardua experiencia de lo vivido, esa fábula donde hemos bailado debajo de las orquestas (Orfeo, 664), está enraizada, no obstante, o quizás por ello mismo, en la fuente más primigenia de la poesía: la videncia, porque, ¿qué es lo que distingue al poeta del resto de los seres? Nada, si no fuera por la posesión de este extraño secreto (Poesía, incluido en la antología realizada para Monte Ávila Editores por Juan Sánchez Peláez).

Dicho rasgo esencial, el poder de ver y hacer ver, determinan el proceso de la imagen poética, hasta el punto de poder plantearlo, como también lo lleva a acabo Maurice Blanchot en El espacio literario, en términos de un contacto a distancia, o, en palabras de Rosamel del Valle, aludiendo al extraño secreto mencionado antes, como un débil contacto exterior o una experiencia. Añadiendo de inmediato que el calor –siempre humano, por lo demás– de este contacto despierta al ser entre sus tinieblas.

Despertar de qué, abrir los ojos a qué, ¿abrir los ojos a qué?, podría obviamente preguntarse. Abrir los ojos del cuerpo y del alma, tal vez porque, según Oscar Wilde, los que encuentran alguna diferencia entre el alma y el cuerpo, no tienen ni una cosa ni la otra (Frases y filosofías para uso de la juventud). Despertar al ser en el ser para poder ver todo tal como es: quién sabe si infinito, quién sabe si vacío, en todo caso abierto a la muerte. Despertar que concierte a la sustancia de la poesía, al aire hierático y telúrico del cual se nutre, en el cual respira, transpira, conspira o se inspira. Este ir y venir por los espacios de la memoria y la imaginación, entre presencia y ausencia, sin seguridad alguna, usualmente a oscuras y a la deriva, librándose a los avatares del azar y lo maravilloso, como vía de conocimiento de lo abisal y afirmación de la vida, en un mundo cada vez más hostil a lo singular y a lo sensible: La suerte / Es una vieja sin dientes. En un tiempo los sabios / Eran algo respetable. Hoy lo es el histérico. A veces pienso / En una vieja con dientes. A veces pienso / Que debajo de la almohada está el mar (Bar de los apóstoles).

 

NOTA

Publicación original: Punto Seguido # 42, 2001.

 

 

2 Marcel Duchamp: en la boca de sombra

 

Mi biblioteca ideal contendría todos los escritos de Roussel, Brisset, tal vez Lautréamont y Mallarmé. Mallarmé era una gran figura. Esa es la dirección en la que debería orientarse el arte: hacia una expresión intelectual antes que a una expresión animal.

 

MARCEL DUCHAMP

 

Hay fuerzas que de súbito y sin pausa, nos conducen a romper un aura, es decir un circuito de otras fuerzas similarmente inscritas en nuestras miradas, o sea en nuestra sensibilidad, intuición y entendimiento. Son aquellas próximas y, a la vez, lejanas de nuestras vidas, avalanchas de sueños, saberes y premoniciones propias y propicias a todo cuanto, sin saber cómo diablos o por voluntad de qué dioses, nos han lanzado a la creación.

La poesía de la modernidad, hoy por hoy contemporánea, tan antigua como el mito o el automatismo característico de esa búsqueda loca, indomable e infinita, que de una forma u otra nos va llevando de manera obsesiva y azarosa hacia los abismos delirantes de la invención, inspirados por el amor, la fe, el esplendor, la música, el deseo y, en el fondo, por el sueño.

Es allí donde, cómo negarlo, nos vemos no contra sino sobre la pared. Ese muro, el límite que procuramos tortuosamente, con desespero y artesanía poder traspasar, romper, o en ocasiones dejar ahí para jugar a no escapar del todo sino sostener impacientemente un contacto a distancia (Blanchot) de aquella hermosa esfera llamada imagen, soporte y testigo, casi un souvenir asombrado de la visión.

Aparecen por ahí, de cuando en cuando, algunos exploradores como Marcel Duchamp (1887-1968). Desnudo descendiendo por una escalera (título del lienzo que lo diera a conocer), dispuesto a trajearse con orinales o rines de bicicleta (obvia alusión al ready made), dándonos a entender que el arte como concepto, vocación de sacar las cosas del mundo habitual, romper el tiempo, el espacio, reconstruirlos y recrearlos a diferencia, no en contra, digamos, de sus coterráneos, contemporáneos y demás dioses, como el inventor de la nada, sus maridos y etcétera.


Desde lo prehistórico pasando por Dadá, Marcel Duchamp desrealiza el surrealismo y question mark atrae y distrae lo esencial, a partir del abandono de la pintura retiniana por un arte que pretende llegar más allá. Un arte que no sea tan solo ejecución y transparencia de sentido. Es decir, contraponer al arte visual una obra que es actitud, pensamiento: una pintura-idea. [1]

Al acercarse a Man Ray y sus rayogramas, de manera no tan insólita, aunque un poco, Duchamp nos remite a Raymond Roussel, autor entre otros textos de Locus Solus, Impresiones de África y Cómo escribí algunos de mis libros; por tanto, a una reflexión en torno a un quehacer similar al de Michel Leiris, en La literatura considerada como una tauromaquia.

Más allá quizás veamos una jaula en la cual no cantan los canarios sino dos o tres cubos de mármol: El caso de Marcel Duchamp nos ofrece hoy en día una línea de demarcación entre los dos espíritus que van a tener que enfrentarse cada vez más con el mismísimo seno del espíritu moderno. [2]

Tiempos de guerra, dispersión, exilio. Surge de nuevo el vacío y a su rescate proverbialmente reviven el amor, la fe, la esperanza; el surrealismo, rodeado por ready-made: ese murmullo que se basta a sí mismo. Alberto Giacometti, recogerá según creo, aquel dictado mágico.

Rrose Sélavy, Man Ray, Francis Picabia y Hans Arp, entre otros, subrayando aquí y más allá del arte, o sea insistiendo en el más arduo sentido de lo trascendental implicado en el mero hecho de un rayograma, o de cuánto implicó la ruptura de lo pintado con lo pictórico, se revelan a mi modo de ver finalmente en lo maquínico, ya en vísperas de lo meramente conceptual, pasando por el expresionismo abstracto, por el pop-art, hasta devenir en la instalación, hija pródiga del happening y el performance, o en un mejor sentido y obrar, Bernardo Salcedo.

La técnica y su tan venerada hijastra, la tecnología, abruman, devoran y hasta pretenden sobrepasar a su madrastra, la razón absoluta. Glosolalias y collages se engullen entre sí, mientras el collage y en buena parte el video y el cine se despliegan en ocasiones como maneras un tanto afines y exuberantes al estilo del cadáver exquisito.

En suma todo es nada.

Al fin y al cabo, surge la palabra; he aquí una rosa y más acá la vida: rosa, rosa tan maravillosa, como Rrose Sélavy.

 

NOTAS

Publicación original: Punto Seguido # 57, 2014.

1. Marcel Duchamp vs. Stéphane Mallarmé, David G. Torres.

2. Los Pasos Perdidos, André Breton.

 

 

3 Flexible y Voraz

 

La filosofía está en estrecha relación con la política. Tal relación se expresa en el plano de las concepciones del mundo, enmarcadas siempre en una lucha de clases, es decir, en forma contradictoria pues son expresión de diferentes intereses sociales. Esta contradicción de que hablamos se expresa en el plano de lo imaginario. Se produce así una separación entre el movimiento real y el movimiento aparente, separación determinada por la producción con el proceso de trabajo considerado a nivel general. Y no solo los agentes de la producción sino todas las clases que constituyen el modo de producción en un momento dado. La filosofía puede servir (y de hecho sirve) a una de esas clases al fundamentar teóricamente su visión del mundo y sobre todo al hacer la apología de esta misma visión. Pero no es que la filosofía lleve de por sí un sello de clases, sino que los mecanismos del orden dominante trabajan para producir la aprobación de ese discurso; por ejemplo, a través de la educación, como nos muestra Platón en toda su obra al referirse a la enseñanza. Para él la enseñanza como formación es el método de selección más puro. Esta selección escoge entre un número de pretendientes a la verdad. El verdadero pretendiente será aquel que logre asemejarse al Modelo, o sea, aquel que cumpla las leyes necesarias para producir copias exactas. Esta exactitud funciona como bien en la medida en que requiere de la virtud. El virtuoso puede acceder a la verdad, el vicioso no. El vicioso es aquel que produce lo desemejante, apartándose del modelo. Este alejamiento de la norma induce a la exclusión mediante el rótulo de falsedad. Lo falso viene a operar como malo pues se juzga moralmente el conocimiento. Incluso llega a negarse el ser de lo falso, a negar el ser del error; solo en El Sofista se le aceptará como un hecho que hace peligrar la verdad. Esto quiere decir que la voluntad de verdad excluye en forma absoluta toda disidencia, todo distanciamiento con respecto al Bien Supremo, a la Idea dominante. Esta Idea sirve de base a la Institución y es lo que constituye el orden del discurso. Es el discurso quien determina la verdad o la falsedad de algo, es él quien produce las prohibiciones de lenguaje, los mecanismos que relegan toda palabra diferente a la aceptada por el Poder de Estado, por la clase dominante. [1]


Tenemos pues que la voluntad de verdad mantiene un nexo necesario con una voluntad de dominio, con una voluntad de poder. En El Político se nos hace clara esta relación. Platón nos habla de la política como algo comparable al arte de tejer. El arte del tejido se vale de unas artes auxiliares.

 

Arte de unir / Arte de tejer

Arte de separar / Arte de cardar

 

A estas artes auxiliares se liga la idea de la medida como modelo del pensar y de la acción; el nexo entre lo grande y lo pequeño solo podrá plantearse si se comparan ambas a la medida justa, a la medida ideal; es gracias a la medida que las cosas son bellas y buenas. La medida se establece de acuerdo a la simetría y la perfección; en ausencia de estas se dará la discordia, la fealdad. La medida, pues, funciona como norma, como ley. El buen político sería aquel capaz de dar la medida justa en el arte de apacentar el rebaño de los hombres, sería aquel justo pretendiente aceptado por lo imparticipable (el Bien, el Padre); el buen pretendiente a la verdad estaría armado de una ciencia regla: el arte de gobernar, de unir o separar a los hombres. Tal separación puede implicar el ser valeroso o el ser moderado. O bien persuadir a los hombres a someterse a los deseos del poder o bien; en otro caso, obligarlos mediante la violencia. En el primer caso el filósofo sería el hombre apropiado para gobernar el mundo.

La política se nos muestra como fundamentada a partir de un mito: el de la querella de Atreo y Tyestes. Como sabemos, el mito pone el acento en los comienzos. En este se trata de un momento en que los hombres se vieron privados de la vigencia divina; en ese momento Prometeo y Hefestos le habrían concedido las artes a los hombres. Entre esas artes o ciencias hay una que tiene un papel unificador: ella sería la política. La ciencia más elevada y que decide el valor de las otras.

De otra parte, Platón divide las constituciones en tres clases: la monarquía, el gobierno de un pequeño grupo y, finalmente, el gobierno de un gran número de gente o democracia. La democracia es la única en conservar su nombre, las otras formas se atienen a transformaciones y dependen de si son impuestas o aceptadas libremente. De otro lado, las constituciones se pueden dividir en la del tirano, la del rey, la oligarquía y la aristocracia, y la democracia. Encuentra que las formas diferentes de la monarquía se dan ante el temor de que el rey abandone las leyes. La democracia se le aparece como una forma débil, sin gran poder, ni para el bien ni para el mal, porque los principios están dispersos entre múltiples seres. [2] Vemos pues que Platón privilegia la forma monárquica, siempre que el rey se valga de la ciencia regia. Esta elección del filósofo se explica por el contexto histórico en que se produce su obra. Platón pertenece a la clase noble. En ese momento de la descendencia Griega, la nobleza se aferra a sus privilegios y busca mantener, mediante el estado autoritario de las estirpes, la antigua economía basada en el monopolio. Más que como noble podemos considerar a Platón como un descendiente de comerciantes con las ideas de la nobleza. Su voluntad de verdad fortalecía los pilares del poder. Pero todo ocurre en un momento en que las ideas monárquicas están en choque con ciertas formas plutocráticas, ya que se ha constituido una clase de rentistas y empieza a perfilarse como deseosa del poder. Sin embargo, a pesar de verse obligada a tomar unas formas democráticas la nobleza sigue sustentando el poder, ya no a través del estado de estirpes sino por medio de instituciones en apariencia manejadas por el pueblo. Se gobierna en nombre de los ciudadanos, pero prevalece la ideología aristocrática, incluso las luchas políticas son dirigidas por ella misma. La diferencia esencial radica en que ya no se trata de una aristocracia de origen sino más bien económica.


Las ideas de Platón se dan en lucha con las ideas de los sofistas. Los sofistas se sitúan del lado de la clase media y fundamentan una concepción del mundo que se aparece como subversiva en tanto que se opone a las ideas dominantes, dejando de buscar asemejarse a un modelo. Los sofistas proponen una alternativa distinta basada no en la voluntad de la verdad, sino en el simulacro. Mediante el distanciamiento de las leyes y la verdad aceptada, propugnan por la creación de un orden nuevo, no atado a lo permanente sino al devenir. No parten del mito sino de la crítica del mito (y resulta curioso observar cómo Platón al tratar de definir al sofista prescinde del mito). Ante los sofistas Platón defiende la tradición, el cumplimiento de las leyes. Aún cuando a su pesar reconoce que hay algo por encima de las leyes, se ve abocado a tener que cumplirlas ante el riesgo de ser excluido por salirse de las normas. De otro lado, también El Político encuentra que la virtud no es algo homogéneo, hay virtudes que se excluyen juntamente. Pero sale del problema encontrando que estas virtudes se mantienen en cierta relación que les permite convivir. Cada vez que sus ideas se ven ante la contradicción, sale del paso acudiendo al orden de La Idea, a lo establecido.

Tanto Platón como los sofistas son conscientes de que es por medio de la enseñanza como se reproducen las ideas políticas, las concepciones del mundo. De ahí que parte de su polémica se libre en torno a cómo debe educarse, a qué carácter debe tener la formación del saber.

El Político se escribe en una fecha posterior a los tres viajes de Platón a Siracusa, donde visitará al Tirano Dionisio en busca de lograr poner en práctica sus ideas sobre el Estado ideal, proyecto en el que solo consigue fracasos. Es luego de estos viajes, iniciados al producirse la muerte de Sócrates, que regresa a Atenas para fundar su Academia. Desde allí mostrará que el gobierno de uno solo es el más adecuado para la buena marcha de la sociedad, porque afirma Curtios: El verdadero arte de gobernar podía realizarse, en definitiva, según las ideas socráticas, mucho mejor por uno que por muchos. [3]

Es por aquel tiempo que se viven las consecuencias de la lucha del partido beocio contra Calistrato, que terminará con el proceso y la condena de este último, defensor de los intereses conservadores de la nobleza: El enemigo de Epaminondas –representante del poder tebano– seguía las antiguas tradiciones de la política conservadora, tratando de restaurar en Grecia, aunque conforme a las necesidades de los tiempos, el dualismo de antes. [3] Tal dualismo consistía en la alianza con Esparta para luchar contra Tebas, alianza inútil en un momento en que el poder de Tebas era casi imbatible, hecho que permanecería invariable hasta la victoria de Timoteo sobre los tebanos.

La doctrina platónica aparece supeditada a la repetición del modelo, a la conservación de este. Podemos ver más allá de lo que se nos presenta como una doctrina filosófica, una necesidad política de su tiempo; la apología del dominio sobre la disipación. Las referencias de Curius a Platón lo muestran más imbuido y supeditado a la realidad política que interesado en supeditar esa realidad a una crítica que abra nuevos horizontes y espacios de posibilidad; Platón no logra por lo tanto escapar a las formas impuestas por la ideología, sino que mirándolas desde el centro de su círculo intenta reforzarlas en sus puntos de exaltación; la educación, la rectitud, la supeditación a la ley y a todas las formas del padre.

La preservación trae consigo el miedo a lo nuevo que es presentado como error, no-ser, lo que escapa al modelo: Platón ataca la novedad en el arte del mismo modo que se opone a todo lo nuevo y sospecha que la Anarquía y la decadencia aparece en todo lugar donde se despierta la novedad. [4]

La misma doctrina platónica no es algo nuevo en su tiempo, sino que sus raíces se encuentran en el pasado, en Sócrates, y en ningún momento se presenta como un crítico de ese, sino al contrario su permanente exaltador, llevado al extremo de metodizar su pensamiento, logrando su mecanización en el ejercicio de la virtud. Un paralelo de Platón con su momento político lo mostraría como un permanente refuerzo del poder, entrando en armonía con las luchas que libraba este contra otras naciones; la fundación de la Academia es contemporánea a las necesidades organizativas del Estado ateniense y la construcción del poder sobre un solo individuo posibilita la concentración de todas las fuerzas en una sola dirección: la lucha con las demás naciones helénicas. La trascendencia de su pensamiento, base del idealismo, está ligado al pensamiento aristocrático griego. El pensar al hombre no tal como es, sino como debería ser; inicio normativo de la moral. Base de la persecución de metas y no de reconocimiento de procesos.

 

NOTAS

Publicación original: Punto Seguido # 51, 2008.

1. Doctrina de Churchill: Los ricos y poderosos tienen derecho a exigir que los demás los dejen en paz para disfrutar de lo que han conseguido, a menudo mediante la violencia y el terror; los demás pueden ser ignorados mientras sufran en silencio, pero si se entrometen en la vida de quienes gobiernan el mundo por derecho, los terrores de la tierra se cernirán sobre ellos, con justa ira, a menos que el poder sea incomodado desde dentro. Noam Chomsky, Piratas y Emperadores.

2. La Filosofía Griega, Jean Wahl.

3. Historia de Grecia, Tomo IV, Curtius.

4. P. M. Schuhl citado por Arnold Hauser en Historia social de la literatura y el arte.




CARLOS BEDOYA (Colombia, 1951). Poeta, ensayista, traductor y programador musical. Filósofo y licenciado en Letras de la Pontificia Bolivariana de Medellín. Dirigió y coordinó la revista Escritos en su primera época. Ha sido también director de distintos programas de jazz y rock en emisoras culturales de la ciudad. Colaborador permanente de revistas como Punto Seguido, de la cual es miembro y de periódicos como El Mundo de Medellín. Su poesía inaugura un tono diferente en su dicción y sus temáticas ligadas a la experiencia con la música, las visiones sicotrópicas, el erotismo y el sueño. Igualmente, como ensayista, realiza una labor importante y lúcida. En 2002 se publicó en Londres, Inglaterra, su traducción de La Escultura, del poeta hindú Aminur Rahman. Distintos trabajos suyos han aparecido en antologías realizadas dentro y fuera de Colombia. Crédito de la fotografía: Jairo Ruiz Sanabria.




JUAN CARLOS JURADO REYNA (Ecuador, 1980). Artista plástico. Para él, la pintura es un nuevo lenguaje, una gramática de colores y formas cuyos significados solo el espectador podrá descifrar, pues toda obra de arte tiene dos creadores: el autor y quien la contempla con mirada crítica y reflexiva. Entre sus logros destaca la autoría del mural del oratorio del Seminario Mayor San José en Quito, realizado en 1998. En 2024, presentó la exposición Tiniebla Sagrada en la Galería Bastidas. Esta serie también fue exhibida en la Feria AQ Arte Quito 2024 y en la Casa de la Cultura Núcleo del Chimborazo, consolidando su propuesta artística. Ese mismo año, concluyó el mural en la pared central del Centro de Promoción Artística de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Posteriormente, desde febrero hasta marzo de 2025, su obra fue expuesta en el Museo Muñoz Mariño, ubicado en el tradicional barrio de San Marcos, en el centro histórico de Quito. En 2024, presentó el libro Tiniebla Sagrada, una obra que fusiona la poesía de Rocío Soria con sus reflexiones y pinturas, creando una profunda conexión entre palabra e imagen. Entre sus encargos más destacados de 2024 se encuentran dos retratos: uno en homenaje a la poeta Violeta Luna, organizado por el Fondo de Cultura Económica, y otro en honor a Hermann Schirmacher, uno de los fundadores del Hospital Vozandes. Ahora se encuentra con nosotros, como artista invitado de esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 


Agulha Revista de Cultura

CODINOME ABRAXAS # 05 – PUNTO SEGUIDO (COLOMBIA)

Artista convidado: Juan Carlos Jurado Reyna (Ecuador, 1980)

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