1 José Lezama Lima y la erudición alemana
La universalidad de una obra de arte, de una teoría poética, no puede tener
como baremo los errores, las falsedades, la ignorancia, los descuidos. Cuando un
crítico se asoma a la obra de un autor y lo acompaña, no solo sus prejuicios culturales,
académicos, sino un desconocimiento de lo fundamental en la crítica, sus ideas se
convierten en algo ajeno a lo que se debe señalar. Las páginas como aplauso, como
gestora de grupos, de amiguismo extremo, no pueden considerarse propiamente bajo
el género de la crítica. Pero tampoco el que deja que el rigorismo académico seque
las carnes salvíficas de la imaginación. La imaginación es el territorio propio
donde la juventud señala la pasión, el atrevimiento, el descuido, la fuerza. No
hablo de la juventud específica de éste o aquel autor, señalo la juventud de una
cultura, de la fuerza como ésta penetra en las conversaciones con otras, realizando
diferencias, apropiaciones de lo real, innovaciones históricas, maneras de asumir
las tradiciones; en una palabra, la autenticidad de un pueblo que habla a través
de los agujeros maravillosos de la obra de arte.
El Coloquio Internacional celebrado en el Centre de
Recherches Latinoaméricaines en l’Université de Poitiers en 1982 [1] fue dedicado a la obra de José Lezama
Lima. En él críticos literarios de universidades de Europa y América se dieron cita
para esclarecer, situar, comprender la obra de un autor que ocupa los primeros espacios
en el ámbito de la lengua española y se ha erigido como canon de la abundancia imaginativa
de un continente, donde la juventud devora los frutos ajenos fingiendo hambre para
no ser, a su vez, devorado por el infierno de la culpa y el señalamiento del juez
con toga de nieve. El profesor Horst Rogman, de la Universität Bonn, expuso unas
páginas que las llamó Anotaciones sobre la erudición en Lezama Lima.
En este papel quiero poner mi atención sobre algunas
reflexiones anotadas por el profesor Rogman, que intenta aclarar por qué el autor
latinoamericano no puede alcanzar al lector europeo, debido, anota el profesor,
a la exigencia de altura erudita y conocedor de la ciencia literaria que cualquier
europeo requiere para llenar sus momentos de soledad y sabiduría. Paralelamente
deseo mirar algunas reflexiones de las raíces propias de la crítica literaria, esto
es, el poco leído y mal traducido libro del Anónimo o Pseudo-Longino: Perí Hypsous.
[2]
Este papel no tiene la virtud de la puntualidad, de
ser una respuesta inmediata sobre lo anotado por el profesor Rogman; obedece a un
infinito aprecio y agradecimiento a la obra de Lezama Lima, a su originalidad extrema,
a su impecable moral como poeta y narrador. Ésta es una pequeña parte del pago que
adeudo en forma copiosa a quien me permitió abrir agujeros por donde he podido ver
la osteína de una tierra donde la irresolución de la sangre camina al unísono con
las alegrías bondadosas del sol y la dulce agua de la pera.
Dice el profesor de Bonn: Pero Lezama, quien con primor cultiva la fórmula neobarroca, contribuye
también a robustecer los prejuicios, no siempre injustificados, frente a la producción
cultural de su continente, por ciertos rasgos de su escritura... Me refiero a las
incorrecciones, algunas incorrecciones, de Lezama, que creo que no son tan irrelevantes
como a veces se afirma.
El crítico se lanza en ristre contra el equipamiento
cultural de Lezama y le atribuye la indeleble culpa de ser un generador de prejuicios
que haría pensar a un culto lector europeo la razón por la cual la literatura latinoamericana
debe reposar en su insularismo y poquedad. Podría
argumentar (ese hipotético lector) que si el escritor dice con medios defectuosos
lo que quiere decir, a lo mejor no es capaz de decirlo bien o no hay gran cosa que
decir. Con lo que daría cabida al prejuicio de que la literatura latinoamericana
no puede equiparse con la europea, y menos superarla, porque en este caso malogra
la síntesis entre los elementos propios y los de fuera, ya que los de afuera se
incorporan mal. Si este hipotético lector tiene ese tipo de conclusiones, intuimos
que es un pedante hegeliano que no sabe lo que es incorporar sin producir esas insoportables
síntesis. La incorporación se realiza dentro de una sustancia o cuerpo enigmático
que elabora lo incorporado no con la precisión del rigor mortis, sino con los frutos
que muestran la emoción extática del creador, que ante un abismo coloca una palabra.
Las síntesis hacen parte de la teleología racional que distribuye una realidad tan
lógicamente medida que hace imposible habitarla. La incorporación tiene que ver
no solo con el diseño del lugar sino con la posibilidad de habitarlo.
¿Qué
es mejor, en poesía y prosa, la grandeza acompañada de ciertos errores, o una correcta
mediocridad, aunque enteramente irreprensible y sin fallo alguno?… La grandeza literaria
¿debe atribuirse, en justicia, a la cantidad o a la calidad de las virtudes?...
Por lo que a mí respecta, yo sé muy bien que las naturalezas superiores no están
en absoluto exentas de defectos; pues una perfecta precisión corre el riesgo de
149Efímera Palabra la trivialidad, y en todo gran talento, como en las enormes fortunas,
debe haber lugar para un cierto desprecio, para alguna negligencia. Y acaso resulte
del todo inevitable que los espíritus mezquinos y mediocres, al no exponerse jamás
a riesgo alguno, al no aspirar nunca a las grandes cimas, los grandes espíritus
en razón de su misma grandeza están expuestos a cualquier caída.
Resaltar los errores causa más huella que señalar los
aciertos; esto es una fórmula proverbial que habita en todas las lenguas, en todos
los seres humanos, como portadores de bajas pasiones. Pero esto no puede ser prurito
para descalificar la creación de un pueblo entero y de uno de sus más grandes exponentes.
Fijarse si el plural de un idioma o si el arcaísmo de otro o si la cita pertenece
o no a tal o cual autor, o si el autor no estudió en los centros europeos o sus
amistades no tenían el rigor del filólogo para criticar una fortaleza imaginativa,
o si los fundamentos teórico – poéticos se realizan en una síntesis perfecta etc.,
es muestra clara de una vaciedad total de captatio
benevolentiae, de ir en búsqueda de lo aparente, de un alejarse de la verdad,
de no poseer un concepto del deber más estricto que la simple mirada del erudito.
Este tipo de críticos son un ahogo, una muerte, no la fuerte asma que hace destrozar
las palabras para que devengan en verdaderas señales, en hálitos de humo que orienten
las vueltas del desierto, el naufragio, la incomprensión y dolor matutino, la suma
de holoturias que encuentra cada hombre en cada incierto paso.
Lezama Lima hizo errores voluntarios o involuntarios
de sintaxis, de ortografía, de fidelidad de citas, pero ese momento indica más abundancia
que carencia, más sencillez que petulancia, más imaginación que razón. Lezama construyó
un universo donde muchos encontramos la verdad, nos invita a realizar viajes, no
por los vericuetos de la gramática sino por los pasillos de nuestra propia casa.
Con Lezama no somos universales, somos nosotros mismos en conversación con elementos
primordiales, no somos hijos de la erudición sino de la suave caricia del viento
que se estira para dejarse acariciar.
NOTAS
Publicación original: Punto Seguido
# 54, 2011.
1. Coloquio Internacional sobre la obra de José Lezama Lima. Centre de Recherches
Latino-américaines Université de Poitiers. Madrid, 1982.
2. Pseudo-Longino.
Perí Hypsous. Barcelona, 1998. Trad. José Alsina Clota.
2 Los Paisajes Destruidos de Carlos Obregón
En la canción sopla el espíritu.
HÖLDERLIN
Umberto Eco recomienda que, si el autor es desconocido, se oriente al lector
en un esbozo de su vida. Carlos Obregón Borrero nació en Bogotá en febrero de 1929
y murió en Ibiza, España, en el amanecer del primer día de 1963. Su obra yace quieta
en pocos anaqueles de colecciones privadas. La biblioteca Luis Ángel Arango con
sus filiales del Banco de la República, que suman quizás más de cinco docenas, solo
tiene un leve comentario, un fugaz artículo de prensa. Algunas editoriales universitarias,
bajo la tutela de poetas conocedores de la poesía colombiana, han rescatado para
un reducido público una de las obras más demoledoras, precisas y hondas de la literatura
nacional.
Su vicisitud poética se ha recogido, con la invaluable
ayuda de Gilberto Abril Rojas y la desaparecida editorial de Procultura, en lo que
podríamos llamar su obra poética: 102 poemas. La obra se divide en tres títulos:
Distancia Destruida, Madrid 1957; Estuario, Palma de Mallorca, 1961; poesía inédita.
Estamos a la espera de su correspondencia.
La poesía de Obregón es uno de los primeros arribos
de la poesía colombiana al lenguaje universal poético, junto a la de Jorge Gaitán
Durán (poeta con mayor difusión debido a su lenguaje erótico y su postura política),
por las cuales nuestra poesía ha tomado mayor fuerza, un lenguaje más orbital, más
humano. Si bien su poesía carga aún con cierto léxico que duerme en el cansancio
clásico, su irrupción en una ruta de interioridad y exilio hacen de esta poesía
un nuevo paisaje, un límite con las desgarraduras del ser, una oración que devora
el silencio y el fuego, una soledad que se extiende más allá de las llanuras del
alma.
Nuestra poesía se extendía en los ecos de la rememoración
de paisajes de la naturaleza nativa, como una manera de exhibir, de recrear una
tierra nueva que salía sangrante de su geografía y de su incipiente historia colmada
de desalojos, matanzas y ausencia de los mínimos derechos. Pocos atisbos de una
poesía a la ciudad se habían producido, entre los que debemos nombrar a Luis Vidales
con su Suenan Timbres, 1924.
La poesía se recostaba en los sentimientos de nostalgia
de una tierra que huía apenas se le aprisionaba y la palabra guardaba el sueño de
los árboles, las bestias, los ríos y el profundo calor que despertaba el letargo
más recóndito y fugaz. Obregón crea un país que se sumerge en la pérdida del pensamiento
y hace brotar un ritmo nuevo, un tiempo que se derrumba, una noche que a tientas
comienza a construir la ciudad de las estalactitas, del lugar donde se ausentan
las palabras y una procesión de cipreses invade el espacio. Su mar es el remoto
mar de los comienzos, del haz del abismo, donde el agua es la totalidad de las piedras
y la lengua es el idioma vegetal que llega hasta los labios.
Su poesía se acerca al mandato de Bacon: la poesía
como una doctrina. Su canto se desprende del silencio de los templos, de la fragilidad
de los sentidos, del ardor inextinguible del espíritu que nos habita. Su fervor
es hallar lo otro que golpea en la orilla que no vemos del todo, el instante ardiente
que deja libres las criaturas con la liturgia silenciosa de la tierra.
El silencio es extático, el rezo infinito, la noche
el lugar verdadero, el aliento donde se desperezan los abismos y los ángeles. El
sí mismo, esa tautología tartamuda, habita en la sustancia del fuego; su poesía
rescata los elementos de su condición paisajística y los coloca en las llanuras
de la pregunta, de su consumirse y estar en el fondo del alma, de aquello que apenas
rozamos con los dedos. Las cosas son el tacto, nos dice, el afuera que apaga las
miradas y nos conduce a la atmósfera de dioses malditos y solo queda el recogimiento
del cuerpo, el conocimiento del fuego, los ojos cerrados para mirar la hondura.
Intuimos en esta palabra un cuerpo vencido y un alma
que brota, única, originaria, sin nadie, desde los comienzos, sin precedentes, con
orillas remotas que hablan del amor, del fuego que no se extingue y el cuerpo rodeado
de un sueño de espuma, de un mirar sediento, de una carne palpitante que se devora
a sí misma, envuelta en tiempo, en la distancia que se destruye para oír la voz
lejana: aquella que habla la palabra angustia, la huida, la ausencia. El extremo
viaje donde la plegaria erige sus columnas y el viento arrastra las cenizas.
Con su poesía asistimos a una madurez de la palabra,
a una creación que ya no es la imagen del agua sobre las orillas, sino de la sed
que hace brotar el alma rodeada de oscuridad y fuego. La palabra de Obregón no es
la ciega intimidad de los amantes, sino el espacio original donde se eleva la huella
mortal de la noche que habitamos. Su poesía es un espacio soberano que depone al
rey para dejar entrar el devenir y a tientas rozar la eternidad contenida en los
vocablos, en aquellas palabras guardadas en el fuego, en el ferviente rechazo de
la crepitación del carbón y la insaciable hambre que devora la carne.
La pequeña obra de Obregón nos llena de alegría, del
sobresalto de que aún todo no ha sido calcinado, no ha sido vendido en las ferias
de la sangre, que aún no todo ha sido descubierto e invadido, que aún estamos rodeados
de la gracia impar de la pregunta, que los golpes vienen de la oscuridad y que después
de todo, en el fondo está Dios y basta.
NOTA
Publicación original: Punto Seguido
# 57, 2014.
CARLOS EDUARDO PELÁEZ PÉREZ (Colombia, 1957). Doctor en Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín); Profesor Universidad Tecnológica de Pereira. Cofundador de la revista Siglótica (Medellín). Ha publicado: El sistema poético de José Lezama Lima, Nuevo horizonte poético de la lengua española. La creación poética “Eunice Odio”, Los días de noviembre (Poesía). Y una serie de ensayos como: La creación poética Eunice Odio, Estuario de Carlos Obregón, El hombre planetario Jorge Carrera Andrade, Dulce María Loynaz, Platón y la educación: sobre el concepto de formación en la alegoría de la caverna, La amistad en Aristóteles un fundamento para los juicios éticos, El tiempo de Sirio, entre otros.
JUAN CARLOS JURADO REYNA (Ecuador, 1980). Artista plástico. Para él, la pintura es un nuevo lenguaje, una gramática de colores y formas cuyos significados solo el espectador podrá descifrar, pues toda obra de arte tiene dos creadores: el autor y quien la contempla con mirada crítica y reflexiva. Entre sus logros destaca la autoría del mural del oratorio del Seminario Mayor San José en Quito, realizado en 1998. En 2024, presentó la exposición Tiniebla Sagrada en la Galería Bastidas. Esta serie también fue exhibida en la Feria AQ Arte Quito 2024 y en la Casa de la Cultura Núcleo del Chimborazo, consolidando su propuesta artística. Ese mismo año, concluyó el mural en la pared central del Centro de Promoción Artística de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Posteriormente, desde febrero hasta marzo de 2025, su obra fue expuesta en el Museo Muñoz Mariño, ubicado en el tradicional barrio de San Marcos, en el centro histórico de Quito. En 2024, presentó el libro Tiniebla Sagrada, una obra que fusiona la poesía de Rocío Soria con sus reflexiones y pinturas, creando una profunda conexión entre palabra e imagen. Entre sus encargos más destacados de 2024 se encuentran dos retratos: uno en homenaje a la poeta Violeta Luna, organizado por el Fondo de Cultura Económica, y otro en honor a Hermann Schirmacher, uno de los fundadores del Hospital Vozandes. Ahora se encuentra con nosotros, como artista invitado de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
CODINOME ABRAXAS # 05 – PUNTO SEGUIDO (COLOMBIA)
Artista convidado: Juan Carlos Jurado Reyna (Ecuador, 1980)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2025
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com







Nenhum comentário:
Postar um comentário