1 Punto Seguido sigue un camino que tiene corazón. El símbolo de la hormiga marca su paso y su perseverancia
La revista Punto Seguido fue creada por complicidades y afectos entre amigos
de la poesía, en el año de 1979. Es una esfera que gira, nacida entre el rock y
la música de quenas, entre la experimentación festiva, el teatro, la danza, el
performance, en una búsqueda para expandir múltiples formas expresivas. Nunca
ha declinado ante los poderes que denigran, segregan ocultan, amansan y tratan
de domesticar la voz libre de la poesía, es más una experiencia sin fronteras,
creando aliados en diferentes geografías, las tropas del espacio, huestes
poéticas que han sido nuestros aliados y cómplices en esta actividad siempre
renovadora de las artes.
Carece
de una periodicidad definida, su perseverancia y sus osadías, permiten saber
que existe en un diálogo de artistas plásticos, teatreros, músicos, cineastas,
poetas, andariegos, artistas del aire y alquimistas contemporáneos. Participan
en ella poetas como John Sosa, Oscar González, Carlos Bedoya, Luis Fernando
Cuartas Acosta, estuvo en dicha publicación desde su fundación, por motivos de
diferencias entre la dirección de la revista salió de ella, La revista cuenta
con un tremendo editorialista llamado Pablo Carrillo.
Es una
revista viajera en la medida que ha extendido nexos con Argentina, Brasil, España,
el País vasco, Portugal, Francia, Noruega, Estados Unidos, Panamá, Ecuador,
Perú, Cuba, Costa Rica, Venezuela y Nicaragua, entre otros, formando unas
verdaderas redes de amistad y de colaboración mutua. Su planta de creación es
un planeta, no hay nada estático ni normativo, no hay jefaturas ni gerencias, todos orbitamos, dejamos
señales, hacemos girar la Noria, buscamos por diferentes fuentes, bebemos del
licor de Apollinaire y estamos en los rituales del humo con los antepasados de
esta tierra.
En el surrealismo
hemos encontrado un alimento, una manera libertaria, un acto de amor sin
precedentes, donde los objetos estaban vivos, donde el paisaje camina hasta en
los sueños y donde la ciudad se convierte en escenario para dignificar la vida,
aún en medio de seres que sólo ven en el paisaje, sueño de operarios y ciudades
como elementos para hacer turismo en los ojos. En nuestro caso vivir las
ciudades, hacer lecturas del entorno, es proponer una manera de hacer hablar al
mundo, descubrir sus singularidades y sus murmullos, las calles hablan, los
muros tienen cuerpo, cada plazoleta y cada avenida es un poema dispuesto, la
desnudez vista como un dialogo entre el cuerpo y los lugares que se habitan.
Nuestra relación con el
surrealismo es una amistad entre nubólogos
y dragones; los primeros saben tener la cabeza en las nubes y los pies en
la tierra, sueño e imaginación imantada, una relación planetaria, sin
metafísicas y sin dioses tutelares, todo el poder de hacer más libre la
capacidad de crear aún en medio de la adversidad. Los segundos, los dragones,
el desafío de la palabra demoledora, una sinceridad despiadada, fuego en la
boca, la capacidad para contribuir a la
confusión general como diría años atrás Aldo Pellegrini, todavía hoy
vigente entre nosotros, para no guardar agua en la boca y decir lo que hay que
decir con la esfinge negra del humor.
Haber vivido la experiencia de
Punto Seguido es para mí un acto
fundacional en mis búsquedas estéticas. Toda una escuela de aprendizaje, de
compartir experimentos creativos, de asistir a la creación de itinerarios
poéticos sin precedentes. Recuerdo que tuvimos unas cartografías especiales, le
dábamos nombres nuevos a algunas calles, como avenida Baudelaire, Calle
Rimbaud, parque Antonio Ramos Sucre, toda una simbología que la dábamos a
conocer entre poetas y seres afines. Recuerdo que subíamos al cerro Nutibara
donde hoy queda el Pueblito Paisa, grabadora en mano a leer y a grabar nuestras
opiniones sobre André Bretón. Hubo una tendencia al performance, a salir a leer
poemas en las puertas de los cementerios, en los supermercados, en las
avenidas, en tabernas y en sitios nocturnos, John Sosa Y Jesús Rubén Passos,
guitarra en mano, juntábamos las voces y muchas veces improvisábamos textos e
intercambiamos la revista o hojas con poemas.
Una pasión que nos unió muchas
veces fueron las cometas, donde se hacía una puesta en escena, elevando
baldaquinos, decorando espacios abiertos, con guirnaldas de colores, mesas con
frutas, libros y nos acompañaban diferentes artistas en unas bellas tardes
veraniegas.
Unas verdaderas tropas del
espacio, el viento nos acompañó muchas veces. La revista pasaba de mano en
mano, muchas veces era entregada en eventos y muy pocas veces cobrábamos por
ella.
Iniciamos siendo muy jóvenes,
pero nos fuimos haciendo mayores, algunos encanecimos. Más nunca hemos
abandonado ese espíritu creativo que nos ha caracterizado. Pasado algún tiempo,
me retiraron de la revista. Pasé a colaborar con la revista Innombrable, un proyecto de Mauricio
Arcila, proyecto Colombo-Mexicano.
La revista aún sigue saliendo
y convoca, con cariño a muchos artistas y poetas en toro a ella.
No hace mucho se participó en
el proyecto “Tinta no Extinta”, donde se recobraron para ex pociones
itinerantes muchas publicaciones independientes, desde los años de 1970 hasta
el momento. Esto en conjunto con el periódico e editorial Universo Centro y la
colaboración de muchos editores de publicaciones.
La revista Punto Seguido es un ejemplo claro de
persistencia, de innovación y de obstinado trabajo cultural.
2 Antonin
Artaud o la irritabilidad y la calma
Un artista del hambre es un reducto obstinado del
espectáculo; hace solo su oficio como un ser sin patria que demuestra lo vital
de una vida aparentemente lánguida y de encierro. Artaud es como uno de esos
raros artistas del hambre… vidente, obstinado en su delirio, anticipo de la
convulsión del mundo. Asume la práctica cruel de no morirse, haciendo su propio
espectáculo como forma de vida de su contemporaneidad o respuesta ante su
medio. Un migrante rumano, un vagabundo parisino. Llega con un verdadero
arsenal poético que irrumpe violentamente en el mundo intelectual de la Francia
de la época, haciendo una herida profunda en las apacibles fiestas de los
bulevares y trastocando un orden artístico diletante y facilista. Es una
vanguardia que termina para muchos en simple leyenda negra y demencial. Pero él
imprime a los movimientos artísticos de su época toda una fuerza dionisíaca,
retomando la capacidad mágica del poema y su acción, como un cultor antiguo de
la palabra-acto, y del gesto como expresión liberadora. Aún hoy se percibe su
inmenso trabajo. Lograr reventar las amarras donde locos y cuerdos deben
destruirse para ser distintos. Más que el simple señalamiento que se le hace de
delirio, es un testigo del siglo, un duro crítico de la moral que adjetiviza
sobre lo bueno y lo malo, dando por válido lo supuestamente cuerdo y por
abominable la locura, colocando barreras entre el individuo y la sociedad,
aislando y separando cada vez más. Paule Thévenin dice: La obra de Artaud trastorna. Trastorna porque destruye por la base todo
un sistema de referencias, porque corroe la cultura específicamente occidental
y se dedica a atacar el pensamiento y la sociedad pequeño burguesa. Pensamiento
que se define declarando insensatos, privados de sentido y por lo tanto
incomprensibles sus últimos textos. Sociedad que busca preservarse y mantenerse
relegándose al catálogo de las obras de alienados después de haber tenido la
precaución de encerrarlo, a él, durante nueve años en asilos para poder así
decirle cómodamente, loco.
Su obra es calma, mas él no. No
soportaba sus dolencias físicas y las debilidades psíquicas. Las trabajaba.
Hacía de sus debilidades su fuerza; se esforzaba en múltiples tareas hasta
llegar a verdaderos estallidos. Es un teatro vivo montado sobre sus debilidades
erigidas en fortaleza.
Es en ese cruento desarrollo de su
propia teatralidad donde Artaud se salva de un hundimiento improductivo. No
solo en el pacto con los orígenes del teatro: lo mágico y sobrecogedor que
convierte al expectante en actuante, arrastrándolo a su desarrollo, sino en el
desarrollo de sus propias fuerzas: teatralidad
de violentas imágenes físicas que quebranten e hipnoticen la sensibilidad del
espectador, que abandonen la sicología y narren lo extraordinario, que induzcan
al trance. Por eso es él en su propia vida el más auténtico militante de su
obra, actor y espectador de su tragedia. Es un religioso de la actuación,
pagano invocador del deseo, causante de trances colectivos y de ímpetus
individuales. Levanta desde la debilidad todo un teatro de fuerza. La magia
atea como dirían algunos críticos de Artaud. Un teatro total como su propia
existencia. Teatro cínico, donde cada gesto y cada movimiento cobran fuerza
expresiva. El espectador se sacude de su posición aburguesada de veedor que consume intelectualidad en teatro y sale desnudo, vaciado de toda supuesta
seguridad; se le revienta el silencio individual, para llegar a un estado exaltado
de creatividad y resurgimiento de sus fuerzas desconocidas.
NOTA
Publicación original: Punto
Seguido # 16, 1982.
3 La
perla oscura: Alfred Kubin
Nos vamos a internar en un mundo delirante, la peligrosa
mezcla de las pesadillas y el terrible mundo de las realidades sucumbidas.
Alfred Kubin nos arrastra por un pedregoso camino, nos deja sin aliento en cada
tramo de esa escritura cabalgante entre la melancolía y el miedo, entre un
terror que nace imantado de la transpiración de sus fantasmas y de sentir la
provocación de la ciudad como un delito inventado por todos. Este checoslovaco,
tan cercano a Kafka por sus atmósferas taciturnas y las invisibles cargas de
poderes absurdos, vivía un pandemonio de la cotidianidad y risa permanente
entre la brutal carga de lo inevitable. Pintor de brumosas figuras
metamorfoseadas por los hilos telúricos que nos atan a lo desconocido; proceso
de una mente alucinada, nos presenta un testimonio casi premonitorio del
autoritarismo y de las prácticas de encarcelamiento espiritual, que más tarde
reinaron en casi toda la Europa de sus sueños. Kubin nos regala una novela para
encontrar el arte de no dormir con los ojos precisos de la ausencia, nos
devuelve el duermevela, el sobresalto de la invitación a los oscuros viajes a
la ciudad de Perla. Una serie de espantosas coincidencias, un mundo
prefabricado por un déspota, una carga de euforias por los posibles buenos
augurios de la vida y un tiempo largo y gris de incertidumbres, donde se
acumula el miedo y la desesperanza.
En la obra de Víctor Segalen, René
Leys, también se nos presenta una ciudad imaginada, una atmósfera tibetana, una
lejana cultura oriental donde desaparece una dinastía muy antigua y se teje una
novela misteriosa, cargada de la fascinación de un mundo exótico, poseedor de
enigmas y sabidurías aún desconocidas. En Kubin existe algo de esto, la
relación con una antigua cultura de seres de un alto valor contemplativo, los
ojizarcos, antigua colonia de la ciudad de Perla. En el caso del protagonista
de la obra solo el encuentro con esos vestigios de seres con un pasado más
sabio y más tranquilo, le da a la obra una pequeña laguna de descanso en medio
de una permanente pesadilla.
…Cada vez iba percibiendo con mayor claridad la secreta
alianza que existía entre todos los seres. Los colores, perfumes, sonidos y sabores
se convirtieron en realidades intercambiables para mí. Y entonces me di cuenta
de que el mundo no es sino poder de la imaginación: imaginación - poder.
Donde quiera que fuese e hiciese lo que hiciese, me
esforzaba por intensificar mis penas y alegrías y secretamente me burlaba de
ambas. No obstante, tenía entonces la plena seguridad de que el movimiento
pendular constituye de por sí un equilibrio, y precisamente cuando las
oscilaciones son más amplias y violentas es cuando mejor puede percibirse dicho
equilibrio.
Es este punto de equilibrio, este
movimiento pendular que se percibe en toda la obra. La muerte y la desolación,
el absurdo invernadero donde una población es admitida por el espejismo de
estar compartiendo un sueño de construcción. Lugar de espanto, donde los
poderes administrativos no se pueden ver, donde las citas con los jefes son
casi imposibles, donde el lugar de la salida está borrado y la memoria es un
mundo de museo y cosa rara. Una permanente nube, como una amenazante lluvia que
no cae, una serie de barrios laberínticos y oscuros, edificios tomados por los
más escalofriantes gritos y las fiestas más vacuas. Un mundo donde circula poco
dinero y los habitantes revientan experimentos de supervivencia y parece que no
se muriera nadie, pero todos tienen un permanente olor a sepultura. Enfermizo
paisaje, donde las tabernas terminan en establos y los molinos esconden la masa
del pan del infortunio. La Otra Parte es la perla negra y la araña de los
sueños. Un tejido invisible que lo va controlando todo y donde todos están en
una aparente libertad de movimientos, pero se saben desterritorializados,
carentes de un vínculo con otras realidades que no sean la asombrosa
construcción de sombras. Alfred Kubin, al ubicarnos en una ciudad de un mundo casi
gótico y brumoso, nos hace entrar en la cenicienta urbe del miedo. Lugar donde
sus habitantes solo juegan a estar por no tener otra condición. Lugar donde los
ordenamientos tienen que ser así, ni siquiera por la costumbre, sino por la
invisible imposición, como si un hado protector e infame también jugara a dar
consuelo y castigo como el acto pendular del sueño y la vigilia.
Realidad donde los sueños son
interminable realidad, donde las verdaderas perlas no son la ternura y un
altruista optimismo con la vida sino la reflexión permanente ante los enigmas
insondables de la vida. Antes que una carcajada de una alegre estupidez, se nos
presenta la risa corrosiva y altanera del que no se deja seducir por la
pirámide oscura. Antes que una alegre teoría de las libertades, como pompa
jabonosa que lava todas las amarguras, se nos entrega un descarnado bestiario
de seres humanos, con sus cristalinas presencias y sus abisales escondrijos.
Descubrí con horror que mi Yo estaba compuesto por una
serie infinita de Yoes que se mantenían al acecho uno detrás del otro. Dentro
de esa vastísima cadena, el que venía luego me parecía más grande y hermético
que el anterior, y los últimos escapaban ya de mi comprensión, diluyéndose en
un plano crepuscular. Cada uno de estos Yoes tenía sus propios puntos de vista.
Así, por ejemplo, la concepción de la muerte como final era correcta desde la
perspectiva de la vida orgánica. No obstante, a un nivel de conocimiento más
elevado el ser humano no existe en absoluto, por lo tanto, nada podía llegar a
ningún fin.
Todo era oscilante, el mundo y la
nada, el todo y el vacío. Había que rescatar el mundo imaginativo del mundo de
la nada y al mismo tiempo, reconquistar
la nada a partir de ese mundo imaginario. Pero la Nada era rígida y no quería
ceder; entonces la fuerza imaginativa empezaba a zumbar y vibrar intensamente,
a todos los niveles iban surgiendo formas, sonidos, olores y colores y ¡ya
estaba ahí el mundo! Después, la Nada volvía a devorar todo lo creado y el
mundo se convertía en algo pálido y opaco, la vida se enmohecía, se enmudecía y
acababa desintegrándose y muriendo de nuevo… Nada, hasta que el proceso se
iniciaba una vez más desde el principio. Esta era la explicación de por qué las
cosas encajaban tan bien unas con otras, haciendo posible el surgimiento de un
cosmos. Todo ese proceso explicaba, empero una serie de sufrimientos
horrorosos, pues cuanto más alto se crecía, más profundas tenían que ser las
raíces. Si pido alegrías estoy pidiendo al mismo tiempo penas. Nada… o todo. La
causa final debía residir en la imaginación y en la nada, y quizás estas no
sean sino una sola cosa. Al filo de un pensamiento incisivo, nada
placentero ni cómodo, es una poderosa acción donde la realidad fáctica se
desvirtúa y un mundo onírico nos devuelve las imágenes de una creación
primitiva.
Claus Patera es el señor absoluto
del Reino de los sueños, una especie de ángel custodio, un policía sofisticado,
guardando una realidad que se deshace y se transfigura en otras realidades que
se nos hacen más propias, como archipiélagos personales de otras infinitudes
donde el custodio se encadena y la imaginación se despierta del letargo de las
prohibiciones. Patera, ciudad-estado-conciencia, majestuoso ojo de un dios
laico, nos desnuda y nos pone inermes ante la fatalidad. Las fuerzas
imaginativas rompen la barrera del miedo; ya Paracelso lo indicaba al decirnos
de los guerreros que perdían los combates al temblar desde adentro. Sea esta
lectura no un acto para exorcizar los miedos, sino una forma de visitarlos,
traer de ellos esa fuerza oscura y de sus cámaras vacías sacar de nuevo el
poder de los visionarios y reinventar otros mundos. Después de todo, nada puede
impedir ese movimiento pendular donde las fuerzas creativas y el silencio
perpetuo dancen al mismo momento.
Gracias a la afinidad de las pulsaciones empecé a
comprender también los seres inferiores. Podía decir exactamente: ese gato ha
dormido mal o aquel jilguero tiene ideas ruines. El reflejo de todas estas
cosas en mi interior regulaba mi conducta. La agitación del mundo exterior
había excitado y sensibilizado mis nervios durante tanto tiempo que ya se
hallaban maduros para las experiencias del Mundo de los Sueños.
Al término de estos procesos evolutivos el ser humano
deja de existir como individuo; tampoco se le necesita. Este camino conduce a
las estrellas.
NOTA
Publicación original: Punto
Seguido # 40, 2000.
4 Contranatura: El delicioso ordenamiento de
un mundo al revés
Nos vamos a enfrentar a un autor polémico, Joris-Karl
Huysmans. Para muchos un ser que bajo el efecto de un esteticismo decadente
celebrara los últimos sorbos de las vendimias de la bella época. Algo parecido
a la nostalgia de un pasado cruzado entre un revivir medieval, la búsqueda de
un individualismo exacerbado, un estado de nihilismo donde los dioses se
inventaban y se morían según el péndulo de las contingencias que marcaba un
nuevo tiempo, y el grácil y fugaz tiempo de las máquinas. El tiempo que mataba
los caballos e imponía las metrallas. El mismo Huysmans se nos puede presentar
como un ser desolado imposible de comparar con un nuevo prototipo de ser cívico
que exploraba el mundo urbano acelerado y ensimismado por el universo que abre
sus fauces a nuevas técnicas, y utiliza el conocimiento geográfico que se
otorgaba en las conquistas coloniales de los europeos para inventar y
reinventar ciudades anónimas como los desgastados billetes que registran la
iconografía de monumentos fabriles y cementerios de soldados desconocidos. Son
lecturas posibles pero efímeras; no da cuenta de otras formas de acercamiento
posible. Al revés es una obra de un esteticismo donde las manifestaciones del
pasado cobran vida, no como una melancólica sensación de pérdida sino como esa
compulsiva sensación de lo no logrado, el vacío que ávidamente se llena
tomando, casi desgarradamente, un mundo que se deshace en el aire de los
procesos de la historia.
Presencia múltiple de objetos que
recuperan su singularidad, lugares impregnados de misterio, mística de la
fabricación de los deseos, aposentos, libros, esculturas, comidas, gustos,
ordenamientos; esas cosas que por la misma carcasa de la que están hechos los
humanos están destinadas a ser reinventadas o considerarse efímeras, forma de
desnudar a ese homo faber que hace y
se deshace, donde no quedan más que largas listas, inventarios de su acción
sobre el mundo, cada vez más ilusorias, cada vez más arte-actos, pura narrativa
de un mundo que pierde su poética, o que su poética se convierte en otra
mercancía. Ante este mundo, Des Esseintes, protagonista de la novela, se
sobrecoge, trata de mantener un mundo cargado de simbologías, de hacerse
alquimista de la estética del deseo. Mientras el mundo eterno se transforma: Todo lo sólido –desde las telas que nos
cubren hasta los telares y los talleres que las tejen, los hombres y mujeres
que manejan las máquinas, las casas y los barrios donde viven los trabajadores,
las empresas que explotan los trabajadores, los pueblos y las ciudades, las
regiones y hasta las naciones que las albergan–, todo está hecho para ser
destruido mañana, aplastado y desgarrado, pulverizado y disuelto, para poder
ser reciclado o reemplazado a la semana siguiente, para que todo el proceso
recomience una y otra vez, es de esperar que para siempre, en formas cada vez
más rentables. Esto lo dice Marx en el primer capítulo de El Capital; la mercancía, esa solidez que se desvanece en el aire, ese efímero
mundo mutable del cual Huysmans solo trata de dar cuenta como un archivero de
imágenes, como un contador poético donde la palabra tenga aún una carga
simbólica necesaria, algo más traslúcido y trascendente que una moneda
corriente.
Al revés es la puesta en escena de un proceso corrosivo donde se
advierte la pérdida del encantamiento de la palabra. Es la tarea poética que
redefine la palabra gastada devolviéndole su sello original, su extrañamiento,
su finura, la riqueza múltiple que posee como imagen.
En el caso de la novela de
Huysmans, pienso que la tachadura de decadentismo es una fácil lectura que se
ha hecho para salir de paso. Considerado como un mórbido de las formas
caprichosas, como el excéntrico de los lugares decorativos, un albacea de los
colores, de los perfumes, de los libros tratados como curiosos seres vivos y de
las flores llevadas como una naturaleza de artificios, volutas, trenzas;
entretejidas formas de un parisino agobiado por la metamorfosis de una ciudad
que desconoce y admira indignado, es más un poeta que sabe del desvanecimiento
y la precariedad que ofrece un mundo vulgarizado por el desconocimiento del
sentido de las palabras, de la condición inaugural de hacer un mundo, aún este
no sea más que un lugar desplazado, un movimiento de interpretaciones y de
silencios respirados entre la escritura y la provocación: Poco a poco fue alejándose de esa gente y se preocupó de la sociedad de
los hombres de letras; imaginó que los suyos debían ser espíritus más afines a
los de su propia mente y que se sentiría más a sus anchas: una nueva desilusión
lo aguardaba; le repugnaron sus juicios mezquinos y rencorosos, la vulgaridad
de verduleras que reinaba en sus conversaciones y las nauseabundas discusiones
que calculaban el mérito de un libro sobre la base del número de ediciones que
alcanzaba y de las ganancias resultantes de su venta.
Un ser que se desplazó de una
corriente a otra en la literatura, que logró obras de un realismo truculento y
textos de una gran fantasía, entrelazada con elementos exotéricos y reflexiones
sobre el sentido de un siglo caótico. Nacido en 1848 y muerto en 1907, nos
entrega una obra entreverada en el último romanticismo y el inicio de los más
paradójicos cambios del urbanismo industrial. La obra, como una contra natura,
tiene un final donde el protagonista sabe que se enferma, que su mundo de
sueños se desvanece, que en él queda una propuesta de poetizar en medio de un
infortunio de nuevas realidades. Ahogado en sí mismo, como muchos escritores de
su época, regresó a las grandilocuentes fuentes del catolicismo, más por una
búsqueda incesante de símbolos que por una fe enceguecida entre los dogmas.
León Bloy, más acomodado a un conservadurismo fantástico, lo tomó en serio y se
persignó en los templos; Anatole France se acomodó a los preceptos de un
catecismo militante; en cambio Huysmans, la godarría le temía por sus
irreverentes y profundas reflexiones religiosas de una descarnada fe sin
catecismos, y los poetas liberales no lo entendieron y pensaron deshacerse de
él dejándolo en el olvido o convirtiéndolo en piedra, como un mármol que
estorba e irrita.
Los listados de Des Esseintes, más
que listados son deleites con las palabras, enumeraciones poéticas que tratan
de salvaguardar las conexiones, los acertijos, los movimientos musicales, que
en últimas tratan de no hacer desaparecer en la ramplonería el poder oculto de
la lengua. El azul, recordaba, adquiere
un tinte verde artificial a la luz de las bujías; si es azul oscuro, como el
índigo o el cobalto, se torna negro; si es pálido, se vuelve gris, y si es
suave y genuino como la turquesa, se hace mortecino y frío. Por consiguiente,
había que descartarlo como clave de un salón, si bien se lo podría emplear como
ayuda para otro color (…) Para las flores que salían del tallo a buena
distancia del pie del ramaje, se decidió por el azul fosfato; pero se negó
rotundamente a tener en cuenta la turquesa oriental que se usaba para broches y
anillos, lo cual, junto con la perla baladí y el odioso coral, constituyen el
deleite del tropel humano. Aparecen listados de ojos de gato, de piedras del sur de la India, flores de Colombia,
hierros que semejan planta, tapetes que se hacen fragmentos de un desierto
fabricado, peceras, pedazos de buques, herramientas decorativas, en fin de sin
fines. Algo de lo cual Borges pudo pensar su listado de imposibles, y en
últimas es la deleitación del lenguaje, la capacidad para crear atmósferas
donde el libro no es más que un pre-texto de un mundo que se sabe efímero y se
busca hacerlo en su fugacidad.
Una pelea vana tal vez, pero que
tiene la tenacidad de un héroe, bien sea este un ser encerrado en su torre de cristal. La búsqueda del
sentido mítico del mundo, regreso tormentoso en medio de la banalidad y el
desencanto. Lo real es mítico, el mito no
es más que la realidad entendida como evento lingüístico, verbal: esta es la
respuesta más radical dada por los románticos a Hegel. El vínculo entre mito y
realidad en la palabra es tan absoluto, que esta se hace, como atestigua la
revelación, carne, encarnación divina. De la misma estirpe de Hoffmann, de
Poe, en cierta medida de Maupassant, de Rilke, cercano a Kafka, a Gustav Meyrink
y a Víctor Segalen, Huysmans atestigua una condición poética de un mundo donde
las aureolas caen en el macadán y nadie puede ser tan importante como para no
aparecer en los anónimos lugares donde todos son nadie y se saludan en el
silencio de querer ser inventados de nuevo. En contravía tal vez, como una
respuesta al revés de lo que su mundo proponía, una contra naturaleza que no
obedecía a las leyes ciegas de un mundo cada vez más de mercancías, de
ordenamientos homogeneizantes donde la singularidad se borra y donde el arte de
la palabra parece convertirse en un hilo delgado donde cuelga, en épocas de
penuria, la posibilidad de hablar con los humanos casi con la misma vehemencia
de las primeras palabras y de los nacientes asombros.
Entre los perfumes, los colores,
los abecedarios de hierbas, los minúsculos objetos, las pinturas de Odilon
Redon y sus figuras delirantes, en una selva prefabricada de flores vírgenes,
tallos artificiales y arabescos, el mundo al
revés nos pone en contacto con un meticuloso, entendido y sutil manual de
sibarita y místico, con un jugador de la palabra, creador de hechizo, un poeta
que se permite inventar en épocas de caos.
NOTA
Publicación original: Punto
Seguido # 43, 2000.
FERNANDO CUARTAS ACOSTA (Colombia, 1956). Coordina el programa radial Taller de Luna, de la emisora de la Universidad Nacional, UN RADIO 100.4 FM. Programa dedicado a la difusión de nuevos valores culturales. Coordina el programa de Taller delecto escritura con empleados, estudiantes y personas de afuera de la institución, Viajes por la Literatura, donde se leen textos que tienen relación con el paisaje desde lo histórico, lo patrimonial, el arte de caminar como observadores de paisajes, la recuperación de caminos, la escritura y otras actividades que se hacen alrededor de la lecto-escritura y las salidas de campo con los participantes. En el momento es una experiencia sui generis en la relación con el entorno tanto urbano como rural, visto desde el arte y la literatura. Se hace esta actividad desde el año 2009. Se está realizando una actividad similar desde el recorrido paisajístico con jóvenes del Municipio de San Pedro de los Milagros, desde el año 2012. Cofundador del programa literario Laberinto Lunario, dedicado a la difusión de la poesía dentro y fuera de la Universidad Nacional. 1982-1989. Investigador en áreas de historia y literatura con grupos de trabajo interdisciplinarios en la Universidad Nacional, 1990-1996. Participa desde hace treinta años con el colectivo Literario Revista Punto Seguido, ciudad de Medellín. Coordina el programa sobre historias patrimoniales de la Emisora la Cuarta Estación con el nombre de Bermejo Mundo. Participa en el colectivo de historias patrimoniales Bermejo Mundo, de la comuna cuatro Aranjuez.
JUAN CARLOS JURADO REYNA (Ecuador, 1980). Artista plástico. Para él, la pintura es un nuevo lenguaje, una gramática de colores y formas cuyos significados solo el espectador podrá descifrar, pues toda obra de arte tiene dos creadores: el autor y quien la contempla con mirada crítica y reflexiva. Entre sus logros destaca la autoría del mural del oratorio del Seminario Mayor San José en Quito, realizado en 1998. En 2024, presentó la exposición Tiniebla Sagrada en la Galería Bastidas. Esta serie también fue exhibida en la Feria AQ Arte Quito 2024 y en la Casa de la Cultura Núcleo del Chimborazo, consolidando su propuesta artística. Ese mismo año, concluyó el mural en la pared central del Centro de Promoción Artística de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Posteriormente, desde febrero hasta marzo de 2025, su obra fue expuesta en el Museo Muñoz Mariño, ubicado en el tradicional barrio de San Marcos, en el centro histórico de Quito. En 2024, presentó el libro Tiniebla Sagrada, una obra que fusiona la poesía de Rocío Soria con sus reflexiones y pinturas, creando una profunda conexión entre palabra e imagen. Entre sus encargos más destacados de 2024 se encuentran dos retratos: uno en homenaje a la poeta Violeta Luna, organizado por el Fondo de Cultura Económica, y otro en honor a Hermann Schirmacher, uno de los fundadores del Hospital Vozandes. Ahora se encuentra con nosotros, como artista invitado de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
CODINOME ABRAXAS # 05 – PUNTO SEGUIDO (COLOMBIA)
Artista convidado: Juan Carlos Jurado Reyna (Ecuador, 1980)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2025
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com









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