sexta-feira, 15 de agosto de 2025

RAQUEL JODOROWSKY | La memoria fluctuante

 


1 Alice Rahon Paalen

 

Visité México por primera vez en 1960 invitada por la revista Corno Emplumado que dirigían Sergio Mondragón y su esposa la poeta Margaret Randall. Fue para la presentación de mi libro El Ajy Tojen, difundido luego en toda Latinoamérica. Me fascinó el ambiente cultural donde conocí tantos creadores en todas las líneas del arte. Y decidí hacer en la famosa galería Souza una exposición que se tituló: Poemas desenrollados de cuadros. Entregué 20 distintos poemas a 20 distintos pintores que con toda libertad crearon su pintura con mi poema dentro. El señor Antonio Souza, dueño de la galería, me dijo que debía invitar a una excelente pintora que nunca salía de su casa, a la cual pidió una cita para nuestro encuentro. Me envió con un pintor amigo de Alice. Por el camino me fue contando que Alice había querido suicidarse lanzándose por un balcón de un edificio. Fue recogida con vida, pero con la columna y la cadera rotas. Me contó también que Alice había sido una gran narradora; incluso que tomaba parte en competencias deportivas. Nos recibe una hermosa mujer, caminando muy erguida, un poco inclinada a un costado, muy bondadosa, encantadoramente amable. Le gustó la idea de participar con su pintura y le entregué mi poema. Nunca me imaginé encontrar una persona que tuviera los mismos gustos míos, en todo su alrededor de vida. En esa ocasión yo vestía un sari hindú de seda azul; Alice vestía lo mismo. En sus ventanas me fijé que ponía botellas de colores. Eso mismo tenía yo en el interior de mi casa, para que el sol las atravesara y las habitaciones se llenaran de colores; luego sus muebles, algunos de la India y otros tallados a mano de Oceanía. En su biblioteca, me mostró los mismos poemarios de los mismos poetas admirados por mi persona; es larga la lista, es cierta, aunque increíble. Me pareció estar en la casa mía. Le hablé de mi amor a los gatitos, y ella me dijo espera y abrió la puerta de la cocina y entraron 8 mininos: son mis amores, me dijo. Nuestra conversación fue de dos personas que se hubieran conocido por muchos años.

Comenzó así una amistad para toda la vida. Ya nos despedíamos cuando Alice me dijo: no debes estar sola en un hotel, te ofrezco mi casa y mis gatos, ven a vivir aquí, ven conmigo.

Así lo hice. En el cuarto de huésped, sobre la cabecera de mi cama, el gran poeta peruano César Moro, dejó escrito en la pared una parte de su extraordinario poema Amour à Mort, Amor a la Muerte. César Moro hizo el catálogo a la exposición surrealista con Breton que presentaron en México.

 

Su poesía

Leíamos mucho en el jardín, con los gatitos en la falda. Hablábamos en francés. Alice me dijo: no tengo con quien hablar mi idioma y yo lo mismo, aunque mi francés no era con acento diplomático, sino bastante chileno. Alice se reía y le encantaba; una vez me dijo: no me gusta hablar de enfermedades ni de muerte; la única cosa mala que yo hablo es de mi hermana que vive en Francia, y ya sabe que estoy delicada de salud y me pide que le deje mi casa; ella es una bruja; no le dejaré jamás nada. No volví a oír de ella ninguna palabra en contra de nadie. Le rogué me leyera sus poemas, que no conocía. Me regaló un libro que había publicado en México, en francés. Editó 200 ejemplares y me confesó que eran para regalar a sus invitados; me mostró cartas de André Breton felicitándola. El poemario lo publicó bajo el nombre de Alice Paalen en 1941. Lo tituló Noir Animal, Animal Negro, con un retrato de su rostro firmado por su esposo Wolfgang Paalen, y tiene una aguafuerte del pintor Yves Tanguy. Luego Alice me mostró otros dos poemarios, pero me advirtió que no me los podía regalar, pues conservaba un solo ejemplar de cada uno.


Uno se tituló Â Même La Terre, con un grabado de Tanguy, edición surrealista en París; el otro poemario se llamó Sablier Couche, con una aguafuerte de Joan Miró.

Su poesía era de una profundidad, de una belleza que solamente los grandes poetas pueden poner en palabras. Con mucha razón las cartas que le había enviado André Breton son realmente un homenaje a su espiritualidad excepcional.

Generalmente los fines de semana Alice invitaba un numeroso grupo de comensales con nombres de gran figuración. El salón brillaba con luces de colores y candelabros con velas. En estas reuniones conocí al director de cine Buñuel y a su esposa francesa muy amiga de Alice. Buñuel conversando conmigo se interesó mucho por datos sobre el Amazonas, costumbres y grupos étnicos; pensaba venir a filmarlos. Otra amiga de Alice que admiraba mucho, era la actriz de cine Dolores del Río; Alice me la presentó, ya de mucha edad, para que me fijara que su piel india no tenía arrugas. Por esto la admiraba Alice; fue un mundo conocer lo que daba Alice a los demás.

Un día me dijo que había estado casada con un director de cine y había vivido años en la India. Por eso sus comidas eran tan famosas, las aprendió allá. Otra vez me presentó una señora Eva Sulzer; Es mi mecenas, me dijo. Junto con mi esposo Paalen, nos regaló un viaje por Oceanía, Alaska y otras latitudes para estudiar el arte autóctono; llegamos hasta el África. Después del suicidio de Wolfgang, Eva me mantiene la casa y mis necesidades; me la presenta y esta persona me invita a conocer y frecuentar unos grupos de estudios, enseñanzas de Gurdjieff, conocimientos orientales secretos, esotéricos, psicología de la posible evolución del hombre. Me interesaron mucho, pero Alice no salía pues se sentía cada vez más cansada. Enseñanzas que integré a mi regreso a Lima, en grupos hasta 1967.

 

Pintura

Cada viaje que yo hacía a congresos, recitales, siempre terminaba en México. Alice siempre me esperaba con mi habitación lista. En 1965 vuelo a Ciudad de México para acompañar a Alice en una muestra de su pintura. Esta fue una presentación bastante inusitada. Toda su pintura era poética. Estaba bajo este designio. Parecía frágil, pero tenía la fuerza de un poeta. Usaba una gama tan tenue, como pintada por las manos de un hada. Fue extraña esa muestra en el medio mexicano. Como un oasis de agua. Los pintores en México seguían una línea totalmente nacionalista. La pintura de Alice señala una profunda diferencia entre las manifestaciones artísticas europeas y las de México. Causó extrañeza en medio de la turbulencia de los fuerte coloridos de los edificios, de lo que gritaban los maestros muralistas unos contra otros por radio, televisión y prensa. Alice se presenta sola en medio de un gran silencio. Tuvo éxitos de venta, pero me fijé que los compradores eran extranjeros casi todos. Fue una exposición muy personal dentro de la corriente contemporánea mexicana de aquellos años.

Los títulos de sus obras fueron: Trampa para el infinito, Ícaro herido, El rey, la reina y el sueño, Tierra prometida, Árbol de esperanza, Carnaval de las lloronas, Agua triste y Dos pájaros esmeralda.

Una tarde, Alice me dice: vamos a mi taller, cerrado tanto tiempo, quiero pintar, pero mientras tú me lees un poema tuyo. Le estuve haciendo escuchar Lección de Vuelo, mientras ella, de espaldas, ponía en la tela varios tonos de azul y turquesa. Después de algunos días lo terminó y me dijo: este cuadro es nuestra conversación; pinté tus palabras. Esta pintura te pertenece; que termine contigo. No la vendas. Así lo hice hasta ahora, la conservo como un tesoro junto al sonido de su voz.

Ella escribió mi poema con su propia letra y lo enmarcó colocándolo sobre la cabecera de su cama; es un ave madre en la cual se superpone otra menor. Yo no miraba lo que ella ponía en la tela; tampoco fue una pintura explicativa de lo que yo leía; el tema para ambas nació misteriosamente. Era lo mismo. Fue la última vez que la vi caminar. Posteriormente echada en la cama con dos pesas de hierro amarradas a sus piernas. Tal vez sentía dolores, pero nunca me lo dijo. Otras veces la miraba tendida en la alfombra en el suelo, las piernas subidas en alto sobre una repisa, apoyadas en los talones no pude dejar de exclamar:¡qué te pasa, dímelo, Alice!; sonrió y me contestó: así duermo mejor.


Me empezó a llamar mucho la atención el silencio del teléfono. Ya me había acostumbrado a responder a sus amistades minuto a minuto. Tampoco vi venir de visita, como anteriormente, a ninguna persona. Extrañada un día llamé a una de sus amistades más asidua por las tardes; me contestó: mira Raquel, la casa de Alice está muy retirada y cuando se llega lo único que sirve es una taza de té, nada de comida. Era cierto. Su mecenas, la señora Eva Sulzer había fallecido y Alice ya no recibía ayuda para su mantenimiento. Solo venía el viejo jardinero que le subía al dormitorio un poco de comida; un día le preguntó: Alice, ¿dónde está toda la gente que te rodeaba? Nadie viene a verte; y haciendo ella un gesto de desprecio con los labios contesta: pst quién los necesita. Vivía completamente sola.

Posteriormente hice varios cortos viajes a México para estar con ella. El salón estaba vacío. Y no vi el Tanguy ni los dibujos de Breton, ni la colección de arte popular de Ayacucho, Perú, que tanto mi amiga apreciaba, una colección de músicos. Así es el silencio del olvido. Una noche oí gritos saliendo de su dormitorio. Corrí a atenderla y la encontré presa de una fiebre altísima. Eran cerca de las dos de la mañana. Fui a golpear y pedir ayuda a su vecino, un doctor que la atendía, pero yo no conocía. Me abrió y le dije que era la amiga de Alice, que se puso mal; inmediatamente me hizo pasar a su casa, mientras se vestía. Entonces vi toda la colección de cerámica que yo había traído y pensé: está en buenas manos. Así también varios cuadros. Este buen doctor poseía una llave de la casa de Alice. Durante los años 1983 al 1985 dejé la Ciudad de México. Poco después me llega la noticia de su fallecimiento. Me despedía con tristeza de esta artista, el alma más grande y hermosa que he conocido. Y así en la gran soledad de este mundo se apagó una estrella.

Pero en mí queda su luz.

 

NOTA

Publicación original: Punto Seguido # 52, 2009.

 

 

2 Recuerdos varios

 

In Memoriam Eunice Odio

 

Sucede que al recordar a mis amigos debo terminar la frase con las palabras: ya se fueron. Entonces me siento la última sobreviviente de un planeta que se fue. Tuve en México una gran amiga, pintora y poeta, Alice Rahon, francesa perteneciente al grupo surrealista de París, radicada en México. Autora de un libro de poesía, Noir Animal, Animal Negro, muy comentado por André Breton. Fui a través de los años huésped eterna en su casa, Rinconada de las Flores. En su salón conocí a Remedios Varo, Leonora Carrington, Eunice Odio. El último esposo de Alice fue Wolfgang Paalen, austríaco, introductor de la pintura surrealista en México. En la habitación que yo siempre ocupaba, Breton dejó un poema escrito en la cabecera de la cama donde yo dormía. En esta casa pude leer algunas hojas del periódico surrealista que Paalen editaba, Dínamo: Este no pudo durar mucho, pues lo editó en idioma alemán, parte en francés y algo en inglés.


Ciudad de México con su español a medias, con la mayoría de palabras Mayas, no comprendió a este gran filósofo y pintor, tan admirado por André Breton. Nunca dijo Paalen que era judío. A nadie. Él era un escapado de un tren que lo llevaba a ser quemado vivo en los hornos de Auschwitz. Vivía con un constante y gran temor, en México, de que volviera a suceder esta cacería nazi y una noche en el balcón interior de un hotel cercano a un bosque se dio un tiro en la cabeza. Su cuerpo cayó entre los árboles. Lo buscaron tres días. Encontraron algunos trozos. Las hienas del bosque lo habían devorado. Así se fue una de las mentes más lúcidas e inteligentes que tuvo en París el movimiento surrealista.

En el salón de Alice Rahon se anunció la visita de Eunice Odio. Me advirtieron que tuviera cuidado con ella, pues se expresaba mal de mucha gente; decían que le hacía mucho honor a su apellido, odiaba a todo el mundo.

Esa noche me la presentan. Contemplé a una mujer de gran belleza. Tuve la impresión de estar frente a una artista de cine. Lucía una larga capa hasta los talones, envuelta, me miró y dijo: “He leído y aprecio tu poesía”. Fue una declaración que desmoronó el hielo. Eunice se puso a recitar parte de una obra poética que escribía sobre personajes y dioses de la mitología griega; me pareció de una calidad excepcional.

Lo cierto es que a su alrededor no tenía amigas, excepto a Alice; las demás no le reconocían su valor de creadora. Había también mucha envidia. Su cultura era muy superior a las poetisas que merodeaban los círculos intelectuales de esa época. Recuerdo otro encuentro con Eunice. Llegó bastante agitada y nos gritó: Me han despedido de la casa de una escritora, me echaron afuera de la puerta; preocupadas le dijimos: Cuenta lo que pasó.

Transcribo ahora palabra por palabra lo que nos contó. Eunice dice: Entré al salón y me senté en el sofá y dije: aquí no me siento en los cojines, sino en los cojones porque voy a denunciar a un asesino aquí presente, que mandó pagar para que asesinaran al periodista… Acusó en esta reunión a un político muy conocido en un caso muy comentado, pero con impunidad. Eunice poseía la verdad. Así fue expulsada.

En otra reunión Eunice me conversó muchas cosas. A pesar de su pobreza ella lucía extraños y originales vestuarios. Me confesó que descosía dos o tres viejas prendas, unía pedazos distintos de telas y luego cortaba sus vestidos. Verdaderas creaciones poéticas.

Esas fueron las últimas veces que nos encontramos en México.

El escritor venezolano Juan Liscano, editor de la revista Zona Franca, publicó en Caracas un hermoso libro en homenaje a Eunice Odio. Relata en sus páginas su vida, su soledad, su pobreza, su muerte, su olvido.

 

NOTA

Publicación original: Punto Seguido # 55, 2012.




RAQUEL JODOROWSKY (Chile, 1917-2011). Poeta y pintora, fue una voz crucial en la poesía latinoamericana durante décadas y un vínculo importante entre los movimientos literarios del continente. Fue una de las colaboradoras más activas de la revista bilingüe mexicana El Corno Emplumado y amiga íntima de Allen Ginsberg, quien convivió con ella durante sus años de yagé en Perú. Su poesía abstracta y visual articula todo el experimentalismo de la vanguardia con una visión íntimamente femenina. En 2025, sus 19 libros de poesía han sido reunidos íntegramente en Una diosa desterrada del cosmos. Poesía completa, por la editorial chilena La esporádica, lo que constituye un rescate y puesta en perspectiva de una trayectoria poética y vital de más de 60 años. Además, la edición incluye una sección final con la reproducción de parte de la obra pictórica de la autora, que se dedicó las últimas décadas de su vida a la pintura, y pudo exponer sus obras unos meses antes de su muerte en el Centro Cultural Ricardo Palma, en Miraflores, en agosto de 2011, bajo el título La poesía del color. También se reproducen algunos manuscritos de poemas inéditos, entre ellos, una “Despedida”, que concluye con el mensaje: Amigos poetas / no se olviden que / la poesía es invencible.




JUAN CARLOS JURADO REYNA (Ecuador, 1980). Artista plástico. Para él, la pintura es un nuevo lenguaje, una gramática de colores y formas cuyos significados solo el espectador podrá descifrar, pues toda obra de arte tiene dos creadores: el autor y quien la contempla con mirada crítica y reflexiva. Entre sus logros destaca la autoría del mural del oratorio del Seminario Mayor San José en Quito, realizado en 1998. En 2024, presentó la exposición Tiniebla Sagrada en la Galería Bastidas. Esta serie también fue exhibida en la Feria AQ Arte Quito 2024 y en la Casa de la Cultura Núcleo del Chimborazo, consolidando su propuesta artística. Ese mismo año, concluyó el mural en la pared central del Centro de Promoción Artística de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Posteriormente, desde febrero hasta marzo de 2025, su obra fue expuesta en el Museo Muñoz Mariño, ubicado en el tradicional barrio de San Marcos, en el centro histórico de Quito. En 2024, presentó el libro Tiniebla Sagrada, una obra que fusiona la poesía de Rocío Soria con sus reflexiones y pinturas, creando una profunda conexión entre palabra e imagen. Entre sus encargos más destacados de 2024 se encuentran dos retratos: uno en homenaje a la poeta Violeta Luna, organizado por el Fondo de Cultura Económica, y otro en honor a Hermann Schirmacher, uno de los fundadores del Hospital Vozandes. Ahora se encuentra con nosotros, como artista invitado de esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 


Agulha Revista de Cultura

CODINOME ABRAXAS # 05 – PUNTO SEGUIDO (COLOMBIA)

Artista convidado: Juan Carlos Jurado Reyna (Ecuador, 1980)

Editores:

Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com

Elys Regina Zils | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2025




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