Este poemario le da un vuelco completo
al registro de la voz poética de Ramos; es una voz tallada por un dolor
inenarrable ante la pérdida de un sueño que la atormenta, que no le da reposo. Un
sueño que esconde a una mujer que oscila entre maga y bruja, entre un ser
benevolente y un buitre que le devora las entrañas cada día mientras en las
noches las teje nuevamente con su canto.
Nunca intentes
buitres,
dice Sunny,
amenazan la
levedad
de otros vuelos.
En este diálogo entre la poeta/paciente
y el médico/chamán vamos escuchando la voz del guérisseur (curandero)
como un laúdano que penetra en el oído de la paciente que llegó a su casa/consulta
cuasi reptando al haber sido convertida en una culebra maíz, indefensa,
mansa, muy mansa; a la que οὐραῖος (ouraeus)
ha derrotado. Me refiero, por supuesto, a la áspid de Cleopatra.
Sunny
indaga en mis insomnios,
me
escucha con cautela:
es
una mujer, le explico, que
abre
y cierra mis heridas
hace
y deshace el nudo en mi garganta
dilata y abrevia mi derrumbe.
No devores ansias,
no sigas morando
en
el destierro.
Ya
no repitas sin cesar
dulces
cuchillos en tu pecho,
reza
Sunny,
mientras
retira las agujas
de mis pies.
enquistado en el trapecio.
Con su cultura milenaria trata de
restaurarle la armonía que la poeta/paciente creía perdida para siempre.
Sunny es uno de los avatares de Orfeo. Sus manos y su voz son su lira y él sabe
como usarlas. La poeta/paciente las siente en sus heridas abiertas como abismos
insondables.
Sunny
hierve espino,
ajo
y canela,
prepara
una infusión
para
este corazón cansado.
Mientras
la cuela,
pregunta por la mujer mansa.
El té de cardo mariano, la lavanda o
los petálos de rosas sin espinas, impiden que la pus siga causando estragos.
Poco a poco el recuerdo de las caricias, afiladas como cuchillas, ya no tienen
el poder de cortar.
Sunny
ha escuchado muy atento,
me
observa con quebranto,
pone
en mi mano un pocillo:
“azahar,
tomillo, lavanda”, susurra.
Purifica el alma, promete.
Las manos y la mirada de Sunny las
sutura con una delicadeza antigua como el mundo.
Sunny
habla del Qi
del
equilibrio,
del
ying y el yang,
de
las emociones,
de
los doce meridianos.
Dice
tierra, metal, agua,
madera,
fuego.
Lo
silencia mi mirada perdida.
Le
confieso que en mi cuerpo
permanece
esa mujer,
a veces fiera, a veces mansa.
Al regresar a casa la poeta/paciente sufre
alucinaciones, el buitre se ha transfromado en una paloma que no vuela sino que
danza en su ombligo y con su pico vuelve a horadar abismos que se creían
cerrados.
La
paloma se hunde voraz,
siembra
urgencias en sus zanjas,
hace
nido en su ombligo,
satisfecha
se derrama en su gruta.
Comprendo
su apetencia,
musita Sunny.
Sunny, el médico/chamán, con esa paciencia milenaria
transmitida de padre a hijo durante decenas de generaciones, vuelve a susurrar
palabras recogidas en aguas calmas:
La
tristeza ha consumido la ira.
Sunny
presiona con acierto
el
meridiano del pulmón.
Té
de menta o tomillo,
propone.
La poeta/paciente se
ausenta un tiempo de esa gruta cálida que es el consultorio de Sunny para
regresar otra vez derrotada. Un dolor en la espalda le impide caminar de nuevo:
Vuelvo
a Sunny como
el verdor al mes de abril.
…
La
cuarta y quinta vértebras
resienten
el trabajo excesivo del corazón:
“piensas
demasiado”, amonesta.
Me mira con ternura.
La amonesta porque sabe que si no lo hace ella se
perderá para siempre:
Has
perdido el apetito,
esgrime
Sunny,
ha
vuelto la ira,
se
ensaña con el hígado,
arremete
contra el estómago.
Solemne,
dilucida
la relación
entre
madera y tierra,
entre
hígado y estómago.
La
madera, concluye,
embiste
la tierra,
liba su esencia.
Sunny ya no es Sunny, es el chamán, el guérisseur, el
curandero milenario que surge de las porfundidades de un volcán dispuesto a
impedir que la poeta/paciente se queme en la lava que corre por las laderas:
En
trance, Sunny repite:
ira-tristeza-alegría
madera-metal-fuego
hígado-pulmones-corazón.
En su mano hay fuego, un fuego que no quema, que no
arde; un fuego que calienta y que ofrece refugio:
Hay
que eliminar el insomnio,
observa,
aligerar
los miedos.
Hierbas
amargas,
como
paridas por el fuego,
para
fortalecer tu corazón,
asegura.
Su
conocimiento milenario
me
supera.
En
sus fórmulas busco alivio,
tal vez la cura.
Sé
que debo aceptar el láudano que me ofrece Sunny, así que
Tiendo
en la camilla
esta
herida que soy,
honda, punzante.
En una tarde de domingo su padre me invita a tomar el
té:
“Mientras
lo bebes” – dice –
“deberán
coincidir el favor del cielo,
la
asistencia de la tierra y tu propio empeño,
porque solo así domarás la herida”.
Ni padre ni hijo renuncian a la lucha por liberarme
del buitre/áspid. Ellos, dos chamanes milenarios, unen sus fuerzas y su
sabiduría para traerme de nuevo al mundo. Una nueva forma de nacer; más
consciente y más real. Una especie de exorcismo para protegerme de ese dolor
que penetra en la columna vertebral, que la fractura y que pretende a la vez
secuestrar mi cordura:
Un
bastón es mi apoyo,
pastillas
e inyecciones,
paliativos
que pretenden atenuar
denuestos
alojados en la tenaz
memoria
de este cuerpo.
Sunny
presta atención,
se
enfrenta a mi lumbalgia,
el
meridiano del riñón
se
manifiesta:
“debemos
trabajar
el
desequilibrio”, apunta.
Sus
dedos y las finas agujas
atrapan
el miedo, la ira,
la
frustración.
El
aliento de la artemisa seca
que
Sunny quema sobre mi piel
augura
el flujo adecuado del Qi,
ofrece sanarme.
El buitre/áspid aletea con furia, repta con la cabeza
en alto y con su lengua bífida grita:
“esfúmate”,
“lárgate”,
“desaparece”,
Cada palabra se incrusta en la amplitud de la
herida.
Sunny me recoge una vez más y me susurra al oído:
“Los
pulmones hospedan la tristeza;
Y la tristeza consume el Qi”.
Es entonces que recurre a unir a la poeta/paciente con
sus orígenes, llama a su padre desaparecido hace decenas de años:
Tal
vez, en la herida, el origen – asesta Sunny –,
entretanto
toma mis pulsos y descubre
con destreza la razón de mis insomnios
Y luego, con su voz, con su paciencia y con su
sabiduría de chamán milenario, me acaricia con su mano que sólo conoce de
cobijos:
la
mano avezada y piadosa de Sunny,
perdurable
bálsamo,
amansa
la herida – descomunal e interminable –,
que
gruñe tendida sobre una camilla
cubierta con una sábana floreada.
Felicitaciones Juana M. Ramos por este trabajo tan meticuloso y
tan delicado como el más fino de los encajes de Flandes.
Chapeau!
BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (Editions du Cygne, Francia, 2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (Ediciones Embalaje-Museo Rayo, 2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…; Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). Algunos de sus artículos y poemas han sido difundidos en medios nacionales e internacionales; entre ellos las revistas Triplov (Portugal), Agulha Revista de Cultura (Brasil), Esteros (Uruguay), blog Crear en Salamanca y Aleph (Colombia), dirigidas por Estela Guedes, Floriano Martins, Carolina Zamudio, Alfredo Pérez Alencart y Carlos-Enrique Ruiz, respectivamente; y gracias a la invitación del profesor Antonio Donizeti Da Cruz varios de sus artículos han sido publicados por UNIOESTE (Universidade Estadual Do Oeste Do Paraná, Cascavel-Brasil). Ha sido traducida al francés, portugués, rumano, griego e inglés.
RUBEM GRILO (Brasil, 1946). Gravador, desenhista, ilustrador. Em 1970, estuda xilogravura com José Altino (1946), na Escolinha de Arte do Brasil, no Rio de Janeiro. No ano seguinte, passa a frequentar a Seção de Iconografia da Biblioteca Nacional e entra em contato com as gravuras de Oswaldo Goeldi (1895-1961), Lívio Abramo (1903-1992), Marcelo Grassmann (1925), entre outros. Nesse período, inicia curso de xilogravura na Escola de Belas Artes da UFRJ e é orientado por Adir Botelho (1932). Em visitas ao ateliê de Iberê Camargo (1914-1994), recebe lições de gravura em metal e, na Escola de Artes Visuais do Parque Lage-EAV/Parque Lage, estuda litografia com Antonio Grosso (1935). No início da década de 1970, ilustra jornais como Opinião, Movimento, Versus, Pasquim, Jornal do Brasil. Na Folha de S. Paulo, cria ilustrações para os fascículos da coleção “Retrato do Brasil”. Em 1985, publica o livro Grilo: Xilogravuras, pela Circo Editorial. Em 1990, é premiado pela Xylon Internacional, na Suíça. Em 1998, participa, com sala especial, da 24ª Bienal Internacional de São Paulo e, no ano seguinte, é curador geral da Mostra Rio Gravura. Tem trabalhos publicados em revistas especializadas como Graphis e Who’s Who in Art Graphic (Suíça), Idea (Japão), e Print (Estados Unidos). Nossos agradecimentos a Jacob Klintowitz pela presença de Rubem Grilo como artista convidado desta edição de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 262 | setembro de 2025
Artista convidado: Rubem Grilo (Brasil, 1946)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2025
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com








Excelente crítica a una excelsa poeta
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