terça-feira, 16 de setembro de 2025

DAVID CORTÉS CABÁN | Paisaje e interioridad. Sobre Tu corazón es un bombo, de Alessio Brandolini

 


Estoy aquí y camino dentro de mí

como en una ciudad extranjera.

 

ALESSIO BRANDOLINI

 

 ¿Qué relación establecemos con el hablante poético cuando leemos un poema? ¿Qué nos provoca caminar dentro de su mundo? En el caso de Alessio Brandolini observamos que su mundo está impregnado de evocaciones y memorias del tiempo. Todo lo humano, todo lo que rodea su vida lo siente como reflexión de un mundo herido por la agobiante realidad. A través de la memoria se revela su profunda sensibilidad en la travesía de un paisaje físico y espiritual de múltiples vivencias. Mientras leemos queremos comprender qué se yergue más allá de la mirada, de las faenas de la vida y las luchas diarias, del camino de la infancia y adultez, de la casa familiar y la noble figura del padre, y de paisajes que aparecen para recordarnos que la vida está llena de memorias.

Abrimos el reciente libro de Alessio Brandolini, Tu corazón es un bombo, para sentir el fluir del tiempo, un fluir que marca las cosas que conmocionan el espíritu. Por eso, lo intuido y reflejado del mundo poético acaba por contagiarnos y hacernos sentir una profunda emoción. En este sentido, uno de los frutos del estilo del poeta es ese modo de situarse frente al tiempo. En otras palabras, esa manera personal de moverse por los distintos escenarios del pasado como quien recorre un paisaje nunca olvidado. Este sentir lo ha subrayado el crítico mexicano Carlos Rutilo en su ensayo sobre la poesía de Brandolini: “No todo está destinado a permanecer tal y como lo presenciamos la primera vez, pero aquello que se evoque siempre encontrará la manera de emocionarnos. Explorar el tiempo y a la memoria es volver a explorarnos a nosotros mismos, es volver a colocarnos delante de un espejo de agua y encontrarnos ante un entrañable hallazgo poético”.

Lo que el tiempo presenta como conciencia del pasado, acontece como fugacidad de la vida. Quizás por eso la primera sección, “Diario de la ceniza”, no trata de argüir si el pasado fue mejor o más puro, lo que nos presenta es una sensación que responde a las realidades del hablante. Por eso, lo que fue hermoso y duradero se convertirá en una nostálgica expresión del mundo. La vida con todo su esplendor, la vida fugaz y ordinaria de todos los días se convierte en un camino de evocaciones. Y en efecto, para el poeta, la vida es un acontecer en el tiempo. Ciertamente los versos de Joseph Brodsky dan esa impresión (¿Qué sentido tiene el olvido / si después viene la muerte?) y los de Osip Mandel’štam captan igualmente esa esencia pasajera: tiniebla, humo, ceniza. Son claves que tienden un puente hacia esta poesía y establecen un modo de exploración de la vida. Todo lo que sucede alrededor del poeta se convierte aquí en una referencia del mundo. A veces, lo que dice va más allá de lo que intentamos comprender como intensidad de la vida en el tiempo. Lo que sucede en concreto habrá que intuirlo a través de los distintos planos de la escritura:

 

Durante horas caminamos y todo este espacio

ensancha la vista, limpia mi interior. El pasado

fluye con el río y deja trazos de un día

que nunca nacerá pues huye de un puñado

de estrellas. Puedo asirme a tu mirada

y de un lago de cenizas extraer el azul.

 


El tiempo constituye un camino personal que se expande a cada paso. Y ese caminar, ese “espacio que ensancha la vista” genera una manera de reaccionar. Por ello, la escritura misma se convierte en un acto de introspección donde el protagonista poético explora su vida en el tiempo:

 

Entre nosotros un muro de sombras para cruzar

a nado y en soledad, una brazada tras otra.

Escribo un diario para no desmayar

y desaparecer. De ningún modo quieres hablarlo

y frente al volcán en erupción avanzamos

(encerrados en casa) como si nada ocurriera.

 

A continuación, percibimos la relación de una naturaleza cuya dimensión sensorial contribuye a enfatizar el sentimiento de nostalgia:

 

Escampa y es bello rendirse ante la sonrisa del sol.

Una chispa de júbilo es nuestra para plantar

árboles y verlos florecer. Gorjea el petirrojo

en su desafío, ¿quién presiona contra el cercado?

Espera: palabra difícil de pronunciar. Hace

años sabemos que nunca veremos el final.

 

Todo esto: el sol después de la lluvia, los árboles y el cántico del petirrojo son evocaciones de realidades concretas de profunda armonía y belleza. Todo acontece en función del impacto que estos elementos producen en el corazón del hablante. Sin duda, todo llega a través de esa relación con el entorno y las experiencias que nacen de la vida cotidiana. No de ideas imaginarias del pasado, sino de realidades y circunstancias que al pasar el tiempo se manifiestan en la escritura. El poeta no pretende ocultar nada, su corazón se deja llevar por el río caudaloso del tiempo recogiendo el súbito esplendor de cada cosa en la nostalgia de cada acontecer, y cada brizna de luz. Las vivencias de la niñez y de la juventud son recuerdos conmovedores que surgen silenciosamente. Escuchamos la voz del poeta, sentimos su presencia llegando del pasado, vemos su vida fluyendo en el tiempo. Así la poesía se convierte en una evocación poderosa de la vida en el tiempo.

La sección “El lado oscuro de la pureza” se compone de poemas cuyos versos siguen un curso libre en la organización de las estrofas. Los recuerdos, la relación con el pasado, la vida familiar, el entorno urbano y el del campo siguen sosteniendo el mundo del poeta en la naturalidad de un léxico provocador y nostálgico. Y es que en la poesía de Brandolini nada ocurre por azar. Todo sucede dentro de un orden que marca los acontecimientos del pasado como evocaciones y replanteamientos de la existencia.

 El primer poema de esta sección está dedicado a la madre. Su tema responde a la evocación del recuerdo del padre. En realidad, es la presencia del padre la que surge de esa experiencia evocada al paso del tiempo y de la que participa el hablante en la plaza de Belvedere:

 

EL HUMO DE LOS BOSQUES

 

El perfil joven de mi padre

vislumbrado en un sueño y su triste

sonrisa, su camisa blanca, pulcra,

los ojos entreabiertos esparcen

al viento opacas chispas desafiando

la cimitarra de la luz, vetustos encinos

en torno a la plaza del Belvedere.

Intento abrazarlo y se aleja.

La fuerza de la impotencia es eso:

permanecer callado ante el bullicio.

 

Sentirse más vivos a pesar de que no somos

tan afines a uno de ellos, al rostro

joven del padre en la plaza

con el ángel de bronce, la camisa blanca

impecable. Respiro recuerdos, arrugas y cicatrices,

quemo ortigas y espinas, rumio la angustia

en la mirada de los seis hijos frente a los ojos

cerrados de su madre en la gran casa de la calle

Artisti. Cautivado por la muerte, por el humo

que lento llega de los bosques en torno al pueblo.

 

En el poema “Se nos escapan mil cosas” reaparece la casa de la calle Artisti y las imágenes de ese mundo de recuerdos. Más allá de las palabras se proyecta la connotación del mundo familiar y lo que significa esa añoranza. Lo que quedó atrás retumba en el corazón del yo lírico proyectando esa dimensión temporal de la vida. Nunca comprenderemos la total profundidad. El poeta es el único testigo de su mundo. Un mundo de emociones que regresan a través del tiempo y que mirado desde el presente ha cambiado, pero el pasado sigue igual. La memoria sitúa al hablante en el ámbito de cada experiencia y relación humana, como acertadamente subraya el crítico Francesco Tarquini: “El motivo de la memoria se desarrolla a lo largo de las cuatro secciones que integran el libro”. El pasado se presenta como un paisaje que va ampliándose significativamente para que todo continúe su curso y los recuerdos operen sobre el hablante en secreta complejidad con el ambiente. Así los distintos planos de esas experiencias reservan un espacio para que lo significativo de aquella lejana realidad sea una parte integral del presente:

 

En los rostros leo historias que se aferran

a otras y otras más: todas tienen

que ver con hombres mujeres niños

que vivieron en la casa de la calle Artisti.

Apaleado por los efectos que arden

al alba cuando a la luz le cuesta entrar.

Espectros descalzos deambulas por los cuartos:

¿Por qué me imploran? ¿Qué hago aquí?

 

Cantan las estrellas pero no puedo escucharlas.

Mantengo el calor con tu sonrisa, con tu mirada

y si atrapo por azar algún fragmento

es por casualidad. Suelto

la mordaza: reminiscencias bajo la luna caen en el pozo.

Mil cosas huyen. Cavo entre los restos

y encuentro una gruta: ¿quién se oculta allí abajo?

Nunca obtuve respuestas detalladas. Soldados

y padres en una selva de cruces, días

incendiados pues las manos no tienen más

la fuerza del padre y el hijo permanece a la espera:

la cabeza al revés, el corazón que retumba.

 

Sin duda, entre un poema y otro hay un mundo de significaciones. La misma naturaleza del poema establece niveles de percepciones, de realidades y situaciones diferentes. El poeta Alessio Brandolini no busca confrontar el presente, más bien crea un camino por donde la densidad de los recuerdos emerge con la imagen del padre. Por ello, cada texto intensifica una nueva revelación que pone al descubierto la imagen esencial de aquel pasado:

 

La algarabía de los recuerdos: ¿por qué

olvidarlos si al final todo es muerte?

Escucho el grito del viento,

el zumbido que viene de los montes

y nos ayuda a respirar, un apoyo

para el cuerpo: veloz avanza hacia

el valle bordeando ese riachuelo

que nutre los vórtices de la mente.

El agua arrastra la hormiga

que avanza a pasos pequeños, agito

el verano que aguanta en las hojas,

en los relámpagos de nuestro lindo verano.

Puntapiés destruyen el espejo

por las noches ahora sus partículas exploran

las estrellas. Completamente fuera de lugar

te pregunto por qué hace meses que no llamas.

 

El viento atraviesa la piel, el mismo que luego

musita mensajes en el lenguaje de los ángeles.

Te escribo y reflexiono acerca del mar de Salento

que los cuerpos acaricia susurrando palabras azules.                     

 

Las cosas que llenan la vida, es decir, la realidad que despierta en el hablante la conciencia del pasado nunca ha desaparecido. Los recuerdos surgen sutilmente como arrancados del corazón para vivir otra vez la dimensión temporal de aquel estado denso de emociones. Esto es lo que ocurre en el poema anterior. Son muchos los recuerdos que se desprenden de la memoria para convertirse en una vía de reflexión: “Te escribo y reflexiono”, dice el poeta. Ciertamente la reflexión despierta a la vida ese mundo traspasado también por la nostalgia. Todo lo que fue plenitud de vida se intensifica para que lo esencial persista como un recuerdo inviolable y para que el pasado siga haciendo posible cada situación real o imaginaria. Por eso, cada instante de reflexión evoca la continuidad de una y otra visión. Para el lector, no es cuestión de detener su mirada en un solo lugar y mirar el asunto poemático que queda atrás. Nada en verdad queda al margen de la vida, por el contrario, en esta poesía todo sigue iluminando el pasado como un sol en el camino recorrido por el hablante:

 

REGRESO DE UN LARGO VIAJE

 

sin haberme movido de aquí, hago

preguntas para escuchar mi voz.

En la montaña la luna cubierta de moretones

siempre la misma y sin embargo extraña porque

esta noche su rostro muestra otras

tragedias, ha recibido nuevos golpes.

Sus ojos están abatidos y sin embargo sigue allí

y observa serena, habla para guiarme

fuera del pozo. Las puertas se cierran

se derrumban los muros de piedra que demarcan

fronteras. Es difícil permanecer indiferentes

lo que sucede, cada día luchamos

para obtener una pizca de felicidad.

 

Busco una manera segura para sacudirme

los recuerdos y emprender el vuelo fuera

de todo lo que daña, del odio resguardado

en nuestros corazones. Le sonrío a los ángeles

 que nos observan: ¿estatuas o guardianes?

 Regreso de un largo viaje, he visto cosas atroces

 y las pesadillas me atormentan por mucho tiempo.

 

Como sugiere el poema anterior, los recuerdos suelen traer nuevas impresiones. Arrastran una inquietud difícil de explicar. Volver a reencontrarse con los recuerdos de ese viaje simbólico o real significa otra perspectiva de vida. En este poema el yo poético no se ha movido de lugar para que el paisaje y la luna se conviertan en evocación del tiempo: “sin haberme movido de aquí, hago / preguntas para escuchar mi voz”. ¿Qué es lo que permanece escondido creando esa sensación de angustia? No lo sabremos. Con el paso del tiempo la conciencia despierta profundas emociones, pero no podemos exigir que el sentido de las cosas nos declare su total enigma. En mi caso, como lector, basta imaginar lo que sugiere la poesía, aunque comprendemos lo que advierte el hablante: “Es difícil permanecer indiferentes a lo que sucede, cada día luchamos / para obtener una pizca de felicidad”. Ciertamente esta realidad confirma el contexto central del poema. La clave está en la existencia misma del ser y en la indagación de un mundo cuya realidad nunca ha desaparecido. Y es que la poesía de Brandolini está habitada por recuerdos difíciles de ignorar y de una naturaleza que camina con el poeta por un sendero mágico y doloroso a la vez. Por ello, entramos y salimos por su mundo como si estuviésemos caminando por un paisaje de sorprendentes acontecimientos. He aquí, por ejemplo, “Perro con voz ronca”, un poema cuyo título nos coloca frente a esa realidad personal de profundas emociones:

 

Nada olvido y avanzo lento más allá

del estanque, después daré un largo paseo por el bosque.

El aire se satura de palabras francas que afilan

mis pensamientos, el río me regresa a una angustia

que huele a ralentizaciones y carreras abrumadoras.

Echo mi cabeza hacia atrás y la veo

esfumarse en el horizonte. Los pasos resuenan

y sufro al verme tan maltrecho:

me evitan incluso los gatos del Foro Romano

enseguida me invade una ansiedad que todo lo devora.

 

Ladra un perro con voz ronca pero aquí están

los recuerdos más bellos: calles de agua y fuego. ¿Muy

tarde para rehacer la casa? Tan fatigado

como para absorber las frases que matan, entonces me

desvanezco y caigo al suelo. La lluvia lava los tejados, el cerezo

que ha dado pocos frutos. Nadie abre y pienso:

¿alguien se esconde? Las sombras benévolas

del bosque ahuyentan el miedo, me muerdo

un brazo, hundo el cuchillo en mi mano. Ahora

nuestra sangre fluye sobre la corteza de la haya.

 

Todo lo que fue hermoso y tuvo una presencia resurge de súbito al ladrido lastimero de un perro. ¿Qué clase de emoción es ésta cuando un perro deja su ronca voz temblando en la quietud del ambiente? Avanzamos y todo está ocurriendo a un mismo tiempo: el bosque, el aire, las palabras, la cabeza del hablante esfumándose, el Foro Romano, la lluvia, los frutos, las sombras, la sangre que fluye sobre la corteza de la haya. Todo ocurre simultáneamente. Todo confluye en un mismo centro, todo se convierte en un sorprendente acontecimiento. Así es la grata poesía, nos lleva por las profundidades del yo para que la vida siga su curso.

Pasamos como de un puente a otra orilla del apartado “Camino dentro de mí”. En sentido figurado, la vida es el camino y la poesía una vía exploratoria del ser humano. Ya sea en el plano mental o el físico, todo irá incorporándose a través de las imágenes al camino interior que fija las coordenadas. Entramos en una estructura poética cuyas estrofas, anudadas por siete versos, marcan la organización de los textos. El título es a primera vista una señal de la complejidad de la escritura. ¿Qué intenta decirnos el autor? ¿De qué trata cada asunto poético? El crítico Francesco Tarquini nos ha dado la señal que hemos venido siguiendo: “El motivo de la memoria se desarrolla a lo largo de las cuatro secciones que integran el libro”. Es decir, la memoria ha venido estableciendo este discurso lírico, este viaje al interior del hablante para poner en perspectiva los valores de la vida y el acontecer de las cosas. El epígrafe de esta tercera sección, Camino dentro de mí / como en una ciudad extranjera / donde no conozco a nadie, de la poeta Ana Blandiana, sugiere también las tonalidades de este lenguaje. Caminar representa ese movimiento y relación con la vida, y una correspondencia entre el pasado y el presente que ordena paralelamente las vivencias de un yo en constante reflexión de sí mismo y del entorno:

 

Te busco hace meses: ¿dónde estuviste todo este

tiempo? Sentado en el bosque -sangra su nariz-

sobre un viejo castaño tumbado por el viento.

Sonríe, me acerco a él, las hojas

crujen bajo mis pies. Me observa con ojos

desolados, irritados, su mano derecha presiona

el pañuelo para taponar la pérdida, la herida.

 

¿Dónde estuviste todo este tiempo? Hace días

te espero a la entrada de nuestro terreno.

Mi padre levanta la cabeza y sonríe como si se le hubiera

revelado una historia extraña, como el verano cuando

lo acompañaba a rociar el sulfato de cobre sobre las parras

y destripaba el tiempo lanzando lejos,

más allá de los olivos, cañas afiladas con una navaja.

 

En cierto modo, la presencia del padre determinará el proceso de la evocación de su vida en el tiempo. En retrospectiva, todo se da en secuencia de una memoria que se expande hasta el presente. Entonces, el pasado se presenta como la continuidad de un tiempo que se vive intensamente. Ese estar en el tiempo es un modo de sentir la presencia del padre, aunque físicamente no acompañe al hablante por el mundo real, pero viajar a través de la memoria es un modo de hacer posible que la imagen del padre continúe presente.

En el poema “La ciudad extranjera” el único extraño parece ser el sujeto del poema. Por un momento desaparece la alegría cuando el hablante indaga su realidad inmediata. Dice el siguiente verso: “Un hombre encerrado en sí mismo / en busca de frases, de un saludable despertar”. Sin embargo, aunque en una ciudad extranjera la vida pueda parecer extraña, uno también puede sobreponerse a lo que ocurre a su alrededor. Quizás sea éste el sentido de extrañeza que deja también en el lector el poema titulado “Un mundo más luminoso”. En este poema las formas del pasado, después de crear una visión dolorosa, terminan dejando atrás la angustia y reconciliando el presente con un sentido más llevadero de la vida:

 

Una cuerda deshilachada sostiene los cuerpos

que dan de patadas en el vacío. La mirada

sobre la carrera, luego en la meta que parte

en dos. ¿Vamos a tomar algo?

Te sugiero que tengas cuidado

que amarres tu lengua a un palo, hablamos

de hechos importantes ocurridos hace décadas.

 

También yo entre las nubes y el sueño

se desnuda. Deja a un lado el pasado si quieres

vivir el presente. ¿Una hoguera de recuerdos?

Educar el alma, dejarla descansar en la orilla

de un lago. Quizás el cielo pueda hospedar otros

agujeros negros, pero hace falta un mundo más luminoso

porque la alegría reclama la armonía corazón/mente.

 

Estar “entre las nubes” o dejar descansar el alma “en la orilla de un lago” evidencia, de algún modo, una metáfora sutil para quienes buscan la armonía de la vida. La vida es dura pero la poesía reserva un sendero para que el camino sea menos fatigoso. Posiblemente no sabremos a ciencia cierta las connotaciones profundas que yacen al fondo de un poema o si el sentido de la lectura que hacemos sea más asertivo de lo que el poema quiere decirnos. Sabemos ciertamente que un poema se abre a la mirada sin exigir nada a cambio. La poesía es como es, y en el caso de Brandolini es producto de meditación y de trabajo. En el poema a continuación, fundiendo el amor y la escritura, el poeta habla de la tarea a la que ha consagrado su vida. Por eso su modo de vivir y contemplar el mundo son signos inconfundibles de su realidad literaria:

 

Apago la luz, los cuartos están hechos

de hielo y luego es una hazaña

volver al inicio, para amarnos o

decirnos adiós. Temprano/tarde al mismo

tiempo, cercado por muros: agotador

volver a casa con una reputación

inmaculada, hospedar o ser acogidos.

Intento no molestar, sólo frases

banales, inofensivas: un aplauso el silencio

y medito sobre estas suspensiones.

Al viento castillos de ira. ¿Qué tiene de especial?

Nada, pero disfruto del prodigio: estoy aquí

y camino dentro de mí como en una ciudad

extranjera. Desde el Belvedere se puede ver el mar.

 

La última sección, “Tu corazón es un bombo”, se compone de poemas en prosa. Es interesante notar aquí cómo se intensifican las relaciones y cómo la referencia central del título sugiere mucho más de lo que expresa. La palabra bombo, por ejemplo, equivale a la suma total de la imagen del padre, su trascendencia y memoria de su temporalidad. En este sentido, cada imagen se anexa a otra impregnándola de múltiples connotaciones. Ya de entrada, el título nos advertía de un significado mucho más amplio de lo que corrientemente entendemos por la palabra bombo. Hay en “Tú corazón es un bombo” un modo de articular el mundo personal del hablante desde un plano puramente lírico donde la fragilidad humana supone algo de mayor complejidad. De hecho, el epígrafe del poeta peruano Jorge Eduardo Eielson evoca la dimensión cósmica de ese corazón compungido: nada en los bolsillos / ni el pensamiento / sino mi corazón sonando alto alto / entre las nubes / como un cañonazo”. Para el poeta, lo que ha quedado atrás aún permanece vigente. Se evoca el pasado desde la distancia, como quien contiene la respiración queriendo retroceder y regresar otra vez a aquella realidad:

 

Gateando entras en la luz, las estrellas nos envuelven en el silencio y revisitas los años salvados por seres invisibles que curan las heridas. La pradera se alimenta de la luz de las estrellas y los pájaros planean lentos, acopian semillas, bayas. El yo ruidoso aparece por momentos tras el opulento vientre que danza en el escenario iluminado por el día. Inclinado, goteando sangre de su nariz, lo miras y piensas que la ausencia del padre nunca será un capítulo cerrado. Calles llenas de trampas se enrollan en las piernas, se convierten en bosque, lobo, caperucita roja. El título permanece lapidario, tallado en los muros de las casas. Dices, con un pañuelo presionado en la nariz que sangra: te he estado buscando hace días. Él sonríe como en el verano aquel cuando ustedes rociaban sulfato de cobre, contento del pequeño viñedo que resiste a la intemperie. Lanzabas altas cañas lo más lejos posible soñando con partir para luego volver y aliviar las fatigas del padre. Lo abrazas fuerte y le dices: ¡vamos a casa, debes descansar! Arrugado por el tiempo, por el frío, ahora el padre se quiebra y desmorona, transformado en polvillo dorado.

 

El poema transcrito presenta una dimensión cósmica en imágenes que se entrelazan revelando el esplendoroso “polvillo dorado” del padre. Las palabras crean un escenario tierno y nostálgico. El padre sigue presente en la luz, en el vuelo de los pájaros y la mirada escudriñadora. ¿Qué nos cuenta el hablante? Es preciso situarse en un viñedo imaginario para ver las cosas no distinguibles a simple vista, cosas imposibles de olvidar. El poema registra una situación en donde los actos cotidianos adquieren un matiz casi místico.

 Entramos en el poema “Golondrinas”. La avecilla funge como un subterfugio. Su vuelo nos conecta con un orden de acontecimientos que va más allá de lo que acontece en el mundo real:

 

La poesía es un martillo neumático: cava buscando la palabra precisa y luego corre sobre un césped de nubes. La noche despeja ruinas, se desliza con el viento que sopla en la cabeza. Los besos no tienen nada de la ceniza y sueldan los cuerpos al agua que fluye bajo Castel Sant’Angelo. Llama si quieres, tienes mi número. Rastrillas hojas y tus manos están lívidas: ¿Arrojaron piedras? Encima de nuestras cabezas revolotea el sable de los días. Te pregunto sobre una mujer que conocimos juntos: cada quien recuerda lo que puede. Un sendero pasa por tus ojos y superas de milagro la ladera en la sombra cubierta de nieve. Antes de bajar a Roma pasaste años observando el revoloteo de las golondrinas. Pronto oscurecerá y no habrá nadie esperándonos. Todo se vuelve pequeño, se precisaría de una lupa para ver los detalles. Basta un rayo de sol y el hielo es agua que fluye hacia el valle. Encerrado en una casa en miniatura, invisible, como las que construías con tus hijos y alcanzabas la armonía. Con un empujón de hombros derribas la cerca y con paso veloz te encaminas rumbo al pueblo.

 

La poesía es esa invisible llama que refleja lo más recóndito del ser. Ella es el camino que evoca lo vivido. Todo en ella adquiere profundas dimensiones. En este poema la figura del padre asoma en el vuelo de las golondrinas y en la remembranza del pasado: “Antes de bajar a Roma pasaste años / observando el revoloteo de las golondrinas.” Es pues el sencillo vuelo lo que confiere una especie de bienestar emocional al hablante. Esto lo notamos al contraponer la imagen de la ciudad a la naturaleza y el sol, y a la del agua que fluye hacia el valle. En este cuadro poético el hablante hace factible la visión que acontece como homenaje al padre. Por último, pasemos a otro instante poético, un poema cuyo título representa un sentido superior de la vida. En él entrevemos la figura del padre en el horizonte:

 

Aquí el aire es limpio y en la montaña hay un bosque que te reconoce y que te habla, sabe que existes y el sol reseca la ira. La nostalgia es un desierto que riegas por las mañanas, nadie rema contra ti sino tú mismo. ¿El sueño recurrente? Pataleas en el agua y los peces escapan del anzuelo, de la muerte. ¿Quieres echarme de la cama? Y pensar que nos conocemos bien, que de niños jugábamos juntos. ¡Para mí eres un hermano! Te paras en el umbral de la puerta y no me dejas pasar: ¿cuánto tiempo ha pasado? Deberíamos cubrirnos de luz, hacer frente a los fantasmas. Sentado frente a la Fontana di Trevi contemplas en el agua a las mujeres que amaste y a aquellas que distingues entre la multitud por su continua transformación. Tu corazón es un bombo que sin cesar resuena en las alturas, entre nubes como un cañonazo, y amas aún más a quien yace a tu lado: con escasas palabras se ha sostenido el trayecto y cerca han crecido hijos, árboles y flores, perros y gatos.

 

Estamos dentro de un paisaje imaginario. Las imágenes se superponen evocando un conjunto de emociones. Nos transferimos por última vez al pasado. Lo abstracto, lo que no habíamos notado renace como si fuera “un sueño recurrente”. Ahora el poeta es un niño que juega con su padre. Ahora el amor triunfa contra el olvido. Ahora el pasado se hace real. Ahora el corazón sigue volando en el amoroso sonido de un bombo sobre el horizonte.




DAVID CORTÉS CABÁN (Puerto Rico, 1952). Poeta y ensayista. Reside en Nueva York, Estados Unidos. Ha publicado los poemarios Poemas y otros silencios (1981), Al final de las palabras (1985), Una hora antes (1991), El libro de los regresos (1999), Ritual de pájaros: antología personal (con prólogo de Ramón Palomares y Eugenio Montejo, 2004), Islas (2011) y Lugar sin fin (2017), así como el ensayo Visión poética en tres libros de Alfredo Pérez Alencart (2017).





RUBEM GRILO (Brasil, 1946). Gravador, desenhista, ilustrador. Em 1970, estuda xilogravura com José Altino (1946), na Escolinha de Arte do Brasil, no Rio de Janeiro. No ano seguinte, passa a frequentar a Seção de Iconografia da Biblioteca Nacional e entra em contato com as gravuras de Oswaldo Goeldi (1895-1961), Lívio Abramo (1903-1992), Marcelo Grassmann (1925), entre outros. Nesse período, inicia curso de xilogravura na Escola de Belas Artes da UFRJ e é orientado por Adir Botelho (1932). Em visitas ao ateliê de Iberê Camargo (1914-1994), recebe lições de gravura em metal e, na Escola de Artes Visuais do Parque Lage-EAV/Parque Lage, estuda litografia com Antonio Grosso (1935). No início da década de 1970, ilustra jornais como Opinião, Movimento, Versus, Pasquim, Jornal do Brasil. Na Folha de S. Paulo, cria ilustrações para os fascículos da coleção “Retrato do Brasil”. Em 1985, publica o livro Grilo: Xilogravuras, pela Circo Editorial. Em 1990, é premiado pela Xylon Internacional, na Suíça. Em 1998, participa, com sala especial, da 24ª Bienal Internacional de São Paulo e, no ano seguinte, é curador geral da Mostra Rio Gravura. Tem trabalhos publicados em revistas especializadas como Graphis e Who’s Who in Art Graphic (Suíça), Idea (Japão), e Print (Estados Unidos). Nossos agradecimentos a Jacob Klintowitz pela presença de Rubem Grilo como artista convidado desta edição de Agulha Revista de Cultura.

 


Agulha Revista de Cultura

Número 262 | setembro de 2025

Artista convidado: Rubem Grilo (Brasil, 1946)

Editores:

Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com

Elys Regina Zils | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2025


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