El segundo, a su vez, no exige menos, expande y
estimula el mal en el hombre, siempre que le dé todo el crédito. Para ambos, el
hombre, su incansable creador, establece que el bien es una especie de
derivación mínima de los efectos del mal, suficiente para que éste prospere. Y
para ello se sirve de sus dos célebres y astutas representaciones, sin asumir
responsabilidad alguna por sus actos.
Sólo se da la palabra a cada uno de ellos cuando
coinciden en que el creador es palpable. Cuando este sistema determina el
resultado de sus motivos, ocurre algo imprevisto y desde lo más profundo del
alma humana surge un grito primordial en forma de verso, una imagen poética que
pone en duda si todo lo que sucede es el escenario casual de una experiencia
morbosa que ni siquiera puede ser cuestionada. El hombre se siente obligado a
acomodar en sus entrañas a ese otro personaje impredecible, que luego revela su
propio nombre y, al decirlo, parece algo sencillo de realizar. Aunque todavía
no se ha dado cuenta, éste es el momento en el que el hombre se encuentra ante
su propia sombra. La palabra puede ser una esfera de locura, el zumbido de la
conciencia, un derrame de hechizos, algo que engañosamente, cuanto más se
acerca a la luz, más crece, hasta el punto de desaparecer. Al mismo tiempo,
gracias a él, se enciende la propia luz y se conectan los mecanismos de la
realidad.
La palabra contiene a la vez esplendor y miseria,
y aun cuando apunte o refleje sólo el silencio, será escuchada a distancia como
la única esencia del ser. La única representación. El único acto.
El libro que escribió César, que se llama El susurro que tañe, puede estar, como
él mismo me dijo, compuesto de poemas pandémicos, que nacieron bajo la sombra
tenebrosa de varios males (el virus, el sistema, la corrupción del poder, la
ignorancia). Entre ellos, sólo se escuchaban susurros de miedo. Y luego agrega:
son poemas existenciales, escritos con un estilo lacónico, como pequeñas dagas
que intentan abrir el corazón de la conciencia.
Es cierto que el libro está marcado por un dolor
profundo y que, a través de una frase que es la clave de todo su horizonte –Nadie conoce la altura de sí mismo– es
posible tantear los capítulos de tantos martirios: los enredos de lo oculto: la
eficacia del destino, el apetito feroz de los mercaderes, las promesas
incumplidas, la tentación efímera de la belleza…
Evidentemente, identificamos el escenario
detallado por César Bisso como ese horror espeso que nos devoró a todos hace
unos años. En cierto modo, su reflejo aún permanece grabado en nuestra alma.
Como destaca el poeta en uno de los pasajes del libro: Días tristes / abandonados a la vera del incendio / blasfeman sobre una
hoja de papel.
La hoja de papel es el árbol disecado del propio
planeta. El tiempo también fue absorbido por el mismo lenguaje herético,
partido en dos, que absorbe tanto lo sagrado como lo profano.
Identificamos en el tiempo lo que fue más allá de
él, y atraviesa la historia con una herida que afectará a todas las épocas,
desde aquel momento en que el hombre se convirtió en creador de una locura
mutante. Es cierto que el poeta César Bisso levanta su copa ante su pura
anarquía –esa notable ruptura de sistemas– y advierte: No te rindas palabra. Aunque ya enmudezca el mundo alguien escuchará tu
grito. En sus páginas, El susurro que
tañe nos reafirma que cada acto, tema, materia, es la suma de todas sus
partes, la verdad termina dejándonos el rastro de su contrario, los mayores
riesgos terminan siendo predecibles, aunque el poeta, al final, predice su
dolor, el dolor humano, cuando afirma: Desconozco
mi suerte.
FLORIANO MARTINS (Brasil, 1957). Poeta, tradutor, dramaturgo, romancista, editor, ensaísta e artista plástico. Criador da Agulha Revista de Cultura, revista que dirige desde 1999. Publicou vários livros, entre eles: Un poco más de surrealismo no hará ningún daño a la realidad (ensaio, México, 2015), O iluminismo é uma baleia (teatro, Brasil, em parceria com Zuca Sardan, 2016), Antes que a árvore se feche (poesia completa, Brasil, 2020), Naufrágios do tempo (novela, com Berta Lucía Estrada, 2020), Las mujeres desaparecidas (poesia, Chile, 2022) e Sombras no jardim (prosa poética, Brasil, 2023).
RUBEM GRILO (Brasil, 1946). Gravador, desenhista, ilustrador. Em 1970, estuda xilogravura com José Altino (1946), na Escolinha de Arte do Brasil, no Rio de Janeiro. No ano seguinte, passa a frequentar a Seção de Iconografia da Biblioteca Nacional e entra em contato com as gravuras de Oswaldo Goeldi (1895-1961), Lívio Abramo (1903-1992), Marcelo Grassmann (1925), entre outros. Nesse período, inicia curso de xilogravura na Escola de Belas Artes da UFRJ e é orientado por Adir Botelho (1932). Em visitas ao ateliê de Iberê Camargo (1914-1994), recebe lições de gravura em metal e, na Escola de Artes Visuais do Parque Lage-EAV/Parque Lage, estuda litografia com Antonio Grosso (1935). No início da década de 1970, ilustra jornais como Opinião, Movimento, Versus, Pasquim, Jornal do Brasil. Na Folha de S. Paulo, cria ilustrações para os fascículos da coleção “Retrato do Brasil”. Em 1985, publica o livro Grilo: Xilogravuras, pela Circo Editorial. Em 1990, é premiado pela Xylon Internacional, na Suíça. Em 1998, participa, com sala especial, da 24ª Bienal Internacional de São Paulo e, no ano seguinte, é curador geral da Mostra Rio Gravura. Tem trabalhos publicados em revistas especializadas como Graphis e Who’s Who in Art Graphic (Suíça), Idea (Japão), e Print (Estados Unidos). Nossos agradecimentos a Jacob Klintowitz pela presença de Rubem Grilo como artista convidado desta edição de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 262 | setembro de 2025
Artista convidado: Rubem Grilo (Brasil, 1946)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2025
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com







Nenhum comentário:
Postar um comentário