Un poema, una narración, un ensayo, se sirven
del lenguaje denotativo, el cual asevera
el significado literal de los hechos y de la realidad; sin embargo, toda obra literaria utiliza principalmente el
lenguaje connotativo, que es la literariedad que caracteriza y diferencia
a un texto literario de otro de carácter científico o histórico o filosófico.
El termino connotación designa cualquier conocimiento y significado del puramente
informativo de la denotación. Cualquier
palabra o expresión (un verso, una descripción), suscita ideas de particularidad
simbólica o, sencillamente, ideas que se esconden
entre en el tejido textual que un autor sugiere.
Estos conceptos connotados, entre líneas,
van configurando esas ideas, conceptos, visiones del mundo y del ser, que deben ser interpretados, y que no se encuentran escritos
en la obra literaria. Debido a esta particularidad del lenguaje de la Literatura,
en su escritura se aprecian significados sugerentes establecidos en un plano
del texto que necesitan del lector, y
también del crítico, para interpretarse y generar el funcionamiento de la historia
tratada y de los temas que el escritor desea manifestar.
Pensemos en el lenguaje de la alegoría: en un caso paradigmático
de la Literatura Universal, la Divina Comedia de Dante Alighieri, al comienzo del Canto
I del Infierno, el personaje se encuentra en una selva oscura; esta desde la denotación
es un lugar especial; pero si se lee desde una visión connotativa, ese
lugar representa los pecados del personaje
Dante. Es así cómo funciona la obra literaria. Y, como se expuso al comienzo,
el abordaje de la interpretación ha de servirse de los métodos de las disciplinas
mencionada, y de otras, como en el ejemplo de Dante, en lo que refiere a la Teología
y exégesis.
Una vez dicho esto, cuando se lee el cuento
de Carlos Pessoa Rosa, “Intrusos”, se
aplica la interpretación para entender mejor lo que es una historia donde un hombre
sufre por la invasión de una plaga con todas las consecuencias que acarrean para
la mente del personaje.
El cuento está narrado en tercera persona del
singular lo que, para Gerard Genette, es un narrador heterodiegético, es
decir, que narra la historia sin participar como personaje de esta. El título “Intrusos” es de carácter simbólico porque alude a símbolos o metáforas
que insinúan los sentidos contenidos en el texto; por ejemplo: los ratones
y los pensamientos se relacionan entre sí simbólicamente. En lo que
refiere al tiempo interno de la obra,
este se particulariza por ser psicológico, y no cronológico, ya que se comienza
narrando la problemática del protagonista con los ratones para luego pasar a una
narración sobre sus pensamientos y su trabajo. El narrador utiliza la analepsis que es una figura retórica que
consiste en interrumpir la narración para contar acontecimientos pasados; es similar
al flashback del mundo audiovisual.
El personaje vive en una soledad agobiante,
en un ámbito decadente, con un trabajo rutinario y con graves problemas psicológicos
que van in crescendo. La escritura adquiere en un momento un estilo absurdo, surrealista:
Lo despidieron con causa justificable por los pensamientos que salían de su boca
buscando comida. El jefe, incomodado por su cambio, armó trampas en los escritorios.
Hacia el final del cuento el protagonista toma
una decisión irreversible y drástica motivada por fenómenos emocionales que lo trastornan
condicionándolo.
INTRUSOS
(Carlos Pessoa Rosa, del libro Destinos de vidrio)
Traducción: Federico Rivero Scarani
Entró por la cocina.
En el piso se veían las trampas desparramadas por todas las esquinas. El hombre
encorvado, de cabellos caídos sobre la frente, manos sucias de sangre, cocinaba
una sopa. No podía compartir el alimento con nadie, mucho menos con los pequeños
animales, vecinos antiguos. Ellos estaban en todas partes, incomodaban su sueño,
roían sus pertenencias, robaban su comida, desde ese momento les declaró la guerra
a los ratones. Pero estos no se extinguían nunca, actuaban en secreto, mientras
que él estaba en su escritorio. Se sentía avergonzado con el olor de su cuerpo que
intentaba disimular con perfumes. Todos los sábados el mismo ritual: los paños viejos,
la gasolina, el fuego. El sueño se le entrecortaba por el ruido provocado por las
trampas y por el roer de maderas y otros objetos. De un bocadito a otro bocadito
nada quedaba. Sin embargo, no perdía la esperanza de que un día se libraría de todos
ellos. Al, menos la próxima noche dormiría mejor. Los ratones siempre desaparecían
después de un ataque masivo. Volvían al poco tiempo, se percibía por el sonido sobre
los papeles desparramados por las esquinas de la casa. Le daban al hombre un momento
para una nueva estrategia. La próxima vez tiraría gasolina en las entradas de las
cuevas antes de prender fuego. Fue lo que hizo un mes después. No cerró las entradas,
sino que permitió que los ratones retornasen al nido. Luego, con una manguera, tiró
litros de gasolina mezclados con diesel. Se escuchó una explosión que se perdió
en la distancia. El combustible quemó todo durante algunas horas; un humo negro
salió de varios puntos dispersos por los terrenos vecinos. Por un buen tiempo, la
noche se silenció.
Y fue tan profundo
el silencio que el hombre no conseguía dormir. Parecía oír sus propios pensamientos.
Y estos roían, abrían nuevas cuevas, se multiplicaban, irritaban todavía más que
los roedores. No se olía más a ratones, pero se preocupaba por si los demás pudieran
pensar o saber sobre sus ideas. Le incomodaba la soledad impuesta por el exterminio.
Oía ruidos que luego mostraban ser obra de su imaginación. Los pequeños desaparecieron
de sus sueños. Entonces el hombre percibió hasta cuánto odiaba a su jefe, las órdenes
estériles que venían de él, el trabajo inútil de sumar números y más números, evaluar
costos; por primera vez comenzó a preocuparse por el precio de la vida al mirar
los muslos de Gildete, una de las secretarias del jefe. Solitario, gozaba de la
ansiedad que aumentaba sin que los ansiolíticos resolvieran nada, como mucho apartaban
durante algunos días esos pensamientos que le venían como una torrentada.
El escritorio aumentaba,
el jefe aumentaba, los muslos de Gildete no cabrían en su cama. Las madrigueras
se multiplicaban hacia el frente del espejo. ¿Qué hombre sería aquél? La cabeza
llena de hilos, los cabellos desparramados sobre la frente, las cejas gruesas y
negras, y una nariz gruesa con un discreto desvío en la parte final. ¿Por qué se
peinaba así con el pelo escurridizo sobre la frente? Descubrió un cuerpo lleno de
elevaciones y abultamientos, de ruidos internos que le traían la nostalgia de sus
antiguos vecinos. No sabía cuál era el motivo de las cicatrices en el rostro. En
la casa, todo le resultaba extraño, parecía no tener nada que ver con él, mucho
menos con su trabajo y con sus colegas. Lo despidieron con causa justificable por
los pensamientos que salían de su boca buscando comida. El jefe, incomodado por
su cambio, armó trampas en los escritorios. Por más que se esforzase, las palabras
decían sobre sus extrañas ideas y salían como los ratones de sus cuevas. Le royó
la paciencia al jefe y a los muslos de la secretaria. Demoró en descubrir que todos
tienen sus ratones: los hombres de poder, la miseria del pueblo, el empresario,
los empleados, los operarios, las mujeres, los hijos, las drogas… Con recelo todos
intentaban preservarlos. Pero él destruyó a los ratones…
Es sábado, el hombre
se coloca un tapo en el oído y otro en la boca. Desparrama gasolina y diesel sobre
su cabeza y por el cuarto. No aguanta más las noches de insomnio, tiene esperanza
de matar a los nuevos inquilinos. Si acertó con los ratones, también acertaría con
los pensamientos…
INTRUSOS
Entrou pela cozinha. No chão, viam-se
ratoeiras espalhadas por todos os cantos. O homem encurvado, de cabelos caídos sobre
a testa, mãos sujas de sangue, preparava uma sopa. Não podia dividir o alimento
com ninguém, muito menos com os pequenos animais, vizinhos antigos. Eles estavam
em toda parte, incomodavam seu sono, roíam seus poucos pertences, roubavam sua comida.
Daí ter declarado guerra contra eles. Mas eles não acabavam nunca, agiam à socapa,
enquanto estava no escritório. Sentia-se envergonhado com o cheiro do corpo que
tentava disfarçar com perfumes. Todo sábado o mesmo ritual, os panos velhos, a gasolina,
o fogo. O sono entrecortado pelo ruído provocado pelas ratoeiras e pelo roer de
madeiras e outros objetos. De bocadinho a bocadinho, nada sobrava. Mas não perdia
a esperança de um dia se livrar de todos eles. Pelo menos na próxima noite, dormiria
melhor. Eles sempre desapareciam depois de um ataque maciço. Voltavam aos poucos,
percebia-se nas trilhas de papéis espalhadas pelos cantos da casa. Davam tempo para
nova estratégia. Da próxima vez jogaria gasolina nas entradas das tocas antes de
atear fogo. Foi o que fez um mês depois. Não fechou as entradas, permitiu que todos
retornassem ao ninho. Depois, com uma mangueira, jogou litros de gasolina misturados
com óleo diesel. Ouviu-se uma explosão que se perdeu na distância. O óleo queimou
algumas horas, uma fumaça negra saiu em vários pontos espalhados pelos terrenos
vizinhos. Durante um bom tempo, a noite silenciou.
E tão profundo foi o silêncio, que
o homem não conseguia dormir. Parecia ouvir seu próprio pensamento. E eles roíam,
abriam novas tocas, multiplicavam-se, irritavam mais que os roedores. Não cheirava
mais a ratos, mas preocupava-se com o que os outros poderiam pensar caso soubessem
de suas ideias. Incomodava-o a solidão imposta pelo extermínio. Ouvia ruídos que
logo mostravam ser obra de sua imaginação. Os pequenos desapareceram de seus sonhos.
Percebeu o quanto odiava o chefe, as ordens estéreis que vinham dele, o trabalho
inútil de somar números e mais números. Avaliar custos. Pela primeira vez começou
a preocupar-se com o preço da vida, a olhar as coxas da Gildete, uma das secretárias
do escritório. Solitário, gozava a ansiedade que se avolumava, sem que ansiolíticos
resolvessem. Quando muito, afastavam alguns dias os pensamentos que vinham em enxurrada.
Jorro de desconhecidos.
O escritório aumentava, o chefe
aumentava, as coxas de Gildete não caberiam em sua cama. As tocas multiplicavam-se
na frente do espelho. Que homem seria aquele? A testa cheia de linhas, os cabelos
escorridos sobre ela, as sobrancelhas grossas e negras, um nariz cheio, com um discreto
desvio na parte final. Por que penteava o cabelo daquele jeito, escorrido na testa?
Descobriu um corpo cheio de elevações e abaulamentos, de ruídos internos que traziam
a saudade dos antigos vizinhos. Não sabia o motivo das cicatrizes no rosto. Na casa,
tudo lhe era estranho, parecia não ter nada a ver com ele. Muito menos a profissão
e os colegas de serviço. Foi dispensado por justa causa, pelos pensamentos que saíram
pela boca à procura de alimento. O chefe, incomodado com a mudança, armou armadilhas
no escritório. Por mais que se esforçasse, as palavras diziam das estranhas ideias,
saíam como ratos de suas tocas. Roeu a paciência do chefe e as coxas da secretária.
Demorou para descobrir que todos têm seus ratos: os homens do poder, a miséria do
povo; o industrial, aos empregados; os operários, às mulheres; as mulheres, aos
filhos; os filhos, às drogas… Com receio, todos procuram preservá-los. E ele destruiu
os ratos…
É sábado, o homem coloca um chumaço
de algodão no ouvido e na boca. Esparrama gasolina e óleo diesel na cabeça e no
quarto. Não aguenta mais as noites de insônia, tem esperanças de matar os novos
inquilinos. Se deu certo com os ratos, daria com os pensamentos…
FEDERICO RIVERO SCARANI (Uruguay, 1974). Docente, escritor y poeta uruguayo. Profesor de Literatura egresado del Instituto de Profesores Artigas, de Montevideo. Fue docente de la cátedra de “Lenguaje y Comunicación”, en el mismo instituto, impartiendo clases de Semiótica, Lingüística y Gramática. Dicta clases de Literatura e Idioma Español en liceos de Uruguay, (Dirección General de Educación Secundaria, Administración Nacional de Educación Pública, ANEP). Estudió Idioma Español en el I.P.A. y en la Escuela de Bellas Artes, actual Facultad de Artes, de la Universidad de la República, (UDELAR). También imparte clases de Latín, Estilística, y Gramática Española. Es poeta, traductor, ensayista, periodista cultural. Colabora en medios escritos de Uruguay, Latinoamericana, EE UU. y Europa con artículos, ensayos y obras literarias. Ha sido premiado por su participación en concursos literarios de su país, de Latinoamérica, EE.UU, y España. Obras: La Lira el Cobre y el Sur (1993); Ecos de la Estigia (1998); Atmósferas, Vintén Editor; participó en el CD Sala de experimentación y trabajos originales, (Maldonado 2002); Noctambulario, (CD 2003); Synteresis perdida (2005); Cuentos Completos (2007); El agua de las estrellas, (2013); Desde el Ocaso, (2014) editado en las páginas digitales EspacioLatino.com /Camaléo.com; Reflejos de la Oscuridad, (2018), autores.uy. Amor, Barniz Gris, JustFiction Edition, Letonia, (2019), Este no es un otoño más, (2021), Ed. Rosae, Antología de Poesía Negra, Lima, Perú, (2022). Lesbianas, Ed. Rosae (2022), Tan misteriosa como el sándalo, (2025).
BRIANDA ZARETH HUITRÓN (México, 1990). Originaria de Temascalcingo de José María Velasco, México. Artista plástica y pintora surrealista. Realizó sus estudios de pintura en la Academia de San Carlos en Ciudad de México. Sus múltiples facetas artísticas y personalidad curiosa la llevaron a descubrir el surrealismo, corriente en la que encontraría una manera de comunicarse con el mundo. Plasma interpretaciones poéticas donde lo cotidiano es transformado en una realidad fantástica y onírica. Pinturas mágicas que señalan los deseos de la vida por salir en un cuadro. Ha expuesto individualmente y de manera colectiva en México y en el extranjero. Exposiciones individuales: Museo Leonora Carrington de Xilitla, ENCUENTROS ONÍRICOS en el año 2025. Museo de la Mujer, REVELACIONES ONÍRICAS, en el año 2022. PAISAJES ONÍRICOS para el Festival Temascalcingo Honra a Velasco, en el Año 2021. VENTANA A MUNDOS ONÍRICOS, en el Centro Cultural Futurama, Ciudad de México, en el año 2020. Exposiciones Colectivas Col-art en la Galería Oscar Román año 2025 Muestra pictórica EL OFICIO DEL PINTOR, de la Academia de San Carlos, Año 2019. DIMENSIONS, Festival Wave Gotik Treffen, celebrado en Leipzig, Alemania, en el año 2018. Ha participado en la Cátedra por los 100 años del surrealismo, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, impartiendo conferencia sobre surrealismo femenino. Recientemente su obra ha sido publicada en el libro Mujeres Mexicanas en el Arte, de la editorial Agueda y en THE ROOM SURREALIST MAGAZINE, revista de surrealismo internacional. Brianda Zareth Huitrón es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 263 | dezembro de 2025
Artista convidada: Brianda Zareth Huitrón (México, 1990)
Editores:
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Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
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∞ contatos
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