quarta-feira, 10 de dezembro de 2025

FEDERICO RIVERO SCARANI | Una interpretación del cuento “Intrusos” de Carlos Pessoa Rosa

 


Una obra literaria puede ser abordada para su análisis interpretativo desde distintas perspectivas como: la Estilística, la Lingüística Textual, la Semiótica, la Psicocrítica, la Retórica, la Hermenéutica, y otras que, siguiendo sus métodos, confluyen en una visión casi total de esta.

Un poema, una narración, un ensayo, se sirven del lenguaje denotativo, el cual asevera el significado literal de los hechos y de la realidad; sin embargo, toda obra literaria utiliza principalmente el lenguaje connotativo, que es la literariedad que caracteriza y diferencia a un texto literario de otro de carácter científico o histórico o filosófico.

El termino connotación designa cualquier conocimiento y significado del puramente informativo de la denotación. Cualquier palabra o expresión (un verso, una descripción), suscita ideas de particularidad simbólica o, sencillamente, ideas que se esconden entre en el tejido textual que un autor sugiere.

Estos conceptos connotados, entre líneas, van configurando esas ideas, conceptos, visiones del mundo y del ser, que deben ser interpretados, y que no se encuentran escritos en la obra literaria. Debido a esta particularidad del lenguaje de la Literatura, en su escritura se aprecian significados sugerentes establecidos en un plano del texto que necesitan del lector, y también del crítico, para interpretarse y generar el funcionamiento de la historia tratada y de los temas que el escritor desea manifestar.

Pensemos en el lenguaje de la alegoría: en un caso paradigmático de la Literatura Universal, la Divina Comedia de Dante Alighieri, al comienzo del Canto I del Infierno, el personaje se encuentra en una selva oscura; esta desde la denotación es un lugar especial; pero si se lee desde una visión connotativa, ese lugar representa los pecados del personaje Dante. Es así cómo funciona la obra literaria. Y, como se expuso al comienzo, el abordaje de la interpretación ha de servirse de los métodos de las disciplinas mencionada, y de otras, como en el ejemplo de Dante, en lo que refiere a la Teología y exégesis.

Una vez dicho esto, cuando se lee el cuento de Carlos Pessoa Rosa, “Intrusos”, se aplica la interpretación para entender mejor lo que es una historia donde un hombre sufre por la invasión de una plaga con todas las consecuencias que acarrean para la mente del personaje.

El cuento está narrado en tercera persona del singular lo que, para Gerard Genette, es un narrador heterodiegético, es decir, que narra la historia sin participar como personaje de esta. El título “Intrusos” es de carácter simbólico porque alude a símbolos o metáforas que insinúan los sentidos contenidos en el texto; por ejemplo: los ratones y los pensamientos se relacionan entre sí simbólicamente. En lo que refiere al tiempo interno de la obra, este se particulariza por ser psicológico, y no cronológico, ya que se comienza narrando la problemática del protagonista con los ratones para luego pasar a una narración sobre sus pensamientos y su trabajo. El narrador utiliza la analepsis que es una figura retórica que consiste en interrumpir la narración para contar acontecimientos pasados; es similar al flashback del mundo audiovisual.


El personaje pareciera sufrir un TOC, (Trastorno Obsesivo Compulsivo), debido a los rituales repetitivos para combatir a las plagas y calmar su ansiedad e insomnio; asimismo sus pensamientos pasan a ser también invasivos e intrusivos, (de ahí el título), produciéndose un paralelismo psico-cósmico; los pensamientos que hacen padecer al personaje son rumiaciones, y, por eso, de alguna manera, el cuento se convierte en un thriller psicológico.

El personaje vive en una soledad agobiante, en un ámbito decadente, con un trabajo rutinario y con graves problemas psicológicos que van in crescendo. La escritura adquiere en un momento un estilo absurdo, surrealista: Lo despidieron con causa justificable por los pensamientos que salían de su boca buscando comida. El jefe, incomodado por su cambio, armó trampas en los escritorios.

Hacia el final del cuento el protagonista toma una decisión irreversible y drástica motivada por fenómenos emocionales que lo trastornan condicionándolo.

 

 

INTRUSOS

(Carlos Pessoa Rosa, del libro Destinos de vidrio)

Traducción: Federico Rivero Scarani

 


Indiferente a las heridas causadas por las mordidas, el hombre tiraba a los ratones por la cola. Había bloqueado las entradas de las cuevas con compresas de paño; desesperados, los pequeños roedores buscaban una brecha olvidada entre las piedras que formaban la base del muro. El olor a gasolina impregnaba el pequeño espacio entre el muro y la pared de una casa de en construcción todavía sin revestimiento ni pintura. Prendió fuego en los tampones y en la gasolina desparramada por el piso. Observó a los roedores, hasta que el último fue reducido a carbón. Buscó luego una escoba, jabón en polvo y una manguera. Con una pala retiró los restos de los pequeños animales y los tiró al otro lado del muro en un terreno baldío. Esto serviría como una alerta para los otros intrusos.

Entró por la cocina. En el piso se veían las trampas desparramadas por todas las esquinas. El hombre encorvado, de cabellos caídos sobre la frente, manos sucias de sangre, cocinaba una sopa. No podía compartir el alimento con nadie, mucho menos con los pequeños animales, vecinos antiguos. Ellos estaban en todas partes, incomodaban su sueño, roían sus pertenencias, robaban su comida, desde ese momento les declaró la guerra a los ratones. Pero estos no se extinguían nunca, actuaban en secreto, mientras que él estaba en su escritorio. Se sentía avergonzado con el olor de su cuerpo que intentaba disimular con perfumes. Todos los sábados el mismo ritual: los paños viejos, la gasolina, el fuego. El sueño se le entrecortaba por el ruido provocado por las trampas y por el roer de maderas y otros objetos. De un bocadito a otro bocadito nada quedaba. Sin embargo, no perdía la esperanza de que un día se libraría de todos ellos. Al, menos la próxima noche dormiría mejor. Los ratones siempre desaparecían después de un ataque masivo. Volvían al poco tiempo, se percibía por el sonido sobre los papeles desparramados por las esquinas de la casa. Le daban al hombre un momento para una nueva estrategia. La próxima vez tiraría gasolina en las entradas de las cuevas antes de prender fuego. Fue lo que hizo un mes después. No cerró las entradas, sino que permitió que los ratones retornasen al nido. Luego, con una manguera, tiró litros de gasolina mezclados con diesel. Se escuchó una explosión que se perdió en la distancia. El combustible quemó todo durante algunas horas; un humo negro salió de varios puntos dispersos por los terrenos vecinos. Por un buen tiempo, la noche se silenció.

Y fue tan profundo el silencio que el hombre no conseguía dormir. Parecía oír sus propios pensamientos. Y estos roían, abrían nuevas cuevas, se multiplicaban, irritaban todavía más que los roedores. No se olía más a ratones, pero se preocupaba por si los demás pudieran pensar o saber sobre sus ideas. Le incomodaba la soledad impuesta por el exterminio. Oía ruidos que luego mostraban ser obra de su imaginación. Los pequeños desaparecieron de sus sueños. Entonces el hombre percibió hasta cuánto odiaba a su jefe, las órdenes estériles que venían de él, el trabajo inútil de sumar números y más números, evaluar costos; por primera vez comenzó a preocuparse por el precio de la vida al mirar los muslos de Gildete, una de las secretarias del jefe. Solitario, gozaba de la ansiedad que aumentaba sin que los ansiolíticos resolvieran nada, como mucho apartaban durante algunos días esos pensamientos que le venían como una torrentada.

El escritorio aumentaba, el jefe aumentaba, los muslos de Gildete no cabrían en su cama. Las madrigueras se multiplicaban hacia el frente del espejo. ¿Qué hombre sería aquél? La cabeza llena de hilos, los cabellos desparramados sobre la frente, las cejas gruesas y negras, y una nariz gruesa con un discreto desvío en la parte final. ¿Por qué se peinaba así con el pelo escurridizo sobre la frente? Descubrió un cuerpo lleno de elevaciones y abultamientos, de ruidos internos que le traían la nostalgia de sus antiguos vecinos. No sabía cuál era el motivo de las cicatrices en el rostro. En la casa, todo le resultaba extraño, parecía no tener nada que ver con él, mucho menos con su trabajo y con sus colegas. Lo despidieron con causa justificable por los pensamientos que salían de su boca buscando comida. El jefe, incomodado por su cambio, armó trampas en los escritorios. Por más que se esforzase, las palabras decían sobre sus extrañas ideas y salían como los ratones de sus cuevas. Le royó la paciencia al jefe y a los muslos de la secretaria. Demoró en descubrir que todos tienen sus ratones: los hombres de poder, la miseria del pueblo, el empresario, los empleados, los operarios, las mujeres, los hijos, las drogas… Con recelo todos intentaban preservarlos. Pero él destruyó a los ratones…

Es sábado, el hombre se coloca un tapo en el oído y otro en la boca. Desparrama gasolina y diesel sobre su cabeza y por el cuarto. No aguanta más las noches de insomnio, tiene esperanza de matar a los nuevos inquilinos. Si acertó con los ratones, también acertaría con los pensamientos…

 

 

INTRUSOS

 


Indiferente aos ferimentos causados pelas dentadas, o homem puxava os ratos pelo rabo. Havia bloqueado as entradas das tocas com chumaços de pano. Em desespero, os pequenos roedores procuravam uma brecha esquecida entre as pedras que formavam a base do muro. O cheiro de gasolina impregnava o pequeno espaço, entre o muro e a parede de uma casa de alvenaria, ainda sem revestimento e pintura. Ateou fogo nos tampões e na gasolina esparramada pelo chão. Observou os roedores até que o último fosse reduzido a carvão. Procurou logo um escovão, sabão em pó e uma mangueira. Com uma pá retirou os restos dos pequenos animais e jogou-os do outro lado do muro, em um terreno baldio. Serviria de alerta a outros intrusos.

Entrou pela cozinha. No chão, viam-se ratoeiras espalhadas por todos os cantos. O homem encurvado, de cabelos caídos sobre a testa, mãos sujas de sangue, preparava uma sopa. Não podia dividir o alimento com ninguém, muito menos com os pequenos animais, vizinhos antigos. Eles estavam em toda parte, incomodavam seu sono, roíam seus poucos pertences, roubavam sua comida. Daí ter declarado guerra contra eles. Mas eles não acabavam nunca, agiam à socapa, enquanto estava no escritório. Sentia-se envergonhado com o cheiro do corpo que tentava disfarçar com perfumes. Todo sábado o mesmo ritual, os panos velhos, a gasolina, o fogo. O sono entrecortado pelo ruído provocado pelas ratoeiras e pelo roer de madeiras e outros objetos. De bocadinho a bocadinho, nada sobrava. Mas não perdia a esperança de um dia se livrar de todos eles. Pelo menos na próxima noite, dormiria melhor. Eles sempre desapareciam depois de um ataque maciço. Voltavam aos poucos, percebia-se nas trilhas de papéis espalhadas pelos cantos da casa. Davam tempo para nova estratégia. Da próxima vez jogaria gasolina nas entradas das tocas antes de atear fogo. Foi o que fez um mês depois. Não fechou as entradas, permitiu que todos retornassem ao ninho. Depois, com uma mangueira, jogou litros de gasolina misturados com óleo diesel. Ouviu-se uma explosão que se perdeu na distância. O óleo queimou algumas horas, uma fumaça negra saiu em vários pontos espalhados pelos terrenos vizinhos. Durante um bom tempo, a noite silenciou.

E tão profundo foi o silêncio, que o homem não conseguia dormir. Parecia ouvir seu próprio pensamento. E eles roíam, abriam novas tocas, multiplicavam-se, irritavam mais que os roedores. Não cheirava mais a ratos, mas preocupava-se com o que os outros poderiam pensar caso soubessem de suas ideias. Incomodava-o a solidão imposta pelo extermínio. Ouvia ruídos que logo mostravam ser obra de sua imaginação. Os pequenos desapareceram de seus sonhos. Percebeu o quanto odiava o chefe, as ordens estéreis que vinham dele, o trabalho inútil de somar números e mais números. Avaliar custos. Pela primeira vez começou a preocupar-se com o preço da vida, a olhar as coxas da Gildete, uma das secretárias do escritório. Solitário, gozava a ansiedade que se avolumava, sem que ansiolíticos resolvessem. Quando muito, afastavam alguns dias os pensamentos que vinham em enxurrada. Jorro de desconhecidos.

O escritório aumentava, o chefe aumentava, as coxas de Gildete não caberiam em sua cama. As tocas multiplicavam-se na frente do espelho. Que homem seria aquele? A testa cheia de linhas, os cabelos escorridos sobre ela, as sobrancelhas grossas e negras, um nariz cheio, com um discreto desvio na parte final. Por que penteava o cabelo daquele jeito, escorrido na testa? Descobriu um corpo cheio de elevações e abaulamentos, de ruídos internos que traziam a saudade dos antigos vizinhos. Não sabia o motivo das cicatrizes no rosto. Na casa, tudo lhe era estranho, parecia não ter nada a ver com ele. Muito menos a profissão e os colegas de serviço. Foi dispensado por justa causa, pelos pensamentos que saíram pela boca à procura de alimento. O chefe, incomodado com a mudança, armou armadilhas no escritório. Por mais que se esforçasse, as palavras diziam das estranhas ideias, saíam como ratos de suas tocas. Roeu a paciência do chefe e as coxas da secretária. Demorou para descobrir que todos têm seus ratos: os homens do poder, a miséria do povo; o industrial, aos empregados; os operários, às mulheres; as mulheres, aos filhos; os filhos, às drogas… Com receio, todos procuram preservá-los. E ele destruiu os ratos…

É sábado, o homem coloca um chumaço de algodão no ouvido e na boca. Esparrama gasolina e óleo diesel na cabeça e no quarto. Não aguenta mais as noites de insônia, tem esperanças de matar os novos inquilinos. Se deu certo com os ratos, daria com os pensamentos…





FEDERICO RIVERO SCARANI (Uruguay, 1974). Docente, escritor y poeta uruguayo. Profesor de Literatura egresado del Instituto de Profesores Artigas, de Montevideo. Fue docente de la cátedra de “Lenguaje y Comunicación”, en el mismo instituto, impartiendo clases de Semiótica, Lingüística y Gramática. Dicta clases de Literatura e Idioma Español en liceos de Uruguay, (Dirección General de Educación Secundaria, Administración Nacional de Educación Pública, ANEP). Estudió Idioma Español en el I.P.A. y en la Escuela de Bellas Artes, actual Facultad de Artes, de la Universidad de la República, (UDELAR). También imparte clases de Latín, Estilística, y Gramática Española. Es poeta, traductor, ensayista, periodista cultural. Colabora en medios escritos de Uruguay, Latinoamericana, EE UU. y Europa con artículos, ensayos y obras literarias. Ha sido premiado por su participación en concursos literarios de su país, de Latinoamérica, EE.UU, y España. Obras: La Lira el Cobre y el Sur (1993); Ecos de la Estigia (1998); Atmósferas, Vintén Editor; participó en el CD Sala de experimentación y trabajos originales, (Maldonado 2002); Noctambulario, (CD 2003); Synteresis perdida (2005); Cuentos Completos (2007); El agua de las estrellas, (2013); Desde el Ocaso, (2014) editado en las páginas digitales EspacioLatino.com /Camaléo.com; Reflejos de la Oscuridad, (2018), autores.uy. Amor, Barniz Gris, JustFiction Edition, Letonia, (2019), Este no es un otoño más, (2021), Ed. Rosae, Antología de Poesía Negra, Lima, Perú, (2022). Lesbianas, Ed. Rosae (2022), Tan misteriosa como el sándalo, (2025).



BRIANDA ZARETH HUITRÓN (México, 1990). Originaria de Temascalcingo de José María Velasco, México. Artista plástica y pintora surrealista. Realizó sus estudios de pintura en la Academia de San Carlos en Ciudad de México. Sus múltiples facetas artísticas y personalidad curiosa la llevaron a descubrir el surrealismo, corriente en la que encontraría una manera de comunicarse con el mundo. Plasma interpretaciones poéticas donde lo cotidiano es transformado en una realidad fantástica y onírica. Pinturas mágicas que señalan los deseos de la vida por salir en un cuadro. Ha expuesto individualmente y de manera colectiva en México y en el extranjero. Exposiciones individuales: Museo Leonora Carrington de Xilitla, ENCUENTROS ONÍRICOS en el año 2025. Museo de la Mujer, REVELACIONES ONÍRICAS, en el año 2022. PAISAJES ONÍRICOS para el Festival Temascalcingo Honra a Velasco, en el Año 2021. VENTANA A MUNDOS ONÍRICOS, en el Centro Cultural Futurama, Ciudad de México, en el año 2020. Exposiciones Colectivas Col-art en la Galería Oscar Román año 2025 Muestra pictórica EL OFICIO DEL PINTOR, de la Academia de San Carlos, Año 2019. DIMENSIONS, Festival Wave Gotik Treffen, celebrado en Leipzig, Alemania, en el año 2018. Ha participado en la Cátedra por los 100 años del surrealismo, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, impartiendo conferencia sobre surrealismo femenino. Recientemente su obra ha sido publicada en el libro Mujeres Mexicanas en el Arte, de la editorial Agueda y en THE ROOM SURREALIST MAGAZINE, revista de surrealismo internacional. Brianda Zareth Huitrón es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 



Agulha Revista de Cultura

Número 263 | dezembro de 2025

Artista convidada: Brianda Zareth Huitrón (México, 1990)

Editores:

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