OMAR CASTILLO | Lo subversivo en La valija de fuego de Aldo Pellegrini
I. Mínimo contexto literario
En la literatura escrita en Occidente en
las primeras décadas del siglo XX, los poetas y novelistas, aprovechando las experiencias
desarrolladas por distintos autores en el siglo XIX, buscaron penetrar el tejido
del lenguaje hacia otras manifestaciones de aprehender la realidad. En sus búsquedas,
las palabras fueron sopesadas hasta la exasperación, al punto de llevarlas a relaciones
y analogías al límite de lo arbitrario, consiguiendo con ellas rasguñar el ideario
por donde el ser humano era, y es, conducto a la domesticidad de sus instintos y
percepciones. En ese momento era necesario para los creadores descubrir las tramas
que arman las nociones que sobre el mundo quieren prevalecer y lo hacen aberrante
en sus principios e imaginarios, mundo signado en estímulos surtidos por el lastre
del pecado original que terminó por imponer
lo laboral como dogma de vida y, desde ese dogma, una ética y una estética.
Entonces, escarbando en los abismos
de la realidad, los poetas y los novelistas se dan a una escritura próxima al vértigo
del abismo mismo, se dan a la tarea de encontrar imágenes y percepciones antes no
concebidas para la literatura y para el ejercicio de la existencia humana. Tales
experiencias entran a la literatura y hacen la expresión de un mundo casi inédito,
un mundo no compacto en sus principios y en el cual no es posible determinar el
destino de la condición humana, ni el de la naturaleza en cualquiera de sus manifestaciones.
Es así como estos autores producen una escritura comportándose como el caos del
universo que no se detiene en su constante creación. Experiencias que hoy resultan
fundamentales para entender la realidad y sus contextos históricos e imaginarios.
En Hispanoamérica, en las primeras
décadas del siglo XX, estas experiencias fueron practicadas por los poetas y novelistas
que fundaron sus escrituras en los logros conseguidos por los escritores que los
anteceden, y se agruparon bajo el signo del Modernismo. Las posturas Vanguardistas
que los caracterizarán, y desde las cuales buscaron perfilar sus obras, evidencian
los contrastes, diálogos y rupturas que establecen con el movimiento Modernista
y con el acontecer literario y cultural de Occidente y el mundo.
II. Inicios de Aldo Pellegrini
En Buenos Aires, en noviembre de 1928 se
edita el número 1 de la revista literaria Que, y en diciembre de 1930 se edita el número
2, y en ellos, como constancia de los inicios de una obra, quedan impresos los primeros
textos y poemas de Aldo Pellegrini (Rosario 1903, Buenos Aires 1973), firmados bajo
los seudónimos de Adolfo Este y Filidor Lagos. Esos únicos números de la revista
Que fueron la expresión de las experiencias
compartidas por un grupo de amigos reunidos alrededor de sus búsquedas Vanguardistas,
en particular la que los aproximó al grupo Surrealista en cabeza de André Breton. En el Pequeño esfuerzo de justificación colectiva, texto que abre el número
1, se lee: justificación de esta revista:
Buscar en la expresión la evidencia de nuestra propia y oculta estructura (palabra,
espejo del hombre) y quizás también algo como una necesidad irresistible de pensar
en voz alta. Los otros integrantes de la revista fueron Marino Cassano, Elías
Piterbarg, David J. Sussman e Ismael Piterbarg. Todos acudieron al uso de seudónimos
para firmar sus textos y poemas.
Así daba inicio Aldo Pellegrini
a su amplia e íntima labor poética en la Argentina y en Hispanoamérica. En esta
labor es apreciable su capacidad de difusor de la obra de poetas y artistas que
con sus creaciones oxigenaron los ámbitos culturales de su momento. Además de su
activa participación en la fundación y en la edición de varias publicaciones y revistas
literarias, dirigió la colección Los Poetas,
publicada por Fabril Editora y lanzada en 1961, colección con la que contribuyó
al conocimiento de un amplio espectro de la moderna poesía escrita en Occidente,
en esta publicó su selección y traducción de la Antología de la poesía surrealista de lengua francesa, libro que permitió
a más lectores entrar en contacto con la escritura de los iniciadores del movimiento
Surrealista y de algunos de sus asociados.
Otro de los característicos aportes
de Aldo Pellegrini es la edición que hace, en 1963, de su traducción de las Obras completas del Conde de Lautréamont:
los Cantos de Maldoror, Poesías y Cartas,
con un estudio detallado sobre la existencia y la obra de Lautréamont, sus orígenes
literarios y su contexto creador. También edita en 1971 su traducción del texto
de Antonin Artaud: Van Gogh, el suicidado
por la sociedad,
con un prólogo: Artaud
el enemigo de la sociedad, donde hace claridad sobre la
condición del poeta en estos tiempos de intemperie y oscurantismo.
En la escritura de sus estudios
y ensayos Aldo Pellegrini es punzante, pues en ellos se da a desenmascarar las artimañas
de quienes ofertan la poesía como un espectáculo huero. Al descubierto quedan los
intereses de aquellos que pretenden empotrar la poesía como un producto más de la
sociedad de consumo, buscando desactivar su impacto revelador y, también, deslegitimar
los sentidos del acto poético cuando no se somete al servicio de las cuadrículas
donde ellos imponen las condiciones y los impuestos para la existencia.
III. Primera edición de la poesía completa de Aldo Pellegrini
En octubre de 2001 la Editorial Argonauta
publica la primera edición de La valija de
fuego (Poesía Completa), de Aldo Pellegrini. El libro se abre con una Nota del editor y precede la compilación
un ensayo de Pellegrini: La acción subversiva
de la poesía, tomado de su libro Para
contribuir a la confusión general (1965). La compilación y notas son hechas
por Mario Pellegrini. En el apéndice se reproducen textos de Rodolfo Alonso, Edgar
Bayley, Enrique Molina y Francisco Madariaga.
La reunión de la obra del poeta
se abre con Que (1928-1930), donde el
compilador agrupa los poemas y textos que Pellegrini publicara en la revista arriba
mencionada. En los poemas reunidos en Que
es evidente el automatismo como fuerza que permite a las palabras alcanzar una noción
de la realidad a través de imágenes que se exploran en el acto de la construcción
y deconstrucción de sus significados y, por ende, de sus contenidos. Palabras en
imágenes igual a un Remolino inacabable de
frases apasionadas, tal como se puede leer en uno de los textos, el titulado
Preferencia por los signos de olvido.
Estos poemas son el resultado de una experiencia no sujeta a la lógica del discurso
poético impuesto por las preceptivas del oficialismo literario de entonces, son
ruptura e inicio, provocación y malestar, son los inicios y constantes en expansión
que se podrán apreciar en la obra toda del poeta Aldo Pellegrini.
Después de Que, el lector se encuentra con El muro secreto (1949), primer libro de poemas
de Aldo Pellegrini, publicado inicialmente en edición de 250 ejemplares numerados.
Son más de 19 años entre la publicación de los textos y poemas que el compilador
reúne en Que y los que componen El muro secreto. Completan la edición: La valija de fuego (1952), que se abre con
un epígrafe de Gracián: Todo este universo
se compone de contrarios / y se concierta de desconciertos, versos que bien
podrían abarcar la obsesión poética donde se funda la escritura de Pellegrini. Construcción de la destrucción (1957), Distribución del silencio (1966) y Otros poemas (1952-1972), donde se reúnen
los poemas publicados por el poeta en distintas revistas a lo largo de esos años.
El libro se cierra con: Escrito para nadie (1972-1973), del que se
dice en nota del compilador: Este libro no
llegó a ser terminado. Se encontraba en proceso de elaboración al fallecer su autor,
en 1973. Varios poemas esperaban la corrección definitiva; es probable -dada la
extrema exigencia que se imponía en su trabajo- que muchos textos hubieran sido
excluidos… La primera edición de Escrito
para nadie fue hecha por Editorial Argonauta en 1989 en Buenos Aires, ciudad
donde fueron publicados todos los títulos aquí nombrados.
El texto impreso como prólogo
en Escrito para nadie revela la elíptica
donde fue haciéndose la obra poética de Aldo Pellegrini. Allí el poeta nos dice:
La poesía es una gran aventura. // Cada poema
es una nueva aventura y una exploración. Aventura en los continentes desconocidos
del lenguaje, exploración en la selva virgen de los significados. La poesía quiere
expresar con palabras lo que no pueden decir las palabras. Cada palabra tiene un
secreto mágico que es necesario extraer. Pero en definitiva, admiro sólo a los aventureros
de la vida. En cuanto a mí, me resigno a ser un aventurero del espíritu.
¿Qué sucede cuando se lee la escritura
de una obra poética fundada en la aventura por habitar los contrarios que surten
y hacen posible la realidad, la otredad de la conciencia humana? ¿Una obra en poemas
cuya escritura persigue asumir las estructuras y ritmos constantes en los que se
suceden y modifican las percepciones de tal realidad u otredad? ¿En una escritura
así, cuál es su posible trama o cómo se establece su contenido? En los poemas de
Aldo Pellegrini se asiste y participa de la aventura vuelta escritura explorando,
ya lo prohibido, ya lo inconcebible en un mundo enrarecido por las doctrinas del
lugar común. Sus poemas asechan detrás de los anuncios convencionales de lo nombrado
sueño y vigilia. En ellos los versos deambulan por un dibujo en constante elaboración,
generando imágenes que pueden ser vistas como desde la lente de un caleidoscopio,
es decir, pueden ser leídos desde cualquier orden o disposición. Son poemas que
crecen como un caudal de palabras explorando y abismándose en la formulación de
sus interrogantes ante la existencia exuberante, al tiempo que, atroz, donde cunde
lo humano.
Los extensos versos de los poemas
de Pellegrini, o su establecimiento rayano con la prosa, inundan la página buscando
imantar la atención del lector hacia una lectura de vértigo, asombro y malestar.
Un malestar producido por el sacudimiento que las imágenes de tales versos consiguen
causar en las realidades condicionadas del lector. Cabe anotar que en la escritura
de sus poemas el poeta emplea la puntuación como si de pronto se acordara de que
esta existe, casi de manera caprichosa. Lo cual en ninguno de los casos amplifica
o entorpece su ritmo. Tal puntuación queda gravitando en el total de su obra poética
como los fragmentos de un silencio que se resisten al olvido.
Para Aldo Pellegrini la poesía
es subversiva. En la escritura de sus ensayos y ante todo en la de sus poemas, acude
a esta significación arrancándola de las dotes que les han impuesto quienes pretenden
ajustar las realidades subversivas a actos de violencia y terror. En su escritura,
ser subversivo es desobedecer cuanto somete y reprime la existencia humana hasta
convertirla en una entidad mutilada, en un montón de retórica útil para la usura
y la pornografía social. Su postura advierte sobre cómo es degradada la lucidez
poética cuando lo subversivo es condicionado por ideologías redentoras cuyos eslóganes
amparan formas de reprimir en nombre de la inclusión y bajo una ensoñación tramada
como “libertad”. Para Pellegrini, la poesía es vivir hacia lo ilimitado. Lo ilimitado como el vacío donde se fundamenta
el acto creador. Acto absolutamente imposible para quienes existen sin ver las maniobras
que encubren la realidad y perforan la libido de la vida.
Pensar y comportarse así no produce
simpatías, hace parecer que se está fuera de lugar y contexto, que no se es poético.
Empero, es un reto necesario, hoy, cuando a la poesía se la quiere disfrazar de
muñeca lúdica para espectáculos donde es desactivada de su poder subversivo, es
decir, de su capacidad de producir pensamientos y comportamientos que confronten
los estigmas catárticos de la obediencia.
Ante un mundo pronosticado para la usura y el oscurantismo ilustrado, y unificado al amparo de tales pronósticos, la experiencia asumida por Aldo Pellegrini en su aventura poética, le permite a un lector próximo a la poesía reflexionar sobre las realidades expuestas desde la acción poética, es decir, reflexionar sobre la realidad de la existencia misma.
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